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En el año 2055 Víctor von Muerte no está, pero Latveria sigue siendo gobernada por un puño de acero.

2055 Doctor Muerte

2055: DOCTOR MUERTE #6
Aquelarre
Guión: Doctor Muerte 2055

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Cae la noche.

Desde la alcoba de su habitación, el hombre que asume el nombre de Muerte en la actualidad contempla las estrellas, perdido en sus pensamientos.

- Es la hora, sire -la voz metálica de Víctor, el ordenador programado con los recuerdos del Doctor Muerte original, le saca de sus cavilaciones.

Es la hora, si, pronto será la hora de las brujas. Es la noche de los espíritus. Y al igual que su antecesor, este Muerte tiene una cita.

- ¿Todo preparado? -pregunta mientras enfunda su cuerpo en la armadura.

- Afirmativo. La muestra se mantiene estable, como estaba previsto.

- Excelente.

El hombre se ajusta la máscara metálica y se coloca la pesada capa sobre los hombros. Convertido de nuevo en la imagen del monarca de Latveria, abandona su habitación, programando varios sistemas de alarma y defensa anti intrusos mientras sale. Tras tantos años representando a un paranoico, es sólo normal que él mismo se haya convertido en uno.

Continuando con la paranoia habitual, transmite un comando a través de su máscara que activa un ascensor oculto tras una pared de piedra. Los circuitos de fase integrados en las rocas que tapan la puerta entran en funcionamiento, haciendo intangible esa parte de la pared. Muerte entra en el ascensor y desciende hacia uno de sus laboratorios secretos. Aunque, se pregunta, con una nota de humor que hace décadas que no es normal en él, ¿cuál de sus laboratorios no es secreto?

Sólo hay un par de androides cuidando el laboratorio y supervisando las máquinas. Ambos se vuelven hacia él en reverencia, que ignora como de costumbre. Se encamina hacia el contenedor especial en el que flota sobre un líquido verde un objeto rectangular de color dorado.

Muerte contempla el objeto y comprueba los datos impresos: tal y como Víctor le ha dicho, el experimento es un éxito. Así pues, ya dispone de su moneda de cambio; a pesar de los últimos problemas del reino, (la guerra de necrófagos, trifulcas con los 4 Fantásticos y los Vengadores, los continuos tejemanejes de Ariadna von Muerte y recientemente el problema de Gestalt), siente regocijo al ver que al menos sus planes siguen en marcha.

El líquido en el que flota la Piedra es lo bastante corrosivo como para disolver incluso la armadura de Muerte, a largo plazo, así que se quita los guantes. Abre la tapa, introduce sus manos desnudas y coge el objeto. Lo coloca en un contenedor especial que genera un compuesto que reacciona con el ácido, neutralizándolo. La solución resultante es expulsada por un conducto que Muerte aprovecha para limpiarse las manos -intactas-, para prevenir algún accidente.

Guarda el recipiente en su armadura y comprueba la hora: 22:30. Tiempo más que de sobra hasta la medianoche. Siempre que Víctor haya localizado su objetivo.

- Emperador Muerte -la voz de Víctor resuena en el laboratorio, anticipándose a su pregunta-. He localizado a Diablo. Está en Estados Unidos, en el condado de Nueva York. Transmito las coordenadas exactas inmediatamente.

Esteban Corazón De Ablo, ese infame alquimista que durante siglos se ha mantenido con vida gracias a un pacto con el demonio. Maestro en la alquimia pero por desgracia la mayoría de sus pociones tienen una duración limitada: si consiguiese el catalizador adecuado...

Cada año Muerte se reúne con él, ambos colaborando en la búsqueda del otro. Pero siempre, sin excepción, una de las partes debe entregarle algo de interés a la otra. Y este año, piensa Muerte mientras sus dedos tamborilean sobre el contenedor... este año la búsqueda de ambos puede llegar a su fin.

Mientras guarda el contenedor en un compartimento de la armadura, no deja de pensar en la curiosa coincidencia que supone que Diablo esté en Nueva York. ¿Es posible que sepa su verdadera identidad o es pura coincidencia? Si es lo segundo, ¿tal vez el destino le esté dando una señal?

