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PORTADA
Muchas veces, en la oscuridad espesada por la niebla, sentimos la presencia maligna de algo invisible que nos acecha. Nos parece apreciar cómo el viento se solidifica, rozándonos el brazo. Los pelos de la nuca se erizan al creer percibir un aullido lejano. Los oídos se estremecen al creer oír un latido correoso.

Pero entonces, finalmente, tenemos la certeza de ver y escuchar un cuchillo de teca silbando en el aire, clavándose en el corazón putrefacto de todos nuestros temores nocturnos.

No es la mano divina la que obra tal milagro, sino la mano de... Blade, Cazavampiros
 

Blade Cazavampiros

BLADE CAZAVAMPIROS VOL. 2 #5
Guión: Borja Suárez
Dibujos: Vanesa Tamara Argüelles
Yesenia Acosta Ramírez
Fernando Ortega Castro
Beni Olea

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Bum...Bum...Bum...Bum.

Bum...Bum...Bum...Bum.

La puerta se combó atrás y adelante varias veces, llevando al límite la poca elasticidad que le quedaba a su vieja madera. Los goznes chirriaron al separarse cada vez más de la pared con cada nuevo embate, agrietando la piedra a la que estaban sujetos. Los tablones dispararon astillas por toda la estancia.

Bum...Bum...Bum...Bum.

Brian estaría a salvo, pensó Blade girando la cabeza y observando a su compañero, sujeto a la cruz latina encima del propio altar, rodeado de plata. De modo que el plan era el siguiente: simplemente defenderse a la desesperada. Era lo único que podía hacer. Sabía que había llegado su momento, y se alegraba sinceramente de haber durado tanto. Y si caso había el más ligero destello de esperanza, este se desvaneció cuando la puerta estalló en pedazos.

Salió despedida hacia delante, partida en cientos de porciones no mayores al tamaño de un puño. Golpearon a Blade salvajemente, rompiendo aún más si cabía su ropa y clavándose en su carne. Su cuerpo se cubrió de miles de heriditas diminutas, y los hematomas tomaron posesión de cada centímetro de su piel. Uno de los tacos le acertó en el ojo izquierdo, cerrándolo la hinchazón casi de inmediato, y otro atinó de pleno en medio de la frente, privándole momentáneamente de vista en su ojo sano.

Con la visión borrosa de que disponía ahora sólo fue capaz de percibir la silueta de la figura oscura que se erigía a la entrada de la iglesia. El mundo comenzó a dar vueltas. La náusea invadió su garganta, trepando desde el estómago.

Mientras caía de rodillas al suelo escuchó el agudo chillido de los murciélagos, que volaron con frenesí alrededor de la figura haciéndola desaparecer para luego lanzarse de frente contra Blade, arañándole con sus patas y sus alas infectas.

Golpeándole interminablemente con sus cuerpos peludos.

La nube negra le encerró en un torbellino sólido privándole de aire. Y apenas un segundo antes de caer inconsciente esa imagen se grabó en su mente para siempre: una nube de más de sesenta vampiros atacando de frente y atrapándolo entre gritos histéricos que parecían salidos del mismísimo Infierno.

 
 
 
 

Oscuridad...

El frío pareció avivar la llama de su consciencia, y creyó abrir los ojos durante cierto momento, pero no por ello registró luz alguna.

Sólo oscuridad...

Nada...

Se sentía suspendido en el aire...

La oscuridad le envolvió de nuevo.

 
 
 
 

-Ponedle en el centro...

La voz sonaba muy lejana, reverberante. Únicamente pudo escuchar algunas de las palabras.

-...cadenas...mandíbula tam...en la frente...

Sintió frío en las muñecas, y en el cuello...

Se sentía atado...

La oscuridad lo llevó hasta sus dominios por tercera vez.

 
 
 
 

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En la iglesia, invadida ahora por la gélida brisa de la noche, Brian aún descansaba, también inconsciente, sobre el altar sagrado que le protegía mientras Morfeo lo retenía en Su Reino.

Los vampiros se arremolinaron en torno al cuerpo inerte cuando Blade fue alzado del suelo, y giraron alrededor en busca de un punto flaco. Los cubiertos argentinos y las dos cruces los repelieron insistentemente, de modo que tras unos minutos se rindieron y volaron detrás de sus compañeros, instados además por la llamada mental de su líder.

Y desde entonces yacía ahí, abandonado, con las brumas enturbiando cualquier posible pensamiento.

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Un aleteo por encima de su cabeza despertó finalmente a Blade, y su cerebro tradujo, lenta e intermitentemente al principio, la información que se imprimía en sus retinas. Estaba en la penumbra; agachado, de rodillas. Gruesas cadenas rodeaban su cuerpo y mantenían su cuello tenso, con la cabeza echada para atrás y la mandíbula antinaturalmente elevada. Las manos a la espalda y unidas a los tobillos, ascendiendo después por la cintura, apretando los riñones, hasta el pecho y los hombros. El frío inherente a su metálica superficie tenía la ventaja de aliviar la abrasiva y extrema sensibilidad de su lacerado cuerpo.

