MarvelTopia
Marvel
 
 
PORTADA
El supersoldado, la leyenda viviente, el defensor del sueño de una nación, un hombre, el Capitán América.
 
Capitán América

CAPITAN AMERICA #461
Seis tiros
Guión: Luis Capote

-----

PORTADA: Revólver Ocelot, empuñando su arma con el cañón hacia arriba. Está de perfil en el lado izquierdo del tebeo. Su silueta se recorta contra el fondo negro en medio del cual y, casi pegado al lado derecho, aparece un círculo donde, al más puro estilo Byrne, puede verse el rostro de una confiada Sharon Carter.

-----

Sharon paseaba con aparente despreocupación por las calles de uno de los barrios más deprimidos de Nueva York. Sobre su ropa de trabajo, oscura y ajustada, había puesto un abrigo largo color beige en el que se arrebujaba, mientras sus ojos, escondidos tras unas gafas de sol, miraban sin ver. Absorta en sus pensamientos, seguía repasando los datos del caso en el que estaba metida. Con DePaul y Wright muertos y Lápida acogiéndose a la quinta enmienda, había concluido con Stone que debían tocar otros palos, de modo que en esos momentos estaba encaminando sus pasos a la última dirección conocida que había dejado Allan Wright. Hasta allí todo bien, si no fuera porque Wright vivía en el mismo barrio donde había crecido Steve Rogers, el Capitán América, su antiguo amante. Sólo ese detalle bastaba para ponerla de peor humor. Él le había contado la historia, una vez que había logrado reconstruirla y recordarla tal y como realmente era1, después de su reencuentro. ¿Por qué lo había hecho? ¿Para intentar demostrarle que tampoco él era el mismo? Cada vez estaba más ajena a lo que sucedía a su alrededor. Y hacía mal.

Si Sharon se hubiera percatado un poco más de lo que acontecía, habría identificado a la primera a un personaje que la seguía a unos veinte metros de distancia. En cualquier otro lugar, habría sido tan llamativo como un camión de bomberos. Alto y fornido, su melena y sus bigotes recordaban a las de los pistoleros del lejano oeste, y su atuendo sólo refrendaba aquella impresión: un pesado guardapolvo sobre un traje que sólo podía definirse como anticuado. Oculta y atada a su muslo derecho, la cartuchera de un colt del ejército de la Unión. En opinión de su dueño, la mejor arma que se haya fabricado. Seis balas, suficientes para enviar al otro barrio a cualquier enemigo. Aquel personaje pasaba casi desapercibido. Total, aquello era Nueva York, el hogar de los bichos raros: de arácnidos y mutantes... Aquel escapado del salvaje pasado del país sólo provocaba miradas furtivas a su paso. Su aspecto feroz causaba desazón entre los transeúntes, que no le dedicaban una segunda mirada. No se atrevían. Así pasaba siempre con Revólver Ocelot. Era un pistolero camino de su último duelo al sol. Avanzaba como si su objetivo no estuviera delante de él, a su propio ritmo. Después de todo, quien le encargó el trabajito sabía con precisión hacia donde se dirigía Carter.

Carter seguía repasando los datos de los que disponía: DePaul estaba muerto y Lápida no hablaría. Los matones que se encargaban del trabajo pesado no sabían nada útil. Sólo le quedaba la esperanza de que Wright hubiera dejado algún rastro tras de sí, y que el cerco que Stone había puesto sobre su vivienda no hubiera sido traspasado. Si no, se hallarían ante un nuevo callejón sin salida. Entró con paso firme en el destartalado edificio y empezó a subir las escaleras. Los agentes de Stone la habían identificado y no habían salido a su paso. Ocelot siguió de largo hasta la manzana siguiente, para luego dar un salto hasta la escalera de incendios de uno de los edificios y empezar a subirla a toda prisa.

Sharon abrió la puerta del apartamento y un par de cucarachas salieron a darle la bienvenida. El lugar olía a cerrado y a la suciedad reconcentrada de demasiado tiempo. La primera habitación era un salón de estar, mal amueblado por desvencijado tresillo, sobre el que dejó su abrigo, una mesa baja y un mueble de televisión repleto de libros. Una rápida mirada a los estantes y vio que la gran mayoría eran obras centradas en el pensamiento político. Una edición de El Capital, biografías de líderes del otro lado del telón de acero, de guerrilleros famosos... una foto de sus años en el ejército... Wright era un idealista desencantado que, descontento con lo que se le había vendido como bueno, decidió probar suerte con lo que durante mucho tiempo había sido etiquetado como perverso. Recordó un pasaje de un libro que Steve, siempre Steve, le regaló, ya que le había impresionado mucho. Se llamaba El mundo y sus demonios, y estaba escrito por Carl Sagan. El autor comentaba con qué facilidad los seres humanos no eran capaces de analizar la información con la necesaria distancia para ser objetivos, y tenían una tendencia preocupante a cambiar un icono por otro. El malvado de ayer era el mártir de hoy, y así sucesivamente. En su momento, le había hecho hasta gracia aquella afirmación que dejaba a la sociedad al nivel de unos infantes de guardería, que cambiaban un juguete por otro según sus preferencias del día. Wright era un ejemplo demasiado bueno de aquella tesis. Se aferraba a algo en lo que creer, pero nunca encontró nada que creyera realmente en él. En la parte baja del mueble había algunas gavetas que sacó. Panfletos de todo tipo, propaganda... el antiguo inquilino del piso había acumulado mucho papel en sus años de activista, pero nada relevante... hasta que los ojos de Carter se pararon en un desportillado atlas repleto de papeles amarillos. Lo abrió por la parte más abultada y vio que correspondía al sudeste asiático. Trazadas en lápiz, infinidad de rutas marítimas que confluían en Myanmar, Tailandia o Camboya. En los papeles amarillos, una retahíla de siglas y números que Sharon identificó como referencias a contenedores, cargueros y fechas.

