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PORTADA
Ellos fueron los primeros. Fueron leyenda, y luego fueron olvidados. Ahora han vuelto... para ser más grandes que nunca.
 
JSA

JSA #36
Patria II
Uno de los nuestros

Guión: Tomás Sendarrubias

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Portada: La Fuerza de Julio aparece imitando la pose de la estatua de los soldados del monumento a la batalla de Iwo Jima, sosteniendo la bandera de EE.UU. Frente a ellos, una tormenta parece formarse alrededor de Black Adam.

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Palacio de Justicia, Shiruta, Kahndaq.

Adam volaba sobre el cielo de Kahndaq, procedente del sur, después de haber solucionado todo el tema de papeleos e informes con las autoridades de Nairobi. Normalmente esa función la cumplían Alan o Michael, pero aquel día, Adam carecía de paciencia al respecto, pero desde el gobierno de Nairobi habían partido fuertes críticas a la regencia de Black Adam sobre Kahndaq, de modo que Adam quería ver en primera línea la cara de los funcionarios que debían agradecer a la JSA el no haber sido aplastados por el pulpo gigante telépata.

El Palacio de Justicia apareció frente a él, como surgido de las Mil y Una Noches, rodeado de fuentes y jardines, y Adam comenzó a descender en dirección a sus habitaciones. Era tarde, y suponía que el resto de sus compañeros estarían dormidos, así que decidió no molestarles. Adam se detuvo finalmente en una amplia balconada con la baranda tallada en forma de hiedra trepadora, y se dirigió hacia el interior, hacia sus habitaciones, amuebladas con austeridad y con un estilo claramente egipcio.

Escuchó un crujido.

Y se desató el caos.

La primera en atacar fue Express, que se lanzó hacia Adam a toda velocidad, como una centella roja, y utilizando sus machetes con hojas de titanio para atacar.

-¿Pero qué...?-masculló Adam, lanzando una de sus manos al encuentro de Express y atrapándola por el cuello. Atónito, el gobernante de Kahndaq vio que tenía varios cortes en el pecho y el brazo izquierdo, obra de las hojas de Express.

Un rayo de energía impactó de lleno en Adam, sorprendiéndole, haciéndose soltar a la mujer y lanzándole al otro lado de la habitación, reduciendo en el camino a polvo una estatua de terracota imitando la famosa imagen del Escriba Sentado. Se movió a tiempo de evitar recibir un nuevo impacto directo, y sin pensárselo dos veces, Adam se arrojó derecho hacia el lugar de dónde había venido el ataque, alcanzando a un hombre que se disponía a volver a atacar. Antes de que el Mayor Victoria tuviera tiempo de reaccionar Adam le lanzó un fuerte puñetazo que le alcanzó directamente en la mandíbula y le arrojó al suelo como si hubiera recibido el impacto de un camión.

-¿Os atrevéis a atacarme en mi propia casa?-rugió Adam, viendo que las sombras de la habitación parecían moverse al hacer su aparición una docena de copias de Mayoría Silenciosa. Mientras se preparaba para hacerles frente, Adam sintió un dolor punzante en una de las piernas, y vio como uno de los machetes de Express se hundía hasta la empuñadura en su muslo. Aun no se había recuperado cuando el General hizo su aparición a su espalda, alcanzándole de lleno con ambos puños y arrojando a Adam al suelo, aunque no permaneció allí mucho tiempo, pues un pulso magnético lanzado por Lady Libertad le hizo saltar por los aires.

-Venimos a...

-...detenerte...

-...en nombre de...

-...los Estados Unidos de América...

Las múltiples voces de Mayoría Silenciosa llegaron a Adam procedentes de todas las direcciones, y en ese momento, el propio suelo pareció alzarse para envolver a Black Adam, que atónito vio como sus manos y piernas quedaban atrapadas por el propio mármol del suelo.

-¡¡Qué clase de burla es esta!!

