BLADE CAZAVAMPIROS VOL. 2 #3
Guión:
Borja Suárez
Dibujo: RVG (Ravi Kamble Govind)
Dibujos a carboncillo: Yesenia Acosta Ramírez
Retrato de Wesley Snipes: Vanesa Tamara Argüelles Ruiperez
Después de que Brian hubiese dado la paz y el descanso al dolorido
matrimonio, Blade logró canalizar su ira hacia un punto de reflexión.
-Está claro que no podremos acercarnos a ese caserón mientras sea de noche,
así que nos quedaremos aquí hasta que salga el sol e intentaremos dormir un
poco. Cuando amanezca subiremos hasta allí arriba cargados de estacas y
cazaremos a los que nos crucemos de por medio.
-Estoy de acuerdo.
-Pues entonces vayamos a otra habitación, en donde no haya ventanas ni
cadáveres. Busca crucifijos por la casa. Tenemos que asegurarnos de que al
vampirillo no le entren ganas de lamerte el cuello mientras duermes. Es el
único que recibió permiso para entrar en la casa, así que será el único que
pueda volver aquí.
-¿Y qué hay de ti?- preguntó Brian extrañado de que su compañero hubiese
hablado en segunda persona, y no en plural-.
-Olvidas que su mordedura no me hace efecto. Pero estaremos en la misma
habitación, así que de todas formas lo que pongamos para ahuyentarlo de ti,
también le impedirá alcanzarme a mí.
Mientras Blade cogía dos mantas y las ponía en el suelo de una estancia
trasera, Brian recopiló un par de crucifijos grandes que estaban colgados de
las paredes, además de un rosario que también tenía una pequeña cruz latina
en su extremo y varios cuchillos y tenedores de plata que constituían, según
parecía, la cubertería de la familia para ocasiones especiales.
-Cuelga una en la puerta y las otras dos a los lados del marco, por si
intenta derrumbar la pared.
-Encontré también esto- le dijo mostrando los cubiertos-.
-Perfecto. Nos ahorrará el tener que buscar madera para mañana. Una cosa
más; mientras dormimos, deja tu colgante por fuera, para que esté a la
vista, ¿vale?
-Ya está.
-Pues hasta mañana, chaval- dijo justo antes de apagar la luz y tumbarse en
el suelo bajo una de las sábanas; y se durmió en apenas diez minutos-.
Brian tardó un poco más
Las horas se deslizaron con calma entre la espesa oscuridad, no rompiendo
para nada el monótono silbar del aire. No se oyó ni un grito, ni un crepitar
de madera sospechoso. Finalmente, el sol volvió a asomar perezoso entre las
cordilleras le la lejanía, y las calles se llenaron de una niebla casi
inconsistente debido a la poca evaporación que los intensamente bajos
lengüetazas del astro diurno permitían. Blade fue el primero en despertar,
girando la cabeza nada más abrir los ojos para comprobar que el cuerpo de su
compañero restaba a su lado, vivo y caliente. Se levantó apartando el
improvisado lecho a un lado y abrió la puerta de la habitación, descolgando
los crucifijos y metiéndolos junto con la cubertería argentina en una bolsa
de cuero negro. Luego, se fue a la sala en donde yacían los cadáveres del
matrimonio y se asomó a la ventana, vislumbrando a lo lejos ahora con mayor
claridad el enorme caserón que se erguía en lo alto de la colina.
Igualito a los que aparecían en los cuentos de terror, con la excepción de
que este no apoyaba sus cimientos al borde de un risco ni de un acantilado.
El ver aquella casa le recordó la mansión de Drácula, en Transilvania, y
empezó a hacerse preguntas en silencio.
-¿Y si es él de nuevo? ¿Y si ha resucitado?- murmuró con las pupilas
dilatadas reflejando la mansión-. No puede ser otro. No hay más vampiros con
tanto poder...al menos no queda ninguno a parte de él que no haya ya
liquidado. Pero si él puede resucitar también pueden los otros. Varnae,
Deacon...podría pasarme días entero recitando nombres...y puede ser
cualquiera de ellos, pero ninguno tiene la misma presencia que Drácu. Tiene
que ser él. Otra vez. Como siempre, no hay manera de destruirlo
definitivamente. Estoy hasta el culo de mandarlo al infierno con pasaje de
ida y vuelta- continuó mascullando, ahora levantando el tono de su voz sin
darse cena-.
