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Ellos fueron los primeros. Fueron leyenda, y luego fueron olvidados. Ahora han vuelto... para ser más grandes que nunca.
 
JSA

JSA #34
Las chicas son guerreras II
No woman, no cry

Guión: Tomás Sendarrubias

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Sanayi, Turquía.

Destino cayó de rodillas cuando sintió que le arrancaban el corazón. Un gemido ahogado escapó de sus labios, y sintió como si el Yelmo la agobiara, quitándole la respiración. Cayó de rodillas y se lo quitó de un tirón, sintiendo su rostro lleno de un pegajoso sudor frío. Alzó la mirada y vio un inmenso foco de luz que ascendía desde unos kilómetros al norte, en la dirección en la que habían ido sus compañeros de la Sociedad de Justicia. El aire crepitaba alrededor de la inmensa columna de luz verde jade, como si extraños relámpagos destellaran ascendiendo hacia el cielo.

-Esto no puede ser bueno-masculló Ártemis, al tiempo que se agachaba para evitar un ataque de Clea, que había convocado un tridente, de peligroso aspecto, que centelleaba destilando energía mística. La Amazona sostenía una daga en cada mano, ya que a esa distancia el arco era inútil, y con una hechicera del calibre de Clea, estar lejos era muy mala idea.

-El Tiempo-masculló Lytta, tratando de recuperar el aliento mientras asimilaba las sensaciones y percepciones que el Yelmo le había trasmitido-. Pasa algo raro con el Tiempo...

-Cariño-dijo Ártemis, lanzando un ataque que Clea detuvo con el astil del tridente y fintando después para evitar las púas-. ¿Qué tal si me echas una mano? Se supone que la magia en este equipo es cosa tuya...

-¡Zorra!-gritó Clea, golpeando con el tridente en el suelo, haciendo que este temblara. Ártemis, desprevenida, se tambaleó y cayó de espaldas, aprovechando el momento la hechicera atlante para voltear al tridente y dejarlo caer con todas sus fuerzas en dirección al cuello de la Amazona.

Ártemis consiguió evitar las puntas por centímetros, girando hacia la izquierda. Por el rabillo del ojo vio un punto débil en la defensa de la hechicera, y no dudo en utilizarlo, arqueando su cuerpo y girando lo más rápido que pudo, hundiendo una de las dagas que sostenía en la parte trasera de la rodilla derecha de Clea, que cayó al suelo al perder el apoyo, dando un sonoro grito. Moviéndose tan rápido como una mangosta frente a una cobra, Ártemis se alzó sobre ella, y antes de que la hechicera pudiera reaccionar, hundió la otra daga en una de sus muñecas, con tal fuerza que la clavó al suelo. Mientras Clea se retorcía de dolor, Ártemis sacó un nuevo puñal de una de sus botas y lo acercó al ojo de la hechicera, de forma amenazante.

-Si haces le mínimo ruido o el mínimo gesto que pueda considerar amenazante, lo menos que te pasará es que te dejaré tuerta, ¿entendido?-gruñó Ártemis, aferrando a Clea del cabello con la mano que tenía libre. La hechicera la miró, repentinamente asustada. Aquella forma de actuar no tenía nada que ver con los héroes a los que se había enfrentado anteriormente. Algo le decía que aquella Amazona era muy capaz de cumplir con su palabra-. Lytta, ¿estás bien?

-No-respondió Destino, incorporándose y tomando el Yelmo en sus manos, acercándose un tanto aturdida aún a Ártemis y Clea-. Eso de ahí-dijo, señalando la columna de luz-está desgajando el Tiempo. Lo está... reconstruyendo.

-En nombre de Hathor-siseó Ártemis, acercando aún más el puñal al párpado de Clea-, ¿qué estabais buscando?

-¿Qué más da ya? No podéis hacer nada-replicó Clea entre dientes.

-Por cultura general-respondió Ártemis, girando la daga en sus manos para acercarla a la boca-. Habla o te dibujo una nueva sonrisa.

-Tus amenazas no me causan efecto...-farfulló la Atlante, aunque no muy convencida.

