MarvelTopia
Marvel
 
 
PORTADA

 
Guerras Infernales: Tras las líneas LS

GUERRAS INFERNALES: TRAS LAS LÍNEAS #3
Amanecer de sombras
Guión: Tomás Sendarrubias
Portada: Marce Parra

-----

Dorchester Heights, Boston, Massachussetts.

Lian Aldine estaba de pie junto a la ventana, observando las calles de alrededor de su casa. Hacia el Oeste, donde se encontraba Back Bay, el cielo parecía enrojecido, probablemente a causa de los incendios provocados por los "disturbios", aunque Lian sabía que más que un conflicto urbano aquello era una guerra contra el Infierno. Tras ella, Ruth, en silencio, parecía dormitar. Lian se acercó a ella y le acarició el cabello, tratando de contener las lágrimas. Hacía mucho tiempo que Randolph y ella habían dejado de intentar comprender a su hija, lo que ella "veía" estaba muy lejos de lo que ellos podían entender, pero se habían esforzado todo lo posible por ayudarla y apoyarla.

Ruth alzó levemente el rostro y apuntó a la puerta con su mentón. En ese mismo momento, el sonido de la cerradura se escuchó desde el recibidor de la casa, y Lian se dirigió hacia allí para encontrarse con su marido.

-Mamá-dijo Ruth, y Lian se detuvo, volviéndose hacia ella-. Lo habéis hecho muy bien, sí, muchas gracias.

Lian sonrió y se giró a tiempo de encontrarse con Randolph, que cerraba la puerta tras de sí. En cuanto la miró, Lian se dio cuenta de que aquel no era Randolph. Sí, el cuerpo y el rostro eran los de su marido, pero él no estaba detrás de aquellos ojos enrojecidos ni de aquella sonrisa desencajada, tan forzada que parecía que en cualquier momento los labios de Randolph fueran a desgarrarse. De inmediato, Lian retrocedió y se situó junto a Ruth, tratando de protegerla de aquello, pero él se quedó parado en el pasillo, mirándola, simplemente sonriendo.

Aquella sonrisa se clavó en la mente de Lian, una sonrisa blanca y fascinante como una luna menguante, resplandeciente. Trató de resistirse, pero no podía evitarlo, quería sonreír así. Lian sintió un cosquilleo en la piel, y de pronto, tuvo una imagen clara de decenas de gusanos moviéndose y escarbando por su cerebro, preparando el lugar para la sonrisa.

-Cariño-dijo Randolph, sin apenas mover los labios-. Sonríe conmigo...

Lian trató de resistirse, pero era demasiado tarde. Quiso gritar, pero sus labios estaban torcidos en una sonrisa rígida que la impedía emitir sonido alguno. Y de pronto se sintió muy pequeña y muy encerrada dentro de sí misma, y veía el mundo a su alrededor desde muy lejos, y era incapaz de controlar su propio cuerpo ni sus pensamientos. Una lágrima solitaria se deslizó por la mejilla de Lian, aunque sus labios seguían torcidos en una sonrisa de cimitarra. Aún así, Lian tuvo la fuerza de ánimo suficiente como para apreciar un cambio en su salón, cuando vio que las flores blancas y rosadas que tenía en un jarrón sobre la mesa se habían convertido en rosas negras.

-Cielo-dijeron al unísono Randolph y Lian, mirando a Ruth con aquellas sonrisas resplandecientes-. ¿No quieres sonreír con papá y mamá?

-Sé quien eres, sí-dijo Ruth, tranquila, incorporándose de la mecedora-. No intentes engañarme, no, Legión, se la cohorte de Corazón Oscuro. Sabía que vendrías, he visto los signos de tu llegada, y te esperaba.

-Entonces-respondieron simultáneamente Randolph y Lian-. Sabes que no puedes hacer nada para detenerme...

-Te equivocas, lo siento. Lo que tenía que hacer ya está hecho.

La sonrisa de media luna apareció en el cerebro de Ruth, pero ella no presentó ninguna resistencia y se dejó absorber por la mente de colmena de Legión. Por todo el sur de Boston se escuchó un grito de triunfo, el grito de una única voluntad que movía un millar de bocas.

