CAPITAN AMERICA #460
Los viejos, buenos tiempos
Guión:
Luis Capote
PORTADA: Sharon Carter hace un gesto a la audiencia de silencio, llevándose un dedo a los labios. Vestida de negro, lleva en la otra mano un bote de pintura en spray con el cual ha escrito debajo del logo de la serie no puede salir a jugar.
Sharon Carter se encontraba desayunando en una cafetería a pocas manzanas de
la mansión de los Vengadores. Mientras esperaba que le trajeran un poco más
de café, mataba el tiempo con un ordenador portátil donde consultaba la
información que Steve había conseguido recabar. Steve... el Capitán
América... No importaba cuanto tiempo hubiera pasado, ni lo mucho que ella
hubiera cambiado. Siempre sería Steve. Apartó aquel molesto pensamiento y se
concentró en uno de los archivos, el que contenía el currículo del agente
DePaul. Graduado con honores, meticuloso, reglamentista y según sus tutores
en la academia, dotado de un profundo sentido del deber y del patriotismo.
Ahora estaba muerto, ya que se había suicidado cuando St... el Capitán
América había descubierto su implicación en el asunto del tráfico de armas a
una de las zonas más conflictivas del sureste asiático, aquella donde ella
misma había permanecido abandonada por la organización. Sharon pensó en los
paralelismos existentes entre ella y el fallecido DePaul. Él había preferido
sacrificar su vida antes que revelar al emisor de las órdenes y ella estaba
a punto de alojarse en una de las celdas de máxima seguridad de SHIELD.
¿Esto era lo que hacía la agencia con sus operativos? ¿Los utilizaba y luego
los eliminaba? Tampoco debía resultar tan sorprendente, pensó, ya que tal
era el sistema que habían usado todos los organismos de información y
contrainformación secreta. Pese a sus prometedores comienzos, SHIELD no era
una excepción. Mientras los caracteres bailaban en la pantalla del
ordenador, Sharon se maldijo nuevamente por verse inducida a investigar los
asuntos sucios de la agencia, cuando aún no tenía claro lo que querían de
ella. Furia estaba muerto, o al menos eso decían y Val, la Condesa, había
sido sumamente hostil. Quizá al aceptar el encargo de Ste... el Cap... de
él, se había dejado pintar una diana en la espalda pero no, no era tan
simple. Aquello enlazaba directamente con el calvario que había tenido que
pasar, abandonada tras las líneas enemigas, dada por muerta en una misión
previa. Aunque no se lo hubieran pedido, habría removido cielo y tierra para
saber la verdad.
Una camarera le trajo por el fin el café, momento en el que aprovechó para
abrir otro de los archivos, un informe redactado por el Teniente Stone, de
Código: Azul. El Capitán le había indicado que era un hombre de confianza y
si bien su departamento carecía de competencias en el caso que les ocupaba,
contaba con la autorización para acceder a cierto número de datos que
normalmente estaban vedados a los demás cuerpos de seguridad. No era SHIELD,
y al apurar la taza, Sharon pensó que era mucho mejor así. Según se indicaba
allí, el tráfico de armas se había disfrazado de lucha libertaria, según la
cual, un grupúsculo revolucionario hacía llegar el material incautado a
cierto número de guerrillas revolucionarias de la zona. Con ese fin,
empleaban las redes de contrabando utilizadas tradicionalmente por los bajos
fondos, lo que explicaba la presencia de un hampón como Lápida. El único
miembro detenido de entre los revolucionarios, el difunto Allan Wright,
decía actuar según unos ideales, pero para Stone no era más que un pobre
diablo al que le había tocado la china de hacer de chivo expiatorio. Si
creía realmente en aquel cuento de la franja roja o conocía que no era más
que otra cortina de humo, ya difícilmente se sabría. Sharon tuvo lástima de
aquel desgraciado, que se parecía a tantos y tantos soñadores que acababan
tiñendo de sangre sus preciosos ideales. El parecido terminaba con las
armas, que eran modelos exclusivos de SHIELD y con la presencia de Lápida,
que no tenía más ideal que su propio beneficio. No. Definitivamente, Wright
era un simple peón, muy por debajo de DePaul. Ambos estaban muertos, de modo
que sólo quedaba Lápida. La antigua agente Carter sacó un móvil y marcó el
número del Teniente Stone.
Tres horas más tarde, Lápida recibía una visita en su nuevo alojamiento,
cortesía del Estado de Nueva York. Esposado de pies y manos, fue conducido a
una sala privada donde, a través del cristal blindado, pudo observar a su
visitante, que, sentada, hacía lo propio con él.