-Entonces te dejaré con ella-dijo la Amazona, y Clea no pudo evitar desviar su mirada hacia donde señalaba Ártemis, viendo a Destino. Lytta se había vuelto a poner el Yelmo, y su aspecto era verdaderamente amenazador, con la capa dorada oscilando tras ella movida por un viento místico. Los ojos de Clea se abrieron desmesuradamente, y Destino se limitó a alzar una mano en dirección a la hechicera atlante.

-Si no compartes con nosotras lo que sabes, accederé a tus recuerdos yo misma. Y si para hacerlo debo convertirte en una idiota babeante, no dudaré en hacerlo. Aniquilaré tu mente, tu propio concepto del "yo", todo lo que crees saber o conocer de ti misma. Y terminaré encontrando lo que busco. Y si para eso tengo que exponer todas tus vergüenzas, todos tus temores, todo tu dolor, lo haré gustosa.

-Trinity...-masculló finalmente Clea, y Destino bajó la mano-. Trinity encontró unos textos que hablaban de una especie de máquina mágica que se encontraba bajo la ciudad de Kaymakli. Estuvimos investigando y llegamos a la conclusión de que se podía tratar de algún tipo de tecnología extraterrestre o extradimensional relacionada con el Tiempo. Todo el plan, de principio a fin, fue cosa de Trinity.

-¿Y cual es el plan?-preguntó Ártemis.

-Conquistar el ahora desde el pasado-replicó Clea-. Dominar el ayer para terminar poseyendo el hoy.

-Dios, ¿por qué los villanos de hoy no se dedican simplemente a robar bancos como es debido?-dijo alguien tras ellas, y las tres mujeres se volvieron asombradas al escuchar la voz de Wildcat-. En momentos como este, echo de menos los viejos tiempos. ¿Por qué las cosas ya no pueden ser tan sencillas como el Barón Blitzkrieg tratando de sabotear un aeródromo o una fábrica militar de Chicago? Cuando no es el otro lado del Universo, es diez mil millones de años en el pasado. Me hago mayor para esto.

-Ted-masculló Ártemis-. ¿Estás bien?

-Tengo nueve vidas-replicó el boxeador, encogiéndose de hombros-. Aunque aún me escuece la garganta. No he podido evitarlo y le he dado una patada a la Doctora Veneno para desquitarme, no se lo contéis a Alan ni a Jay, ¿vale?

-Yo hubiera hecho lo mismo-respondió Ártemis con una sonrisa-. Y tú...-dijo girándose de nuevo hacia Clea-. Ya no nos eres útil.

Sin más, la Amazona dio un fuerte golpe en uno de los hombros de la Atlante, que ni siquiera tuvo tiempo de gritar antes de caer desmayada.

-Un nódulo nervioso-dijo al ver la mirada de Wildcat.

-La versión de las Bana-Mighdal de un pellizco vulcaniano-comentó Ted, y Ártemis enarcó las cejas.

-No tenemos tiempo para esto-intervino Destino, señalando la columna, que parecía aún más amplia. Si no conseguimos parar esto, en un par de horas la máquina de Trinity habrá reescrito la historia por completo y Villainy Inc se habrán salido con la suya.

-Y eso es algo que no podemos consentir, ¿verdad?-dijo Wildcat, crujiéndose los nudillos-. Bien, chicas. Es la hora del Rock´n´Roll.

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Flash no podía parar de correr. Estaba agotado, sentía su corazón latiendo contra su pecho como si fuesen martillazos, parecía que sus piernas estuvieran hechas de acero fundido y el aire fuera melaza, pero no podía detenerse. Apenas veía que había a su alrededor, pero era consciente de la ola de energía que se extendía detrás de él, amenazando en cada momento con alcanzarle. No sabía cual sería el resultado, pero desde luego, estaba convencido de que no sería agradable.

No sabía qué había sido de sus compañeros, no sabía cual era el objetivo de la máquina de Trinity, y no sabía qué estaba pasando, sólo que no quería detenerse. Pero tuvo que hacerlo cuando de pronto sus pies perdieron el contacto con cualquier materia sólida. Jay sintió de pronto que caía, y unas décimas de segundo después impactó contra el suelo quedándose sin respiración debido al golpe en el pecho. Jadeando, se giró para ver como la ola de energía le alcanzaba, pero no fue así. Se encontraba en lo que parecía ser un una amplia ciudad, de elevados a edificios que le recordaba vagamente a Metrópolis, aunque con evidentes diferencias. No había nadie en las calles, y todos los edificios estaban cubiertos de una especie de filamentos de alta tecnología que a Jay le recordaron a cuando Metrópolis estuvo infectada por el Brainiac 13. Además, era una ciudad interior, y el entorno le resultaba familiar. Cuando vio el perfil calcáreo de unas colinas que se alzaban en el horizonte, supo que no se había movido de Senayi.