-----

La Balsa, Zona de Máxima Seguridad de la Isla de Ryker, NY.

Craig descargó su rifle de plasma, cercenando dos de los zarcillos del Hombre Planta que estaban intentando enredarle, y lanzó una nueva mirada al cuerpo muerto de Stefan, completamente destrozado. Si no hacían algo pronto, todos podían acabar así. Smythers lanzó un nuevo aullido, y hundió unas enormes estacas en Derek Crownshield, que ni siquiera pudo gritar, pues el ataque le perforó por completo la garganta.

-¡Nos está haciendo pedazos!-gritó Kent, lanzando dos descargas contra Smythers, pero falló, estrellándose el fuego plasmático contra el techo, que crujió. Un zarcillo afilado brotó del Hombre Planta, y hubiera atravesado a de parte a parte a Gabriel de no haber sido porque Newman saltó sobre él, apartándole.

-Si derribas este sitio sobre nosotros no solucionaremos nada-gruñó la directora al guardia, que la contempló con aspecto ausente, y ella le golpeó el rostro sonoramente-. Gabriel, no tenemos tiempo para una crisis...

Un sonido de huesos rotos acompañó el choque de otro de los guardias contra una de las paredes, y Craig maldijo la darse cuenta de que ni siquiera sabía quién era, pues había caído de espaldas y convertido en un amasijo de carne y sangre. Craig sabía que sólo tenían una posibilidad, y quizá fuera peor el remedio que la enfermedad. Aún así, James, aprovechando que Collins había alcanzado de pleno el pecho del Hombre Planta con una descarga de plasma, se deslizó hacia la puerta que conducía a la Zona de Reclusión.

-----

Radio NYRD, Manhattan, Nueva York.

-Caminantes de la noche-susurró Sybil, con los ojos enrojecidos-. Parece que el amanecer, en lugar de acudir a nuestro encuentro, está cada vez más lejos. Ahí fuera, la oscuridad es cada vez más densa, y nos sentimos cada vez más solos. Acabo de perder a mi hija-dijo, y guardó silencio varios minutos mientras se mordía los labios para evitar que las lágrimas volvieran a aparecer-. Se llamaba Diana, y estaba con mi ex-marido, Henry, en Chicago. Este fin de semana tenían entradas para el ballet, era la primera vez que iba a ir y... Dios mío, le hacía tanta ilusión... No sabemos qué está pasando ahí fuera, no sabemos siquiera qué es lo que está pasando en Nueva York, pero parece que esta noche todo mundo sufre como nosotros. Ya sabéis lo que dicen del mal de muchos, ¿verdad? Y sin embargo, yo creo que el dolor nos une. Que en esta noche, nadie está solo. Por eso voy a seguir viviendo. ¿Sabéis? Hace un momento, cuando he oído la voz de Henry, cuando he pensado que mi hija... que no volveré a ver a mi hija, he querido morirme. Si en ese momento hubiera tenido una pistola cerca, amigos, me hubiera volado la tapa de los sesos. Bang. Se acabó.

Sybil se levantó, suspiró y se acercó a la ventana, contemplando lo que parecía una ciudad completamente desierta, iluminada por la cúpula evanescente que la cubría. Sin embargo, aquí y allá, pudo ver luces. Algunos edificios aún conservaban la electricidad. Pero en otros la luz que veía era más tenue, velas o linternas. Casi podía verlos, familias reunidas alrededor de unas pocas velas, quizá rezando o simplemente esperando a que llegara el amanecer.

