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Action Comics

ACTION COMICS #790
El lugar de las estrellas I
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Guión: Tomás Sendarrubias

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-Puto café1.

Sergyi corre hacia el baño más cercano, sintiendo otra vez que las tripas se le retuercen. Ha dicho diez veces a los proveedores que ese maldito café le sienta mal, que le da diarrea y dolor de estómago, pero no dejan de llevarlo, y él es incapaz de dejar de tomar café cuando se levanta, de modo que se encuentra atrapado en una versión retorcida del día de la marmota, en el que todas sus mañanas se esfuman en las cabinas de los retretes de la zona científica de la estación. Cuando le ven corriendo, los recién llegados a la Base Vostok, un grupo de estudiantes de física procedentes de Argentina, sonríen e intercambian algunos comentarios en español que, por supuesto, Sergyi no entiende. Sin embargo, incluso presa de aquel convulso dolor de vientre, Sergyi estuvo a punto de sonreír. Aquello les parecía gracioso, ¿no? Ya se reiría él cuando encontrase la justificación adecuada para enviarles fuera, a recoger muestras de hielo en plena tormenta catabática, con vientos de más de cien kilómetros por hora. Seguro que aquello también les hacía mucha gracia.

Siempre había gente moviéndose por la estación Vostok, que llevaba funcionando en la Antártida más de treinta y cinco años, y que en ese tiempo, sólo se había cerrado temporalmente para hacer algunas reformas en Enero de 1994, antes de que SergyiVocherzko se convirtiera en el director general de la base científica. Él daba gracias por no haber estado allí tampoco cuando poco después, en 1997, la base había registrado el mínimo histórico de temperatura tomado sobre la faz de la Tierra, menos noventa y seis grados centígrados. Sergyi llevaba allí dos años, así que realmente, no había vivido nada importante, según consideraban los científicos de la Vostok. Eso sólo significaba que debía vivir la mayor parte de su vida con temperaturas que iban de menos treinta y dos grados Celsius a menos sesenta y ocho cuando estaban en pleno invierno, que tenía problemas de respiración debido a la altitud y a la ausencia de oxígeno, a la nula presencia virtual de humedad, a la inexistencia de dióxido de carbono, a los vientos de más de cien kilómetros hora, a la radiación ultravioleta que se colaba por el agujero de la capa de Ozono, al aislamiento, a la noche polar... y a un café extremadamente penoso. Y sin embargo, Vocherzko no cambiaría aquella vida por nada. El resto de científicos iban y venían, había listas de espera extremadamente largas para poder utilizar las instalaciones de la Vostok, y él, un científico cuya vida laboral había comenzado en los oscuros tiempos de la KGB, ahora se encontraba al frente de un proyecto internacional en el lugar del mundo más apropiado para sus estudios sobre la actividad solar. Y eso hacía que fuera aceptable todo lo anterior, y el tener que aguantar a docenas y docenas de estudiosos de todo el mundo que consideraban que cada uno de sus proyectos era único, más importante, más interesante y más prioritario que el resto de los que se desarrollaban en la estación. Al fin y al cabo, sus hijas ya eran mayores y se habían independizado, y Olga había cambiando a un marido ausente ocho meses al año por un joven violonchelista ucraniano, de modo que su vida personal no le resultaba demasiado apasionante.

-Doctor Vocherzko, buenos días-le saluda Jeanette Michelet, una de las residentes permanentes de la estación, especialista en extracción de núcleos de hielo, y una firme candidata a la dirección del centro, probablemente la más preparada... de no haberle faltado algo imprescindible para ello, la nacionalidad rusa. Y sin embargo, Michelet se había convertido en uno de los pilares de Vocherzko. Él había intentado propasarse con ella una vez durante una fiesta, ella se había limitado a dejarle claro que era lesbiana y que si fueran los dos últimos representantes de la humanidad esta se podía dar por extinguida, y ambos habían continuado con sus vidas como si no hubiera pasado nada-. ¿Otra vez el café?

Sergyi asiente, haciendo un gesto un tanto confuso y sintiendo de nuevo como sus intestinos se remueven en su interior, así que esquiva a Michelet y se introduce finalmente en una de las cabinas del retrete, apresurándose a desabrocharse el cinturón, quitarse los pantalones y dejarse caer sobre la taza. Suspira y maldice de nuevo el café cuando tiene que inclinarse hacia delante por una punzada de dolor.