Cuando se movió, tratando de ampliar su campo de visión, las oyó chirriar contra el suelo de piedra.

Los aleteos continuaban.

Percibiendo algo de claridad al frente se esforzó por bajar la cabeza, entornando los ojos hasta hacerlos desaparecer casi por completo bajo los párpados inferiores. Y entonces vió una tenue luz bailante. Antorchas de fuego a cada lado, montadas sobre las líticas paredes.

Al fondo del pasillo que se extendía en sombras había una figura sentada sobre un sillón de piedra de desmedidas proporciones. Hizo un gesto casi imperceptible y los aleteos cesaron. Girando los ojos de nuevo en sus cuencas Blade observó un pequeño grupo de murciélagos saliendo de la sala; dejándoles solos.

La figura se levantó y se acercó paso a paso, con ceremonia, majestuosamente, arrastrando las largas piezas de tela negra que le cubrían.

Tres pasos más cerca la luz de las llamas incidió directamente sobre su cara, enmarcada por el largo pelo también negro.

Blade abrió la boca y los ojos parecieron salírsele de las órbitas.

No podía ser. Era imposible. Estaba muerta.

-Hola, hijo. Llevo más de treinta años esperando este momento, y por fin ha llegado. Ha llegado el momento de que asumas tu herencia.

Blade quedó petrificado. Totalmente insensible momentáneamente e incapaz de cualquier reacción activa.

Y entonces su madre se acercó y, por primera vez desde que había nacido, besó a su hijo.

Le besó en el cuello. Larga y deleitosamente.

El cuerpo de Blade estalló en agonía al pasar del ichor materno, y entonces los labios se separaron de la carótida dejando brillar a la luz de las brasas la sangre de su sangre.

El mundo volvió a distorsionarse a ojos del caza-vampiros. Los colores se fundieron y todo giró apocalípticamente en torno a un centro de gravedad invisible. Trató de soltarse las manos para ponerlas a cada lado de las sienes, en un vano intento por mitigar las explosiones de dolor que le hacían palpitar el cerebro, pero las cadenas estaban firmemente sujetas. Aulló como un lobo, dejándose la garganta en un grito que salió raudo de sus cuerdas vocales al no encontrar obstáculo alguno dada la posición a que las sujeciones forzaban su laringe. La agonía estallaba cruelmente en cada fibra de su ser; en cada molécula, en cada átomo. La mismísima estructura de su ADN parecía desintegrarse al paso del verde líquido maldito.

Cuando el primer acceso de sufrimiento hubo pasado, Blade dispuso de unos segundos para pensar antes del siguiente: aquello no podía deberse al ichor; era inmune a él debido, precisamente, a que su madre había dado a luz mientras un vampiro la mordía. Y allí estaba ella para confirmarlo.

El siguiente ataque no se dejó esperar. Arqueó la espalda ante el raudal de penuria que le acosaba, y otro grito brotó expelido de su boca.

Ahora no sólo la imagen estaba contaminada, sino también los sonidos. Se oían reverberantes, con ecos, aumentando y disminuyendo de volumen como si la distancia desde la que eran emitidos cambiase con lumínica velocidad en intervalos desordenados.

Pero a pesar de ello podía entender lo que sus oídos captaban.

Su madre estaba hablando.

La vampiresa, viendo cómo su único hijo se retorcía grotescamente pero totalmente ajena a cualquier sentimiento empático por ello, abrió la boca para hablar, mostrando su sello de asquerosa inmortalidad.

-Supongo que ahora mismo te estarás preguntando el por qué de este dolor tan intenso- adivinó acertadamente-. Soy inmune, pensarás. El ichor no puede afectarme...Y seguro que tampoco entiendes cómo es posible que aún esté...viva- añadió con un tono malévolo mientras pasaba la lengua por sus lascivos labios para aprovechar todo el líquido escarlata-.

Blade siguió revolviéndose como un animal hasta que el segundo torrente disminuyó de intensidad, permitiéndole otros pocos segundos para usar su raciocinio: su madre había dado a luz mientras él nacía, y también al mismo tiempo en que un vampiro la mordía, por lo cual siempre había resultado inmune a la mordedura vampírica. Su sangre contenía parte de las enzimas del ichor, transmitidas en el momento del parto, pero no las suficientes como para haberlo transformado. Habían bastado, eso sí, para legarle una pequeña debilidad ocular para con el sol (razón por la cual le era necesario usar aquellas gafas estrambóticas que siempre lo habían caracterizado), además de haber aumentado en pequeña proporción el tamaño de sus caninos. Pero una vez nacido su madre había muerto. Había muerto antes de que el ichor pudiese hacerle efecto. No podía haber "resucitado". Era imposible.

