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Las aventuras del Hijo de Satán...
 
Hellstorm

HELLSTORM #5
Hierro Frío I
Silencio

Guión: Tomás Sendarrubias

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Aberdare, condado de Rhonda Cynon Taff. País de Gales, Reino Unido.

Enid sueña con un río. Está tumbada junto a él, y hay mariposas a su alrededor. A su lado hay una caja de música. "Silencio, mi niño, no digas nada1...". Hay algo en el sonido, en el fondo de la canción, en sus palabras, que hacen que se estremezca. ¿Son calaveras eso que llevan las mariposas dibujado en las alas? Y las estrellas del cielo son tan frías... no son cálidas, como las recuerda de sus citas con Geoffrey, cuando se escapaban de Aberdare y se refugiaban en el bosque, donde se dieron su primer beso y donde, algunos años después, hicieron el amor por primera vez. Enid siempre decía que Coraline había sido concebida bajo esas estrellas, en aquel bosque. Pero aquella noche, las estrellas eran diferentes. No le hacían pensar en soles distantes, sino en pedazos de hielo, en escarcha atrapada en el manto negro de la noche. Piensa en escaparse de allí, y recuerda que todo estaría mejor si tuviera una Vela de Babilonia2. Pero no la tiene. Sólo la caja de música, con una bailarina vestida de blanco que se desliza por la superficie bruñida.

Enid despierta, sobresaltada. Por un instante espera ver el agua correr a su lado, pero obviamente, sólo está la mesita de noche y el espacio vacío de Geoffrey en la cama, que tiene turno de noche en la fábrica esa noche. Enciende la luz de la habitación, y siente un escalofrío. Las sombras se retiran despacio, como si fueran una mancha de tinta, y el aire dentro de la habitación es gélido. Su aliento se condensa. Enid se levanta de la cama y se asegura de que las ventanas están cerradas. Sobre la mesilla, el intercomunicador que conecta su habitación con el dormitorio de la pequeña Coraline permanece en silencio, tan sólo suena una apaciguadora estática. Y entonces, Enid lo escucha. Un susurro.

-Silencio.

Silencio, mi niño, no digas nada...

Sin pensárselo dos veces, Enid corre en camisón hacia la habitación de Coraline. ¿Qué hará si hay alguien ahí dentro? No lo sabe, no lo piensa, le da igual. En esos momentos sólo piensa en su hija.

Abre la puerta de la habitación, y comienza a gritar.

Y no puede hacer nada más que gritar ante una cuna vacía.

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Millenium Center, Cardiff. País de Gales, Reino Unido.

-Vaya-masculla Sam Buchanan, contemplando el enorme edificio de cristal que tiene delante-. El friki que llevo dentro se ha apaciguado un poco con esto... ¿Si miramos el tiempo suficiente aparecerá Jack Harkness?

-No, perdón-responde Ruth Aldine, que está junto a Sam, con un vaso de cartón lleno de cacao caliente, al que da un sorbo-. No puedo ver a ningún, Harkness, perdón, veo un Kendrick, y siento frío, mucho frío... Y veo una flecha de hierro que cruza la nada, y viaja desde atrás hacia delante. Pero no hay ningún, Harkness, no, ninguno, perdón.

-Está bien, está bien-dice Daimon, con los brazos cruzados ante el pecho-. La alusión de Sam era sólo parte de... bueno, de una serie de televisión3.

-Ah, lamento no haber captado la referencia popular, Sam-se disculpa Ruth-. No veo televisión nunca, y no suelo escuchar las series...

-¿Piensas decirnos en algún momento qué hacemos en Cardiff, Ruth?-pregunta Daimon-. Apenas hemos podido descansar del viaje a España4, y aunque Sam intente ocultarlo, sigue furioso conmigo.

-Daimon... -comienza a decir Sam, pero Ruth alza la mano, haciéndole un gesto con el que le impone silencio, así que el antiguo agente de policía se limita a resoplar. En ese momento, una furgoneta de prensa se para cerca de ellos, junto a un kiosco, y un chico salta del puesto de conductor y abre la parte trasera, sacando una resma de periódicos, que deja sobre el mostrador del kiosco.

-¿Qué tal, Kendrick?-pregunta el kiosquero, y Sam mira al chico con los ojos abiertos como platos.