El grito de furia que brotó de la garganta de Black Adam hizo retroceder al propio General, y con un aullido, tiró de sus manos, reduciendo el mármol a polvo y alzándose a varios pies del suelo. El segundo machete de Express voló raudo hacia Adam, que lo detuvo en el aire y lo arrojó hacia un lateral, alcanzando de lleno a una de las copias de Mayoría Silenciosa, atravesándole el pecho y clavándole a una de las paredes. Una tormenta de arenisca se abatió sobre Adam, que sintió como los punzantes granos de arena se hundían en su piel como alfileres, y parecían buscar su garganta y ojos. Frunciendo el ceño, Adam saltó sobre Dama Libertad, golpeándola con el dorso de una mano, y le arrancó la antorcha, que dirigió hacia la propia tormenta. El pulso magnético que brotó de ella cuando Adam acertó a dar un botón oculto en la empuñadura hizo que la cohesión de la tormenta se disipara, lo que le permitió a su vez ver claramente al General. Eiling gritó furioso y se arrojó sobre Adam, que le recibió con un derechazo en el plexo solar, que hincó de rodillas al titánico General mientras Adam le evitaba para encararse con la Mayoría Silenciosa. Este, creando nuevos duplicados de sí mismo, trató de subyugar a Adam con la fuerza de los números, y por un momento, incluso creyó que estaba funcionando. Y entonces, comenzó a escuchar crujidos, cuando Adam comenzó a devolver los golpes. Segundos después, de los duplicados de la Mayoría Silenciosa no quedaba más que un amasijo de carne, sangre y astillas de hueso, mientras el original, miraba fijamente a Adam como el conejo que contempla aturdido el camión que va a arrollarle. Trató de crear nuevas copias, pero Adam fue más rápido y antes de darse cuenta de lo que había ocurrido, Mayoría Silenciosa chocaba frontalmente con una de las paredes. Un nuevo golpe de Eiling hizo que Adam hundiera una rodilla en el suelo, pero se volvió hacia el General con tal gesto de furia que de inmediato, Eiling supo que había cometido un error. Con la fuerza de un trueno, uno de los puños de Black Adam alcanzó al General, que se tambaleó.

-¡No consiento que me ataquen en mi propio hogar!-gritó Adam, y cada una de sus palabras fue secundada por un nuevo puñetazo, hasta que finalmente, el cuerpo artificial de Eiling cayó sin sentido ante Adam, que aprovechó el momento de calma para arrancarse el machete que llevaba hundido en el muslo. Black Adam lanzó una mirada superficial a la habitación, completamente devastada por la batalla, y entonces, vio que el polvo se movía. Antes de que pudiera reaccionar, millones de pequeños granos de arena volaron hacia él, haciéndole gritar de dolor mientras en el centro de la habitación el propio polvo formaba lo que parecía ser una figura humana.

-¡Hemos venido a detenerte!-aulló la forma y un gigantesco puño pétreo se estrelló contra Adam, que sintió en la boca el sabor salado de la sangre.

-¡No soy ninguno de vuestros burdos criminales!-replicó Adam, tratando de incorporarse, aunque sus esfuerzos eran inútiles-. ¡Soy Black Adam!

¿Seguro?

La voz retumbó en la cabeza de Adam, aturdiéndole. Pero sobre todo, sembrando la duda en su mente. ¿Realmente era Black Adam? ¿Era el criminal Theo Adams? ¿O el mítico rey de Kahndaq, Teth-Adam? ¿Era el primer elegido del mago Shazam? ¿O era sólo un ladronzuelo de poca monta? Vio como el gólem de piedra y arena se acercaba a él, alzando un inmenso puño de roca viva, y quiso volar para esquivarlo, pero sus poderes le fallaron. ¿Realmente podía volar? ¿No era eso acaso sólo una fantasía infantil? El puño cayó sobre él, y Adam sintió que su rostro se estrellaba contra el suelo. La silueta de un hombre con alas se perfiló ante él, y Adam supo que le era familiar, aunque sus pensamientos se escurrían de tal forma en su cabeza que era incapaz de ubicarla.

