DAREDEVIL #362
¿Qué diablos eres tú?
Guión:
Bergil
Portada: Dibujada por Lee Weeks. Visto de frente, aparece Daredevil con su traje de costumbre, sentado en una silla de ruedas, mientras por detrás, a lo lejos, se ve a Daredevil (con el traje acorazado) que se columpia colgado del bastón.
Matt y Karen por fin dormían. Les había costado
Dios y ayuda conseguirlo, en parte por la tensión a la que se había
visto sometida Karen durante todo el día, sin saber dónde
ni cómo se encontraba Matt, y en parte por el shock que había
supuesto para este enterarse de que era posible que no volviera a caminar
(1).
Pero se habían tranquilizado el uno al otro, y ahora descansaban
en la cama que compartían en su apartamento de la Cocina del Infierno.
Pero el sueño de Matt no era todo lo tranquilo
que él desearía. Incesantemente, imágenes de héroes
y villanos junto a los que había luchado o contra los que se había
enfrentado atravesaban su mente: El Zancudo, Matador, Cuervo Negro, el
Capitán América, Veneno, Elektra, el Buitre, Kingpin, el
Doctor Muerte, los Cuatro Fantásticos, Nuke, Spiderman, la Viuda
Negra...
Súbitamente, todos desaparecieron, y una voz,
amable a pesar de lo áspero de su tono, llegó hasta Matt.
"¿Todavía no has aprendido a tranquilizarte,
Murdock? ¿A pesar de los años transcurridos?"
"¿Stick? ¿Eres tú?"
"¿Quién si no, Murdock?"
"¿Por qué dices que no he aprendido
a tranquilizarme, Stick?"
"Aún no has aprendido a sobrellevar las adversidades
de la vida con paciencia, Murdock. Es algo que nunca logré enseñarte".
"Pero..."
"Adiós, Murdock".
Matt alzó el tronco de la cama, bañado
en sudor. No podía decir si su antiguo maestro había estado
verdaderamente en la habitación o todo había sido un sueño.
Afortunadamente, Karen no había sentido nada. Matt volvió
a recostar su cabeza en la almohada y cerró los ojos...
Matt caminaba por la calle. Todo le parecía desusadamente
grande. Cuando pasó ante un escaparate, comprendió por qué:
era un adolescente. No es que todo fuera más grande, es que él
era más pequeño. Además ¡podía ver! Todavía
sin tiempo para asimilar este hecho, oyó el sonido de una bocina
y los gritos de la gente. Cuando se volvió para mirar a la calzada,
vio a un anciano que cruzaba trabajosamente por el paso de peatones, mientras
un camión que avanzaba a toda velocidad se dirigía hacia
él. Matt obligó a sus piernas a correr más y más
deprisa hacia el anciano, aunque sabía lo que iba a pasar.
Pero no ocurrió lo que esperaba. Saltando hacia
el anciano, le empujó lejos de la trayectoria del vehículo,
que golpeó a Matt en la espalda. Cayó al suelo como un fardo.
Antes de desvanecerse por el intenso dolor, percibió con el último
chispazo de consciencia que todavía conservaba la vista. "¡Las
piernas!", pensó. "¡Dios mío, no siento las
piernas!"
Cuando recuperó la consciencia, se notó
más lato, más robusto... y sin vista. Estaba ciego, como
había sucedido desde el accidente que le dotó de sentidos
más desarrollados que los de los demás hombres. Reconoció
el aroma que inundaba sus fosas nasales.
"¡Es imposible! ¡Estoy en la Universidad
de Columbia!"
De repente, los sonidos de las sirenas inundaron el campus,
y oyó el ruido de una muchedumbre que se desplazaba hacia uno de
los edificios, mientras la policía intentaba contenerlos detrás
de las barreras. Matt detuvo a uno de los que iban a rebasarle:
- ¿Qué es lo que sucede? -le preguntó.
- ¿No te has enterado, Matt? -¡era Foggy!-.
Un grupo de terroristas ha entrado en la fiesta que daba el padre de tu
amiga Elektra y ha tomado a todos los invitados como rehenes.
"¡Oh, no!", pensó Matt. "¡Está
volviendo a suceder!".
A toda prisa, Matt improvisó una máscara
y se encaminó por los tejados hacia el edificio en cuestión.
Escondido en las sombras, filtró los sonidos hasta que pudo escuchar
las voces de los secuestradores bajo él. Esperó hasta que
consideró que había llegado el momento oportuno y entonces
atacó.
La situación se desarrolló como recordaba
tan bien. Fue derribando a los secuestradores, pero en determinado momento
uno de ellos apuntó con su arma al padre de Elektra. Matt se lanzó
hacia él, recibiendo parte de la ráfaga destinada al hombre
al que había intentado proteger. Mientras veía huir al delincuente,
fue dolorosamente consciente de dos cosas: el embajador Natchios estaba
muerto... y él sentía un dolor lacerante en la espalda. Intentó
ponerse en pie, pero las piernas no le respondieron...
