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Mutante de nacimiento, ladrón por vocación, ¿héroe como destino? Huyendo de un pasado oscuro y de un futuro trágico, Remy Lebeau ha perdido todo aquello que tenía... menos a si mismo. MarvelTopia presenta las aventuras en solitario del forajido mutante... Gambito.
 
Gambito

GAMBITO #15
Tesoro envenenado II
El futuro no espera

Guión: Israel Huertas

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En una capilla subterránea bajo el barrio antiguo de la ciudad de Nueva Orleans, el destino del legendario Gremio de Ladrones está a punto de dar un giro inesperado.

- Adelante, miembros del Gremio - dice Jacques Beard desde el altar que rige la sala -, acercáos a descubrir que os va a deparar el mañana.

Para que tengáis una visión un poco más completa que la escena, os diré que los secuaces de Beard, están introduciendo a los miembros del Gremio a la fuerza en la capilla ceremonial que esta augusta asociación lleva utilizando para sus rituales durante siglos, y los distribuyen en derredor del altar que, al fondo de la sala, gobierna en alto el resto. En el altar, Beard y su hombre de confianza, su hermano Armand, comtemplan a la multitad que están reuniendo a la fuerza con una sonrisa confiada en el rostro, pues saben que tienen todos los ases, como demuestra que, ante ellos y de cara a la multitud, se encuentren arrodillados y encadenados Jean Luc Lebeu, hasta ahora patriarca del Gremio, y Remy Lebeu, el célebre hijo adoptivo mutante de Jean Luc, conocido como el miembro de los X-Men llamado Gámbito y, entre las sombras de los callejones de Nueva Orleans, como le Diable Blanc, el diablo blanco.

Ninguno de los asistentes se hace a la idea de lo que va a ocurrir, aunque entienden que, debido a que de momento ya les han forzado a acudir a la cripta, no será del todo positivo.

Jacques Beard mantiene la pose mientras sus hombres acaban de colocar a los miembros del Gremio. Se siente muy orgulloso de cómo ha manejado la situación hasta ahora y cómo ha ejecutado a la perfección un plan que, sobre el papel, planteaba tantos imponderables. Mira a Gámbito, el escollo más duro de esquivar y, al verle cubierto de cadenas, vuelve a sonreir. Da un par de pasos hasta ponerse en el borde del altar y empieza a desplegar su ideario:

- Bienvenidos todos, hermanos. Siento los modales y las formas en que hasta ahora se os ha tratado, pero temo que eran un medio para conseguir un fin que nos beneficiará a todos.

- ¡Habla claro, Beard! - grita uno de los miembros del Gremio - ¡¿Qué pretendes?!

Jacques se frota las manos y hace una mueca jocosa, como riéndose de un chiste que sólo él ha oído.

- Ah, la impaciencia. No puedo culparos por querer saberlo todo ya, pues es esa misma impaciencia la que me ha llevado hoy aquí. Impaciencia al ver tantas equivocaciones y tantas ocasiones perdidas de recuperar una grandeza que una vez tuvimos y por culpa de estos dos hombres que véis aquí, perdimos.

Remy mira a su padre, ambos expectantes ante el plan de Beard, pero retiene el afán por activar su poder y soltarse la cadena hasta saber a qué atenerse realmente.

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Helene despierta vagamente sin saber dónde se encuentra. Su cuerpo se mece con el movimiento de lo que parece ser un coche. Mira a la oscuridad que la rodea y, por el espacio del que dispone y el movimiento en sí, decide que está en un maletero. Se retuerce un instante y comprueba que sus pies y sus manos están atados, y se maldice por pemitir que la capturaran.

De pronto, el vehículo se detiene lentamente y nota como las puertas se abren con esfuerzo. La puerta del maletero sube y la luz de las farolas sobre el coche ciegan a Helene. El hombre que abre el maletero, la saca del coche en volandas y la desata los pies. Otro de ellos apunta a su sien con una pistola automática y la amenaza:

- Ni un movimiento raro, chica.

La empujan hacia la entrada de una especie de almacén que parece llevar años abandonado. La guían por el pasillo central y, cuando llegan a una oscura y polvorienta sala, un golpe en su cabeza hace que Helene se desplome nuevamente.

Los tres hombres se vuelven a subir al coche tras cerrar el almacén y se marchan, dejando allí a su cautiva.

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Nueva Orleans. Beard sigue con su soliloquio.