Llegando a la conclusión de que con el mero hecho de pensar no iba a llegar
a ninguna parte, se dio la vuelta y reentró en la habitación donde había
dormido.
-Brian- dijo en voz alta-.
El chico despertó al instante, incorporándose de un salto.
-Nos vamos- le informó simplemente Blade cuando ya tres cuartos de su cuerpo
se habían vuelto en dirección a la puerta principal.
Bajó las escaleras y esperó en la calle, exhalando humo por sus fosas
nasales y calentando las manos con soplidos cortos y movimientos de
fricción.
-¿Has cogido todo?- preguntó Brian al llegar a donde él se encontraba-
-Todo- aseguró mostrándole la bolsa-. Coge unos cuantos cuchillos, a parte
de los de madera que ya llevas encima.
Brian obedeció, y una vez hubo repartido el metálico arsenal entre bolsillos
y cintura, emprendieron el camino cuesta arriba.
-Acelera el paso- instó Blade cuando apenas había tresncurrido media hora de
caminata-. No tendremos más que unas horas para inspeccionar el lugar y
cargarnos a los vampis antes de que oscurezca, y la casa parece enorme
incluso desde esta distancia.
Entre resuellos de cansancio, Brian se obligó a coordinar sus piernas con
mayor velocidad, sin hacer caso del agarrotamiento que empezaba a dominar la
parte superior de sus rodillas. Veía perfectamente que algo había puesto a
Blade de mala leche, dicho claramente, pero recordando cómo había
reaccionado al hablar del tema en el trayecto en coche hasta el pueblo,
supuso por dónde iban los tiros y decidió permanecer callado. Cuando
empecemos a trinchar vampirillos se sentirá más relajado, pensó.
La gran puerta de madera chirrió sobre sus goznes oxidados, como el llanto
agudo de una víctima a la que el miedo paraliza incluso las cuerdas vocales.
Se mantuvo entreabierta durante unos segundos, con el resquicio dejando
salir al exterior el viciado olor a podredumbre y descomposición, y
finalmente Blade la abrió del todo, habiendo acostumbrado ya sus ojos a la
reinante oscuridad, que era, no obstante, lo suficientemente tenue como para
permitir aún que sobre paredes y suelo se creasen sombras de pesadillas
infantiles.
Brian entró detrás suyo, con un puñal en la mano al igual que él, y observó
en derredor. La amplia estancia principal, con dos puerta a cada lado y una
impresionante escalinata de mármol gris al frente carecía prácticamente de
mobiliario, con la excepción de desvencijados sillones frente al hogar de
piedra, ahora hogar no de fuego sino de un sinfín de telarañas; y de unos
cuantos cuadros que colgaban eln lo alto, tan sucios que resultaba imposible
decir qué tenían pintado sobre sus lienzos.
Blade encendió su linterna, y Brian lo imitó, temblándoles los dedos a causa
del frío, que allí dentro, donde no llegaban los rayos del sol, era más
intenso que fuera, si cabía. Las ventanas, al igual que los marcos
delimitantes de sombras de polvo acumulado, eran casi totalmente opacas.
-Será mejor que no nos separemos...-dijo Blade sin girarse para mirar a su
compañero-...por si acaso. Tal vez hayan dejado alguna trampa. Me resulta
difícil creer que sabiendo que estoy aquí no se hayan protegido de alguna
manera, así que...- continuó, pero antes de finalizar la frase un punto
oscuro cruzó el aire en la parte más alta del techo, aleteando-.
La figura voló de un lado a otro, formando un círculo invisible, sin
descender en ningún momento. Brian, estupefacto, alzó la mano en la que
tenía el cuchillo y dejó el codo flexionado sin saber a dónde apuntar, sus
ojos persiguiendo con dificultad el rápido movimiento del murciélago.
-Es de día- murmuró posando un segundo la vista sobre Blade-. No puede ser
un...
Blade levantó la mano pidiendo silencio y deslizó sus dedos con hábil
maestría sobre la superficie pulimentada de teca, estirando el pulgar más
allá del índice y contrayendo el resto de dedos hacia abajo para sopesar el
centro gravitacional del cuchillo.
Todo ello en apenas un segundo, tras el cual el cuchillo voló y lanzó al
murciélago con fuerza contra la pared, en la cual no se mantuvo más tiempo
del que la propia gravedad le permitió. Se estrelló contra el suelo con un
sonido sordo y el cuchillo atravesándole de parte a parte.
