BLADE CAZAVAMPIROS VOL. 2 #2
Guión:
Borja Suárez
Dibujo: RVG (Ravi Kamble Govind)
Dibujos a carboncillo: Yesenia Acosta Ramírez
Hace unos momentos, Blade perdió la conciencia a manos de unos vampiros que
acechan en un pueblecito de Alaska gracias a la ventaja que allí impera para
ellos: la ausencia de luz solar durante más de quince horas diarias. Lo
último que vio fue la imagen de su amigo Brian mientras era mordido por otro
chupasangres, y antes de caer en el largo y seco pozo de la inconsciencia
pensó que todo estaba perdido, que aquel era el tramo final. Pero ahora,
mientras los dientes empiezan a clavarse en la piel del joven compañero de
Blade, vemos que el caza vampiros estaba equivocado.
El vampiro comenzó a morder gustoso la joven piel de Brian, y sus colmillos
se deslizaron lentamente y con soltura a través del cuello a pesar de ser
este su primer beso de muerte. Pero cuando apenas medio centímetro de los
afilados dientes hubo penetrado, el vampiro pegó un grito desgarrador,
aumentado por el silencio de ultratumba de la noche, y se alejó dando
trompicones, cegado por un dolor que le corroía por dentro. El sufrimiento
era tal, que de tratarse de un ser vivo, moriría debido al shock, pero
tratándose de alguien que ya estaba muerto, solo le quedaba poder aguantar
con la dolencia eterna. Los otros vampiros levantaron la cabeza y se fijaron
en su compañero, que parecía poseído por el mismísimo diablo. Todo se tornó
confusión a sus ojos putrefactos. Brian aprovechó el momento para
incorporarse y clavar el cuchillo que le quedaba en el pecho de uno de los
cuatro no-muertos distraídos. Cayó al suelo y los tres restante se volvieron
hacia él, olvidando ahora al vampiro que se debatía entre convulsiones como
un esquizofrénico metido en una camisa de fuerza. Brian acercó su mano
izquierda al lugar de la mordedura.
-Mordéis bien. Tenéis los dientecillos tan afilados...
Dos puñales de teca giraron con presteza en el aire y aterrizaron en la
espalda de dos de los vampiros, y un tercero voló por encima de sus cabezas
hasta aterrizar en las manos de Brian.
-...como cuchillos de madera- terminó Blade la frase después de haber hecho
sus rápidos movimientos de manos.
-Gracias por el cuchillo- dijo Brian mientras lo clavaba al colmillos que
restaba en pie- empezaba a hacerme falta.
Mientras tanto, Blade se encargó del esquizofrénico.
Ahora todos los cuerpos yacían en el frío suelo de la morgue de la que jamás
deberían haber salido.
-¿Cómo te has recuperado tan pronto?
-Tengo la cabeza muy dura- contestó Blade-. No es la primera vez que me
pillan por la espalda. La pregunta es más bien ¿cómo cojones sigues vivo tú?
Vi como uno te clavaba los colmillos antes de desmayarme.
Brian sonrió con picardía.
-¿Recuerdas en el coche... que tenía la piel levantada?
-Ssssí...
Brian puso los dedos índice y corazón sobre el cuello y pellizcó lo que
parecía ser la piel. Luego tiró y una fina capa que le rodeaba la nuca se
desprendió, soltando un tufo que Blade identificó inmediatamente.
-¡Ajo!
-Con un poco de cola blanca, pintura, y otras cosas que compré hace un par
de días, preparé esta piel de mentirijilla. Le metí un poco de jugo de ajo
antes de venir y...bueno, cuando el vampiro me mordió, apenas chupo sangre.
Lo que más se tragó fue el jugo de ajo, y por eso estaba así cuando
despertaste. El ajo los repele....pero al estar en su interior el centro de
repulsión...no podía escapar de él.
Blade movió la cabeza.
-Joder, no me lo puedo creer. No sé qué decir.... Tenía que estar sufriendo
como un hijoputa.
