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Mutante de nacimiento, ladrón por vocación, ¿héroe como destino? Huyendo de un pasado oscuro y de un futuro trágico, Remy Lebeau ha perdido todo aquello que tenía... menos a si mismo. MarvelTopia presenta las aventuras en solitario del forajido mutante... Gambito.
 
Gambito

GAMBITO #16
Tesoro envenenado III
Siempre hay alguien que miente

Guión: Israel Huertas

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Nueva York.

El vuelo de Gámbito llegó al JFK hace apenas hora y media. Robó un coche en una agencia de alquiler y se desplazó a la ciudad tensando bastante el límite de velocidad. En una media hora ya estaba aparcando frente a la imponente torre acristalada que sirve como sede neoyorquina de la Roxxon Oil, una empresa que, pese a los continuos rumores de su relacción con ciertos individuos super poderosos, sigue siendo una de las más prósperas de Estados Unidos.

Remy descartó automáticamente la opción de entrar por la puerta principal, en parte por no contestar preguntas indiscretas que le hicieran perder el tiempo y en parte porque, admitámoslo, el chico es bastante más espectacular.

Se colocó estrategicamente en uno de los pocos rincones de la fachada dónde las cámaras de seguridad tienen un punto ciego, y disparó un cable de acero y nylon hacia arriba. El cable concluía en una ventosa bastante fuerte que se ancló cerca de la planta número 12. Gámbito empezó a trepar hasta que se le acabó la cuerda y se introdujo en el edificio por una ventana que él mismo se encargó de abrir. Una vez dentro, cargó las partículas de su ropa con su poder mutante, consiguiendo así provocar estática a los sensores internos del edificio, y comenzó su búsqueda.

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Nueva Orleans.

Desde que le capturaron, Jean Luc Lebeu ha recibido ya tres palizas por parte de tres esbirros diferentes. Empieza a estar algo cansado, más por la monotonía que por el dolor físico que esto le ocasiona. Aprovecha la pausa entre palizas para cerrar los ojos y dormir relajadamente para poder resistir mejor lo que venga luego. Esta vez, en cambio, la pausa ha sido menor y la puerta de su celda se abre trabajosamente. El que entra no es un esbirro, sino su propio captor: Jacques Beard, un miembro del Gremio de Ladrones que ha decidido sublevarse y dar un "golpe de estado" al patriarcado que obstentaba Jean Luc.

- ¿Tu también vienes a ensuciar tus manos con mi sangre, Beard? - dice Jean Luc, desafiante.

El advenedizo suelta una pequeña carcajada y, divertido, se pone en cuclillas para ponerse a la altura del encadenado Jean Luc.

- No, Lebeu, no tengo gusto por la violencia - dice divertidamente -, pero admito que, bien administrada, sirve para ablandar al más fanfarrón.

- Si vienes a regodearte, hazlo pronto y lárgate. Tus hombres están deseando darme otra paliza.

Beard sonríe de nuevo. Luego, enseña a su cautivo una pequeña bolsa de piel y, de su interior, saca con sus manos enguantadas un puñado de monedas de oro.

- No he venido a regodearme, Jean Luc. He venido a dejarte claro que voy en serio - frota las monedas en el pecho desnudo del patriarca que, en vano, intenta apartarse -. Ahora ya estás al nivel del resto del Gremio y de gran parte de esta ciudad. El contagio se extiende, Jean Luc, y tu hijo no llegará a tiempo con el antídoto. Sólo yo puedo salvaros ahora, pero necesito que me ayudes a atrapar a Remy. Si no puedo encontrarle, si no puedo someterle, no habrá salvación para nadie.

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Nueva York.

Gámbito se acerca a los ascensores de la planta en la que está. Allí observa el directorio de ese nivel, buscando algo que pueda tener relacción con la fabricación de toxinas, pero parece que todas las oficinas son administrativas ahí. Necesita una fuente, así que saca un paquete de tabaco de su gabardina y de éste, coge un pitillo con los labios. Usa su Zippo para encenderlo y le da una buena calada. Luego se acerca a una de las cámaras intentando ponerse en el ángulo muerto y desconecta el cable de alimentación.

