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Guerras Infernales: EuroCorps LS

GUERRAS INFERNALES: CAPITAN BRITANIA Y LOS EUROCORPS #3
El Dios-Demonio
Guión: Tomás Sendarrubias
Ayuda: Carlos Correia

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Otromundo.

En cualquier otro lugar, probablemente hubieran comenzado inmediatamente a sonar las alarmas, pero en los salones de Ópalo Luna Saturnina no hay ruidos estridentes ni luces de colores. Y sin embargo, la regente del Multiverso sabe exactamente en que momento las cosas han empezado a ir mal. Es como una garra de hielo cerrándose en torno a su corazón que la empuja a dirigirse hacia los paneles que vigilan el Multiverso. Antes de verlos siquiera sabe donde se encuentra el problema.

Tierra-617.

Opalo Luna Saturnina observa atentamente los signos cabalísticos que van cubriendo sus paneles de información y que solo unos pocos en toda la compleja construcción del Multiverso podrían interpretar, y siente un escalofrío que recorre su columna. Chthon ha despertado, los héroes no han podido evitar su regreso. Ella suspira. La presencia del Dios Primigenio en el mundo material es más de lo que la propia estructura de la existencia puede soportar, y sabe que pronto las leyes físicas que rigen ese Universo comenzarán a colapsarse, hasta romper la propia Causalidad. Pronto, Tierra-617 se deslizará en una espiral descendente que la arrastrará hasta lugares inferiores a los propios Mundos Rotos... y si no lo evita, podría ocurrirle lo mismo al resto del Multiverso. Esas situaciones son como un cáncer que se extiende desde una pequeña célula hasta invadir todo el cuerpo que le sirve de anfitrión. No sería la primera vez que Ópalo Luna Saturnina cancela un universo completo corroído por algún mal para evitar que la infección se extendiera al resto de los mundos, ese era su papel muchas veces. La Eutanasia de los mundos.

Pero por un momento, y quizá por primera vez en su larga existencia, algo dentro de Ópalo hace que decida confiar. Ella misma se sorprende cuando se aparta de los monitores y de las palancas que podrían llevar a la destrucción definitiva de Tierra-617. Con un gesto sobre el panel, Ópalo Luna Saturnina activa un pliegue de singularidad alrededor de Wundagore en Tierra-617, lo que evitará que la maldad se desborde, al menos durante un tiempo, y finalmente, se sienta en un recargado sillón de barroca decoración, y observa como evoluciona la situación.

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Wundagore.

-Insecto-gruñe Chthon, y al escuchar esa voz, Dane Whitman siente como si le pasaran cuchillos directamente por los huesos. Si le hubiera hablado a él directamente, Dane sospecha de que se hubiera atravesado los oídos con su propia espada para no seguir escuchándole, pero Chthon no se dirigía a él, sino a Muerte, que, incomprensiblemente, seguía en pie ante él-. ¿Cómo te atreves a molestarme?

-¡Mátalo!-exclama Morgan, señalando furiosa a Muerte-. ¡Mátalo, señor!

El Primigenio ni siquiera alza uno de sus huesudos dedos, y el aire de la montaña sagrada parece espesarse y temblar cuando un relámpago púrpura cae desde las nubes que comienzan a formar espirales sobre ellos, rompiendo el cielo para caer sobre Muerte, pero Víctor alza sus manos con un grito, y el relámpago estalla en el vacío, sin causarle daño alguno aparentemente.

-Soy Víctor von Muerte-dice, con los ojos fijos en Chthon y Morgan-. Y no seré derrotado.

-Te aplastaré-declara Chthon, con tanta seguridad en sus palabras que a Dane le parece extraño que Muerte no caiga de rodillas suplicando clemencia. De cualquier modo, el hecho de que Muerte siga en pie y él mismo aún no haya sido reducido a átomos, confirma a Dane su teoría. A pesar de todo su poder, Chthon aún no ha refinado sus percepciones, no ha alcanzando su cúspide.

A pesar de la situación, Dane Whitman sonríe.

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Podía sentir como el miedo comenzaba a acercarse a él. Le habían educado para controlar por control sus emociones, para ser el recipiente perfecto para la Fuerza Fénix. Había superado cada una de las pruebas a las que había sido sometido, había demostrado ser el más dotado, el más cualificado, el idóneo.

