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Guerras Infernales: EuroCorps LS

GUERRAS INFERNALES: CAPITAN BRITANIA Y LOS EUROCORPS #2
La situación se complica...
Guión: Tomás Sendarrubias
Ayuda: Carlos Correia

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Darkmoor, Inglaterra.

-¡Brian!

El Capitán Britania se gira hacia Meggan a tiempo de ver cómo un enorme troll arranca un árbol y se lo arroja, de modo que Brian puede elevar su vuelo varios metros, esquivando el arbóreo proyectil. Bajo él, Meggan se lanza sobre el troll, atravesando su figura pétrea y haciéndole estallar en pedazos, retomando el vuelo antes de que un grupo de orcos armados con espadas de terrible aspecto se lanzasen sobre ella. Vuela hacia Brian, y juntos, contemplan unos segundos como los orcos, desde el suelo, les gritan y les hacen gestos amenazadores, mientras un grupo de trolls comienza a traer una catapulta.

-¿Qué hacemos?-pregunta Meggan, mirando los ejércitos de orcos que parecen haber rodeado todo el entorno en el que se encuentran.

-Llamar a Peter Jackson y decirle que se le han escapado los extras...

-No capto la alusión...

-Da igual, cielo. Estamos los dos solos y todo un ejército de orcos... me están entrando ganas de dar un discurso...

Una gran bola de piedra vuela en dirección a Brian y Meggan, que se apartan de su trayectoria. Sorprendentemente, la bala pétrea cae en medio del ejército orco, eliminando a varios de sus miembros, que mueren aplastados entre gritos y horribles crujidos.

-Podemos volar por encima de ellos hasta que se maten los unos a los otros-masculla el Capitán Britania, pero Meggan señala hacia el oeste, y ve como los ejércitos orcos se dirigen hacia la población más cercana-. Muy bien, opción desestimada. Vamos para allá... ¿Qué demonios es eso?

Una figura llameante pasa sobre Meggan y Brian, deteniéndose a unos cientos de metros de ellos, momento en el que las llamas se extienden, formando la imagen de un pájaro de fuego.

-¿Rachel?-farfulla Brian, pero Meggan niega con la cabeza, seria.

-No es Ray, Brian...

-¡¡¡Hordas de los Fomorii!!!-grita Feron, desde el corazón del Fénix, haciendo que el Capitán Britania enarque las cejas, sorprendido al reconocer a su antiguo aliado-. ¡Esta tierra está bajo mi protección! ¡Marchad!

Una inmensa flecha de balista corta el aire en dirección a Feron, que alza una mano, deteniendo el proyectil en el aire antes de volverlo a lanzar sobre la máquina que se lo arrojó, destruyéndola.

-Este chico me cae mucho mejor desde que sirve para algo-masculla Brian, y sin más, se arroja sobre los orcos, volviendo a comenzar la batalla. Meggan y Feron se unen a él, y ninguno de ellos ve la silueta que les observa desde las sombras de un bosque cercano, una mujer vestida de blanco y con una estilizada daga tatuada en la cadera...

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París.

Molly lanza una maldición que hubiera hecho enrojecer a su católica abuela de haberla escuchado mientras trata de sintonizar alguna cadena de televisión, pero no consigue dar más que con interferencias.

-¡Oliver!-exclama-. ¿Qué habéis hecho con la tele por cable?

Molly escucha un zumbido tras ella, y se gira, pero no hay nada. Enarcando las cejas se incorpora, mirando a su alrededor, y de nuevo escucha el zumbido. Un ágil salto que la lleva por encima del sillón evita que algo parecido a una enorme araña con pinzas le arranque un pie. Sin pensárselo dos veces, Trébol salta sobre la criatura, tratando de aplastarla con los dos pies, pero la araña se mueve a una velocidad endiablada, de modo que cae sobre el suelo y tiene que esquivar de nuevo las pinzas de aquella cosa.

-¡Ollie! ¡Crys! ¡Pietro! ¡Alguien!-grita Trébol, lanzando una patada a la criatura y alcanzándola tangencialmente, consiguiendo separarse un par de metros de aquella cosa, que casualmente, se estrella contra el pie de la televisión, volcándola de modo que el aparato cae encima de aquella araña, lanzando chispazos y llenando el aire con un extraño olor a marisco quemado-. ¡Mierda!

Un nuevo zumbido atrae la atención de Trébol, que atónita, ve como otra de esas criaturas irrumpe en el salón, deslizándose a toda velocidad por la pared, como un gigantesco insecto. Trébol se dispone a atacar, pero escucha un crujido en el aire y ve como la criatura cae al suelo, víctima de una gran quemadura eléctrica.