Diez minutos después, Sergyi consigue levantarse, y casi tambaleándose y completamente pálido, sale de los retretes y se dirige hacia su estudio. Ignora las miradas chispeantes del grupo argentino, se deja caer en su asiento y coge la botella de vodka que guarda en un cajón de su escritorio, dando un largo trago que le abrasa la garganta, pero que al instante le hace sentir mejor. Enciende la pantalla de su ordenador, da un nuevo trago a su botella sujetando el gollete con los dientes, y suspirando de alivio, la guarda de nuevo en el cajón y observa las lecturas y mediciones realizadas la noche anterior. Todo normal, todo normal, todo normal...

Sus ojos se paran al llegar a uno de los datos. Abre el cajón, saca la botella y bebe. Ese dato es inviable. Si la Corona Solar hubiera tenido esa actividad, él no podría estar allí en aquel momento mirando el ordenador. Todos los sistemas electrónicos de la Tierra se hubieran frito, como había pasado algunas semanas antes, durante lo que los héroes de la JSA habían llamado en la televisión "La Larga Noche2". De hecho, aquella actividad solar significaría que buena parte de la vida sobre la Tierra, toda la que estuviera en la parte en la que era de día, se hubiera evaporado, y el resto hubiera muerto en un dolorosa agonía al inflamarse los gases que formaban parte de la atmósfera.

Y sin embargo, antes y después de ese momento, todo parecía normal.

Negando con la cabeza, Sergyi descuelga el teléfono y pulsa el siete, esperando a que al otro lado, Josef, el jefe técnico de la Vostok, descuelgue el teléfono.

-Vocherzko, ¿qué quieres?-responde Josef al otro lado el teléfono a través de la línea interna-. Estoy tratando de encontrar suficientes puntos de red para todo el equipo que los nuevos han traído, supongo que morirían sin su twitter.

-Pues que se vayan acostumbrando a volver a escribir cartas de verdad, esto es prioritario. Mis lectores están desajustados. Hay una variable que no puede ser.

-Venga ya, Vocherzko. Revisé todos tus sistemas la semana pasada y están todos perfectamente calibrados. No hay desviaciones, no hay fallos. Así que si no te crees lo que ves, habla con programación, o pregúntale a Dios si te está gastando una broma, pero a mi no me jodas.

Josef cuelga el teléfono, y Vochezko casi echa de menos por un momento los tiempos de su infancia, cuando su padre le contaba que por ese tipo de desafíos a la autoridad uno podía terminar metido en un armario lleno de chinches en un gulag. Pero si Josef estaba en lo cierto, Sergyi tendría mucho en lo que trabajar, mucho en lo que...

Un zumbido de su ordenador le saca de sus pensamientos, y se vuelve casi por inercia para ver los datos que salen impresos de inmediato en una vieja impresora de agujas, casi más un recuerdo que un aparato auténticamente útil. El baile enloquecido de las agujas le hiela la sangre en las venas, y nota que sus intestinos se retuercen de nuevo. Sea lo que sea, tiene que verlo.

Sergyi sale de su despacho, ignorando las miradas del resto de los investigadores, y sin coger siquiera una parka, abre las puertas de acceso a la base, saliendo al exterior. Michelet corre tras él, gritándole.

-¿Estás loco?-dice la mujer en su ruso con fuerte acento francés-. ¿Quieres suicidarte o estás otra vez borracho?

Sergyi se limita a señalar con la mano hacia el horizonte. En esa época del año, había luz casi todo el día, algo que había hecho que varios estudiosos que se desplazaban a la Vostok hubieran acabado prácticamente locos. Esa mañana el Sol parecía extrañamente brillante, extrañamente blanco y sorprendentemente cercano, tanto que Michelet lanzó una exclamación ahogada...

-¿Pero qué...?-comienza a decir la mujer, cuando el horizonte parece encenderse.

Cuando la luz se desvanece, de la base Vostok sólo quedan restos, y sus ocupantes, se han convertido en cenizas.

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-Gracias por venir, Superman, es todo un... Dios mío, perdona, es que no me puedo creer que estés aquí...

Superman mira a la mujer que se encuentra a su lado, enfundada en ropa térmica y a la que apenas se le podía ver el rostro, y sonríe. Su acento ruso es fuerte, pero su inglés es bueno, el tipo de inglés que se aprende en Yale o en UCLA. Oksana Kayeva era la encargada de relaciones entre S.T.A.R Labs y la Base Vostok, y la persona que había informado al resto del mundo de que la base de trabajo más antigua y conocida de la Antártida había desaparecido para el mundo.