Pero ser atrapado por un Dios Primigenio místico y ver cómo el mundo parecía derrumbarse a su alrededor parecía estar fuera de su control, y aunque se negaría a admitirlo, comenzaba a notar el frío puño de hielo del miedo cerrándose alrededor de su corazón. Cuando Muerte había sido atacado por Chthon había supuesto que el Doctor iba a ser reducido a cenizas, su sorpresa había llegado al ver que conseguía sobrevivir. Pero la situación no había mejorado. Las estrellas que brillaban en el cielo sobre ellos no debían estar ahí, y resplandecían de un modo extraño, turbio y aterrador, en extrañas disposiciones, que además, parecían variar con cada vistazo. Aun sin poder moverse, los sentidos místicos de Feron le permiten ser consciente del resto de los presentes, puede percibir el sonido atronador del pecho de Crystal, la respiración forzada de Mercurio, y el aterrador susurro del viento a través de las ramas de los retorcidos árboles que antes habían sido Micromax, Peregrino y Adam Destine; y el sonido de los jadeos de Meggan esforzándose por liberarse del peso de los Elementales convertidos en piedra sobre ella. Trébol ha perdido el conocimiento en su cárcel de ámbar, y Relámpago está a punto de hacerlo.

Pero lo peor de todo es que no puede contactar con la Fuerza Fénix. Puede escuchar su voz, pero está muy lejos, como si se hallara a docenas de mundos de distancia, perdida y sin rumbo. La escucha lamentarse, aturdida por la pérdida de su guía y la del mundo que la contenía. Y trata de llamarla, pero no puede, y cada vez, la siente más lejos y más lejos...

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Si Víctor von Muerte hubiera sido un hombre religioso, en este momento estaría rezando; pero Víctor es, ante todo, un hombre práctico y sabe que los rezos no le van a ayudar en lo que tiene que hacer.

Ante él, se alza un Dios de poder inconmensurable que ha barrido a un grupo de héroes como quien aparta unas briznas de hierba. Según las noticias que le llegan a través de la conexión a tiempo real incluida en su armadura (desde luego, Muerte no confiaba sólo en la magia) le llegan noticias de que todo el mundo está siendo aplastado por una invasión demoníaca en toda regla, pero Muerte sabe que incluso aquello queda en un segundo nivel al enfrentarse al alzamiento de Chthon. Víctor ha leído en docenas de lugares los mitos que hablan del papel de Chthon en la creación y corrupción del mundo, no es un dios como puedan serlo Thor o Ares... No es ni siquiera un autoproclamado demonio, como Mefisto durante tantos años. Y Víctor sabe que es lo único que se interpone entre él y la corrupción completa de todo lo que existe.

Una sonrisa torcida aparece en el rostro pellejudo de Chthon, e incluso desde donde se encuentra, Muerte puede ver la mirada de devoción de Morgan, que observa como absorta al dios que encarna toda magia. La tierra se alza alrededor de Muerte, convirtiéndose en afilados cristales, y él convoca un nuevo escudo, a la vez que se plantea el pasar a la ofensiva, aunque sea para tratar de pillar por sorpresa a Chthon o en su defecto a Morgan, Los cristales se rompen al estrellarse contra el escudo, y el Doctor Muerte nota como el brazalete que lleva en torno a su muñeca izquierda bajo la armadura se quiebra al perder su poder mágico. Muerte llevaba meses recuperando viejos objetos de poder, talismanes mágicos recogidos de todas partes del mundo que había escondido en los sótanos de su fortaleza, y que ahora le estaban salvando la vida, aunque podría afirmar que no era ese su objetivo original.

"Tres... quizá cuatro ataques más" piensa Víctor von Muerte, revisando los amuletos que aún aguantan y que está drenando de poder... y por un momento, siente la tentación de rezar.

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Espacio aéreo de Transia.

-¿Tenemos datos?