Flash se incorporó, mirando alrededor. Y la sangre se le congeló en las venas cuando vio que a una decena de metros detrás de él había una estatua cromada en la que aparecía Trinity. Jay se acercó a la estatua, y examinó el pedestal, donde aparecía una inscripción que leyó boquiabierto.

Semper Regentis
Laude ad aeternam.
2108

-Demonios-masculló Jay, al ver la fecha. Había corrido en el tiempo, cien años hacia el futuro-. Esto no pinta nada bien.

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Kendra se sentía como si se hubiera bebido ella sola una botella de Martini, sin aceitunas siquiera. Sentía el estómago revuelto y un constante martilleo en la cabeza. De hecho, hubiera matado por una aspirina o, en su defecto, un Bloody Mary con el que paliar la resaca. Aquello era un mal negocio, sufrir la resaca pero no la euforia del alcohol. Y en ese momento recordó que no había bebido nada. Como un destello luminoso (y acompañado de una punzada de dolor que le atravesó el cráneo) los recuerdos llegaron a su mente, y en ese momento, se incorporó todo lo rápido que pudo, mirando a su alrededor. Se encontraba en lo que parecían ser los alrededores de lo que parecía algún tipo de fortaleza o ciudadela amurallada. El perfil del entorno le era conocido, continuaba en Kaymakli, pero Kendra no había visto ni rastro de ese castillo antes.

-Fascinante-escuchó decir a alguien a su espalda, y al girarse, empuñando la maza de forma amenazadora, se encontró prácticamente de bruces con Mister Terrific, que contemplaba el entorno con los brazos cruzados ante el pecho. Las T-Esferas giraban a su alrededor, como planetas en órbita, mientras él observaba atentamente el castillo.

-La próxima vez que me asustes así, te tragas la maza-masculló Hawkgirl, pero Terrific se limitó a mirarla con una vaga sonrisa, mientras parecía verificar los datos trasmitidos por las esferas a través de un brazalete que llevaba en la muñeca.

-Todo indica que continuamos en Kaymakli, la composición química y geológica del entorno permanece inalterada, pero ese castillo está totalmente fuera de lugar. No había restos arqueológicos de fortalezas en éste área de la Capadocia. Además, ese tipo de arquitectura es completamente occidental, ajeno a la historia y arquitectura de esta región...

-Michael-masculló Kendra-. Lamento interrumpir ese monólogo tan interesante, pero me temo que tenemos compañía...

Mister Terrific dejó de escudriñar las tablas de datos que estaba analizando para girarse y ver lo que Hawkgirl señalaba. Por el costado calizo de una de las colinas se acercaba al menos una cincuentena de hombres a caballo, que de acercaban a ellos a galope tendido. De forma casi inconsciente, Michael Holt no pudo evitar clasificar a sus visitantes como jinetes turcos, probablemente del siglo XIII. Caballería ligera, armada con arcos y espadas curvas, perfectas para el asalto a caballo. Uno de ellos enarbolaba un estandarte, pero desde donde se encontraba, Michael aún no podía ver el emblema.

-T-Esfera 1, dame imagen ampliada del sector B7...

-No te molestes-dijo Hawkgirl, empuñando con fuerza la maza-. Puedo ver el estandarte desde aquí. Es la máscara de Trinity.

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-¿De verdad tenemos que entrar aquí?-masculló Wildcat, mirando con el ceño fruncido la inmensa columna de energía que continuaba creciendo y expandiéndose a ojos vista, y que ocupaba ya todo el área de lo que había sido Kaymakli.

-Lo podemos hacer nosotros o esperar a que lo haga el ejército turco. Adivina quien tiene más posibilidades de salir vivo-replicó Ártemis. Entre ambos, Destino escrutaba en silencio aquel tornado de rayos verdosos. Podía sentir como dentro el tiempo se retorcía, desgarraba y recomponía, el ayer y el mañana se rehacían según la voluntad de la enigmática Trinity. Al ritmo de crecimiento de aquella distorsión temporal, en un par de días toda la Tierra habría visto su historia modificada.