El Muertejet (y no deja de notar lo ególatra del nombre cada vez que lo usa), le lleva desde Latveria a Nueva York en menos de una hora. El jet es virtual y físicamente invisible e indetectable; lo deja flotando sobre los bosques a las afueras de Nueva York, donde sabe que Diablo se esconde. Desciende del jet, se toma unos momentos para prepararse mentalmente y emprende la marcha.

La caseta está aparentemente desprotegida, pero Muerte sabe que eso es pura fachada. Aún así avanza resuelto, dejando que sean las defensas de Diablo las que den el primer paso.

De inmediato la hierba se agita y los árboles cobran vida, intentando golpearle y enredarle. Un simple comando -P08-, abre minúsculos orificios en su armadura y decenas de dardos diminutos salen disparados, atravesando algunos su capa. Al impactar, un potente herbicida se libera, inyectándose en las plantas alquímicas. Pero eso es sólo la mitad de la capacidad de cada dardo: el resto es expulsado por detrás como si de un aspersor se tratase. En menos de 5 segundos la amenaza ha sido neutralizada.

Muerte sigue avanzando, la cabaña está a sólo 10 metros.

Súbitamente negros nubarrones se forman sobre la cabaña -y solo la cabaña-, y una lluvia torrencial se desata. La armadura de Muerte sella automáticamente todas las ranuras como precaución. La lluvia cesa.

El agua resultante de la lluvia se agita, empieza a agruparse en un solo lugar. Muerte, impasible, alza la mano derecha al tiempo que con la izquierda programa una secuencia en su guantelete izquierdo. Piensa que si pudiese utilizar tecnología de interfaz cerebral no tendría que verse obligado a teclear o utilizar comandos verbales, pero dada su incapacidad para usarla no queda más remedio. En fin, cada uno juega las cartas que le han dado, así que...termina la secuencia y dispara. Para cuando el elemental de agua termina de formarse, el proyectil de nitrógeno líquido estalla convirtiéndolo en una escultura de hielo. Muerte prosigue su marcha, atravesando el elemental y destrozándolo en pedacitos.

5 metros. Se pregunta si Diablo tendrá preparadas más tediosas defensas.

La tierra se agita. Así que esto es lo que queda, murmura. Elementales de barro.

Y como si respondiesen a las palabras de Muerte y no a las de su amo, montañas de barro se alzan del suelo y toman forma humanoide.

La defensa más risible, piensa. Podría destruirlos fácilmente... pero quiere mostrarle a Diablo que él también puede jugar a su mismo juego y obligarle así a respetarle. Pero, ¿por qué limitarse a la alquimia, si una combinación de alquimia y tecnología puede dar el mismo, si no mejor resultado?

A su orden verbal, un sinfín de nanorrobots se hunden en la tierra y empiezan a excavar, buscando piedra. Una vez encontrada, empieza la reacción alquímica para la que están programados. Introduciéndose en la piedra y liberando la poción, la piedra empieza a moldearse, al igual que los elementales de barro de Diablo. Pero estos elementales serán distintos...

Para ganar tiempo, Muerte finge que los elementales son una amenaza mientras que en realidad ni siquiera son una molestia. Espera y espera, mientras sus elementales excavan hacia arriba....

Finalmente salen, elementales de piedra hechos a imagen y semejanza de Muerte, y fácilmente coordinables gracias a los nanorrobots que los dirigen. Además, aunque duda que haga falta la función adicional, son capaces de regenerarse absorbiendo rocas del entorno...

Los elementales -¿o quizá sea mejor considerarlos gólems?- se encargan rápidamente de la defensa de Diablo. Muerte comprueba el reloj de su sistema: 23:59. Justo a tiempo. Los elementales echan la puerta abajo y se apartan, dejándole paso libre. Él extrae el contenedor de su armadura y entra.

Al pisar el felpudo, algo va mal. Su armadura... se ha vuelto de oro.

Así que después de todo, Diablo no tiene ni la más remota idea de la identidad que se oculta tras la máscara; seguramente otra persona se hubiese convertido en oro junto con la armadura. No hay problema. Concentra su voluntad en la Piedra dentro del contenedor que porta en su mano, y gradualmente su armadura vuelve a la normalidad. Entonces, como esperaba, oye una exclamación de asombro.