Jean Luc Lebeu rompió el pacto con Candra, la benefactora, e hizo que perdiéramos el don de la inmortalidad. Además, dejó el equilibrio entre nuestro Gremio y el de los Asesinos en una situación más delicada de lo que nunca estuvo, lo que nos obliga a luchar diariamente por proteger nuestro terreno. Y todo gracias a su hijo, Remy Lebeu, "le diable blanc", un hombre que sólo nos ha traído desgracias. Por ir al grano, lo que pretendo es sencillo. Quiero dirigir el Gremio y restaurar su vieja gloria y, para hacerlo, no escatimaré esfuerzos. Gracias a un cargamento de oro que mis hombres y yo aseguramos fuera distribuido por toda la ciudad y, especialmente, por todas las familias del gremio, hemos extendido un viros que se introduce en el sistema al tacto del oro. La plaga es mortal, y el antídoto se encuentra en la sede de New York de la Roxxon, quién deiseñó el virus para mí por una parte del tesoro. Liberaré a la ciudad y al Gremio de este mal si Jean Luc Lebeu renuncia al patriarcado y Remy Lebeu es expulsado para siempre de nuestras filas.

Hay movimiento entre los asistentes, voces a favor y voces en contra. Remy valora el barullo que se va formando y decide que ya es hora de intervenir.

Un fogonazo hace estallar las cadenas que le atan conforme las carga con su poder mutante. Armand Beard no tiene tiempo de reaccionar y el codo izquierdo de Remy se incrusta en su nariz, haciéndole caer dolorido de rodillas. Luego carga las cadenas de su padre, que explotan igualmente, liberándole. Gámbito desenfunda la espada de Armand y para con ella un mandoble que el propio Jacques le lanza con su espada.

- ¡Al altar, mis fieles! - grita Beard - ¡Matad a los Lebeau!

- ¡Después de morir mi hermano - dice Gámbito, furioso - prometí que no moriría ningún miembro más de mi familia!

Los hombres de Jacques llegan al altar. Algunos de los miembros del Gremio les entorpecen y otros les ayudan. En cualquier caso, Jean Luc Lebeu intenta por todos los medios que lleguen a su objetivo. Desarma al primero que pisa el altar y usa su espada para sostener al resto lejos de su hijo, pero son muy superiores en número y empieza a sucumbir.

Gámbito, consciente de los problemas de su padre, trata de desembarazarse de Jacques Beard, que parece superior a él en el manejo de la espada. Opta por escabullirse detrás de las cortinas situadas al fondo del altar y derriba una de ellas sobre su contendiente. Una vez tapado con ella, Gámbito lanza un par de patadas al bulto, haciéndole caer al suelo. Luego, carga la manta y empieza a ondearla por encima de su cabeza y la de su padre.

- ¡Padre! - grita fieramente - ¡Al suelo! ¡Ahora!

Jean Luc se agacha y Remy lanza la cortina contra la multitud. La tela estalla en jirones y empuja hacia atrás a los asaltantes, situación que los dos ladrones aprovechan para escapar por la puerta de la capilla.

Jacques Beard se levanta y ayuda a su hermano a hacer lo propio. Intenta recuperarse ante el caos provocado por el mutante, pero no reacciona adecuadamente. La ira le inunda y sólo consigue gritar.

- ¡Cogedlos! ¡Los quiero muertos!

Varios de los hombres de Beard salen en persecución de los dos forajidos y Jacques empieza a respirar profundamente en un intento de calmarse. Cuando lo consigue, se pasa las manos por el pelo parsimoniosamente y se vuelve a la multitud sonriendo nuevamente:

- No me quedan guardias suficientes para reteneros - les dice -, así que supongo que os habéis quedado para escuchar mis planes, ¿non?

El silencio de la sala es como un bálsamo para Jacques Beard, que no puede contener una carcajada.

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Remy y su padre continúan su veloz fuga por las calles de la ciudad a oscuras. Los hombres de Beard no están muy lejos y, hasta ahora, no han podido despistarles. Aún así, se detienen un instante a recobrar el aliento:

- Necesitamos el antídoto, Remy. Sin él no podremos recuperar el control. Es nuestra única moneda de cambio.

- Pero... el resto del Gremio... no todos parecían a favor de Beard. Podríamos usar a los que nos apoyen como ariete contra él.

- No, Remy - Jean Luc apoya su mano en el hombro de su hijo -, Beard ha instaurado un estado de miedo. Conforme se extienda el virus, ganará apoyos y aliados, aunque no compartan sus ideas o simpaticen con nosotros. Tiene sus vidas en la palma de la mano y no creo que le preocupen los que puedan morir.