-No se convierte en polvo...¡Mierda! Era simplemente un bicho- gritó el
caza-vampiros pisando el ala del animal con un pie y extrayendo su puñal-.
-Y mejor así, ¿no? En caso contrario significaría que pueden salir a la luz
del sol- le dijo Brian, recuperado del desconcierto inicial-.
-No te creas que no los ha habido.
-¿El qué? ¿Vampiros a los que no afecta la luz solar?- preguntó con
incredulidad-.
-Sí. Los ha habido. Hace unos años peleé contra uno que había sido inoculado
con una fórmula para resistir los rayos solares. Se llamaba Sage. Pero no
fue el único. Por suerte la fórmula no llegó a extenderse. Ni esa ni las otras tantas que han existido.
-¡Pero pueden volver a crearse! Las notas para sintetizarlas pueden estar en
cualquier lugar. Me parece increíble que te preocupe tan poco.
-Ahora de lo que debemos preocuparnos es de encontrar los ataúdes. Y no
debería ser muy difícil, teniendo en cuenta todos los vampiros que vimos
ayer viniendo para acá. Tú eliges: puerta izquierda o puerta derecha.
Cincuenta por ciento de posibilidades de acertar- dijo Blade con una sombra
cruzándole el rostro para dar por finalizada la conversación sobre las
recetas helio-preventivas-.
-Derecha- escogió Brian al azar-.
Los dos caza-vampiros cruzaron la estancia y Blade abrió la puerta
alejándose con prudencia, empujando con la hoja de un cuchillo el pomo
metálico, resultado de su recientemente curada paranoia o tal vez de su
experiencia. Las bisagras, al igual que antes, chirriaron también faltas de
aceite, lanzando un mordisco al aire capaz de poner los pelos de punta.
Frente a ellos apareció otra estancia, la mitad de grande que la anterior
pero parecida en todo lo demás. Blade recorrió las paredes, cubiertas por
paneles de madera que claramente habían sido el festín de algunos cuantos
insectos, como atestiguaban los millares de agujeritos que poseía. Posando
el haz de luz sobre cada recodo, se aseguró de que no hubiese trampillas ni
pasadizo ocultos, golpeando con los nudillos como última prueba.
-Nada hueco por aquí.
-Por aquí tampoco- respondió Brian desde la pared opuesta.
Con las mismas intenciones inspeccionaron toda la planta baja, sin resultado
alguno, y volvieron a la sala principal para subir los líticos escalones, al
final de los cuales volvieron a decidir qué sentido tomar.
La primera planta fue, en vano, examinada igual de concienzudamente; y lo
mismo la segunda.
Habían pasado ya casi tres horas cuando bajaron frente al enorme portón de
entrada.
-Tienen que estar en algún sitio. No pueden haber marchado tan deprisa,
siendo tantos. Tiene que haber algún lugar en el que no hemos mirado- dedujo
Brian al comprobar la exasperación de su amigo-.
-Tal vez haya una entrada oculta por la parte de fuera- pensó Blade
volviendo a abrocharse la cazadora y empujando con las dos manos la
descomunal puerta.
Salieron de la casa y comenzaron a rodearla, echando miradas furtivas al
sol, que empezaba a estar más cerca de la tierra de lo que a Blade y Brian
les habría gustado. Tantearon las paredes exteriores con las manos hasta
llegar infructuosamente al punto de partida, y continuaron hasta parar en la
parte trasera, en dónde Blade se detuvo por un momento para luego volver a
caminar, pero esta vez alejándose del edificio, subiendo un poco más por la
empinada pendiente de la colina. Brian lo seguía detrás mirando la mansión
por encima del hombro.
-¿A dónde vamos?
-A obtener una perspectiva general del problema- contestó Blade levantando
la vista para observar la fachada del caserón.
Sus ojos se posaron en cada detalle, en cada ventana, en cada alfeizar y en
cada adorno sutil y extravagancia barroca. Ascendieron en un zigzageo cada
vez más cerrado hasta terminar en el tejado, del que solo asomaban un viejo
pararrayos oxidado, una veleta y la chimenea.
-¡La chimenea!- gritó Blade echando a correr cuesta abajo-. Brian, ven.
