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Su familia murió por estar en el sitio equivocado en el momento equivocado. Lo ha perdido todo y no le queda más que la venganza. Ese día Frank Castle murió para convertirse en EL CASTIGADOR.
 
Castigador

CASTIGADOR VOL. 3 #35
Herencia Justiciera VI: Giant Size
Guión: Vicente de los Santos

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Entreabrió un ojo, sin saber exactamente donde se encontraba. Sentía como le zumbaba la cabeza de manera intermitente y por un momento llegó a pensar si sería eso lo que sentía Spiderman cada vez que le saltaba el sentido arácnido. Intentó moverse pero notó estaba atado a la cama. No tenía fuerzas para romperlas, o realmente eran lo suficientemente duras. No podía incorporar la cabeza para ver algo. Podía ver algo de reflejo en sus pies, por lo que seguramente si aquello tenía salida estaba en aquella dirección.

Resopló bajando nuevamente la cabeza. Lo último que recordaba era el accidente en el furgón blindado y la luz que lo cegó cuando sus captores abrieron la puerta. El resto era una incógnita por lo que decidió dejar de pensar en el presente y esperar al futuro. Cerró los ojos e intentó relajarse, no pudiendo evitar recordar el reguero de sangre y muerte que adornaban los últimos meses, el encuentro con los variopintos sobrenaturales que aparecieron en uno u otro bando. Viejos aliados y nuevos enemigos con un variopinto estilo de bizarrería o traición.

Quizás hubiera seguido pensando en todo eso, pero el sonido de una puerta acompañado de voces hizo que volviera a abrir los ojos para intentar averiguar que demonios pasaba. Se encendió una luz que le obligó rápidamente a cerrarlos, abriéndolos lentamente para acostumbrarse al cambio. En ese momento pudo ver a un hombre de unos cuarenta años, pelo canoso y gafas, que iba acompañado de una joven rubia. Ambos ataviados con batas de médico.

- Buenos días - dijo el hombre - ¿Cómo se encuentra Johnny Doe?

Frank no dijo nada. Intentó fijar la mirada en el nombre del supuesto doctor, descubriendo tanto el nombre de aquel individuo como el del hospital donde se hallaba. Aún sin decidir entre responder o mantener el silencio, la chica se acercó a el y con una linterna le examinó las pupilas. Frank de manera instintiva movió la cabeza bruscamente, asustando a la joven.

- ¡Tranquilo! - respondió el médico intentado calmar al paciente - ¡No vamos a hacerle daño!

- ¿Dónde estoy? ¿Qué es esto? - preguntó Frank sin paciencia evidente.

- Está usted en el Hospital de St.Paul. Llegó aquí inconsciente y sin recordar su identidad. Sufrió unos ataques sicóticos y por eso nos vimos obligados a atarle a la cama para evitar que sufriera daños.

Frank no respondió. Se quedó mirando al médico, pudiendo observar cierta mezcla de calma y miedo. Cosa que no pudo mantener la joven, que se había apartado de la cama considerablemente. Estaba más confuso que ambos, no sabía que hacer o que decir.

- Está bien - respondió Castle

- Mejor - dijo el médico reanudando la revisión - En principio no parece tener nada grave amigo, quizás con reposo y en un par de días pueda estar de nuevo en la calle.

- Gracias - respondió nuevamente Castle directamente.

El doctor miró a la joven, que pareció entender la mirada y se acercó con miedo al paciente para seguir el reconocimiento médico, que transcurrió sin problema alguno. Frank no pensaba en nada, simplemente intentaba que aquello acabara lo más pronto posible para salir de allí e intentar poner de nuevo las cosas en pie.

Tras acabar el reconocimiento el doctor tuvo otras palabras reconfortantes para Frank. La joven salió de la habitación, seguida de su acompañante que se detuvo en la puerta para dirigirse nuevamente a Frank.

- ¡Por cierto! - exclamó - En su corto delirio mencionó el nombre de María. ¿Es su esposa? ¿Podemos localizarla de alguna forma?

Frank no dijo nada. Apretó con rabia ambos puños, con la misma intensidad con la que apretaba los dientes. El médico mantuvo su posición en el quicio de la puerta, esperando una respuesta.

- No hace falta... - respondió Frank.