-Estás detenido en nombre de los Estados Unidos de América-dijo el hombre alado, arrodillándose junto a Adam y encerrando sus muñecas en unas esposas de aspecto futurista. Con la sensación de que el cerebro se le iba a fundir en la cabeza, Black Adam se dejó envolver por la oscuridad.

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-Lo hemos hecho-dijo Carter, dejándose caer de nuevo en una butaca ante los paneles de mando de la JSA.

-No tenía ninguna duda de que lo haríamos-respondió Hammond, acercándose hacia él en su silla flotante.

-Ha barrido el suelo con un ochenta por ciento del equipo-masculló Carter-. Tenemos que llevarle pronto a Estados Unidos, no podemos perder más tiempo. Calculador, quiero los portales de teleportación abiertos para antes de ayer.

-Ehmmmm... Hawkman, me temo que va a ser complicado-respondió Calculador a través de los intercomunicadores-. Hay varias perturbaciones electromagnéticas sobre Kahndaq y... ¿tenéis tormenta, por casualidad?

-La previsión del tiempo era positiva-respondió Hawkman enarcando las cejas. Pulsó los botones adecuados, y en las pantallas que tenía ante él, vio que, efectivamente, fuera estaba diluviando, y el cielo bullía de electricidad-. ¿Cómo es posible que una tormenta así se forme en menos de diez minutos?

-Pues no lo sé, pero la verdad es que mientras persista la tormenta, no puedo teleportaros con seguridad, y dudo de que el Tío Sam me abonara la cuantiosa factura que me ha prometido si le devuelvo a su nuevo equipo estrella en forma de trocitos dispersos por medio planeta.

-De acuerdo-replicó Hawkman, chasqueando la lengua-. ¿Qué posibilidades hay de conseguir transporte ordinario?

-Ehmmmm... un segundo-respondió Calculador-. Imposible. Habría que dar demasiadas explicaciones, y nada de esto puede salir a la luz hasta que Black Adam esté en suelo americano. Tendréis que esperar.

-Esto no me gusta nada-gruñó Carter-. Mantenme al tanto, Calculador, y en cuanto la situación de un mínimo de garantías, nos sacas de aquí.

-Por supuesto, jefe-concluyó Calculador, y Carter cortó la comunicación. Un trueno retumbó en el sótano, y pensó que para haberse sentido bajo tierra, los shirutianos debían tener la impresión de que el cielo se caía sobre sus cabezas.

-¿A esto te dedicas ahora, Carter?

Hawkman se incorporó del asiento, y tras lanzar una mirada a Hammond, que flotó hasta el lugar donde se recuperaban los miembros de la Fuerza de Julio. Carter se acercó al lugar del que venía el comentario, la zona de los sótanos donde permanecían sedados y atados los miembros de la JSA y Joan Garrick. Al parecer, todos seguían anulados por los sedantes, pero Destino le miraba fijamente desde las profundidades de su yelmo.

-Me alegro de que estés despierta-dijo Carter-. Quiero saber quién demonios eres y por qué llevas el Yelmo que le costó la vida a mi hijo.

-Claro, lo correcto es hacer las presentaciones...-respondió ella, y de inmediato, el Yelmo se elevó desde su cabeza, y quedó flotando a un par de palmos ante ella-. ¿Crees que no merezco mi herencia, Carter?

-¿Lytta?-susurró Carter, anonadado al ver los bucles de cabello plateado, los ojos azules, los labios gruesos, los pómulos altos y fuertes y la mirada orgullosa de la esposa de su hijo-. ¿Qué...? Creía que estabas en coma, que...

-El Yelmo puso fin a todo aquello-respondió Lytta-. El Yelmo de Nabú vino a buscarme, y ahora soy su portadora legítima.