Mario Sparzza asiente mientras el Pelerin 1, el transporte aéreo en el que viaja, realiza un pronunciado giro para dar una nueva vuelta alrededor de la tormenta que se ha formado unos minutos antes sobre el pico de Wundagore, y que según los datos que está analizando parece haber comenzado a extenderse. Envía los datos por red interna hacia el puesto del Maestre Jacques Peireaux, el líder elegido para la misión por el Gran Maestre Foccart, y que ostentaba la dirección de los tres Pelerin asignados.

-Todo esto no tiene ningún sentido-gruñe Peireaux, un hombre de mediana edad, con el cabello y la piel tan blancos que parece albino, y con una cicatriz que le atraviesa el rostro de lado a lado por encima del ojo izquierdo, que había perdido en la primera guerra de Iraq como parte de las fuerzas francesas.

-Hay oscilaciones de temperatura de treinta grados en otros tantos segundos-corrobora Sparzza, asintiendo-. Hemos detectado en el aire tres elementos nuevos que no están clasificados en la tabla periódica... y que deberían ir antes que el Hidrógeno por lo que parece. Y bueno, los relojes y los sistemas de posición parecen haberse vuelto locos.

-Según esto, ahora mismo son las 27:14:99 del día 8 de Mayo de 1994 y de la Nochevieja del 2210, al mismo tiempo, claro. Y estamos a 8000 metros bajo la corteza terrestre a la altura de Nicaragua-masculla uno de los pilotos, James Talbott, con una sonrisa torcida-. Me encantan estas misiones.

-Esto es serio, Talbott-gruñe Peireaux, acercándose al centro del transporte, donde tumbada sobre un soporte, se encuentra su pasajera más importante. Victoria Montesi. Han puesto apósitos sobre sus muñecas, pero la sangre que brota de sus estigmas sigue manando abundante, y cuando percibe la presencia del Maestre cerca de ella, gira hacia él sus ojos nublados.

-La sangre del Alquimista ha mojado la montaña-dice, y Peireaux maldice por lo bajo, pues es la décima vez que le escucha decir esas palabras, pero esta vez, Victoria continúa-. Los muertos caminan sobre la Tierra y marchan a la guerra, pero la batalla de la Montaña está fuera del alcance de los que ya no viven y respiran. El Ave del Renacimiento está perdida mientras nos precipitamos más allá de los reinos de los Sheddim y los Sheyaddim. Es el momento, Jacques, liberame.

-¿Qué?-exclama repentinamente el Maestre Peireaux, sorprendido, pero es obvio que las palabras de Victoria Montesi se han dirigido a él, aunque sus ojos siguen turbios, invidentes.

-No hay más tiempo, Jacques, no hay más opciones-gruñe Victoria-. El Caballero de las Sombras no resistirá más ataques, y si él cae, todos lo seguiremos en su caída. El Guardián de la Espada está a punto de actuar, pero todo será inútil si no me liberas...

-Hemos completado un nuevo arco, señor-informa Talbott-. ¿Iniciamos un nuevo reconocimiento?

-No-replica Peireaux-. Dirigiros a la tormenta.

Talbott asiente y transmite la orden a las dos naves que les flanquean, mientras con un suave movimiento, el Pelerin 1 se dirige a la tormenta.

-Non nobis, Domine, non nobis-masculla Peireaux, y los demás ocupantes del transporte, lo repiten en voz baja con sincera devoción-. Sed Tuo Nomine da Gloriam.

Y repitiendo su lema legendario, "No por nosotros, Señor, no por nosotros, sino por la Gloria de Tu Nombre", los Templarios avanzan hacia la batalla.

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Wundagore.

Cuando los cristales brotan del suelo y caen sobre el Doctor Muerte, el Caballero Negro se da cuenta de que tiene que hacer algo. Es obvio que Chthon, Morgan y Muerte ignoran su presencia allí, o quizá no le consideran lo suficientemente importante como para prestarle la menor atención, pero es obvio que en algún momento el Doctor Muerte cometerá un fallo y caerá... o Chthon se deshará de más de 5000 años de embotamiento y comenzará a comportarse como un Dios, con lo cual, todo estará directamente perdido. Aprovechando los desniveles del terreno y prácticamente arrastrándose, Dane, sin dejar de mirar en ningún momento al Dios y a su hechicera, comienza a dirigirse hacia el lugar donde se alzan las prisiones de ámbar de Mercurio, Crystal, Trébol y Peregrino.