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Lejos de allí

La situación no era de lo más favorable para ninguno de los participantes. Jimbo y Carlson eran dos tipos que se habían conocido en los juzgados, en una de sus interminables visitas con esos abogaduchos de oficio para luchar por su libertad condicional. La amistad les llevó a una pequeña relación sentimental, reflejo quizás de los tiempos carcelarios, que acabó en un gran plan para hacerse millonarios y poderse ir a vivir a Europa. Los nervios les jugaron una mala pasada y el tiro a bocajarro que se llevó el desgraciado joyero empeoró las cosas. Talbot y Williamson eran dos policías que tenían turno en esa zona en ese momento. Esperaban no tener nada gordo para poder quedarse a ver la telenovela a la que, en secreto, se habían enganchado con su pequeño televisor portátil.

Talbot y Williamson llegaron, Jimbo fue abatido a tiros veinte minutos después, cinco minutos antes de que llegaran Richardson y Estévez; otros dos policías que acudieron a la llamada de refuerzos de sus compañeros. Carlson disparó con certeza a una mujer que desatendió la orden de las fuerzas de la ley de alejarse de la zona. La muerte se produjo diez minutos antes de que Talbot recibiera una bala en toda la frente.

Cinco minutos antes de que Estévez volviera a gritar por radio para pedir más refuerzos, Carlson salio corriendo por la parte trasera de la joyería, que al no contar con presencia alguna demostraba la falta de coordinación de la policía. Esperaba no encontrarse con Spiderman o Daredevil, y mientras corría dejando un rastro de anillos y pulseras, miraba al cielo en un intento de percatarse de un superhéroe, no contando con que el codo que le rompió dos dientes y la nariz pertenecería a un héroe enfrascado en kevlar...

Bourne apareció de las sombras apuntando a Carlson con una Desert Eagle. El ladrón estaba desarmado y totalmente aterrado, por lo que no despegó el culo del suelo. El hecho de ver aquel casco con el emblema del castigador le era más que suficiente para sabe que no debía moverse.

- ¿Quién te ha vendido las armas?

- Zubbiak... fue Zubbiak...

Un nombre familiar para el Castigador. Un antiguo militar de Europa del Este que se estaba forrando en los USA vendiendo armas, bajo una mascara muy trabajada centrada mayoritariamente en artículos de venta y puja en el Ebay. Un tipo muy difícil de rastrear, cuyas posibles pistas en los pequeños matones que compraban sus armas desaparecían al instante.

El siguiente paso era evidente, Bourne le quitó el seguro a la pistola y encañonó a Carlson.

- ¿Cómo contactaste con él?

- ¡No fui yo! ¡Fue Jimbo, el tenía el contacto! - exclamó en sollozos

- ¡¿Por qué demonios me pasa esto?! - exclamó Bourne ante la sorpresa del ladrón.

- ¿Qué?... - se atrevió a preguntar Carlson

En ese momento, de manera casi inconsciente, Bourne dejó que el dedo en el gatillo liberase la bala que acabaría al momento con la vida de Carlson. El Castigador bajo el arma contemplando el cadáver, sabiendo que lo había hecho mal, pero que aquel momento de furia se lo pedía. Sin embargo el problema radicaba en la presencia de los agentes Estévez y Richardson, que habían decidido un poco tarde el rodear la joyería. Armados ambos con sus pistolas reglamentarias no dudaron en apuntar al asesino vestido de kevlar.

Bourne apuntó a ambos, en una postura defensiva.

- ¡Tira el arma cabrón! - exclamó Richardson.

- ¡Tiralá maldito hijo de puta! - reclamó Estévez en español.

Ninguna de las dos peticiones sirvió para que el Castigador bajase el arma. Activo el láser en la frente de Estévez y permaneció en su puesto. Richardson se dio cuenta de todo, advirtiendo a su amigo.

- ¿Eres un asesino de polis? - preguntó Richardson - ¿El Castigador mata polis ahora?

- ... Largo... - respondió el vigilante.

Un disparo no esperado acertó de lleno en la pierna de Bourne. Este se dejó caer al suelo mientras abría fuego contra la zona de proyección del ataque. Estévez abrió fuego, siendo devuelto al instante por el vigilante, desde el suelo, y acabando con el poli. De entre unas cajas cayó sin vida también Williamson, autor del ataque sorpresa.