Lo que veía era imposible.

Y sin embargo la tenía en frente.

Su madre continuó hablando.

-Bien, cariño, déjame que te lo explique. Al menos te debo eso, como madre- dijo con una tétrica sonrisa que dejaba al descubierto sus dientecillos filados-. Piensas que fallecí el mismo día en que tú, irónicamente, viste por primera vez la luz del sol. Siempre lo has creído así, pero te equivocas en cierto modo. Comprenderás todo esto cuando te diga el nombre de mi amo y señor, el padre de tu "hermano": Deacon Frost.

En medio de su Infierno particular Blade comprendió a que se refería. Proyectó su mente hacia atrás con toda la concentración que pudo, y recordó...

Recordó...

Deacon Frost, el asesino de su madre. Deacon Frost, el vampiro. Aquél que había mordido, también, a su amigo Hannibal King. Pero había pasado tanto tiempo...Jamás se había planteado la posibilidad de que...Jamás...

Recordó...

Recordó aquél día, hacía ya años, en que Drácula le había matado; clavándole una estaca en el corazón. Por supuesto que era aquello. Nunca se le había ocurrido, pero ahora no cabía duda alguna. Deacon Frost no era un vampiro cualquiera. Su maldición no había sido transmitida por una mordedura, sino en un laboratorio. En 1863 era simplemente un hombre con delirios de grandeza; un químico obsesionado con la prolongación de la vida. Extrajo la sangre de un vampiro muerto y la trató con varios compuestos de fabricación propia, creando un suero. Como médico de un pequeño pueblo de Alemania tenía acceso a los cadáveres del hospital, y un día decidió probar su invento con una mujer que había muerto horas antes; pero días después de la operación se presentó el novio de la víctima y se enzarzó en una pelea con Frost al descubrir lo que había hecho. En medio de la refriega la aguja con el suero se clavó accidentalmente en su creador, y lo transformó en algo muy semejante al tradicional vampiro. Sólo había unas ligeras diferencias, algunas capacidades suplementarias. Y entre ellas se encontraba el hecho de que, cada vez que Deacon mordía a un humano, creaba un doble de su presa. Hacía años Blade había tenido que enfrentarse, junto a Hannibal, a su propio doble. Cuando sus cuerpos entraron en contacto, se fundieron, y luego el mismísimo Drácula lo había matado. Tras su entierro, King buscó a un exorcista y desenterró el cuerpo de Blade, haciendo que este separase de nuevo al original del doble en dos entidades físicas separadas, como habían sido en un principio. Finalmente mataron al Blade vampírico y persiguieron a Frost para hacer lo mismo con él. Y lo hicieron. Pero volvió, como siempre ocurría con los de su clase. De modo que tenía que ser eso. Su madre había mencionado a su "hermano", "hijo" de Deacon. No podía significar otra cosa. Jamás en toda su vida se le había pasado aquél pensamiento por la cabeza: también de su madre se había creado un doble vampírico cando Frost la mordió el día de su nacimiento.

-Sí- continuó su madre al ver la comprensión brillar en los ojos de su hijo-. Exacto, pequeño. Al menos ya has resuelto una de tus dudas. Respecto a la otra...

-¿Por qué...por qué ahora...?- pregunto Blade apretando la mandíbula, intentando extender el monólogo de su madre para ganar tiempo. Sabía que lo que ahora iba a explicarle era la razón de aquel dolor aparentemente debido a la mordedura, y realmente le interesaba, pero uno de los eslabones parecía algo más débil y estaba tratando de hacerlo ceder, para lo cual iba a necesitar un rato largo-.

-Tienes razón. Eso también es importante- admitió la madre, complacida por la pregunta-. Llevaba muchos años al lado del amo, observando cómo crecía su poder. Era su pupila. Y él estaba encaminado a convertirse en el vampiro más poderoso desde los días de Drácula. Pero entonces tú lo mataste poco después de su glorioso renacimiento. Era casi un dios, y lo mataste como habías hecho en el pasado. De modo que yo continué donde él lo había dejado. Tomé su manto. Actué como me había enseñado, con calma, pensando cada paso y manteniéndome en las sombras de forma que nadie pudiese descubrir mis planes hasta el mismísimo momento en que los llevase a cabo. Todo iba en el buen camino. Pero hace un mes, hijo, resucitó alguien a quien los dos odiamos: Drácula.

Blade sintió un profundo padecimiento añadirse a su pecho -si es que tal grado de dolor es posible- al oír aquello. Llevaba un tiempo con el temor de que Drácula resucitase. En un principio había creído, incluso, que era la mente detrás de todo lo que estaba sucediendo aquí en Alaska.