-Me alegro mucho de que estés bien, pequeña, y cuando todo esto acabe...

-¿Te refieres a cuando tú y tus nuevos amigos dejéis de emboscarnos y atacarnos dentro de nuestra propia casa?

-Estamos haciendo lo correcto, Lytta-dijo él-. Ahora quizá no lo entiendas, pero Black Adam...

-Ha cometido el error que Héctor cometió muchas veces, no compartir tus opiniones. Has luchado junto a él antes, le has visto enfrentarse a Darkseid para salvar la Tierra, ¿y sigues tratándole como a un enemigo sólo porque sus ideas políticas no son las tuyas? ¿A quién crees que hubiera apoyado Héctor en todo esto? ¿Hubiera puesto su país por delante de sus amigos y su familia?

Un nuevo trueno sacudió Shiruta, y Carter vio que los miembros de su equipo parecían recuperarse bajo el empuje telepático de Hammond.

-¿Esta tormenta es cosa tuya?-masculló Carter, eludiendo responder a Lytta.

-No-dijo ella-. Tus drogas me tienen demasiado aturdida como para hacer un hechizo de ese tipo. Puedes felicitar a los químicos del gobierno de mi parte. Un trabajo excelente.

-Tendremos tiempo de discutir todo esto cuando...

-Ya, cuando estemos en suelo americano y Adam pueda ser encerrado sin pruebas en la versión de Guantánamo para los villanos. Ya he oído bastante...

-¡Hawkman!-gritó Hammond-. Percibo...

Héctor Hammond no pudo terminar la frase, pues el Yelmo volvió a situarse sobre la cabeza de Lytta, y de inmediato, las esposas que la sujetaban, cayeron al suelo, inútiles. Incluso con sus sentidos aumentados, Carter apenas vio un borrón rojo cuando Flash impactó de lleno contra él, arrojándole a varios metros de distancia.

-Abrir esposas es uno de esos hechizos sencillos que sí puedo hacer incluso drogada-sonrió Destino. Flash, Midnight, Terrific, Ártemis, Stargirl, Hawkgirl y Wildcat, además de la propia Destino estaban en pie, igual que una desconcertada Joan Garrick. Centinela y Jakeem aún continuaban dormidos bajo los efectos de los sedantes, más fuertes, que Hawkman había aplicado con ellos.

-Esta vez te has cubierto de gloria, Carter-gruñó Kendra, mirando a su alrededor. Sus arneses y alas de Metal Nésimo, y sus armas estaban en su habitación, igual que el cinturón y el bastón de Courtney. Y sin embargo, tenía tantas ganas de darle de hostias a Carter, que ni siquiera se paró a pensarlo.

-¡Has atacado nuestra casa!-exclamó Jay, estrellando a Carter contra la pared, y cruzando brazo sobre su garganta-. ¡Has atacado a tus amigos! ¡Y has atacado a mi mujer! ¿A qué demonios estás jugando?

Express se estrelló contra Flash, liberando a Hawkman.

-Ártemis, saca de aquí a Joan-ordenó Mister Terrific-. Hawkgirl, Stargirl, encargaos de Jakeem y Centinela...

-Esta vez no-respondió Kendra-. Carter es mío.

Ártemis tomó en brazos a Joan, que tuvo que contener un grito, y corrió en dirección a las escaleras de subida, tratando de poner a salvo a la esposa de Flash. El suelo tembló tras ella, y la Amazona maldijo al ver que era Arenero quien la perseguía.

-Pieter, necesito unos minutos-masculló Michael, y el Doctor Midnight asintió, arrojándose a la trifulca junto a Destino.

-Y bien, Hammond, ¿te gusta jugar con la mente?-masculló Destino-. Prueba a hacerlo conmigo...

