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Mutante de nacimiento, ladrón por vocación, ¿héroe como destino? Huyendo de un pasado oscuro y de un futuro trágico, Remy Lebeau ha perdido todo aquello que tenía... menos a si mismo. MarvelTopia presenta las aventuras en solitario del forajido mutante... Gambito.
 
Gambito

GAMBITO #19
Tren al desastre
Guión: Israel Huertas

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El tren había salido de Union Station de Los Angeles 6 horas atrás con destino directo a Nueva Orleáns. Llegaría a las cuatro de pasado mañana, por lo que Remy y Helena se lo tomaron con calma. En ese momento se encontraban en el vagón restaurante, disfrutando de una suculenta cena y una conversación algo tímida.

- Remy - dijo entonces Helena -, sé que no te lo he puesto nada fácil desde que volviste a la ciudad pero... bueno, no esperaba lo mejor de ti, precisamente.

- Lo supongo. Normalmente nadie lo hace.

- Verás, tu padre siempre habla bien de ti y pensé que, en cierto modo, le habías traicionado al marcharte.

Remy adopta entonces un gesto medio divertido, medio extrañado.

- ¿Crees que me fui porque sí? - dice a media sonrisa. Helena asiente, confirmando que nadie habla demasiado del tema dentro del Gremio de Ladrones -. ¡Qué gracia! Verás, chere, no tuve más remedio. Maté al hermano de mi esposa en un duelo formal, y entre los miembros del Gremio empezó a comentarse que, para evitar rencillas, sería mejor que me largara. No tenía muchos motivos para marcharme, pero me quede sin opciones y salí de allí antes de que nadie me obligase.

- No tenía ni idea.

- No te preocupes, todos tenemos una leyenda negra. Por cierto, deberíamos hablar de lo que vas a encontrarte al volver a casa.

Mientras Remy comienza su narración, un siniestro, delgado y pálido hombrecillo los observa desde la puerta, medio escondido para evitar que le vean. Hemorragia se relame, previendo un festín con esos dos y luego se dirige a la cabina dónde su contratador, Samuel Morrison, y su socio, Camorra, le esperan. Entra sigiloso, como acostumbra a moverse, e informa:

- Están cenando como tortolitos. Ahora podríamos cogerles sin problemas.

- No - contesta Morrison -, llamaríamos demasiado la atención. Además, sabemos cuál es su camarote y podemos aprehenderlos cuando vayan para allá. Luego, echaremos al ladrón al vagón de equipajes para que se ocupe de él nuestro nuevo socio, que creo le reserva alguna vendetta personal.

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Helena termina de escuchar a Remy tranquilamente. Intenta compensar con optimismo las tragedias que escucha, pero no consigue apaciguar el fuego que empieza a arder en su interior.

- ¡Tenemos que hacer algo! ¡No podemos dejar a Jean Luc a merced de ese bastardo!

- ¿Jean Luc? Tú no tienes sentimientos fraternales hacia el viejo, ¿verdad?

Helena se sonroja y eso ya es bastante respuesta para Remy. Al ver como ella se compunge, Remy intenta quitarle hierro:

- Me decepcionas. Precisamente elegí el viaje en tren porque, al ser tan largo el trayecto, igual acabábamos retozando en el camarote. En fin, tendré que buscarme otro plan.

- Yo... bueno, él ha sido tan bueno conmigo desde el principio... aunque le odies, debes admitir que es un hombre encantador.

- Yo no le odio, Helena. Le he cargado durante mucho tiempo con el peso de mis desgracias de cara al gremio pero, hace bien poco, me he dado cuenta de que me comportaba como un capullo. Él y yo hemos hechos las paces, pero no puedo volver a Nueva Orleáns sin ponerle en peligro.

- No estarás solo, Remy. Yo estaré contigo. Juntos podemos...

- ...morir de forma estúpida y apresurada. No, Helena. No podemos entrar a saco con todo sabiendo que nos esperan. A ti te aceptarán, siempre y cuando te comportes como Jean Luc espera. Él sabrá cuando llega el momento de actuar, si llega.