-Ya lo viste. Yo creo que de haber sido un poco más listo se habría clavado
él mismo una estaca
-Brian, tío, eres un genio- dijo con franqueza-.
-Algo tenía que utilizar en falta de la moto- respondió Brian-. Ayúdame a
cortarles el pescuezo para que podamos recuperar los cuchillos.
-Sí, tienes razón. Coge tu la sierra y enchúfala. Yo utilizaré el hacha-
dijo, y se paró un momento. Miró a Brian con fijeza y no pudo evitar soltar
una carcajada-. Aún no me lo creo. Eres mejor que el viejo Quincy.
Cuando todas las cabeza rodaron libres, sacaron los cuchillos de los cuerpos
y los guardaron; Blade en la funda que le rodeaba el pecho y Brian en la
goma del pantalón.
-¿Y ahora qué toca?-preguntó el chaval-.
-Patearnos las calles por si encontramos algo o alguien, cosa que dudo, y
luego buscar la tumba del vampiro que ha organizado todo esto. Con el tiempo
que hay aquí no creo que le sea muy fácil volar, así que lo más lógico es
que se haya asentado en algún sitio no muy lejano al pueblo. Pero tenemos un
problema muy gordo.
-¿Cuál?
-Perseguir vampiros por la noche en Londres no supone no tener luz, porque
hay farolas; pero esto es un pueblo pequeño y no vamos a ver un palmo más
allá de nuestras narices.
-¿Y las linternas?
-Sí, están en el maletero, pero aún así será bastante difícil inspeccionar
el lugar a la luz de dos bombillas. Es lo único que podemos hacer, así que
venga. Salgamos de aquí antes de que el olor a muerto nos tumbe.
Una vez fuera, el frío volvió a golpear fuerte en sus cuerpos. Los espesos
copos de nieve caían del cielo y resbalaban, rodando, de los tejados a dos
aguas. El viento silbaba mientras recorría las calles desiertas,
amortiguando con la ayuda del blanco alfombrado las pisadas de los dos único
hombres que se aventuraban por aquel lugar desde que acontecieron las
primeras muertes.
Todas las casas están a oscuras, los postigos y las contraventanas
fuertemente cerrados. Pero dentro, la gente no descansa. Dentro, a la luz de
velas de llama corta, los habitantes permanecen en silencio con el oído
atento a cualquier sonido ajeno al crujir de la madera quejándose por las
inclemencias del largo invierno y la larga noche. Creen que es un lugar
seguro. Creen que nadie puede entrar allí sin su permiso. Si supiesen que su
asesino es un vampiro, entonces estarían aún más seguros de que el hogar es
la mejor fortaleza, pues ningún no-muerto puede entrar en casa ajena si no
le invitan primero. Aún así, corren peligro, porque la voz de un colmillos
con fuerza de voluntad es capaz de mesmerizar a un ser humano sin necesidad
de un contacto visual. Y estas personas, en su equivocación, no tienen los
oídos tapados para resistir la llamada de la muerte, sino que los tienen
abiertos y atentos para oírla llegar. Pues el mayor miedo del ser humano es
la muerte, y el segundo es la incertidumbre; si van a morir, al menos
quieren ver cómo la Parca se les acerca desde lejos. El miedo a lo
desconocido es grande......las ansias de conocer la verdad también......Esas
ansias han sido siempre el motor de nuestra evolución, pero pueden
perfectamente transformarse en el catalizador de nuestra muerte, y también
de nuestra perdición.
Por eso, cuando oyen fuera en la calle los retazos de conversación entre
Blade y Brian que no se lleva el viento, los hombres y la mujeres del pueblo
se preparan para morir. Aprietan las mandíbulas y rezan sus últimas
plegarias. Especialmente en la casa de la familia Swan, en donde un hombre y
una mujer lloran en silencio desde hace tres días por la desaparición de su
hija. Temen que ha muerto, como el resto, pero no han encontrado su cuerpo,
y una parte de sus almas ansía ir al cielo para reunirse con su hija.
