ALPHA FLIGHT #138
¿Vivir o morir?
Guión:
Rocket
Portada: Vic Montol
Halifax. Nueva Escocia. 8:20 pm.
- Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre; venga a
nosotros tu reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la
tentación, y líbranos del mal.
Bajo una lluvia pesada e intensa, como si Dios estuviera llorando por uno de
sus hijos perdidos, el ataúd de Albert Louis, el superhombre conocido como
Retroceso, va hundiéndose en la fosa, escapando a la vista de los reunidos.
A su alrededor, rodeando al sacerdote, se encuentran los padres del difunto
junto a una comitiva militar, entre la que están todos los miembros actuales
de Alpha Flight, vestidos con los uniformes de gala para la ocasión. Todos
excepto uno, Estrella del Norte.
Jean Paul destacaba entre el resto por estar algo más apartado, solitario,
como siempre había sido. Al contrario que sus compañeros, iba vestido con
una gabardina gris sobre su traje de combate. Ésta era una forma como
cualquier otra de protestar contra Canadá. Él no llevaría el uniforme del
ejército canadiense porque para él su patria no era Canadá, sino la
francófona Quebec.
Sobre su rostro tenso y orgulloso, la lluvia ocultaba los ríos de lágrimas
que corrían por sus mejillas. Pese a su fortaleza personal, era un hombre
inmerso en sus pensamientos, a punto de romperse.
- Cómo te envidio Albert. Unos mueren como héroes, mientras que a otros nos
aguarda una lenta, dolorosa e inevitable muerte alejada de cualquier
heroicidad.
Dos militares se acercaron a la familia del difunto y le entregaron a su
padre la bandera de Canadá, perfectamente doblada, como símbolo de respeto
hacia su hijo. Cuando el ataúd tocó fondo, el ruido de la pala arrojando
tierra a la fosa fue silenciado por el estruendo de las salvas que se
realizaron en honor a Albert Louis.
La madre del difunto rompió a llorar una vez más cuando los miembros de
Alpha Flight se dirigieron a darle el pésame a la familia. Desde su posición
distante, Jean Paul sintió que su lugar ya no estaba ahí. Deslizando sus
mojadas manos en los bolsillos de la gabardina comenzó a alejarse, buscando
la salida del cementerio.
- Espera, Jean Paul -, era Heather, acompañada por Mac, quien le paró.
- Bueno, quería decirte..., estás sangrando por la nariz, deja que te
limpie -, Heather acercó la mano hacia la nariz de Jean Paul, pero éste la
detuvo de un fuerte manotazo, haciendo que su mano temblorosa regresara al
bolsillo.
- Sé cuidarme solo.
- Está bien. Solo quería decirte que siento la pérdida de tu hermana. Sé por
lo que estás pasando y...
- Créeme, no tienes ni idea de por qué estoy pasando -, dicho esto les dio
la espalda y continuó su marcha.
- Déjale irse, Heather, siempre ha sido así de "simpático".
Dentro de una cabina telefónica, Jean Paul introdujo su última moneda y
marcó por cuarta vez el mismo número. El resultado fue el mismo que las tres
veces anteriores: seis tonos y saltaba el contestador.
- <Hola, soy Raúl. Como ves no estoy en casa. Si quieres, puedes dejar tu
mensaje después de la señal. PIIIIIIIIIIIIIIIII1>
De un golpetazo colgó el teléfono, permaneciendo inmóvil, con la vista
perdida, totalmente calado por la lluvia.
- Maldita sea, Raúl. Desde la muerte de Raymonde2 eres el hombre al que
más he querido, necesito hablar contigo, eres el único a quien puedo contar
esto.
Jean Paul siguió caminando sin rumbo fijo durante unas horas, sumido en sus
pensamientos. Cuando quiso mirar donde estaba vio que había llegado a un
centro comercial, Big King se llamaba, construido en un puente sobre la
carretera.
La fuerte lluvia había conseguido que poca gente permaneciera en la calle.
Tan solo algunas personas que salían del supermercado, corriendo con sus
bolsas de la compra hacia los coches aparcados o unos cuantos mendigos
acostados en los bancos, intentando protegerse de la fuerte lluvia bajo
planchas de cartón.