-Lo ocurrido en Vostok es una tragedia, doctora Kayeva, lo menos que podía hacer era estar aquí-responde él, con los brazos cruzados ante el pecho. Mientras hablaba, no dejaba de examinar todo el entorno de la base Vostok. Hacía al menos siete horas que lo que fuera que había ocurrido allí había pasado, y el aire aún hervía de radiación y microondas. Podía verlas, desapareciendo rápidamente, mezclándose con la radiación ultravioleta, que allí formaba grandes cortinas debido al agujero de Ozono. El baile de las partículas estaba claro para Clark, aquello era producto de una llamarada solar extraordinariamente intensa, tanto que había provocado una descarga plasmática, lo que había destruido la estación Vostok. Casi podía seguir el desgarro electromagnético provocado por la radiación solar en toda la zona-. La descarga solar debió ser extremadamente poderosa y rápida.

-Los instrumentos ni la detectaron-asiente la doctora Kayeva-. No es la primera expulsión de plasma solar con la que nos encontramos, pero sí la más rápida. Y desde luego, la que mayor puntería ha tenido.

-Errr... hola...-masculla Jimmy Olsen, situado a unos pasos de ellos, completamente metido en una gruesa parka, con guantes, capucha, varias bufandas... y todo ello intentando sujetar una grabadora lo suficientemente cerca de ellos como para registrar la conversación y luego poder transcribirlas, ya que tomar notas estaba fuera de lugar en aquella coyuntura. Numerosos contratos vinculaban de doce maneras diferentes a S.T.A.R y al Planet, y la directora Lois Lane se había apresurado a enviar a Jimmy a la Antártida para averiguar qué estaba ocurriendo-. Para los lectores del Planet sin especialidad en física, ¿qué es una expulsión de plasma?

-El Sol es una masa de gases altamente inestables-explica Oksana-. Hay veces que se producen en su interior explosiones, lo que genera erupciones solares en la corona solar y en la cromosfera. El plasma solar se calienta millones de grados, y acelera las partículas presentes hasta rozar la velocidad de la luz. Emiten radiación electromagnética en todo el espectro, desde ondas de radio a rayos gamma, pero el mayor peligro que pueden suponer, al margen de dejarnos sin teléfono móviles durante un rato, son las eyecciones de masa coronal. Si la erupción magnética es lo bastante potente puede arrancar parte del plasma de la corona solar y arrojar al espacio parte de esta materia. Plasma, electrones y protones sobre todo, pero también helio, oxígeno e incluso hierro. Normalmente, podemos predecir estas eyecciones unas dos horas antes de que lleguen a la Tierra, pero en esta ocasión... bueno, aún están revisando los datos, pero nuestros sistemas ni siquiera registran el pico magnético que debiera haber originado todo esto.

-¿Me está diciendo que el Sol escupió parte de su materia a la Tierra por encima de la velocidad de la Luz y eso es lo que destruyó la Base Vostok?

-A grandes rasgos, sí...

-¿Y eso puede volver a pasar en cualquier parte?-pregunta Jimmy, con los ojos abiertos como platos.

-No es lo común, Jimmy-dice Superman, mirando hacia el sol, que se mantiene bajo en el horizonte. Lo último que necesitaba el mundo era a millones de personas mirando aterrorizadas hacia el Sol, como si fuera a dejar caer bombas mortales sobe la Tierra una tras otra.

Aunque el propio Superman notaba cierta desazón en su interior. Krypton había perecido por los grandes seísmos que habían quebrado su superficie y que habían partido su planeta en dos. ¿Tendría que ver ahora como su segundo planeta, aquel que había elegido como hogar veía su fin procedente de los cielos? ¿Qué estaba pasando en el Sol, qué había ocurrido para que una eyección de corona solar hubiera sido tan fuerte como para arrojar una cantidad de plasma tal que había hecho arder todo el entorno de la Vostok?

-Tengo que echar un vistazo-dice, y haciendo un leve gesto de despedida, comienza a volar hacia fuera, hacia el exterior de la Tierra, hacia el Sol.

-¿Va a...?-masculla Oksana.

-Sí-responde Jimmy.

-¿Pero... así sin...?

-Sí.

-¿Lo hace mucho?

-Sí-concluye Jimmy, sonriendo. En momentos como ese, se siente tremendamente orgulloso de ser amigo de Superman.

