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Estudiaron en las mejores universidades de ciencias y tecnologías, eran prometedores astronautas con un gran futuro aguardándoles a la vuelta de su viaje espacial... Pero al regresar no fueron nombrados ejecutivos de la Agencia Mundial Espacial sino que se habían convertido en súper héroes.

2055 4 Fantásticos

2055: 4 FANTASTICOS #11
Infierno I
Guión: Narutaki

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PORTADA: Muy sugerente, Yuu en camisón, mira sonriendo a un cuervo que se posa sobre su mano devolviéndole la mirada. De fondo, fundidos con el fondo podemos vislumbrar a Alexandre, Chris y Salvador con gesto preocupado. El fondo de la portada está en llamas vivas y estridentes.

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La noche resulta ser de aquellas profundas y cerradas, propia de un relato romántico, una atmósfera fantasmal y bohemia que perfectamente podría haber salido de la pluma de Bécquer. Pero no, era real. En el cielo apenas se vislumbran estrellas, es negro, como la garganta de un lobo. Se ven nubes, tintadas de un violeta rojizo por culpa de la contaminación lumínica. Son las dos de la mañana.

Dos jóvenes pasean de la mano por una avenida. Comentan la película que acaban de ver, gesticulan, ríen, rebaten los comentarios el uno del otro. Amantes del cine tradicional. Amantes el uno del otro, caminan bajo la luz anaranjada de las farolas de la ciudad.

Se escuchan resonar unos pasos tras de ellos.

Se sobresaltan levemente, la calle está desierta. El chico mira hacia atrás y no ve nada. Pero los pasos se siguen escuchando, cercanos, cálidos y majestuosos. El miedo se representa en sus cuerpos a modo de cosquilleo. Aceleran el paso. Sí, lo hacen, el chico tira del brazo de su amante para que le siga el ritmo. Pero siguen escuchando los pasos, estos mantienen su ritmo, quedamente, les persigue ese claqueteo que hacen los zapatos al chocar contra el suelo.

Entonces ese sentimiento tan terrible que es el miedo, crece, se aviva el fuego, y les cuesta una barbaridad no echar a correr. Es terrible. Parece que les acuchillen los pies para que vayan más deprisa. El cuello rígido no les permite echar la vista atrás para quitarse la sensación de angustia corroborando el deseo intenso de que la calle siga desierta. No hay nadie en la calle. Ellos dos, dos amantes asustados, y unos pasos inamovibles, imperturbables, serenos y terroríficos.

De pronto una mano de un golpe en el hombro del chico que no tiene por más que ahogar un grito de terror, pero al girarse, se calma al ver a un vagabundo harapiento que sostiene una navaja en su mano, llena de callos y suciedad.

- Dame la cartera. Vamos -dice con voz cazallera.

- Sí, sí -metiendo la mano en su americana el muchacho.

- ¡Y el bolso de ella! -amenazando con la blanca.

La muchacha, cede su bolso algo temblorosa. El viejo se lo echa al hombro y mira al joven, que tiende la mano con su cartera. La coge con un gesto arisco y la guarda en su chaqueta de pana rota y mugrienta. Entonces baja el brazo y gruñe levemente indicando a la pareja que se vaya. Pero cuando se disponen a hacerlo, el ladrón cae al suelo desplomado, provocando un nuevo golpe de terror en los muchachos. Pronto, la cabeza del hombre se ve rodeada por un pequeño charco de sangre, que nace en su cabeza abierta exactamente por la mitad. ¿El golpe al caer? Poco probable, es un trabajo mucho más limpio. Al mirar arriba, por puro instinto, ven a un hombre de pie, vestido elegantemente, que posa un pie sobre la espalda del indigente. Zapatos exquisitos, como el resto de su atuendo.

Sonríe con vanidad a la pareja que pese a sentir deseos ardientes de echar a correr, notan helado su cuerpo. No pueden avanzar. Se acumulan demasiadas emociones. Todas ellas podrían ser llamadas miedo. O terror.