-Pero luego, me he dado cuenta de que no tengo derecho-continuó diciendo-. No esta noche. Quizá lo haga cuando todo esto acabe, quizá busque un rincón tranquilo junto a las fotos de mi hija y... meta la cabeza en el horno o algo así. Pero no hoy. Porque esta noche, mientras la oscuridad nos rodea, tenemos que luchar. No con armas, lo que hay ahí fuera podría masticarnos y escupirnos sin pensárselo dos veces. Nuestra lucha es interior. Luchamos contra otros demonios, los que están dentro de nosotros. Luchamos contra la desesperación, la amargura, el abandono y la soledad. Luchamos contra el miedo, el odio y el rencor. Si sucumbimos a ellos, no seremos mejores que las criaturas que nos rodean esta noche, quizá simplemente nos convirtamos en seres como ellos. Esta noche... tenemos la obligación de mantener la esperanza, de mantener nuestras vidas por todos aquellos que las han perdido. Esta noche, elegimos vivir, vivir por todos aquellos que no han podido hacer esa elección. Yo vivo por mi hija. Vivo por Henry. Voy a vivir por Ryan, que sucumbió a la soledad y el miedo. Y por Anne, que fue la primera en decirnos que ahí fuera estaba pasando algo extraño. Ni siquiera es una cuestión de elección, es una cuestión de responsabilidad. Debemos esperar, porque el nuevo día pondrá fin a la noche más larga, y entonces, podremos llorar por los nuestros, por todo lo que hemos perdido. Ahí fuera hay gente luchando por nosotros, aunque no podamos verlos, sé que están ahí. Y van a ganar, ya lo creo que van a ganar, siempre lo hacen. Así que cuando los Cuatro Fantásticos, Daredevil, los Nuevos Guerreros, Factor-X o quien sea encuentre la solución a lo que le está pasando al mundo y nos libere, como hacen siempre, necesitarán que nosotros estemos ahí para... para lo que quiera que necesiten de nosotros, porque eso es lo que estarán haciendo ahora, darnos lo que necesitamos de ellos. Amigos de la noche, es una cuestión de justicia. Que esta no sea la noche del miedo sino la de la justicia, la responsabilidad y la esperanza. ¿Y sabéis? Quiero... voy a guardar silencio unos minutos, porque quiero escuchar la canción que voy a poner. Porque esta va a ser mi carcajada ante el segador. Porque no me voy a despedir del mundo en silencio, sino riendo y cantando. Y cuando la música acabe, seguiré con vosotros desde Radio NYRD, desde Más Allá del Crepúsculo, desde la Ciudad que Nunca Duerme. Y juntos esperaremos el nuevo día.

Sybil se acercó al panel de sonido, y tras buscar unos segundos, encontró la canción que buscaba, así que inició el reproductor. Gloria Gaynor y I will survive fueron la elección de Sybil, y cuando los primeros compases se escucharon, la locutora se dejó caer en una silla, y dejó que las lágrimas brotaran libres.

-----

En algún lugar.

Las voces le llegaban a Diana como ecos apagados por la niebla.

Tenía muchas ganas de llorar, se sentía muy sola en mitad de ningún sitio, y a su alrededor sólo podía ver una bruma espesa y gris. Tenía vagos recuerdos de haber gritado antes, había sentido mucho miedo, y luego... había habido un crujido, como un trueno. Y después, solo la niebla.

Había estado muy asustada, pero ahora, sólo se sentía triste, como si hubiera perdido algo, pero no sabía qué.

Y entonces, sintió la llamada.

La niebla tembló, y como si hubiera sido sacudida por un fuerte viento, se dispersó en jirones, arrastrados por una tempestad que traía la luz consigo. Diana se cubrió los ojos, pero fue inútil, pues aquella luz parecía atravesarla y cegarla igualmente, pues prendió no sólo en sus ojos, sino en su interior.

Y con la luz, vino la imagen. Diana pudo verlos claramente, en el corazón del resplandor, la mujer de cabellos blancos y el niño de ojos deslumbrantes. Y vio que no estaba sola, que había mucha gente allí, junto a ella, que ahora que la niebla no estaba, podía ver a docenas y docenas de personas, inundados por la luz.

Todos ellos comenzaron a caminar atendiendo a la llamada.

Habían sido convocados.

-----

Baxters Bridge, Boston.

Antes de darse cuenta, Sam Buchanan estaba metido en una batalla campal. No sólo los policías, sino algunos ciudadanos que contaban con armas o al menos voluntad, habían salido a las calles para tratar de detener lo que estaba ocurriendo. Había coches volcados bloqueando el puente, se veían incendios en ambas orillas, y una explosión de gas hizo temblar la noche desde la distancia.

Y todo estaba infectado de demonios.