Remy mira detrás de su padre. Unas sombras a la carrera en las paredes de la calle que tienen enfrente le sirven para saber que los hombres del arribista están cerca.

- Vamonos, padre - dice calmadamente -, no tenemos más tiempo.

Y los dos corren de nuevo.

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Jacques y Armand Beard se acomodan en el interior del salón de su casa. Armand se seca la sangre de la nariz con un pañuelo mientras su hermano le ofrece una copa de Brandy. La chimenea crepita e ilumina vagamente la habitación, suficiente para estos dos conspiradores.

- Se suponía que no debían huir - dice Armand, rompiendo el inquieto silencio.

Jacques se sirve una copa a sí mismo, deja la botella suavemente en una mesa y remueve el brandy a la luz de las llamas.

- Eso no importa, Armand - dice sin dejar de mirar su copa -. Tenemos al resto del Gremio, esos dos no marcarán ninguna diferencia.

- Son peligrosos, sobre todo el mutante - Armand se retuerce en su asiente ante una nueva punzada de dolor en su nariz -. Ya ha conseguido volver las tornas antes, y en peores circunstancias.

- Tenemos a toda la ciudad bajo nuestro control, hermano. Remy Lebeu no va a hacer nada. Hemos cubierto muy bien todas las posibilidades, como pronto se dará cuenta. No podrá reaccionar a tiempo.

La puerta del salón se abre y un mayordomo vestido con ropas victorianas entra. Le acompaña un niño de unos once años con la cabeza rapada, vestido de cuero. El mayordomo anuncia al niño:

- Señor, creo que es la visita que esperaba.

- Muy bien, Honorat. Déjanos sólos.

El mayordomo sale y el niño se acerca al centro de la sala. Cierra los ojos y eleva la cabeza como si mirara al techo. De pronto, un fulgor violeta surge de sus sienes y, sobre él, va tomando la forma de un rostro de mujer.

- Jacques. Armand. Mis dos pequeños advenedizos. Supongo que todo va según el plan.

La voz de Candra resuena por el salón. Su rostro, perfectamente formado por la luz violeta del muchacho, tiene un gesto travieso y altivo a la vez.

- Como la seda, benefactora - dice Jacques -, todo va como la seda.

- ¿Y Gámbito? - pregunta Candra - ¿Habéis logrado someterlo?

- Bueno, eso no...- Armand no consigue acabar la frase.

- Si Gámbito no es sometido, no habrá trato, Jacques - interviene de nuevo Candra -. Esa fue tu promesa.

- No os preocupéis, benefactora - apunta Jacques, temblando sin querer -, todo será cumplido.

El rostro de Candra desaparece y el muchacho vuelve a abrir los ojos. Hace una reverencia y se marcha parsimoniosamente. Jacques apura su copa de un trago y la arroja a la chimenea.

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Remy y Jean Luc se ocultan tras un cubo de basura en un callejón. Los secuaces del advenedizo están demasiado cerca para continuar su huída y han decidido intentar darles esquinazo ocultándose.

- Así no acabaremos nunca, hijo - dice Jean Luc con impaciencia -. Tenemos que acabar con esto ya.

Remy asiente. Coje un palo de fregona roto de detrás del contenedor y lo enciende con su poder. Cuando se dispone a salir andando del callejón, su padre le para.

- No, Remy, si te capturan se acabó todo.

- Padre, puedo con esos capullos. Es pan comido.

- Para conseguir el antídoto seguramente necesitaremos más tus habilidades que las mías. Además, Jacques querrá capturarme vivo para poder usar mi captura en tu contra. Es mejor así.

Remy pondera la situación y llega a la misma conclusión que su padre. No está a gusto con la decisión pero entiende que es lo mejor, dadas las circunstancias. Descarga el palo y se lo ofrece a su padre:

- Volveré enseguida - le dice -. Tu intenta mantenerte con vida hasta entonces.

- No prometo nada - dice Jean Luc con una sonrisa.

Ambos salen del callejon: Jean Luc hacia los asaltantes y Remy en dirección contraria. Remy sabe que su padre es un luchador consumado con una gran experiencia a sus espaldas. Le enseñó prácticamente todo lo que sabe y tiene plena confianza en sus habilidades en la lucha. El miedo le invade cuando es consciente, de pronto, que los sonidos de pelea han cesado.

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PROXIMO EPISODIO: Gámbito asalta el edificio Roxxon y se topa con Látigo Negro. Además, una gran sorpresa le aguarda allí.

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AS DE PICAS

Nos leemos.

 
 
   
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