Portada: Rhino carga contra un enmascarado vestido de negro y blanco.
Me llamo Alan Matthews, aunque de un tiempo a esta parte me hago llamar
Aparecido. Vestido con el uniforme blanco y negro a prueba de balas que me
ha dado el Supervisor no tengo ni puñetera idea de cómo llamarme. Ni falta
que me hace, vamos.
- ¡Estate quieto, maldito enano!
A la mole gris que se me echa encima se le conoce como el Rhino, un
criminal superpoderoso con la fuerza de al menos doce de los animales de los
que ha tomado el nombre. ¿Qué por qué intenta mandarme al otro barrio?
Resumiendo: para pagar mi entrenamiento en la Academia del Supervisor1 he
tenido que tomar parte en uno de sus "encargos". Concretamente, intervenir
en una transacción entre dos organizaciones criminales y robar la mercancía,
una nueva droga de diseño que se administra mediante parches. Sí, como los
de nicotina. Pero mortales.
A mi cornudo amigo lo han enviado precisamente para impedirlo.
- No es por no estarme quieto - respondo -. Si tengo que estarme quieto, me
estoy. Pero quedarme quieto para que me pises los riñones... pues como que
no.
Hasta ahora no está desempeñando una gran tarea; gracias a las películas
que me mostró el Supervisor conozco su estilo de lucha a la perfección
(bueno, no es un estilo de lucha muy elaborado, me bastó con una película y
30 minutos). Llevo un buen rato jugando con él, utilizando sus embestidas
para dejar fuera de combate a sus aliados. Se me ocurre que algunos pueden
estar malheridos, pero le quito importancia al recordar que eran traficantes
sin escrúpulos.
Hay, sin embargo, un detalle que me da escalofríos: siempre me creí opuesto
a la violencia, entre otras cosas porque no conduce a nada. Y sin embargo,
estoy disfrutando con esto. ¿Es porque estoy viviendo un sueño de niñez y
ahora mismo soy como un superhéroe luchando contra un villano? ¿O
simplemente me daba miedo porque sabía que cualquiera podía darme una
paliza?
Esa es una pregunta que me mantendrá en vela varias noches: ¿En qué me he
convertido realmente?
En fin, empiezo a cansarme de este juego. En cuanto se da la vuelta para
iniciar otra carga, inclino la cabeza y arrastro el pie derecho, como un
toro de dibujos animados antes de cargar; eso le enfurece y corre hacia mí.
- ¡Nadie se burla de mí, alfeñique! ¡Te voy a hacer papilla!
Je, esta mosqueado. Pues ahora se va a poner rojo... adopto un aire de
falsa indignación.
- ¿A mí? ¿A mí me vas a cargar tú? Te vas a enterar, imbécil - y cargo hacia
él.
Por la cara de memo (más) que pone supongo que no esperaba que cargase
hacia él. Con mi fuerza incrementándose hasta igualar la suya, mi única
preocupación es el cuerno ese que lleva en la frente.
(Insertar onomatopeya de tremendo encontronazo épico)
Tras el choque ambos salimos volando hacia atrás, cayendo de espaldas. Como
soy más ágil que él - vale, no es mucho decir, tuve una tortuga más ágil que
él - me levanto rápidamente y salto sobre él.
- Te aplastaré... - farfulla antes de que aterrice sobre la única parte de
su cuerpo que su armadura no protege.. su cara.
- Con eso diálogos deberías vestir de verde en vez de gris - comento
mientras compruebo mientras compruebo que aún respira; está inconsciente.
Examino la situación: el almacén parece el escenario de una batalla campal
(que poco más es lo que ha sido). Será mejor que me de prisa antes de que
llegue la policía.
Cojo el móvil de uno de los colegas de Rhino y llamo a la policía y un par
de ambulancias, sólo por si acaso. Espero que los polis se tomen en serio mi
advertencia sobre Rhino y traigan refuerzos, o lo van a pasar mal cuando el
bestia ese se despierte.
Una vez me he alejado un par de calles me siento en el bordillo de la acera
y abro el maletín que me enviaron a buscar; está lleno de decenas de
pequeños sobres plateados, cada uno de ellos conteniendo su fatídica
mercancía.
Respiro hondo mientras me quito la máscara. Mis instrucciones fueron
claras: debo entregárselo al Supervisor, quien a su vez se lo entregará a su
cliente. De ahí a las calles, dos días. ¿Debería importarme? Si no es esta,
otra mierda recorrerá las calles.
Y claro está, yo no la he fabricado. Y claro está, si no cumplo el
Supervisor me manda al otro barrio.