Nadie en la calle. Solo ellos tres.

El hombre da un paso hacia ellos, que lo miran, es lo único que pueden hacer. Su sonrisa es tremendamente seductora, es un galán, su porte es tremendamente señorial. Denota erotismo, sus gestos, sus movimientos, sencillos y a la vez bellos son capaces de enamorar al hombre y a la mujer. Sus ojos, en cambio, crean pavor.

- No voy ha haceros nada. Calmáos... -le tiende la mano a la mujer.

Su mano es casi una obra de arte, perfecta, dedos ávidos y delicados como los de un pianista, como los de una escultura que pretenda imitar la perfección; sus gestos trazos del lápiz del dibujante más hábil. La chica la mira y con muchas inseguridades coge con su mano temblorosa, la del caballero. Éste la besa delicadamente.

La silueta del galán besando la mano de la doncella se refleja en la pared del edificio más cercano gracias al alumbrado publico. Entonces, él tira con suavidad de la muchacha para acercarla a su novio. Nunca pierde la sonrisa. Una sonrisa inquietante y seductora. Demasiado bella para pertenecer a un hombre, tan viril que asemeja femenina.

Su voz, masculina, toma forma de palabras para despedirse de la pareja.

- Id ahora. Ya no hay nada que temer.

Asienten ambos con la cabeza, en tensión, con miedo aun, pero ahora es a lo desconocido a lo que temen, a lo que resulta totalmente incomprensible.

- Gr... gracias...

La mujer recuesta su cabeza en el pecho de su amante, pero al alzar de nuevo la vista, él ya no está allí. Mira a su chico, que en su cara, pinta con gestos el retrato del asombro.

Se ha fundido con la noche.

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Amanece un nuevo día en Isla Dry. Mientras Salva coloca una naranja partida por la mitad sobre un exprimidor eléctrico, aparece Chris en el salón con su bata desabrochada enseñando sus oscuros calzoncillos "twwo". Desde una de las entradas llega también Alexandre con unos cuantos periódicos en la mano. Los deja sobre la mesa de la cocina y los señala mirando a sus compañeros.

- Van cinco muertos en la última semana en Memphis. Los cuerpos aparecen muertos a golpes y con marcas en el cuello.

- Parece una peli de vampiros -bromea Chris abriendo la nevera en busca de leche.

Al decir eso, Salvador mira a Alexandre, y ambos lucen muesca preocupada.

- ¿Creéis en los vampiros? -asombrado- ¡Venga ya!

- Hemos visto monstruos de casi seis metros de largo, invasores alienigenas, ¿y nos mira con esa cara por creer en los vampiros?

- Ey, tíos, no lo diréis en serio...

Se hace un instante de silencio.

- Vale... -cerrando la nevera con un envase de leche en la mano.

Mientras, el español sigue preparándose su desayuno.

- ¿Y Yuu?

- Aun duerme. No se encuentra bien.

- Pero, ¿qué es lo que le pasa?

- Dice que es algo que no puede describir. Cuando duerme suda horrores, parece tener pesadillas, y si la tocas, está hirviendo, casi literalmente.

- ¿No sabéis que puede ser?

- No... -cabizbajo.

- ¿Por qué no va al médico?

- Se lo propuse, pero dice que no serviría de nada...

Kambio se encoge de brazos.

- Pues si ella dice que no...

Gabacho asiente resignado.

- Tranquilo, seguro que no es nada -sonriendo afablemente.

El francés camina ahora hasta el sofá, a pocos metros de la cocina, y se sienta en uno de los sillones a ver las holonoticias, mientras el más joven de los 4F bebe a morro de la botella de leche.

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La luz del sol entra por los pequeños agujeros de la persiana, dibujando motas más claras en su piel, lisa y dorada, que prescinde de las sábanas que al principio de la noche la arropaban. Despeinada y sudorosa resta aún dormida sobre su cama, mas muy a pesar de su aspecto sereno, en su interior la lucha es grande.