-¿Qué está pasando aquí?-pregunta Guerra Relámpago, con las manos aun chisporroteando electricidad.

-Que tenemos un problema de bichos-responde Trébol, con los ojos abiertos de par en par al ver como el pasillo se llena de docenas de esas criaturas que se mueven a toda velocidad-. Y es un problema serio.

Crystal observa furiosa el skyline de París desde la azotea del edificio. El perfil de Nôtre-Dame, las agujas de la Sainte-Chapelle y la silueta de la Torre Eiffel siempre han tenido la cualidad de tranquilizarla, y en este momento, necesita una gran tranquilidad. Quiere a Pietro con toda su alma, pero no puede evitar tener la sensación de que ambos están condenados a hacerse desgraciados el uno al otro, y lo que más miedo le da, a condenar a su hija a una vida con unos padres que no se soportan.

Algo dentro de Crystal la pone en alerta. Sus cejas se enarcan mientras mira a su alrededor, tratando de averiguar qué es lo que ha disparado su sexto sentido, y enseguida se da cuenta de que la luz es incorrecta. Los perfiles de la ciudad aparecen coloreados por la luz del anochecer... pero no son aún siquiera las tres de la tarde. Las sombras de la ciudad parecen alargarse, estirarse hasta más allá de su propio alcance, y Crystal tiene la impresión de que se retuercen y se alzan del suelo, como queriendo romper su confinamiento en dos dimensiones y extenderse por la ciudad. Esa sensación hace que la piel se le erice.

Sin darle más vueltas, Crystal corre hacia el interior del cuartel general de los Eurocorps, tan distraída que no ve a las criaturas que la rodean. Una de ellas, una gran araña, cae desde el techo sobre su rostro, cegándola, mientras el resto la atacan con sus pinzas. Crystal siente un fuerte dolor en un gemelo y nota que pierde el pie, cayendo al suelo. Golpea a la araña de su rostro con suficiente fuerza como para alejarla de sí misma antes de que le corte una oreja, pero no puede evitar que otra de las criaturas le haga un profundo corte en el costado. Furiosa, alza las manos, y ardientes llamas la rodean, haciendo crepitar los exoesqueletos quitinosos de aquellas criaturas, que emiten extraños chirridos mientras mueren.

-¡Pietro!-grita, incorporándose, y trastabillando se dirige hacia el dormitorio que comparte con su marido. Sorprendida ve que la puerta está abierta, y decenas de esas criaturas atraviesan el umbral, extendiéndose por todo el cuartel. Una punzada de miedo atraviesa el corazón de Crystal, mientras un vendaval recorre el pasillo, arrancando a las criaturas de las paredes mientras se lanza al interior de la habitación.

Cuando ve lo que hay dentro, Crystal es consciente de que su mente nunca volverá a ser la misma, de que parte de su cordura se ha perdido para siempre en ese momento. Pietro está sobre la cama, envuelto en lo que parecen ser sedas de araña de color verdoso, y sobre él, se cierne una criatura semejante a una araña pero con el tórax de una mujer y un rostro alienígena y bello, con ojos multifacetados. Una lengua larga y de color púrpura brota de su boca y recorre el cuello y los labios de Pietro, que gime de placer en su capullo, mientras del hinchado y enorme abdomen arácnido de la criatura, que parece rebullir como una caldera en ebullición, deja caer una nueva docena de criaturas arácnidas que se mueven raudas hacia Crystal, haciendo chasquear sus pinzas a tal velocidad que la Inhumana apenas tiene tiempo de alzar una barrera de fuego ante ella para evitar que la desmiembren.

-¡Pietro!-grita Crystal, pero su marido no hace señal alguna de haberla escuchado, aunque la criatura araña sí se gira hacia ella, sonriendo lasciva.

-Soy Lilia...-dice, y su lengua vuelve a su boca, escupiendo hacia Crystal una sustancia viscosa que parece crecer en el aire, expandirse, y que se convierte en una inmensa telaraña que atrapa a Crystal contra la pared de la habitación. Lilia baja de la cama de Pietro y se acerca hacia Crystal, sin dejar en ningún momento de parir más de aquellas criaturas. La lengua de Lilia recorre la mejilla de Crystal, que se estremece de placer mientras la criatura se alza para mirarla fijamente a la cara-. Oh, eres atractiva, sí... Podrías parir una buena camada, sí... Pequeñas criaturas que te devorarían por dentro, sí... Toda una nueva camada para Lilia de las Lilim...