Sam los podía ver, escalando por las paredes como arañas, o revoloteando entre los edificios, burbujeantes como larvas de insecto. Pero entre ellos estaban también los cambiados. Algunos de ellos aún llevaban jirones de ropa sobre sus pieles quitinosas o coriáceas. Hombres y mujeres que en aquella noche en la que las puertas de los infiernos parecían haberse abierto, habían caído en la maldad que impregnaba el aire.

-Carrrrrrrneee...-escuchó sisear Sam, y vio como una criatura se acercaba a él, medio caminando, medio reptando. Carecía de piernas, pero se apoyaba en numerosos brazos que sostenían a duras penas un abdomen tan hinchado y latente como el de una hormiga reina-. Galakh-Oah quiere más carne...

Sam no pudo evitar sonreír. Se había enfrentado a cosas como aquello antes, había querido olvidarlo, había intentado esconderlo en su memoria, en su pasado, pero había sido inútil. Al parecer, el destino había decidido que Sam Buchanan debía volver al frente de batalla... y con el destino del mundo pendiendo de un hilo, ¿quién era él para negarse?

-Galakh-Oah, quizá has comido más de lo que puedes digerir...-masculló Sam, y apuntó a la reptante criatura con Linda-. Te traigo mi versión de la sal de frutas.

Una descarga de plasma brotó del arma que Sam sostenía, e impactó de lleno en la hinchada criatura, que de inmediato, lanzó un grito agónico. Los nanites transportados en el plasma pronto comenzaron a trabajar, rompiendo la cohesión molecular del propio demonio, disolviéndolo a ojos vista. Segundos después, Galakh-Oah había desaparecido, y en el suelo, ante Sam, sólo había una docena de hombres y mujeres, desmayados y cubiertos de porquería y excrecencias. Se arrodilló junto a uno de ellos, y verificó que aunque a duras penas, continuaba vivo. Supuso que Galakh-Oah los había necesitado así para poder moverse.

-Derrotar a un guerrero no supone ganar la batalla-dijo alguien tras él, y Sam se volvió, con Linda preparada para disparar, pero se contuvo al ver que se trataba sólo de un chico de unos dieciséis años, vestido de skater, con el pelo rubio pajizo recogido en una coleta baja, y los pantalones tan caídos que Sam podía ver la mitad de sus boxers.

-Chico, mejor que te vayas a casa-masculló Sam, y entonces vio que por la calle se acercaba más gente. Su vello se erizó al verles moverse todos como si formaran parte de un único cuerpo, en el más absoluto y sepulcral silencio.

-Y estás muy, muy lejos de ser siquiera una molestia-concluyó el muchacho, mientras las calles alrededor de Sam comenzaban a llenarse de gente.

-Mierda-gruñó Sam al ver los ojos vacíos de todas aquellas personas. Le rodeaban por todas partes, y no dejaban de llegar más y más, como si toda la población de Boston hubiera decidido echarse a las calles para emular la Noche de los Muertos Vivientes o algo así-. ¿Qué demonios eres?

-Que irónico-rió el muchacho, y todo el mundo alrededor de Sam rió con él-. Tú mismo me nombras en tu pregunta, Samuel Buchanan. Demonio.

-No sabía que en el infierno era famoso-replicó Sam, intentando encontrar una salida a su situación, mirando a su alrededor, y pensando en que si todos le atacaban al tiempo, iba a sentirse como Orfeo en manos de las Bacantes. No iban a quedar de él ni los huesos.

-Tengo a gente que te conoce-rió esta vez un hombre de unos sesenta años, situado a la izquierda de Sam-. Es curioso. Tú deberías ya formar parte de mí, pero hay algo que te escuda...

-Bien por el Doctor Extraño-masculló Sam entre dientes.

-Y quizá pienses que puedes enfrentarte a mi-continuó diciendo el demonio, cambiando de nuevo de portavoz, pasando a una mujer de unos treinta años, a la que Sam reconoció de inmediato, pues era una de las mujeres que limpiaba en la comisaría donde trabajaba-. Toda la población de esta ciudad está bajo mi control, todos ellos son yo. Soy Legión, y este es mi dominio. Lo mejor que puedes hacer es rendirme pleitesía, y tal vez no prolongue tu muerte más allá de las fronteras del dolor.