-Con prisas y llegando tarde a todas partes, como siempre-responde el muchacho, encogiéndose de hombros y colocándose la gorra-. ¿Te veo esta noche en El Gallo Rojo?

- Claro, allí estaré, animando al Queen´s Park Rangers.

-Pues luego te veo. ¿Quién paga las pintas esta vez?

-Tú, por supuesto.

Kendrick, el repartidor, ríe y vuelve a la furgoneta, dejando los periódicos en el kiosco, y el kiosquero corta los cordeles que sujetan los diarios. De inmediato, Sam se acerca a él.

-Uno de estos, por favor-dice, señalando el periódico, y el kiosquero se ríe.

-¿Para qué demonios quiere un yanqui como usted el Cymru Herald?

-¿Tanto se me nota?

-Ese acento es inconfundible.

-Colecciono periódicos de los sitios donde voy de vacaciones-responde Sam, mientras coge uno de los diarios y deja sobre el mostrador dos libras-. Quédese el cambio.

El kiosquero sonríe mientras Sam vuelve junto a Ruth y Daimon, ojeando el periódico.

-Ruth, ¿por qué nos has traído aquí?-pregunta Daimon, y la chica, sin más, señala el periódico, clavando el dedo en una de las noticias interiores.

-Lo siento, perdón, sí, Daimon, perdón, sí, Samuel. Pero los Viejos Caminos se han abierto, y el Hierro Frío ya no cierra las puertas. Lo siento sí, y temo, pero es el momento de la Luna Menguante y la Corte Oscura. El Cuerno suena. Annwf ap Gwynn ap Nudd. La Cacería recorre la noche.

-Y como de costumbre, no entiendo nada de lo que dices-gruñe Sam, y Daimon sonríe, mientras echa un ojo a la noticia. "Niña desaparecida en Aberdare".

-Probablemente no tardaremos en descubrirlo-dice-. Y como de costumbre... no nos gustará nada.

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Aberdare, condado de Rhonda Cynon Taff. País de Gales, Reino Unido.

-¿De qué departamento de la policía son exactamente?-pregunta Geoffrey Edmorton, mientras Enid pone dos tazas de té y un plato de pastas ante Daimon y Sam, sentados en un sillón en el salón de los Edmorton. Daimon detecta cierto temblor en el pulso de Enid mientras sirve un poco de leche en su té y el de su esposo, mientras Sam pone limón en el suyo.

-Realmente a ninguno, señor Edmorton-dice Sam-. Somos investigadores privados.

-Enid...-masculla Geoffrey, obviamente molesto, y su esposa se vuelve hacia él, un poco confusa. "Tranquilizantes", piensa de inmediato Daimon-. Lo siento, señores, pero entonces todo esto es una pérdida de tiempo. No tenemos dinero para...

-No, no señor Edmorton-le interrumpe Sam Buchanan, dejando sobre la mesa su placa de policía de Boston-. Soy policía, pero en Estados Unidos, y mi compañero es, como le comentaba, un investigador privado. Pero nuestro interés en el caso de Coraline no tiene nada que ver con dinero. Estábamos de vacaciones en Cardiff, y vimos la noticia en el periódico. Pensamos que podríamos ser de ayuda, tenemos cierta experiencia en... este tipo de casos.

-¿A qué tipo de casos se refiere, señor Buchanan?-pregunta Enid, pronunciando despacio, con la voz pastosa.