Con una sonrisa que congela la sangre en las venas de Crystal, Lilia se dirige de nuevo hacia Mercurio, situándose sobre él, y en lo que parece una grotesca idea de apareamiento, la criatura se acopla sobre Pietro, de cuyos labios escapa un profundo gemido. Crystal trata de gritar, pero algo se lo impide, algo en la telaraña que la atrapa y que hace que se sienta celestialmente enloquecida. Sabe por qué esas criaturas son tan rápidas, sabe quien es el padre...

Una flecha corta el aire de la habitación y se hunde en el pecho de Lilia con tanta fuerza que la arranca de encima de Pietro. La demoníaca criatura sisea, furiosa, y una segunda flecha se atraviesa el cuello, mientras una tercera y una cuarta se hunden simultáneamente en sus ojos facetados. La criatura grita, un grito húmedo y sangrante, y una última flecha atraviesa su boca, clavándola a la pared. Crystal ve a Artemisa entrar en la habitación, con dos nuevas flechas dispuestas en el arco para ser lanzadas y un instante después, volando certeras hasta clavar en el suelo a dos de las criaturas arácnidas de Lilia. La diosa cazadora extrae un cuchillo de su cinturón, y sin esfuerzo aparente, corta la red que atrapa a Crystal, que cae al suelo, y libre de las feromonas de la telaraña, rompe a vomitar. Artemisa corta las redes que envuelven a Pietro, y sin pararse un momento a pensar, se lo echa al hombro.

-Vámonos de aquí-ordena la cazadora, tirando de Crystal para que se incorpore.

-Pietro...

-Se recuperará-dice Artemisa-. Mi hermano, Relámpago, Trébol y Peregrino están haciendo un buen trabajo limpiando el cuartel de criaturas-lilim, pero las cosas se van a poner mucho más feas.

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Hogar de los Destine.

"Walt"-gritó Kay, mientras intentaba noquear - sin éxito - al troll con uno de sus rayos telepáticos. "¿Estás bien?"

Walter se levantó lentamente, aún más cabreado, aún más grande... su cabeza en llamas mostraba su estado de excitación... tenía que tener cuidado, no sabía si podría volver a ser normal si crecía demasiado...

"Sí", gruñó... "Rory, vete a por Adam. Le necesitamos aquí"

El joven en ese momento intentaba usar su control sobre la gravedad para levantar al troll del suelo - pues, como todo el mundo sabe, un troll es prácticamente indestructible mientras toque el suelo, o eso creía él, tras haber leído tantos libros de fantasía. "¿Para qué?", preguntó. "Seguro que nosotros podemos..."

"¡VE AHORA!", le gritó Walter.

"No chilles tanto", se quejó Dominic, que saltaba alrededor del troll, golpeándolo repetidamente, "que me dejas sordo."

Pandora, la gemela de Rory, intentaba hacer mella en su oponente - que, hasta hace unos instantes había sido su novio - con sus descargas lumínicas. "Walter, si se va Rory, yo perderé mi poder..."

"Tenéis que poneros a salvo, maldita sea", gritó Walter, mientras cargaba contra el ser fantástico. El impacto fue brutal, como el de dos trenes, pero el resultado escaso, pues el monstruo volvió a golpear al gigante azul, lanzándolo nuevamente contra los árboles.

"Apartaos de él", dijo una voz pausada tras ellos. Pertenecía a Adam Destine, el patriarca, que acababa de llegar portando una espada de factura japonesa.

"¿Qué es eso?", preguntó Rory, mientras cogía de la mano a su hermana y la alejaba de la zona.

"Es Kusanagi. Lleva en la familia mucho tiempo... y es hora de que volvamos a usarla. Kay, Pandora, Walter... preparaos. Debéis atacar al troll cuando yo os lo diga."

Nada más concluir la frase, Adam dio un mandoble con su espada. El aire que cortaba la misma se convirtió en un viento huracanado, que golpeó al ser pétreo... Adam siguió dando mandobles, generando más y más vientos, mientras la criatura avanzaba hacia él, hasta que, por fin, consiguió su objetivo, y logró arrancarlo del suelo.

"¡Ahora!", gritó a sus hijos.

Los tres atacaron al unísono. El troll, alejado de la tierra que le daba sustento, no pudo resistir esta vez el ataque, y desapareció en una explosión, cayendo al suelo sólo restos de roca.

"¿Estáis bien?", preguntó Adam a sus hijos.

"Sí... ¿qué era eso? ¿Y de dónde ha salido esa espada?", preguntó Dominic.

