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Landau, Luckman & Lake. ¿Quienes son? ¿Qué quieren? ¿Por qué deberíamos temerlos?
 
LL&L

LL&L #4 de 12
La zona desconocida
Guión: Correia
Interludios: Serandel

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PORTADA: los cuatro miembros del equipo, espalda con espalda, están formando un círculo, apuntando en todas direcciones con sus tasers, en medio de una oscuridad absoluta, rota sólo por el brillo de sus linternas y de las llamas que surgen de los dedos de Helke. En la parte oscura se intuyen algunas formas y brillos, pero sólo si se mira muy atentamente, ya que apenas son distinguibles de la negrura.

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Zoe Culloden y su equipo habían llegado a Próxima-5 (el quinto planeta del sistema triple formado por Alfa Centauri A, B y Próxima, el sistema solar más cercano a la Tierra) hacia unos minutos, con la misión de averiguar qué le había pasado al equipo de exoarqueólogos que LL&L había enviado a las ruinas de una colonia rigeliana que había en este lugar. Los dos científicos desaparecieron en el interior de un templo badoon que, extrañamente, se encontraba allí pese a que no había evidencias de que esa raza reptiloide hubiese pisado nunca el planeta.

Acababan de entrar en la cámara central del templo. Los cuatro investigadores llevaban sus tasers en la mano, equipada con una potente linterna de luz coherente, pero aun así apenas conseguían iluminar más que un par de metros a su alrededor.

"Cuidado. No os separéis. Mantener contacto físico o visual con vuestro compañero. Asumimos que el entorno es hostil", dijo Zoe a sus compañeros.

"Los scanners no detectan nada, Zoe", dijo Lola, revisando sus aparatos. "La atmósfera es respirable. No hay signos de vida, ni biológica ni artificial."

"Perfecto. Pero no nos quitaremos los trajes. No me fío de los scanners, Lola. Se les puede engañar."

"¿Qué buscamos, si es que puede saberse?", preguntó Helke. "¿A los dos científicos o los datos que hayan obtenido?"

"Oficialmente, nuestra misión es de rescate, Helke", respondió Zoe, "pero los socios han dejado claro que lo importante son los datos."

"Ich mag da nichts", dijo Helke. "La última vez, me abandonaste a mi. No pienso abandonar a nadie."

"Ni yo. Ya te lo dije cuando te recluté. Quiero averiguar la verdad."

"Chicas", interrumpió Dmitri. "Hay algo ahí delante."

El ruso apuntó con su linterna a una forma oscura que había frente a ellos. Los cuatro se dirigieron hacia el lugar, y cuando el foco consiguió iluminarlo por completo, descubrieron que era...

"¡Es un casco!", afirmó Lola. Se agachó a cogerlo, y lo acercó a ellos. "Es de los nuestros. Tiene el logotipo de LL&L."

"Lola, revisa el interior. Debería haber una memoria en su interior."

"¿Una memoria?", preguntó Dmitri.

"Los socios no se fían de nadie, y para evitar que cualquier empresa rival se interponga en su camino, los equipos de los investigadores de LL&L llevan integrado un sistema de grabación, que está monitorizado las 24 horas del día desde la central. De hecho, así es como supimos que habían desaparecido estos dos."

"¿Y nosotros también estamos vigilados?"

"Supongo que lo habrán intentado... pero te recuerdo que, en tu caso, no puedes ser registrado por ningún aparato electrónico, así que no hay problema. Y para los demás me las he arreglado para que no puedan."

"Aquí está la memoria", interrumpió Lola, enseñando una pequeña tarjeta que había extraído del casco. ¿Cómo podemos verla?"

"Déjamela."

Zoe cogió la memoria y la introdujo en una ranura de su guante. Inmediatamente, un holograma surgió del mismo, mostrando lo que había visto el ocupante del casco.