Tras unas vallas de contención, finalizaba la plataforma sobre la que estaba
construido el centro comercial, dejando ver la autopista que une Halifax con
Portland una decena de metros por debajo. Ahora, de noche, los coches se
fundían en ráfagas de luces blancas y rojas que cruzaban la autopista a gran
velocidad. Tras atravesar la valla, con la vista fija en la autopista, Jean
Paul fue bombardeado con los recuerdos de esa misma mañana, recuerdos que le
quedarían grabados para toda su vida.
Laboratorio Médico. Isla de Vancouver. 9:30 am.
En la consulta médica se encontraban frente a frente el doctor Ikki y
Estrella del Norte. En el talante serio de ambos hombres se podía apreciar
una gran tensión, en uno por la noticia que debía dar, en el otro por la que
esperaba recibir.
- Jean Paul Beaubier, ¿verdad?
- Sí.
- Antes de nada, decirle que ya está recuperado del veneno sedante al que
fue sometido su grupo por parte de Sutura. Sin embargo, al haber sido los
efectos bastante mas duraderos en usted que en el resto, decidimos hacerle
un análisis de sangre más en profundidad y me temo que debo darle una mala
noticia.
- Guárdesela. Tenía esperanza en que mis dolores se debieran a otra causa,
pero viendo su cara puedo adivinar cual es la mala noticia.
- Lo siento, pero mi deber como médico es decirle todo lo referente a su
salud. Parece que intuía que es portador del virus del SIDA, hay
tratamientos que se muestran eficaces...
- ¿Para qué?, ¿para seguir sufriendo unos años más?. No, gracias. ¿Le ha
contado esto a alguien?
- No, pero creo que sus compañeros deberían saberlo.
- Lo dudo. Yo soy quien va a morir, así que solo me incumbe a mi. Hágame un
favor y no se lo diga a nadie.
- Está bien, su secreto está a salvo conmigo.
De pie, al borde del precipicio, viendo la luz de los coches difuminada por
la espesa lluvia, un único pensamiento corría por la cabeza de Jean Paul.
¿Esperaría sufriendo la llegada de la muerte o saldría a buscar su fría
presencia esta noche?
Qué fácil sería dar un paso al frente y olvidarse de todo. Si la caída no
era suficiente para acabar con su lastimosa vida, seguro que algún coche le
haría el favor. Porque, ¿qué sentido tiene vivir con la duda de que cada día
puede ser el último?. Desde que conoció a su hermana, Jeanne Marie, Aurora,
se convirtió en el motor que movía su vida. Ahora que por fin la había
encontrado, la había vuelto a perder, esta vez convertida en un monstruo que
parecía no reconocerle.
Con lágrimas en sus ojos, finalmente decidió dar el paso definitivo. Cerró
los ojos, movió el pie derecho dispuesto a dejarse caer, pero se detuvo al
sentir una mano agarrándole de la gabardina. Al volverse, con la vista
nublada, vio a la persona que había evitado su muerte.
Frente a él se encontraba una niña de color de unos siete años con su manita
sujetándole del bolsillo. La niña, vestida con ropas sucias y andrajosas,
estaba tan calada como Jean Paul. A pesar de la lluvia se la veía feliz.
- Perdón, señor, tiene que tener cuidado o se caerá.
- Oui, Je suis désolé. Estaba distraído y no me di cuenta.
Al mirar los ojos de la niña le vinieron a la memoria los ojos de su pequeña
Joanne. Todavía recordaba a la pequeña bebé sonriéndole cuando se la
encontró en un contenedor, en mitad de una batalla contra Mr. Hyde. Quedó
tan conmovido por la escena, que incluso llegó a adoptar a la niña, pero la
pequeña murió horas después víctima del SIDA3, la enfermedad que ahora
estaba dispuesta a llevársele a él.
- Señor, ¿tiene una moneda?
Jean Paul se llevó las manos a los bolsillos, rebuscando en busca de alguna
moneda, sin embargo pronto recordó que se había gastado hasta la última
moneda intentando hablar con Raúl.
- Non, pero, ¿quieres ver magia?
- ¡Sí!, ¿es usted un mago?