Juntos entraron en la casa otra vez, y fueron directos al hogar, en donde
Blade se metió deslizando las palmas de las manos por la piedra negra de
ceniza. Aplicó presión a medida que las hacía avanzar por la superficie de
la chimenea y de súbito uno de los bloques cedió acompañado de un clic.
-Ayúdame a empujar- pidió Blade apoyando la espalda y traccionando con los
pies-.
Brian aplicó su fuerza contra el falso bloque y en unos segundos este se
desplazó hacia dentro, haciendo aparecer a la izquierda, a medida que era
movido, un hueco de casi dos metros cuadrados.
-¿Cómo lo has sabido?- preguntó Brian al ver la entrada oculta-.
-Al ver la chimenea desde fuera. El típico techo que suelen tener para que
la lluvia no entre y apague el fuego estaba doblada a un lado, dejado el
agujero de tiro expuesto. Al recordar los murciélagos que vimos ayer
viviendo para acá supuse que habían entrado por ahí, y bajado hasta esta
compuerta- dijo señalando las escaleras que acababan de aparecer y que
penetraban en la tierra-. Enciende la linterna y no te separes de mí; el
pasadizo es demasiado estrecho para que pasemos uno al lado del otro.
-Pero la noche está al caer. Ya han pasado más de cuatro horas- indicó Brian
con un deje de miedo en la voz-. Sabemos dónde se esconden, podemos volver
mañana con más tiempo y...
-Calla- soltó Blade con tono ligeramente arisco-. Con esas voces no me
extrañaría que despertasen de verdad aunque todavía halla sol. No pienso
arriesgarme a quedar encerrado entre tantos vampiros; sería una locura y sé
que no tengo nada que ganar con ello. Solo quiero bajar para ver cómo es
todo y poder estar preparado. Tendremos tiempo de sobra para volver al
pueblo y matar algún chupasangres solitario o a algún grupo pequeño de
ellos. Tienen que ir al pueblo a alimentarse por la fuerza; no hay
poblaciones cercanas y con este frío no les resultará agradable volar
grandes trayectos.
-Entonces, ¿cómo es que en el pueblo solo han muerto las pocas personas que
ponía en el periódico? Tienen que alimentarse en algún otro lugar...
-No lo había pensado. En cualquier caso no estamos haciendo más que perder
tiempo, así que baja detrás de mí y abre los ojos.
Resignado, Brian no tuvo más remedio que hacer lo que le decía, y comenzó a
descender, con un ojo puesto en las escaleras y otro en la oscuridad que se
presentaba a su frente, solo rota por la luz de la linternas. Una mano con
un cuchillo y la otra apoyándose en la pared para mayor seguridad en ese
caminar inseguro, la cual separó un momento para colocar su crucifijo por
fuera de la ropa. La sola idea de estar entre tantos vampiros, aunque
estuviesen en su vigilia, le hacía sudar a pesar del frío. Esto no tenía
comparación con lo del depósito de cadáveres; allí había sólo doce, pero
aquí metidos, teniendo en cuenta la bandada de ellos que habían visto ayer,
debían ser más de dos docenas.
El pasadizo bajaba en línea recta, sin ninguna curva ni recodo, directa
hasta una sala enorme, con suelo de piedra y paredes desnudas mostrando la
tierra que aseguraba lo mucho que habían descendido. Todo el espacio vacío.
Tan solo varias columnas unas frente a otras que sujetaban el techo de la
cueva.
-Vete apuntando con la linterna de izquierda a derecha- pidió Blade,
apretando los dientes con rabia ante la idea de que su descubrimiento no
fuese más que otro callejón sin salida, esperando encontrar alguna depresión
en la tierra que indicase la presencia de otro pasadizo-.
Los dos rayos de luz se deslizaron en línea recta hasta completar el
recorrido de la estancia, y entonces empezaron a bajar y subir en "eses"
cerradas, perdiéndose su capacidad iluminatoria antes de alcanzar el techo,
el cual quedaba fuera de la vista engullido por la distancia de la
profundidad y sus tinieblas inherentes.
-Están arriba- dilucidó Blade en un tono de voz extremadamente bajo y
siseante, con los músculos de la mandíbula aún en extrema tensión-. La sala
está completamente vacía, y es el lugar perfecto. Solo ellos pueden acceder
volando. Debe haber algún agujero en la tierra en la parte superior de las
paredes por el cual pasen a otra cámara.
