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Tandy Bowen y Tyrone Johnson eran dos chicos sin rumbo que habían huido de casa, pero el destino trazaría el camino de ambos. Un grupo de traficantes los sometió a una droga experimental que les dio sus poderes: a Tyrone lo envolvió en la oscuridad y Tandy recibió el don de la luz, con sus poderes, prometieron proteger a la gente de las drogas y se convirtieron en los vigilantes conocidos como... ¡Capa y Puñal!
 
Capa y Puñal

CAPA Y PUÑAL VOL. 4 #13
Jugando con fuego I
Guión: Narutaki

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Capa se estira con expresión turbia en la camilla y el científico teclea durante apenas unos segundos en su ordenador. Entonces el gran aparato comienza a emitir sonidos tanto mecánicos como electrónicos hasta que la plataforma donde está tumbado Tyrone se mueve hacia dentro de un tunel. Una vez ahí se ve cegado por placas de luz que se encienden y se apagan sin cesar. Tras un minuto aguantando esto, la camilla sale de nuevo fuera de la máquina.

Sacudiendo levemente la cabeza y con los ojos achinados el héroe profiere unas palabras que muestran cierto desagrado.

- ¿Doctor, de verdad esta máquina va a ayudar en algo? –seco.

- Tyrone, te has sometido a esto voluntariamente, déjame trabajar. Estoy haciendo lo que considero mejor, ¿okey?

Un leve gruñido que puede ser tomado como un asentimiento precede a una nueva sesión de cegadoras placas luminosas. Esta vez se mantienen encendidas. Él nota como su cuerpo reacciona.

- Puede que esto te duela un poco –girando una ruedecilla de la máquina.

La luz se intensifica cada vez más y el doctor no tiene por más que tapar sus ojos ante lo insoportable de la situación. Entonces Capa comienza a gritar crudamente, la máquina parece estar sufriendo un cortocircuito, y la Capa de Tyrone absorbe toda la luz.

El sofisticado aparato humea estropeado.

Sale por su propio pie sacudiendo la mano para quitar el humo que bailotea delante de su cara. Algo enfadado puede ver al doctor, resignado por otra parte.

- Lo siento –a desgana.

- Tranquilo, Capa, es un riesgo que corría.

- ¿Hemos acabado ya?

- Por hoy sí, pero vuelve mañana, quiero hacerte unos análisis más tradicionales. Quizá así pueda tener las cosas más claras.

Encogiendo la barbilla confirma que asistirá a la cita.

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Vestida con un gracioso uniforme, la bella Tandy se acerca al pequeño micrófono junto a su caja registradora para decir.

- Una doble con queso y una hiperburguer sin pepinillo. Dos de patatas grandes y una de aritos de cebolla.

Luego mira al cliente y sonríe.

- Estará en un momentito. Gracias.

Entonces se da garbo para llegar hasta una ventana que comunica con la cocina del local donde le dejan apoyada una bandeja sobre la cual hay dos pequeñas cajitas de plástico, agujereadas, blancas, forradas de servilletas aceitosas por dentro y que contienen bastantes patatas fritas. Las lleva al mostrador y junto a las raciones citadas coloca un bote de ketchup.

- Ahora salen las hamburguesas –sin perder la sonrisa encantadora.

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Está apoyado en la barra de un bar bebiendo cerveza tranquilamente. De botella verde y nombre germánico. Coge la botella de tercio de litro y da el último trago; la deja sobre el metal de forma seca.

- ¿Cuánto te debo Jeff?

- ¿4 verdes, no? Son 5 dólares.

Busca en su chaqueta tejana y saca un billete que deja doblado sobre la barra. Cuando se va a ir escucha que el propietario del bar lo llama.

- Un momento, Quinn.

Se gira.

- ¿Falta dinero? Ahí te he dejado los cinco pavos...

- No, no es eso –hace un gesto con los ojos.

Entonces el amante de Tandy camina hacia un rincón del local donde hay una mesa vacia sin nadie alrededor y el camarero se sienta con él. Mira a la gente que tiene en la tasca y comienza a hablar bastante bajo.

- ¿Aún sigues en activo?

El irlandés se frota levemente la barbilla. Sopesa varias posibilidades y contesta aquello que es mejor contestar en tales casos.

- Depende de para qué...

- Hay un nuevo gallo en el corral. Un italiano. Por lo visto quiere echar de la Cocina del Infierno a todos los peces gordos, y no va a reparar en gastos.