-Puedo evitar que la onda cronal nos afecte-dijo finalmente Lytta-. Al menos por un tiempo. Pero tenemos que hacerlo ya.

-Pues adelante entonces-respondió Wildcat, encogiéndose de hombros. Para eso somos héroes, ¿no?

Ártemis empuñó su arco, cargado con una flecha, y Destino abrió los brazos, musitando unas palabras en un idioma ininteligible. Una sensación de calidez recorrió la piel de Wildcat y Ártemis, que vieron como el aire parecía electrizarse a su alrededor.

-Ahora-dijo Destino, y como si fueran una sola persona, los tres se arrojaron hacia la columna de energía.

Por unos segundos, la realidad dejó de tener sentido. La gravedad era una circunstancia, no una ley. La conciencia de sí mismos se desvaneció, convirtiéndose en una entidad única y trina y luego en colonias de células independientes. Causalidad y casualidad se mezclaron como amantes íntimas, y el antes, ahora y después alteraron sus posiciones en la corriente del Tiempo. Secev lim y anu sodamrofer y sotseupmocsed, ohcered la y sèver led sotleuv noreuf.

Ártemis pensó que no iba a aguantar más cuando de pronto se encontró arrodillada y vomitando sobre el calizo suelo de la Capadocia. A su lado, Wildcat jadeaba sin aliento, pero Destino estaba de pie, impertérrita. Frente a ellos, una inmensa fortaleza de piedra y cromo se alzaba hacia el cielo, con siete torres desafiantes que parecían retar a las propias alturas. La más alta de ellas, la torre central, mostraba en su cúspide una estatua, que desde su posición era difícil de distinguir.

-Trinity-dijo Wildcat-. ¿Qué demonios sabemos de ella?

-Te recuerdo que somos las nuevas-respondió Ártemis, escupiendo para quitarse el ácido sabor a bilis de su boca-. Tú eres el que tiene la experiencia de su parte.

-Guardias-avisó Destino, señalando a media docena de siluetas que se acercaban desde el oeste.

Como si hubieran pulsado un resorte en ellos, Ártemis y Wildcat se pusieron en guardia, y sólo el roce de la mano de Lytta en su brazo evitó que la amazona disparara la primera de las flechas.

-No pueden vernos-dijo-. Estamos desincronizados temporalmente con ellos, es uno de los efectos de mi hechizo.

-Me encanta la magia-masculló Wildcat, al ver que los guardias se acercaban a ellos pero sin verles. Eran cuatro hombres y dos mujeres, todos ellos vestidos con armaduras cromadas, y montados en lo que parecían ser dinosaurios bípedos mejorados tecnológicamente. Algunos de los guardias mostraban también esas mejoras cibernéticas, ojos y manos biónicas. Según la trayectoria que llevaban, pasarían a unos diez metros de ellos, pero de pronto, dos de los dinosaurios se detuvieron en seco, para sorpresa de sus jinetes, mientras olisqueaban su entorno. Los guardias cruzaron varias palabras entre ellos en un idioma extraño, que a Wildcat le pareció cercano al latín, pero con algunos sonidos totalmente distintos. Suspiró pensando que probablemente Mister Terrific hubiera sido capaz de decodificar las raíces, analizar la procedencia e influencias del lenguaje, y puede que incluso de traducirlo con un mínimo esfuerzo. Una de las mujeres realizó un gesto amplio, hacia donde ellos se encontraban, y dos de los jinetes se acercaron a ellos, hasta que sintieron el hediondo aliento de los dinosaurios cerca de su cara. Destino tuvo que sujetar a Ártemis para que no atacara a los jinetes ni sus monturas. Finalmente, tras unos instantes, los guardias hicieron retroceder a sus monturas, que aunque a regañadientes, no tuvieron más remedio que obedecer cuando los jinetes utilizaron unas varas que parecían emitir energía eléctrica y que daban potentes chispazos. Los seis guardias continuaron su camino, probablemente algún tipo de ronda por el entorno de la fortaleza.

-Podría haber acabado con ellos-gruñó Ártemis cuando los jinetes se alejaron.