Sin tan siquiera darse cuenta de ello, la mecánica y práctica mente de Brian
comenzó a razonar en un posible modo de ascensión, llegando a una conclusión
bastante plausible en razón de unos pocos segundos; pero dándose, esto sí,
perfecta cuenta de que la idea no le agradaba, decidió guardársela, para no
proporcionar a Blade la descabellada propuesta de intentarlo.
-¿Alguna sugerencia?- preguntó Blade como leyéndole los pensamientos-.
-De aquí a mañana seguro que se nos ocurre algo- respondió esperando que la
incursión hubiese llegado a su final-.
-Pues vaya putada- dijo Blade dejando claro a todas luces que aún no habían
acabado-; porque pienso hacerlo ahora. Para mañana quiero saberlo todo del
puñetero escondrijo en que estén metidos; el número de ataúdes con vampiros
dentro, los colores de que estén pitados, la madera de la que estén
fabricados y los nombres de los jodidos peluches con los que duermen; ya te
lo he dicho antes. Así que si no tienes nada que aconsejar, treparé con mis
propias manos.
Viendo brillar la resolución en los ojos de su mentor mata-vampiros, Brian
comprendió que nada le haría retroceder. Y más seguro aún cuando Blade clavó
los dedos en la pared de tierra más cercana, decidió revelar su sencilla
idea.
-Escalemos en una esquina- dijo tocando en el hombro a un Blade ya medio
encaramado-. Tendremos dos puntos de apoyos situados a cierta distancia y
conseguiremos mejor estabilidad. Con dos cuchillos en las manos situados en
plano horizontal podremos clavarlos en la tierra y sostenernos de ellos.
-Lo de los cuchillos ya lo había pensado. ¿De verdad creías que iba a subir
hasta ahí arriba con las uñas?- contestó Blade saltando de nuevo al suelo-.
Solo quería presionarte un poco. Supuse que se te había ocurrido algo-
añadió avanzando hacia la conjunción de dos de las paredes, que presentaban
un diedro perfecto en ángulo de noventa grados-. Pero tienes razón en lo de
la esquina. Lo único que falta es cómo apoyar los pies. No me parece que sea
muy bonito caer desde una altura de más de doce metros. Pero no tenemos nada
con lo que acoplar los cuchillos a los zapatos.
-No hace falta- resolvió Brian-. Sácate las botas y mete un cuchillo dentro
de cada una, atravesando la punta y dejando el mango dentro. La suela y el
propio peso de tu cuerpo al apoyar los pies mantendrán las hojas rectas y
podrás clavarlas como las de las manos-.
-Cojonudo- rió Blade meneando la cabeza-. Y pensabas guardártelo solo para
que diésemos la vuelta, seguro. Escucha, solo tardaré...
-O sea que no subo- interrumpió-.
-No, no subes. Precisamente por falta de tiempo. Solo quiero echar un
vistazo y salir de aquí pitando. Tienes suficiente artillería contigo, así
que si para cuando el sol se oculte no he bajado, vete. Tienes reloj, ¿no?
-Sí.
-Pues perfecto. Ahora ayúdame con las botas.
Minutos después, ya con el precario equipo de escalada dispuesto, Blade
comenzó a subir clavando los artilugios caseros en las dos paredes, avanzado
con un miembro por encima de otro y siempre con tres puntos de apoyo sobre
firme, como si estuviese subiendo por una escalera de dudosa calidad.
-La madre que parió al chaval- murmuró a mitad de ascensión sonriendo, con
la linterna enganchada al brazo por un pedazo de cordón del propio calzado-.
Pensaba guardárselo para dar media vuelta.
Una decena de metros más abajo, viendo ahora no más que algún perdido
destello lejano, Brian contemplaba con nerviosismo el reloj, dándose la
vuelta cada poco en una vana e irrazonable ansia de ver la luz del sol
atravesar el pasadizo por el que habían venido.
Y una decena de metros más arriba, viendo ahora no más que tierra limitada
por una casi tangible oscuridad, Blade descubrió que había alcanzado la
parte más alta de la sala. Soltando una mano del cuchillo, apuntó con la
linterna en derredor, descubriendo una sombra en medio de la pared que le
quedaba a la derecha.
-Suerte, tío. Podría haber estado en alguna de las otras dos paredes, y
entonces habrías tenido que bajar y volver a subir- se dijo a sí mismo
mientras volvía a agarrarse a los cuchillos y se disponía a avanzar hacia la
derecha, sin la seguridad que proporcionaba el diedro-.