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INTERLUDIO 1

Quimera caía. En un desesperado intento por cumplir su misión de destruir al mutante llamado Logan la dama de luz de gas había abierto un mini agujero negro en la caótica dimensión a la que lo había arrastrado, con la esperanza de que, desprevenidos él y sus compañeros (aquellos viscosos simbiontes alienígenas y la caterva de humanos, además del por tres veces maldito empleado de la agencia) fueran absorbidos por éste. Que su actual aliado, el devorador de genes con forma de rata, también cayera en la trampa le era totalmente indiferente. Pero nunca contó con que en su ansia por salvarse la hiciera caer con él por el vórtice, mientras sus enemigos conseguían huir con vida.

Quimera caía. La forma inerte de Polvete la seguía a cierta distancia, impelida por las mismas fuerzas invisibles que la transportaban en un interminable devenir entre tiempos, dimensiones y universos. ¿Cuánto tiempo llevaba cayendo? ¿Un minuto, un año, una eternidad, quizá dos? ¿Cómo medir el tiempo cuando te hallas atravesándolo sin control, zambulléndote en él una y otra vez sin rumbo?

Quimera caía hasta que, con un brusco golpe, dejó de caer. Atontada, miró hacia uno y otro lado intentando descubrir dónde había ido a parar. No hizo falta. El cosquilleo impaciente de sus dos manos le confirmó lo que ya sospechaba. Izquierda habló primero, hogar, dulce hogar, a lo que Derecha contestó con una vaga sensación que la hizo pensar en una larga lengua relamiendo unos labios resecos, vibrando con expectación.

Y es que, ¿dónde podía ir a parar un ente perdido en la corriente temporal sino al lugar donde el espacio-tiempo se curva y se contrae, plegando dimensiones, doblando tiempos, torciendo realidades, hasta crear un inmenso sumidero cósmico, el final de todo? Bienvenida al último nanosegundo del universo, Quimera, bienvenida de nuevo al Big Crunch.

La mujer tragó saliva, abrumada por el horror, mientras Polvete aterrizaba a su lado, inadvertido.

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INTERLUDIO 2

Control. Por eso empezó todo, ¿no? Control sobre sus vidas, control sobre el mundo, escapar de la fría y cruel garra de la muerte, no dejar que ésta se interpusiera entre ellos y su destino. Rathcoole recordaba como si fuera ayer mismo aquel día, hace ya diez siglos en realidad, en que él, junto al resto de la secta de Chasidm había convocado al demonio. Éste les propuso un pacto muy sencillo: la inmortalidad a cambio de un tributo de almas. Pero con Mefisto, traicionero aún entre sus pares, nada era sencillo. Sus ansias de nuevas almas a las que atormentar en su oscura esfera aumentaban cada vez más. Sus codiciosas demandas eran cada vez más difíciles de acatar. Con el tiempo la secta había ido ganando en poder, haciendo suyos más y más secretos a medida que pasaban impotentes los años. Se habían erigido en la directiva de su propia corporación, MisTec, la mano oculta que tira de los hilos del mundo, habían conseguido aunar con éxito las antiguas artes con la más novedosa tecnología de nuestro tiempo y aún otros más allá, habían logrado entretejer sus propias esencias con la misma trama del universo para salvaguardarse de posibles atacantes de entre los muchos místicos que habían ido aniquilando a fin de adueñarse de sus facultades. Incluso estaban a un paso de terminar su ciclópeo proyecto, la Ultratierra, un gigantesco e impresionante muñeco vudú con el que poder dirigir a su voluntad todo un planeta. Lo controlaban todo. Pero Mefisto los controlaba a ellos, y eso Rathcoole jamás podría tolerarlo.