En la casa de al lado vive su vecino Joseph; un anciano ateo al que poco le
queda por caminar, y que sabiendo lo que piensan Mr Swan y su mujer, se dice
a sí mismo:
¿Quién les ha dicho que su hija les espera allí?
Los padres de Nathanie Swan harían bien en escuchar aquello, y también Blade
y Brian; porque Joseph es viejo, y por ello, también sabio. A veces, incluso
aún sin saberlo.
A varios kilómetros de allí, tendido en una nieve que lo cubre por completo,
un cuerpo se levanta apenas una hora después del amanecer de la luna. La
nieve cae de sus miembros con pereza. Asoman unos brazos lívidos de frío y
muerte. Unos brazos, no obstante, gráciles. Unos bazos por los que tres días
atrás corría sangre caliente. Unos brazos por los que ahora se desliza un
ichor helado. Lentamente, asoma otro brazo más, y apoyándose en el suelo,
levantan el resto del cuerpo. El cuerpo de lo que otrora fue Nathanie Swan.
Cuando se apoya sobre sus pies, una llamada resuena en su cerebro. La
llamada del ser al que ahora pertenece; el ser que ahora la controla.
Ve al pueblo y sacia tu sed- le dice la voz-. Ve al pueblo y hiere a los
intrusos. Pero no los mates; aún no; al menos no al negro.
Nathanie ha perdido la voluntad propia en el mismo momento en los colmillos
vaciaron las venas de su cuerpo, pero no es por eso que hace caso a la
llamada. Obedece, no solo porque le han dado una orden, sino porque la orden
le agrada, pues en el mismo momento de despertar, algo nuevo en su
naturaleza ya le decía a gritos lo que la autoritaria voz le acababa de
imponer: sacia tu sed
Entonces, su cuerpo sufrió una convulsión que nada tenía que ver con la baja
temperatura. Sus brazos se estiraron a lo ancho y su cara se proyectó hacia
adelante, formando un morro húmedo y negro que aumentaban el contraste de
los colmillos alargados. Dos correosas alas tomaron el lugar de los miembros
delanteros y pequeñas patas de garras prensiles y afiladas ocuparon el sitio
en dónde hacía unos segundos se apoyaban dos esbeltas piernas. El cuerpo se
llenó de pelo y el tamaño disminuyó hasta el de un pequeño carnívoro por
todos conocido. La transformación había durado apenas dos segundos,
demasiado rápido como para que el ojo humano pudiese observar el proceso con
cada nuevo detalle floreciente. Pero el final siempre era el mismo: la
muerte alzaba el vuelo;... la muerte olfateaba;...la muerte buscaba a su
presa;...porque esa noche, como tantas otras antes y tantas que quedan por
llegar,... la muerte tenía alas.
-Traes pilas de repuesto, ¿no?- preguntó Brian-.
-Un cargamento de ellas- respondió Blade, sin desviar el rayo de luz de su
linterna para ver la cara de su compañero-.
Siguieron caminando un rato más en silencio, tratando de vislumbrar algo que
les diese una pequeña pista.
En ese momento, en lo alto del monte, donde la luna descansaba suspendida de
un hilo de plata, algo se interpuso tapando la luz. Se giraron para ver de
qué trataba. Con el ceño fruncido, escrutaron la lejanía. Una bandada de
vampiros volaba hacia la cima del desnivel en el que se encontraba situada
la ciudad.
-Hay más- dijo Blade con una voz que irradiaba determinación y fiereza-.
-¿Cómo sabes que no son vampiros...normales?
-Porque una parte de mí es como ellos. Supongo que soy capaz de presentir la
presencia de uno de esos bichos asquerosos con una venda en los ojos.
Créeme, sé distinguirlos con facilidad.
-¿A dónde van?- preguntó Brian desconcertado-.
-¡Fíjate! Ahí, una luz- exclamó Blade señalando al pico de la colina-.
-Sí, la veo. Tal vez haya un edificio.
-Y seguro que dentro se encuentra el jefe. Si no, no acudirían tantos
vampiros a la vez. Tenemos que subir.