- No creo que me interese.

- Escúchame, Quinn –como excitado-. Son 3000 dólares por muerte y 6000 por cada barón de la Cocina.

- Joder... –sin poder reternelo.

- Sabía que te iba a interesar –sonriendo.

- Que va, Jeff. Gracias por el ofrecimiento, pero ya paso de eso.

- ¡No seas escrupuloso! Si no te los cargas tú, lo va a hacer otro. Además, sería una gran forma de retirarte, ¿eh, leprechaun?

- He dicho que no... –con más dudas que firmeza.

- Bueno, bueno, tu sabrás. Si cambias de opinión pronto, igual aún te necesitan.

Va a levantarse cuando otra idea, todavía mejor nace en su cabeza.

- ¿Dónde puedo encontrar al italiano éste?

El viejo tabernero ríe.

- Puedes encontrarlo todos los martes por la noche en el restaurante El Langostino de Bronce, a un par de calles de aquí. Sabrás quien es porque va con un séquito de mínimo diez machacas. Su nombre es Giovanni Croac. Si te contrata dile que vas de mi parte, así igual me cae algún pavo...

- Perfecto.

- Nos vemos entonces. Que vaya bien Quinn.

- ¡A cuidarse! –poniéndose en pie.

Y sale tranquilamente de la taberna.

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Espera sentado en un banco. Ella y su jefe salen del Happy Burger y éste echa la persiana. Entonces se despiden y ella echa a andar. La sigue sin que se percate, tratando de asustarla pisando firmemente.

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Cobijado por la oscuridad que ofrece la noche, su capa ondea mecida por el viento, y revolotea con siniestro algarabío. Capa frunce el ceño contemplando como Quinn sigue a su imposible Puñal que camina algo nerviosa ya que no sabe que es su amado irlandés quien la persigue tratando de darle un divertido susto.

Niega con la cabeza, lentamente y chasquea la lengua.

- Lo hago por ti... Por quien sino. Y viviré en fracaso toda mi vida. Maldita autocompasión.

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El siguiente día transcurre con normalidad, pero he que cae de nuevo la noche sobre la agitada ciudad, y del color de la nada se muestra el cielo, sin estrellas. Tan oscura como el corazón de algunos hombres.

El restaurante es de extremada esquisitez, así como gustan los caballeros italianos. Las paredes en un color que sugiere el calor del hogar y el fuego, la decoración en madera transmite humanidad, quizá, porque los comensales carecen de ella, ese lugar les gusta, pues les aproxima a lo que no conocen, o a lo que han olvidado.

En una ancha mesa, llena de platos, algunos todavía no han sido probados, vemos comiendo unos ravioli a un hombre elegante, sin pelo alguno en la cabeza, un elegante bigote presidiendo su cara y poseedor de una nariz sayón y escriba.

A su diestra y a su siniestra dos atractivas mujeres de interminables piernas que le atienden cualquier petición. Más alejados, todos sus esbirros varones.

El camarero que para sí tiene, conduce a Quinn ante el mafioso.

- Señor Croac, este desconocido pide audiencia con su persona...

- Necio, ahora no puedo rechazarla y se enfriará toda esta comida. Debería haberme comunicado discretamente la presencia de este hombrecillo antes de traerlo a mi mesa... –mueca de asco.

Quinn lo mira, evitando sus ojos de serpiente.

- Acércate, muchacho –haciendo un gesto con la mano algo exagerado.

Camina con paso quedo hasta ponerse ante él.

- Me dijo Jeff, el tabernero que busca... Trabajadores –riendo suavemente.

Se quita la servilleta que tenía puesta, limpia el contorno de sus labios, da un trago de agua y hace un gesto para que la pelirroja deje sitio a Quinn.

- Siéntate, tenemos que hablar, chico.

Al cruzarse con él, la sensual mujer le sonríe lascivamente, ante lo que Quinn no puede evitar sentir reacciones en su cuerpo. Debilidades masculinas. Toma asiento, y la otra señorita de compañía le sirve una copa de vino, que precavidamente no prueba.

- Mi nombre es Quinn el irlandés, y el resto de información, será más objetiva si la percibe de bocas que no sean las mías. Pregunte por la zona.

- Me gusta tu estilo Quinn el irlandés. Estás contratado

Y con gesto de sorpresa toma la mano que le ofrece el capo mafioso sonriendo ampliamente.