"Era un troll... no los veía desde hace mucho tiempo...", contestó Adam. "Y esta espada me la dio el Emperador de Japón en recompensa por los servicios prestados... algún día os lo contaré. ¿Estás bien, Pandora?"

"Sí, supongo... no me hago a la idea que Sam fuera un troll... ¿por qué nos pasan todas estas cosas?"

"No es sólo aquí", intervino Dominic. "Según la BBC, un ejército de orcos asola Darkmoor... han aparecido monstruos en el lago Ness... y muchas más cosas..."

"Me temo que nos enfrentamos a algo muy grave", afirmó Adam, guardando la espada en la funda que llevaba colgada a la espalda. "Parece que las puertas del infierno se hubieran abierto de par en par."

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Hospital de Santa Fabiola y San Fabrizio, Milán.

-Es horrible...-masculla la hermana Margueritta, viendo en el ordenador de la hermana Angélica las noticias de lo que estaba pasando en diversas ciudades del mundo-. Es un milagro que Milán esté a salvo...

-Espero que dure mucho, hermana-responde Angélica, una joven novicia que siente escalofríos al ver las imágenes de los demonios sueltos por el mundo-. Me siento tan inútil...

-Vienen.

Las dos monjas se giraron sobresaltadas hacia la puerta de la sala de descanso en la que se encontraban, esperando ver a Lucifer entrar en la habitación, y suspirando aliviadas al ver que se trataba de Victoria Montesi, con la mirada perdida y vestida sólo con el camisón del hospital. Estaba pálida y delgada, y la sangre le brotaba del cuello, donde se había arrancado la vía al incorporarse.

-Dios bendito-masculla Margueritta, incorporándose rápidamente y acercándose a Victoria-. Cielo, ¿estás bien? Angélica, avisa rápido al doctor Marietti, la paciente de las 212...

-Vienen-repite Victoria, y sus ojos nublados se dirigen a la pantalla del ordenador portátil de Angélica, que para sorpresa de las dos monjas, se apaga repentinamente, y con un crujido, la pantalla se agrieta de parte a parte. Una taza de café medio vacía situada en una esquina de la mesa estalla en centenares de pequeñas esquirlas, provocando un grito de las hermanas, que aún gritan más cuando sienten que la mesa de la sala comenzaba a vibrar. Victoria alzó una mano, señalando hacia el Este-. El Alquimista Engañado y la Reina del Aire y las Tinieblas forjan la venida del Más Oscuro...

-¡Mira sus manos!-grita Angélica, y Margueritta siente que el corazón se le para en el pecho al ver como regueros de sangre brotan de las muñecas de Victoria, goteando sobre su camisón y la moqueta de la sala-. Padre Nuestro que estás en los Cielos...

Victoria da dos pasos atrás saliendo de la sala, y permanece quieta en el pasillo. Margueritta, agarrando con fuerza su rosario, la sigue. Dos hombres acaban de entrar en el pasillo, los dos vestidos con elegantes trajes blancos, con cruces pateé rojas bordadas sobre el pecho, justo encima del corazón.

-Hermana Margueritta-dice uno de ellos-. Tenemos autorización papal para disponer de la paciente Victoria Montesi...

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Sobre el Canal de la Mancha.

El avión de Oracle resistía como podía el continuo golpear del enjambre de arpías que lo rodeaba. Dentro, Jim Hammond, la Antorcha Humana original, y Joey Chapman, Union Jack, maniobraban como podían para mantenerlo en el aire, y que Jack Monroe, el Nómada, no recibiera muchos golpes. Estaban impotentes, pues no podían defenderse. Dependían de sus compañeros, que, fuera, mantenían una desigual batalla.

- Cuidado con tu flanco derecho, - gritó Dane Whitman, el Caballero Negro, montado en un caballo volador eléctrico que Oracle le había conseguido en la reciente batalla con los neo nazis.

- Gracias, Dane, - respondió Jackie "Spitfire" Falsworth, que "volaba" entre las arpías a supervelocidad, corriendo rápidamente entre ellas, golpeándolas y derribándolas, y volviendo a "aterrizar " en las alas del avión, para no caer.

- Tres menos, - respondió Dane, cortando varias alas de un mandoble. - Quedan cientos...

- Tiene que haber una mejor solución, ¿no?, - preguntó la inglesa, tomando algo de aliento en una de las alas.

- Ni idea. Si Hammond aún tuviera poderes, los podría freir, pero... Lo que yo me pregunto es de dónde narices han salido...

- Buena pregunta. - De un salto, Spirfire volvió a la acción, derribando a unas cuantas arpías más. - Hay que intentar hacer un pasillo para el avión... dejarlas atrás si podemos.