-¿Sabes que lo de "Mi nombre es Legión porque somos muchos" está muy visto?-respondió Sam, girando sobre sí mismo para no perder de vista a aquellos que le rodeaban.

-¿Tratas de ser irónico, mortal?-respondió el demonio, y esta vez utilizó todas las bocas de que disponía, de modo que la pregunta resonó como un trueno por toda la zona de Baxters Bridge-. Soy Legión, de la cohorte de Corazón Oscuro, y no acepto burlas. Aunque te escondas detrás de tu arma, ¿crees que podrías vencerme? Mata a diez, cien, a mil de los míos, que yo aún tendré docenas de miles para arrojar sobre ti. Tú eres un hombre y yo un ejército.

-Me rendiré-dijo Sam, bajando a Linda-. Pero quiero ver a Ruth. Quiero que antes me dejes ver a Ruth Aldine.

La risa de Legión atronó las calles, y como un océano gigante, la gente se movió, creando pasillos entre ellos, y Sam vio que Ruth avanzaba entre ellos hacia él, acompañada de Randolphe y Lian. Los tres traían los ojos vacíos, con la mirada perdida, y Sam sintió un escalofrío cuando los tres hablaron al mismo tiempo bajo el dominio de Legión.

-Dinos, Sam. Di lo que tengas que decir antes de que te devoremos y arranquemos la carne de los huesos con nuestras propias manos y dientes.

-Ruth es muy especial, ¿sabes, Legión?

-Una niña mágica-asintió Legión a través de Randolph-. Será un receptáculo muy adecuado para mí.

-Nah, no lo creo-dijo Sam-. ¿Sabes? Ruth me recordó una vieja cancioncilla. Por un clavo se perdió una herradura...

-Por una herradura se perdió un caballo-continuó Legión, sacando el conocimiento de las mentes de aquellos que le rodeaban-, por un caballo se perdió una batalla, por una batalla se perdió el Reino, y todo por el clavo de una herradura. ¿Qué quieres decir con eso?

-Que me consideres la piedra que hace saltar el clavo-terció Sam, y sin más, disparó a Ruth con Linda.

El impacto del rayo de plasma lanzó a la muchacha al suelo, y de inmediato, los demás, comenzaron a aullar, como si el dolor de Ruth se extendiera por todos ellos a través de la mente de colmena que compartían.

-¡Sam!-gritó ella-. ¡Sam, me duele! ¡Para!

Mordiéndose los labios, Sam pulsó de nuevo el gatillo de Linda, y un nuevo rayo de plasma impactó en la muchacha, que se sacudió en el suelo, presa de violentas convulsiones. Los nanites tecnomágicos del Exorcista recorrían su cuerpo, rompiendo los enlaces subatómicos que vinculaban al demonio al cuerpo de la niña, pero causándole un gran dolor. El plasma, además, hacía hervir su piel, y por como escupía sangre, Sam supuso que al menos una costilla se le había roto con el impacto. Pero no cejó en su empeño.

Varios de los dominados, azuzados por el dolor, avanzaron hacia Sam, tambaleándose, y él se volvió hacia ellos, lanzando nuevas descargas de Linda, haciéndoles retroceder, pero de inmediato volvió a centrarse en Ruth, y lanzó una tercera descarga. El grito que brotó de los labios de la muchacha fue aterrador, su cuerpo se convulsionó, y miles de bocas más se unieron a su grito, en una ensordecedora cacofonía.

Y de pronto, los gritos cesaron, y varias de las personas se desmayaron. Muchos otros miraron a su alrededor, aturdidos, y varios rompieron en lágrimas. Sin pensárselo dos veces, Sam se arrodilló junto a Ruth, y trató de encontrar su pulso.

-Por favor, por favor, por favor-masculló-. Que siga viva, por favor, que siga viva...

-¡Ruth!-gritó Lian, recuperando la consciencia y arrodillándose junto a su hija. Las lágrimas anegaban sus ojos rasgados-. ¿Qué ha pasado?