- Más o menos. Ven, agárrate fuerte a mi -, la cogió en brazos, agarrándose
ella de su cuello y saltó desde la autopista para, en mitad de la caída,
reemprender el vuelo con la niña.
Jean Paul moderó su velocidad. Desde que se manifestaron sus poderes, nunca
se había parado a contemplar la ciudad de noche, su visión de las cosas a
supervelocidad se limitaba a manchas fugaces. Sin embargo, al ir a una
velocidad tan moderada para no dañar a la niña, Halifax parecía mucho más
hermosa que de día, las luces de las calles, los letreros luminosos, todos
tintineaban en la oscuridad. ¿No era ésta una buena razón para vivir?, ¿el
contemplar tanta belleza?
La niña contemplaba todo con los ojos abiertos como platos, extasiada por la
situación, incapaz de articular palabra. Era demasiado joven para desconfiar
de los mutantes, para ella Jean Paul era un apuesto mago como los que decían
que había en los circos, esos sitios llenos de magia y espectáculo que nunca
había podido visitar.
Después de una media hora sobrevolando Halifax, Jean Paul se posó en la cima
de un rascacielos, dejando a la niña en el suelo.
- Todavía no te lo he preguntado, ¿cómo te llamas, petit?
- Susan, señor.
- No me llames señor, mi nombre es Jean Paul, cariño.
- Jean Paul, ya es muy de noche. Debería volver con mi papá.
- Claro, Susan, ¿dónde te llevo?
- Al Big King. Papá y yo dormimos cerca del Big King.
- En un minuto estaremos allí.
Jean Paul cogió a la pequeña Susan en sus brazos y se dirigió volando hacia
el Big King. En cosa de unos minutos habían llegado.
- Nuestro callejón está cerca de aquí, ya voy yo sola. Gracias por hacerme
magia.
- De nada Susan, cuídate.
- Seguiré juntando monedas para poder verte en el circo. Es ahí donde estáis
los magos, ¿no?
- Sí, pequeña, ahí estamos los magos.
- Adiós, Jean Paul.
- Adiós, Susan.
Susan estiró a Jean Paul de la gabardina para que se agachara y, cuando éste
lo hizo, le dio un beso en la mejilla, le dijo adiós con la mano derecha y
con rápidos pasos se perdió en las sombras, desapareciendo en un callejón.
Jean Paul se dirigió de nuevo al borde del puente. Ya había tomado su
decisión antes de que la pequeña Susan le salvara la vida. Antes estaba
convencido de que era mejor morir así, pero ahora solo tenía pensamientos
para la pequeña, apenas había estado una hora con ella, pero la había cogido
mucho afecto. ¿Quizá el conocer a Susan le había hecho replantearse su
postura ante la muerte?, solo había una forma de saberlo, saltar al vacío.
Un pequeño salto hacia arriba y el tiempo corrió a cámara lenta. Sus piernas
se juntaron y estiraron, sus brazos se abrieron en cruz. De estar sujeto a
unas anillas se diría que estaba haciendo un Cristo; grácilmente giró sobre
si mismo, pasando a un Cristo invertido. Podía ver la luces de los faros de
los coches deslumbrándole, unos segundos más y por fin se libraría de esta
maldita existencia. Y de pronto un chillido desgarrador se oyó sobre su
cabeza.
Reconoció la voz al instante. En décimas de segundo su cuerpo se volteó
poniéndose nuevamente erguido, en menos de un segundo había recorrido la
decena de metros que le separaban de la cima del puente. Al llegar arriba,
se posó en el suelo y emprendió la carrera adentrándose en el callejón por
donde se había ido Susan. Allí la encontró.
Arrodillada en el suelo, llorando a corazón partido. A su lado, sentado en
el suelo con la espalda recostada en la pared, un hombre de color de unos
cuarenta años descansaba sin vida. Una goma anaranjada estaba anudada
alrededor de su brazo izquierdo, aprisionándolo. En su mano derecha todavía
sostenía una jeringuilla, ahora vacía.
- ¿Por qué, papá?, ¿por qué te has ido con mamá y no me has llevado
contigo?, ¿qué voy a hacer ahora aquí sola, sin ti?.
