CABALLERO LUNA VOL. 3 #71
Epílogo
Guión: Alex García
PORTADA: El Caballero Luna, vigilando la ciudad desde una cornisa
El Bar de Gena era un local bastante reducido, con una clientela igualmente
reducida. Gena lo prefería así, puesto que daba menos trabajo y casi todos
los clientes eran habituales, con lo que no corría riesgo de cerrar el
negocio. Siempre y cuando los clientes no fuesen como Crawley, claro.
-¿25 centavos por una bolsita nueva de té? De verdad, Gena, a veces te
excedes con este pobre indigente -protestó el vagabundo.
-Tú sigue protestando y cumpliré mi amenaza de no darte tazas de agua
caliente para que la reutilices, Crawley.
-Ah, lo que tiene que soportar el proletario -contestó, mientras con una
mano sacaba una moneda del bolsillo y con la otra espantaba una de las
innumerables moscas que se arremolinaban en torno a su sombrero.
La puerta se abrió y Marc Spector, en su identidad de Jake Lockley, entró
por ella.
-Días, Lockley -saludó Gena.
-Días, Gena. Ponme unos huevos con beicon y una taza de ese café tan negro
que tú haces, ¿Vale?¿Qué tal va todo , Crawley?
-Fatal, Jake. Gena acaba de perpetrar una gran estafa a mi persona con esta
bolsita de té nueva.
-Bueno, Crawley, algún día tenías que cambiarla. ¿Cuánto tiempo llevabas
usándola?
-Solo tres meses, Jake...
Gena sirvió a Marc el plato que había pedido, el cual tenía un aspecto
realmente apetitoso.
-Y dime, ¿Qué tal Ricky y Ray?
-Haciendo de las suyas, como siempre -respondió la camarera en tono
enfadado-. Ya les he pillado saltándose clases al menos cuatro veces en lo
que va de mes. Te lo advierto, Lockley -enarbolaba amenazadoramente un
cuchillo de cocina-, están castigados y así seguirán. Ni se te ocurra
siquiera intentar convencerme para que les deje echarte una mano.
-Calma, Gena, calma -replicó Marc intentando sonreír. Cosa difícil puesto
que casi se atragantó con un trozo de beicon-. Hoy no necesito a los chicos.
He venido a hablar con Crawley.
-¿Qué puedo hacer por ti, Jake?
-Bueno, Crawley, me preguntaba si sabrías algo sobre el atraco de hace un
par de días a la joyería Rosenfeld's...
-Podría saber algo, amigo mío. A mi amigo Rupert, el prestamista, intentaron
venderle el otro día varias joyas que coincidían con la descripción de las
robadas. Si quieres puedo hablar con él para que me diga todo lo que pueda
de esos caballeros.
-Genial, Crawley, avísame cuando sepas algo -dejó un billete de 20 dólares
para pagar la comida y la propina, y sacó otro de 20 que dio a Crawley-.
Toma, para que compres una caja entera de bolsitas de té.
-Genial, Jake, muy agradecido - dijo mientras Marc se iba -.Gena, sé tan
amable de servirme una tacita de agua hervida, por favor.
Marc sonrió al oír los gritos e improperios de Gena aún desde la acera de
enfrente del local.
Marlene Alraune estaba sentada en un sofá de la mansión Spector, leyendo
tranquilamente el periódico. Tras los acontecimientos de los últimos meses,
sentía un placer indescriptible en poder relajarse con algo tan simple como
un periódico y una taza de café.
-Discúlpeme por interrumpirla, Srta. Alraune, pero creo que querrá recibir a
los recién llegados -dijo Samuels, el mayordomo, sonriendo. Acto seguido
irrumpieron en el salón Frenchie y Chloe. Marlene saltó del sofá para
abrazar a ambos.
-¡Ya era hora! Creíamos que os íbais a quedar a vivir en la Riviera toda la
vida.
-Bueno, si fuese por Chloe nos habríamos quedado a vivir allí... pero no sé
si hubiésemos salido de la cama algún día.
-¡Jean Paul! -exclamó su compañera, cuyo rostro se había sonrojado, mientras
le propinaba un fuerte codazo en las costillas-, si tanto te molesta la cama
no te preocupes, que hoy no dormirás en ella.
Frenchie adoptó esa mirada de cordero degollado que tan bien le había
servido con anteriores conquistas, pero la firme mirada que le dirigió Chloe
le dio a entender claramente que sólo tenía dos opciones: dormir en el sofá
o en el suelo....
-¡Ay de mí! -gimió, en un gesto excesivamente teatral- ¿Qué daño he causado
a la humanidad para ser tratado de esta manera, sólo equiparable a la de un
perro miserable?
Marlene ya no podía aguantar más y estalló en carcajadas; Chloe, muy a su
pesar, acabó riendo también.
-Eso, encima os reís de mí -suspiró Frenchie-. En fin, iré a vaciar las
maletas, si mi ama y señora me deja. A propósito, ¿Dónde está Marc?
-Ha salido de patrulla. No creo que tarde mucho en llegar.
