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PORTADA
Escucha los muros caer. Huele el azufre que impregna el aire. Contempla a los Señores Infernales dirigiendo sus fuerzas. Siente el choque atronador de demonios en combate. Palpa el miedo de la humanidad.

Porque ha estallado una guerra oscura.

Y, para nuestra desgracia, se esta librando en la Tierra.
 

Guerras Infernales LS

GUERRAS INFERNALES #4
Argumento: José González y Tomás Sendarrubias
Guión: Tomás Sendarrubias
Portada: Israel Huertas

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Nueva Sálem, Massachussetts.

El poder que emana del pequeño Daniel es tan grande que Agatha sospecha que Johnny Blaze no llegó nunca a hacerse una idea de hasta que punto era peligroso ese niño para la propia realidad, pero eso era algo que nunca había amedrentado a Agatha, que ya contaba en su haber con la educación del pequeño y poderoso Franklin Richards.

Agatha nota las fracturas en la realidad a su alrededor, como la propia gravedad parece curvarse hacia donde se encuentran; como la luz, que parece quedar atrapada a su alrededor, se hunde en los sellos del mandala del suelo, dando la impresión de que giran sobre el eje formado por la anciana y el niño. Siente que sus mandíbulas se tensan y tiene que hacer un auténtico esfuerzo para no crispar los dedos, evitando hacerle daño al pequeño. El hechizo requiere de toda su concentración, de toda su voluntad, cualquier pérdida de control será letal, no sólo para ella, sino para el propio universo. Y sin embargo, cuando llega el tirón, está preparada.

-¡¡AGATHA HARKNESS DE LA TIERRA!! ¡¡QUÉ ESTÁS HACIENDO!!

Cuando la realidad se enfoca a su alrededor, Agatha no se sorprende al ver que ya no se encuentra, al menos aparentemente, en Massachussetts, y reprime la necesidad de decir "Esto no es Kansas, Totó". A su alrededor arden las estrellas tejidas en un tapiz de terciopelo de la más absoluta oscuridad, y frente a ella, tres figuras que son una la escrutan con ojos ardientes. La criatura insectoide de muchos ojos, la mujer de cabellos verdes como hojas, y el felino de aspecto poderoso. Por separado son Agamotto, Osthur y Hoggoth.

Juntos, son El Vishanti.

-El hechizo que has lanzado, mujer, está afectando a todas y cada una de las Líneas Eldritch del Universo-dice la figura femenina, Osthur, con el ceño fruncido-. Las propias Casas de las Almas, los Sheol, se están vaciando mientras convocas a los perdidos a la batalla.

-La Perforación amenaza el equilibrio de los mundos y los fragmentos-gruñe el felino, Hoggoth-, el precio que la existencia podría pagar por tus acciones es inmenso...

-También lo sería el establecimiento de los dominios infernales sobre la Tierra-replica Agatha, firme pero respetuosa.

-¿Conoces el precio por lo que estás haciendo?-interviene Agamotto, sobrio como siempre, y Agatha asiente-. ¿Eres consciente de lo que arriesgas si fallas?

-Sí, señores, lo soy, pero también sé que no hay otra opción. Si Nueva York se convierte en Dis, el resto del planeta le seguirá. Y la barrera de Belial no permite que nada vivo entre o salga de la ciudad. Necesito a los ejércitos de los muertos.

-Sabe, Agatha Harkness, que no cuentas con la aprobación del Vishanti, pero sí con su respeto-concluye el insectoide Agamotto, y al momento, Agatha siente que vuelve a estar en Nueva Sálem, en el corazón de su mandala místico, y recitando su mantra.

-A la batalla, guerreros-sisea-. A la batalla.

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Centro de refugiados de Jersey City.

-Moved el culo ya-ordena la enfermera Annie Ghazikhanian, mirando a su alrededor cuando aún el resto de la gente no ha terminado de asimilar la figura del pájaro flamígero que ha evitado que todos sean aniquilados por una horda de demonios furiosos-. Hay que llevar a Cecilia a un sitio seguro antes de que esas cosas vuelvan...

A unos pasos de Annie y los refugiados, Cíclope y Lobezno aún miran un tanto confusos a Jean Grey. La imagen raptor del Fénix que habia terminado desvaneciendo, y ahora, la mujer pelirroja miraba a su alrededor, con gesto serio y el ceño fruncido.

-Jean...-masculla Scott, acercándose a ella.

-Sí, Scott. Soy yo-replica ella-. No soy un skrull, ni Fénix Oscura. Soy yo.

-Tenemos que hablar con el Profesor, Jean, tenemos que asegurarnos de que...-continúa diciendo Cíclope, pero un gruñido procedente de unos pasos a su espalda le interrumpe. Por un momento, Scott piensa que los demonios han vuelto, pero cuando se gira, sólo ve a Lobezno, con los ojos clavados en Jean y las garras fuera.

-Como te atreves...-escupe Logan, y antes de que Cíclope pueda preguntarse siquiera de qué está hablando su compañero, Lobezno se arroja sobre ella, con las garras por delante.

Cíclope espera ver como la energía telequinética del Fénix golpea a Lobezno, como éste es aniquilado a nivel cuántico, pero eso no ocurre, y sin más, antes de que ella pueda reaccionar, las garras de hueso de Logan se hunden en el pecho de Jean, cortando y desgarrando.

-¡Logan!-grita Cíclope, e inmediatamente un rayo óptico impacta de lleno en Lobezno, arrojándole a varios metros de Jean...

O de lo que hasta décimas de segundo antes era Jean.

Allí en el suelo, con el pecho, el cuello y parte del vientre completamente destrozados, la imagen de Jean se difuminaba, se diluía para ser sustituida por la de una criatura demoníaca, de piel verdosa y marcas rojas en las manos y los ojos.

-Pero que...-masculla Scott, mientras Lobezno se incorpora, escupiendo sangre mientras poco a poco se van cerrando las heridas causadas en sus pulmones tras clavarse en sus costillas a causa del impacto del rayo óptico.

-Un demonio piroquinético-escupe Logan-. Y supongo que también metamofo y telépata. Vamos, como hacer frente a Mística, Pyros y Xavier al mismo tiempo.

-¿Cómo lo supiste?

-Jeannie nunca ha olido a azufre...-gruñe Logan-. Y porque la verdadera está ahí-señala, indicando una barricada hecha de cajas, abandonada ante las embestidas de los demonios, y cubierta de hollín y cenizas, así como de una especie de babas verdosas cristalizadas que formaban un capullo. De inmediato, Cíclope corre hacia allí, bajo la mirada aún atónita de los refugiados. Arranca con las manos la cobertura gelatinosa del capullo, y enseguida aparece una mata de pelo rojo, así como la piel y el rostro de Jean Grey, con los ojos abiertos de par en par.

-Jean-masculla Scott, con Logan situado justo a su espalda-. Jean...

Scott se inclina sobre ella y la besa en la frente, y en ese momento, impulsado por el contacto físico, un chasquido telepático resuena en la mente de Ciclope, cuando la mente de Jean vuelve a contactar con la suya. Una miríada de imágenes de su vida juntos desfila por la mente de Scott, y enseguida los ojos de Jean se enfocan en él, mientras ella misma se va arrancando los restos de material viscoso cristalino.

-Estaba tan sola...-susurra Jean, con los ojos húmedos y abrazando a su marido-. Tan lejos de todo, tan sola...

-Shhhh...-responde él, estrechándola contra sí mismo-. Sabes que no te dejaré sola nunca...

Tras ellos, Lobezno baja la mirada y se dirige hacia los refugiados. Tendrán que estar preparados para cuando los demonios vuelvan.

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Afueras de Citrusville, Florida.

-Estamos jodidos-gruñe Jennifer, cruzando los brazos.

-No hay rastro de Illyanna-masculla Wong, negando con la cabeza-. Era una pieza clave en nuestro plan...

-¿Alguien va a contarme alguna vez cual era ese plan?-protesta Jennifer, y Wong asiente, mientras el resto de los magos y Forja se aseguran de que las protecciones mágicas están funcionando.

-Mi Maestro tenía un plan trazado por si ocurría una contingencia de este calibre-explica él-. Un grupo de hechiceros y seres relacionados con la magia, y estableció como cuartel de contingencia si la Mansión no estaba disponible este lugar, el Nexo de las Realidades. Nuestra idea era reunir a todos los convocados por el Maestro, y luego, Illyanna debía llevarnos al interior de la bóveda que cierra Nueva York, para enfrentarnos a Belial, pero...

-¿Y el resto de los hechizos teleportadores?-interrumpe Jennifer.

-No funcionan contra esa barrera, ya lo hemos probado-responde Wong-. Y casi perdemos a la Meiga al intentarlo. Pero los discos teleportadores de Illyanna son consecuencia de su poder mutante y su relación simbióntica con el Limbo, y pensamos que podría conseguirlo. Pero ahora, sin ella, estamos fuera de la barrera y no podemos acceder a Muerte...

-¿Y qué vamos a hacer?-interviene Forja-. No podemos quedarnos simplemente cruzados de brazos.

-No lo sé-masculla Wong-. No lo sé.

-Llevemos la guerra a su casa-dice Jennifer, crujiéndose los nudillos y lanzando una sonrisa.

-¿Qué?-pregunta Forja.

-Estamos en el Nexo de las Realidades-dice ella, encogiéndose de hombros y señalando su entorno-. Un portal natural entre miles de dimensiones. No podemos entrar en Nueva York, pero podemos presentarnos en el hogar de Belial antes de que le de tiempo a decir Abracadabra. Por lo menos, tal vez consigamos debilitar esa barrera lo suficiente como para que los héroes que han quedado fuera puedan entrar y ayudar.

-Parece que olvidamos algo-farfulla Forja, negando con la cabeza-. Belial no es el único enemigo en esta liza. Corazón Oscuro...

-Tendrá sus propios problemas-responde Wong-. El Maestro tenía un papel en todo esto para Blaze y Morbius.

-Entonces... ¿marchamos a patear culos?-pregunta Jennifer, y tras meditarlo unos segundos, tanto Forja como Wong asienten.

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Junto al muro de Queens.

-¿Tenemos noticias de Scott?-masculla Bobby, tratando de no acercarse demasiado a Banshee, que volaba cerca de él, procurando mantener una distancia a la que sus tímpanos no estallasen. Ya habían rechazado dos oleadas de criaturas demoníacas, pero había una tercera en marcha, y el Hombre de Hielo trataba de mantener en alto un muro gélido con el que alejaba de los pequeños grupos de refugiados que aún eran humanos, mientras Banshee se aseguraba de que mantener la distancia con los que podían volar, y los chicos atendían a los refugiados.

