Jessica llevaba todo el día siguiendo a su falsa señora Moran. Le había
costado encontrarla, pero gracias a la teniente Jones y a ciertas
indagaciones había averiguado que la mujer que se había presentado ante ella
cuando salió de la Comisaría se llamaba en realidad Erika Anderson, y que
era una de las "chicas de compañía" de Caesar Cicero, uno de los mafiosos de
Nueva York. También descubrió que el cliente de Moran, el tal Luiggi
Spinelli, era un panadero de Little Italy, y que no se sabía que tuviera
relación con el crimen organizado... cosa que confirmó con una visita, por
supuesto.
De momento, la vigilancia era aburrida. Se había levantado bastante tarde,
en su apartamento del Bajo Manhattan, que no pagaba ella, por cierto. Luego
estuvo comprando por las tiendas de la Quinta Avenida, y se había pasado dos
horas en un gimnasio.
Ahí era donde la esperaba Jessica. Esperaba que, con la llegada de la noche,
Erika se fuera a reunir con su "benefactor", para, así, pillarlos con las
manos en la masa, y sonsacarlos un poco...
No se equivocaba. Una limusina paró en la puerta, y Erika entró en ella. La
limo arrancó, y Jessica comenzó a seguirla en moto. Podría haberse subido al
techo, o haber intentado seguirla volando, pero no quería llamar demasiado
la atención... al menos de momento. Además, le estaba gustando esto. Volver
a su antigua vida de detective, aunque fuese por unos días. Olvidarse de
superpoderes, Defensores y demás...
Media hora después (atascos incluídos), la limusina paró frente a un
edificio de oficinas de Times Square. Erika bajó y entró en el edificio.
Jessica reconoció el lugar, era uno de los edificios que pertenecían a
Cicero, una de sus tapaderas. El despacho estaba en una de las últimas
plantas, según le habían informado sus fuentes. Así que se decidió por la
"entrada dramática"... Escaló la fachada del edificio, esquivando cámaras,
vigilantes y sensores. En el fondo, los poderes sí que eran útiles.
Llegó junto al despacho. Cicero y Erika estaban... intimando. Como era
normal en estos casos, los guardaespaldas estaban en otro despacho. De un
puño, Jessica rompió la ventana, y entró. Cicero intentó coger su pistola,
pero, de un ágil salto, le pateó la cabeza y cogió ella el arma.
"Buenas noches, Cicero. Miss Moran... ¿o debería decir Anderson?"
"¿Qué quieres, Drew?", respondió Cicero.
"Veo que sabes quién soy. Mejor. Odiaría pensar que me has metido en todo
este lío sin conocerme siquiera."
"Claro que sé quién eres. Mis contactos en San Francisco me informaron bien.
Eres una de las mejores detectives del país. Y quiero que trabajes para mi."
"Creo que no me conoces tan bien como crees, Cicero. Jamás trabajaría para
ti. No me gusta mancharme de mierda, ¿sabes?"
"Querida Jessica - puedo llamarte Jessica, ¿verdad? - Trabajas para mi.
Estás averiguando quién mató a mi contable, ¿no?"
"Así que tú eres el otro cliente de Moran, ¿eh? ¿Y qué interés tienes en
resolver el caso? Normalmente buscarías otro y adiós problema."
"Moran era muy importante para mi, JEssica. Nos criamos juntos. Él me dió mi
primer trabajo. Me ayudó cuando nadie lo hacía. Le debo mucho. Y yo soy de
los que pagan sus deudas."
"¿Honor entre ladrones? Claro, eso se ve todos los días..."
"Creetelo o no, Jessica, es cierto."
"¿Y qué pinta la señorita Tetas Falsas en todo esto?"
"Necesitaba interesarte por el caso. Erika es... muy buena convenciendo a la
gente."
"Sí, ya lo veo. De todas formas, era innecesario. Hubiera investigado de
todas formas. No me gusta ver morir gente delante mía. Ni que sus asesinos
se suiciden cuando los detengo."
"Ah, sí, los asesinos... La policía no tiene pista sobre ellos, ¿no?"
"No. Huellas borradas. Marcas dentales irreconocibles..."
"Yakuza."
"Pues eran bastante occidentales, te lo aseguro."
"Oh, no te confundas. La yakuza no sólo emplea a orientales. Se han adaptado
a los nuevos tiempos. Emplean a cualquiera... especialmente si son lo
suficientemente idiotas como para aceptar el sistema antichivatos."
"¿Y quién de la yakuza? ¿Quién tiene interés en Moran... o en ti, ya
puestos? Si esto es una guerra de bandas, me apartaré directamente."
"No, no lo es. Pero sabes quién está detrás. El General Coy."
"¿Coy? No puede ser. Está muerto."
"No, Jessica. El que murió en Madripur fue un clon."
"Clones. Esto ya no es lo que era. ¿Qué ha pasado con los buenos viejos
tiempos, donde los muertos seguían muertos?"
"Las familias se han modernizado. Ahora emplean todos los recursos a su
alcance. Con la profusión de héroes de esta ciudad, seríamos idiotas si no
lo hicieramos."
"Supongo que sí... pero... ¿qué interés puede tener Coy en Moran?"
"Querida Jessica... si supiera eso... ¿para qué te necesitaría?"
Cicero hizo un gesto con la mano, y cuatro de sus matones entraron en el
dormitorio.
"Y ahora, Jessica, si nos disculpas, hemos acabado. Mantenme informado,
pero, por favor, la próxima vez usa la puerta."
Sin mediar palabra, Jessica saltó por la ventana. Planeando, aterrizó junto
a la puerta principal.
Ahora sabía más. Bastante más. Había quitado pistas que no llevaban a ningún
lado, como la de Spinelli. Había descubierto la relación con la Mafia a
través de Cicero y de Coy... pero seguía sin saber qué era el signo que
tenía tatuado Moran en la mano... o qué relación tenía con Coy.
Encendió un cigarrillo y se apoyó en su moto.
El rompecabezas se iba aclarando poco a poco. Quizás si encontraba a Coy
todo fuese aún más claro...
CONTINUARÁ...
TELARAÑAS
Bueno, ya que Gwen me ha abandonado por falta de tiempo, me pongo a ver si
acabo la saga... Espero que no tarde tanto en escribir el siguiente...
Bye!
-- Carlos