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Clonado del Asombroso Spiderman, su vida ha sido un constante martirio y una secuencia de elecciones equivocadas. Su cuerpo se deteriora rápidamente a causa de un factor de degeneración incurable. Ahora, antes de morir, intentará ser fiel al héroe que lleva dentro y compensar sus actos pasados en un intento de demostrar que ha estado vivo.
 
Kaine

KAINE #16
Suma y sigue...
Guión y portada: Israel Huertas

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New York. Instituto Ravenscroft.

El taxi arranca desde la puerta del edificio, dejando a sus dos pasajeros cargando con varias cajas de archivo. Un hombrecillo pequeño y bastante calvo, con un mostacho demasiado grande para sus facciones y vistiendo una bata blanca, se acerca a ambos con cierto nerviosismo. La doctora Ashley Kafka y el coronel John Jameson se miran y tratan de ocultar una pequeña sonrisa respecto al aspecto del doctor que, tembloroso, dice:

- Doctora Kafka, bienvenida de nuevo. Espero que el viaje haya sido... bueno... que esté bien, vamos...

- Sí, estamos bien, doctor Fortram. Ha sido un viaje corto.

- Sí, claro. Bueno, su despacho está tal cuál lo dejó así que, si quieren, pueden ir entrando.

Los tres entran en el edificio y dejan a su espalda el recibidor entrando en el pasillo de la izquierda que lleva a los despachos de la dirección del centro. Efectivamente, la oficina de Kafka ha permanecido igual, aunque sea sólo por que, tal como comprueban al ver al doctor Fortram forcejear con la puerta, ha estado cerrado a cal y canto. Un fuerte olor a cerrado surge de la sala cuando Kafka y Jameson entran, dejando las cajas sobre el escritorio.

Jameson, al ver a la doctora abatida mientras mira a su alrededor, pone su mano derecha en el hombro de ella, consolándola, y dice:

- Bueno, de todos modos, este era tu proyecto, ¿no? El instituto y su viabilidad en el estudio de criminales dementes. Ahora podrás dedicarte plenamente a ello.

- Sí - dice ella -, aunque tampoco es que funcionara demasiado bien que digamos. A veces parecía que, en vez de celdas, teníamos puertas giratorias. Pero no es por eso que me siento mal. No vi venir los cambios en Kaine. No imaginé que todo su esfuerzo no era más que una pantomima.

- Yo no creo que sea así. No sé por qué Kaine actuó de esa manera pero, estos meses atrás, me pareció que era sincero. En cualquier caso, no es culpa tuya nada de lo que ha ocurrido.

Ella se gira y encara al coronel. La mirada cariñosa que hay en sus ojos hace que se de cuenta que su preocupación no es sólo profesional. Eso la gusta y hace que se acerque a él. Lástima que no tengan tiempo para nada más.

La ventana del despacho estalla con fuerza, lanzando pequeños fragmentos de cristal contra ambos, que se refugian tras la mesa. Jameson levanta la mirada, alerta, y ve como sobre la mesa se posa la amenazante figura de Tanya, la asesina del culto del Dios Sangre. Tras ellas, cuatro de los asesinos del culto entran salvajemente y les apuntan con sus armas.

- ¡El viejo John Jameson en persona! - exclama Tanya -. ¡No se lo va a creer pero todo esto es por usted!

Tanya apoya el filo de su machete en el cuello de la doctora y Jameson entiende la amenaza. No opone resistencia.

Segundos después, un furgón color rojo sangre se da a la fuga, dejando a la doctora Kafka mirando asustada por la ventana rota.

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Un taxista muerto después, tras vagar durante horas por las calles de la capital, el demente clon conocido como Spidercida, camuflado de civil, llega al aeropuerto de Dulles, conduciendo un coche de la Washington Flyer Taxicabs.

Un ejecutivo le "prestó" el dinero para coger el vuelo que le llevará al aeropuerto JFK de New York, a tiempo para cumplir una vieja venganza contra su donante genético involuntario.