-Ninguna-responde Banshee a través del comunicador-. Lo último que sabemos de él es que encontró a Lobezno.

-Al menos sabemos que está bien acompañado... ¿qué demonios es eso?

Sean Cassidy ataca con su grito sónico a una criatura quitinosa que ha conseguido rebasar el muro, lanzándole de vuelta al maremágnum de seres infernales que se abarrotaban bajo él, y luego, observa lo que ha dejado sorprendido a Bobby. El antiguo agente irlandés de la Interpol frunce el ceño, tratando de entender lo que está viendo. En el horizonte, es como si el aire se moviera, como si el propio horizonte vibrara. La luz se tuerce en ángulos extraños, mientras lo que parece ser una marea de distorsión avanza a toda velocidad hacia el ejército de seres demoníacos.

-Los demonios están asustados...-masculla Bobby, al ver cómo filas y filas de criaturas deformes se giran para tratar de hacer frente a lo que se les viene encima, sea lo que sea. Decidido a averiguarlo, Banshee vuela hacia delante, aprovechando que los demonios están distraídos con el nuevo acontecimiento, y observa aquella marea, para darse cuenta de que no es uniforme, de que se trata de figuras individuales. Siluetas humanas que avanzan a toda velocidad hacia Nueva York, hacia la cúpula que separa la ciudad del resto del mundo. Los demonios tratan de detenerlas, pero es inútil, pasan a través de ellos, y aquí y allá, aunque no de forma generalizada, algunas de las criaturas demoníacas revierten a su forma humana, a la que habían tenido antes de ser dominados por la maldad que se había liberado esa noche.

Bajo la atenta mirada de Banshee y el Hombre de Hielo, las siluetas translúcidas atraviesan el muro de hielo con la misma facilidad que a las criaturas infernales, y hacen lo mismo con los refugiados. Júbilo, inundada por une repentina tristeza, rompe a llorar, atónita, mientras Vaina la abraza. Sin más, la oleada de figuras atraviesa el propio domo místico, esparciéndose por las calles de Nueva York.

-¿Qué es eso?-masculla Cámara, con los ojos clavados en el domo, que parece parpadear por unos instantes.

-No lo sé-responde Pellejo-. Pero mi madre hablaba de cosas así, y decía que eran ánimas.

-¿Cómo el manga?-masculla Júbilo, entre lágrimas.

-No, anime no. Ánimas. Almas en pena. Los espíritus de los muertos...

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Catedral de San Juan el Divino, norte de Manhattan.

Las arenas del desierto se agitan por un viento que parece no proceder de ningún sitio, mientras los edificios se inclinan y retuercen a su paso, adquiriendo la nueva forma que su señor desea dentro del oscuro espejo en el que Nueva York se está convirtiendo. Si alguien con oídos humanos hubiera estado allí, las palabras escondidas en el viento, las blasfemias ocultas en los crujidos de los edificios, le hubieran vuelto loco sin remedio. Se hubiera arrancado los ojos, se hubiera mordido la lengua y hubiera escrito por doquier con su propia sangre el nombre de su nuevo señor.

Belial, señor de Dis.

Y allí, en torno a la Catedral de San Juan el Divino, las sombras se arraciman. La propia oscuridad parece sacudirse, y cada vez que lo hace, un grito desgarrado recorre la noche, mientras docenas de nuevos demonios llegan al que consideran su nuevo dominio como culminación de su parto oscuro, el alumbramiento del reino de Belial en la Tierra. Las criaturas demoníacas se mueven como un enjambre de insectos alrededor de su nido, cazando a los pocos que aún no se han convertido en seres infernales, deleitándose en el desmembramiento, la muerte y la violación. Al este de allí, una tribu de demonios arácnidos ha reclamado su dominio, y enormes telarañas resplandecen con un color verdoso.

Incluso desde allí, desde donde se encuentra, es consciente de que Belial está sonriendo, de que asume que ha ganado esa guerra. De que cree que Corazón Oscuro ha sido vencido, y su dominio se extenderá por todos los Infiernos y también la Tierra. Puede percibir la presencia de Belial, y supone que los demás les pasará lo mismo. Está ahí, como un leve picor tras la nuca, sofocado por la voz de la mujer que les ha llamado para ir a la guerra, y que aún retumba ensordecedora en sus oídos.

Danny Ketch mira hacia el frente, y sabe que los muertos le siguen.

Allí, en la catedral de San Juan, está su objetivo.

Allí, está el portal que une la Tierra al Infierno.

Allí está Capa.

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Carretera 88, cerca de Claremore, Oklahoma.

Lejos de la civilización, lejos de las grandes ciudades, rodeados de cañones y las planicies que, tiempo atrás, estuvieron llenas de bisotes, en esa noche donde el tiempo parecía haberse convertido en un simulacro de sí mismo, no parece que los infiernos se hayan derramado sobre la Tierra.

Pero en la oscuridad, arde el resplandor de unas llamas que giran en círculos perfectos, y sobre ellas, un fuego aun más brillante que rodea un cráneo. Esa noche, Johnny Blaze, el Motorista Fantasma, se ha convertido en el espíritu del corazón de América. Y tras él, sujetándose con fuerza al asiento, viaja Morbius, el Vampiro Viviente. Ellos dos son los restos de los Hijos de la Medianoche, la novena mística que el Doctor Extraño había reunido tantos años atrás para hacer frente a la renacida Lilith y sus hijos.

Y ahora, cuando las barreras que separan el Infierno de la Tierra se han derrumbado sobre sí mismas, Blaze y Morbius se encuentran siguiendo de nuevo la voluntad de Extraño mientras la Tierra parece precipitarse en una caída libre al Abismo y las propias sombras se levantan.

Guardan silencio, ninguno de los dos son hombres de muchas palabras, y aunque saben que tienen que estar allí, no saben muy bien por qué, pero según Wong, Extraño quería que los Hijos de la Medianoche acudieran a aquel lugar, en mitad de ningún sitio... y esperaran.

Claro, que eso había sido antes de que Blade muriera y fuera sustituido por un demonio, aliado de Corazón Oscuro, el demonio que les había traicionado y se había llevado a Extraño, mutilando la capacidad de defensa mágica de los héroes de la Tierra, y haciendo que Wong tuviera que poner en marcha todos los protocolos de Stephen para emergencias de ese calibre. Solo la aparente capacidad de la moto infernal de Johnny de para doblar el espacio y acortar las distancias les había permitido llegar allí desde Florida en tan pocas horas, y aún así, los dos tenían la impresión de estar llegando tarde.

-John...-sisea Morbius, acercándose lo más posible al Motorista, tratando de evitar acercarse tanto como para que las llamas le dañen, pero aún así, tiene la impresión de que su piel se seca y crepita con la proximidad del fuego infernal-. Luces, a las once.

El Motorista Fantasma asiente, ha percibido la tenue iluminación unos segundos antes, y ahora está casi convencido de lo que es. Dos luces paralelas, potentes, situadas a la misma altura... probablemente un camión, un trailer de grandes dimensiones. Con un giro seco de su muñeca, la moto gira y se clava en el suelo, dejando a su alrededor un círculo llameante. Siguiendo la inercia, Morbius salta de la moto y se agazapa en las sombras, lamentando brevemente haber perdido la capacidad que tuviera cuando la sangre del Lilim Colmillo corría por sus venas de distender su figura, casi como los vampiros míticos se convertían en niebla.

Un par de minutos después, el camión hace una curva, y aparece de frente a ellos, disminuyendo enseguida la velocidad. Se trata de un gran trailer de dieciséis ruedas, con la cabina roja cromada y un gran cuerpo trasero, aparentemente hermético y metalizado, con el sello de lo que puede ser una empresa de transporte, TrasRED. Y el camión se detiene, a pocos metros de ellos, y Johnny desenvaina la espada que lleva en la espalda, que se cubre de llamas de inmediato.

-Eh, eh, no tan deprisa-exclama un hombre que salta de la cabina del camión, con las manos en alto, de aspecto bastante normal, pero con dos pistolas obviamente situadas en sus costados, aunque ya que no parece plantearse siquiera utilizarlas, parece que sabe que obviamente serían inútiles las balas contra el Motorista Fantasma y Morbius-. Se supone que teníais que ser tres...

-¿Quién eres y qué haces aquí?-pregunta Johnny, y su voz retumba, crepitante, mientras el hombre del camión dirige su mirada hacia las sombras en las que Morbius se esconde.

-Me llamo Walter Beck, pero os importará entre poco y nada-responde-. Mi jefa está interesada en vosotros, y bueno, me hizo traerla hasta aquí desde Tulsa, con la noche de perros que hace y todo lo que está pasando... bueno, en todas partes.

Beck hace un gesto con la cabeza, señalando hacia la parte trasera del camión. Las dos puertas se han abierto, y una rampa ha hecho su aparición, dando acceso al interior del vehículo.

-¿Qué hacemos?-sisea Morbius, y el Motorista Fantasma le mira unos segundos, y luego asiente.

-Entramos-dice-. Las tripas me dicen que es aquí donde debemos estar.

-Eso me da mucha seguridad-gruñe Morbius, siguiéndole al interior del transporte. Es un espacio extraño, con las paredes cubiertas de cables cromados que parecen confluir en la parte más cercana a la cabina, donde la luz halógena y pálida de una serie de focos situados en hilera revelaba la figura de la persona que había acudido hasta ese lugar a reunirse con ellos. Una mujer de avanzada edad, sentada en una peculiar silla de la que brotaban los cables que recorrían las paredes, con el cabello plateado, corto, extremadamente delgada, y ataviada con un vestido rojo oscuro, casi negro, y unas peculiares gafas del mismo tono cubriéndole los ojos.

-¿Quién es usted?-pregunta Morbius, y la mujer gira el rostro levemente hacia él.

-Mi nombre es Cassandra. Cassandra Webb-responde-. Aunque todo el mundo me conoce simplemente como Madame Web.

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Port Elizabeth, Sudáfrica.

Desde un sitial tallado en hueso y oro, lord N´Astirh observa atento como las playas de la ciudad costera se llenan de criaturas que salen del mar, criaturas olvidadas mucho tiempo atrás, monstruos que cayeron en letargo cuando el hombre era joven y que ahora han despertado, muchos de ellos buscando a Lilith, la Madre de los Demonios.

N´Astirh se inclina hacia delante, toma una copa tallada en un cráneo de niño y bebe un sorbo del potente licor que un pequeño grupo de demonios fermentaba con asfódelos en un rincón del reino de Corazón Oscuro, y se reclina de nuevo para observar los intentos de los militares sudafricanos de contener la inmensa marea de monstruos. Por suerte para ellos, el tsunami que N´Astirh ya puede ver acercarse, les barrerá antes de que los demonios puedan darse un festín con su carne viva y palpitante.

