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Mutante de nacimiento, ladrón por vocación, ¿héroe como destino? Huyendo de un pasado oscuro y de un futuro trágico, Remy Lebeau ha perdido todo aquello que tenía... menos a si mismo. MarvelTopia presenta las aventuras en solitario del forajido mutante... Gambito.
 
Gambito

GAMBITO #20
Curso de acción
Guión: Israel Huertas

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Nueva Orleans es una ciudad mágica por las noches, incluso cuando aún queda mucho para los carnavales. Los hechizos de las viejas brujas del vudú casi pueden olerse en el ambiente, incluso notarse cuando el vello de tu cuerpo se eriza sin razón aparente. Puede que el Barón Samedí esté dormido ahora, pero sus huestes caminan por los barrios de esta ciudad de pecado.

En el barrio de los asesinos, la magia es todavía más fuerte. Hay muchas formas de matar a alguien y, las más sigilosas, aquellas que no dejan huella, son las que más caras paga el cliente. En el Gremio de Asesinos, el negocio no flojea, sólo evoluciona, y las espadas y dagas, por más románticas que puedan parecer en su planteamiento, no son muy populares en estos tiempos de sutilezas.

Es algo parecido a este pensamiento lo que se desliza por la mente de Belladonna Beaudroux mientras entra en su cuarto en la vieja mansión de sus ancestros. Se quita la capa y la coraza, vestidas porque acaba de asistir a una reunión del Gremio que ha tenido que oficiar, y se sienta en la silla frente al tocador. Empieza a soltar su larga trenza con gesto triste cuando, en el rincón de la habitación justo tras ella, alguien parpadea. A través del espejo, distingue claramente las pupilas rojas de su antiguo amante y su sempiterno amor. Se gira, despacio, con un movimiento fluído y calculado, asiendo de paso una pequeña daga que guarda bajo el tocador.

- Siempre has sido tan valiente como estúpido, Remy. Sólo así se explica que te metas tu solito en la boca del lobo.

- No era eso lo que tenía planeado, chere - dice Gámbito mientras abandona las sombras -. Más bien traía una propuesta.

Belladonna se sorprende al verle, pues su aspecto difiere en mucho al que está acostumbrada. Remy lleva el pelo corto, casi rapado, y en lugar de su habitual gabardina raída y descolorida, lleva una camiseta de manga corta ceñida a su pecho y un chaleco de cuero marrón que enmarca su torso. Un cinturón ancho del que pende su vara extensible es seguido por un pantalón negro, casi bombacho, que acaba en una botas estilo pirata. La mujer se da cuenta sólo con verse, que no ha venido a buscar jarana: su hombre tiene un plan.

- Estás . . . cambiado - dice Belladonna, satisfecha con lo que ve -. Tu ropa, tu pelo y . . . no hueles a tabaco. ¿Por qué el nuevo aspecto?

- Porque estaba harto de tener asuntos pendientes eternamente y he decidido cerrar alguno - dice Remy, y avanza lentamente hacia Bell -. Voy a salvar a mi padre y a mi Gremio, y quiero que me ayudes, Belle.

Más rápida que el ojo, Belladonna empuña la daga y la apoya en el cuello de Remy. Se da cuenta que él no ha hecho nada por impedírselo.

- ¡Juré matarte, ladrón! - amenaza ella -. ¡Juré que, personalmente, lavaría mi espada con tu sangre, Remy! ¿Por qué iba a ayudarte ahora?

- Porque si no recuperamos a los ladrones, tus asesinos les seguirán. Beard está retomando viejas alianzas que sólo han traído dolor y pesar a nuestras familias. Tenemos que detenerle, pero tenemos que hacerlo juntos.

- Ni hablar, "Gámbito" - dice Belladonna, retorciendo la daga y haciendo brotar una gota de sangre del cuello de él -. El destino de mi gente está en mi mano, y el tuyo también.