-¿Antes o después de que los bichos te arrancaran los brazos?-respondió Wildcat-. ¿Qué se supone que tenemos que hacer ahora?

-Llevarme hasta Trinity-dijo Destino-. Yo me ocupo del resto.

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Shiruta, Kahndaq.

-Allahu akbar, Allahu akbar. Ashadu anna la illaha ilah´Lah. Ashadu anna la illaha ilah´Lah. Ashadu anna Muhammadan rasulah´Lah...

La voz del muecín llamando a la última oración del día, la Isha, encontró a Joan Garrick sentada ante un inmenso monitor, contemplando los datos que el propio sistema procesaba sobre los datos que recibía de las T-Esferas de Mister Terrific.

-Esto no tiene ningún sentido, Joan-dijo una voz procedente de uno de los comunicadores, mientras Joan daba un sorbo a una taza de té que se había quedado helado y que incluso le supo desagradablemente amargo. Michael había dispuesto una conexión en tiempo real con Oráculo para que esta pudiera revisar los datos de cualquier misión si la JSA estaba ausente de su base de Kahndaq. Jay había dicho que era una buena forma de convertir a Oráculo en miembro honorario de la JSA, y ella se había sentido halagada. Y ahora, estaba hablando con Joan Garrick-. No soy especialista en física, pero todo esto... me está dando dolor de cabeza. Y el gobierno turco debe pensar como yo, porque han sellado el área, aunque parece ser que el ejército no tiene aún orden de intervención. De cualquier modo, sea lo que sea ese área de energía crece de forma exponencial.

-No sé qué hacer-masculló Joan-. Me siento tan impotente...

-Sigues teniendo a Jakeem Thunder contigo-respondió Oráculo-. Quizá debieras enviarle.

-No puedo hacerlo-dijo Joan, suspirando y dejando el té sobre una mesita-. Es sólo un niño...

-Por lo que sé, ese niño nos salvó a todos durante el asunto de Darkseid...

-Entre otras cosas, precisamente por eso-replicó Joan-. Después de lo de Darkseid, Jay, Alan, Pieter y Michael crearon una serie de planes de contingencia para el nuevo estatus internacional de la JSA. Jakeem es tan poderoso que ni siquiera Michael lo ha podido valorar, y... bueno, si algo le ocurre a la JSA, alguien tiene que guardar el fuerte.

-Es una decisión muy dura-dijo Oráculo, y Joan asintió.

-No sé si mi marido está vivo o muerto, pero no es la primera vez. No es fácil ser la mujer de un superhéroe, cariño. Pero si ellos están dispuestos a sacrificar su vida por todos nosotros, lo menos que podemos hacer es sacrificar nuestras vidas por ellos, ¿no?

-Seguiré analizando los datos, Joan, y si tengo alguna información...

-Muchas gracias, Bárbara.

La comunicación de Joan con Bárbara se cortó, y los ojos de la señora Garrick volaron de nuevo hacia el monitor. Se inclinó hacia delante y comenzó a llorar en silencio.

A sus espaldas, fuera de la sala de monitores, Jakeem se dejó caer en el suelo, sentado con la espalda apoyada en la pared. Le hubiera encantado convocar a su genio y ordenarle que le llevara a Turquía... pero había entendido el papel que la JSA le había asignado.

Era el momento de esperar.

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Kaymakli, Turquía.

-No me puedo creer que estemos dentro-masculló Wildcat, mirando a su alrededor.

-¿Estás bien?-preguntó Ártemis a Destino, que se apoyaba en la pared.

-Agotada-respondió esta-. No sé cuanto tiempo más podré mantener el escudo mágico. Y si este cae, la onda cronal comenzará a afectarnos también a nosotros.

-Trinity está demasiado segura de sí misma-dijo Wildcat-. No parece que haya guardias en el interior de este sitio...

-¿Por qué iba a necesitar guardias si yo misma domino todo el lugar?-escucharon que decía una voz procedente de todas partes al mismo tiempo. Las paredes oscilaron tras ellos, y por doquier aparecieron réplicas de los enigmáticos rostros de Trinity-. ¿Creíais poder acercaros a mí sin que yo lo supiera? Os tenía localizados desde antes de atravesar la onda cronal... La energía de la hechicera es como un lanzamiento de fuegos artificiales...