Y él será testigo de todo desde su mirador de excepción sobre el edificio más alto de Port Elizabeth. N´Astirh sabe que los más poderosos líderes de los Infiernos, Belial y Corazón Oscuro, han convertido Estados Unidos en su campo de batalla, pero con las barreras destruidas por todo el globo, había muchos lugares en los que poder disfrutar del espectáculo sin ser arrastrado a un bando u otro. De hecho, N´Astirh ya ha jugado todo el papel que tiene pensado jugar, haciendo de carcelero de los Defensores en el Limbo para Corazón Oscuro. Una mueca semejante a una sonrisa marca el rostro equino del demonio mientras ve como los primeros militares son finalmente conscientes del muro de agua que se les echa encima.

Y en ese momento, mientras el agua arrasa el puerto y todos los alrededores y se adentra en la ciudad, llevando consigo una devastación como la ciudad no ha visto nunca, toda sensación de gozo es arrebatada de N´Astirh por un escalofrío y una sensación de vértigo que le aplasta contra su propio trono.

Como si no tuviera futuro.

Como si no hubiera nada en su pasado.

La ciudad muere bajo sus ojos, pero él no puede sentir ningún placer1.

Aturdido, N´Astirh se incorpora, y escucha un zumbido tras él, un sonido que le resulta más que familiar, como si el espacio se rasgara...

-Muy bien, cara de pony-escupe Illyana Nikolievna Rasputina, apareciendo a escasos pasos de él a través de un disco de teleportación, con cara de pocos amigos y empuñando un hacha de hierro frío. Tras ella, Margali Szardos clava sus ojos, llenos de ira, en el demonio-. Sólo quedas tú.

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Carretera US-69 S, Entre Oklahoma y Texas.

Michael Morbius tiene la sensación de estar viviendo uno de los momentos más surrealistas de su vida, y eso, es decir mucho. Sabe que fuera el mundo se está yendo a la mierda por momentos, y sin embargo, en la parte trasera del camión que se dirige a toda velocidad hacia el sur, todo parece extraordinariamente cotidiano, mientras una anciana conectada a media docena de máquinas, toma té contemplándoles con ojos ciegos.

Aunque no hay ventanas, Morbius siente en el estómago el peso de la gravedad, lo que le permite hacerse una idea de la velocidad a la que se están moviendo. "Tecnología SHIELD, de vez en cuando, les hago algún favor" había dicho Madame Web ante una pregunta no formulada del Vampiro Viviente.

-¿Por qué viajamos hacia el sur?-pregunta Johnny Blaze, que ahora es un simple humano vestido de cuero y tachuelas, prescindiendo de la parafernalia llameante del Motorista Fantasma.

-Os acerco a vuestro destino lo más que puedo, dentro de poco querréis dirigiros hacia el sur-responde la anciana, dejando su taza de té en una mesita lateral especialmente diseñada para evitar el desplazamiento de objetos a pesar de la velocidad-. Extraño me dijo que vendríais, pero afirmó que seríais tres. Supe desde el principio que sólo seríais dos, ¿que fue del tercero?

-Murió-gruñe Morbius-. Fue sustituido por un demonio y traicionó a Extraño, que ahora es...

-Prisionero de Corazón Oscuro-le interrumpe Madame Web-. Y vuestro objetivo es encontrar al demonio y que os conduzca a Extraño.

-Así es-asiente Blaze-. ¿Sabes donde se encuentra?

-Claro-asiente Madame Web, pasando la mano sobre la mesa que tiene delante de forma que se activa un mapa tridimensional de una región rocosa de aspecto desértico. La anciana señala una zona del desierto con un dedo fino y larguísimo-. Ha encontrado su refugio en el desierto de Sonora, en las tierras sagradas de los Apaches, al norte de Méjico.

-¿Qué cojones hace el Blade Demonio en Méjico?-masculla Blaze-. No creo que haya ido a comer enchiladas...

-Cumple las órdenes de su señor-explica Madame Web.

-¿Corazón Oscuro ha extendido su dominio hasta Méjico?-pregunta Morbius, pero la anciana niega con la cabeza.

-Corazón Oscuro solo es el señor de vuestro enemigo de modo nominal, aunque sí es el hijo de Mefisto quien se ha convertido en carcelero de Stephen Extraño. En este momento tenéis dos opciones.

-¿Qué?-dice sorprendido Blaze.

-Podéis acudir hacia el Este, a la zona de San Francisco. En Fire Lake encontraréis la vieja mansión de Daimon Hellstorm, un acceso a sus regiones infernales, en las que Corazón Oscuro ha aprisionado a Extraño. O podéis viajar a Sonora, encontrar al traidor, y tratar de estar preparados para la llegada de su auténtico señor.

-¿Quién es?-gruñe Morbius, y cuando Madame Web responde, los dos Hijos de la Medianoche se miran un instante, y Blaze asiente-. De acuerdo. ¿Qué camino debemos seguir para llegar a Sonora?

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Academia de Massachussetts.

Emma nota la presencia del demonio como una persistente migraña tras los ojos. Lo percibe en el exterior de la Academia, como un cáncer en plena metástasis, tomando un cuerpo tras otro, incluyendo una mente tras otra en su enjambre psíquico.

Y solo la presencia de Emma Frost ha impedido que sus propios estudiantes caigan en manos de esa criatura2. Ahora, parece que la criatura demoníaca es también consciente de ese agujero negro que supone la Academia de Massachussetts en dominio, porque como termitas royendo su psique, Emma puede notar a los innumerables demonios y criaturas poseídas que se acercan a la Academia.

-Quizá deberíamos llamar al señor Cassidy...-masculla, tras ella, Cristal, haciendo un extraño ruido al frotarse, nerviosa, los dedos-. Al menos llegarían para evitar que esas cosas se coman nuestros cadáveres.

-Ese no es el espíritu-responde Frost, girándose hacia su alumna, que está flanqueada por dos insólitas figuras, ataviadas, al igual que la joven, con los uniformes de campo de Generación-X, una mujer extremadamente delgada, con el cabello rojo pajizo y la mirada apagada; y un joven con la cabeza afeitada y la nariz aguileña. Otoño Rolfson y Vincente Cimetta, y entre ellos, sólo tienen un punto en común: hasta hace poco, cada uno ocupaba una celda de contención en los subterráneos de la Academia-. Sean tomó su decisión y se llevó al equipo a Nueva York para ayudar a luchar contra los demonios. Aquí tenemos nuestra propia responsabilidad.

-Ni siquiera hemos podido entrenar juntos-gruñe Cristal.

-Frost, aún no he entendido lo que quieres que hagamos-dice Vincente, con una media sonrisa.

-Quiero que hagáis lo que mejor sabéis hacer Otoño y tú-replica ella-. Apocalipsis y Émplaca os entrenaron, os convirtieron en soldados-. Emma les mira, seria-. Quiero que volváis a la lucha, que volváis a la guerra para la que fuisteis preparados, pero esta vez, por nosotros.

-Muy bien-asiente Vincente-. Volvemos al campo de batalla. ¿Normas?

Emma suspira, mira a Cristal, y cierra los ojos.

-Ninguna. Haced lo que sea necesario.

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Catedral Episcopaliana de San Juan el Divino, Nueva York.

Sarah Ellis se ha quedado afónica varias manzanas atrás, pero aún trata de gritar mientras los demonios la arrastran en dirección a la Catedral de San Juan. No sabe qué van a hacer con ella, pero visto lo que han hecho con sus amigas, no tiene muchas esperanzas en su futuro, y que la hayan reservado y no despedazado directamente como han hecho con sus amigas la hace estar aún más aterrada. Una de las criaturas, un monstruo que se sostiene con tres garras tambaleantes, se bambolea hacia ella, obscenamente obeso y de un amarillo rabioso, y la acaricia con unas manos que segregan algún tipo de baba de olor ácido. Un quejido escapa de la garganta de Sarah mientras las manos del demonio tocan su cuello y su rostro, y nota como el espeso líquido se va endureciendo.

Y entonces, algo semejante a una luna de plata se hunde en el rostro del demonio, que parpadea aturdido antes de derrumbarse sobre Sarah, que se siente completamente sofocada por el peso de la criatura. Por unos instantes, entre la saliva endurecida y el peso del monstruo, Sarah piensa que va a morir allí, asfixiada y aplastada, pero unos segundos después, el peso es retirado y se encuentra mirando frente a frente a un hombre embutido en un extraño uniforme blanco, encapuchado y con capa... y con una luna menguante en el pecho...

Sin decir palabra, el hombre se inclina sobre ella y rompe la costra de baba, liberándola, mientras sus tres compañeras continúan eliminando a los demonios que la habían capturado. Una mujer vestida de negro y con el cabello plateado, una pelirroja embutida igualmente en un ceñido uniforme negro, y una tercera morena y vestida de rojo, que en ese momento le parecieron a Sarah tres ángeles caídos del Cielo para ayudarla.

-¿Se encuentra bien?-dice la pelirroja, acercándose a ellos, y sin responder, Sarah rompe a llorar.

-Físicamente está bien-responde el Caballero Luna, con los brazos cruzados ante el pecho-. Psíquicamente... probablemente tenga heridas que no cicatricen nunca.

-¿Qué hacemos?-pregunta la Gata Negra acercándose a ellos, tratando de eliminar una mancha de sangre parduzca de sus guantes, que finalmente se quita, arrojándolos lejos-. La idea era entrar a San Juan, pero no podemos llevar a la chica con nosotros ni dejarla sola...

-Hay algo extraño aquí-masculla Elektra, con los sais de Okinawa empuñados, mirando a su alrededor con el ceño fruncido-. Algo que...

No puede terminar la frase cuando la marea de los muertos les arrolla, atravesándoles, llenándoles con imágenes de miles de vidas fugaces, todas ellas truncadas de una forma o de otra. Y todos ellos ardían de ira, de justa indignación mientras fluían como un río hacia la catedral de San Juan el Divino. La Viuda Negra siente que las rodillas se le aflojan, pero el Caballero Luna la sostiene, más acostumbrado a tratar con la muerte, aunque bajo la máscara, sus ojos abiertos como platos no dejan de mirar a su alrededor, tratando de aferrarse a algún punto fijo para no ceder al mareo provocado por el río de espíritus que parece envolverlo todo.

-Khonsu...-susurra, y ve que Felicia Hardy se ha desmayado, como casi ha estado a punto de hacerlo la Viuda Negra. Sin embargo, Elektra permanece firme como una roca en medio de aquel maremágnum. Probablemente, su experiencia con la muerte sea incluso superior a la del propio Marc. Y entonces, tan repentinamente como todo ha empezado, todo se detiene, con un suspiro, lo que le trae a la mente a Marc los versos de T.S Eliot en Los Hombres Huecos.