Bourne miró la herida. Nada grave, pero había matado a dos polis. El láser era un farol, podía aguantar hasta dos tiros en su traje de Kevlar, pero le habían dado y por ello había mandado a tomar por saco las estadísticas de aguante de su armadura.

Richardson se ocultó detrás de un contenedor. Bourne se arrastró hasta unas cloacas y descubriendo que el poli vivo no actuaba, guiado quizás por el miedo, se dirigió las ventanas de un sótano y tras romperlas se introdujo en él. Quitarse de en medio era lo más correcto, pero había matado a tipos inocentes que cumplían con su trabajo.

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Tres días después

Frank volvió a mirar la entrada del hospital antes de proseguir su camino. El médico estaba allí de pie, en la puerta, contemplándole junto a una o dos enfermeras. No le dio mucha importancia y se largó de allí.

¿Qué había pasado? Estaba encerrado en una cárcel para supervillanos, luego iba a ser trasladado estrellándose la furgoneta para acabar en un hospital público donde le dan carta blanca... no le gustaba como olía todo aquello, pero al menos estaba libre. No se sentía bien del todo, pero podía ser por todo lo que había pasado1.

En su camino se detuvo frente a un quiosco. Quería comprar un diario para ver la fecha y saber algo de lo que había estado pasando últimamente. Lo mismo Spiderman se había jubilado o Daredevil había muerto en un enfrentamiento con algún villano de turno. Sin embargo lo que vio en uno de esos tabloides le robó toda la atención. En primera plana aparecía un dibujo del nuevo castigador con su casco y un encabezamiento bastante llamativo Nuevos tiempos: Nuevos vigilantes.

Se buscó una moneda en el bolsillo, pero no tenía dinero. Tenía únicamente las llaves de uno de sus refugios. Estaba sin un pavo y bastante desconcertado... ¿qué coño podría hacer? Dejó el quiosco y siguió andando, centrado exclusivamente en aquel tipo que le había suplantado... sería alguno de los ineptos que intentaron tomar su puesto cuando lo de la torre de Kingpin2 o algo relacionado con el gordo mafioso.

Sus pensamientos se vieron abortados cuando una mujer rolliza empezó a gritar. Un tipejo le había tirado al suelo y salía corriendo con su bolso. La gente se apartó, temerosa de aquel ladronzuelo hasta que pasó junto a Frank. Éste le descargó un fuerte codazo que hizo que el tipo perdiera el equilibrio y cayera al suelo propinándose un buen golpe, algo bastante doloroso si no hubiera sido porque continuando con el movimiento, Frank dejó caer la rodilla para clavársela en el cuello y rompérselo.

Apenas tuvo tiempo de convulsionarse antes de morir. La gente se apartó aterrada mientras Frank recogía el bolso, mirando a la señora que estaba siendo ayudada por dos personas a levantarse. Se acercó a ella y le entregó el bolso, notando que aquella mujer tenía más miedo de él que del ladrón. Se escuchó un "que alguien llame a la policía" pero nadie hizo nada para evitar que Frank se marchara de la zona. Corrió hacía una entrada de metro y se perdió entre la muchedumbre.

Allí estaba, rodeado de gente que no conocía, pensando en lo que había hecho y en el nuevo castigador. Quizás era momento de buscar a Spiderman y preguntarle que descerebrado había cogido el testigo de su legado. Pensó en alguno de los Nuevos Guerreros... quizás Destructor Nocturno había decidido pasarse al bando de los malos... o incluso podría ser el tipejo ese con el que se pegó unas cuantas patadas en Gotham3

Sin embargo una conversación entre dos personas le atrajo toda su atención.

- Pagamos demasiados impuestos y parte de ellos van destinados a mantener a todos esos hijos de puta que viven en la cárcel. - discutía acaloradamente un hombre anciano de color mientras movía de un lado a otro su manoseado diario

- Pagan por sus pecados - respondió a tal afirmación el otro anciano que mantenía aquel extraño debate en el metro.

- ¡Una mierda! ¡Necesitan un tiro en la frente! Acabar con ellos y mostrar al resto de cabrones que andan a sus anchas por la calle lo que sucede con los que quieren ir de chulos. ¡Eso es lo que hace el Castigador!

- Ahí te equivocas - respondió con una sonrisa irónica - El nuevo castigador detiene a la gente, hasta ese loco vigilante puede recapacitar en sus actos.