-¿Sorprendido? No deberías. Tenía que ocurrir, tarde o temprano. Sucedió hace un mes. Mis fuentes han sido inequívocas, como siempre, y también discretas. Tal vez te interese saber que, junto a él, han escapado del Infierno tus tres amigos: el detective que fue mordido por mi amo, la muchacha, y el descendiente del propio Drácula. Al parecer un viejo conocido de ciertos rituales arcanos usó la sangre de una mujer para abrir la puerta del infierno vampírico. Cuando esto sucedió, Drácula y tus tres compañeros se vieron arrastrados por un remolino de atracción que nacía de la muchacha sacrificada.

DIBUJO 1, POR YES DIBUJO 2, POR YES DIBUJO 3, POR YES

Blade abrió los ojos desorbitadamente. No podía creer aquello. Rachel, Drake y ... No, no era posible.

Antes de darle tiempo a seguir martirizándose con aquello, su madre continuó.

-Pero el amo llevaba ya tiempo preparándose para esa eventualidad, pues Drácula, a parte de Varnae, era el único que podía desafiar su ascendencia al trono. Sin embargo murió antes de poder ejecutar sus planes, y ahora soy yo la que los materializa. Esa es la razón de que haya venido aquí. Y esa, pequeño, es una de las razones de que haya tenido tanto empeño en encontrarte. Siempre has sido una de las peores némesis de Drácula, pero nunca has podido hacerle frente debidamente por tu condición humana. Ahora las cosas cambiarán, y lucharás a mi lado. La otra razón es más personal- añadió mientras le acariciaba la barbilla con dos dedos-. Toda madre quiere tener cerca a su hijo.

Blade gritó con más fuerza que nunca. La agonía parecía aumentar por momentos.

-Oh, cariño, perdona que me olvidase de eso. Te iba a explicar el por qué de este dolor. Verás, hijo, no eres tan inmune al dolor como creías. Nos une un vínculo muy especial. No sólo adquiriste parte del vampirismo mientras mi original te daba a luz, sino que además yo no soy un vampiro convencional. Soy producto, en primer término, de la fórmula de mi amo, y en segundo de su efecto de "clonación".Todas esas cosas juntas hacen que reacciones de forma algo especial a mi mordedura. Como puedes comprobar, después de ella no has muerto. Pero tampoco se puede decir que no te halla afectado, ¿verdad?- dijo con aquella omnipresente sonrisilla asquerosa-. Pero no morirás. No te hará falta. La transformación tendrá lugar mientras tus funciones de ser vivo aún tienen lugar. Por eso resulta tan doloroso. Tu organismo está cambiando al mismo tiempo que tu humanidad se mantiene. El vampirismo está librando una batalla, extinguiendo tus funciones humanas e intercambiándolas por las suyas. La sangre se ve invadida por el ichor, y también tus músculos. Tus centros nerviosos del dolor mueren. Todo ello te está provocando este padecimiento. Y lo mejor de todo es que no podrás resistirte a mis órdenes una vez la transformación se haya completado, debido al vínculo que se creó con tu especial nacimiento.

Blade ya había aflojado el eslabón durante varios minutos, y el arranque de furia que ahora le embargó hizo el resto. La rabia que sentía ante las últimas revelaciones lo llenaron de adrenalina, la cual contrarrestó momentáneamente la debilidad. Desplegó los brazos, cada cual hacia su lado, y la cadena reventó por la parte central, enredada aún a sus muñecas, tobillos y cuello, pero soltándolo de la argolla que lo mantenía pegado a la columna. Se levantó rugiendo al tiempo que las cadenas, desenredándose, tintineaban contra el suelo. Blade se abalanzó sobre la mesa donde habían dejado todo su arsenal. Agarró los cuchillos y luego le lanzó en dirección a su madre. Durante una décima de segundo se mantuvo en el aire, tras el salto, y cuando las puntas afiladas estaban a punto de rozar los oscuros ropajes, estos se volatilizaron. Una niebla blanquecina se escurrió por debajo y tomó forma detrás de un Blade derrotado, caído en el suelo y de nuevo a merced de los efectos de aquel ichor envenenado.

A cuatro patas se encontraba cuando su madre se le acercó y le propinó una patada en los riñones. El caza vampiros se retorció y se hizo un ovillo. Pegó la cara contra el suelo y cerró los ojos, concentrándose en rechazar la inconsciencia. Sin embargo, antes de darse cuenta, estaba nuevamente encadenado.

-Será mejor que no te resistas. No te diré que esto me esté doliendo a mi más que a ti, porque, obviamente, es mentira- le espetó riendo estruendosamente-. Pero te aseguro que cuanta más resistencia ofrezca tu organismo, más doloroso te resultará, y al final ocurrirá lo mismo. De modo que tú decides.

Blade bajó la barbilla, realizando un esfuerzo que ahora le era sobrehumano, y escupió en la cara de su madre-.

Esta se secó el escupitajo, realizando el ademán con calma, y de improviso le cruzó la cara con el reverso de la mano.

-Tendrás que aprende algunos modales. Sigo siendo tu madre. Veamos si un mordisco adicional acelera el proceso...