- Adelante. Echaba de menos una buena pelea - sonrió el caballero, cargando contra los místicos seres.

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Darkmoor, Inglaterra.

-¿Esto no va a parar nunca?-pregunta el Capitán Britania, despedazando una de las catapultas de los Fomorii, mientras Meggan le cubre la espalda y Feron vuela sobre ellos, lanzando hechizos aquí y allá.

-Brian... no somos lo suficientemente fuertes para...

-¡Feron!-grita el Capitán Britania-. ¡Se supone que tienes la Fuerza Fénix! ¡Haz algo!

Incluso desde donde se encuentra, Brian puede ver como Feron se sonroja mientras lanzas de energía brotan de las alas del Fénix, como plumas ardientes caen sobre las tropas. Sin embargo, los Fomorii pronto cubren las bajas de sus caídos. El Capitán Britania va a decir algo más, cuando ve un destello plateado y siente un fuerte vértigo.

Lo siguiente que ve es una sala rodeada de inmensos balcones que se abren a una gran llanura con el cielo del color rojo del ocaso. Brian contempla atónito a Meggan y Feron, situados junto a él e igual de confundidos o más, porque Brian reconoce al menos el lugar.

-Otromundo-masculla Brian-. ¡Tú!

El grito del Capitán Britania se dirige a la mujer que se encuentra a algunos metros de ellos, situada en lo que parece ser algún tipo de altar de madera y hueso, revisando un amplio pergamino de arcaico aspecto. Un rugido escapa de los labios de Meggan al reconocerla. El cabello tan rubio que es casi blanco, las ropas blancas, los ojos gélidos y el tatuaje de una estilizada daga sobre la cadera no dan pie a duda.

Ópalo Luna Saturnina.

-Agarra a tu chica, Brian, si no quieres que me tenga que encargar yo de ella-dice Saturnina, sin alzar la mirada del pergamino.

-¿Qué demonios estás haciendo, mujer?-gruñe Britania, asegurándose de que Meggan, que ha adquirido una forma parecida a la de un lobo no se arroja sobre la Guardiana Omniversal, la mano derecha de Roma a la hora de vigilar y controlar el Omniverso.

-Lo que es necesario para no tener que eliminar Tierra 616 del continuo omniversal-responde Saturnina-. Vuestros compañeros están a punto de aparecer.

-¿Compañeros? ¿Qué...?

Con un destello, una puerta aparece a unos pasos de Meggan, Feron y Brian, que sorprendidos pueden ver como, flanqueados por Hermes y Artemisa, aparecen Trébol, una renqueante Crystal, Guerra Relámpago y Halcón Peregrino sosteniendo en brazos a un desmayado y pálido Mercurio. Puertas similares se abren por la sala, apareciendo por ellas Adam Destine, Micromax y un sorprendido Caballero Negro.

-¿Los Eurocorps? ¿Micromax?-masculla Brian-. No entiendo nada, no...

-Este hombre necesita atención-dice Hermes, y finalmente, Saturnina levanta la mirada, deslizando sus ojos helados por el cuerpo desnudo de Mercurio. De inmediato, un panel plateado se desliza en una pared y entran tres criaturas robóticas portando una camilla flotante sobre la que Peregrino deposita a Mercurio-. Crystal, deberías...

-Cuando me entere de qué está pasando aquí, Hermes-responde la Inhumana-. Brian, ¿qué...?

-El Omniverso os necesita-dice finalmente Saturnina, plegando el pergamino que estaba estudiando, y lacrándolo con cera roja antes de depositarlo en unas estanterías situadas tras ella.

-Hay demonios en París... y en buena parte de Europa, si lo que dice Peregrino es cierto-interviene Trébol-. Deberíamos estar allí, y... bueno, ¿y tú quien eres?

-Opalo Luna Saturnina, Guardiana Omniversal-se presenta Saturnina, y Meggan lanza un nuevo gruñido-. Brian, ¿crees que tu cachorra entiende que no tiene por qué rugirme cada vez qué me ve? ¿Qué Opal-Lun-Satyr-9 y yo no tenemos más relación que tú y Hauptmann Englande?

-Yo me encargo de Meggan-responde Brian-. Ópalo Luna Saturnina es la encargada de la vigilancia de las diferentes tierras que conforman el Omniverso. Sólo responde ante la propia Roma...

-¿La ciudad?-pregunta Trébol.

-Luego, Molly-responde Crystal, haciendo un gesto a la irlandesa para que guarde silencio.