- Empiezas mañana, asesino.

Esas palabras suenan demasiado duras, no lo hubieran sonado hace unos meses. Ahora sí. Un asesino... ¿Realmente había dejado de serlo? ¿Y cuando le había importado cuantos hombres había matado?

“Me hago viejo” piensa.

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Se escucha un terrorífico grito de dolor y sufrimiento. La sangre de su víctima le salpica, y parece excitarle. Más macabro que nunca un resentido depredador asesina a quien debe asesinar. El Escorpión arrebata la vida de John Iulianno, cabeza visible de la Familia Cassano, aparentemente quien controla el monopolio del tráfico de estupefacientes en Nueva York. Una vez sin vida, lo deja caer en el suelo como quien tira la basura y tranquilamente sacude sus manos desapareciendo del lugar sin excesiva prisa.

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- Capa, esto puede que descontrole tus poderes en los próximos días. La reacción que este compuesto provoque en ti, me resulta ciertamente impredecible pero de cualquier modo puede ser la cura. ¿Lo tienes claro?

- Sí... Si.

Capa muestra uno de sus musculosos brazos morenos. El doctor se aproxima con una jeringuilla que contiene el suero que debe introducir en el circuito sanguíneo de su especial paciente.

- Puede que pierdas tus poderes temporalmente para que luego se estabilicen, o puede que se magnifiquen de sobremanera.

- Es un riesgo que estoy dispuesto a correr. Pincha y deja de hacer preguntas –serio.

- Tú mandas.

Y así es. La aguja se hunde en un instante en la piel oscura de Tyrone que apreta los dientes cuando nota como el líquido le quema en su interior.

- ¿Duele?

- No.

Al sacar la jeringuilla una gota de sangre se desliza por la extremidad superior derecha del héroe de ascendencia africana, y en su camino del rojo pasa a tener un color de tan saturado, cercano al negro.

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Tercer día desde que comenzásemos a narrar lo acontecido en la ciudad desde que Capa fuese por primera vez a visitarse en confidencialidad con su amigo el doctor Teruel.

En un muelle del puerto se pueden ver las primeras luces del día. Varios de los secuaces de Croac, entre ellos su nueva adquisición, esperan recibir cierta mercancía. Intenta ganarse la confianza de uno de ellos que parece el más charlatán.

- No creas, los Lakers están demasiado flojos...

- A mi el basket nunca me ha llamado demasiado, pero como la primera vez que vine a los magníficos USA –sarcástico- acabé en el Square Garden, pues les tengo cariño a los Knicks.

- Bah, desde que perdiesen la final con los Spurs no han hecho nunca nada.

Comienzan a bajar cajas del barco algunos marineros.

- Oye –más bajo- ¿qué es lo que nos traen?

- Un suero.

Quinn esboza un gesto de incompresión.

- Es una especie de droga que se ve que hace algo raro a los genes y te convierten en un bicho raro.

- Que cosas...

- Si. Hace tiempo que los Cassano experimentaban con ello, lo probaban con críos, y resulta que algunos se hacían poderosos, así del palo de los Vengadores y esas cosas. Los mataron a casi todos para que no se descubriera. Y ahora nuestro jefe controla el producto.

- Vaya chorrada... ¿Para que sirve eso? ¿Niños héroes?

- O super-criminales.

- Los hay por decenas que se venden a bajo precio.

- Si les das esas dotes a los de tu confianza es mejor.

- Pues también es verdad...

El irlandés guiña un ojo. Pero en su interior se avivan unas llamas. Hace ya tiempo que conoce como Puñal, y también Capa consiguiesen sus poderes.

Y el sol nace plenamente trayendo bajo el brazo un nuevo día. La silueta, de espaldas de Quinn se antoja señorial. No se mueve, ni su compañero situado a su diestra. Frente a ellos el gran, gran océano.

CONTINUARA

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LUCES Y SOMBRAS

Saludos a todos.

Empiezo mi aportación en esta serie, en la que tuve interés en trabajar desde que conocí la posibilidad de que quedase libre. El listón considero que está alto, ya que Iván llevó a cabo un buen trabajo con la colección, de cualquier modo espero que os guste esta nueva etapa.

También tengo preparadas algunas sorpresas, que llevaré a cabo si el tiempo que me quede por estas páginas me lo permite, algunas más y otras menos evidentes.

En fin. Espero las primeras críticas con bastantes ganas.

Un saludo.

 
 
   
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