Y tirando del pelo para atrás clavó sus dientes justo debajo de dónde había mordido antes. Luego se separó y observó los ojos de Blade, entornándose hasta volverse blancos. El sudor le recorría la frente en perladas gotas frías. Decidió morder una vez más, esta vez en el centro de la garganta. Los dientes de su hijo comenzaron a castañear, sus miembros temblaban cada vez más rápido. Finalmente sobrevino un ataque, y Blade arqueó la espalda hasta que la cabeza golpeó la columna. La lengua se le quedó fláccida dentro de la boca. Su madre no quería ahogarlo, de modo que le soltó las cadenas y lo dejó caer de lado para mayor seguridad. No había temor alguno de que se escapase o tratase de atacarla. Ahora ya no. De modo que decidió divertirse un poco más y salió de la sala, cerrando la enorme puerta detrás de sí.

Al cabo volvió, llevando una plancha de casi dos metros de largo debajo del brazo. Blade aún estaba tirado en el suelo, en posición supina. Ella apoyó la plancha contra una pared, revelando la cara anterior: un espejo. Luego agarró a Blade de un brazo y lo arrastró hasta él.

DIBUJO 4, POR BENI

-Esto es para que compruebes tu lenta transformación. Tu reflejo irá desapareciendo, poco a poco, hasta que ya no quede nada. Seguramente aún te queden unas cuantas horas, de modo que aprovecha para ver tu cara. Nunca más podrás hacerlo.

A continuación salió de la sala por segunda vez y lo dejó sólo.

Sólo con su reflejo.

Y el reflejo, a su vez, también le abandonaba.

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Pasó casi media hora antes de que Blade encontrase las fuerzas necesarias para levantar la cabeza y mirar el espejo, viendo cómo se cumplía, lenta y agónicamente, la promesa de su madre. La imagen reflejada era cada vez más tenue, como vista a través de una gasa. Ya podía entrever, incluso, las paredes que tenía detrás. Abrió la boca y comprobó un notable crecimiento de sus colmillos. Los notaba atravesando las encías a medida que se alargaban. Tuvo muy claro que aquél era, sin duda, el capítulo final. Tenía que suceder, antes o después. Por lo menos había sido el último en caer, pensó al acordarse del renacimiento de sus tres amigos.

Le producía, sin embargo, de forma inevitable, un profundo dolor el saber aquello en lo que se convertiría. Fragmentos de su vida acudieron a su mente en flashes de luz: las amigas de su madre, cuidando de él después de que Deaconla hubiese matado; el viejo y ex drogadicto Jamal Affari, que le había enseñado todo lo que sabía del Jazz y los Vampiros, como él había hecho recientemente con Brian.

Brian... ¿qué sería de él?...

Recordó también, de nuevo, su muerte a manos de Drácula; y la batalla contra su doble y contra Frost...

DIBUJO 5, POR FERNANDO

El alma le abrasaba por dentro. Y la agonía del cuerpo se sumaba a ello.

No pudo aguantar más. Las tinieblas se arremolinaron en torno suyo.

Y la cabeza le cayó al suelo con un golpe sordo. La inconsciencia arremetió por enésima vez.

Cuando despertase ya no sería él.

Y el espejo...El espejo mostraría una sala vacía.

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El frío reanimó a Brian, mordiéndole cruelmente la piel. Abrió los ojos lenta y dolorosamente, pues la sangre seca le mantenía los párpados pegados. Se recostó y trató de enfocar la mirada. Vió la puerta, o más bien la ausencia de ella, y rápidamente dedujo lo que había sucedido. Sin duda alguna se lo habían llevado, pero ¿seguía vivo? ¿ Y cómo era posible que le hubieran dejado a él atrás, sin hacerle nada?

Al darse cuenta del lugar en el que estaba sentado y ver los cubiertos que le rodeaban lo comprendió.

Le debía la vida a su compañero. Otra vez; pero ahora más que nunca. Y si quedaba la más mínima posibilidad de que pudiese devolverle el favor, lo haría.

Saltó del altar y cogió varios de los cuchillos plateados. Agarró un par de sábanas viejas que cubrían oxidados candelabros y se las enrolló en el cuerpo, practicando previamente unos agujeros para sacar los brazos. Aquello supliría su ropa destrozada, y no moriría de frío.

Salió a la nieve y vislumbró el viejo caserón a lo lejos. Cogió una fuerte bocanada de aire y, arma en mano, empezó a caminar.

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La decrépita mansión estaba tan silenciosa como la primera vez. Brian abrió el portón de la entrada y dejó que la gélida brisa limpiase un poco el ambiente cargado de vejez. Ahora más que nunca debía tener la atención puesta en los cinco sentidos. No podía permitir que nada le embotase.