El escenario había vuelto a cambiar. La fetidez
se filtraba por sus fosas nasales. Oía a las ratas roer los mendrugos
en los huecos tras los muros desvencijados. Las gotas caían de la
ducha en la habitación de al lado.
Se puso en pie y salió a la calle. Avanzó
con decisión. Sin darse cuenta, había llegado a su destino:
la sede de la compañía de importación de Wilson Fisk.
No sabía cómo, tenía la porra de un policía
en sus manos.
La recepcionista le dejó pasar sin ningún
problema, a pesar de su aspecto desharrapado y del mal olor que despedía.
Dijo algo de que "el señor Fisk le está esperando, señor
Murdock". Avanzó decidido por el pasillo y entró en el
ascensor. Las puertas se cerraron. Cuando volvieron a abrirse, ante él
estaba Wilson Fisk, Kingpin, grande como la vida misma y el doble
de feo. Matt intentó un golpe lateral con la porra, pero Fisk blocó
su intento y sin aparente esfuerzo, se la arrancó de las manos.
Matt se lanzó entonces hacia adelante, cargando contra su enemigo,
pero fue inútil. Kingpin le atrapó en un abrazo de
oso a la altura de los riñones y aumentó paulatinamente la
presión hasta que Matt sintió que su espalda crujía...
Antes de desvanecerse por el intenso dolor, alcanzó a oír
un chasquido.
Cuando recuperó la consciencia, estaba en el fondo
del río, metido en un taxi que comenzaba a llenarse de agua. Intentó
moverse para salir, pero era inútil: sus piernas no le respondían.
Aspiró ansiosamente las últimas bocanadas de aire antes de
que el agua le cubriera por completo...
... y entonces despertó. Se encontraba en la cama
de su apartamento, y la cálida luz del otoño neoyorquino
entraba por la ventana. Podía oír a Karen moviéndose
en la cocina, a pesar del tráfico de la calle y aunque ella intentara
hacer el menor ruido posible.
Las sábanas de la cama estaban completamente revueltas
y empapadas en sudor. Matt se dispuso a levantarse, pero sus piernas no
le respondieron: había olvidado que se encontraba paralizado de
cintura para abajo, aunque su subconsciente se lo había recordado
toda la noche.
Entonces oyó a varias personas aproximarse a la
puerta del apartamento. Segundos después, sonó el timbre.
- ¿Sí? -preguntó Karen, mientras
se dirigía a la puerta secándose las manos con un paño
de cocina-. ¿Quién es?
- Soy yo, Karen querida -la voz de Rosalind Sharpe, a
pesar de su esfuerzo, sonaba tan cordial como la cuchilla de la guillotina.
Karen abrió la puerta y se encontró frente
a frente con la socio principal del bufete, embutida en un elegante traje
sastre que debía haberle costado el equivalente a varios meses ("bastantes
meses", pensó Karen) del alquiler de aquel apartamento.
- ¿Sí, Rosalind? ¿Qué es
lo que quieres?
- Pues verás, Karen, el hecho es que como Matt
no ha venido al despacho en toda la semana, y...
"¿En toda la semana?", pensó Matt.
"Pero, ¿qué hora es? ¿Y de qué día?",
se preguntó, al tiempo que dirigía sus hipersensibles dedos
hacia la esfera del reloj que llevaba en la muñeca y levantaba el
cristal que protegía la esfera. "¡Dios mío, si son
más de las dos! ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?"
- ... y es por ello que, aprovechando que pasaba por
aquí -proseguía Rosalind-, he decidido pasar un momento a
ver si es que le ocurría algo. Ya sé que últimamente
hemos tenido nuestras diferencias en cuanto al modo de llevar los casos,
pero...
"¿Y qué demonios le digo yo ahora? ¿Mira,
Rosalind, es que me pegaron un tiro mientras llevaba el pijama rojo para
intentar desbaratar un envío de armas con la ayuda de una ninja
griega?", pensó Matt, intentando encontrar una excusa plausible
que explicara su estado. "¿Una caída en la bañera?
¿Un atraco en la calle? No, demasiado increíbles...".
Cuando Rosalind Sharpe entró en su habitación,
Matt ya había decidido lo que le diría. Durante varios minutos,
Rosalind se interesó cortésmente por su estado y Matt, después
de prometerle que iría en breve por el despacho, se despidió
de ella. Cuando hubo abandonado el piso, Karen se le acercó y le
preguntó:
- ¿Tú crees que se lo habrá tragado?
Sonaba verdaderamente inverosímil...
- Si no se lo ha creído, es todavía mejor
actriz de lo que suponía. Y ahora, ¿podrías acercarme
el teléfono? Tengo que hacer unas cuantas llamadas...
El timbre sonó en la trastienda de Disfraces
Potter. Melvin Potter, propietario y única
persona que trabajaba en ella, descolgó el auricular:
- ¿Sí? ¿Quién es?