- Supongo que tú debes de ser Lápida ¿me equivoco?
- Vaya, vaya. No tengo por costumbre recibir visitas como tú, rubita -
respondió el aludido mientras se dejaba caer sobre el asiento.
- No lo dudo, grandullón. Por lo que tengo entendido, tu régimen de visitas
ha sido restringido por orden judicial. Sólo las de tu abogado.
- Sabes mucho, guapita, y algo me dice que vienes buscando saber algo más.
- Chico listo. Vengo a que me cuentes lo que sepas del cargamento de armas
que ibas a mandar al sudeste asiático.
- ¿Qué te hace pensar que voy a largar, piba? Los federales no han logrado
que suelte prenda, menos aún los macacos de Stone.
- Bueno, tú verás lo que te interesa, pero hoy por hoy, los otros dos
implicados están muertos. Eliminados.
- ¡Ah, ja ja ja! - la carcajada de Lápida dejó al descubierto su afilada
dentadura - ¿Y eso te extraña, guapa? Hablar es malo para el negocio y
cuanto más fuertes son las apuestas más perjudicial es irse de la lengua.
- Ambos salieron de escena en cuanto fueron capturados, risitas. ¿Qué te
hace pensar que no vas a ser el próximo?
- ¿Eso es todo lo que traes? - respondió el preso con una desagradable
sonrisa - Al contrario que esos dos de los que me hablas, yo estoy en el
negocio desde hace mucho tiempo. Conozco las reglas y los que entran en
tratos conmigo saben que nunca he hecho tratos para salvar el culo. No voy a
empezar ahora.
- Entonces, sabías de antemano que el movimiento clandestino de Wright era
una pantomima.
- Tú lo has dicho, rubia, pero yo no. Ese tipo era un perdedor nato al que
no fue difícil engañar. Cualquiera que hubiera escarbado un poco se habría
dado cuenta. Tú misma lo has hecho, pero sigues sin tener nada.
- Sabes quién está detrás de todo esto. Quizá tú mismo.
- Estás perdiendo la brújula, nena. Esa acusación no se sostendría ante un
tribunal. El abanderado me pilló con la mercancía, pero lo que quieren esos
endomingados es averiguar cómo llegó hasta mí. Voy a ser sincero contigo: no
tengo ni puta idea y francamente, no me interesa en lo más mínimo.
- ¿Quieres que me crea eso? ¿qué sabías que Wright no era quien daba las
órdenes y pese a ello aceptabas sus encargos?
- ¿Tanto cuesta entenderlo, piba? Wright pagaba en metálico y sus
instrucciones eran precisas. No necesitaba averiguar nada más. Además, si he
logrado salvar mi albino culo es porque no soy curioso. Vi las armas y sé de
dónde provenían. No tenía ningún sentido buscar las cosquillas a SHIELD.
- Ya veo - respondió Carter, tensándose levemente.
- Je. Veo que he tocado nervio. Una chorba de SHIELD. Debe joderos bastante
el saber que os están pispando cacharras de vuestro propio trastero ¿Eh?
Sharon no contestó. La agencia ya no era parte de su vida, así que no
albergaba sentimientos adversos ante aquel comentario, pero no podía
reprimir el deseo de asesinar a aquel tipo que se jactaba de mandar
toneladas de muerte a una zona ya de por sí convulsa. Deseaba sacarle más
información, a ser posible a golpes, pero se dio la vuelta y pulsó el
interruptor de aviso, para indicar que la entrevista había finalizado.
Lápida se puso en pie, dispuesto a saborear un poco más la situación.
- ¿Sabes por qué acepté trabajar con un pringado como Wright? Porque la idea
de utilizar vuestras preciosas armas para montar un buen conflicto me
parecía descojonante.
Carter abandonó la sala sin responder. No iba a darle esa satisfacción. Una
vez fuera de la prisión, contacto telefónicamente de nuevo con Stone,
- ¿Y bien, Carter? ¿Consiguió algo?
- De Lápida no, teniente. Es perro viejo y se sabe los trucos del negocio,
pero me ha ayudado a confirmar cosas que ya sabía. Él se encargaba de los
envíos. Wright le indicaba los puntos de destino y le pagaba. De cuenta de
DePaul iría el asunto de la detracción de las armas.
- Si la vida fuera simple, ya tendríamos el caso resuelto, Carter, pero me
da en la nariz que no es así.