Se dirigió a la chimenea y pulsó el mecanismo, abriendo el pasaje oculto. Avanzó hasta el lugar por donde Blade había escalado y se detuvo. Aquel era el único lugar en el que podía encontrarse, de modo que tendría que utilizar los...

Un ruido interrumpió sus pensamientos. Corrió a ocultarse tras la columna más alejada y contuvo el aliento. Asomando la cabeza unos centímetros observó cómo se abría la pared del fondo, aparentemente de tierra, como el resto, y con la entrada secreta tan perfectamente mimetizada que la primera vez ni siquiera se había percatado de su presencia.

Una mujer vestida con imponente capa negra salió por ella y se encaminó hacia la salida. Brian esperó unos segundos, temiendo ser descubierto. Luego la puerta empezó a cerrarse pos si misma y decidió arriesgarse. De siete saltos cubrió la distancia y se deslizó por el resquicio antes de que la compuerta se sellase. Ante sus ojos se presentó un pasillo estrecho que cruzaba su dirección perpendicularmente. Optó por el de la derecha.

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La madre de Blade volvió a la sala al cabo del tiempo estimado y se encontró a su hijo tirado en frente del espejo, inmóvil. Sonrió complaciente al comprobar que no había ningún reflejo, salvo el de las paredes agrietadas y desnudas.

Se acercó y pasó las manos bajo los hombros de la legendaria figura mata-vampiros. Cuán irónico resultaba su final. Y cuán predecible, al mismo tiempo.

Lo arrastró sin esfuerzo hasta una sala contigua, amueblada tan sólo con dos ataúdes de madera, y lo posó dentro de uno de ellos. Colocó sus manos cruzadas sobre el pecho y acomodó su cabeza en el acolchado de terciopelo del interior. Ansiaba hablar con él ahora que la transformación se había completado, borrando todo lo relativo a su existencia anterior. Pero sabía que el cambio había resultado un proceso duro. Seguramente su hijo tardaría aún un rato largo en disfrutar de su primer amanecer nocturno.

Con cuidado cerró la tapa y contempló las dos cajas mortuorias, una junto a otra. Madre e hijo.

Sonrió satisfecha y luego salió. Recorrió el estrecho pasillo hasta llegar a la compuerta y accionó la palanca. Esta se abrió, desembocando en la sala grande de columnas de piedra. Giró a la izquierda en dirección a la salida de la chimenea. Pensaba sobrevolar la zona en su forma de vampiro para celebrar el maravilloso devenir de los acontecimientos.

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Quince minutos después de haber comenzado a investigar, Brian dio con una habitación en la que había algo más que telarañas colgando del techo. Dos ataúdes perfectamente alineados ocupaban la parte central de la pequeña sala. Se acercó al de la izquierda, alzando el cuchillo por encima de su cabeza, con el brazo flexionado y preparado. Lo abrió con celeridad y dio un paso atrás al mismo tiempo.

Estaba vacío.

Luego se acercó al otro y repitió la operación, pero esta vez, lejos de alejarse, quedó petrificado. Las señales eran elocuentes. Con mano temblorosa separó los labios y observó aterrado la longitud de los dientes. Abrió los párpados y vió ese inconfundible brillo en ellos.

No cabía duda: habían infectado a Blade.

Se preguntó cómo era posible que aquello hubiese ocurrido. Significaba que había estado en la iglesia durante al menos tres días. Pero le parecía tan poco probable...

Sin embargo no perdió un instante en buscar otra explicación. Lo único que tenía en mente ahora eran ciertas palabras que Blade le había dicho poco después de conocerse: "Si un amigo tuyo es mordido por uno de ellos, no dudes ni un solo segundo, chico. Les estarás haciendo un favor. Les estarás salvando del Infierno. Tienes que tener esto muy claro, porque es lo que deberás hacer conmigo, y lo que yo haré por ti, si algún día sucede tal cosa"

Las lágrimas saltaron irremediablemente de sus ojos mientras volvía a levantar el cuchillo de plata, mirando atentamente el pecho de su amigo.

-Blade...lo siento...Sé...sé que esto es lo que quieres pero...perdón...de todas formas.

Cuando terminaba de decir estas palabras, Blade salía de su primer sueño vampírico.

Brian dudó por un segundo, pero Blade no se movió. En algún lugar muy, muy profundo sabía lo que estaba ocurriendo. De alguna misteriosa manera conservaba parte de su humanidad, a pesar de que esta menguaba a pasos de gigante para morir definitivamente dentro de poquísimo tiempo. La fuerza de voluntad de la que hacía gala era sorprendente.

No habló. Ni siquiera asintió con la cabeza. Pero Brian pudo leerlo en su mirada: "Debes hacerlo; y debes hacerlo pronto. No sé cuánto tiempo más podré resistir estos odiosos instintos"

Así que se acercó se nuevo y retomó la posición.

-Gracias por todo- dijo Brian con la voz desgarrada, las mejillas teñidas de lágrimas aunque cinceladas por una absoluta determinación-.