-Encárgate de ellas-dice Marc, señalando con un gesto a Felicia, Natacha y Sarah, y Elektra asiente-. Quiero ver qué está pasando.

Y sin más, el Caballero Luna corre hacia las puertas de San Juan el Divino, hacia donde se dirigía toda esa marea de espíritus.

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Afueras de Citrusville, Florida.

-¿Es que no va a salir nunca el sol?-masculla Magical Girl, sentada sobre un cojín tejido de aire que ha convocado para estar lo más lejos posible del limo y el cieno que cubren casi todo lo que la rodea. La figura del Hombre-Cosa, que los observa a todos en silencio entre los árboles, contribuye a que se sienta aún más nerviosa.

-Esta noche el tiempo no tiene mucho sentido-explica Forja, a escasos pasos de la muchacha. A unos metros de ellos, Wong, Jennifer, Topaz y Dakhim, trazan complejos círculos, diagramas y mandalas con tiza, cenizas y sangre, una magia mucho más compleja de lo que Shaman, la Meiga, el Hermano Vudú, la propia Magical Girl o el propio Forja estaban acostumbrados a ver-. Hay tantas energías místicas en el aire que las propias leyes físicas parecen estar puestas en suspenso. En unas mediciones que realicé hace... una hora estándar, si ese término sigue siendo válido, la luz dejó de comportarse como una partícula durante treinta y siete segundos...

-Eso es grave, seguro-gruñe Magical Girl, que teme un discurso del cheyenne sobre las propiedades básicas de la luz, pero Jennifer les llama, y suspirando de alivio, se apresura a reunirse con los demás, en torno al inmenso y complejo círculo que han trazado los cuatro hechiceros en el suelo.

-Está hecho-anuncia Wong, obviamente cansado.

-Pensaba que sin Magik, no íbamos a poder teleportarnos-masculla Magical Girl, y Wong asiente.

-No vamos a teleportarnos-explica el oriental-. Utilizaremos la presencia del Nexo de las Realidades. Abriremos un portal, una rasgadura en las barreras que separan los diferentes mundos, y nos dejaremos caer al interior.

-Así explicado, no suena demasiado seguro-farfulla Jennifer, encogiéndose de hombros-. Pero la idea, básicamente, se parece a hacer puenting. Saltamos al vacío con todas las gomas que podamos, y rezamos porque sean lo suficientemente largas y lo suficientemente resistentes como para llevarnos al Reino de Belial y no arrojarnos al Abismo.

-Si hay que hacerlo, hagámoslo cuanto antes-gruñe la Meiga-. Antes de que tengamos tiempo para pensarlo.

-Estoy de acuerdo-afirma Shaman, pero Wong niega con la cabeza.

-Michael, te necesitaremos aquí-dice, y de inmediato, el rostro del hechicero sarcee se ensombrece, pero Wong sigue hablando-. Necesitaremos un seguro, un punto de anclaje.

-La magia que utilizáis es muy diferente de la mía, yo no sería capaz de...

-No se trata de eso, pero tu bolsa es un objeto de poder mágico considerable. Por si sola, funciona como un portal a otra dimensión. Si algo va mal, necesitaremos un camino de salida...

-Volveríais a través del Universo de mi bolsa-susurra Michael Twoyoungmen, serio. Finalmente, asiente-. Si es necesario lo haré.

-Ted estará contigo-dice Jennifer, señalando vagamente hacia el Hombre Cosa-. No es un gran conversador, pero no encontrarás aliado más fiel.

La sombra evanescente que es Dakihm alza su mano, y unas hebras de energía mágica brotan de él, entrelazándose con el resto de los magos. Shaman abre la bolsa, y la luz de Dakihm se pierde en esta, anclándoles a través de ella.

-¿Preparados?-pregunta Wong, y los demás asienten. El aprendiz de Extraño extiende el brazo, y Jennifer Kale lo aferra por el antebrazo. Topaz, y Dakihm repiten el mismo gesto, aunque de forma simbólica, pues el mago atlante no tiene consistencia física. Con la cruz inicial formada, Magical Girl, Hermano Vudú, Forja y la Meiga se incluyen en el círculo, sujetándose a sus compañeros. Shaman los observa desde el límite del círculo, con los brazos cruzados ante el pecho. Entonces, Wong y Dakihm hablan, y el mundo se disuelve alrededor de ellos.

Michael Twoyoungmen observa en silencio unos segundos el círculo, ahora vacío y con los dibujos disueltos, y suspira, mientras Ted Sallis apenas se inmuta.

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Interior de San Juan el Divino, Nueva York.

Si tuviera un sistema circulatorio, Danny Ketch estaría sintiendo la sangre atronando en sus oídos, el corazón estallando en el pecho y la adrenalina corriendo a litros por sus venas. Si aun tuviera su moto y sus poderes, estaría ardiendo, empuñando su cadena y cabalgando en su moto, con el viento retumbando a su alrededor.

Pero lo único que Danny siente es una profunda ira y la necesidad de entrar en el interior de la Catedral Episcopaliana, de encontrarse bajo sus arcos apuntados y clavar su mirada en el rosetón de color lavanda... Por un momento, como si los viera por el rabillo del ojo, siente que se cruzan con gente, con seres humanos vivos. Puede percibir su calor, el latido de sus corazones, el pulsar de su sangre en las venas, la calidez de sus alientos... pero ni entonces se detiene, y sabe que el resto le siguen mientras marchan hacia la batalla.

Y sin transición, se encuentra en el interior, frente al inmenso órgano y viendo como la bandera de Estados Unidos ondea en un astil... pero todo lo demás está lleno de demonios, criaturas demoníacas de todo tipo y color, semejantes a arañas, a cerdos, a insectos o con formas ni siquiera semejantes a nada de lo que existía sobre la faz de la Tierra. Y sobre el altar, suspendido en el aire como si de una burla a la bandera se tratase, se encuentra Capa, con la oscuridad desbordándose desde su interior, arrastrando con ella a docenas de demonios que se unían a los que ya se encontraban allí. Danny sabía que muchos de ellos correrían o volarían (o se deslizarían) después por las calles de Nueva York, entre ese lugar y el que con una ironía desmedida, Belial había convertido en su palacio en la ciudad, la catedral católica de San Patricio. Y junto a Capa, los guardianes que Belial había designado para el hombre que era su portal vivo en la Tierra, dos gigantescas estatuas semejantes a los kerubes asirios, con los ojos resplandeciendo como rubíes y unas inmensas alas haciendo vibrar el aire de toda la iglesia.

Y Danny Ketch grita, ardiendo de ira, y tras él, los fantasmas irrumpen en San Juan el Divino. Los kerubes extienden sus alas y vomitan fuego y hielo a su alrededor, mientras los demonios se dejan caer sobre el ejército de formas nebulosas que se adentra en la iglesia. Danny evita por pocos centímetros las garras de uno de los demonios, sabedor de que la magia que les imbuye podría dañarle, y acto seguido, es él mismo el que atraviesa la figura diabólica, que se disuelve en el aire con un grito de agonía. Sin mirar atrás, Danny continúa avanzando hacia Capa, consciente de la batalla entre demonios y fantasmas que tiene lugar tras él, pero consciente sobre todo de que tienen una misión, de que los muertos han sido convocados para cumplir un objetivo.

Danny vuelve a gritar, y los fantasmas responden a su grito con furia, pues en aquellos momentos, todos y cada uno de ellos son espíritus de la venganza.

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Battery Park, Manhattan. Nueva York.

Con un destello, el disco teleportador de Magik se cierra tras ellos, dejándoles casi sin respiración en mitad de una de las pistas de ciclismo de Battery Park, al sur de Manhattan.

-¿Alguien tiene una bolsa?-masculla Ben Reilly, llevándose las manos al estómago-. Tengo que buuuuarrrrghhhhhhh...

El clon de Peter Parker se dobla sobre sí mismo y vomita apoyándose en un árbol, mientras Hulk, Halcón Nocturno, Estrella Oscura, la Valquiria, Namor y la Gárgola tratan de recuperar el aliento. Todo ha ido demasiado deprisa.

-Vaya mierda de viaje-gruñe Jack Norris, crujiéndose los nudillos-. Creo que hemos sido el equipo de Defensores más inútil de la historia...

-Y hemos perdido a Extraño-interviene la Gárgola-. Los Defensores seguimos siendo el fiasco de la historia de los superhéroes...

-Me da igual la historia previa de los Defensores-dice Estrella Oscura, mientras Reilly se acerca de nuevo a ellos, pinzándose el puente de la nariz con dos dedos, tratando de apagar la jaqueca que comienza a atronar en su cabeza-. Me da igual los fracasos que hayáis tenido antes, como empezaseis y como terminaseis. Pero si Extraño nos convocó fue por un motivo, y si fracasamos, el mundo se irá a la mierda.

-Tengo un pueblo por el que preocuparme, niña-replica Namor-. Y unos aliados a los que me vi obligado a abandonar3 en circunstancias deshonrosas. No puedo perder más el tiempo...

-Si no evitamos que Corazón Oscuro y Belial sigan convirtiendo la Tierra en su campo de batalla, ni tus amigos ni tu pueblo tendrán demasiado futuro-replica Laynia-. Y quizá Extraño se equivocó al elegirnos, pero es nuestra responsabilidad.

-Hulk quiere aplastar demonios-gruñe el gigante esmeralda, y la Valkiria apoya una de sus manos en el brazo del titán. Por algún motivo, parece que la presencia de la guerrera tranquiliza a la bestial criatura.

-¿Y qué propones que hagamos?-dice Halcón Nocturno, cruzando los brazos ante el pecho.

-En el Limbo, Magik nos enseñó lo que está pasando en todo el planeta4-responde Estrella Oscura-. Podríamos tratar de ayudar en Nueva York o en San Francisco, o en cualquiera de los otros puntos de entrada infernal, pero no sería más que poner tiritas a alguien con las entrañas fuera...

-Que gráfica-masculla Reilly-. Sabía que ese uniforme negro escondía a una emo en potencia...

- Belial está en la Tierra-continúa Laynia-. Y hay muchos héroes que tratarán de detenerle. Pero Corazón Oscuro no se ha movido de su dominio infernal, es ahí donde deberíamos ir.

-Hulk quiere arrancar cabeza a Corazón Oscuro...

-¿Y cómo piensas llegar hasta el Infierno de Corazón Oscuro?-pregunta Val.