Por fin alcanzó el agujero, demasiado bajo como para entrar en él sin
agacharse considerablemente. Apoyó primero los pies y luego soltó las manos,
para, una vez dentro, recuperar los dos cuchillos manchados de barro. Sin
perder tiempo en quitar los cuchillos de las botas empezó a caminar por el
angosto pasaje de tan solo unos pocos metros de longitud. Cuando salió por
el otro lado su linterna iluminó un espacio vacío de unos cinco metros
cuadrados, cavado directamente en la propia tierra y sin ningún
recubrimiento.
-Vacío. No me jodas que...- pero entonces subió la linterna hasta el techo,
y descubrió que la parte superior de la pequeña sala tenía en todo su
perímetro otra perforación rectangular de incierta profundidad-.
Fijándose más atentamente, pudo comprobar que ese espacio estaba repleto de
ataúdes de madera, todos ellos pulcramente situados uno al lado del otro y
sin ningún centímetro de separación. Solo desde su baja posición podía ya
contar un total de ocho cajas fúnebres situadas en todo el perímetro.
-Y detrás estará el resto. A saber cuántos metros de fondo tiene el puñetero
furaco.
Brian miró el reloj una vez más. Apenas quedaban unos minutos y ni siquiera
veía el brillo de la linterna de Blade. Sacó dos cuchillos de madera y dos
de plata, cogiendo un par en cada mano, y bajó la cabeza mirando el
crucifijo de su madre.
-¿Qué estas haciendo, Blade?- murmuró escrutando la oscura lejanía de lo
alto-.
-Tengo que saber cuántos son mas o menos para venir preparados mañana-
decidió Blade, y clavó pies y cuchillos en mano en la tierra de la pared del
fondo para ascender hasta los ataúdes. En apenas cuatro pasos superó la poca
altura a la que estaban situados y levantó la linterna por encima.
-Jodeeeeeeeeeeeeeeer- fue lo único que pudo articular al registrar lo que
veían sus ojos-.
Había diez filas de dos cajas cada una en el hueco en dónde él estaba. Lo
mismo en las paredes de los lados, y tan solo dos filas en la pared por la
que había entrado. Un total de 64 vampiros.
Brian miró la esfera de su reloj con dientes crispados.
-¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!- estalló en susurros roncos, aguantando las
ganas de gritar-.
-Sesenta y cuatro vampiros- repitió Blade con incredulidad-. Brian tenía
razón. Tienen que haber ido de caza a algún lugar cercano y poblado, pero
todo está desocupado en kilómetros a la redonda. Es todo un puñetero
desierto de hielo y un...- un ruido-.
Un crac de madera crujiendo. Blade giró la cabeza y apuntó con la linterna a
la pared contraria. La tapa de uno de los ataúdes se estremeció un momento,
y finalmente se abrió del todo.
Blade soltó los cuchillos de la pared y aterrizó en el suelo doblando las
rodillas con una mueca de dolor. Crac, crac, crac. Sin necesidad de levantar
la vista supo que el resto de los ataúdes se abrían poco a poco. Y antes de
que alcanzase el hueco, el vampiro del primer ataúd abierto saltó y cerró la
salida. Sin dejarse sorprender por la extraña vestimenta del chupasangres,
Blade alzó un cuchillo en el aire, pero antes de avanzar y bajarlo sintió
que otros tres vampiros más aterrizaban por detrás suyo. Tres a un lado, uno
al otro. Blade giró para ocuparse del grupo en mayor número con sus propias
manos, y en dos lanzamientos cruzados y una estocada cuerpo a cuerpo los
liquidó. Sin tiempo para volver a girar y verificar la posición del
dientecillos restante, se tiró espalda al suelo e hizo una voltereta,
levantando su cuerpo a pulso con los brazos y alzando las piernas para poder
ver dónde estaba el oponente que quedaba en pie. Un segundo después de haber
iniciado el complejo movimiento aterrizó calculando a la perfección la
distancia y clavando una de las botas, aún con el cuchillo sobresaliendo en
la punta, en el corazón muerto y corroído.
-Diez puntos, tío, y ahora a ver qué tal te desenvuelves corriendo.