Carter aún trataba de recuperar el aliento después del ataque de Flash cuando una patada de Kendra le impactó en la mandíbula de lleno. Sintió como uno de sus dientes se rompía, y la boca se le llenaba de sangre. Aún así, estuvo lo suficientemente atento como para detener un puñetazo y doblar el brazo de Kendra tras su espalda, amenazando con rompérselo.

-No voy a pelear contigo-gruñó Carter, pero ella, por toda respuesta, estrelló su cráneo contra la boca de Carter, con tanta fuerza que este cayó hacia atrás, soltándola.

-Una lástima, porque yo pienso devolverte todos y cada uno de los dolores de cabeza que me has causado.

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-¡Cuidado!-gritó Joan, al ver cómo tras ellas aparecía la silueta de Arenero, como una inmensa pared de arena empujada por el viento. Ártemis saltó varios escalones y se arrojó al suelo, cubriendo el cuerpo de la mujer con el suyo propio para evitar que recibiera el impacto de los granos de arena. Habían llegado a uno de los pasillos, y Arenero pasó sobre ellas, convertido en una furiosa tormenta de arena, recomponiéndose como un gólem pétreo a escasos pasos de ellas.

-Deponed vuestra actitud...-gruñó Arenero.

-Quédate en el suelo-susurró Ártemis, y Joan asintió.

Con un grito de guerra, Ártemis desenfundó los puñales que le habían dejado en el cinturón, y se arrojó sobre la mole de Arenero, con tal impulso que cercenó uno de sus brazos, que cayó al suelo, deshaciéndose. Sandy miró a la amazona, confundido, y ella aprovechó para hundir el otro puñal en el pecho de arenisca del muchacho, que contempló el cuchillo, aturdido. Y entonces, rugió, mientras un nuevo brazo aparecía en el hueco del que ella había cortado. Arenero se arrojó sobre Ártemis con tal fuerza que ella apenas pudo reaccionar, y recibió de lleno el impacto de uno de los gigantescos puños de piedra, que la aplastó contra el suelo. Trató de evitar un nuevo impacto, pero Sandy la sujetó con fuerza y la volvió a golpear de nuevo, una y otra vez.

-¡Basta!-gritó Joan, y Sandy, reconociendo la voz, se giró hacia ella, dejando en el suelo el cuerpo inerte de Ártemis-. La estás matando, Sandy...

-La rendición es vuestra única opción...-masculló Arenero, mientras Joan, titubeando y con los ojos inundados de lágrimas se acercaba a él.

-Dios mío... ¿qué te han hecho?

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Héctor Hammond no podía creerse lo que estaba pasando. Su poder mental era indiscutible, y sin embargo... aquella muchacha estaba ganando terreno frente a él. Había adivinado cada uno de sus ataques, lo había evitado y lo había redirigido. Y ahora, luchaban dentro del propio subconsciente de Hammond.

-¿Así que Green Lantern?-masculló Destino, y al instante, la imagen de Hal Jordan apareció centuplicada ante Hammond, atacándole con centenares de anillos de poder al mismo tiempo.

Hammond consiguió detener aquellas proyecciones con un impulso psiónico, reduciéndolas a arena en su mente, y trató de localizar a Destino, dispuesto a abrasar su mente hasta dejarla convertida en un vegetal si era lo que necesitaba para detenerla. Y entonces, algo distrajo a Héctor. Había otra presencia allí... otra presencia en el Palacio...

Y al instante se dio cuenta de que había cometido un error, se había despistado.

Y Destino no era de las que desperdiciaba oportunidades.

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Sin el empuje telequinético de Hammond, la silla flotante cayó al suelo, y Lytta miró a su alrededor, dispuesta a defenderse de los ataques del resto de la Fuerza de Julio, pero para su sorpresa, vio que los miembros despiertos de la JSA parecían estar defendiéndose bastante bien. El Doctor Midnight había noqueado a Lady Libertad, Flash había eliminado a Express tres segundos después de ser atacado por ella y ahora estaba haciéndoselo pasar mal al General, Wildcat tenía contra las cuerdas a la Mayoría Silenciosa, y Kendra le estaba dando la paliza de su vida a Hawkman.