El tiempo parece detenerse mientras mi conciencia y mi instinto de
supervivencia libran una interminable batalla. Abro y cierro los puños con
fuerza repetidamente y finalmente abro uno de los sobres. Examino el
diminuto parche, me remango y me lo aplico sobre la piel.
Nada.
Dudo que la droga sea inocua, así que debo suponer que mi extraño
metabolismo me hace inmune. Desgarro todos los sobres y arrojo su contenido
a la alcantarilla. Ahora más me vale irme de la ciudad antes de que..
- No debiste hacer eso - dice el Supervisor detrás de mí.
...antes de que el Supervisor me encuentre. Bueno, se acabó.
- Creía que tenías que entregarme algo -continúa diciendo mientras apoya su
mano significativamente sobre el pomo de su espada.
- No...mmm...no me parecía correcto - trago saliva. MUCHA saliva.
Menea la cabeza antes de responder.
- Maldita sea, otro con conciencia -cruza los brazos y suspira-. Ah bien, el
cliente quería destruir las drogas, así que en realidad has ahorrado
trabajo. PERO -añade al ver que empiezo a relajarme- como vuelvas a hacer
algo así te aseguro que será la última vez, amiguito.
Entonces me doy cuenta de que lleva una gran mochila deportiva, algo que
contrasta con el resto de su equipo.
- ¿Te vas de excursión? -pregunto, más confiado ahora que parece que voy a
seguir "vivo".
- Oh, ¿Esto? Es tuyo -dice mientras tira la bolsa a mis pies-. Es tu ropa y
tu diploma. Feliz graduación.
- ¿Así que me he graduado? Con honores, supongo -abro la mochila.
- Veo que en estos meses además de entrenar tu cuerpo hemos conseguido
entrenar tu lengua, pero tampoco te pases, paliducho. Dejémoslo en que no
has sido el último de la clase.
- Dado que no me encuentro a dos metros bajo tierra supongo que es cierto.
Dentro de la bolsa están mis ropas, un Diploma Oficial de la Academia de
Entrenamiento del Supervisor y un paquete envuelto. Miro a mi mentor
extrañado.
- Es un regalo de graduación -dice, divertido.
El paquete es un ¿¿teléfono móvil??
- ¿Qué pasa, que Nokia te patrocina la academia?
- Pues sí, es uno de mis patrocinadores.
Por el tono no sé si lo dice en serio o no... En el paquete también hay un
sobre que contiene varios carnés de identidad, pasaportes y tarjetas de
crédito; nunca había visto tantos nombres distintos asociados con mi cara.
También hay un papel con un número de cuenta bancaria.
- Nunca está de más tener un par de identidades extra -dice-. El móvil,
tarjetas y cuenta... para ofrecerte algún trabajito de vez en cuando.
- ¿"Trabajito"?
- No tienes por qué aceptar los encargos que vayan en contra de tu
sacrosanta moral, pero siempre te puede venir bien algo de pasta. ¿O de
verdad estabas pensando en desperdiciar tus habilidades en actividades no
lucrativas?
- Hombre, la verdad es que...
- Eso pensaba. Tú ten el móvil a mano y ya te llamaré cuando tenga un
trabajo adecuado para tí.
- Pero es que yo...
- Nada, nada, no me lo agradezcas. Es nuestra Bolsa de Trabajo.
- Vamos a ver...
- Ah, y si necesitas pasta urgentemente llámame y ya veremos qué tengo para
ti. Hala, chaval, suerte -me da un par de cachetes en la mejilla, se vuelve
y se va.
Solo, a oscuras en una calle desierta, me doy cuenta de que las
circunstancias han vuelto a superarme. He sido atrapado por un enemigo del
que ni mis poderes me pueden librar.
O sea, que ahora soy una nueva víctima de los teléfonos móviles. Me
pregunto cuán lejos podré lanzarlo.
Ey, espera, que es un Nokia.
¿Tendrá el juego de la serpiente??
Meses después...
El aeropuerto Laguardia es perfectamente visible desde la ventanilla de mi
asiento del avión. Hace casi un año desde que me fui... es sorprendente
cuánto lo he echado de menos.
Más sorprendente aún es que después de haberlo perdido todo y haber dejado
atrás todo lo relacionado con mi pasado siga considerando Nueva York como mi
hogar.
- Así que por fin hemos llegado. Me moría de ganas por conocer la Gran
Manzana.