- Y tú... volverás a marcharte, ¿no?

Remy iba a contestar que, de nuevo, no tiene elección, pero sus ojos hablan por él y Helena desvía su llamada, entristecida y decepcionada.

Más tarde, Remy la acompaña al camarote y se despide de ella con un beso en la frente. Ella le sujeta de un brazo cuando va a marcharse y pregunta:

- ¿No te quedas?

- Non, petit. Prefiero pasear un rato y pensar un poco.

- ¿Sobre qué?

- Bueno - sonríe mientras se aleja -, sobre como acostumbrarme a llamarte "mamá".

Helena no puede evitar sonreír. Entra en el camarote y cierra la puerta. Pocos minuos después, una de las poderosas piernas de Camorra revienta la puerta y él y Morrison entran en la habitación, cogiendo desprevenida a Helena.

- ¿Tío Sam? - pregunta ella, sorprendida y aterrada a un tiempo.

- Sí, cariño. Por fin te encuentro.

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El mutante cajón da una calada al cigarrillo, apoyado en la puerta del vagón, en la rampa que lo une con el resto del tren y piensa. Piensa en lo bonito que debe ser amar a alguien y poder estar a su lado. Es una suerte que él nunca ha tenido: no funcionó con Belladonna y tampoco con Pícara. Tal vez siempre deba estar sólo. Al fin y al cabo, hasta ahora sólo ha traído la desgracia a aquellos que le han rodeado.

Tan sumido está en la autocompasión que no oye un leve siseo eléctrico que anuncia la cuerda que, de pronto, rodea su garganta. La cuerda se tensa y una fina descarga eléctrica inunda su cuerpo. Remy no grita pues la descarga le ha quemado la garganta, pero es izado desde el suelo hasta el techo del vagón. Cae de rodillas ante su oponente: Látigo Negro.

- Buenas noches, cajún. Creo que me debes un baile.

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El grueso cuerpo de Camorra bloquea la entrada al camarote mientras Helena, indefensa y amenazada por el toque de Hemorragia, decide estarse quieta, sentada en la cama, esperando una oportunidad si es que llega. Los curiosos empiezan a arremolinarse ante la maltrecha puerta, pero un vistazo al imponente matón que la tapa, les disuade de hacer cualquier tipo de acción.

El tío de Helena se sienta a su lado en la cama, paciente, hablando con la calma que da tenerlo todo atado y bien atado:

- Se ha acabado el viaje, reina. Debes comprender el tiempo que me has hecho perder y lo... contundente que me obligas a ser.

- Pero yo me fui, tío. Me alejé cuando empecé a suponerte un problema.

- Verás, tu sola existencia ya es un problema. En cuatro meses me presento a gobernador tras pasar años cimentando una reputación en California. Ahora es cuando tus pequeños vicios pueden hacerme más daño. No puedo permitir que nadie sepa que mi ahijada, a la que he criado como una hija desde que sus irresponsables padres murieron, lleva una vida turbia de robos y drogas.

- Ya no me drogo. Lo dejé atrás cuando encontré... - Helena sopesa sus palabras, pero las suelta igualmente -... cuando encontré una familia de verdad.

Su tío endurece entonces el gesto.

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Arriba, Látigo Negro se divierte con Remy. Tira de su látigo, aún alrededor del cuello del mutante y hace que la cara de este choque con su rodilla, lanzándole de nuevo contra el techo del vagón.

- Por fin veo tu sangre, ladrón. Empieza a soltarla porque me debes litros por la humillación.

Remy, ronco, sangrando y tirado en el suelo, apenas puede articular palabras.

- Tampoco te di una paliza tan grande, mamón - suelta Remy, en un tono más parecido a un susurro.

Látigo contesta con una buena patada en la cabeza del cajún.