Parecía que Trinity iba a seguir hablando, pero Destino realizó un gesto con las manos, y un ankh resplandeciente osciló unos instantes ante ella, para luego difuminarse por el pasillo como si fueran jirones de niebla.

-¿Qué estás haciendo?-aulló Trinity, con un centenar de bocas al mismo tiempo.

-Sé quien eres-dijo Destino-. Sé lo que eres. Y no voy a consentir lo que pretendes, ni tú ni tus señores. Este mundo es mi protectorado y no pienso dejar que se convierta en un nuevo campo de juego para los Coluanos, engendro.

-¿Cómo demonios sabes eso?-gruñó Wildcat, apartándose de la pared mientras las caras de Trinity temblaban y vibraban.

-El Yelmo... sé cosas-siseó Lytta como respuesta-. La tengo atrapada, pero ella me tiene también atrapada a mí. Seguid adelante, encontrad su cuerpo y acabad con ella...

-La JSA no mata-protestó Ted, y Ártemis le miró socarrona, pero fue Destino quien le respondió.

-Ella nunca ha estado viva, no es más que un instrumento más de conquista de los Coluanos, Ted. Lo mismo puedes llamarla Trinity que Brainiac XIV. Daos prisa, por favor. No podré contenerla mucho más.

La fortaleza entera vibró, y Wildcat y Ártemis decidieron simultáneamente que no podían esperar más, así que echaron a correr hacia el interior del castillo.

-¿Por dónde?-preguntó Ted, evitando con un salto caer en una grieta que se abrió en el suelo bajo sus pies, provocada por las sacudidas que Trinity provocaba para liberarse de las ataduras impuestas por Destino.

-Mira eso-indicó Ártemis, señalando unas ramificaciones semejantes a árboles de circuitos que cubrían determinadas zonas de las paredes-. Busquemos el lugar del que brotan.

En plena carrera, la Amazona se colocó el arco en la espalda y extrajo del cinturón un juego de puñales, pues en distancias tan cortas, las flechas le serían inútiles. Esperaba que el orgullo de Trinity se convirtiera en su perdición, pues seguían sin encontrar guardias en el amplio recinto. Y de pronto, ella apareció ante ellos.

La sala era enorme, abovedada, y todas las paredes estaban cubiertas de un entramado de ramas cibernéticas, las raíces del árbol que era toda la construcción. La máscara de Trinity pendía del centro de la sala, a unos siete metros de altura, sostenida por fuertes cables de acero. Y de ella brotaban aquellas raíces y ramas de circuitos y silicio que se extendían por todas partes, que eran la estructura de aquella torre desde la que se alteraba el curso de la historia. En ese momento, Ártemis se dio cuenta de que aquellos cables eran Trinity.

-Dios mío-masculló Wildcat, viendo como millares de pulsos energéticos se extendían por el entramado, transmitiendo información a una velocidad de vértigo, probablemente mapeando y modificando a su capricho y voluntad el tiempo-. ¿Cómo demonios podemos destruir esto?

-Simplemente no podéis hacerlo-dijo la voz de Trinity, y Ártemis apenas consiguió reaccionar lo suficientemente rápido para apartar a Wildcat del fogonazo de una llamarada que incineró el aire donde el boxeador se había encontrado décimas de segundos antes.

-¡Jinx!-exclamó Ted, aún debajo de Ártemis, reconociendo a la hechicera elemental que parecía constituir la única defensa de Trinity. Una de las dagas de Ártemis voló derecha hacia el cuello de la india, que se agachó para esquivarlo, pero aquello hizo que no viera el verdadero ataque cuando la otra daga de la amazona se hundió hasta la empuñadura en su muslo, haciéndola lanzar un gemido de dolor mientras caía al suelo.

-¡Puta!-gritó Jinx, arrancándose la daga.