Éste que ha hablado es Jordan Davis. Lo conocí en Inglaterra, durante una
larga misión por Europa por encargo del Supervisor2; también conocí a más
gente, todos muy interesantes... pero estoy divagando. Para que conozcáis
mejor a Jordan os diré que es moreno, algo más bajo que yo y ligeramente
"rellenito". La verdad es que me recuerda a mí antes del cambio.
Oh, y además es un mutante. Al parecer es capaz de proyectar parte de su
consciencia en cualquier aparato electrónico -ordenadores incluídos- y
controlarlo. De hecho, fue el uso de su poder en público -sacar dinero de un
cajero sin tarjeta- lo que atrajo la atención de una multitud llena de
sentimientos antimutantes. Sí, los ingleses también usan de eso, no es un
invento yanqui. Tras una rápida intervención por mi parte -apaleando a un
par de ellos- le dejaron tranquilo.
Entended que Jordan no es un ladrón. Se ha ido de su casa -nunca le
pregunté por qué-, y al no tener dinero... bueno, de algún sitio tenía que
sacarlo.
El caso es que quiso conocer América, y como me cayó bien (a pesar de ser
uno de los pocos seres del planeta capaz de ponerme de los nervios de vez en
cuando), me lo traje; quizás encontremos a alguien que le ayude a comprender
sus poderes. Tal vez incluso otros mutantes, como la Patrulla X.
- Si te gusta NY ahora, espera a que... -no termino la frase, un súbito
resplandor me deslumbra.
Justo en ese momento el avión da una sacudida y se hace un incómodo
silencio... entonces me doy cuenta de que las luces se han apagado y que
incluso mi móvil está estropeado. Miro por la ventanilla y mis temores se
confirman. Estamos cayendo a plomo....
- He leído sobre esto -dice Alan. Está inhumanamente tranquilo; ¿Es su forma
de afrontar que estamos a punto de morir? Yo estoy a punto de mojar mis
pantalones-. Un pulso electromagnético debe haber cortocircuitado todos los
aparatos del avión... motores incluidos -se frota la barbilla, meditando-
¿Puedes controlar el avion?. ¿En este estado?
Su calma es casi contagiosa; aspiro hondo antes de contestar.
- He llegado a controlar todo tipo de aparatos, independientemente de si
tienen energía o si funcionan correctamente. Pero esto... es demasiado
grande.
- Pues como diría Yoda y decimos todos los tíos, el tamaño no
importa -¿¿Cómo es capaz de bromear en un momento así??-, así que te sugiero
que lo intentes porque cada vez estamos más cerca del suelo -ah, ahora me ha
parecido notar el miedo en su voz.
- No me des tantos ánimos, anda.
Jordan cierra los ojos y respira hondo. ¿Podrá hacerlo? Su rostro se va
volviendo cada vez más pálido, mortecino. El sudor inunda su frente. ¿Estará
pasando parte de su fuerza vital al avion? Es posible.
Y debe ser lo que ha hecho, ya que nuestra caída empieza a perder velocidad
y el aparato empieza a variar su rumbo. Finalmente aterrizamos
perfectamente, sin más heridos que, posiblemente, la cordura de los pilotos.
Los pasajeros aplauden, eufóricos.
- Buen trabajo, fiera -le digo a Jordan. Responde con una risita,
emocionado.
¿Qué ha causado todo esto? Una mirada por la ventanilla me da la respuesta:
un hombrecillo flaco, de prominente nariz, cabello castaño cortado a
cepillo, prominente nariz y ropas dos tallas más grandes que la suya que se
encamina hacia el avión; chispas eléctricas recorren su cuerpo. Su expresión
es furiosa, y aunque no puedo oírle, juraría que repite un nombre una y otra
vez.
- ¿Pelton?¿Cómo es posible? -comenta tras nosotros un hombre de avanzada
edad, incipiente calvicie y gruesas gafas. Viste un traje elegante y parece
comprensiblemente asustado.
- ¿Amigo suyo? -pregunto.
- Me llamo Joshua Gardner y dirijo un bufete de abogados. Ese hombre se
llama Robert Pelton y trabajaba para mí hasta que lo eché por incompetente.
- Y ahora ha venido para vengarse de usted -supone Jordan.
Suspiro.
- Todo un tópico -digo-. ¿Pelton tenía, no se, poderes, por aquel entonces?
- No que yo supiese -contesta Gardner.
- Continuando con los tópicos. En fin, ahora vuelvo -voy a abrir una de las
puertas del avión cuando una azafata se interpone.
- Por favor, señor, vuelva a su asiento.
- Tranquila azafata, voy a encargarme de esto -le doy un par de palmaditas
en la mano y abro la puerta.