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A penas unas horas después, Salvador se encuentra a los mandos de un holocomunicador, y Alexandre se situa frente a las cámaras que deben recoger su imagen y voz. Una vez el español da el okey, y la imagen de Gabacho ha sido pixelada correctamente, inician la transferencia de datos. Pronto resuena en la sala de comunicaciones una voz de mujer, grave y algo afónica.

- Comisaria de policia del distrito 4 de Memphis, ¿qué desean?

- Soy Alexandre Marceu, de los 4 Fantásticos, me gustaría poder acceder a una holocomunicación con el comisario... eh, Gasol.

- Un segundo, por favor...

Y ambos héroes esperan pacientemente. En un par de minutos la voz vuelve a darles un mensaje.

- Esperen un minuto más y el comisario les atenderá. Gracias, y disculpen las molestias.

- Gracias, señorita.

Y cinco minutos más tarde.

- Hola, ¿con quién hablo?

El comisario Lewis Gasol se muestra recostado en el sillón de su despacho, con una foto de su mujer y sus hijos a su derecha, junto a las barras y estrellas y a la izquierda una de su abuelo jugando a baloncesto.

- Soy Alexandre Marceu, de los 4 Fantásticos.

- Ah -alegre-, encantado señor Marceu. ¿Todo bien?

- Sí, sí, gracias, todo bien.

- ¿En qué puedo ayudarle?

- Le llamaba a propósito del caso del asesino nocturno.

Ahora la mueca del policía se torna seria, cruza los brazos incorporándose.

- ¿Tienen datos sobre ello? La prensa está hurgando mucho y da la sensación de que no queramos hacer nada, pero...

- Le entiendo, señor. De hecho, nos gustaría ofrecer nuestra ayuda con el caso, si hay algo que podamos hacer por colaborar...

- Muchas gracias, de veras. Agradezco mucho su ayuda pero si viéndonos desbordados pidiesemos ayuda de unos superhéroes, se instalaría el miedo entre nuestros ciudadanos.

- ¿Acaso no tienen miedo ya?

- De un asesino, no de un super villano...

- Con todos mis respetos...

- Gracias -le corta-. De verdad, pero no puedo hacer su ayuda por ahora, han sido muy amables.

La comunicación se corta pero no por parte del policia si no por Salvador; Alexandre ve como su compañero tiene en brazos a Yuu que termina de desmayarse. Corre.

- ¡Pero...!

- Ayúdame, vamos, sosténle las piernas en alto -da instrucciones.

Entre ambos la estiran en el suelo, mientras Alexandre sostiene las piernas de la china, Salvador le abre los ojos y con suavidad la abofetea mientras dice su nombre.

- Yuu, vamos... Yuu, despierta.

El francés contempla la escena gravemente preocupado. De pronto aparece Chris alertado por el jaleo que se ha armado cuando su compañera ha sufrido el vaido.

- ¿Qué pasa a...? ¡Yuu! -agachándose.

- Chris, corre y prepara el transporte, y que lleven una ambulancia al muelle 91, ¡vamos!

- No... -abriendo los ojos- Ya estoy bien, chicos, no se que ha debido pasar...

- Yuu, vamos a ir al hospital quieras o no -en plan paternal.

- Alex, ha sido sólo un mareo... -incorporándose.

- Hazlo despacio, eh -aconseja Kambio.

- Sí... -como si estuviera recién levantada.

Entre los tres la ayudan a ponerse en pie y la escoltan hasta el comedor.

- Descansa un rato, ¿quieres? Ahora te traigo un poco de zumo que ha hecho Salva.

- Gracias, pero...

Chris está ahora vistiéndose en su habitación mientras que el hispano está sentado junto a su amiga.

- ¿Qué es lo que te pasa, Yuu?

- Nada, simplemente, me he mareado, no se...

- He estado hablando con Alex.

- No tiene mayor importancia, de verdad que no. Creéme. Alex me protege demasiado.

Se encoge de hombros.