-En ese caso le esperaré despierto -miró al sofá en el que iba a pasar la
noche y torció el gesto en una mueca-; no creo que ese infernal mueble me
deje pegar ojo.
Había sido fácil encontrar a los ladrones gracias a los contactos de
Crawley; Marc los localizó en un motel de mala muerte. Eran tres jóvenes,
probablemente rondando los 25.
Resuelto a resolver el caso cuanto antes, saltó desde la azotea desde la que
los estaba vigilando y asió los pliegues de su capa, utilizándola a modo de
planeador para llegar hasta la ventana de la habitación, atravesándola. El
estruendo y la lluvia de cristales hicieron saltar a los ladrones de sus
asientos, quedándose atónitos al ver la imponente figura del Caballero Luna
ante ellos.
-Podemos hacer esto por las buenas o como siempre -anunció.
Los tres sacaron sus armas, sonriendo. Marc suspiró.
-Siempre lo mismo. Claro que si fueseis inteligentes seríais algo más que
unos miserables rateros.
Varios dardos en forma de media luna impactaron en los brazos y manos de los
delincuentes, que soltaron sus armas debido al dolor. Marc había quitado los
lanzadores de dardos de sus muñecas, entre otras cosas debido al fallo de la
última vez1; no estaba dispuesto a permitir que le volviesen a fallar en
una situación de vida o muerte, así que ahora volvía a arrojar sus dardos
con sus propias manos.
-No deberíais ir por ahí con armas cargadas, colegas -dijo-, podrían haceros
daño.
Los tres se abalanzaron sobre él; el Caballero Luna golpeó con un fuerte
puñetazo el estómago del primero, rematando acto seguido con un potente
rodillazo en la cara, que sonó como un disparo. Uno de sus compañeros agarró
al Caballero por el brazo, lo cual facilitó las cosas para Marc, puesto que
sólo tuvo que agarrar él también a su enemigo y girar sobre sí mismo,
lanzándolo contra su compañero que aún estaba en pie.
Marc miró la pintoresca escena que formaban los tres, inconscientes unos
encima de otros, y sonrió; tras dejarlos bien atados y dejar las pruebas del
delito bien a la vista realizó una rápida llamada a la policía y salió por
la ventana. Si todo en la vida fuese tan sencillo como esos chorizos de
segunda...
Cuando Marc entró en la mansión Spector se alarmó al oír ruidos procedentes
del salón; sonrió aliviado al ver que sólo se trataba de Frenchie, que no
dejaba de dar vueltas en el sofá, intentando inútilmente encontrar una
postura cómoda para poder dormir.
-A que lo adivino. Te has pasado de listo con Chloe, ¿verdad? -rió Marc.
-No te burles de mí -replicó Frenchie, malhumorado y somnoliento mientras se
incorporaba y se frotaba su dolorida nuca-. Sacre bleu, este armatoste debe
de ser de fabricación china: sólo ellos son tan diestros con las torturas.
¿Qué te cuentas Marc? ¿Algún caso importante?
-No, lo de siempre; maleantes de poca monta. ¿Qué tal en la Riviera?
-preguntó Marc mientras se quitaba la máscara.
-Bastante bien, la verdad, pero la verdad echaba esto de menos. Seguro que
tú también me echabas de menos, mon ami; ya sé que no puedes arreglártelas
sin mí -Marc se limitó a sonreír en reconocimiento de las palabras de su
amigo-. Y hablando de arreglártelas, ¿Has decidido ya lo que vas a hacer con
tus múltiples identidades?
Marc se tomó un tiempo para responder; caminó hacia la ventana y se quedó
ahí, contemplando la luna creciente.
-Sí -dijo al fin-; Marc Spector se queda, Steven Grant se va. Oficialmente
Grant estará de viaje por Europa, y sólo utilizaré su identidad si tengo que
hacer algo en lo que no quiero involucrar a Spector. Lockley se queda, por
supuesto: los contactos que me proporciona esa identidad son muy valiosos,
demasiados para dejarlos pasar.
-Bueno, parece que tienes el tema de tus identidades perfectamente
controlado, Marc.
-Eso parece -murmuró Marc-. Ahora, si me disculpas, es hora de que este
Caballero visite a su dama.
-Afortunado tú que te lo permite -se lamentó el francés-. Algo me dice que
mis cervicales van a tener que amoldarse a este sofá durante mucho tiempo...
Riendo, Marc subió las escaleras que llevaban a la habitación que compartía
con Marlene. "Al fin las cosas empiezan a ir bien", pensó. "Y si todo esto
es una ilusión... sólo espero no despertar nunca"
Fin.
1.- En el número anterior.
LUNABASE
Bueno, pues hasta aquí he llegado. Este es mi último número del Caballero
Luna (a menos que nadie lo coja en muuucho tiempo). No se debe a ningún
problema con los editores (Peter me pidió que lo dijese, juas juas), sino a
que ya he hecho todo lo que quería hacer y no se me ocurre nada más, y
prefiero dejarlo aquí que hacer historias chorras sólo para rellenar. Nos
vemos, gente.
Para cualquier cosa escribid a alexmola@hotmail.com.