La antigua agente dejó el atlas sobre la mesilla y cerró las manos, apoyando los labios en los pulgares. Resultaba demasiado fácil. Las rutas habían sido trazadas sobre un atlas escolar que estaba bien a la vista. ¿Cómo podía confiarse algo tan importante en una operación así a una persona tan descuidada? La respuesta le vino casi automáticamente. Al repasar mentalmente los pormenores de su descubrimiento, advirtió que en ningún caso se hablaba de armas. Sabía cuál era el periplo que recorrían esos barcos, pero nada más. Sólo una filtración en otro eslabón de la cadena había permitido llegar hasta Wright. Lápida se encargaba de las armas. Wright de las rutas. Ambos estaban fuera de SHIELD. DePaul estaba dentro y se había encargado de localizar al antiguo infante de marina, algo muy sencillo, si tienes acceso a las bases de datos militares. Ignoraba como lo había convencido para que participara, pero podía imaginarlo: Wright era un idealista frustrado. DePaul un espía, un hábil mentiroso que en nombre de su país mentía, mataba... y moría. Cuando aquel imbécil sacó un arma y puso en evidencia a Lápida, el agente de SHIELD actuó según las reglas del manual: cubre tu rastro. Envió a su peón a eliminar a la abogada de los Vengadores, que llevaría la acusación particular, sabiendo que, tanto si triunfaba como si fracasaba, sería capturado. Habría un culpable, pero DePaul había sobreestimado a Wright, que resultó no ser el mártir de la causa que él creía, y subestimado al Capitán América, que logró desenmascararle. En esa tesitura, un ordenancista convencido como aquel volvió a tirar del libro y se suicidó. Quizá, como habían supuesto en un principio, por el deshonor que supondría su detención y posterior proceso, pero Sharon volvió sobre sus pasos mentales y repitió nuevamente para sí: DePaul era un ordenancista. Si, como sospechaba Steve, se había embarcado en una operación como aquella, había sido siguiendo órdenes, las cuales apelaban a su sentido del deber y a su patriotismo. La ex Agente 13 no pudo dejar de pensar en su propia historia, ya que, como ella, DePaul había sido un peón dentro de un juego mayor. Le habían hecho lo mismo que él había hecho a Wright. Muy propio de las organizaciones de espías. El Capitán y la Condesa creían que había una red de traidores en SHIELD pero ¿y si aquello no fuera más que un procedimiento normal? En tal caso, la dirección que había ocupado el lugar del presuntamente fallecido Coronel Furia no era más que una especie de gobierno títere que no era consciente de su verdadera naturaleza, y consecuentemente, su enemigo era mucho más poderoso y temible de lo que había creído. La detención de uno de sus miembros y la muerte de otros dos no significaba mucho. Pronto podrían ser sustituidos por otros igualmente eficaces, pero no sin antes despachar a todos los curiosos. Sharon, se levantó, dispuesta a comunicar a Stone el resultado de sus pesquisas, pero cuando se volvió hacia la puerta, descubrió que había alguien más en la habitación, que la observaba en silencio con ojos crueles y una sonrisa en la boca. Era Revólver Ocelot.

Sharon no dijo nada y mantuvo la mirada a aquel inesperado visitante. Nunca le había visto antes, pero conocía su reputación, y no había muchos asesinos en la profesión que vistieran como Wyatt Earp. La mano derecha de él acarició su preciado revólver y la mujer leyó en sus ojos que estaba disfrutando con aquello. La mano derecha de ella voló hacia el abrigo donde ocultaba una pistola, pero Ocelot desenfundó y disparó a quemarropa los seis tiros del tambor de su arma, que atravesaron el abrigo e impactaron en el torso de Stone con tal fuerza que ésta cayó al suelo de espaldas y quedó cubierta por su larga prenda. El colt, aún humeante, volvió a su funda y, como queriendo confirmar que la misión estaba cumplida, su dueño empujó el cuerpo de la mujer con la bota, haciendo que girara sobre sí mismo.

-----

1.- El Capi conoció su verdadera historia en Capitán América nº 243.

-----

BARRAS DE PAN Y SOPA DE ESTRELLAS

Si en el número anterior era la antigua amante del Capi la que asumía su puesto en la investigación, al final de este mucho nos tememos que el abanderado tendrá que buscarse otro Doctor Watson, cuando vuelva de la finca de Kang... si es que vuelve, claro, ya que... pero esto no es Vengadores, así que no adelantaré nada más.

Pasando a las cartitas, José González considera que es un timo que el Capi no aparezca durante unos números, por aquello de estar metido de cabeza en lo de la Cronotormenta en Vengadores, pero no tenía ganas de hacer que la historia continuara por aquí y cortar el tema del tráfico de armas. Así que prepárate a ver a no ver al Capitoste por aquí durante un tiempo bastante largo. Sobre todo teniendo en cuenta con lo que pasará cuando los vengatas intenten enfrentarse a Kang y... ¡Ups! Mejor no digo nada, que luego todo se sabe antes de tiempo y ya he dicho que esto no es Vengadores. De los tres personajes que mencionas (el ninja cyborg, Psico-Mantis y Solid Snake) uno saldrá ¿cuál? Esa es otra historia. Y la veremos en el próximo número.

 
 
   
www.marvel.com
(1) All characters and the distinctive likenesses thereof are Trademarks of Marvel Characters, Inc. and are used with permission.
(2) Copyright © 2003 Marvel Characters, Inc. All Rights Reserved.