-A través del dominio de Daimon-interviene la Gárgola, y todas las miradas de sus compañeros se vuelven hacia él-. Hellstorm mantenía en la Tierra varios portales hacia su dominio, y aunque con el paso del tiempo los fue cerrando... aún puedo acceder a varios de ellos.

-¿Hay alguno en Nueva York?-pregunta Ben, y Isaac asiente.

-Daimon es un maniático egocéntrico y narcisista-responde-. Si por él hubiera sido, hubiera puesto el portal en pleno centro de Times Square. Pero finalmente, lo hizo en el Bronx.

-Parece que conoces muy bien a ese tal Daimon-masculla Ben-. ¿Es un viejo amigo?

Isaac le mira, y por un momento, Ben Reilly tiene la impresión de que la mirada de la Gárgola le traspasa y le congela, pero tras unos segundos, desvía la mirada.

-Sí. Un viejo amigo.

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Interior de la Catedral de San Juan el Divino, Nueva York.

Puede sentir como el aire se caldea, como las ráfagas de viento que recorren la ciudad arrastran arena y polvo con más fuerza que antes. Y delante de él, Capa lanza un alarido mientras más y más demonios brotan de la Oscuridad que conecta la ciudad con el reino de Belial. A su izquierda, uno de los kerubes vomita fuego infernal, reduciendo a la nada a una docena de fantasmas, pero estos son sustituidos por un nuevo grupo de espectros que se apresura a trepar sobre las gigantescas patas de la bestia como si fueran grandes árboles, haciendo que se tambalee, y finalmente caiga, haciendo que todo el suelo de la iglesia tiemble. Varias piedras se desprenden y caen, golpeando a los demonios y levantando una polvareda en el interior de la nave, y una de las cadenas que sostiene a Capa se rompe.

Tyrone se balancea colgado de un solo brazo como si fuera una marioneta rota amenazando con romperse definitivamente, y en ese momento, Danny sabe que sólo tendrá una oportunidad.

Sea lo que sea lo que Belial está haciendo fuera, la transformación de Nueva York en Dis, la metrópolis del Infierno está a punto de concluir, y si eso ocurre, Belial quedará anclado a la Tierra, con todo su poder para respaldarle.

En ese momento, no puede evitar sonreír. Sabe que toda su existencia le ha llevado a ese momento, su vida y también su muerte han servido para que esté allí.

-¡A la Oscuridad!-grita Danny, y todos los fantasmas se vuelven hacia él-. ¡A la Oscuridad!

Y sin más, Daniel Ketch se arroja al vacío de Capa, seguido por docenas y docenas de espíritus.

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Dis.

Desde que cruzaran las puertas del palacio de Belial, Jericho Drumm se siente como atrapado en un cuadro de Escher, con las leyes físicas convertidas en algo opcional y la perspectiva hecha ilusión. Solo poderosos hechizos de redundancia habían evitado que se desperdigaran y se perdieran en el interior de un laberinto contenido en un espacio que realmente no existía. Y el Hermano Vudú no podía dejar de pensar que todo aquello le quedaba muy grande, lo suyo era la magia de la sangre y el espíritu, nada que ver con aquellos espectáculos de luz y energía suficiente como para iluminar Baton Rouge durante una década.

Pero es Jericho quien abre de una patada la puerta de la sala, y Jericho el primero en ver al pequeño demonio, una criatura de poco más de medio metro, con un color violeta lechoso y espinas recorriéndole la columna vertebral, que trata de escabullirse detrás de una serie de alacenas, con gran estrépito y ningún éxito. Escucha la voz del loa de su hermano susurrándole que tenga cuidado, y de inmediato, Jennifer aparece tras él, dispuesta a reducir a cenizas cualquier cosa que represente el más mínimo peligro.

-¡No hagáis daño a Kliver, no hagáis daño a Kliver!-lloriquea el pequeño demonio, acercándose a ellos arrastrándose, con los ojos húmedos y el rostro manchado de baba y moco-. No hagáis daño a Kliver, Kliver ser buen siervo, ¿sí? Buenos amos no hacer daño a Kliver y Kliver preparar buenos y sabrosos platos para amos, jugosos ojos de kirguliz, hígado de lobo y delicioso corazón de bestia de las arenas para mis buenos amos...

-Creo que has encontrado a Gollum-masculla Jennifer, con un gesto de asco cuando el pequeño demonio vomita aterrorizado y se arrastra sobre su propio vómito de forma servil...

-Vámonos de aquí-gruñe Jericho-. Esta criatura es... patética.

-Sí, sí, mejor que buenos amos marchar y dejar a Kliver, Kliver no es nada, menos que la pus que infecta la pulga que plaga al perro rabioso. Kliver no es nada, apenas el reposapiés del amo Belial...

-Espera-le interrumpe tajante Jericho-. ¿Servías a Belial?

-El más minúsculo de los criados de lord Belial, una minúscula mota de inmundicia...

-Muy bien, Kliver-asiente el Hermano Vudú-. No te haremos daño, pero vas a ayudarnos, ¿está bien?

-¡Si!-exclama el demonio-. ¡Kliver ser útil para nuevos y buenos amos! ¡Kliver ayudar a los nuevos amos a salir del palacio, sí, y volver a su mundo dejando atrás la horrible, terrible, abominable ciudad de Dis!

-No-dice Jericho-. No vamos a irnos de aquí. Nos vas a llevar a un lugar muy concreto...

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Port Elizabeth, Sudáfrica.

-Esto debe ser algún tipo de chiste-gruñe N´Astirh, mientras el hacha de Illyana se estrella en un escudo que el demonio ha convocado en el aire-. ¿Una niña y una anciana? Me comeré vuestras entrañas y me sacaré los restos de entre los dientes utilizando vuestras falanges... orinaré sobre vuestros cráneos vacíos, y utilizaré vuestros úteros para criar gusanos...

Una andanada de proyectiles resplandecientes vuelan de los dedos de Margali, estrellándose contra el escudo, que comienza a agrietarse. N´Astirh hace un gesto, y dos sabuesos de sombras se manifiestan ante él, arrojándose de inmediato hacia las gargantas de las mujeres.

Pero Illyana es más rápida, y su hacha cercena sin esfuerzo las gargantas hechas de sombra de los perros, que se desvanecen en jirones de oscuridad. Aprovechando el momento, Margali retrocede y una nueva andanada de dardos de luz busca a N´Astirh, que gira el escudo para detenerlos.

-Tus otras encarnaciones también eran orgullosas-escupe Margali-. Y acabamos con todas ellas.

-¿Eso es algún tipo de burla?-ríe N´Astirh, extendiendo sus alas tras de sí, utilizándolas para anular ángulos abiertos al ataque.

-Todas tus encarnaciones, todas tus presencias en el Limbo-dice Illyana, limpiándose con el dorso de la mano un hilillo de sangre que le brota del labio superior, producto de un ataque previo del demonio-. Tu pasado, tu futuro, tus equivalentes... hemos exterminado todo lo que eras y serás... Estás solo en el continuo... y dentro de poco, te habremos extirpado de la realidad...

-Eso es...-comienza a responder N´Astirh, pero en ese momento comprende la sensación que tuvo minutos antes... ¿Una yihad contra él en el Limbo? ¿Todas sus manifestaciones destruidas?

-¿Tienes miedo, demonio?-ríe Margali, pero por toda respuesta, N´Astirh gruñe, un sonido bronco que recuerda el temblor de un trueno en el inicio de una tormenta, y se arroja sobre ellas, empujado por sus alas, y agarrando a Illyana con sus garras antes de que la muchacha tuviera tiempo de alzar de nuevo el hacha, tomada de las armerías del Limbo tras deshacerse de la Espada Alma y dejarla en manos de la nueva guardiana del reino entre los reinos. Margali avanza, pero N´Astirh, mientras aprieta una de sus garras en torno al cuello de Illyana, hace un gesto en dirección a ella, y el tiempo se espesa como la gelatina en torno a ella, solidificándose y atrapando a la hechicera gitana en el tiempo como una mosca encerrada en ámbar. La lengua de N´Astirh gotea saliva ácida sobre el rostro de Illyana, que trata de ocultar una mueca de dolor cuando su piel crepita.

-Voy a hacer lo que debería haber hecho contigo hace mucho tiempo-sonríe N´Astirh, apretando el cuello de la muchacha hasta hacerlo crujir. Los ojos muertos de la joven rusa se clavan en él, acusadores.

Y en ese momento, una pesada hacha de hierro frío cae sobre él, con uno ruido semejante al de un coco al partirse. Illyana, erguida y desafiante, apoya un pie en la espalda de N´Astirh, entre sus alas, y tira hacia atrás, arrancando el hacha del cráneo partido del demonio, que se desliza muerto sobre el cadáver de la muchacha. Tras ella, Margali observa desde escasos pasos de distancia, con el circulo teleportador resplandeciendo aún a su derecha.

-Es extraño verse muerta-dice Illyana, contemplando su cuerpo, sepultado bajo la masa inerte del demonio, una versión de sí misma que se había sacrificado para dar a las otras Illyana y Margali la oportunidad de acabar con el demonio.

-Antes o después todos acabaremos igual, niña-responde Margali, contemplando la devastación de Port Elizabeth-. Y si no queremos que todo el mundo acabe igual que esto, aún tenemos dos saltos que hacer. Y luego...

-Luego descansaremos-replica Illyana, volviendo a empuñar el hacha-. Por fin descansaremos.

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Waring Avenue, Bronx. Nueva York.

-¿Qué demonios es este sitio?-pregunta Ben Reilly, con la boca abierta bajo la máscara, mirando su entorno. Les había costado mucho llegar hasta el Bronx desde el sur de Manhattan, pero finalmente, habían llegado, y habían atravesado una puerta, escondida en un rincón de Waring Avenue, una simple puerta de pesado aspecto, sin ningún tipo de señalización especial. Pero en cuanto cruzaron las puertas, el olor a cuero, sudor y sexo lo impregnó todo. Había al menos una docena de pequeñas estancias, todas repletas de extraños artilugios, camas, columpios y potros de las más extrañas formas.

-¿Y por qué nadie me había informado de su existencia?-susurra Halcón Nocturno, haciendo que Estrella Oscura le mire con un gesto de asco-. ¿Dónde hay que apuntarse para ser un señor de los demonios?

-Daimon siempre fue muy... barroco en la elección de sus escenarios-dice la Gárgola, avanzando a través de los laberínticos pasillos, tan estrechos en algunos puntos que a Hulk le cuesta atravesarlos sin romper las paredes.

-Barroco-sisea Laynia, mirando hacia el interior de una de las salas, decorada con fotografías pornográficas, tan obvias que la hicieron enrojecer-. Se me ocurren muchas otras formas de definirlo...

