Cleveland. Almacén de maquinaria industrial Rogerson, dónde encontramos a Kaine, clon del asombroso Spiderman, tratando de redimir su turbio pasado. Reclutado por Shield para capturar a Veneno, se halla intentando encontrar la forma de salvarlo de la misteriosa asesina Tanya, que amenaza con volarle la cabeza al bueno de Eddie Brock y de paso, gracias a un explosivo que afirma han colocado en la cabeza del asesino, gran parte de la fábrica en que se encuentran.

- Parece que el chico duro se ha quedado sin habla – increpa Tanya.

- Estoy pensando – contesta Kaine.

Pondera sus opciones. Puede que sea más rápido y más fuerte que ella, lo que no es seguro, pero si lo del explosivo es cierto, seguro que no sale vivo de allí. Kaine decide que ya va siendo hora de probar las ventajas de su nuevo atuendo y, ¡qué demonios!, de todas formas él ya está muerto. Apunta su brazo derecho hacia Tanya y, de la araña plateada de su brazalete, sale un cable de acero al titanio que envuelve rápidamente a su presa. A las décimas de segundo de enrollarla con él, Kaine ya la está lanzando hacia la otra punta de la fábrica. El arma de ella se dispara varias veces, pero ninguno de los impactos dan a Brock, que sigue inmóvil en el suelo.

- ¡¿Dónde demonios estás, capullo?! – La voz de John Jameson resuena a través del auricular de la máscara de Kaine.

- He seguido el ruido de las sirenas, lobito – contesta fríamente el deteriorado clon -. Estoy en el punto caliente, tratando de .... ¡un momento! – a duras penas consigue esquivar la ráfaga de microondas que le dedica Tanya - ... tratando de salvarle la vida a Veneno.

Kaine coge el cuerpo del villano y, en dos saltos, lo cubre detrás de una enorme máquina, esquivando a la vez los disparos de Tanya, a la que no puede ver.

- Parece que aquí hay más de lo que esperábamos, así que voy a necesitar refuerzos.

La furgoneta de Shield que llevan el coronel Jameson y la doctora Kafka se abre paso a toda velocidad por las calles de Cleveland. Kafka no puede dejar de observar que, de pura furia, los ojos de su compañero, amigo y puede que algo más, están a punto de salirse de sus órbitas. La verdad es que no puede dejar de pensar en lo mucho que se parece a su padre cuando se pone así, algo que, sea dicho de paso, no ocurre a menudo.

- Ahora necesita refuerzos, ¿qué te parece? – comenta Jameson, acalorado.

- Creo que estás enfocando bastante mal todo esto, John – replica Kafka -. No entiendo tu pique con Kaine, la verdad, cuando se supone que deberíais compenetraros lo suficiente como para no estorbaros, al menos.

John Jameson no dice nada. Aprieta los dientes y pisa el acelerador más a fondo.

El almacén. Los disparos de Tanya son cada vez más certeros. Kaine usa el cable de nuevo para cruzar el almacén con Brock en brazos. Sobrevolando la zona, por fin divisa a Tanya.

- ¡Ya te tengo, lunática! – deja a Brock con cierta brusquedad en una de las esquinas de la oficina de la nave, oculto en las sombras. Sigue inconsciente de momento. Desde allí, puede ver a Tanya claramente, que parece se ha desorientado un momento por la maniobra. Kaine salta ágilmente hasta pegarse a la pared sobre ella y, usando su poder de pudrir la materia, deja caer medio muro sobre la cabeza de Tanya.

Salta de nuevo con agilidad al suelo y se pone en guardia esperando que ella salga de entre los cascotes pero nada se mueve, y Kaine piensa que tal vez ella no era tan temible, después de todo. Brock sigue tumbado dónde le dejó.

Piso franco número 3245 de Shield, en Cleveland.

Eddie Brock vuelve a la vida, o algo así, para encontrarse atrapado en una celda de sonido. Frente a él John Jameson, Ashley Kafka, tres soldados de Shield y, por supuesto, Kaine, le observan.

- Parece que el señor Brock ha vuelto en sí – señala obviamente Jameson.

- ¿ Dónde estoy? ¿Y la asesina? – dice un desorientado Veneno.

- Las preguntas las hacemos nosotros – prosigue Jameson.