En la recpción del edificio, el monitor de una de las cámaras de la planta doce se apaga, y Maxwell Farrell, de 57 años, guardia de seguridad desde hace 30, se da cuenta que ha de ir a comprobarlo. Llama por el walkie a su compañero, con la idea de que esté más cerca que él, pero en ese momento está haciendo el recorrido por el exterior. Resignado, se mueve de su mesa y va hacia los ascensores.

Gámbito ve como el ascensor empieza a subir desde la planta baja. A la altura de la décima planta, apaga su cigarrillo en la moqueta y se coloca al lado de la puerta del ascensor que va a abrirse en segundos.

Farrell sale, linterna en mano, y alumbra en primer lugar al lado dónde está la cámara que ha venido a comprobar. Gámbito desliza su brazo derecho por el cuello del guardia y, bruscamente, le apoya contra la pared, apretándole la cara contra la fría piedra.

- Escuche, abuelo, no quiero hacerle ningún daño, pero necesito información y no tengo mucho tiempo.

- ¿Q-Qué neces-necesita? - musita el viejo, con bastante miedo.

- Los laboratorios - dice Remy -. Necesito que me diga dónde están los laboratorios en este edificio.

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- Creo que ya sabes dónde está mi hijo - dice Jean Luc, la rabia recorriendo todo su cuerpo.

- Oh, sí - la voz de Jacques es casi una burla -, habrá ido a Nueva York, a buscar el antídoto. Un gesto noble por su parte, pero completamente inútil.

Jean Luc se tensa aún más ante las enigmáticas palabras de su captor.

- ¿Qué quieres decir, Beard?

- Nada, nada, mi buen Jean Luc. Todo a su tiempo. Deja que Remy pierda el tiempo a su antojo. Los demás, tenemos cosas que hacer.

- ¡Te detendrá, Beard! - increpa Lebeu - ¡Conseguirá pararte y te borrará tu estúpida sonrisa!

Beard, que empezaba a dirigirse hacia la puerta, se gira y mira a Jean Luc desafiante. Se acerca de nuevo a él y le agarra fuertemente por la barbilla.

- Y, ¿cómo va a hacerlo, Jean Luc? No sólo he envenenado esta ciudad, sino al Gremio que es mi familia y a ti, que eres la suya. Si he llegado tan lejos para hacerme con el poder y librarme del escollo que nos supone tu hijo, ¿ por qué crees que le daré la más mínima oportunidad?

Le suelta la barbilla furiosamente. Luego, Jacques Beard respira hondo y se pasa las manos por el pelo, calmándose.

- Ya que pareces tener bastantes dudas - continúa Beard -, te obsequiaré con parte de lo que pretendo, para que juzgues la magnitud de mi plan. ¿Qué te parece?

- Creo que estás loco, Jacques.

La carcajada de Beard resuena por toda la celda y Jean Luc siente miedo como nunca antes lo había hecho.

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Gámbito hace recuento de las hazañas hasta el momento: ha entrado en el edificio sin que le vieran, ha desconectado una cámara de seguridad para atraer a un guardia, ha descubierto gracias a esa treta que los laboratorios están en el sótano y ha dejado atado y noqueado al guardia. Ahora, se desliza por el hueco del ascensor hasta la ubicación de los laboratorios dónde espera no tener más problemas.

Se descuelga con su cable con suacvidad y llega al sótano al poco. Abre las puertas del ascensor y, a partir de ahí, el plan se va al carajo.

De milagro, un sexto sentido le hace esquivar un latigazo de energía que destroza la puerta del ascensor y le lanza al interior del hueco, chocando contra la pared del fondo.

- ¿Sigues vivo, muchacho? - dice la voz del misterioso asaltante, que procede a asomarse al hueco del ascensor para ver el estado del intruso.

Un par de cartas cargadas explotan a centímetros de su cara y le lanzan hacia atrás. Gámbito sale de un salto, con tres cartas cargadas en su mano izquierda apuntando a su agresor.

- ¡Sigo vivo, capullo! - grita y lanza las cartas a la vez.