Alan abre la puerta y salta del avión. Corro hacia la puerta -a empujones
con medio avión- para no perderme el espectáculo.
Pelton se queda atónito al ver que Alan se acerca a él tranquilamente, sin
temor alguno. Están lo bastante cerca para que oigamos lo que dicen:
- ¿Qué tal? Me llamo Alan -extiende la mano-. Tú te llamas Robert, claro.
¿Puedo llamarte Bob? Tus amigos te llaman así, ¿no? ¿Bob o Bobby? ¿Rob, tal
vez?
- No... no tengo muchos amigos -responde el otro, confuso, mientras estrecha
la mano de Alan como un idiota.
- Ya, conozco la sensación. Oye Rob, lo que estás haciendo está mal. Casi
matas a toda esa gente, sabes -nos señala con el pulgar.
Pelton baja la cabeza, como un niño pequeño al que su padre estuviese
riñendo.
- Yo sólo quería castigar al señor Gardner -dice con voz llorosa-. Se pasó
cinco meses tratándome como basura. Y luego me echó a la calle como un
perro. Pero una mañana -alza su mano derecha y la energía fluye a lo largo
de su brazo- me desperté lleno de poder. Poder que demuestra que no soy
basura. Poder para vengar las afrentas. Y ahora Gardner pagará. Él y todos
los que me han tratado mal.
¿Se levantó una mañana y tenia estos poderes? O miente o... ¿Será un
mutante? Creía que sus poderes se manifestaban en la adolescencia. Muy
curioso.
- ¿Y qué vas a hacer? -prodigue Alan- ¿Matarle? ¿A él y a cuantos mas? Bob,
eso es una loc...
- No te atrevas a llamarme loco -sisea. Oh, oh. Creo que Alan la acaba de
fastidiar. Espero que se las apañe- ¡Y no me llames Bob!
Tremendas descargas envuelven el cuerpo de Alan. El asfalto a su alrededor
salta en pequeños pedazos. La gente grita, asustada.
Alan, sin embargo, está intacto, si bien su expresión se ha vuelto sombría,
amenazadora. Cruje sus nudillos. Cuando habla, su voz es ronca:
- Ibas a matarme sólo por intentar razonar contigo -puñetazo en la boca-.
Ibas a matar a cientos de inocentes por tu odio a una persona que viajaba
con ellos -intenta darle una patada en un costado; el otro interpone su
brazo y oímos un desagradable crujido y el llanto lastimero de Pelton-.
Quién sabe a cuanta gente has matado ya -agarra al loco por el cuello, quien
desesperadamente le lanza más descargas eléctricas, sin efecto alguno-.
Mereces morir...
Silencio. Sólo oigo el pataleo del pobre infeliz mientras Alan aprieta
lentamente. ¿Qué pasa por su mente? Se lo que pasa por la mía: si le deja
vivir, con toda seguridad matará a alguien en el futuro. No sólo eso sino
que volverá para vengarse; así es como funcionan las cosas en el mundo de
los supertipos. Mi mundo ahora, puesto que yo también tengo varios poderes.
Pero ¿Justifica eso matarle? Incluso aunque ya haya matado ¿Tiene Alan
derecho a ejecutarle sólo porque puede hacerlo?
No tengo la respuesta. Alan tampoco. Suspira, cierra los ojos, se relaja y
deja caer a Pelton, inconsciente pero vivo, al suelo.
- Que Dios se apiade de ti -murmura. Apenas puedo oírle-. Y de mí.
- Será mejor que nos vayamos.
Estoy medio aturdido... hasta que no me doy la vuelta no me doy cuenta de
que es Jordan quien acaba de hablar. Asiento ligeramente y nos vamos.
- Anímate -dice Jordan mientras salimos del aeropuerto-, podría haber sido
peor.
- Me gustaría que no dijeses esas cosas.
- ¿Por...? -antes de que Jordan termine la frase, un rayo de energía golpea
el suelo ante nosotros. Buscando el origen del ataque encuentro a un tipo
vestido con una armadura de pinta siniestra.
- MUTANTE. DISPONTE A MORIR...A MANOS DEL EJECUTOR.
- Por cosas como esta -digo.
1.- En el número anterior.
2.- Algún día os contaremos la historia...
EL OJO EN EL CIELO
Bueno, un nuevo giro, un nuevo personaje en la vida de Alan (y habrá
más)... y las cosas acaban de empezar. Eso, claro, si el Ejecutor no se lo
carga en el próximo número.
Escribid a alexmola@yahoo.com con vuestros comentarios, críticas, etc.