-No te vas a morir-dijo Sam, poniendo sus manos sobre el pecho de la muchacha y comenzando la reanimación-. ¡Si hay algún médico aquí, que venga!-gritó, sin perder la cuenta. Tras presionar por cuarta vez, se inclinó sobre la muchacha, e insufló aire en su boca antes de volver a situar sus manos sobre su corazón para continuar la RCP, rezando por no empeorar las cosas si la costilla o costillas rotas se hundían más en sus pulmones.

Y entonces, ella se convulsionó de nuevo, abrió los ojos y lanzó un quedo gemido, mientras sus pulmones se llenaban de nuevo de aire. Sam, sin poder contenerse, la abrazó, sintiendo el pequeño cuerpo entre sus brazos. Lian les envolvió a ambos con sus brazos, llorando también.

-Sí, muchas gracias, Sam Buchanan-masculló Ruth, y Sam sonrió-. Sabía que Legión hundiría sus dientes en mí, y sabía que usted me libraría...

-Los demonios son demasiado orgullosos-dijo Sam, dejando a la muchacha en manos de su madre-. Pero ahora tú tienes que descansar, cariño. Hay mucho que hacer todavía...

Sam cogió de nuevo a Linda, cruzándola sobre su espalda con una correa. Las gentes de Boston parecían estar recuperándose del control de la entidad demoníaca que les había dominado. Sabía que necesitarían mucha ayuda, y no quería ni siquiera pensar en los pensamientos que la monstruosa criatura podría haber depositado en sus mentes, pero aunque aquella batalla estaba ganada, Sam sabía que la guerra no había terminado.

Y de ella dependía más que el destino de una sola ciudad.

-----

La Balsa, Zona de Máxima Seguridad de la Isla de Ryker, NY.

Craig no podía creerse lo que estaba haciendo, pero la imagen de Corelli hecho trizas, y los gritos de sus compañeros enfrentándose al Hombre Planta, le hicieron continuar adelante. Había pasado los controles de seguridad hasta el mismo acceso a la zona de restricción, y se encontraba ante los paneles de control. Introdujo sus claves, y tomando aire, conectó con la celda que buscaba.

-Killgrave-dijo, y en la pantalla que tenía delante pudo ver que el Hombre Púrpura sonreía y se incorporaba en su cama.

-¿Ocurre algo, agente?-respondió él, y Craig sintió un escalofrío. Conocía el historial de Zebediah Killgrave, el Hombre Púrpura, un antiguo espía soviético que se había visto expuesto a un gas nervioso experimental. El gas le había vuelto púrpura y le había dotado de un poder terrorífico, pues emitía unas feromonas que forzaban a la gente que estaba a su alrededor a cumplir su voluntad. Podía dominar incluso a cientos de personas, era uno de los criminales más poderosos y peligrosos encerrados en la Balsa. Y Craig planeaba liberarlo.

-Algo está pasando en Nueva York-comenzó a decir Craig-. Estamos bajo asedio, y parece que hay demonios por todas partes. El Hombre Planta se ha liberado y está masacrando a los guardias...

-¿Ese inútil de Smythers? Le enviaré unos bombones cuando salga de aquí en agradecimiento-le interrumpió Killgrave, volviendo a tumbarse-. No sé de qué me está hablando, y no estoy interesado en ayudarle. Supongo que lo entenderá.

-Por supuesto-respondió Craig-. Pero verá, señor Killgrave, si no me ayuda, le juro por lo más sagrado que utilizaré todos los recursos disponibles de la Balsa para que usted sea el primero en enfrentarse a los demonios. ¿Sabe que puedo hacer que las paredes de su celda se reajusten de modo que una de ellas desaparezca dejándole con unas estupendas vistas a la Bahía? Dígame, señor Killgrave, ¿cree que su poder le permitiría controlar a los demonios?

El Hombre Púrpura guardó silencio unos segundos, y Craig vio que enarcaba las cejas. Finalmente, volvió a incorporarse en la cama.

-Muy bien-dijo Killgrave-. Le escucho.

-----

Radio NYRD, Manhattan, Nueva York.

-Recuerdo la primera vez que llevé a Diana al cine-contaba Sybil ante el micrófono, tratando de organizar sus pensamientos, sus sentimientos-. Miraba la pantalla con los ojos abiertos de par en par, boquiabierta y absolutamente fascinada...