Y bajó el cuchillo tan rápido como pudo, clavándolo en su corazón. Una convulsión cruzó el semblante de Blade, y Brian fue dominado por una arcada al contemplarlo.

Sacó otro cuchillo del cinturón y lo giró entre las manos.

Aún quedaba algo por hacer.

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En el mismo momento en que su hijo despertó, su madre lo supo, gracias a aquél extraño vínculo que los unía. Vió, a través de sus ojos, lo que estaba a punto de suceder. Con un aleteo brusco cambió de sentido y voló vertiginosamente de vuelta al castillo.

Nada más aterrizar a través del tiro de la chimenea llamó mentalmente a todos sus súbditos. Cambió a su forma humana y corrió hasta la sala grande. Accionó la puerta y entró. Detrás de ella empezaban a reunirse los primeros de sus vasallos.

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Brian agarró el cuello de Blade y levantó su cabeza para dejarlo en posición. Cogió el cuchillo con las dos manos y lo alzó de nuevo por encima de su cabeza. Antes de poder acabar oyó el ruido a su espalda.

La orden mental de ataque fue como una aguja al rojo vivo en el cerebro de los vampiros:

"Transformaos y matadle"

La mujer vió a Brian bajando el cuchillo en dirección al cuello de su hijo, y en ese momento los murciélagos, acatando su orden, se arremolinaron formando una compacta nube negra que cubrió su cuerpo, -como antes habían hecho con el propio Blade- impidiéndole ver el desenlace de aquél movimiento.

Los vampiros le mordieron con sus colmillos y le arrancaron la piel con sus garras. Dos de ellos se ocuparon de los ojos. A pesar del ensordecedor sonido de los aleteos, ella pudo oír los gritos del joven, aunque estos no duraron mucho. Cuando hubieron acabado se alzaron y volaron en círculos por el techo. Por debajo no quedaba más que una masa informe de color rojo

-Marchaos ya- dijo ella-.

Y en cuanto el último de ellos hubo desaparecido, se acercó al ataúd de su hijo.

Un grito de furia desgarró el propio tejido del espacio-tiempo, y al instante una tormenta se desató en el cielo, extendiéndose por todo el Polo hasta la altura de los Grandes Lagos.

Se dio la vuelta y miró con furia la mancha roja que tenía a los pies.

El odioso cachorro lo había conseguido.

Girándose de nuevo, echó una última mirada al cuerpo degollado de su hijo.

Cegada por la rabia se transformó en un ser mitad lobo, mitad vampiro, y alzó el vuelo, contando mentalmente las víctimas humanas que habría esa noche. Llamó a su legiones para que la siguiesen.

"Hoy es un día de venganza, hijos míos"- les dijo-. "Alcanzaremos el centenar"

Los vampiros se marcharon por la ventana, y la sala quedó sumida en el silencio.

En un silencio sepulcral.

Sólo se oía la sangre de Blade, ahora verde, cayendo desde su cuello hasta estrellarse contra el suelo.

Tip, tip, tip...

La de Brian se deslizaba, haciendo crecer el diámetro de la mancha.

Al cabo de unos segundos el círculo rojo se extendió tanto que la sangre de Blade cayó directamente sobre él.

La sangre de los dos caza-vampiros se mezclaba.

Se hacía una, fundida e indistinguible si no fuese por la diferencia de color.

DIBUJO 6, POR VANESA

Por un momento pareció que un brillo plateado se desprendía de su superficie líquida. Un brillo mágico y misterioso. Un aliento inmaterial

Pero en la muerte no hay brillo alguno.

Ni tampoco esencias ocultas.

 
 
 
 

Sólo oscuridad

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EL TUGURIO DEL SOHO LONDINENSE

Dirigid vuestras cartas a: movidamuyjarta@hotmail.com

Poniendo en el asunto: el tugurio del Soho Londinense.

Hola a todos de nuevo. Y, esto por vez primera, también adiós.

Bueno, miento; es sólo un hasta luego. Sí, como habréis adivinado estoy hablando de dejar la serie. Al menos he podido terminar el arco argumental, cerrando casi todos los cabos ( y digo "casi" porque la única forma de cerrarlos todos sería haciendo desaparecer el universo Marvel, lo que conllevaría a su vez borrar el Universo Marveltópico; y seguro que Carlos no me lo permite, ni tampoco el resto de guionistas y dibujantes)

Pero, como decía, solo es un hasta luego.

Me explico: por multiplicidad de razones he visto que no dispondré del tiempo necesario para mantener la serie con una cadencia regular. Hasta ahora he sacado un número cada tres meses, cumpliendo como un reloj; y aunque podría seguir escribiendo Blade recortando un par de números anuales, prefiero hacerlo así.