-Estúpida-siseó Héctor, atrayendo la atención de Lytta, que le miró sorprendida. El telépata de enorme cráneo estaba a punto de desmayarse-. No sabes... no sabes lo que has hecho...

Joan estaba tendiendo la mano hacia un atónito Sandy cuando de repente, todo estalló. Joan Garrick trató de gritar, pero no bien hubo abierto la boca, esta se le lleno de arena y polvo. Los ojos le escocían, se ahogaba, y todo su cuerpo ardía, como si la arena le estuviera arrancando la piel. Joan trató de resistir, de liberarse, de llevar aire a sus pulmones, pero no había allí más que arena por todas partes.

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-Ya basta-ordenó Michael, poniendo una mano en el hombro de la furiosa Kendra, que se giró hacia él, desencajada-. Esto ha terminado, Kendra.

La muchacha tardó aún unos segundos en reaccionar, y finalmente dio un par de pasos atrás, alejándose de un derrotado Carter. Mister Terrific estaba erguido, sombrío, y ya lucía el exoesqueleto en las piernas. Hawkman escupió un diente, y trató de incorporarse, pero Michael tuvo que ayudarle.

-Calculador fue una buena elección-dijo Michael-, pero aún así, he conseguido puentearle. La información de lo que acaba de ocurrir aquí esta noche ya es de dominio público, he enviado copias a los ordenadores centrales de Naciones Unidas. Marchaos y dejadnos en paz.

-Adam...

-Adam se queda-dijo Michael, señalando hacia Black Adam, que liberado por Stargirl, caminaba hacia ellos cojeando.

-Reúne a los tuyos, Carter Hall-intervino Adam, con el ceño fruncido-. Según la ley de mi país, podría exigir tu decapitación y exhibir tu cabeza en mi puerta...

-Y ese es el tipo de cosas por el que estamos aquí-le interrumpió Michael-. No quisiste entenderlo, pero nuestra presencia aquí sirve tanto para defender el mundo fuera de Estados Unidos como para asegurarnos de que Kahndaq se convierte en un país pionero en el mundo islámico para los derechos humanos y la integración multicultural.

-Es un gobierno fascista...

-No, Carter-dijo tajante Terrific-. Un país fascista es el que hace lo que vosotros habéis hecho esta noche.

-No podemos salir de aquí mientras dure la tormenta-gruñó Carter, sin apartar la mirada de Kendra.

-La tormenta se ha disipado en el momento en que Courtney me ha liberado-dijo Black Adam-. Crees que mi poder es sólo fuerza, Carter Hall, pero va mucho más allá de lo que obviamente comprendes. Soy un receptáculo de la magia de los dioses, y mi tierra es el receptáculo de mi propio poder. La tierra sintió mi cautiverio y reaccionó en consecuencia.

-Esto no acaba aquí-masculló Carter, pero no continuó su enfrentamiento con Michael y Adam-. Mayoría, trae a Hammond. Calculador, rastrea nuestras posiciones y sácanos de aquí. Ya.

-Ehmmm... Hawkman, la presencia de Arenero es un tanto difusa...-masculló Calculador a través del intercomunicador.

-Me da igual-respondió Hawkman-. Marca su biosignatura y sácanos de aquí.

-Órdenes son órdenes-replicó Calculador, y unas décimas de segundo después, los miembros de la Fuerza de Julio desaparecían de los sótanos de la JSA.

-Tenemos que blindar esto a teleportaciones-dijo Terrific, encogiéndose de hombros-. T-Esferas 1 y 2, análisis global de situación. Pieter...

-Ya estoy en ello-dijo el Doctor Midnight, arrodillándose junto a Alan y Jakeem.