Entra en las salas del enorme aeropuerto internacional con confianza y compra su billete con una sonrisa macabra en los labios. Cuando se acerca a la zona de embarque, la visión de diez agentes de SHIELD fuertemente armados, hace que su sonrisa se torne carcajada.

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Helitransporte de SHIELD. Despacho de Dum-Dum Dugan.

Los inspectores de asuntos internos, comandados por la agente especial Phelps, recopilan todo el material del proyecto Kaine ante la impaciente mirada del viejo soldado.

- No te impacientes, Dugan - dice Phelps, divertida ante la postura de su rival -, estas cosas llevan su tiempo.

- No me molesta la lentitud, sino la incompetencia - responde Dugan -. Esos dos tipos que tienes hurgando ahí están revisando mis expedientes personales y las dietas que guardo de cuando los Comandos Aulladores, que creo no tienen nada que ver con lo que estás investigando.

Phelps dirige una mirada a los dos agentes en cuestión y les manda que salgan del despacho con un furioso movimiento de cabeza.

- Eso está mejor - sonríe el viejo agente -. Ahora, si no os importa ir terminando... tengo un par de llamadas que hacer.

- Acabaremos cuando acabemos, Dugan - le increpa Phelps -, y sería mucho antes si nos ayudases en lugar de hacer de vigía inútil.

- ¿No querías el puesto, Adriana? Pues currátelo, nena. Si ves que removiendo la mierda de otros te empiezas a manchar, a lo mejor es que no has elegido bien el trabajo.

- No voy a discutir esto ni una sola vez más, Dum-Dum. Te apropiaste de mi proyecto y lo pervertiste con ese engendro que contrataste.

- Yo no me apropié de nada, Phelps, me eligieron para coordinarlo y llevarlo a buen término.

- Pues hiciste un trabajo excelente - concluye Phelps, girándose y lanzando con furia el expediente que tenía en la mano en una de las cajas de archivo.

Dugan se lleva las manos a las sienes primero y, levantándose su bombín, se rasca la cabeza y sale de su despacho dando un portazo.

Echa a andar airadamente por los corredores de la enorme nave, buscando la cantina. De pronto, un brazo le agarra y le mete en un almacén de material de oficina, oscuro como la pez. Dentro, Dugan se zapa de la zarpa y carga sus puños, presto para el combate. Como respuesta, una cerilla se prende e ilumina la cara de su viejo amigo Nick Furia, que enciende un viejo puro con ella y saluda a su colega:

- Veo que Phelps sigue cabreada por el plantón que la diste en Saigón. Te tiene demasiado tenso, vieja morsa. A tu edad eso puede costarte un infarto.

- Y tú, cabronazo, deberías dejar de merodear a tus anchas por aquí1. Se supone que estás muerto y enterrado y, después de lo de China, cada vez me cuesta más cubrir tus pasos.

- No te preocupes, hombre. Sólo he venido a decirte que vuelvo a estar en la lucha. Voy a recuperar esta organización y necesito saber si puedo contar contigo.

Dugan no duda su respuesta ni un instante:

- Ya deberías saber, coronel, que puedes contar conmigo sin reservas.

- Eso es lo que quería oir - dice Furia, sonriendo -. Te avisaré pronto, viejo amigo. Cuídate2.

Dugan sale del almacén, mirando alrededor por si le hubiera visto alguien, y decide volver a su despacho. Cuando abre la puerta, la habitación bulle de actividad mientras Phelps ladra órdenes.

- ¡Deprisa, agentes! ¡Quiero todo empaquetado antes de una hora y tú, avisa al equipo de asalto que voy para allá!

- ¿Qué ocurre? - pregunta Dugan.

- Nada que pueda... - empieza a decir Phelps, pero se interrumpe cuando Dugan la agarra de los hombros y la acerca hacia sí. Este la increpa:

- ¡No me vengas con chorradas, Adriana! ¡¿Dónde está?!

Ella le mira a los ojos, se calma y contesta:

- En el aeropuerto de Dulles. Salgo con el equipo delta para allá. Puedes venir, si quieres ver como acaba todo esto.

Dugan la suelta y ambos salen del despacho a la carrera.