- Seguro que han sido los Vengadores los que han quitado de en medio al original... ese no es el Castigador de siempre. ¿No ves que ahora lleva casco?

- Cosas de marketing - interrumpió un joven adolescente que permanecía atento a la conversación de ambos hombres mientras ojeaba un comic. - Seguramente ahora quieran sacar una gama de muñecos vigilantes y el tema del casco les da muchas opciones intercambiables.

Frank no era capaz de dar crédito a lo que estaba escuchando. Tenía un impostor que no mataba a los culpables, tenía gente a su favor, gente en contra y otros que pensaban que quizás el juego de cartas coleccionables del castigador sería todo un éxito... sin duda alguna tenía que llegar a su refugio, descansar e intentar volver a poner en orden su vida.

El metro se detuvo y Frank salió de nuevo a la superficie. Un barrio de clase media / baja donde nadie se preguntaría a quien tiene por vecino. Compró la casa a través de un intermediario con la colaboración de Microchip. Era la buena época por lo que apenas tuvo que usarla, limitándola a varios momentos de "busca donde curar tus heridas" y como almacén. Sin duda podría reabastecerse allí y encontrar un camastro donde cerrar los ojos por un tiempo.

Su sorpresa fue cuando contempló la entrada del bloque de edificios al cual se dirigía. Se extrañó al ver las desgastadas cintas policiales ondeando sobre las escaleras de entrada, pero siguió su camino. Abriendo la puerta una mujer se detuvo frente a la entrada mirándole.

- Han muerto todos - dijo - Fueron una banda de niñatos

Frank se volvió para ver a la inesperada portadora de noticias, pero ésta siguió su marcha. No le dio mucha importancia y entró en el edificio. Fue directo por las escaleras hasta el piso que tenía alquilado y entró. Pensó que quizás tendría que entrar armado, pero el subidón de adrenalina le confiaba al menos tumbar hasta a dos matones antes de que él sufriera algún daño.

Abrió de un sopetón y tras buscar cobertura en una esquina se asomó al pequeño salón. Algo le olía mal... el sofá estaba arreglado y preparado como cama con unas sabanas que no había visto jamás... había libros esparcidos por el suelo sobre como mantener las armas de fuego y restos de comida. Las armas estaban todas... no habían sido punkies o algo por el estilo... agarró una beretta y se ocultó tras una columna para ver si estaba o no estaba solo.

En ese momento salió Arisha del cuarto de baño, llevaba puesta una de las camisetas de kevlar y unos pantalones vaqueros desgastados. El pelo recogido en un moño y con el cepillo de dientes en la mano. Estaba en sus cosas, con la mente lejos de allí cuando se vio encañonada por Frank. El cepillo de dientes cayó al suelo y ella se quedó petrificada.

- ¿Qué demonios haces aquí? - preguntó Frank

- ¡Por dios no me mates! - sollozó Arisha - ¡Yo...!

Frank mantuvo el arma apuntando a la niña

- ¿Cuántos estáis?

- Solo yo... soy la hija de la casera... la mataron una banda... me escondí aquí... yo...

- Siéntate en el sofá - dijo Frank sin dejar de apuntarle - Siéntate y no te muevas

La chica obedeció al instante. Frank se acercó a echar un ojo al cuarto de baño para descubrir que la niña no mentía. Estaba sola. Se volvió a ella y la contempló. Realmente no la conocía porque no solía tratar con la gente del edificio, pero tampoco tenía pinta de ser una trampa de algún mafioso o una de sus Némesis...

- ¿Tienes dinero? - preguntó Frank

- Había algo de dinero... aquí - respondió ella - unos 100 pavos, me quedan 40... te los puedo dar y te puedes llevar las armas... yo...

- Este sitio es mío... no soy un vulgar ladrón - respondió Frank mirando por la ventana al exterior.

Aquellas palabras retumbaron en la joven. Hizo ademán de levantarse pero sabía que no era algo muy lógico... Apretó las manos contra las pantorrillas y tomó aire...

- ¿Eres el Castigador?

- Si - respondió toscamente - ¿Y tu quien eres?

- Soy Arisha... una banda de cabrones entraron en el edificio y mataron a todos... yo pude escapar...encontré tu refugio y me quedé en él... además maté a los de la banda que quedaban vivos...