Entonces, el familiar sonido de una arma siendo amartillada, hace que la matriarca del Gremio de Asesinos se gire sorprendida: tan ocupada estaba con Lebeu, que no se percató de que no venía sólo. Helena, apuntando a la cabeza a Belladonna, hace su entrada:

- No tendréis destino si no nos ayudáis, hermana. Remy es el único que está dispuesto a luchar por vosotros, por lo que veo. Si él muriese, ya no habría esperanza y Candra se haría con todo.

- ¿Candra? - pregunta Belladonna, a medias sorprendida y aterrada. Poco a poco, retira el cuchillo y mira a Remy.

- Siéntate, Belle. Llevamos un par de días en la ciudad, sin llamar la atención, y hemos descubierto algunas cosas que deberías saber - dice Gámbito, sentándose en la cama de Belle, lo que despierta algunos recuerdos sobre besos y caricias furtivas del pasado. Helena, por su parte, se coloca al lado de él, apuntando aún con su pistola a la matriarca de los asesinos. Remy prosigue:

- El lunes, llegamos aquí de incógnito. El corte de pelo, la ropa, . . . cambié todo lo que pude para no llamar la atención. Así fue como nos enteramos, emborrachando a uno de los maestros del Gremio de Ladrones, el viejo Lampine, que siempre fue dado al buen vino, de que Beard había iniciado contactos con la antigua benefactora para reconciliar los Gremios con ella y así devolver los viejos dones a ambas familias.

- Al parecer - interviene Helena -, los contactos de Beard con Candra ya se habían producido cuando este tomó el Gremio de Ladrones por la fuerza. Candra sólo pidió a cambio que Remy no fuera un problema, ya fuera muerto o exiliado.

- Normalmente - vuelve a decir Remy -, lo habría dejado estar, sabiendo que mi padre estaría a salvo mientras yo no regresara, pero . . . una buena amiga me ha recordado lo que es tener una familia. No voy a permitir que mi Gremio, que esta ciudad, que tú volváis a caer bajo el influjo de esa bruja, Belle.

Belladonna traga saliva. El relato es coherente y, aunque no conoce ni confía en la mujer, sabe que Remy no suele ponerse tan intenso si no es por algo importante. Aún así, los celos la desconciertan ante lo que, claramente, ha conseguido la ladrona: le ha cambiado. Le ha centrado y le ha vuelto alguien más coherente. Eso la enerva, pues ella no pudo retenerle ni hacerle cambiar. Sus palabras brotan fruto de ese desconcierto:

- Así que tú y tu nueva . . . putilla . . . pensáis que podéis entrar aquí, apuntarme con una pistola y hacerme colaborar en vuestra jugada. Eres más estúpido de lo que recordaba, chere.

- Escucha, Belladonna, por respeto a lo que hemos compartido, obviaré ese comentario acerca de Helena, pero no toleraré que sacrifiques a nuestras dos familias por tus odios particulares. Esto es importante, Belle. No podemos hacerlo solos y tu eres la única a la que seguirán los asesinos. Sabemos que Beard te ha emplazado en su mansión mañana para comer. Te hará una oferta que cree que no rechazarás. Helena y yo aprovecharemos el momento para hablar con mi padre y ver el mejor modo de operar.

- Entretanto - interviene Helena -, esta noche citarás a todos los hombres de confianza que puedas en el viejo cementerio del clan Beaudroux, en una hora, y allí se les darán instrucciones de como y cuando actuar.

Belladonna escucha a ambos y, luego, mira a Remy. Entonces, mientras sus miradas se clavan la una en la otra, la matriarca decide ayudarles. Por supuesto, con una condición:

- Bien, contad con nuestra ayuda. A cambio, quiero que esta zorra y tú os larguéis de esta ciudad para siempre cuando todo haya acabado.

- Oh, no, Belle. Yo me iré si quieres, pero Helena debe quedarse - Gambito se dirige entonces con Helena hacia la ventana y, antes de saltar, dice -. Y, Belladonna, no vuelvas a hablar así de mi madrastra.