Jean Paul se había quedado sin palabras. Esta no era la muerte heroica de
Albert Louis ni la lenta y dolorosa muerte que le aguardaba a él. No, esta
era la muerte del cobarde, la muerte de quien prefiere autodestruirse antes
que sacar a su hija adelante.
Se acercó al cadáver, le cerró los ojos, cogió la jeringuilla en su mano y
apretó con fuerza el puño, destrozándola y tirándola a un lado.
- Jean Paul, papá se ha ido a ver a mamá sin mí. Tú eres mago, dile que
vuelva a por mí.
- Lo siento, pequeña, tu padre está ya muy lejos, no me oiría. ¿Dónde vive
tu familia?
- Ya solo me quedaba de familia papá y Rocky, mamá se fue a vivir con Dios
el año pasado. Ahora que papá se ha ido con ella, solo me queda Rocky.
- ¿Rocky es tu hermano?
- No, mira, ahí está.
Saliendo de un cubo de la basura, apareció un gato dorado con rayas
marrones. Sus ojos verdes parecían haber consumido la luz que le faltaba a
las gastadas farolas. Se acercó a Susan y se restregó con su cuerpo,
consiguiendo que lo cogiera en brazos y lo acariciara.
- Bueno, Susan, ya que no tienes con quien quedarte no te vas a quedar aquí
sola. ¿Te gustaría venir con Rocky a vivir conmigo?
- ¡Sí!, bueno, si a Rocky le parece bien...
- Miauu
- Parece que Rocky está de acuerdo, venga, vámonos, verás como te gusta tu
nueva casa.
Después de telefonear a la policía para informar de lo sucedido, Jean Paul
emprendió el vuelo con Susan abrazada a Rocky entre sus brazos.
Había empezado el día sin ninguna razón para vivir, pero al final lo había
acabado con la más importante: el amor.
FIN
1.- Traducido del español. Raúl es el novio de Jean Paul que aparece en la
serie limitada Estrella del Norte.
2.- Raymonde Belmonde se encargó de ayudar a Jean Paul a enderezar su vida
cuando era joven, aunque quizá también le ayudara a algo más...
3.- Como se vio en Alpha Flight Nº 106 USA.
CARTAS DESDE CANADA
Bueno, ya se ha desvelado el origen de los dolores de Jean Paul y a falta de
una hermana ahora tiene una hija y un "lindo gatito".
Hoy tengo una carta de Carlos Manuel Díaz Correia, uno de nuestros editores,
vamos con ella:
Hola, Israel!
Hola Carlos.
Me he estado leyendo tu serie (para que luego digáis que no lo hago), y me
ha gustado mucho. Aunque el que metas a un puñetero juguete con forma de
coche en el grupo no me acaba de convencer...
Ya era hora de que leyeras mi serie :D
Me alegro de que te guste, en cuanto a lo del juguete con forma de coche,
aunque a ti no te guste parece que a varias personas sí, así que estás en
inferioridad numérica :D
Te haré alguna pregunta, para que parezca que es una carta de verdad...
Pregunta, pregunta.
- ¿Sacarás a la Reina Duende, o al Amo (que ha salido últimamente en
Marvel
Premiere), o a algún enemigo "clásico" del grupo?
Pues de momento, es posible que aparezca la Reina Duende y no tengo planes
para el Amo, que me parece que ya se ha enfrentado muchas veces con el grupo
y hay que variar un poco de enemigos. Al que sí tendrás por aquí es a cierto
villano canadiense por el que tanto insiste Peter y que nunca se ha
enfrentado a los Alphas.
- ¿Será Chico Salvaje guapo algún día?
Hombre, si el inútil del Mackie no lo hubiera tocado en Factor-X, seguiría
siendo guapo. De todos modos, como viste en el número anterior, los médicos
del Departamento H está buscando una cura.
- ¿Me ganarás algún día en el trivial friki?
Puede que en el friki no, pero en el trivial normal creo recordar que os di
una paliza.
Y eso es todo.
Pues nada más, escribe de nuevo.
Bye!
Adiós.
Bueno, y ya de paso también me despido de todos vosotros, hasta la próxima,
saludos desde Canadá.
Israel López Fernández (también conocido como Rocket)