- ¿Lo has logrado? -Diablo sale al umbral.

- Juzga por ti mismo -responde mientras le entrega el contenedor-, mi propia versión de la Piedra Filosofal. La perfecta fusión entre ciencia y alquimia. Y un catalizador, yo creo, que pondría fin a la caducidad de las pociones de algunos alquimistas.

Los dedos ansiosos de Diablo se cierran sobre el contenedor y lo abre con torpeza. Contempla la Piedra del interior, la extrae, la olfatea, la lame. Procura mantenerse impasible pero la avaricia brilla en sus ojos.

- Podría... podría servir -introduce la mano en uno de los pliegues de su traje y extrae una bolsita de cuero que arroja a Muerte. Él la abre y deja caer su contenido sobre la palma de su mano.

- ¿Esto es...? -pregunta, aunque conoce la respuesta de antemano.

- Exacto, una roca de alma. Puedes almacenar el alma de una persona que acabe de morir en su interior. Después, con los rituales que ya te he enseñado... no hace falta decir más ¿no?

- ¿Sólo una?

- ¿Qué puedo decir? -se encoge de hombros-, no son fáciles de producir. No habíamos hablado de cantidad, ¿verdad? -termina con una risita.

Con la velocidad de rayo Muerte se abalanza sobre Diablo, agarrándole por el cuello.

- No me gustan los engaños, Esteban. No me gustan en absoluto.

- En ese caso, Muerte -replica el otro, burlón, mientras su rostro parece resecarse-, yo cerraría los ojos, puesto que esto no te va a gustar...

Las últimas palabras son apenas perceptibles, donde estaba Diablo ahora sólo hay un montón de polvo. Un homúnculo, concluye Muerte. Diablo ha vuelto con sus viejos trucos. Busca la Piedra pero no está por ninguna parte, probablemente cuando la dejó caer un elemental de piedra preparado la recogió y se marchó bajo tierra con ella.

Muerte sale de la cabaña, contrariado mientras examina la pequeña roca en su mano derecha. ¿Sólo una? No es suficiente para sus necesidades...a menos que pueda aplicar sus conocimientos de alquimia para, tras examinar la roca, conseguir duplicarla. Sí, piensa, es factible...

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EPÍLOGO.

Diablo disfruta de su nueva posesión. Es todo lo que prometió Muerte y más, una Piedra Filosofal casi perfecta. Ha probado a crear varias pociones con ella y varios días después los efectos permanecen. Es más, atrevidas nuevas fórmulas acuden a su mente ahora, fórmulas que antes ni siquiera había soñado. Muerte, sin proponérselo, le ha hecho invencible...

... o eso creía, porque la preciosa piedra empieza a disolverse lentamente, a pesar de las maldiciones, gritos y llantos de Diablo, irónicamente impotente ante el proceso alquímico. Al final solo queda una pequeña cajita plateada que empieza a brillar y emitir un zumbido, y finalmente un holograma de Muerte aparece.

- Saludos, Esteban. Probablemente hayas intentado tomarme el pelo y te habrás regocijado con tu astucia. O tal vez hayas cumplido con tu parte del trato, pero de alguna forma lo dudo. El caso es que como puedes ver, la piedra no es funcional. O debería decir que sí lo es, pero por "desgracia" tiene caducidad... como tus fórmulas. Que se le va a hacer, tendrás que seguir esforzándote por tu cuenta. Aunque si en todos estos siglos no has sido capaz...

Con una carcajada la proyección termina. Diablo aprieta los puños, furioso. Tan orgulloso estaba de su triunfo que no había considerado que Muerte pudiese estar riéndose de él. Tantos siglos de experiencia... pero su orgullo también estaba alimentado por los siglos, y si es cegador para un mortal, para él... Finalmente ríe.

- Bien hecho, Muerte. ¡Eres un digno alumno!

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PRÓXIMO NÚMERO: Muerte recibe una visita de su pasado.

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CORREO DE DOOMSTADT

Esta historia iba a ser el número 7, pero al final he decidido publicarla primero. ¡Nos vemos en el siguiente!

Escribid a Doctor_Muerte_2055@yahoo.es para lo que queráis.

 
 
   
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