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El hielo comienza a cubrir a Superman a pesar de su relativa proximidad al Sol. Permanecía en órbita heliosíncrona alrededor del Astro Rey, observándolo en toda la gama del espectro que le permitía su visión. Había belleza en la fuerza destructiva y creativa de las estrellas, aquella masa de gas ardiente que modificaba su entorno de todas las maneras posibles, física y químicamente. La danza electromagnética, las construcciones gravitacionales, el complejo baile de las partículas en el interior de los propios vientos solares... Y sin embargo, todo parecía normal. Una eyección solar capaz de atravesar la magnetosfera terrestre y destruir la Vostok como si un volcán se hubiera derramado sobre ellos debiera haber dejado perturbaciones solares que hubieran durado días, gigantescas manchas, tormentas electromagnéticas...

Nada.

Suspira, y vuelve hacia la Tierra.

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-¿Algo accidental?-masculla Lois, comiendo una cucharada de helado de vainilla con galletas mientras se deja caer en el sillón de su apartamento de Metrópolis, envuelta en un albornoz. Clark asiente, apagando la televisión y permitiendo que su esposa se apoyara en él. Lois hunde la cucharilla en la tarrina y le pasa una cucharada a su marido, que niega con la cabeza. Lois se encoge de hombros y se toma ella el helado-. ¿Accidental de verdad o accidental como el sol está poseído por una entidad alienígena venida de cinco galaxias de distancia que se ha propuesto devorar nuestro sol a modo de aperitivo?

-De momento, accidental de verdad-sonríe Clark, acariciando el pelo de su esposa-. Hasta que se demuestre lo contrario.

-Siempre tranquilizador. ¿Has dado clases con Bruce?

-No, pero debería hablar con él y con la JSA, quizá sus instrumentos pudieran encontrar algo que yo no haya visto.

-¿Qué tú no hayas visto? Debes estar de broma. ¿Dónde está Martha3?

-Con Conner. Iban a ver un musical al teatro Moore.

-¿Conner? ¿Musical? ¿Cuál?

-Annie-sonríe Clark, y Lois estalla en carcajadas.

-Por Dios, ¿le has dado a Martha alguna videocámara secreta o algo para grabar la cara Conner cuando la niña cante Mañana?

-Ma cree que Conner debe pasar algún tiempo en familia. Con sus estudios y ese tema de los Titanes que tiene ahora con Roy y con Max Lord...

-Max Lord financiando de nuevo superhéroes-masculla Lois, y Clark se da cuenta de que de pronto, quien está tumbada sobre él, no es su esposa, sino la directora del Daily Planet-. Alguien tiene que hacer un reportaje sobre eso.

-Lois...-

-Yo no me quejo cuando tú de pronto tienes que abandonar una reserva de dos meses porque Starro quiere comernos el cerebro a todos, Smallville, sé justo.

-Vaale-masculla Superman, y ella sonríe, alzándose hacia él y le besa.

-¿Y dices que Annie, no?

-Ajá.

-Y eso nos da como... ¿dos horas?

-Ajá.

-¿Y me prometes que el Sol no se nos va a caer encima de pronto?

-De momento, parece que no.

-De momento, es suficiente-dice ella, dejando a un lado el helado. Poco después, deja de lado también el albornoz.

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Las pantallas del centro de observación astronómica del Teide, en Tenerife, se apagan de forma prácticamente simultánea, haciendo que todos los astrónomos y estudiantes que se encuentran en la sala se miren los unos a los otros primero con cara de sorpresa, y luego, con verdadera angustia. Si los servidores han dejado de funcionar, los datos que estaban manejando se habrán perdido. Cada uno de ellos teme por sus trabajos, sus proyectos... pero pronto su angustia se convierte en una nueva sorpresa, cuando una de las pantallas se enciende de repente, y muestra un mapa electromagnético del Sol, en el que se aprecia una repentina erupción perihélica.

Segundos después, el Centro de Observación del Teide, simplemente deja de existir.

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Superman observa el operativo de las fuerzas de seguridad, los bomberos y los médicos que tratan de encontrar supervivientes entre el caos de materia fundida en el que se ha convertido el centro de observación canario. Salvando las diferencias de entorno, el observatorio situado sobre el volcán era prácticamente idéntico a lo que había quedado de la Estación Vostok. Dos centros de estudios destruidos en menos de veinticuatro horas, ambos por eyecciones solares que no habían dejado al parecer ningún rastro en las lecturas del resto del mundo sobre el Sol, y en las que las partículas del plasma solar habían viajado bastante por encima de la velocidad de la luz.