-Necesito una copa-gruñó Wildcat-. No llevo bien las traiciones de los amigos. ¿Jay, te apuntas?

-¿Dónde está Joan?-preguntó Flash.

-Ártemis la sacó de aquí, estará en las plantas superiores.

-Voy a buscarlas-respondió Jay-. Y prepárame un buen vaso de bourbon. Bueno, mejor, consigue un par de vasos y tráete la botella.

-¿Joan?-llamó Jay, subiendo las escaleras, saltando los escalones de dos en dos-. ¿Ártemis?

Y entonces, las vio. Ártemis estaba tirada en un rincón, desmadejada y cubierta de sangre. Al menos uno de sus brazos estaba roto, los huesos asomaban astillados atravesando su piel; y su rostro estaba tan hinchado por los golpes que apenas podía reconocer los rasgos de la Amazona. Y a unos pasos de ella, estaba Joan.

-¡Joan!-gritó Flash, arrojándose a su lado-. ¡Pieter! ¡Michael! ¡Socorro!

Jay escuchó los pasos de sus compañeros en las escaleras tras él, pero no se volvió. Abrazó a su mujer, y la apretó contra su pecho. Estaba cubierta de arena, incluyendo los ojos y la boca, y el polvo la había sacudido con tal fuerza que en algunos lugares, como en las manos, el hueso había quedado a la vista.

-¡No!-gritó Courtney, y Jay sintió que dos pares de manos fuertes trataban de separarle de Joan, pero se resistió.

-Adam, tiene que dejar trabajar a Pieter.

¿Era Michael el que había hablado?

Esta vez, la oposición de Jay no sirvió de nada, y Black Adam le apartó del cuerpo caído de Joan Garrick, mientras Pieter Cross se arrodillaba junto a ella y Michael Holt examinaba a Ártemis.

-Seguro que está bien... seguro que está bien...-masculló Courtney, abrazando a Jay con los ojos llenos de lágrimas. Pero él no respondió, porque desde el momento en que la vio en el suelo, sabía que no había vuelta atrás.

Joan Garrick había muerto.

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El amanecer sorprendió a Black Adam apoyado en una de las inmensas balconadas del salón principal del Palacio de Justicia. La piedra de la baranda estaba agrietada allí donde el señor de Kahndaq apoyaba sus manos.

-Ya está-dijo Ted, apareciendo tras Adam, vestido con unos vaqueros rotos y una camiseta-. Michael y Pieter han terminado.

-¿Cómo está Ártemis?-preguntó Adam.

-Vivirá-dijo Ted, apoyándose en la baranda junto a Adam-. Pieter ha podido colocarle los huesos fracturados, y recuperará la movilidad completa, aunque tendrá que hacer reposo. Joder. Jay está destrozado. La autopsia ha sido clara, murió por asfixia debido a la arena. Debió ser horrible. Y más horrible es saber que quien lo hizo es uno de los nuestros.

-Lo entiendo-dijo Adam-. Conozco el dolor que está sufriendo.

-¿Y qué vamos a hacer ahora?-inquirió Ted, encogiéndose de hombros.

-Esa pregunta la puedo responder yo.

Ted y Adam se giraron hacia los pórticos, y vieron que allí estaba Jay, cabizbajo pero con los ojos brillando de pura ira.

-Jay... necesitas descansar, será mejor que...-masculló Ted, pero Adam le puso una mano en el hombro, haciéndole callar.

-Vamos a buscar a Carter. A toda la puñetera Fuerza de Julio. Al propio Luthor si es necesario. Y a Sandy, sobre todo a Sandy. Y les vamos a hacer pagar por lo que nos han hecho.

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JUSTICIA PARA TODOS

Golpe bajo para la Sociedad de la Justicia, y especialmente para Flash. El mes que viene, el último capítulo de Patria.

Y las cosas, no han hecho más que empezar a ponerse feas en estas páginas.

 
 
   
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