- Me temo que no. Nada en el perfil de DePaul indica que fuera un traficante
de armas. Todo lo contrario, era un soldado que amaba a su país y era un
ferviente defensor de las reglas.
- Pues lo demostró de forma muy rara, señora. De todas maneras ¿qué puede
impulsar a un tipo tan estricto como él a romper las reglas que tanto amaba
respetar? Un soldado siempre ha de cumplir órdenes, pero a día de hoy puede
negarse si éstas son contrarias a la ley. DePaul era profundamente
ordenancista ¿y si un superior le ordenó que desviara las armas?
- ¿Y si ese superior le pidió que las desviara para ayudar a su país?
Cualquiera de las dos posibilidades resulta igualmente inquietante.
- DePaul me caía como una patada en el culo - respondió Stone, llevándose la
mano libre a la sien - pero no era de los que caerían en un truco tan burdo.
Él no era Wright. Si le dijeron eso, sin duda debieron demostrárselo de
alguna forma.
- Teniente Stone, eso es tanto como decir que en este asunto hay algo más
que un agente traidor.
En la misma Nueva York, un hombre de mediana edad y elegantemente trajeado
se hallaba en su no menos elegante escritor, al parecer bastante atareado.
El monitor de su ordenador reflejaba la recepción, a través de una cuenta
privada de correo electrónico una serie de fotos. Mientras las observaba,
hablaba a través de un móvil con quien se las acababa de enviar.
- Ya están aquí. Sí, sí, ya las veo. ¿Pudiste averiguar algo del contenido
de la conversación?
- El abogado de Lápida me informó de que la chica le había pedido más
información acerca del asunto, pero él se burló de ella. Le soltó cuatro
obviedades y se quedó tan ancho.
- Tipo listo, ese Lápida, aunque a primera vista no lo parezca - respondió
mientras observaba las distintas fotos y ampliaba el área del rostro- Voy a
pasar la cara de esta dama por las bases de datos. Quiero saber a qué nos
enfrentamos.
- Cuando creíamos que el abanderado había dejado de husmear en el asunto, va
y aparece una tía. Francamente, Jonathan, no creo que sea casualidad.
- Te preocupas demasiado por ese tipo, viejo amigo. Los "superhéroes" sólo
se preocupan por tipos tanto o más horteras que ellos. Y en todo caso, no
creo que el buen Capitán se atreviera a enfrentarse al gobierno de su propio
país.
- No estés tan seguro. Uno de los adjuntos de Gyrich en la Comisión me contó
que el tipo tuvo las narices de plantarlos en una ocasión. Me aseguró que
les había devuelto uniforme y escudo, antes que actuar bajo sus órdenes1.
- Sí, algo de eso oí. Intentaron sustituirle pero resultó un auténtico
fiasco. Llevo años intentando convencer a los burócratas de Washington para
que intenten zafarse de la nefasta influencia de ese fósil, pero no hay
manera de hacerles entrar en razón - dijo mientras contemplaba como la base
de datos empezaba a pasar rostros y fichas a toda velocidad - Si a mí me
dejaran... ¡Espera!
- ¿Qué sucede?
- Ya sé quién es la visitante. No te lo pierdas: CARTER, Sharon. Agente de
SHIELD con número de orden trece. Bonito número. Su ficha cuenta con
múltiples entradas a la de tu amigo el abanderado y tiene a una hermana
trabajando en la mansión de los Vengadores.
- ¡Maldición! Sabía que no podía ser casualidad...
- Calla. Aún falta lo mejor. Oficialmente, la chica está muerta. Su estatus
en la agencia ha sido consecuentemente revocado. Veo que el buen Capitán no
está completamente pez en estos menesteres del espionaje.
- ¿Qué piensas hacer?
- Voy a jugar a su propio juego, Mark. Ya que nos envía a una especie de
durmiente sin vínculos oficiales, vamos a devolverle la pelota.
Mientras tanto, en Suiza, otra conversación telefónica a larga distancia
tenía lugar.
- Guten tag, Herr Voz. Celebro verle. O escucharle.
- Yo también a usted, Herr Barón. Últimamente ha estado un poco perdido.
- Como decía Cervantes, no es de sabios poner todos los huevos en una sola
cesta, mein freund. Deduzco que todo va según el plan previsto.
- De momento todo parece ir sobre ruedas. Zola ha sido un tipo de lo más
influenciable y francamente, no me lo esperaba.