-¿Dónde está el portal?-pregunta Namor, asqueado, y la Gárgola hace un gesto con los brazos, señalando todo su entorno.

-Aquí-dice Isaac-. Todo este lugar es un portal. Pero solo si recorres el laberinto de los pasillos de la forma adecuada... y ahora, por favor, guardad silencio. Necesito recordar... por aquí.

Estrella Oscura pierde el sentido del tiempo y el espacio la tercera vez que pasan por delante de la puerta de la habitación de las fotografías. Y no puede evitar sorprenderse cuando, la cuarta vez que pasan por allí, la Gárgola entra en la habitación y cruza un umbral que antes no había estado allí, y que da a una habitación que ya habían visto, pero que antes no estaba allí.

Y pese a todas las vueltas y revueltas, no puede evitar pensar que está caminando en línea recta.

-Esto es de lo más curioso-farfulla Spiderman, situado junto a Namor, que tiene la misma impresión que Estrella Oscura-. Cuando todo esto acabe, le pediré al Doc que me enseñe algo sobre toda esta historia del abracadabra, el hocus-pocus y estas cosas.

-Silencio-gruñe la Gárgola-. Estamos deshaciendo el nudo...

Como si las palabras de Isaac la hubieran invocado, una puerta hace su aparición frente a ellos, una doble hoja de madera negra con herrajes de metal y un arco de runas rojizas alrededor... pero sin ningún tipo de picaporte.

-Hulk aplastará puerta...

-No será necesario-responde la Gárgola, que tiende una mano hacia la puerta, rozando levemente la madera, que cruje con un sonido semejante a un quejido placentero, como el roce de un viejo amante. Y entonces, la puerta se abre.

Lejos, y al mismo tiempo muy cerca, Extraño observa la llegada de los Defensores, y se permite el lujo de albergar esperanza.

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Dis.

-El amo Belial se pondrá furioso, sí... muy furioso con el pobre Kliver, sí, si ve que los nuevos amos están aquí, sí, muy furioso, oh, buenos amos. Dejad que Kliver se vaya y...

-Chitón-ordena Wong, que es el primero en entrar en la cámara privada de Lord Belial. Sorprendentemente, Kliver ha conseguido llevarles por una serie de corredores y pasos privados bastante seguros, y apenas han tenido que vérselas con demonio alguno desde que encontraron a la rastrera criatura. Todos se han sentido bastante perdidos en las habitaciones privadas de Belial, más propias de un adolescente gótico y fan de Marilyn Manson que de uno de los Señores Infernales. Pero finalmente, les ha llevado al interior de una cámara, completamente vacía, situada cerca de la cúspide de palacio y con unas amplias ventanas que permiten atisbar todo el entorno, el inmenso desierto que rodea la ciudad caliza de Dis. Y en el centro, flotando a un metro y medio del suelo, brilla una esfera de color púrpura, cuya visión de inmediato hace que Wong se sienta mareado y débil.

-Creo que voy a echar los Cheerio´s del desayuno-farfulla Jennifer, apoyándose en la pared y tratando de apartar su mirada de la esfera púrpura, pero no lo consigue. Siente al resto de sus compañeros entrar en la sala, y quedar tan atrapados como ella en el resplandor de la esfera, salvo Wong, que consigue acercarse y cubre con su cuerpo el brillo húmedo, permitiendo a los demás apartar la vista.

-¿Qué es aquello?-pregunta la Meiga, y sus compañeros dirigen su mirada, aún lacrimosa al lugar que señala la hechicera a través de una de las ventanas, una rasgadura negra en el cielo sobre una colina cercana, como si alguien hubiera arrancado uno jirón del lienzo del horizonte. Los demonios se apiñan a su alrededor, pero parecen retroceder mientras una marea resplandeciente parece derramarse sobre ellos procedente de la oscuridad.

-El portal que están utilizando para llegar a Nueva York-dice Jericho-. Y hay algo allí... espíritus...

-Centrémonos en lo que tenemos aquí-ordena Wong, y Jennifer, la Meiga, el Hermano Vudú y Magical Girl vuelven a centrar su renuente atención en la esfera, que de nuevo les hace sentir mareados e incómodos. En un rincón, Kliver se agazapa entre las sombras, mirando con los ojos muy abiertos el orbe púrpura, frotándose nervioso las manos-. Esto es lo que Belial está utilizando para superponer Dis con Nueva York, el punto de enlace entre las dos ciudades. Tendremos que revisar los posibles hechizos de protección, y encontrar la magia adecuada para romper el...

Wong no puede terminar su discurso, porque con un gruñido, la Meiga golpea la esfera con su bastón, y esta, estalla en miles de pedazos de cristal.

-Pues parece que no hacía falta-dice ella, y sus compañeros la miran, aún atónitos.

Y en ese momento, estalla la tempestad.

El viento sacude Dis, arrojando arena y polvo por doquier a tal velocidad que varios demonios atrapados en el maelstrom perecen desollados. Los rayos cruzan el cielo, que parece derrumbarse sobre la infinita llanura del Infierno de Belial, y los magos, atónitos, observan el exterior, dejando de prestar atención a una figura que va creciendo en la oscuridad, tomando forma de la materia que hasta segundos antes había formado a Kliver.

Mientras la ciudad tiembla más allá de la torre, los magos parecen sentir la presencia simultáneamente, y todos se giran, dispuestos a enfrentarse a lo peor, pero ya es demasiado tarde. El propio aire les ahoga, les impide hablar, mientras la piedra del suelo se alza para atraparles y envolverles en capullos de piedra. Magical Girl es la más rápida en intentar liberarse, y evita la piedra fluida, pero antes de poder hacer nada más, un brazo musculoso la sujeta del cabello y la estrella contra el suelo, que se alza para atraparla.

-Lo habéis hecho muy bien-sisea la criatura que antes fue Kliver, acercándose a los ventanales y observando como la tormenta producida por la brusca separación de Dis y el proyecto de Belial en Nueva Dis, arrasa aquellas regiones del Infierno.

Los ojos de Mefisto se deleitan en la destrucción.

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Centro de refugiados de Jersey City.

-Ha sido una suerte para todos que estuviera usted aquí, doctora Reyes.

Cecilia sonríe de forma apagada mientras revisa las heridas de Jean, con ayuda de Annie Ghazikhanian. Algunas de ellas tienen unos verdugones verdosos inquietantes, pero al menos parece reaccionar adecuadamente a los antibióticos que desde hace un rato le están inyectando a Jean Grey-Summers.

-Llámeme Cecilia, por favor-responde la doctora-. Después de haber estado en mi mente, supongo que podremos permitirnos esa confianza. Y si no hubierais llegado vosotros, hace rato que seríamos todos picadillo.

Jean va a responder, pero se lo impide una punzada de dolor en la espalda cuando Cecilia roza una de las heridas con una gasa. Una vaharada de olor a puro sorprende a las mujeres, y la cortina se aparta para dejar pasar a Lobezno, que lleva en los labios el puro que ha delatado su presencia.

-¿Cómo estás, Jeannie?-dice Logan, y ella sonríe.

-He tenido momentos mejores...

-Señor, parece que no se ha dado cuenta de que esto es una zona hospitalaria y...-comienza a decir Annie, pero Lobezno la interrumpe.

-Hay cosas ahí fuera que podrían arrancarle la cabeza de un mordisco, señora, ¿de verdad cree que el tabaco es la mayor amenaza contra la salud con que se va a encontrar esta noche?

-Logan-masculla Jean.

-No-responde la enfermera-. Pero es uno al que sí puedo hacer frente. Así que apague el puro sino quiere que lo haga yo misma metiéndoselo donde nunca da la luz, ¿de acuerdo?

-La nenita tiene garras-sonríe Logan, mientras arroja el puro fuera del cubículo y lo apaga con el tacón de la bota-. Me acordaré de su cara si vuelven a atacar los demonios...

-Yo lo haré de la suya si algún día necesita un tacto rectal-replica Annie, mientras sale del box de Jean junto a Cecilia para examinar a otros heridos.

-¿Estás bien, pelirroja?-pregunta Logan, acercándose a Jean, y ella, de nuevo asiente.

-¿Dónde está Scott?

-Con Ross y su asistente. Ya sabes, reuniones de planificación, alternativas...

-¿Por qué no estás con ellos?

-Porque tendría que matar a ese hijo de siete mil padres que es Thunderbolt Ross. Y porque tú eres mejor compañía, pelirroja.

-Y que digan que no eres un encanto-ríe Jean, incorporándose-. Venga, vamos a hablar con mi marido y sus nuevos amigos, no podemos dejar que Scott se quede con toda la diversión. Y... Logan... muchas gracias.

-¿Por qué?-pregunta Lobezno enarcando una ceja.

-Porque sentí en tu mente lo que pensaste cuando ese demonio se hizo pasar por el Fénix. Porque me hubieras matado sin dudarlo de haber sido yo, antes de convertirme de nuevo en Fénix Oscura. Y quiero que me prometas una cosa.

-Lo que sea, ya lo sabes.

-Que si en algún momento lo que fingió ese demonio ocurre de verdad, hagas lo que tenías pensado hacer.

-Eso no va a volver a ocurrir, pelirroja.

-Claro que no, pero prefiero estar segura.

Mientras se dirigen a Centro de Control de Thunderbolt Ross, Jean no puede evitar pensar en la sensación que nota en la base del cráneo, en la electricidad que le recorre la piel, en la impresión de vértigo en cada paso, y en todo lo que eso significa.

De alguna forma, y por algún motivo, el Fénix se acerca.

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-¿Dónde está el resto de vuestros amigos?-gruñe Thunderbolt Ross, dando un sorbo a un café tan oscuro y denso que Scott siente que su estómago se retuerce solo con el olor-. Ahora nos vendrían bien...

El General Ross y Scott Summers se encuentran en la tienda en la que el primero ha establecido su cuartel general, rodeados de decenas de aparatos de telemetría, medidores de frecuencia y sistemas de comunicación, junto a una amplia mesa llena de mapas militares de Nueva York y su entorno. Varios militares les rodean, pendientes de la multitud de pantallas, mientras la segunda al mando de Ross, María Hill, verifica que todo va bien en el remplazo de efectivos que está teniendo lugar para poder hacer frente a las hordas demoníacas.

-El hecho de ser considerados proscritos por el Gobierno de Estados Unidos no ayuda a que vengan mucho de visita a Estados Unidos, General-replica Cíclope-. Probablemente tenga usted más noticias que yo, al fin y al cabo, usted es general del ejército de los Estados Unidos y yo solo el director de una escuela para jóvenes talentos.

-Summers, no me toque los...