Obviamente, no podía tratarse de una coincidencia, y debía haber pasado algo por alto en su exploración solar. Y ni siquiera Mister Terrific había encontrado nada a lo que pudieran aferrarse para comenzar una investigación, algo que les indicase si el Sol se iba a convertir en un arma de destrucción masiva incontrolable para los habitantes de la Tierra.

Y sin embargo, Superman tenía una molesta sensación de familiaridad con todo lo que estaba pasando. Había algo que se le escapaba, algo...

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Al igual que la vez anterior que había observado el Sol, Superman no veía nada extraño. Los campos magnéticos permanecían estables, había algunas manchas solares en el hemisferio sur, pero desde luego no lo suficientemente importantes como para provocar una eyección de plasma. Suspirando, Kal-El lanzó la sonda que llevaba hacia el Sol, una sonda de lectura diseñada por S.T.A.R, que transmitiría de inmediato información en tiempo real sobre el estado de la estrella a la Tierra. S.T.A.R hubiera necesitado meses para preparar un transporte para la sonda, y más tiempo aún en que la sonda llegara al Sol, con Superman, había sido cuestión de horas. Vio la sonda desaparecer en la corona solar, y se aseguró de que el modulador subvocal que llevaba conectado con el Palacio de la Justicia de Kahndaq estaba bien sintonizado y en posición.

-¿Michael?-dijo, y aunque no hubo sonido, el transmisor que llevaba en el cuello convirtió el movimiento de sus cuerdas vocales en ondas de radio. Pasaron unos minutos hasta que obtuvo la respuesta.

-Te recibo, Superman-respondió Mister Terrific-. Y empiezo a recibir las lecturas. Todo parece normal, no hay... un momento, ¿qué...?

Kal-El no podría saber, debido a la demora de la distancia, qué había visto exactamente Michael, pero la interrupción de la señal de radio coincide con un brillante destello en la superficie del Sol, y una eyección solar del tamaño de un estado pequeño, tan rápida que Superman no tiene tiempo ni de tratar de evitarla. El plasma ígneo hace arder su piel, el gas llena sus pulmones... Y de reojo, puede ver una visión que hubiera enloquecido a cualquiera. Un ojo que se atisbaba en el interior del Sol, y mientras arde, Superman se da cuenta de qué es lo que había olvidado, lo que no había atinado a recordar.

Solaris4.

Superman vuela alejándose del sol, tratando de alejarse del radio de acción de las eyecciones solares, consiguiendo que la velocidad y el vacío apaguen las llamas que habían hecho arder parte de su uniforme, la capa, y que le habían provocado serias quemaduras, y que le impedían ver con claridad. ¿Cómo demonios había llegado Solaris desde el futuro, como...?

Algo golpea a Superman, con tanta fuerza que estuvo a punto de arrojarle al corazón del Sol, y sólo con un profundo esfuerzo, Superman consigue evitar una nueva andanada de plasma solar. Los huesos parecen crujirle por la fuerza del golpe, y finalmente consigue detener el vuelo y mirar hacia lo que le ha golpeado. Y algo atenaza su corazón. Solaris ya era malo, pero...

¿Por qué estaba allí Mongul?

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1.- Traducido del ruso.

2.- Durante la saga Amanecer en Escarlata.

3.- Martha Kent se ha trasladado a Metrópolis a petición de Lois y Clark tras el largo exilio de los tres en Smallville tras ?Mundos en Guerra? y la muerte de Jonathan Kent.

4.- El Sol Tirano, podéis verle en Superman All-Stars o en JLA: Un Millón.

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NOTICIAS DE ACCIÓN

Bueno, tenemos aquí el primer número de Action Comics DCTópico relacionado directamente con Superman. Parece mentira, pero desde que comencé con esta serie, hemos tenido por aquí un número protagonizado por Lex Luthor, dos por Superboy, los dos números de Moi dedicados a Lois, y el cruce con Amanecer en Escarlata. Había llegado ya el momento de dedicarle su espacio a Clark, ¿no? Y lo haremos con uno de sus enemigos más originales, Solaris, creado por Grant Morrison, y uno de los más clásicos, Mongul. ¿Qué se hace para vencer a una estrella? Lo veremos en Action Comics....

 
 
   
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