-A aquellos que la policía no sabe resolver-interviene Daimon, serio, tomando la taza de té en sus manos-. Sé cómo funciona todo esto, señores Edmorton. Vinieron, examinaron la habitación de la pequeña, de Coraline. Les interrogaron a los tres. A ustedes dos y a la otra persona que vive en esta casa y que ahora mismo está en la otra habitación, sollozando por la desaparición de su nieta, demasiado nerviosa como para estar ahora con nosotros. Registraron la habitación, buscando restos de células, de pelos, de manchas, de ADN, y les miraron a ustedes pensando que eran los sospechosos principales. Les preguntaron si habían discutido, si habían tenido algún tipo de problema entre ustedes. Acudieron a su lugar de trabajo, señor Edmorton, verificaron si realmente había estado allí, su hora de entrada y de salida, y si se había ausentado en algún momento. Miraron con extrañeza las ventanas, cerradas con pestillo desde dentro, y luego se encogieron de hombros y dijeron "seguiremos investigando". En estos momentos estarán hablando con sus vecinos, tratando de averiguar si alguno de ellos es un pederasta, y luego pasarán a preguntarse quién podría querer hacerles daño a ustedes. Y dentro de una semana, aunque no lo admitirán, llegarán a la conclusión de que lo que ha ocurrido no puede haber ocurrido, que no hay nada que indique el paradero de Coraline. Les dirán "seguiremos investigando" y archivarán la desaparición de Coraline en un fichero, donde se encuentran tantos y tantos archivos sobre gente desaparecida. Sobre niños desaparecidos. Supongo que no quieren que el caso de Coraline se una al de tantos otros, y nosotros podemos ayudarles a que eso no ocurra. Así que, señores, ¿dejarán que les ayudemos a encontrar a su hija?

Sam no puede evitar una mirada sorprendida hacia Daimon, pensando que en cualquier momento de su parrafada, Geoffrey Edmorton entraría en cólera y les echaría de su casa, finalizando cualquier posibilidad que tuvieran de implicarse en la investigación sobre la desaparición de Coraline Edmorton. Y por un momento, parece que es lo que va a ocurrir, cuando Geoffrey se incorpora. Pero entonces, asiente, y una lágrima resbala por la mejilla de Enid.

-Nos miraron como si fuéramos culpables-dice Enid-. Como... como si nosotros hubiéramos sido capaces de...

-No importa, señora Edmorton-la interrumpe Sam, temeroso de que Enid Edmorton sufriera una crisis de ansiedad-. Cuéntenos lo que pasó aquella noche.

-Con el mayor detalle, por favor-ordena Hellstorm, y Enid Edmorton toma un pequeño sorbo de su té con leche mientras Sam coge una pasta de almendras y comienza a mordisquearla.

-Fue una noche como cualquier otra...-masculla Enid Edmorton-. Geoffrey se marchó pronto, yo preparé la cena para mí y para mi madre. Es la mujer que está en la otra habitación, señor Hellstorm. Es muy mayor, y todo esto la tiene muy afectada, ¿sabe?

-Lo comprendemos, señora Edmorton-dice Sam, pero Daimon se limita a asentir.

-Hice... verduras al vapor, ensalada de col y remolacha, y algo de carne... no recuerdo... Había tarta de zanahoria, había sobrado de una merienda que habíamos preparado la tarde anterior para algunas amigas de la parroquia. A Coraline le di uno de esos potitos preparados, le gustan de arroz y pollo. La bañamos, y luego cenamos mi madre y yo, estuvimos viendo ese programa sobre famosos que bailan. Bueno, lo estuve viendo yo, mi madre es ciega, pero le gusta escuchar la televisión. Ella estaba tejiendo, le está haciendo un jersey a Coraline. Nos acostamos... y me desperté sobresaltada. Cuando fui a la habitación de Coraline... no estaba. Recorrí la casa buscando, y luego salí fuera, corriendo. Pero no vi nada, absolutamente nada.

-¿Algo más, señora Edmorton?-preguntó Daimon, y Enid negó con la cabeza-. ¿Seguro?

-Las luces.

Todos se giran hacia la puerta del pequeño salón, donde ha aparecido una mujer. Tiene el cabello blanco, recogido en un moño alto, y viste con un vestido recio, de tela gruesa, de color violeta oscuro. Su rostro es un mapa de arrugas, y sus ojos, legañosos y pálidos, parecen mirar a todas partes, buscando sin encontrar mientras se apoya en el quicio de la puerta.

-Deirdre...-susurra Geoffrey, incorporándose enseguida, y yendo hacia la mujer, que se apoya en el brazo de su yerno-. Deberías estar descansando.

-He descansado lo suficiente para toda una vida, Geoff, y la mía ha sido ya muy larga-responde la mujer, y tras asentir, el señor Edmonton la conduce a una butaca cercana, donde la anciana toma asiento. Daimon puede ver colgada de un lado de la butaca una bolsa de tela con los instrumentos de tejido de la anciana, asoma lo que parece ser la manga de un pequeño jersey de lana de color verde manzana.

-¿A qué luces se refiere, señora?-pregunta Daimon.