El relato de Sybil se interrumpió cuando la ventana de la sala estalló, inundándolo todo de cristales rotos que salpicaron a la propia locutora, que no pudo reprimir un grito al ver como una criatura encorvada, de color grisáceo y provista de unas alas correosas y unas garras de aspecto sanguinolento se aposentaba sobre el marco de la ventana como una siniestra gárgola. Sybil tropezó con la silla y cayó de espaldas al suelo mientras el demonio entraba pasando una larga lengua cubierta de negro icor por sus afilados dientes.

-La zorra humana servirá de comida para Alag-ladró el demonio, haciendo chasquear sus garras-. Alag devorará tu corazón y tus intestinos, puta...

-----

La Balsa, Zona de Máxima Seguridad de la Isla de Ryker, NY.

Ellen Newman ya no podía moverse. Tenía una pierna rota y había perdido tanta sangre que empezaba a marearse. El Hombre Planta les había masacrado. Samuel Smythers nunca había sido un psicópata ni un asesino, pero parecía que la "esencia demoníaca" que partía de la celda de Madelyne Pryor le había dado una gran sed de sangre, más fuerza y mas virulencia. Al menos siete de sus hombres habían muerto, y era obvio que terminarían muriendo todos.

"Estoy delirando", pensó cuando vio que Tiburón-Tigre irrumpía en la sala y se arrojaba sobre el Hombre Planta.

-¡Yuhuuuuu!-gritó alguien, y dos rayos de plasma alcanzaron directamente el rostro del Hombre Planta. Con esfuerzo, Ellen se giró y sus ojos se abrieron como platos cuando vio a Bullseye irrumpir armado con dos rifles de plasma.

Pero Tiburón-Tigre y Bullseye no estaban solos. Allí estaban el Supervisor, Mister Hyde, el Hombre Absorbente, Piedra Lunar, Batroc... Los internos cuyas celdas estaban más alejadas de la de Madelyne Pryor.

-Directora Newman-dijo Craig, arrodillándose junto a ella-. ¿Se encuentra bien?

-Craig-masculló ella-. ¿Qué está pasando aquí?

-Algunos internos han... eh... decidido ayudarnos-replicó él, y la Directora frunció el ceño.

-¿Les has convencido tú solo?

-Digamos que he tenido ayuda-aceptó James Craig, y su mirada se dirigió a un lateral de la sala. Newman siguió sus ojos y sintió un escalofrío al ver a Zebediah Killgrave allí parado, de pie, impávido mientras los demás se enfrentaban al Hombre Planta. Fue Piedra Lunar la que dio el golpe definitivo, utilizando un ataque gravitacional para aplastar a Smythers contra el suelo con tal fuerza que ni con la influencia demoníaca pudo resistirlo.

-Espero que sepas lo que haces-masculló Newman, y vio que Craig bajaba los ojos.

-Y bien, señor Craig-dijo Killgrave, acercándose a ellos, mientras los guardias que habían sobrevivido a la confrontación con el Hombre Planta trataban de ocuparse de los heridos. Craig vio a Kent con el cuello roto en un rincón, pero al menos Johns estaba viva, y aparentemente ilesa-. Smythers está dominado. ¿Sigue adelante nuestro trato?

Craig miró a Ellen Newman, y vio que la directora fruncía el ceño.

-Perdona, Ellen-susurró Craig, y presionó uno de los nervios del cuello de la directora, haciendo que perdiera el conocimiento-. Sarah, necesito que alguien atienda a la directora Newman.

-Ahora mismo-dijo Sarah, acercándose a ellos, con los ojos llorosos. Craig se incorporó y se dirigió al centro de la sala.

-La directora Newman está herida-dijo a los supervivientes-, y por graduación, me corresponde ahora tomar las decisiones.

-James, ¿qué estás haciendo?-masculló Collins.

-Esto no ha terminado-continuó hablando James Craig-. Aún tenemos varios reclusos fuera de sí, y los... demonios siguen intentando entrar en la Balsa. No tenemos tiempo de enterrar a nuestros muertos, y debemos seguir luchando. Jenny... necesito que desconectes los nanites de control.