-Curioso insulto si procede de una mujer vestida como una ramera de Babilonia-gruñó Ártemis, incorporándose y arrojándose hacia Jinx, que alzó las manos, provocando que dos puños de piedra aparecieran desde el suelo, rompiendo la cubierta metálica para detener a la amazona en pleno vuelo. Ártemis chocó contra ellos, y giró al caer al suelo para intentar disipar la energía del impacto. Tuvo que volver a girar en el aire para evitar ser aplastada por esos puños de piedra, pero sus piernas se enredaron en los zarcillos tecnológicos, y sintió como se tensaban, desequilibrándola y elevándola hasta quedar colgando boca abajo y tan atrapada como una mosca en una telaraña. Jinx separó las manos y se disponía a hacer un gesto para aplastar a Ártemis cuando uno de los puños de Wildcat se estrelló dolorosamente contra la nuca de Jinx, que cayó hacia delante con tal fuerza que su rostro se estrelló contra el suelo.

-No me gusta pegar a mujeres-masculló Ted, negando con la cabeza, y en ese momento, todo el edificio tembló-. ¿Qué...?

Ted no tuvo tiempo de terminar su pregunta, pues los zarcillos tecnológicos de Trinity se lanzaron hacia él como serpientes, envolviéndole sin darle oportunidad de defenderse o tratar de esquivarlo. El edificio crujió, una de las paredes se abrió, y Wildcat y Ártemis pudieron ver como aparecía Destino, noqueada y envuelta en esas lianas metálicas. El edificio tembló de nuevo, y en ese momento, Wildcat comprendió que Trinity se estaba riendo.

-¿Creíais que podríais vencerme con vuestra patética magia?-dijo ella, mientras sus zarcillos colocaban en línea a los tres miembros capturados de la JSA-. Estoy programada para este momento, no tenéis ninguna oportunidad. El tiempo se rehará a mi capricho y vuestro planeta pertenecerá, por completo y para siempre a los señores de Colu. Podremos modificar vuestra historia, y nunca habrá habido héroes que se opongan a nuestros designios para el cosmos...

-¿Hacéis esto por miedo a Superman?-gruñó Ártemist.

-En Colu no conocemos el miedo-replicó Trinity, tensando los cables y arrancando un grito de Ted, que sintió como uno de sus hombros se dislocaba.

-¿Qué hay de tus aliadas?-preguntó Ted-. Son humanas...

-Y como tal, serán asimiladas-la interrumpió Trinity-. Fueron necesarias para llegar hasta aquí, y perfectas para crear una distracción. Su sacrificio las honrará, y el gobierno Coluano sobre la Tierra las recordará para siempre.

-Eso no es lo que habíamos planeado.

Ártemis miró sorprendida hacia el suelo, y vio que Jinx, sangrando por la nariz, parecía encararse a la máscara de Trinity. Los zarcillos oscilaron de nuevo para capturar a la hechicera, pero con un gesto hizo brotar una corriente de magma del subsuelo que fundió el cromo, obligando a Trinity a retirar sus zarcillos.

-El mundo iba a ser nuestro, no sólo tuyo-gritó Jinx, alzando las manos, y nuevas fuentes de magma se abrieron en el suelo, mientras ella se alzaba sobre una columna de piedra-. Y nadie putea así a Jinx.

-¡Ilusa!-replicó Trinity, y docenas de rayos de energía brotaron de todas partes, alcanzando de lleno a la hechicera, que cayó al suelo con un ruido seco. Estaba llena de quemaduras, y un láser concentrado le había amputado una mano, cauterizando la herida-. Habéis sido piezas en un juego que no alcanzáis a entender.

-Eh, zorra cósmica-intervino Ártemis-. Se te olvida una cosa.

-Silencio, carne-replicó Trinity, pero la amazona lanzó una sonrisa.

-Para hacer su magia, la chica sólo necesita tener los pies en el suelo-intervino Wildcat, y en ese mismo momento, el suelo de la sala tembló. Trinity trató de subsanar su error, y docenas de rayos más cayeron sobre Jinx, pero ya era demasiado tarde. La magia de la elemental había afectado a la propia composición de la tierra, y todo el lugar se derrumbaba, hundiéndose en el suelo, que acababa de convertirse en arenas movedizas.

Sin asidero fijo, la construcción comenzó a desmembrarse, y grandes fragmentos de piedra y metal comenzaron a caer, arrancando de cuajo secciones enteras de cableado. Trinity se había fundido con la máquina temporal, y ahora, ambas estaban siendo aplastadas.