-Yo no las vi-sonríe Deirdre-. Pero esa noche, Enid comentó algo sobre unas luces, mientras las verduras hervían...

-Lo recuerdo-asiente Enid-. Fue algo extraño. Hubo un momento, poco después de que se pusiera el sol en el que el cielo se llenó de luces extrañas. Como un velo de color verde sobre el bosque, ¿saben? Como una luz ondulante. Había visto imágenes antes de cosas así en televisión, pero nunca la había visto de verdad...

-¿Cómo una aurora boreal?-pregunta Sam, y Enid asiente.

-Sí, una aurora boreal-asiente ella-. Duró muy poco, sólo un minuto o así, pero me puso los pelos de punta, debo admitirlo.

-Y había torres en la luz-masculló Deirdre, y los ojos de Hellstorm se clavaron en ella.

-¿Qué ha dicho?-preguntó.

-Es algo que contaba mi abuela cuando yo era pequeña-continuó la anciana-. Decía que a veces las Luces Verdes del Otromundo brillaban sobre el bosque, y había torres y ciudades en ellas. Decía que eran el reino de los Sidhe.

-¿Sidhe?-pregunta Sam.

-Hadas, la Hermosa Gente-responde Hellstorm, el bean sidhe-responde Hellstorm.

-Ah, Hadas. Qué bien-farfulla Sam.

-¿Podría ver la habitación de la niña?-pregunta Daimon, y Enid y Geoffrey se miran un instante, hasta que Geoffrey asiente. Ambos se levantan.

-Venga con nosotros, señor Hellstorm. Señor Buchanan...

-No se preocupen, me quedaré aquí, disfrutando de las pastas y de la compañía de la señora... lo siento, no conozco su apellido-sonríe Sam, y Deirdre lanza una sonrisa.

-McKinney-dice la anciana, mientras Hellstorm sale de la sala en compañía de los Edmorton-. Deirdre McKinney.

-Deirdre es un nombre precioso.

-Significa dolor, señor Buchanan. Es un nombre clásico gaélico, la hija del bardo Fedlimid mac Daill, y su belleza provocó la guerra entre muchos de los señores de las tribus celtas. Acabó suicidándose arrojándose de su carro contra unas rocas para no ser entregada a Éogan mac Durthtach, el hombre que había matado a su amado Naoise.

-Una historia... wow-masculla Sam, sin saber muy bien qué decir, la anciana sonríe, haciendo más visible el mapa de arrugas de su rostro.

-¿Sabe, señor Buchanan?-dice Deirdre-. En los viejos tiempos, en estas tierras, detrás de la puerta de cada casa había una herradura forjada el hierro frío. Las ponían para evitar que entrase la Hermosa Gente, el hierro frío repele a los bean sidhe. Para ellos es la muerte.

-¿Por qué iba a querer nadie matar a las hadas? Se supone que son criaturas encantadoras... con sus alitas...

-Porque no son así-ríe ella-. La gente olvidó mucha sabiduría cuando se marchó de los bosques y se reunió en las grandes ciudades de acero y hormigón, donde las Hadas no se acercan. En los viejos tiempos, los Sidhe entraban en las casas durante la noche y se llevaban a los niños, dejando tras de sí a sus propios cachorros enfermizos. Los llamaban "los cambiados5".

-Probablemente se tratase sólo de niños con algún tipo de enfermedad, en los tiempos antiguos muchas circunstancias o enfermedades que hoy en día son conocidas, se atribuían a cuestiones sobrenaturales.

-Seguramente, señor Buchanan-asiente la anciana-. Usted sabrá de todo eso mucho más que yo, yo sólo soy una vieja que jamás ha salido de una zona de cuatro leguas desde Aberdare, y usted viene del otro lado del Océano. Pero acepte un consejo de vieja, señor Buchanan. Si se va a internar en el bosque... y por lo que he sentido en su amigo, creo que van a hacerlo, hágase con un clavo de hierro frío, o una herradura. No abandone los caminos bajo ningún concepto, y cuidado con las luces y la niebla. Hágalo por esta vieja supersticiosa.

-Claro, señora McKinney.

-Deirdre, señor Buchannan. Simplemente Deirdre.