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El aeropuerto Louis Armstrong se encuentra a tan sólo 16 kilómetros al oeste de la ciudad por la Interestatal 10. Llamado así desde 2001, con motivo del centenario del nacimiento del músico cuyo nombre adoptó, es uno de los aeropuertos más bajos en relación al nivel del mar que existen. La recuperación tras el Katrina fue lenta, pero ahora vuelve a funcionar a la perfección, tal como comprueban los pasajeros del avión que aterriza ahora desde el aeropuerto parisino Charles de Gaulle. A ninguno de ellos les interesa que, en esas mismas tierras, murió el aviador John Moisant mientras fertilizaba el terreno con su avión y que, por ello, cuando el aeropuerto abrió por primera vez sus puertas tras la II Guerra Mundial, lo hizo con el nombre de Moisant Field, y que mantiene esas iniciales en su nomenclatura específica en el World Tracer.

A una de las pasajeras en concreto, la bruja inmortal llamada Candra, mientras se desliza lentamente por la cabina del avión hacia la sala de espera, no le importa ni eso ni los millones de dólares en daños causados por el huracán. Sólo le importa en una cosa: volver a manejar los hilos del mayor tesoro que jamás poseyó.

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La mansión del clan Lebeu, al mediodía.

Los guardias de Beard custodian la puerta principal en calma. No parecen esperar intrusiones concretas esta mañana.

Remy y Helena utilizan los viejos túneles de escape, obrados en la tierra bajo la casa en los tiempos en que las escaramuzas entre los Gremios eran más cruentas. Los túneles acaban en una puerta secreta junta a la chimenea del salón señorial de la planta baja. Cuando salen, no hay nadie allí. Remy le pide a Helena que vigile en esa sala y sube las escaleras para comprobar el dormitorio de su padre.

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Belladonna manosea el fino vaso que uno de los criados de Jacques y Armand Beard le sirvió al pasarla al comedor, mientras espera que su anfitrión se presente. Lleva más de media hora y, teniendo en cuenta que ya conoce el motivo de la reunión, ese tiempo es más que suficiente para que desespere.

Cuando el que entra por la puerta es Armand y no Jacques, su desespero se vuelve consternación.

- Pensé que iba a comer con su hermano, Armand. Si el patriarca de los ladrones no tiene tiempo para hablar con su homólogo en el Gremio de Asesinos no sé de que modo . . .

- Calla, pequeña Belladonna - dice Candra, saliendo de detrás de Armand -. No es necesario que finjas tu altanera terquedad. Siéntate y . . . disfruta tu copa.

Belladonna, la garganta seca por la repentina sorpresa, hace lo que le pide Candra y se sienta. Nota en un remoto rincón de su consciencia que no es del todo suya la voluntad que la fuerza a hacer eso. Da un sorbo a la copa y, enseguida, paladea el veneno que acaba de ingerir. En lo último que se fija antes de apagarse como una vela, es en el gesto de Armand, en como la mira frunciendo el ceño y como suda, fruto de algún esfuerzo que, a simple vista, no está realizando.

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Remy sube al dormitorio de su padre y abre la puerta de madera, perfectamente cerrada. Sólo se escucha, ya en el interior, el fluir del agua en la bañera.

- ¿Padre? - pregunta el mutante, extrañado y temeroso al mismo tiempo pues, esto, no está bien. No hay criados, no hay ruidos ni actividad. Su padre no está sentado en el viejo sofá, allá en el salón, disfrutando de la copita de brandy que suele tomar a estas horas. Todo esto lo analiza mientras sus pasos se encaminan al baño. Entra de un salto sólo para comprobar que no hay nadie allí, sólo el agua.

Cierra el grifo y se vuelve de nuevo hacia la entrada del baño. Al salir, Jacques Beard, frente a él, le apunta con una pistola.

- Bienvenido, Remy - dice el usurpador, y dispara sin pensarlo contra el ladrón. Cuando el cuerpo cae, Beard guarda su arma -. Bonito corte de pelo.

CONTINUA

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AS DE PICAS

Nos leemos.

 
 
   
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