-Blade. Acabamos de ver entrar ahí dentro a más de una docena de
chupasangres. No creo que sea muy prudente ir ahora mismo.
-No pensaba enfrentarme a ellos ahora. Solo quiero acercarme para ver qué se
cuece dentro. Si no quieres venir te das la...
-No he dicho eso- interrumpió Brian-.
-Bien, pues vamos. Pero antes de todo, dime, ¿tienes más truquitos
escondidos?
-Un crucifijo de plata. Fue...lo único que conservé de mi madre. Mi padre se
lo había regalado cuando se declaró.
-¿Crees en Dios?
-Antes sí. Luego, cuando me quedé en la calle...bueno, dudé. Se puede decir
que dejé de creer, pero, desde que te conocí...
-¿Yo he hecho que te reafirmes en tu fe?- preguntó Blade con incredulidad-.
Venga, tío, por ahí si que no paso. Si hay algo que no soy es lo que se dice
un buen cristiano, y menos aún un hombre temeroso de Dios.
-No es por ti directamente. Me has contado muchas cosas sobre Drácula y
sobre otros vampiros. Me has dicho cuántas veces viste sus caras muertas
quemarse ante el contacto del agua bendita y los signos religiosos, y cómo
les ahuyentan estos. Si un mero pedazo de metal o unas gotas de agua pueden
tener ese efecto, pienso que es por alguna razón importante. Si son capaces
de combatir al mal, es porque pertenecen al bien. No sé si entiendes lo que
quiero decir...
-Sí. Y no quiero hacerte ateo, chaval, pero tú mismo has dicho que lo
repelen todos los símbolos religiosos. ¿Por qué piensas que tu Dios es el
verdadero?
-Pienso que lo que los hombres llamamos dioses no son más que una leyenda
que oculta una parte de la verdad.
-Hay quien dice que los símbolos solo funcionan si el que los usa tiene
verdadera fe. Solo te lo preguntaba por eso. Ahora vamos, la cuesta esta nos
llevará un rato- dijo para acabar, y empezó a ascender-.
-¿Y tú?- preguntó Brian-.
-¿Yo, qué?
-Si tú crees en Dios.
-Yo tan solo pienso que...-empezó a decir, pero se detuvo al oír un sonido
familiar sobre su cabeza: el aleteo de alas cartilaginosas-.
El pequeño vampiro creció hasta tomar el tamaño de un adulto, además de unas
enormes alas de metro ochenta de envergadura. Sus rasgos se transformaron en
una grotesca mezcla entre mujer y murciélago, deformando con arrugas
carnosas y negras lo que antes era una piel pálida y tersa. De los colmillos
que amenazaban con la no-muerte eterna resbalaban hilillos de saliva,
acompañados por el aliento de la putrefacción.
Blade sacó con presteza uno de sus cuchillos y el monstruo se alejó lo
suficiente como para que este no se arriesgase a lanzarlo. La luna se
ocultó, y protegido por la oscuridad, el murciélago bajó en picado y derribo
a su enemigo antes de que tuviese tiempo de reaccionar. Brian, que se
encontraba al lado, tuvo la ocasión de rasgare un ala con otro cuchillo. Se
oyó un chillido agudo mientras Blade caía ladera abajo, y las nubes se
apartaron de nuevo como aterrorizadas antes aquel sonido que desgarraba los
tímpanos. Brian aún sostenía el cuchillo en la mano, con la sangre del
vampiro empapando la madera.
-¿Estás bien?- preguntó gritando sin quitar el ojo de la bestia-.
Aléjalos de la guarida. Aún no es el momento.
-Sí- respondió Blade con otro grito para hacerse oír-.
Entonces el murciélago se marchó en dirección al pueblo, guiado por las
órdenes mentales de su amo.
Blade se levantó y empezó a correr.
-Sígueme- vociferó a Brian-. Se dirige al pueblo.