El suelo tiembla, cuando un fuego que cristaliza el suelo bajo sus pies parece caer desde el cielo sobre el Doctor Muerte, pero cuando las llamas de dispersan, el señor de Latveria sigue allí, aunque ha hincado una rodilla, lo que por algún motivo, hace que Dane sienta un escalofrío. Pero sabe que no puede distraerse, y sin más, se dirige todo lo rápido que puede hacia la prisión de Crystal. Ni siquiera se ha planteado por qué debe liberarla a ella primero, y no lo hace hasta que se encuentra delante de ella y ve a la princesa Inhumana capturada como una mosca en ámbar.

En ese momento, Dane se da cuenta de por qué debe liberar a Crystal la primera, pero trata de negárselo a sí mismo, mientras alza su espada y da un golpe a la prisión ambarina. Un sonido semejante al tañido de una campana de cristal retumba en la cima de la montaña, y por primera vez, Morgan aparta su mirada de Chthon, y observa atónita como el Caballero Negro da un nuevo golpe a la prisión de Crystal. Dane, frustrado, alza de nuevo su espada, pues después de dos golpes, el ámbar apenas ha comenzado a agrietarse.

-¡Amanha Sarusamahttra!-grita Morgan, y dos flechas de oscuridad parten de sus dedos, volando raudas hacia Dane, que alza su escudo justo a tiempo de detenerlas, y al instante, vuelve a golpear el ámbar.

-¡Por Avalon!-grita Dane, y con el cuarto golpe, la celda de ámbar estalla, liberando a Crystal.

-¡Señor!-exclama Morgan, y Chthon se gira hacia ella, con gesto lánguido.

-Zorra-sisea Crystal, y con un grito, una inmensa ventisca brota de ella y golpea a Morgan y a Chthon, arrastrando a la hechicera como si fuera un pelele, pero el Primigenio, ni siquiera pestañea ante la ventisca-. Muy bien, dios del mal... bailemos Rock´n´Roll.

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Cuando Brian abre los ojos, lo primero que trata de recordar es si ha bebido, antes de darse cuenta de que lleva varios años sin hacerlo y que por lo tanto el dolor de cabeza y la sensación de que le han arrancado el estómago y se lo han vuelto a meter por la garganta no puede ser culpa de su viejo amigo Jack. Y en ese momento se da cuenta de que lo que le ha despertado es una ráfaga de viento gélido tan fuerte que lo está arrastrando por la ladera de la montaña. Temiendo precipitarse por un barranco, Brian se agarra inmediatamente al suelo hundiendo sus dedos en la roca madre de la montaña y abriendo finalmente los ojos para encontrarse con el fin del mundo. Las estrellas parecían bailar en el cielo y amenazaban con caerse sobre ellos, mientras al parecer Crystal y el Doctor Muerte eran lo único que refrenaba a... una criatura que Brian supuso debía ser el propio Chthon. Y también vio a Meggan sofocada por el peso de los elementales de tierra, y sin más vuela hacia ella, golpeando con todas sus fuerzas las rocas que la sostenían.

-¡Brian!-exclama Meggan tendiendo sus manos hacia él en cuanto las tiene libres, abrazándole en medio de la tormenta-. Hemos fracasado, no lo vamos a conseguir...

-No, Meggan-susurra Brian-. Vamos a seguir luchando. Crystal y el Doctor Muerte solos no podrán con él y...

-Nosotros tampoco lo haremos-le interrumpe Meggan.

-Pero lo intentaremos. Ayuda a Dane a liberar a Mercurio, Trébol, Feron y Relámpago, y que Feron se encargue de Micromax y el jardín siniestro. Yo voy a por Chthon.

Brian la besa y juntos vuelan hacia la tormenta.

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El cielo se rompe cuando la aurora boreal estalla, y Muerte sabe que les quedan minutos de vida como mucho... y se está quedando sin recursos.

-No seré derrotado-masculla preparándose para lanzar un hechizo final, un hechizo que probablemente acabe con su vida, con la de todos los que allí se encuentran, y con suerte, devuelva a Chthon a un estado etéreo. Pero claro, sólo con suerte. Y necesitará tiempo, algo que no sabe si la Inhumana podrá conseguirle.