Daimon vuelve de la habitación, seguido por los Edmorton, y esta vez, no vuelve a dirigirse al asiento, sino que se acerca al perchero y coge su chaqueta, haciéndole un gesto a Sam para que recoja también sus cosas.

-Muchas gracias, señores Edmorton-dice Hellstorm, mientras Sam se abriga-. Esperamos poder ayudarles.

-¿Creen que encontrarán a mi Coraline?-solloza Enid, y Daimon se encoge de hombros.

-No lo sé, señora Edmorton. Pero vamos a intentarlo.

Sin más, Daimon abre la puerta de la pequeña sala y sale al recibidor, y de ahí a la calle, seguido por Sam, que se despide con un gesto de los Edmorton. La puerta se cierra tras ellos, dejándoles en una calle apenas iluminada por unas farolas dispersas.

-Tienes el mismo tacto que un canto rodado-gruñe Sam, y Daimon le mira, encogiéndose de hombros.

-Las relaciones humanas nunca han sido mi fuerte.

-Por eso debió suicidarse tu mujer.

Daimon se clava en el suelo, y clava sus ojos verdes en Sam, que nota cierto fuego detrás de ellos.

-Eso ha sido un golpe bajo, Buchanan-gruñe finalmente Hellstorm.

-Así es cómo tratas tú al resto del mundo, Daimon-replica Sam, conteniendo las ganas de pedir perdón. Sabe que, efectivamente ha sido un golpe bajo, y se siente mal consigo mismo. Pero también sabe que Daimon se lo merece-. Esa gente sólo quería esperanza.

-¿Aunque fuera falsa?

-Sí. Aunque fuera falsa. No creo que te cueste mucho tener un poco de tacto cuando te relacionas con gente que no lleva sangre de demonio en las venas.

Ouch, segundo golpe, piensa Sam, te estás metiendo en terreno peligroso. Daimon se limita a guardar silencio, y vuelve a echar a andar en dirección al pequeño hotel donde se alojaban, y en el que Ruth debía estar esperándoles.

-¿La habitación?-pregunta Sam, finalmente, y Daimon se encoge de hombros.

-Magia vieja-responde, asegurándose la coleta con una tira de cuero-. Magia de bosque, sangre y tierra mojada.

-¿Hadas?-pregunta Sam, y Hellstorm asiente.

-Sidhe.

-Tengo que encontrar una ferretería...-masculla Sam.

No se dan cuenta de que una niebla espesa parece brotar del bosque detrás de ellos, y en ella, aquí y allá, aparecen unas luces verdes, que centellean antes de desaparecer.

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-Vamos, niño humano, por las aguas y lo salvaje, con un hada de la mano, para un mundo con más llanto del que podrás entender6... -canturrea Ruth cuando Sam y Daimon cruzan la puerta de su habitación en el pequeño hotel, construido sobre los cimientos de un viejo monasterio agustino. Alza el rostro cuando escucha sus pasos en la habitación y mira hacia la puerta, con expresión seria-. Oh, lo siento, sí. Era necesario. Había que llamar su atención, nosotros no podemos... no sin una Vela de Babilonia...

-Ruth, ¿qué?-comienza a decir Sam, y en ese momento, antes de que pueda terminar su frase, las ventanas de la habitación se abren y el viento (un viento que hasta ese momento no había soplado) entra, arrastrando olor a musgo y flores nocturnas, un olor dulzón y empalagoso a jazmín y dama de noche. El fuego infernal comienza a centellear en las manos de Hellstorm, pero una flecha se hunde repentinamente en su vientre, atravesando de su chaqueta y hundiéndose en sus tripas, dejando fuera un astil de madera oscura empenachada de plumas negras y plateadas. Otra flecha se hunde en la pared, a escasos centímetros de la cabeza de Sam, que salta sobre la cama para apartar a Ruth de la lluvia mortal, y cuando vuelve a alzar la mirada, ve a una mujer que ha aparecido tras Daimon. Es tan hermosa que Sam siente que pierde el aliento. Tiene el rostro afilado, con los pómulos altos, y unos ojos almendrados del color de la lavanda. El cabello, recogido en una miríada de finas trenzas, tiene el color de la plata, y una diadema de cuero e hilo argénteo lo aparta de su rostro. Viste ropas de cuero, ceñidas a la cintura por un corsé negro con llamas de color azul oscuro y chispas de plata, y botas con el mismo diseño le llegan casi hasta la cadera. Una capa de seda de color azul y con capucha cae desde sus hombros hasta el suelo, y empuña una daga de afilado aspecto en una de sus manos, apoyada sobre el cuello de Daimon, mientras en la otra, sujeta un candil, del que emana una pequeña aunque brillante luz verde.