-Tienen sus propios problemas en Neo-Avalon, Ross-replica Lobezno, entrando en la tienda, en compañía de Jean Grey-Summers-. Puedes dar gracias por tenernos a nosotros aquí...

-Por supuesto, Logan, lo recordaré en mis oraciones-masculla Ross, pero Jean avanza, interponiéndose entre ambos hombres.

-¿Cuál es la situación?-pregunta, y tras guardar unos instantes de silencio, Ross señala a María Hill, que asiente.

-Si el campo sigue creciendo al ritmo que mantiene, tendremos que trasladarnos dentro de unos cuarenta minutos-informa la mujer-. Ya tenemos preparadas las vías, pero si hay un ataque en este periodo, tendríamos un problema muy serio. Y... bueno, hace unos veinte minutos, ha pasado algo extraño que no tenemos aún muy claro.

-Hill, ya le he comentado mi opinión sobre las noticias no comprobadas...-dice Ross, pero la mujer no se amilana, sino que continúa informando.

-Hemos recibido noticias procedentes de tres puntos distintos del perímetro del campo-explica, inclinándose y marcando los tres puntos en el mapa que tienen delante con un rotulador rojo-. Mt.Vernon, Queens y East Massapequa. No hay registros medibles, grabaciones ni oscilaciones de energía, pero todos los testigos afirman que algo ha cruzado el escudo.

-¿Algo?-pregunta Logan.

-Afirman que... bueno, que se trataba de siluetas humanas, traslúcidas... algo parecido a fantasmas...

-No teníamos bastante con los demonios, ahora...-comienza a protestar Ross, pero es interrumpido por una serie de alarmas que hacen que todos los técnicos se pongan en movimiento-. ¿Qué...?

-General-dice María Hill, comprobando los datos-. Algo está pasando con el muro.

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Túnel Lincoln, Manhattan.

El estruendo del impacto del golpe de Kymera contra el gigantesco demonio astado, de piel blanca y ojos gélidos, hace que a Justicia, incluso protegido tras su escudo TK, le tiemblen los empastes.

Los Nuevos Guerreros están realmente agotados, y hace ya rato que no saben cuanto tiempo llevan enfrentándose al demonio. De hecho, Vance duda incluso de que salgan vivos. Flexo es poco más que un montón de chatarra en un rincón; Turbo tiene, como poco, conmoción cerebral, y le sale sangre de un oído. Y si Kymera no recibe atención médica pronto, posiblemente pierda un brazo... aunque eso no evita que la atlante ataque al demonio con todas sus fuerzas y sea la única que consigue mantenerle más o menos ocupado.

-Esto no es divertido...-protesta Speedball, botando junto a Justicia, cogiendo ángulo y volando hacia el demonio, impactando en el mismo punto en que Kymera le había golpeado, y protegiendo a la muchacha con su campo cinético del golpe de respuesta del demonio.

Escuchan un crujido, y Vance por un momento, teme que el demonio albino haya alcanzado a Robbie y Nita, rompiéndoles todos los huesos. Pero luego se da cuenta de lo que realmente ocurre. Una grieta cruza buena parte del domo evanescente que les cubre y les atrapa en la ciudad. Una ráfaga de viento y arena envuelve a los Nuevos Guerreros y al demonio, arrastrando susurros que llegan desde las profundidades de los edificios demonizados de su alrededor, monstruosidades de basalto y arenisca que arañan el cielo. Pero por primera vez, Vance percibe en esos susurros algo más que odio: miedo y sorpresa.

El demonio alza los ojos en el momento en que una nueva grieta rompe la aurora boreal sobre ellos. Y con un crujido final, el domo se derrumba sobre sí mismo, desvaneciéndose en el aire los fragmentos que caen al vacío.

-Ostias...-masculla Speedball, saltando justo a tiempo de evitar un nuevo impacto del autobús esgrimido por el demonio, un golpe que le hubiera mandado a Brooklyn sin demasiado problema.

Justicia lanza un rayo telequinético que impacta en el demonio, haciéndole trastabillar, pero no consigue que caiga. Escucha a Kymera tras él, se desvanece.

Y entonces, un rayo de plasma de color verde impacta de lleno en el demonio, que grita y cae de rodillas mientras su forma parece titilar, oscilando hasta que no queda más que un humano, sin sentido.

Tras él, lleno de heridas, cortes y suciedad, Reed Richards comprueba los datos de las lecturas del arma que empuña, sujeta a su espalda por una correa.

-¡Señor Richards!-exclama Vance, atónito.

-Vance-saluda Reed, con un gesto, levantando la mirada del aparato, y clavándola en Kymera, Flexo y Turbo-. Deberías llevar a tus amigos a un hospital.

-Sé donde hay una chatarrería, yo me llevo al tostador-dice Robbie, situándose entre el humano demonizado y Flexo-. ¡Vaya!-exclama, al comprobar que reconoce al hombre-. Si él está aquí, ¿dónde está ella?

-Robbie, no es el momento-gruñe, avergonzado Justicia, mientras envuelve a Flexo, Kymera y Turbo en un capullo telequinético.

-Tío, ¡que es él! Sabía que no podía ser tan perfecto... llevaba un demonio dentro. Deberíamos llamar a la prensa, nunca volveré a ver sus películas de la misma manera... ¿Crees que ella estará agradecida por devolverle la humanidad a su marido? Porque si está muy agradecida, se me ocurre qué podría hacer para que yo me sintiera muy feliz, con esos labios y esas...

-Señor Richards, si necesita ayuda, estoy seguro de que Robbie puede llevar al resto de los Nuevos Guerreros al hospital-oferta Justicia, tratando de mantener la compostura, pero Reed vuelve a estar distraído por las lecturas de su arma.

-No, gracias, Vance-dice finalmente-. He tardado más tiempo del que había calculado para crear un proyector de frecuencia etérica que consiga romper los enlaces exógenos entre las células humanas y las exóticas, y tengo mucho trabajo en la ciudad. Además, tengo asuntos familiares que atender.

-Claro-sisea Vance-. He oído que el ejército ha situado una zona de control cerca de Jersey, seguro que se alegran de verle allí...

-Tomo nota-replica Mister Fantástico, mientras Justicia y Speedball se llevan a sus compañeros heridos. Mientras se alejan, Reed programa en el buscador de la máquina una lectura muy concreta, y se dirige hacia Morningside Heights.

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Catedral de San Juan el Divino, Nueva York.

Las puertas de la catedral retumban cuando el Caballero Luna las empuja y entra empuñando varios afilados proyectiles en forma de luna en una mano y un pequeño hacha en la otra, preparado para hacer frente a cualquier demonio que pudiera aparecer. Sorprendido, suspira aliviado al ver que lo único demoníaco que queda en la sala son restos de cenizas y varios cuerpos desnudos. Marc se acerca a uno de ellos, un hombre de unos cuarenta años que está medio apoyado en uno de los bancos de la catedral, y le toma el pulso. Es tenue, pero firme, y Marc supone que debe sentirse afortunado. Al menos hay dos personas allí que permanecen completamente inertes, sin respiración.

-Los endemoniados...-masculla Caballero Luna, comprobando el resto de la iglesia. Sus ojos se clavan en Capa, que cuelga como un andrajo sacudido por las escasas corrientes de la catedral, y se acerca al muchacho, que tiene los ojos en blanco y el mentón manchado de saliva. La oscuridad de la capa bulle, y extraños sonidos, semejantes al ruido de uñas de acero arañando pizarra, parece llegar desde el otro lado.

Marc tiende una mano hacia la hirviente oscuridad... y en ese momento, la negrura se rompe, agrietándose con miles de grietas de luz, mientras un viento gélido procedente del interior de la oscuridad, recorriendo la catedral y abriendo de golpe las puertas al exterior.

Fragmentos de figuras traslúcidas oscilan a su alrededor, temblorosas, como arrastradas por un huracán, en cuyo centro, de forma involuntaria, se sitúa Marc. Las siluetas aúllan, trémulas, pero al Caballero Luna le parece entender algo coherente en sus gritos, una constante, mientras imágenes de una batalla de almas en lo más profundo del Infierno, comienzan a asaltar su mente...

Todos siguen la voz de la Madonna, la mujer que sostiene en brazos al niño y les llama a la Guerra. Pero aunque esa es la voz que les llama, es otro el que les guía, aquel que les convoca como Espíritus de la Venganza. Su nombre late en sus mentes, Ketch, como el de todos aquellos a los que miran. Los olvidados, los atrapados, aquellos que habían perdido el camino y se habían quedado perdidos entre los mundos, entre la Vida y la Muerte, por fin habían sido convocados.

Miles... millones de almas recorrían la faz de la Tierra, y cada una era perfectamente consciente de donde estaban las demás y de cada uno de sus pensamientos, y todos con un único objetivo: derrotar a los demonios. Y Ketch dirigía a una buena parte de ellos a la Oscuridad, al corazón de las propias tinieblas...

Habían cruzado el portal, se habían extendido por el Reino de Belial, y habían luchado, se habían enfrentado a los demonios que, como una horda del caos, trataba de alcanzar el portal para alcanzar la Tierra, y quizá, el dominio recién adquirido de su señor, Nueva Dis. Sorprendidos, los demonios tratan de hacer frente a los espíritus, se enzarzan en un combate mano a mano con los espíritus, que aparecen por sorpresa en un portal que supuestamente debería haber sido de un solo sentido.

Y en ese momento... la luz estalló en Dis, la ciudad que perfilaba el horizonte... el huracán arrastró a los demonios y a los espíritus, despedazando a unos, aniquilando a otros... Ketch permaneció allí, en el portal, resistiendo ante el viento y los ataques de los demonios, mientras los fragmentos arrancados a los espíritus por el viento, volaban a través de él, de vuelta a la Tierra...

Y Marc Spector es el único testigo de cómo el portal se cierra. Casi puede ver la sombra de Dis más allá del resplandor que brota del pecho de Capa, mientras las almas siguen gritando a su alrededor. Sólo Marc Spector sabe lo que ha costado separar a Nueva York de Dis, miles de almas destruidas, apartadas de su camino para siempre... y entre ellas, la del joven Danny Ketch, que una vez había sido el Motorista Fantasma.

En silencio, y obviando la blasfemia que ello podía significar, el Caballero Luna cae de rodillas en la Catedral de San Juan el Divino, y reza a Khonsu por su piedad.

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Barnard College, Morningside Heights, Nueva York.

A pesar de que ha caído el domo, la ciudad continúa envuelta en el caos. Aquellos atrapados por la cúpula han comenzado a huir de forma masiva, creando grandes dificultades a los servicios de emergencia y de seguridad que tratan de entrar de nuevo en la ciudad.