Como si fuera la respuesta del Cielo a una oración no pronunciada, un estallido sónico atrae la atención de Víctor cuando el Capitán Britania choca con la fuerza de un tren desbocado contra Chthon, arrancando al Dios-Demonio del suelo.

-Magia de Avalon-sisea el Primigenio, sintiendo dolor por primera vez en milenios cuando los puños de Brian chocan contra su cuerpo. Con un pensamiento casi inconsciente, sin embargo, su daño se restaura y un campo de energía le protege, pero la propia protección del Dios-Demonio se quiebra en las manos de Brian.

-¡Mi señor!-grita Morgan, que ha conseguido formular un hechizo que la aísle de la ventisca provocada por Crystal, y alza las manos para lanzar un nuevo sortilegio, pero una ráfaga de viento plateado se estrella contra ella, golpeándola centenares de veces en tres segundos.

-No tan deprisa, señora-farfulla Mercurio, viendo como finalmente la hechicera cae derrumbada al suelo por su tormenta de puñetazos.

-¡Kai´na laschain Abraxas!-grita Feron y la magia brota de sus dedos-. ¡Kai´na mestroui Abraxas! ¡Na Gaia kai´na Abraxas!

Las torcidas ramas de los árboles oscilan y se quiebran cuando el hechizo de Chthon es revertido por la magia del monje, y él se dispone a unirse de nuevo al combate contra Chthon pero algo le detiene.

Escucha una voz en su mente.

El Fénix le ha encontrado.

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Esperanza.

Por un momento, Crystal siente esperanza cuando ve que vuelven a estar preparados para luchar.

Pero cuando Brian es reducido a partículas por Chthon, su esperanza se tambalea.

Cuando una enloquecida Meggan cae al suelo convertida en un charco burbujeante su esperanza se derrumba.

Cuando el Doctor Muerte es convertido en basalto, su esperanza muere.

Por un segundo, Micromax consigue agarrar al Dios-Demonio, pero es convertido en cristal, y se colapsa sobre sí mismo.

Y durante todo ese tiempo, Chthon ríe.

Adam Destine y el Caballero Negro sostienen sus espadas y se preparan a morir. Guerra Relámpago, Mercurio, Trébol y Halcón Peregrino buscan una posibilidad. Pero Crystal sabe que la única oportunidad que tienen es Feron... y el chico parece en éxtasis.

-¡Feron!-grita Mercurio, sacudiendo al niño-. ¡Despierta! ¡Necesitamos al Fénix! ¡Te necesitamos!

-¿Pero en nombre de Dios, qué es eso?-masculla Trébol, y Crystal mira hacia el cielo.

Naves.

Tres naves plateadas con una cruz roja visible incluso desde donde se encuentran pintada en su vientre.

-Mierda-gruñe Peregrino-. No podemos preocuparnos ahora de esto...

Pero es demasiado tarde incluso para planteárselo cuando una de las naves estalla, iluminando el cielo.

-¡CHTHON!

La voz retumba en las montañas hasta el punto de que varias cimas cercanas se reducen a polvo en avalanchas repentinas. Todos miran el cielo, aturdidos al ver descender envuelta en luz a una mujer de unos treinta años, vestida con lo que parece ser un camisón de hospital, que mira con los ojos incendiados al Dios-Demonio. Sobre su piel parece bailar la escritura de un libro, como si una pluma siniestra escribiera sobre ella utilizando las sombras.

-No entiendo nada-masculla Guerra Relámpago, volviéndose hacia Crystal-. Necesitamos a Muerte.

La Inhumana asiente y corre al lado de la estatua que hasta hace unos segundos había sido el Doctor Muerte. El poder de Crystal se relaciona con los elementos, y la piedra es uno de ellos... pero nunca ha tenido que revertir el hechizo de un Dios.

Chthon no responde a la provocación de la mujer, o no lo hace con palabras, sino que de inmediato alza sus manos y le dirige un ataque que podría haber consumido el corazón de una estrella, pero que cuando alcanza a la mujer desaparece como si hubiera sido poco más que la llama de una vela.