Sin embargo, aún me quedan cosas por contar, y para nada dejaré estancadas las situaciones que he creado, ni a los personajes que hay en ella. Los mantendré vivos a través de la serie de Drácula, escrita por Mux, haciendo de coguionista en algunos números y, si todo va bien, escribiendo también alguno que sirva en cierta forma de epílogo a la historia que aquí finaliza.

Hablando de la cual...¿Os ha gustado? Sé que el matar a un personaje (en este caso a dos, tanto Blade como Brian) crea siempre mucha polémica. Y el resucitar a otros también (la madre de Blade) La razón del resurgimiento de esta última no ha tenido como única función la sorpresa y el aumento de relevancia de la trama, sino que también ha sido un modo de suplir un agujero negro en la historia del personaje. Lo único que se ha sabido de ella desde su primera mención es lo que ella misma repite en este número: mientras daba a luz a su hijo un vampiro le mordió, y ella murió segundos después de que nuestro Blade viese la luz por primera vez.

Cuando comencé a escribir la serie busqué como loco información acerca de lo que le había ocurrido desde entonces. Me dije: si fue mordida por un vampiro, seguro que a algún guionista se le ha ocurrido traerla de vuelta y enfrentarla contra su hijo; sería algo épico. Pero me di cuenta (con gran alegría, aunque también con un profundo asombro) de que no había sido así. De modo que esta saga, tras descubrir aquello, nació sola.

En cuanto a la muerte de Blade... Bueno, tengo que confesaros una cosa: al principio no tenía muy claro cómo de definitiva sería su muerte. Como pequeño obsequio de despedida os dejo aquí debajo el primer final que escribí para este número, que queda ahora como una mera curiosidad. Habrá aquellos a los que les guste más que el que he elegido finalmente; siempre ocurre.

La razón de que lo mate es que no veo qué otra cosa podría suceder. Lleva muchos años peleando, y creí que ya era hora de dar un pequeño giro a la leyenda. Me he preocupado de que las causas y efectos de esta muerte encajen de la mejor manera posible (la conexión entre madre e hijo debida al peculiar nacimiento de este, el factor del suero creado por Frost...) para presentarse como algo lógico e inevitable, destinado a ocurrir desde un primer momento. Esto puede deberse a mi visión algo determinista de la vida. No es que crea en el destino, pero sí que todo lo que ocurre en el Universo, al estar regido por leyes físicas concretas, sería predecible en caso de tener la inteligencia y el instrumental necesario, de forma que a partir de una situación inicial podría predecirse un futuro lejano, con la seguridad de que ese futuro será el único que ocurrirá a pesar de los muchos posibles (dejando de lado las paradojas de cambiar el futuro al conocerlo, la ubicuidad cuántica y el principio de indeterminismo de Heisenberg, pues no es el momento ni el lugar de ponerse a debatir este tipo de cosas)

También he tratado de mantener la continuidad incluyendo alusiones a los números de Drácula que ya han sido escritos por Mux, no solo por mantener la coherencia sino también por aquello de que, en cierto modo, esta serie se funde y tiene su continuación en ella.

Creo que eso es todo. Ha sido un correo largo, espero no haberos aburrido.

Simplemente una cosa más; un poco de autobombo y publicidad personal: en Semana Santa saldrá el primer número de una nueva serie en Marveltopia, Sandman. Debido a esa falta de tiempo me tomaré la serie como una sucesión de números cerrados, con principio y fin, si bien es obvio que en ocasiones habrá menciones que enlacen unas historias con otras, reforzando su pertenencia a una misma unidad.

Eso es todo... por el momento.

¡Hasta pronto!

Excelsior!

Anexo 1: final alternativo. Quinto número. Blade.

(...)

La bandada de murciélagos reventó la puerta y arremetió, formando una nube compacta, contra el cuerpo de Brian. Este cayó al suelo, soltando el cuchillo por la fuerza del impacto. Los murciélagos le mordieron con sus colmillos por todas partes. Dos de ellos se ocuparon de los ojos. Cuando la nube negra se alzó a revolotear por el techo, terminado su trabajo, en el suelo no quedaba más que una informe masa roja. Otra orden mental les obligó a marcharse.

La mujer, una vez sola, avanzó hasta la mancha que había quedado en el suelo.

-La muerte pocas veces es como en las novelas, joven- habló mirando para abajo, a pesar de la falta de sentido que esto tenía-. En el mundo real las personas mueren sin previo aviso, en el momento más inoportuno. Sin tiempo a reaccionar o a decir sus ultimas palabras. Sin tiempo siquiera, en ocasiones, a pensar en qué les está matando.

Acabado su monólogo de locura dio otros dos pasos, ensuciándose los pies de rojo, y posó la mano sobre el cuello de su hijo.

-Por fin ha llegado el día. Por fin has asumido tu herencia.

Se me olvidaba una cosa: por fin puedo desvelaros el título de esta saga.

REUNIÓN FAMILIAR A MEDIANOCHE

DIBUJO 7, POR VANESA
 
 
   
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