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Laurie Sherman estaba desconcertada. Después de una noche como hacía tiempo que no recordaba, con un hombre como jamás había conocido a uno, su mundo se dio la vuelta. Por eso había pedido una excedencia del servicio, porque continuar después de lo ocurrido se le hacía cuesta arriba.

El comportamiento del supuesto Kaine a la mañana siguiente no eran consecuentes con lo que ella había visto y disfrutado de él, y algo en su interior la decía que aquello no era correcto del todo. Fuera lo que fuese que la hacía pensar así, también la hizo saltar como un resorte cuando escuchó la frecuencia de emergencia según recogía su taquilla. Le habían encontrado y ella iba a ir a descubrir la verdad.

Cobrándose un par de favores, consiguió ocupar el sitio de uno de los agentes del equipo delta y se dispuso a enfrentarse al monstruo que la había cautivado.

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Spidercida disfrutaba como un chiquillo mientras destrozaba a los diez agentes de SHIELD que custodiaban la sala de embarque. Golpeando y troceando, creando un cuadro de sangre y vísceras con la Terminal del aeropuerto, conseguía ahogar el sentimiento de pérdida que tenía.

Su último recuerdo consciente era del edificio neoyorquino del Daily Bugle, elevándose más y más, a velocidad de vértigo, ante sus ojos, una enorme antena en su mano y el cuerpo de su creador en la otra3. Luego, la negrura más absoluta hasta que, en lo que parecía haber sido una eternidad, despertó en aquella habitación, con aquella preciosidad desnuda, cubierta por leves sábanas de raso. Las preguntas le asaltaban, pues pensaba que estaba muerto, pero esto era muchísimo mejor.

Los agentes apenas pudieron reaccionar al salvaje ataque del monstruo. Su cuerpo mutante adoptaba forma tras forma, de líquido a sólido, para atacarles de forma cruel y devastadora. Ahora, sólo quedaba uno de ellos, colgando del cuello de uno de los brazos de Spidercida, en su forma de coloso rojo y azul, a punto de expirar para siempre.

- Sé que a ti no te parecerá divertido, chato - dijo el clon, con una horrible sonrisa en los labios -, pero me habéis alegrado el día muchísimo. Así que, como agradecimiento...

La mano del monstruo se tornó gelatinosa y empezó a cubrir la cara del agente. Este aún se revolvía desesperado y, haciendo gran acopio de valor, consiguió sacar un puñal de su bota y lo clavó con fuerza en el brazo del clon. Spidercida chilló de dolor y lo lanzó hacia un lado, contra uno de los bancos de la Terminal.

La mole se arrancó el cuchillo y, amenazadoramente, se acercó al agente mientras decía:

- ¡Esto sí que no ha tenido gracia! ¡Ahora, decide por qué orificio quieres que te lo meta!

Repentinamente, un fogonazo de luz cegadora hizo que el clon se apartara de su víctima. Luego, un fuerte puñetazo le lanzó contra una de las vigas de la sala. Recuperando la respiración, Spidercida miró a su atacante.

- ¡¿No te había matado ya una vez?!

Ante él, un hombre vestido de negro, con una capa morada y melena castaña, la cara cubierta y cicatrices decorativas de metal en brazos y piernas, se preparó para seguir golpeando a su enemigo. El hombre llamado Kaine, vestido con su antiguo uniforme, encaró a Spidercida en lo que esperaba fuera la última vez.

- Es curioso - dijo Kaine -, eso mismo pensaba de ti. Por suerte, pienso corregirlo.

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PROXIMO NUMERO: ¿Queréis saber dónde ha estado el verdadero Kaine? En el próximo número todas las respuestas planteadas desde el inicio de la serie se desvelan con pulso maestro.

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1.- Ya lo hizo en Nick Furia, El Hombre que Pudo Reinar nº 4.

2.- Le avisará muy pronto, en las páginas de SHIELD, vol. II.

3.- Clonación Máxima Omega.

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LA MARCA DE KAINE

Me despido de momento hasta el próximo número.

Nos leemos.

 
 
   
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