-No eres más que mi creación-masculla el Dios-Demonio-. No eres más que mi obra...

Crystal posa sus manos en la pétrea figura y se concentra.

Cinco figuras vestidas de blanco y con cruces pateé rojas bordadas sobre el pecho de sus ropas aparecieron entre la nieve mientras las dos naves supervivientes realizaban un nuevo arco de vuelo sobre el ardiente cielo. Antes de que tengan tiempo de reaccionar siquiera, Mercurio se encuentra a su lado.

-¿Quién sois?

-Soy el Maestre Jacques Peireaux, de la Nueva Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón-dice el primero de ellos, sin apartar los ojos de la mujer y el Dios-Demonio-, y estos son parte de mis caballeros. Me temo que no tenemos tiempo para explicaciones...

-Nos vamos a ir todos al infierno en segundos, Maestre-replica Pietro-. Así que por favor...

-Esa mujer es Victoria Montesi-gruñe Peireaux-. Y es una manifestación física del Darkhold, el libro en el que Chthon encerró parte de su esencia para permanecer anclado al mundo y poder intervenir en él al margen de su encierro en Wundagore. La historia es mucho más compleja, pero no hay tiempo para contarla. Estaba bajo la custodia de la Iglesia, pero las profecías decían que en algún momento se convertiría en la última salvaguarda contra el Dios-Demonio liberado...

-¿Y qué ha pasado ahí arriba?

-El poder del interior de Victoria se liberó ante la proximidad de su creador, pero la parte dentro de ella que aún es humana nos puso a salvo antes de la explosión...

-O todo lo a salvo que estamos aquí en estas circunstancias-gruñe Muerte, acercándose a ellos con Crystal apoyada en él-. No tenéis ni idea de lo que habéis liberado...

-Las profecías...

-Las profecías, como siempre, son reflejos distorsionados de lo que puede ocurrir o no. Y hay mucho más poder en el interior de Victoria Montesi del que las profecías podían esperar...

-¿A qué te refieres?-pregunta Crystal.

-El Demogorgo está dentro de Victoria-dice Muerte-. El poder que manifiesta es sólo una sombra del poder del Devorador de Demonios.

-¿Qué es el Demogorgo?-pregunta Crystal, pero Pietro se adelanta a Muerte a la hora de contestar.

-Las leyendas que Django nos contaba decían que el Demonio de la Montaña había sido atado a ella por una criatura, hija del Sol y la Tierra, el Devorador de Demonios...

-Y si se descontrola, el poder del Devorador de Demonios nos destruirá del mismo modo que haría Chthon-concluye Muerte.

-Feron...-masculla Crystal pero Muerte niega con la cabeza.

-No tenemos tiempo de contar con el Fénix-dice, y en ese momento, como si fuera un globo lleno por demasiada agua, la figura de Victoria Montesi estalla, revelando una nueva figura, andrógina y con alas, con relámpagos rodeando su piel, una especie de siniestro ángel.

Feron escucha...

El Fénix se acerca...

Casi lo puede acariciar ya con los dedos...

-¿Podemos hacer algo?-masculla Pietro, y Muerte asiente.

-Sí pero tendréis que confiar en mi-responde Víctor, y Crystal siente un escalofrío, aunque sabe que no tendrán más remedio que hacerlo.

-Pietro, reúne al resto-ordena ella y Mercurio asiente, reuniendo a los héroes mientras en el cielo sobre ellos, el Demogorgo y Chthon se enfrentan haciendo ceder las propias barreras levantadas por Saturnina, que en Otromundo, vuelve a inclinarse sobre el panel de mandos.

-¿Colaborar con Muerte?-gruñe Dane, clavando sus ojos en el Doctor.

-Esta vez está de nuestro lado-replica Crystal y Dane niega con la cabeza.

-O nosotros del suyo, eso es lo que me preocupa-dice el Caballero Negro, pero finalmente ocupa el lugar que le indica Muerte, al que casi se puede imaginar sonriendo bajo su máscara metálica.