Sam maldice. El Exorcista está en otra habitación, en la suya, no llevó armas a la casa de los Edmorton. La mujer le mira como si fuera un gato jugando con un insecto herido, mientras Daimon gime de dolor. Sam repara en el icor negro y espeso que rodea la herida. La flecha está envenenada.

-G´vaedd nall-dice la mujer, apretando aún más la daga contra el cuello de Hellstorm, y Sam se queda completamente quieto. No ha entendido sus palabras, pero su sentido era obvio-. Nasri. Bien hecho, Cuco-dice después, en inglés pero con un fuerte acento, tremendamente musical-. Quieto, muy quieto, como un muerto arrastrado por las aguas. Vosotros os venís conmigo, Lord Oberon quiere veros.

-¿Qué?-pregunta Sam, completamente fuera de lugar por la alusión shakespeariana7, pero ella no responde. Sus ojos violetas se clavan un momento en el candil, y este resplandece, inundando de color esmeralda la habitación.

-¿Cuántas millas hay hasta Babilonia?-masculla Ruth, y es lo último que Sam escucha antes de desvanecerse en el verde...

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1.- Nana popular anglosajona: "Hush Little baby, don´t say a word, Dad´s gonna buy you a mockingbird. And if that mockingbird don´t sing, Dad´s gonna buy you a diamond ring. And if that diamond ring turns brass, Dad´s gonna buy you a looking glass. And if that looking glass gets broke, Dad´s gonna buy you a billy goat. And if that billy goat don't push, Dad´s gonna buy you a cart and a bull. And if that cart and bull fall down, you´ll still be the sweetest little baby in the town".

2.- Otra nana popular, dice lo siguiente: "How many miles to Babylon? Three score and ten. Can I get there by candle-light? Yes, there and back again. If you heels are nimble and light, You will get there by candle-light."

3.- Torchwood, por si alguno le pasa como a Ruth y no pilla la alusión

4.- En el número anterior de Hellstorm.

5.- "Changeling".

6.- Parte de un poema de W.B Yeats, The Stolen Child: "Come away, oh, human child; to the water and the wild, with a fairy hand in hand, for a world´s most full of weaping than you can understand"

7.- Oberon en uno de los personajes protagonistas de Sueño de una Noche de Verano, el rey de las Hadas.

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CARTAS DESDE LA PENUMBRA

Nueva saga de Hellstorm y sus exóticos compañeros, esta vez con una ambientación más fantástica... y que se volverá aún más extraña según avance la historia. Y ahora, damos paso al verdadero sentido de esta sección... ¡y es que gracias a FB hay comentarios del número anterior!

Cristian Cobo Giménez "Muy buen relato de terror, no podían faltar el campamento de verano y adolescentes pajilleros XD además la ambientación del manicomio es muy lograda da cierto repelús y todo... ciertamente recordaba a un episodio de cuarto milenio."

Muchas gracias, Cristian. La verdad es que los tópicos, hay que reconocerlo... siguen dando juego.

MarvelTopia "Muy buen relato, buena atmósfera... y final cabrón a más no poder :)"

Como dije en FB, ¿final cabrón? ¿Yo? Injurias y calumnias...

David Guirado Lozano "Muy inquietante todo!!!! Y la historia transmite mal rollito, que en este caso es lo que se pretende y es algo bueno :)"

Muchas gracias, David. De momento parece que sí, que ha sido historia de mal rollo... ¡y eso me ha encantado!

Ibai Raygy "A mí siempre me han gustado los edificios abandonados, y sin ninguna duda los hospitales son los mejores; todo el ambiente tiene algo especial, más siniestro de lo normal, supongo que por ser un lugar que también es siniestro de día... Muy conseguido el ambiente del número."

Pues yo reconozco que me dan miedito. Quizá por eso he podido plasmar ese miedo en el papel.

¡¡¡Nos vemos en el Lado Oscuro!!!

 
 
   
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