- Eres tú quien puede saberlo realmente, sólo, creo que deberías ir al médico. Si no por ti, por él -mirando a Gabacho que trae un vaso de zumo-. Lleva unos días muy preocupado.

La china esboza una mueca que mezcla el desagrado de tener que soportar una visita al médico y la vergüenza ante los cuidados que el francés le propina.

- Está bien -resignada-. Cuando termine de desayunar, me vestiré e iremos al médico, ¿de acuerdo, Alex?

Dejando el vaso de cristal sobre la mesa auxiliar frente al sofá sonríe complacido.

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Yuu se encuentra en una cama del hospital Central USA Assistant de Nueva York, y Alexandre está a su lado, dándole la mano, que la mujer acaricia con ternura, mientras lo mira triste.

- Yuu... -suspira.

- Alex, tranquilo de acuerdo. Puede ser tan sólo un virus raro y que eso haya desconcertado a los doctores, nada más.

- Eso espero...

- Verás como sí, tonto.

Pican a la puerta y entran en la estancia Chris y Salva.

- ¿Qué es lo que pasa, chicos? -pregunta Kambio.

- Los médicos no saben bien bien lo que me puede pasar, supongo que algún virus raro.

- Será eso -dice Chico Impulso apoyado en el marco de la puerta.

- El caso es que se tiene que quedar un par de días en observación, ya que no tienen idea alguna de que es lo que tiene... -añade el francés.

- En tal caso, tomáoslo con calma.

- Sí, no montaremos ninguna fiesta loca en Isla Dry, o sí.

Ríen todos menos Alexandre. Salvador le da una palmadita en la espalda.

- Tranquilo, ¿vale? Quédate aquí con ella, así estarás mejor.

- Sí, eso haré.

Va a decir algo, pero Kambio le interrumpe.

- Sí, Chris y yo iremos a Memphis sin que nadie se entere e intentaremos enterarnos de que es lo que está pasando.

Ahora si, dibuja en su rostro media sonrisa.

- Te estás haciendo demasiado previsible.

- Sí... -riendo un poco más.

Chris y Yuu hablaban, y el español los interrumpe apartando del brazo al que fue soldado americano. Besa en la frente a la mujer y le guiña un ojo.

- Nosotros nos vamos, a Memphis -mira ahora a Chris-. Haciendo las maletas rápido y que el dinero del gobierno nos procure en buen hotel.

- Portáos bien -comenta Alex tratando de olvidarse de su pena.

- Nos vemos chicos, cuidate Yuu -saliendo.

- ¡Woh! Nunca había estado en la ciudad del rey del rock -se escucha decir a Chris mientras se aleja.

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Un último plano, antes de que reine la oscuridad. La noche vuelve a caer y Alexandre duerme doblado en un sillón junto a la cama de su pareja. Ésta, una noche más, se remueve inquieta entre las sábanas. Un cuervo vuela hasta la rama de un árbol frente a la ventana, y en el silencio de la noche, se escucha su graznido infernal, que despierta al francés.

El graznar de un pájaro.

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EL CORREO FANTASTICO

Por onceava vez desde las páginas de los 4F 2055, ¡hola!

Tras la saga que dio solidez, o eso espero, a la serie y sus personajes comenzamos la segunda decena de números con éste, que deseo os abra el apetito por darle unos cuantos bocados al venidero número 12.

Ahora sí puedo decir bien orgulloso, que esta, de creación propia, es la serie de la que más he escrito en MarvelTopia. Felicidades a mi mismo :P

Lo que está por venir, esta vez no se lo voy a desvelar a nadie más que al editor, y esas cosas. Como con la invasión skrull, tengo no sólo un posible final para esta saga, si no varias, no obstante, de aquí a que termine veremos con cual me quedo. Supongo que esta no será tan larga como la anterior, o sí... quien sabe. De cualquier modo, espero que os haga pasar un rato agradable.

Os bailaría unas sevillanas, pero prefiero daros el adiós en la lengua de mi tierra: "Fins una altra!"

 
 
   
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