-Vuestra Tierra se tambalea-dice Saturnina, finalmente-. La guerra ha estallado en los Infiernos, los lores infernales han llevado su batalla a los planos de la Teluria, y el equilibrio se tambalea tanto que vuestro mundo corre peligro de precipitarse al abismo como uno más de los viejos mundos rotos. Las barreras dimensionales han sido perforadas y debilitadas, y están escapando entidades que no amenazan sólo vuestra Tierra, sino todo el Omniverso.

-¿A qué entidades te refieres?-pregunta Brian.

-A una criatura tan antigua que los propios dioses son niños a su lado-responde Saturnina, señalando a Hermes y Artemisa, que bajan la mirada al suelo-. Su nombre es Chthon, uno de los dioses primigenios que se manifestaron en vuestra Tierra en sus días primeros. Él y su hermana Gaea crearon las masas terrestres e hicieron habitable el planeta, pero Chthon temía que la progenie de Gaea le arrebataran su privilegiada posición, y conjuró con el tercero de sus hermanos, Seth, para llenar el mundo de demonios. Cuando uno de los hijos de Gaea, Atum, se convirtió en Demogorgo y aniquiló a los demonios de la Tierra, Chthon consiguió escapar, pero fue atado a la montaña mágica que hoy recibe el nombre de Wundagore...

-Saturnina, en estos momentos, un ejército de Fomorii puede estar arrasando Darkmoor, te agradecería que fueras breve...-la interrumpe Brian, atrayendo una furiosa mirada de Feron.

-Muestra respeto por tus superiores-dice el muchacho, arrancando una mirada sorprendida del Capitán Britania-. Podéis continuar, señora...

-No hay mucho más que decir, Portador-prosigue Saturnina-. Las barreras están tan débiles que Chthon podría reaparecer en vuestra dimensión. Dudo de que siquiera los lores demoníacos hayan calibrado lo que podría suceder si el Primer Mal es liberado de su prisión mística de Wundagore. La Tierra se precipitaría incluso más allá de los Mundos Rotos, a un abismo anterior a la creación primordial, creando un cáncer gravitacional que podría arrastrar al resto del Omniverso. Si hubiera estado en mi mano, hubiera cauterizado vuestra Tierra, evitando que el mal pudiera extenderse, pero Roma está extrañamente encariñada con vuestro mundo, y ha decidido correr el riesgo. Una de las encarnaciones de Chthon ha llevado hasta Wundagore a un hechicero terrano y a una bruja del pasado, y se disponen a quebrar la prisión del Primigenio. Pensad que si Chthon vuelve a la Teluria, el resto de vuestras luchas serán inútiles. Aunque vencierais a los demonios que atacan Darkmoor, Londres, París o Roma, el poder de Chthon es tal que todo dejaría de tener importancia.

-Nos estás diciendo que debemos olvidarnos de los demonios que atacan la Tierra y centrarnos en Wundagore-dice Peregrino, y Saturnina asiente.

-Muchos de los vuestros luchan contra los demonios por toda la faz de Tierra 616-dice Saturnina-. Pero tened en cuenta que el verdadero destino del Omniverso reposa en vuestros hombros.

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Wundagore.

-¡Estoy aburrido!-grita Diablo, y tras él, Morgan Le Fey no puede evitar dirigirle una mirada de desprecio, mientras el enano que se encuentra junto a él, le lanza una de sus sonrisas demasiado grandes y demasiado blancas para resultar naturales-. Se suponía que iban a venir los héroes a detenernos, que estarían aquí todos... ¿dónde están los Cuatro Fantásticos? ¿Dónde está la Patrulla-X? ¡¡No he podido machacar a nadie desde que terminé con el Alto Evolucionador!!

-Esteban...-masculla Morgana-. El Alto Evolucionador ha sido un rival glorioso... Deberías reposar...

-¡No!-responde él-. Puedo sentir el poder que me da la montaña, hechicera. Puedo sentir como fluye por mi, como me hace ser mayor y más poderoso... esos llamados héroes me han humillado docenas de veces... ¡a mí! ¡A Esteban Corazón de Diablo!

Diablo se incorpora del peñasco en que se sentaba, y con paso decidido, camina hacia uno de los acantilados, y observa la distancia, quizá esperando ver las naves que se acercan. Furioso al no ver nada más que el cielo claro, alzó las manos y de inmediato el viento comenzó a soplar con más fuerza, arrancando la nieve de las rocas y creando una ventisca localizada sobre lo más alto de la montaña. Diablo grita, y un rayo rompe el cielo, cayendo a escasos pasos de él, chamuscando la falda de la montaña.