Frank se quedó contemplando a la joven. ¿Cuántos años podía tener? ¿Ya había matado? Bárbara tendría ahora la edad de esa joven... ¿mataría también? El dolor de cabeza creció progresivamente acompañado de una leve fatiga que supo llevar. Guardó la pistola en la parte trasera de su pantalón y fue a beber algo de agua.

- ¿No tienes familia? - preguntó Frank - Puedes quedarte con el dinero y marcharte... no te vas a quedar aquí.

- No tengo donde ir - dijo ella - además creo que los amigos de la banda que maté me están buscando... no tengo donde ir...

- Aquí no te puedes quedar - dijo toscamente Frank mientras volvía a llenar el vaso

- Pero... ¡Puedo ayudarte! Se bastantes cosas de informática y puedo ser tus ojos en la calle...o no se... enséñame a disparar mejor... sin mi madre no tengo nada en la vida... no se que hacer y no quiero acabar muerta en un callejón, de sobredosis o a manos de algún tipo al que le guste demasiado...

Frank dejó pasar unos segundos antes de responder. Vio en los ojos de la joven la furia que pudo haber tenido él cuando murió su familia, pero no tan joven... eso era maldecir la vida...

- No suelo ir a lo "Batman y Robin" - respondió Frank - Lo mejor que haces es cambiar de ciudad e intentar una nueva vida. Te daré 500 y saldrás de la ciudad mañana mismo.

- Pero...

- Te puedes quedar aquí, pero no toques ni un arma. No hagas nada... volveré en un rato y te daré el dinero.

Arisha se quedó en sofá, atónita, contemplando como Frank salía de casa y como a los pocos segundos entraba de nuevo dirigiéndose a ella. Se asustó porque pensaba que quizás el Castigador había decidido matarla, pero en lugar de ello sacó la beretta y se la ofreció.

- Quédate con esta por si vienen esos tipos que quieren matarme. Y dime donde está mi Desert Eagle.

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Lejos de allí

Bourne permanecía semidesnudo, tirado sobre el sofá. No parecía estar allí, tan sólo sujetaba la botella de Whisky con fuerza, mirando fijamente una lisa y desnuda pared. Ni siquiera parpadeaba. Mantenía una mirada firme como si evitara recordar los rostros de los policías que había matado. Volvía a repetirse la historia... volvía a morir gente inocente... todo volvía a quedar fuera de control y no era lo que esperaba.

El comunicador, que descansaba encima de la mesa, volvió a sonar. Bourne lo ojeó por encima sin prestarle mucha atención. El zumbido se repetía una y otra vez pero no parecía hacer mella en la concentración del vigilante.

De una habitación salió una prostituta desnuda. Un sugerente cuerpo lleno de curvas que vendía al mejor postor y que por aquella noche había sido el consuelo de Bourne.

- ¿No vas a cogerlo papito? - Dijo ella mientras buscaba algo de ropa -Ya es la cuarta vez que suena, quizás sea importante.

- No me importa - contestó con una voz tosca y ronca - Son cosas de trabajo y no me apetece.

Ella se deslizó como una serpiente por el cuerpo de Bourne, dejándose caer por un lado del sofá. Se abrazó a él apretando su pecho contra el del hombre, y con una voz sensual comenzó nuevamente a realizar lo que mejor sabía hacer.

- Por doscientos más puedo hacerte olvidar tu trabajo por otro buen rato

- No me haces más falta - contestó quitándola de en medio y poniéndose en pie - Coge tus ropas de furcia y vete de este puto lugar.

El comunicador volvió a zumbar mientras la prostituta recogía sus cosas y se marchaba de allí. Bourne se acercó al aparato y tras conectarlo colocó el receptor sobre la oreja.

- Aquí Bourne. ¿Qué demonios pasa?

- Las cosas no funcionan así - contestó Bridge desde la otra línea - Teníamos un trato. Tienes un acuerdo con nosotros y no puedes jugar de esta manera con nuestros intereses.

- No quería matar a esos policías - Respondió Bourne entrecortado - Estaban en un mal lugar.

Se hizo el silencio por el otro lado. Bourne mantuvo esa calma esperando oír algo.

- No se de que policías me hablas - Respondió Bridge - Pero ya me contarás lo sucedido.

- ¿Qué pasa entonces?

- Frank Castle está libre, y está en la ciudad.

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