- Esa mujer te asusta, Eddie – interviene Kafka -. ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?

Brock suspira y, con lágrimas en los ojos, inicia su relato:

- No lo sé. No se cómo llegué a esta ciudad y no recuerdo casi nada de lo que he hecho hasta... Había una especie de culto. Monjes vestidos de rojo, como con armaduras, adorando una estatua de bronce de una especie de bestia con ropas parecidas a las suyas. La asesina estaba allí, pero aparte. La estatua relucía de poder. Yo... aún no sé como... pero debí huir de allí. Creo que querían apoderarse de mí. Mi cabeza. Mi cuerpo. Luego empecé a encontrarme en escenarios de asesinatos salvajes y sin recuerdos de sí había sido yo quién lo había hecho. La sensación en mi estómago me decía que sí, pero mi mente se revelaba. Y, allá dónde fuera, estaba ella. Siempre acechando. Siempre persiguiéndome.

Kaine observa a su presa. Le creé. No debería importarle, pero así es.

- Esa mujer es peligrosa. No creo que estemos a salvo – dice Kaine.

- La buena noticia – interviene unos de los agentes de Shield -, es que mentía sobre lo del explosivo.

- ¿ No tiene nada en el cráneo? – pregunta Jameson.

- No tiene ningún explosivo en la cabeza – responde el agente -, pero hemos encontrado una especie de ... hueso que no era suyo en esa zona.

-¿Hueso? – Kaine siente una punzada en el espinazo -. ¿ Un hueso?

- Sí, la última falange de un dedo índice extrañamente deformado. Lo que no sabemos es como ha llegado ahí sin matarle.

- ¡ Tenemos que sacarle de aquí inmediatamente, Jameson! – ordena Kaine.

El coronel observa a Kaine. Su primer impulso iba a ser desacreditarle frente a los compañeros, pero le escucha y ve su impasividad al hablar y, por alguna razón extraña, creé en él.

Por desgracia, toda la fachada del piso es arrancada de cuajo, como si cada ladrillo hubiera decidido salir por sí mismo por piernas, y seis de los monjes descritos por Brock entran por la apertura.

- ¡ Kaine, llévate a Ashley! – ordena Jameson mientras desenfunda su ametralladora y abre fuego contra los asaltantes. Caen dos de los seis por los disparos de Jameson y los agentes de Shield, pero los otros cuatro toman rápidamente posesiones.

Kaine saca a la doctora por la puerta del piso y la pone en dirección a las escaleras.

- ¡Vamos, doctora, que esto la supera en todos los sentidos!

- ¡Por favor, ayude a John!

Kaine no responde. Decide que lo primero es ponerla a ella a salvo.

En el piso, uno de los monjes ha abatido al agente de Shield que estaba en la consola de mando de la cárcel sónica. En lugar de derribar a Brock, invierte la tendencia de la jaula y derrumba a Jameson y sus hombres aplicándola a máxima potencia. Al parecer, los monjes llevan un equipo especial que les protege los oídos.

Eddie Brock comienza su transformación en Veneno.

- ¡Esta vez no me llevaréis con vosotros!

Valientes palabras, pero pobremente respaldadas. El monje invierte de nuevo el muro de la cárcel sónica y lo deja a máxima potencia, noqueando de nuevo a Brock y al simbionte.

Kaine se acerca de nuevo a la puerta del piso tras dejar a Kafka en el furgón, a salvo. Un golpe directo en la mandíbula le hace caer de bruces por la escalera. Tanya desnfunda dos cuchillos y se dirije hacia él. Kaine se levanta como puede tras el golpe por las escaleras, pero apenas si esquiva el ataque de Tanya, que le hace varios cortes en brazos, torso y cara. No obstante, Kaine consigue arrebatarle los cuchillos y la agarra de las muñecas. Mientras forcejean, una bala golpea a Kaine en la cabeza y le hace care de nuevo por las escaleras, dejándolo sangrando en el descansillo.

- Vámonos, pues – dice jocosamente Tanya -, parece que ya hemos acabado con la resistencia.

PROXIMO: ¡El combate final contra Tanya! ¡Revelaciones sobre los captores de Brock! ¡ Y Kaine contra Veneno!

LA MARCA DE KAINE

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