-Realmente... ¿todo esto es necesario?-masculla Morgan, y el enano le dirige una de sus sonrisas.

-No-dice-. Pero es divertido... Por cierto, ¿deberíamos decirle que los héroes están a punto de aparecer?

-No-replica Morgan-. Al fin y al cabo... él es el Elegido...

El cielo centellea con los rayos de Diablo, y una luz brota de la ladera de la montaña, a escasos pasos de donde se encuentra Diablo. Morgan sonríe y empuña su vara, preparada para lo que se avecina. Diablo quiere diversión, y la va a tener. Con una nueva mueca sarcástica, Morgan acaricia la daga que lleva en su cinturón.

El espacio riela, y el Capitán Britania aparece por lo que parece ser un agujero espacial, volando a toda velocidad hacia Diablo, que se gira hacia él atónito y sin tiempo de reacción. Brian coge al alquimista y le arranca de la ladera de la montaña, comenzando a volar recto hacia arriba. Tras él, el resto de los héroes comienza a desplegarse por la montaña. Para Morgan, muchos de ellos son desconocidos, pero reconoce a varios, a Braddock, por supuesto, y a su chica, Meggan; a Mercurio y a Crystal... y desde luego, al Caballero Negro lo que hace que Morgan se relama de satisfacción.

-¡Micromax!-grita Crystal, que parece encontrarse al frente del grupo-. ¡Tamaño máximo cuanto antes, y vigila el entorno, no sabemos con lo que no vamos a encontrar! ¡Dane...!

-Crystal, es Mogan Le Fey-dice el Caballero Negro, y de inmediato, ignorando cualquier orden que la Inhumana pudiera proceder a darle, desenfunda su espada y su prepara su escudo, dispuesto a enfrentarse a ella.

-Estupendo...-murmura Crystal-. ¡Trébol, Relámpago, apoyad a Dane! Hay mucha mala sangre entre él y esa mujer, y no quiero que la ira le obnubile. ¡Peregrino, reconocimiento aéreo, Mercurio, busca posibles emboscadas o enemigos escondidos! ¡Meggan...!

-¡Voy a ayudar a Brian!

-¿Para que demonios planeamos un ataque si luego cada uno hace lo que le da la gana?-exclama Crystal, y ve que a su lado, Adam Destine sonríe mientras Feron emerge del portal, que se cierra tras él.

-Me quedaré con vos, señora, estáis repartiendo nuestras tropas sin pensar en vuestra seguridad.

-Créeme, Adam, no soy exactamente una doncella desvalida-responde Crystal, lanzando una mirada a su alrededor. No deja de pensar en que ojala pudiera contar en el campo de batalla con Hermes y Ártemis, pero los dos lo dejaron muy claro en Otromundo. Los pactos entre los Olímpicos y los Primordiales les impedían participar en cualquier ataque directo contra Chthon, de modo que tenían que mantenerse lejos de Wundagore si no querían que el propio Olimpo se derrumbase sobre sí mismo.

-Bienvenidos a Wundagore, ¿les apetece un té?

Crystal, Feron y Adam Destine se giran justo a tiempo de encontrarse con un enano de lo más sonriente y vestido con un elegante chaqué, que de inmediato, ejecuta unos pasos de claqué sobre la nieve.

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-Muy bien, Diablo-gruñe Brian-, si te portas bien, prometo dejarte bajar antes de que se te congelen las raíces del bigote...

-Muy gracioso, Capitán-susurra Diablo, y Brian enarca las cejas al darse cuenta de algo extraño. Se está riendo. Diablo se está riendo.

Sin darle tiempo a reaccionar, Diablo estrella un vial de fino cristal contra el rostro del Capitán Britania. El cristal no daña en absoluto la piel de Brian, demasiado resistente, pero nota como de pronto le empieza a faltar el aire. La máscara está húmeda, y hay cosas que se mueven por la máscara y su rostro, tratando de introducirse por las comisuras de sus labios y por los orificios de su nariz. Sin soltar a Diablo, Brian se palpa la cara y observa sorprendido los gusanos que se adhieren a su mano, enormes como orugas y blancos hasta ser casi transparentes. Un dolor agudo le atraviesa la cabeza mientras las criaturas comienzan a traspasar su piel y se introducen en sus vías respiratorias, hinchándose como algodón en un vaso de agua. Tratando de arrancárselos de la cara, Britania suelta a Diablo, que riendo cae a plomo hasta que los vientos lo recogen y le depositan con suavidad sobre la cima de la montaña. La caída de Brian, sin sentido, es mucho menos sutil, desde luego.