- ¡Me despidieron, cabrón! ¡¿Tienes idea de lo que me costó conseguir ese curro?! - esta vez es un puñetazo lo que lanza al rostro de Gámbito -. Tuve suerte de que me contrataran de nuevo. Y cuando supe para lo que era.... oh, que dulce me supo la esperanza de abrirte en canal.

Remy aguanta una nueva patada en el estómago. Luego, decide que ya está bien. Tirado en el suelo, de espaldas a su rival, echa mano al bolsillo interior de su gabardina y saca un cigarrillo. Sus manos lo cargan de energía, emergiendo el familiar fulgor rosado.

- Perdona que no me alegre por ti - susurra mientras gira bruscamente y lanza el proyectil al pecho de Látigo Negro.

El villano cae hacia atrás pero, impulsado por el movimiento del tren, su cuerpo se vence en dirección a Remy, que aprovecha para marcarle los nudillos en la cara.

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- No voy a discutir contigo, Helena - sentencia Samuel Morrison -. He venido para deshacerme de ti y eso es lo que haré. ¡Hemorragia!

- ¿Sí, señor Morrison?

Morrison saca un pañuelo del bolsillo y se seca el sudor de la frente y la boca. Cuando habla, retira la mirada de su sobrina y del pálido mutante, y usa un tono de voz muy bajo, casi apesadumbrado:

- Procura que no sufra demasiado.

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Incorporándose como puede, Látigo lanza de nuevo su arma, pero Remy la esquiva agachándose y, de un salto, acorta la distancia entre ambos. Agarra el cuello de la capa de su rival y empotra su cabeza contra la nariz de este, notando como el hueso cruje ante el impacto. Aún encajándole golpes, Remy sentencia:

- Sólo eres una distracción, cochon. Un saco de trapo mientras otros hacen el trabajo sucio y, si me has hecho llegar tarde, volveré y me haré un cojín con tus tripas.

Remy carga la capa de Látigo con su energía mutante y lo lanza fuera del tren con una fuerte patada. Mientras baja a la entrada del vagón, escucha el estallido lejano.

Corre como puede a la cabina de Helena y reza porque no sea tarde. Ve la espalda de Camorra en la entrada y, sin tiempo para nada más, se quita la gabardina y la carga de energía, lanzándola hacia el gigante y envolviéndole la cabeza con ella. Tras la pequeña explosión, Camorra se desploma inconsciente en el suelo, ante terror y asombro de Morrison y Hemorragia. Apenas puede articular el nombre de su socio y Helena ya le ha mandado al país de los sueños con su viejo aliado.

Ya sólo queda Morrison en pie. Helena se incorpora desafiante mientras Gámbito entra por la puerta, con la garganta quemada y sangre en los labios. Mete la mano en uno de sus bolsillos y saca una moneda cargada de energía mientras cerca con su cuerpo a Morrison. Helena se pone a su lado y habla con dureza:

- Me importa bien poco tu vida y tus aspiraciones políticas. Yo ya no pertenezco a tu círculo, si alguna vez lo hice. Te pido disculpas si te he hecho daño o he empañado tus triunfos pero eso es todo. Tengo una familia, una de verdad. Una por la que luchar - esto último lo dice mirando a Remy, que la mira con comprensión -. A partir de ahora no tendrás que preocuparte ni por mí ni por mis acciones. He muerto para ti. ¿Entendido?

Morrison asiente. Remy le acerca la moneda a uno de los ojos y dice:

- Si vuelves a buscarla o vuelvo a oír hablar de ti o tus sicarios, una moneda como esta será lo último que veas.

Y se marchan. Morrison se sienta en el suelo y solloza un rato.

Antes de que el tren alcance Nueva Orleáns, los periódicos de la mañana publican la esquela de Helena Morrison, muerta en un trágico accidente de tráfico, dejando a su tío triste y apesadumbrado mientras encara un año de elecciones. Lo más triste es que este hecho inventado, seguramente le hará llegar a gobernador.

FIN

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AS DE PICAS

Nos leemos.

 
 
   
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