Crac, crac, crac, crac. Más ataúdes se abrieron con la marcha del sol, pero
esta vez Blade pudo alcanzar el pequeño túnel. Se arrastró hasta el final y
sin pensárselo dos veces saltó al vacío, girando en medio del salto para
quedar de cara a la pared. Al empezar a caer, clavó en la pared otros dos
cuchillos que ya tenía preparados, pero con el filo vertical en vez de
horizontal; lo justo para que frenasen un poco la velocidad del frenético
descenso; y al mismo tiempo levantó las piernas para que las puntas de las
botas no se clavasen en la pared deteniendo la bajada abruptamente o incluso
haciéndolo caer hacia atrás. A medida que se deslizaba, sentía cómo la
tierra le mordía con fiereza las rodillas y le dejaba en carne viva las
manos. Pero aún así no se soltó. Las piedras y el polvo se cebaban con su
cara y sus ojos. Pero cada vez apretaba con más fuerza el mango de los
puñales.
Brian clavó los cuchillos en la esquina donde convergían las dos paredes por
las que Blade había subido, pero antes de lograr levantar las dos piernas
del suelo, oyó un ruido extraño de arrastre y vió la nube de polvo. Pensó
que la cueva se venía abajo. La nube se fue acercando cada vez más, y
finalmente aterrizó en el suelo, disipándose. Cuando la tierra y el polvo
volvieron a posarse, Brian pudo ver a Blade, con la ropa raída y el cuerpo
sangrando por doquier.
-Creo que me he roto una pierna- dijo Blade entre toses-. Ayúdame a
levantarme y larguémonos de aquí. Han despertado.
-Iba a subir a por ti al ver que no volvías- explicó Brian mientras lo
agarraba por debajo de los hombros-. ¿Cuántos hay?
-Muchos. Tenemos que salir de aquí ya- aseguró y empezó a caminar a paso
rápido haciendo tanto caso omiso del dolor como era capaz-.
Apoyado en Brian recorrieron de nuevo el angosto subterráneo y salieron por
el hogar de la chimenea, oyendo los ruidos de persecución detrás suyo cada
vez más cercanos.
-No vamos a llegar- gimió Brian mientras abría la pesada puerta principal y
se lanzaban colina abajo a toda la velocidad que la pierna mala de Blade les
permitía-.
-Cuando nos alcancen ya daremos la cara, porque no habrá otra solución, pero
mientras intentaremos llegar hasta el pueblo. Una vez allí, se dispersarán y
podremos atacar, pero si arremetemos contra todos a la vez, podemos darnos
por muertos- dijo Blade entre suspiros a cada paso-.
-¿Cuántos eran?- volvió a preguntar Brian-.
El batir de alas les hizo subir la cabeza hacia lo alto, y contemplaron cómo
la pálida cara de la luna desaparecía, tornando la plateada luminosidad de
su reflejo en la oscuridad de más de sesenta cuerpos marrones, negros y
peludos.
No hizo falta responder a la pregunta una segunda vez.
Lo necesario ya había sido dicho: eran muchos.
Demasiados...
EL TUGURIO DEL SOHO LONDINENSE
Dirigid vuestras cartas a borjasuarezfernandez@yahoo.es
Poniendo en el asunto: el tugurio del Soho londinense.
Buenas a todos.
Este mes estaréis contentos, pues tenéis doble ración vampírica: por un lado
este número, y por otro la tercera parte de la película de Blade: Trinity,
que ha salido hace unas semanas en los cines. Deseo que las dos cosas os
gusten, pero claro, de tener que escoger uno escojo la primera. Espero que
lo comprendáis...
Quiero aprovechar este correo para dar mis agradecimientos a ciertas
personas:
Primero, a los dibujantes que aderezan tan impresionantemente cada número
que escribo:
Ravi Kamble Govind, Yesenia Acosta Ramírez y Vanesa Tamara Argüelles
Ruiperez (que se estrena en este capítulo tercero con un fantástico retrato
de Wesley Snipes)
Sin ellos tras el lápiz y demás utensilios de artista las historias no
serían lo mismo.
Y en segundo lugar, pero no por ello menos importante como se suele decir, a
Mr. Multiplexor, que me ha dado magníficos consejos a la hora de comenzar a
escribir esta serie y gracias al cual la estoy escribiendo.
Y, por supuesto, a todo el equipo de Marveltopia.
Make Mine Marvel!
¡Hasta dentro de tres meses!