-¡Brian!

Diablo se vuelve hacia el lugar de donde viene la voz, encontrándose con Meggan, convertida en una maraña de furia y destellos plateados. Sin dejar de sonreír, Diablo alza las manos, y de inmediato, la cima de la montaña para oscilar mientras seis enormes criaturas de roca viva se alzan, atrapando a Meggan entre ellos. Silbando, Diablo se dirige hacia el lugar donde el resto de los héroes se enfrentan a Morgan y el enano.

Dane tiene la impresión de que le están engañando mientras ve como uno de los ataques eléctricos de Relámpago impacta de lleno en Morgan Le Fey, que se limita a utilizar su vara para absorber el embate, redirigiéndolo hacia Trébol, que apenas consigue apartarse a tiempo para no ser electrocutada, haciendo el rayo pedazos una de las rocas de la montaña. Por el rabillo del ojo, puede ver como Crystal desvía convocando viento una lluvia de esquirlas de afilado cristal convocada por el enano, mientras Adam Destine trata de liberarse de una docena de serpientes que de algún modo, lo han envuelto. Peregrino se deja caer en picado sobre Morgan, pero esta resulta no ser más que una ilusión, y está a punto de estrellarse contra el nevado suelo de la montaña.

Con un crujido del suelo, varias criaturas de piedra se alzan, y Dane puede ver como Diablo aparece a escasos pasos de ellos, arrojando diferentes pociones al suelo, y convocando elementales del viento y la llama, que cercan a Feron, Crystal y Adam Destine, y cuando Mercurio trata de rescatar a su mujer, se ve atrapado por las criaturas de la tempestad. Dane reconoce la sonrisa de Morgan, y en ese momento, sus dudas toman forma y se confirman. Morgan está jugando con ellos.

Diablo observa orgulloso sus creaciones, que hasta ese momento nunca habían sido tan poderosas y numerosas. A una palabra de distancia de destruir a todos los héroes que se habían congregado allí. Sólo haría falta su orden y los elementales aéreos destrozarían a Peregrino, Mercurio y Adam Destine. Meggan, Trébol, Feron y Relámpago estaban ocupados con elementales de tierra; y Micromax había sido derribado por elementales de fuego. Y después de todo, podría quedarse con la Inhumana como consorte...

-Buen trabajo, jefe-dice el enano, apareciendo junto a Diablo, que sonríe orgulloso.

-Así es.

-Lástima que no lo vaya a poder disfrutar...

Diablo enarca una ceja y se prepara para responder al enano cuando la daga de Morgan Le Fey se hunde en su garganta, abriéndola de parte a parte. Los ojos de Diablo se abren de par en par al sentir como el aire se le escapa mientras la sangre borbotea alrededor de la herida. Sólo entonces se da cuenta de que ha sido el cordero en el matadero para un sacrificio, un peón en una historia que no es la suya. Se gira furioso hacia Morgan, preparado para arrojarle a la cara un ácido que dejaría el fuego griego a la altura del agua caliente, pero Morgan está preparada y vuelve a hundir la daga en el cuello de Diablo, seccionando la carótida y buena parte de los nervios de la columna. El alquimista ni siquiera siente su caída ni el caos que se origina en el momento de su muerte.

Cuando Morgan mata a Diablo, Dane Whitman, el Caballero Negro, se ve obligado a concentrarse para no volverse loco. Las sombras se han alzado, el sol se ha oscurecido, y el enano ha desaparecido para ser sustituido por la silueta de un hombre altísimo, de más de dos metros y medio, envuelto en una harapienta túnica roja con capucha y del que sólo se pueden ver unas manos azuladas que asoman por las mangas de color sangre. Sólo mira a su alrededor, y Crystal, Mercurio, Feron, Trébol y Relámpago son atrapados en enormes cristales de ámbar. Micromax, Peregrino y Adam Destine son transformados en árboles que hunden sus raíces en la nieve. Y Meggan se ve aplastada por los elementales, que se convierten en barro. Unas estrellas que no se corresponden con ninguna conocida aparecen en el cielo, y por un segundo, Dane tiene la impresión de que se precipita al vacío.

Chthon ha vuelto.

El Caballero Negro suspira y asume que ha llegado el momento de dejar atrás las contemplaciones...

-Detente, criatura.

Dane se detiene atónito y mira más allá de Chthon y Morgan, que se limita a observar a su señor con intensa veneración. Y tiene que morderse los labios para no gritar cuando ve a Víctor von Muerte aparecer.

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UNION EUROPEA

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