Ben Urich observa el caos desde una de las ventanas del Barnard College, mientras su instinto de periodista lucha contra su instinto de supervivencia para llevarle a las calles y vivir todo lo que está ocurriendo en primera persona. Ben se encontraba haciendo un reportaje sobre una exposición de arte egipcio en Barnard (Jameson se había vuelto a enfadar con él y le había enviado a un evento tan aburrido como simple) cuando estalló el caos y la invasión infernal, y desde ese momento, habían permanecido encerrados entre máscaras funerarias, antiguas momias y esculturas con cabeza de gato o ibis.

Y cuando Ben Urich decide que saldrá a las calles, el conflicto llega hasta él en la forma de lluvia de llamas. Ben ve un resplandor rojizo y cae al suelo justo a tiempo de evitar que la inmensa bola de fuego que entra por la ventana le convierta en una momia tan seca como las de la exposición. Dos hombres que estaban siguiendo las noticias a través de una radio a pocos pasos de él no tienen tanta suerte, pero no pueden ni gritar, pues el aire arde en sus pulmones, abrasando sus vías respiratorias. El fuego prende en las pesadas cortinas decorativas, en las vigas del techo y las paredes tan rápido que Ben aún no se ha incorporado, y ya es un infierno lo que se extiende a su alrededor.

-...silencio mi niño no digas nada...

-mariconescabronesardedhijosdeputacomemierdas...

-...no hay refugio, ningún sitio donde esconderse, donde encontrar salvación, donde...

-Y se abrirá el séptimo sello...

Las voces llegan a los oídos de Urich como una tormenta de crujidos y graznidos, y atónito, se gira para ver la fuente de aquella miríada de voces crepitantes. Siente un escalofrío cuando ve que es la Antorcha Humana quien habla... o por lo menos el origen de las voces, porque aunque sigue emitiendo llamas por doquier, sus labios no se mueven en ningún momento.

La Antorcha Humana señala a Urich, y una ola de fuego brota de su mano hacia el periodista, que trata de gritar mientras cierra los ojos.

Se sorprende al poder concluir el grito.

Abre los ojos a tiempo de ver como un brazo elástico, envuelto en un uniforme de moléculas inestables ignífugas arrastra a la Antorcha Humana fuera del Barnard.

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Antiguo reino infernal de Daimon Hellstorm, Zona ocupada.

El antiguo palacio fortaleza de Hellstorm está reducido a escombros. Las antiguas salas de reuniones, los salones de baile, la inmensa biblioteca... todo ha sido reducido a cenizas, cuajadas de rosas negras que parecen temblar cuando los Defensores se acercan, y cuyas espinas supuran una espesa resina rojiza, semejante a la sangre.

Los Defensores recorren las ruinas bajo las estrellas que cuajan el cielo como pústulas amarillentas, mientras las rosas negras se inclinan tras ellos, como olisqueando su sangre.

-¿Qué es eso?-masculla Estrella Oscura, y el resto de su grupo se acerca a ella. La rusa señala hacia el horizonte, donde una inmensa columna de demonios se mueve velozmente, un número incontable de criaturas de todo tipo, desde pequeños demonios semejantes a libélulas que no llegan a los quince centímetros pero cuyos espolones venenosos son capaces de acabar con un ejército de elefantes, a gigantescas criaturas de varias decenas de metros de altura y apariencia pétrea,

-Los ejércitos de Corazón Oscuro-gruñe Val, apoyando la mano en el pomo de su espada, Colmillo de Dragón-. Al parecer, el hijo de Mefisto ha engañado a su rival infernal. Son las fuerzas de Belial las que se extienden por la Tierra, vaciando su propio reino, pero Corazón Oscuro ha mantenido el grueso de su ejército en su dominio. Y ahora, las fuerzas de Corazón Oscuro se preparan para asaltar el infierno de Belial, mientras este está concentrado en la Tierra.

-Vaya parrafada-dice Halcón Nocturno.

-¿Cómo sabes todo eso?-pregunta Laynia, y la Valquiria la mira casi sin verla.

-Porque soy una Valquiria-explica ella-. La muerte y la guerra son mis dominios.

-¿Y ahora qué?-farfulla Spiderman, y como toda respuesta, Estrella Oscura mira a Hulk.

-Ahora es cuando dejamos que nuestro amigo verde se divierta.

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Desierto de Sonora, Entre Méjico y Arizona.

En tiempos pasados, aquellas habían sido las tierras de la Danza Fantasma. Las tierras en las que los espíritus habían hablado con los Apaches, en las que los ancestros de la nación guerrera habían cabalgado e invocado a la lluvia y al trueno.

Ahora, mientras los coyotes y las serpientes tratan de esconderse, los Apaches han vuelto, cuerpos momificados o esqueletos manchados de carne putrefacta, envueltos en cuero y piel y empuñando hachas de madera y piedra. Y su Danza Fantasmal no invoca a los ancestros, ni reclama sabiduría o victoria y honor para los guerreros. Ahora, son obscenidades que alaban a la más profunda oscuridad, representada por el demonio que se alza entre ellos, en lo alto de una Mesa, mientras millares de migalas se mueven alrededor de él como olas de sombra procedentes del abismo.

Seyafel, Trono de la Tercera Hueste, Caballero de la Tormenta Mundana, más conocido en las últimas horas como Blade, observa lo que ha conseguido, casi en éxtasis. Las líneas de fe de las Tierras Sagradas del Pueblo Apache aún son fuertes, y su esencia se extiende desde allí hasta buena parte de Centroamérica y América del Norte. Con los Estados Unidos devastados por la guerra entre Belial y Corazón Oscuro; las corrientes oscuras provocadas por la destrucción de Sao Paulo levantando ecos en el Cono Sur, y la Profanación de las Tierras Apaches extendiéndose como veneno por todo el Centro, pronto América no será más que la Gran Devastación que siempre soñó Seyafel, el corazón de su propio dominio sobre la Tierra.

Los Apaches chillan.

El cántico se interrumpe.

Y Blade siente un temblor en el suelo del desierto.

Un temblor que no debería estar allí.

Lo reconoce y siente temor, mientras las grandes arañas se apartan, regresando al interior de la tierra, pues ellas, procedentes del reino de las sombras, también tienen en su memoria de especie un recuerdo de lo que aquel temblor significa.

Blade se gira y ve las llamas del infierno que corren hacia él a toda velocidad, mientras el Motorista Fantasma, cabalgando sobre su moto infernal, reparte muerte entre los muertos. Los Apaches utilizan vieja magia oscura, magia de insectos y sangre seca, pero hay más en aquella figura llameante de lo que pueden afrontar. La espada que perteneciera a Roxanne, a Sarah, arde en sus manos, segando cuerpos y espíritus en su camino hacia la cima de la Mesa, directo hacia Seyafel. Blade desenfunda sus espadas, y comienza a mascullar una letanía mística que le llevará al Reino del Ocaso, lejos de sus enemigos.

-No tan deprisa-gruñe alguien cerca de él, y Morbius, el Vampiro Viviente, brota de las sombras, todo él garras y afilados colmillos, surgiendo de la marabunta de migalas como una monstruosa figura pálida. El falso Blade trata de golpearle con la espada, pero Morbius ha llegado lo suficientemente cerca como para que alcanzarle cono la espada sea difícil, y no duda en desgarrar con una de sus zarpas el pecho de Blade, mordiendo al mismo tiempo su brazo derecho, arrancándole un pedazo de carne que sabe a cenizas y hiel.

Seyafel grita, herido en su orgullo y en su cuerpo, pero consigue golpear a Morbius con la espada que sujeta en la izquierda, con fuerza suficiente como para obligarle a apartarse, a tiempo de apartarse también del camino de la moto de Johnny Blaze, que derrapa unos metros más adelante para volver a encararse con el demonio.

-Traidor-sisea, y Blade se da cuenta de que su voz tiene ecos, como si hubiera tres personas hablando a través de aquella calavera llameante-. Usurpador...

Blade hunde la punta de la espada en el suelo y grita una orden, y los restos de los guerreros Apaches comienzan a vibrar, recomponiéndose en una sola masa de hueso y carne podrida.

-Alguien ha visto demasiados episodios de los Power Ranger-gruñe Morbius, sonriendo al oler el aroma del miedo en el demonio.

-Cobarde-dice el Motorista Fantasma, bajando de la moto y alzando su espada. Grita, y una bocanada de fuego infernal hace arder a la criatura de hueso y tendón, cuero y madera. Morbius salta, permitiendo que la espada de Blade le atraviese el costado, lo que le permite acercarse de nuevo al demonio, y con un quejido, lanza sus garras contra el cuello de Seyafel, desgarrando tejido y sangre demoníaca hasta el punto de que cuando Blade se desploma, está casi decapitado. Pero de inmediato, el tejido vuelve a crecer, y ante el temor de que el demonio se alce de nuevo, Morbius hunde sus fauces en la garganta del demonio, sintiendo su sangre manar a través de su boca.

Es como si todas y cada una de sus sinapsis estallaran, como si sus nervios se electrificaran. Siente como la oscuridad de la Danza Fantasma se aleja de la Mesa a merced del fuego infernal que emana de los tres Espíritus de la Venganza que han encontrado su refugio en el cuerpo de Johnny Blaze. Pero a través de la sangre, que es vida, se asoma al interior de la mente del traidor, y lo ve todo.

La alianza.

El pacto.

La destrucción de Sao Paulo.

Las manipulaciones para llevar a Belial, Hellstorm y Corazón Oscuro a una guerra fratricida.

Ve los títeres.

Y ve al titiritero.

-Dios mío, Johnny...-sisea, con la sangre del demonio chorreando por su mentón-. Ahora lo sé todo...

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1.- El motivo, en el especial Guerras Infernales: Mutantes, by Cano.

2.- Sí quieres saber más sobre el demonio del que hablamos, no dejes de leer Guerras Infernales: Tras las Líneas 3.

3.- En Invasores, sólo en Marveltopía.

4.- Sí, no lo contamos, pero ocurrió, creednos.

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INFIERNO DE GUERRA

Pues este mes estoy un poco solito al volante de la saga, a pesar de que por supuesto, muchas de las ideas de este número son de González. Y la verdad, tengo un poco de miedo por haberme quedado, al menos de momento, solo al frente de el gran tanque que llevará Marveltopía a la revolución que supondrá DOCE y Un Año Después.

Y tras tres números en los que hemos visto como las Guerras Infernales se extendían por todo el globo, ha llegado el momento de centrar la historia y ver como los héroes van recomponiéndose (más o menos) y comienzan a devolver, al menos, parte de los golpes.

La resolución de todo, dentro de muy poco, en Guerras Infernales 5.

Tomás.

 
 
   
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