- ...
- ¡Pues claro que me acuerdo de usted, señor
Murdock! Ya he perdido la cuenta de las veces que me ayudó cuando
lo necesitaba. ¿Qué es lo que se le ofrece?
- ...
- ¡No sabe cuánto lo siento! ¿Y es
muy grave?
-...
- Por supuesto que no, señor Murdock. Le debo
más de lo que nunca podré pagarle, y lo que me ha dicho no
supondrá ningún inconveniente para mí, se lo aseguro.
-...
- Muy bien, hasta mañana pues.
El teléfono sonó en la Torre de las Cuatro
Libertades.
- Buenos días -dijo la recepcionista robótica-.
Ha llamado usted a la Torre de las Cuatro Libertades. Aquí Fantastic
Four Inc. Le atiende Roberta. ¿En qué puedo servirle?
- ...
- Pues no, lo siento. En este momento el doctor Richards
y su esposa no se encuentran en el edificio. Puedo ponerle en contacto
con algún otro miembro de los Cuatro Fantásticos, si lo desea,
señor Murdock.
- ...
- ¿Que quién se encarta de la parte tecnológica
en ausencia del doctor Richards? Puede hablar con el Hombre Hormiga. Aguarde
un momento que le paso...
- ¿Sí? -dijo Scott Lang, al tiempo que
descolgaba el auricular en el laboratorio-. Claro que puedo hablar con
el abogado de los Cuatro Fantásticos, Roberta. Pásamelo.
¿Sí, señor Murdock?
- ...
- En efecto, en estos momentos el doctor Richards y su
esposa no están en la torre. ¿Qué es lo que quería?
-...
- Si es por eso, no se preocupe. Tenemos aquí
a alguien que es casi tan bueno como el doctor Richards en esa materia,
y...
- ...
- ¿Qué si es de fiar? Por supuesto, abogado.
¿Qué se cree, que dejamos entrar a cualquiera?
- ...
- Perdone si le he molestado, Murdock. Era una simple
broma. Comprendo que en su estado no debe estar para muchas...
- ...
- ¡Caray, que genio tiene este tío! ¡Casi
me arranca el oído al colgar! Bueno, vamos a ver si encuentro a
Kristoff y le paso este encarguito...
- Bueno -dijo Matt tras colgar el teléfono-. Creo
que eso es todo, de moment... -pero no pudo acabar la frase. El teléfono
le interrumpió-. ¿Sí? ¿Quién es?
- ...
- ¡Ben! ¡Cuánto tiempo sin saber de
ti! ¿Qué es lo que quieres?
- ...
- Bueno, mentiría si te dijera que estoy bien.
De hecho, he estado mejor bastantes veces, per...
- ...
- ¿¡¿Qué?!? ¡No, yo
no he sido el que ha hecho eso! ¡Me sería imposible! Verás,
Ben, de momento estoy paralizado de cintura para abajo. Apenas puedo levantarme
de la cama, mucho menos salir a la calle a apalear malhechores. De hecho,
me he levantado esta mañana por primera vez desde que me hirieron,
así que...
- ...
- No te preocupes, Ben. Si me entero de algo, serás
el primero en saberlo. Y espero que tú hagas lo mismo, ¿eh?
Vale, hasta la vista...
Rinnng. Rinnng. Rinnng. Rin...
- Te habla en contestador automático de Natasha
Romanoff. En este momento no puedo ponerme, pero si dejas tu nombre y número
tras oír la señal, te llamaré tan pronto como sea
posible. ¡PING!
- Tasha, soy Matt. Llámame en cuanto puedas. Ya
te contaré. Hasta la vista.
- ¿Has terminado ya, Matt?
- Sí, Karen. ¿Qué hora es?
- Casi las diez de la noche, ¿por?
- Voy a acostarme. Mañana tengo mucho que hacer.
- No pensarás ir mañana por el despacho,
¿no?
- Pues sí. Tengo demasiadas cosas que hacer allí
para dejarlas abandonadas por más tiempo. Y llevo demasiado tiempo
fuera para posponerlo. ¿Tú no tendrías que irte a
trabajar?
- Normalmente sí, pero pedí una semana
de permiso y me la dieron. Todavía me queda una noche, así
que...
Karen se metió en la cama, y entonces soltó
una risita al hacer un descubrimiento.
- Vaya, parece que no todo está paralizado por
ahí abajo...
(1) Matt recibió
un tiro en la espalda al final del número 360 de esta colección.
Tras una operación que transcurrió durante gran parte del
número 361, le extrajeron la bala, pero la médula espinal
se había visto afectada y ahora está paralítico de
la cintura para abajo.
Bienvenidos a Derecho de réplica, el correo de los lectores
de la colección de Daredevil. Aquí me tenéis para
resolver cualquier duda que pueda surgir sobre el discurrir de la colección.
En el próximo número: Una nueva
vida comienza para Matt Murdock... y para Daredevil. Todo ello y más
en Daredevil # 363.