-¡Tenemos que salir de aquí!-gritó Wildcat, y Ártemis asintió, tratando de liberarse, pero era inútil, los cables de Trinity, a pesar de que esta se estaba destruyendo por momentos, les sostenían firmemente. Iban a morir aplastados o ahogados en las arenas movedizas.

-¡Me han dicho que necesitáis una buena compañía de viajes!

Un relámpago púrpura centelleó ante ellos, y de pronto, los cables se disolvieron y los tres miembros de la JSA cayeron al suelo, comenzando a hundirse en las arenas.

-¡T-Bolt!-exclamó Wildcat, viendo frente a ellos al genio púrpura de Jakeem Thunder, cruzado de brazos y sonriente.

-Hora de volver a casa-dijo el Genio, y el mundo se difuminó en torno a Wildcat, convirtiéndose en un plano de luz púrpura.

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Shiruta, Kahndaq.

Joan no podía creérselo. De pronto todas las alarmas que aparecían en los monitores avisando del peligro en Turquía, dejaron de sonar. Contactó con Oráculo y juntas revisaron las lecturas de las T-Esferas... y todo había vuelto a la normalidad. Sin embargo, cuando el vehículo de la JSA apareció y tomó tierra en el hangar destinado a ello en el Palacio de Justicia, Joan no pudo evitar correr hacia allí. Antes de darse cuenta, Flash la estaba abrazando.

-Estás bien-masculló Joan, besando a su marido-. Estáis todos bien...

-Sí-dijo Flash, apoyando su frente en la de ella-. Ha sido difícil, pero todos estamos bien. Ártemis, Destino y Wildcat consiguieron salvarnos a todos...

-Y pudisteis hacerlo sin Jakeem-sonrió Joan, y Flash sonrió, mirando al muchacho, que había aparecido por la puerta del hangar y escuchaba atento las descripciones de Courtney sobre un Kaymakli jurásico al que ella y Black Adam habían ido a parar.

-Sí, lo hicimos-dijo Flash sonriendo mientras abrazaba a su mujer. Ese sería un tema para tratar más adelante.

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Epílogo 1-Shiruta.

Cuando Lytta llegó a su habitación, estaba agotada. Le dolía todo el cuerpo y el propio espíritu. Sin embargo, antes de descansar, le quedaba algo por hacer. Tomó el Yelmo y lo depositó sobre una mesa baja, sentándose enfrente, con las piernas cruzadas y los tobillos sobre las rodillas.

-Aparece-dijo, y de inmediato, una luz dorada rodeó el Yelmo, difuminándose y creando la silueta nebulosa de un hombre.

-Ah, Lytta-dijo con voz distante-. Me alegra volver a verte.

-Mordru-masculló ella-. La información que me diste sobre Trinity era correcta.

-¿Acaso lo dudabas? Había leyendas sobre ella en mi tiempo, fue fácil identificarla como el Virus Brainiac XIV. Me alegra que mi información te haya sido de ayuda.

-Sabes que debería hablarles a todos de lo que ocurre, ¿verdad?

-Lo que sé es que no lo harás, Lytta. ¿O quieres que todos tus nuevos amigos conozcan tu secreto? Piénsalo.

-Vete ahora, necesito descansar-masculló ella finalmente, y la imagen de Mordru pareció sonreír antes de desvanecerse.

Durante un buen rato, Lytta Hall se quedó sola con sus pensamientos.

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Epílogo 2-Kaymakli.

La tormenta temporal había amainado. La distorsión había desaparecido. La máquina de los Nuevos Dioses y el Virus Brainiac XIV/Trinity se habían sumergido en toneladas de barro junto a los restos arqueológicos de la ciudad subterránea de Kaymakli. Pero el tiempo aún no se había corregido del todo, y con un poderoso esfuerzo, consiguió atravesar una de las brechas temporales y aparecer allí.

Estaba agotado, pero se recuperaría.

Necesitaría tiempo... ¿Pero que era el tiempo para un ser como él?

Al fin y al cabo, él era Extant.

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JUSTICIA PARA TODOS

Fin de "Las Chicas Son Guerreras"... y en el próximo número... ¡Arenero! ¡Hawkman! ¡Mayor Victoria! ¡Miss Libertad! ¡Héctor Hammond! ¡La Mayoría Silenciosa! ¿Quieres saber qué es La Fuerza de Julio? Comienza... ¡Patria!

 
 
   
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