Su rival esquiva las cartas de un salta y se pone de pié. Gámbito por fin le ve bien: traje negro, capa y capucha moradas y un látigo de energía que crepita en su mano.

- ¿Látigo negro? - pregunta el cajún, divertido -. ¿Aún trabaja un perdedor como tú?

- ¡¿Lebeu?! ¡¿Eres tú?!

Látigo negro lanza su arma hacia el cajún, intentando cogerle desprevenido, pero Remy esquiva el látigo, que choca contra el suelo y hace explotar el pavimento bajo los pies del mutante. Gámbito aprovecha el empuje y hace una voltereta por encima del encapuchado, cayendo detrás de él. Látigo se gira a tiempo de recibir un derechazo de Remy en plena cara, golpe que le hace tambalearse un poco. No obstante, aprovecha en impulso del puñetazo y se deja caer mientras lanza de nuevo su látigo hacia su oponente. Esta vez le acierta en las costillas y le hace abrir la puerta de acceso al laboratorio con su cuerpo.

Remy cae al suelo rodeado de cristales, y uno de los científicos le grita enérgicamente:

- ¡¿Qué hace?! ¡No puede entrar aquí así!

- No me abronque a mí, homme - dice el cajún tratando de incorporarse -, ha sido su gorila.

- Aparte de ladrón y embustero - Látigo Negro habla mientras entra lentamente en la sala -, también eres un acusica, Gámbito. Lo recordaré y pediré que lo pongan bien claro en tu lápida.

El látigo restalla nuevamente en dirección a Remy, que lo coge con una mano y lo carga quinéticamente. La energía del látigo se suma a la de los poderes mutantes de Remy y explota en las manos del villano con una fuerza inusitada. Látigo Negro sale disparado y se cuela de nueva por el hueco del ascensor, con medio traje destrozado y una conmoción bastante interesante.

Gámbito se levanta del suelo y se sacude los cristales de la gabardina. Luego enciende otro cigarro parsimoniosamente y se vuelve a los dos científicos.

- Bien, ahora que nos ha dejado sólos, necesito información sobre . . .

- Sé lo que está buscando, bandido - exclama uno de los doctores -, pero me temo que se ha equivocado del todo.

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Nueva Orleans.

- Verás, Jean Luc - dice Jacques Beard, satisfecho ante el sonido de su voz -, el antídoto no está en Nueva York. Siempre lo he tenido yo. Se trataba de tenderos una trampa que esperaba os matase o, al menos, os retrasase lo suficiente para tomar el control del Gremio. Seguramente tu hijo esté recibiendo ahora una buena tunda de un super cachas a sueldo. No conseguirá el antídoto y, seguramente, morirá de forma horrible.

Jean Luc baja la cabeza, furioso y apenado a la vez. Beard se dirige a la puerta, esta vez dispuesto a irse de veras. Antes de cruzar el humbral se vuelve de nuevo a su cautivo y dice:

- Disfruta de tus últimos días de vida, Lebeu. Aunque salve al Gremio, temo que no te salvaré a ti. Y, si vuelve tu hijo, haré que os reunáis muy pronto los dos.

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Nueva York.

- No sólo no nos pagó todo el oro que había promertido - prosigue el científico -, sino que además se largó con el veneno y con el antídoto.

- Pero, ¿cómo sabían que yo vendría? - pregunta el cajún.

- Él nos avisó - interviene el otro doctor -. Dijo que alguien podría venir a por nosotros equivocadamente, así que contratamos los servicios del señor Látigo. Caros servicios, por cierto, dado el resultado.

Gámbito tira el cigarro al suelo y lo pisa con furia. Después se dirige hacia la salida con paso airado. Uno de los científicos le agarra por un hombro y le dice:

- ¿A dónde cree que va? La policía está en camino y usted tiene mucho por lo que responder.

El científico retira su mano ante la mirada de Gámbito, que se vuelve de nuevo y continúa andando hacia la salida.

- ¿Dónde voy? - dice Gámbito -. Voy a hacer que alguien se arrepienta de haberme cabreado.

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PROXIMO EPISODIO: El desenlace final que, créeme, no es el que te esperas.

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AS DE PICAS

Nos leemos.

 
 
   
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