El murciélago voló alto hasta descubrir el tejado de la casa que tan
conocida le era. Sin tener que girar en cada esquina, y al no afectarle la
falta de luz, llegó a su destino mucho antes que sus perseguidores. Batió
las alas con fuerza y penetró en la casa por la ventana. El sonido de
cristales rotos se intensificó hasta lo indecible, y a ello le siguieron los
gritos de un hombre y una mujer. El vampiro asumió su forma humana.
-¿Hija?- dijo la mujer demasiado asustada como para procesar correctamente
la pesadilla que se estaba desarrollando antes sus ojos.
Nathanie sonrió con una mueca asquerosa y viciada del mal de un corazón
corrompido;.... aunque visto de lejos aquello podía parecer un reencuentro
familiar de lo mas tierno, porque lo primero que hizo la hija pródiga al
regresar a casa, fue besar a sus padres en el cuello. Y después, reemprendió
el vuelo nocturno.
Cuando Blade y Brian vieron la ventana rota, se acercaron a la puerta
principal y la derribaron a patadas. Subieron las escaleras de tres en tres
y entraron en la habitación de la ventana destrozada.
Dos cuerpos descansaban en el suelo, pero no lo harían por mucho tiempo. No
más de tres días. A menos que algún alma caritativa ayudara a que ocurriese
lo contrario. Imbuido por la ira, Blade destrozó otra puerta a patadas
innecesariamente. Brian, con la cabeza algo más fría a pesar de sentir la
misma impotencia, y tal vez, un poco de responsabilidad, cogió un par de
trozos de madera pertenecientes a esa puerta y los clavó en los respectivos
pechos del matrimonio diciendo una pequeña oración, haciendo de este modo
las veces de esa alma misericordiosa.
En la casa de al lado, oyendo el tintineo de cristales rotos, el grito, y
los golpes de Blade; un anciano ateo se cubría con las sábanas y agarraba su
bastón con fuerza.
¡Si supiese cuánta razón había tenido!
Colina arriba, en el caserón que Blade y Brian habían vislumbrado antes, una
figura oculta entre las sombras levantó una mano. Ante aquel gesto, la horda
de vampiros que tenía en frente detuvo todos sus movimientos para escuchar
con atención.
-Aún no debe saber que he regresado. Mantenedlo lejos hasta que yo os diga,
pero no lo matéis. El chico, si queréis, es todo vuestro, pero el que se
atreva a desobedecer mis órdenes con respeto al otro mata vampiros
responderá ante mí. ¿Entendido?
Los vampiros asintieron con la cabeza.
-Ahora salid, hijos de la noche, y saciad vuestra sed. Una de vuestra
hermanas lo ha hecho ya.
EL TUGURIO DEL SOHO LONDINENSE
Dirigid vuestras cartas a: borjasuarezfernandez@yahoo.es
Poniendo en el asunto: el tugurio del Soho londinense.
Y aquí termina nuestro número 2. Espero que os haya gustado tanto o más que
el primero. Como veis, este es algo más corto(el número uno, como ya dije,
fue un especial). Me gustaría saber vuestra opinión al respecto de la
extensión de cada capítulo. ¿Os ha parecido corto en exceso? ¿Os resultó muy
largo el primero?
Reitero lo de los talones. No soy quisquilloso, así que cualquier cantidad
que me abonéis me satisfará. Gracias.
Si alguien quiere colaborar en próximos números con viñetas, que envíe algún
dibujo suyo aquí, al tugurio.
Y para cualquier comentario, crítica, observación, nota, invectiva,
apostilla, acotación, glosa, paráfrasis o elucidación( y no nos olvidemos de
los talones), mandad vuestros e-mails también a la misma dirección.
Os espero en el próximo número, aquí, en el bareto de la ciudad de la niebla
y el té de las cinco. Hasta dentro de....(no, no van a ser treinta
días)....¿un par de meses?
Saludos para todos y un consejo: alejaos de todo bicho viviente(o, mejor
dicho, no-viviente) volador que se deslice con sus alas membranosas por la
espesura de la oscura noche.