Muerte los ha colocado en círculo alrededor de él. Adam Destine, el Caballero Negro, Crystal, Mercurio, Trébol, Guerra Relámpago, Halcón Peregrino, el Maestre Jacques Peireaux y los otros cuatro Templarios.

-¿Nos vas a explicar...?-comienza a decir Crystal, pero Muerte niega con la cabeza y comienza a hablar, primero un susurro, y va ascendiendo hasta que su voz se convierte en un bramido.

El suelo parece temblar bajo sus pies, y todos sienten una sensación de vértigo cuando notan como su energía vuela hacia Muerte, creando lo que parece ser una aurora boreal a su alrededor. Mercurio trata de resistirse, pero es inútil, el efecto sifón le drena hasta casi hacerle caer de rodillas...

Y entonces, Muerte lanza un grito definitivo, y el suelo se abre bajo sus pies, brotando un maremágnum de luces y sombras que alcanza a Chthon y al Demogorgo, que ni aún así dejan de luchar entre ellos con energías capaces de crear y destruir soles. Al darse cuenta de lo que está ocurriendo, Chthon aúlla y trata de liberarse, pero el Demogorgo se aferra a él, impidiéndole escapar, atravesándole con sus garras y con sus colmillos mientras el Dios-Demonio le arranca una de las alas, que se convierte en cenizas arrastradas por el viento. El Demogorgo lanza un rugido de triunfo que hace que las estrellas de desplomen desde el cielo, y ambos Primigenios desaparecen en la grieta, que se cierra tras ellos.

Agotado, Muerte cae de rodillas.

-¿Qué hemos hecho?-masculla uno de los Templarios, que mira a su alrededor con los ojos vidriosos.

-Hay algo que no va bien...-dice Muerte obviando las palabras del hombre-. Algo ha trastocado las líneas de la magia, algo que tendremos que pagar... sólo espero no haberlo empeorado...

-Muerte...-llama Pietro-. ¿Qué hemos hecho?

-Volver a atar a Chthon... y ahora también al Demogorgo-responde finalmente Muerte, incorporándose-. Un hechizo de atadura sencillo, pero reforzado por vuestra fuerza vital. Pero ha sido fácil... demasiado fácil...

-¿Cómo?-masculla Pietro, pero es Trébol quien contesta.

-El que estemos vivos es el imprevisto-dice-, ¿no es así? Para realizar un hechizo de este calibre deberíamos estar todos muertos...

-Y ni eso hubiera garantizado la atadura-asiente Muerte-. Pero al menos, pude realizar algunos ajustes mágicos antes de que la energía de desvaneciera... estáis en deuda conmigo...

Muerte señala a un punto al sur de ellos, y ven a Micromax, Meggan y el Capitán Britania, que se acercan a ellos renqueantes.

Dane, Adam y los miembros de Eurocorps corren hacia los regresados, y sólo tras asegurarse de que todos están bien, Brian hace la fatídica pregunta.

-¿Dónde está Muerte?

Todos miran a su alrededor, pero no hay rastros del dictador de Latveria. Pero lo que les hace sentirse completamente aterrorizados es que no hay rastro de Feron.

-Tiene al Fénix-masculla Crystal, apoyándose en Pietro-. Dios mío, tiene al Fénix.

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Otromundo.

Ópalo Luna Saturnina suspira al ver que sus instrumentos indican que la influencia negativa de Chthon ha vuelto a ser contenida en Tierra-617. La Guerra Infernal continuará adelante, pero sea cual sea el resultado, el resto del Multiverso no sufrirá daño. No sería la única de las tierras del infinito Continuum del Multiverso que se encuentra sometida a una tiranía demoníaca.

Se incorpora, se acerca a una repisa de la que toma una botella de cristal tallado y vierte dos dedos del líquido purpúreo que contiene en un vaso, del que da un pequeño sorbo. Se gira... y se encuentra consigo misma, una imagen en un espejo que la llena de terror.

-Hola, querida-dice la recién aparecida, idéntica en todo a ella, salvo quizá en el destello de crueldad que brilla en sus ojos-. Cuanto tiempo sin vernos.

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UNION EUROPEA

Y aquí acaba la mini... esperamos que os haya gustado, y esperamos veros en el desenlace, en Guerras Infernales #5.

 
 
   
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