-¿Estás loco?-replicó Collins-. No tienes autoridad para...

-Jenny, no hay más opciones-la interrumpió Craig-. Y como he dicho, en estos momentos soy la persona de mayor graduación, lo que me convierte en director de la Balsa en funciones. Por favor, desconecta los nanites.

Collins no respondió, pero se acercó a los paneles centrales, y comenzó a teclear las órdenes necesarias para que los nanites que controlaban a los internos de la Balsa. Collins miró a Craig y suspirando, pulsó el botón. Zebediah Killgrave sonrió y se volvió hacia los otros internos, que le contemplaban expectantes.

-Muy bien, señores-dijo-. Vamos a acabar con todos los demonios que rodean nuestra residencia. Y luego, estos señores tan amables, nos van a llevar a Nueva York. Y vamos a demostrar a todo el mundo por qué deben seguir contando con nosotros.

-----

Radio NYRD, Manhattan, Nueva York.

El aliento del demonio era fétido, y Sybil sintió unos inmensos deseos de gritar, pero aquellos efluvios la hacían ahogarse, notaba que le faltaba el aire. Trató de alejarse de él, aunque sabía que era inútil, pues tras ella sólo había una pared, y si esa criatura no la había devorado todavía era porque sabía que estaba completamente indefensa. El demonio lanzó un gruñido, y dio un nuevo paso hacia Sybil.

Y entonces, estallaron las luces.

Sybil quedó cegada por la luz y se cubrió los ojos con las manos, pero el demonio no pudo evitar un grito cuando las luces lo atravesaron. Finalmente, Sybil no pudo contener la curiosidad, y abrió los ojos, viendo como una serie de siluetas luminosas envolvían al demonio, que trataba de escapar, pero las luces no le permitían moverse. Con los ojos llenos de lágrimas, Sybil vio que el demonio se cuarteaba, se secaba, y poco a poco, se iba convirtiendo en polvo. Una ráfaga de viento inundó la sala, y el demonio, con un último aullido, se disipó por completo, desapareciendo.

-Dios mío-farfulló Sybil, sin intentar ponerse en pie siquiera, viendo como las siluetas luminosas, tan rápidas y de forma tan repentina como habían aparecido, se desvanecieron, volando hacia fuera de la sala. Incluso desde donde estaba, Sybil podía ver el cielo de Nueva York a través de la devastada ventana, y allí había decenas, cientos de esas luces, iluminando la oscuridad como estrellas errantes, fugaces. Y entonces, una de esas luces voló hacia Sybil, y esta sintió un roce suave en la mejilla, como un beso.

-¿Diana?-masculló, en un sollozo.

Era su hija. Aquella luz era su hija. Lo sabía en el fondo de su corazón, no tenía duda. Inundada en lágrimas, Sybil se incorporó, apoyándose en la pared, y tambaleándose, se acercó a la mesa, derrumbándose de nuevo junto al micrófono. Esta vez ni siquiera trató de esconder sus lágrimas.

-Amigos de la noche-comenzó a decir-. Supervivientes de la oscuridad, sabíamos que iba a ocurrir. No sé qué está ocurriendo, no sé qué son esas luces... esas siluetas de luz que rodean la ciudad... Pero sé que es un milagro, que yo he vivido un milagro. Y...

Sybil trató de continuar, pero de nuevo su voz se entrecortó y sus sollozos la impidieron hablar. Hundió el rostro entre las manos, pero finalmente, consiguió retomar su discurso.

-Es un milagro-dijo-. Y aunque no sea el sol lo que ha puesto fin a la noche, finalmente, la luz ha llegado.

-----

DESDE EL CAMPO DE BATALLA

Y hasta aquí la crónica de las Guerras Infernales a pie de calle. Pero por supuesto, si quieres saber como acaba la historia... ¡¡¡no te pierdas Guerras Infernales 5!!!

 
 
   
www.marvel.com
(1) All characters and the distinctive likenesses thereof are Trademarks of Marvel Characters, Inc. and are used with permission.
(2) Copyright © 2003 Marvel Characters, Inc. All Rights Reserved.