- Mi padre siempre dijo que el viejo Arnim estaba demasiado encantado de
conocerse a sí mismo y esos, amigo mío, son los más fáciles. ¿Está todo
listo para la segunda parte del plan?
- Sí. He transmitido las coordenadas al grupo de asalto. Borrarán el
castillo de la faz de la tierra, pero no antes de que la carga esté a buen
recaudo. ¿Qué hacemos con Zola?
- Psch... Francamente, me da igual que viva o muera. Si sobrevive, no es de
los vengativos y el conveniente incentivo me ayudaría a utilizarle otra vez.
Lo que no me interesa es que pueda duplicar el proceso de clonación.
- Se hará como ordene, Barón - respondió la Voz, cortando la comunicación.
- Sí, así se hará - musitó el Barón Zemo, apagando el celular - Francamente,
mi querido Johann Schmidt, espero que Satanás te haya reservado asientos de
primera fila para que veas cómo hago trizas tu legado. Voy a triunfar allá
donde tú siempre fracasaste2.
De vuelta en Nueva York, Sharon había encaminado sus pasos al piso que Steve
Rogers conservaba en la ciudad. Aunque recientemente se había mudado a la
mansión, el Capitán se negaba a cortar todos los lazos que le unían con la
comunidad de la que formaba parte. Nunca había renunciado a mantener una
identidad civil, pensó mientras abría la puerta del edificio y no había
podido reprimir una sonrisa al evocar la explicación que le dio: "debemos
vivir junto a la gente, crecer con ella". Más de un alto funcionario del
gobierno se habría horrorizado al saber que el Capitán América leía a Mao.
Podía parecer una contradicción, pero por propia experiencia sabía que no
había persona más consecuente que él.
Cuando entró en el apartamento, no pudo evitar sentir la misma sensación de
incomodidad que la primera vez. Volvió a mirar los retratos de Bernie y
Rachel y de nuevo a su pesar, sintió una punzada de celos. Sobre otro mueble
reposaba una foto suya. Él nunca la había olvidado, pero había rehecho su
vida ¿Podía culparle por ello? De repente, quiso echarlo todo a rodar y
abandonar la misión. No quería volver a saber nada de él, ni siquiera
profesionalmente. Desde su reencuentro no habían hecho otra cosa que
luchar... igual que la primera vez. Se sentó en el sofá y escondió la cara
entre las manos y deseó estar de vuelta en el sudeste asiático, donde todo
parecía más sencillo.
- ¿Y bien, Mr. Smith? ¿a qué debo el honor de la llamada?
- Negocios, amigo mío - respondió el aludido, que seguía en su despacho,
delante del ordenador, a la imagen que aparecía en su pantalla por
videoconferencia - Contigo siempre serán negocios.
- Para mí siempre es un placer - dijo el rostro de la pantalla con un leve
acento que revelaba su origen eslavo - Mi grupo siempre estará a su
disposición y a la de su gobierno.
- De eso no me cabe la menor duda - dijo Smith, sonriendo y escrutando a su
interlocutor. Llevaba varios años trabajando con él, pero siempre había
sentido cierta fascinación por aquel hombre, que parecía una versión moderna
de los míticos pistoleros del salvaje oeste, con su melena plateada y su
bien poblado bigote - Necesito que hagas un trabajo de limpieza. Algo
sencillo.
- ¿Necesita a todo el grupo?
- No. Es mejor que te encargues tú. Se trata de una agente libre que está
metiendo la nariz donde no debe. No nos interesa que cause demasiado
revuelo.
- Ah, un pistolero que no existe para una agente libre. Me gusta.
- Me alegro por ello. La tarifa será la de siempre, más una bonificación si
lo haces sin armar demasiado escándalo.
- No se preocupe, Mr. Smith - respondió con una amplia sonrisa, que lo
asemejaba a un lobo - Revólver Ocelot sigue siendo su hombre.
1.- En la mítica Saga del Capitán, culminada en el nº 350.
2.- Los que tengan interés en ver al Barón Helmut Zemo haciendo el cafre, pueden dirigir sus pasos -y ratones- a Iron Man.
BARRAS DE PAN Y SOPA DE ESTRELLAS
Ahora que el Capi se ha ido por los espacios intertemporales del Imperio de
Kang, Sharon se queda guardando el fuerte e investigando el asunto del
tráfico de armas. Supongo que más de uno y más de dos estarán más a gusto
sin ver al bandera en un par de números, así que disfruten, que tampoco
durará mucho. ¿o tal vez sí?