El alto y desgarbado tecnohechicero se levantó de su escritorio, furioso. Su mente hervía en cólera, midiendo y sopesando mil planes para matar al diablo. Todos eran inútiles y él lo sabía, lo cual no conseguía sino irritarlo más aún. En esto estaba sólo. Crowe no aprobaba sus métodos y el resto de la Directiva hará lo que Crowe les diga. ¡Borregos imbéciles! ¿De qué servían los subterfugios, de qué serviría el lograr por sí mismos la inmortalidad? ¿Acaso creían que Mefisto se iba a cruzar de brazos mientras veía como perdía su ventaja ante ellos? ¿Dudaría el demonio en destruirlos al instante una vez supiera que no podría conseguir nada más de ellos? Mil años de estudios y maquinaciones y sus compañeros no se habían convertido más que en unos paletos cortos de miras, incapaces de ver más allá de la zanahoria que tenían colgada ante la nariz. Aún creían que podrían cancelar el contrato con el infierno. Idiotas. ¿Adónde creían que iban a parar si no los mejores abogados del mundo?

Mefisto, escupía su nombre al susurrarlo, dando vueltas por su biblioteca privada, intentando pensar en alguna posibilidad inexplorada hasta ahora. En vano, pues no lograba sino recordar la última vez, cuando creyó que la vara de cristal de Aeish, la bruja, poseería la suficiente virtud como para destruir al padre de las mentiras. Mas no era esa vara la que necesitaba sino su gemela, burla inmisericorde que todavía oía cada vez que cerraba los ojos intentando descansar. Su brazo ejecutor, el Warhead Gregory, convertida su mitad izquierda (la siniestra, otra muestra del sentido del humor del mal) en la de un demonio y él entregado indefenso a los demás miembros de la Directiva, para que éstos pensaran un castigo apropiado. ¡Una nueva humillación que Mefisto pagaría cara algún día! Ni la más avanzada cyborgía podría sustituir nunca a sus ojos y a su mano, arrancados en cuerpo y alma para asegurar que jamás podría regenerarlos. Cruel Crowe, él sería el siguiente.

Abatido se sirvió un vaso de licor. Mientras lo sorbía indolente una minúscula idea empezó a gestarse en su cerebro. En aquella ocasión el mismo demonio le había revelado que él tenía la vara gemela guardada en sus infernales dominios. Quizás un escuadrón de Warheads podría infiltrarse en ellos y arrebatársela. Tenía algunos conjuros muy buenos de ocultación que no había compartido con el resto de brujos. Y Che, el Warhead inmune a las fuerzas mágicas, era un as en la manga que podría resultarle muy beneficioso. Podría mandarlos allí y...

Sí, claro, siete humanos contra todo el infierno. ¡Maldición! Rathcoole, en uno de sus habituales ataques de ira, lanzó el vaso con todas sus fuerzas estrellándolo contra la pared...

...tras atravesar limpiamente a una mujer joven que sonreía, apoyada contra la mesa.

- ¿Quién...? - No la había oído, no la había visto, la mejor tecnomagia no había detectado su llegada, debía ser muy buena. Miró a su pecho. Bastante bonito, si te gustan esas cosas. Ni rastro del impacto. ¿Intangible o...?

- En realidad no estoy aquí, es sólo un holograma - aclaró ella todavía sonriente, de buen humor. Llevaba el pelo rubio muy corto, salvo el flequillo que se agitaba graciosamente cuando hablaba. Sus ojos relucían tras un gran visor que, junto al mono futurista que vestía, la hacía parecer un extra de alguna serie de ciencia ficción. Sus labios eran muy rojos y brillaban, seductores.

- Ajá - de buen humor, nada. Mientras asentía, en apariencia calmado, consideraba mil posibilidades. Si era tan buena como para entrar en su despacho, en el mismo corazón de MisTec, quizás el lugar más protegido del mundo, debería saber que no podía matarlo por las buenas sin destruir a la vez el universo. Además, si pensara atacarle de algún modo no estaría ahí, intentando agradarle. Un enviado de Mefisto habría abierto un portal y se hubiera presentado allí mismo, oliendo mal y arruinando la moqueta con sus repugnantes fluidos, nada de hologramas ni zarandajas.

El tecnobrujo probó con un conjuro de identificación muy simple, algo muy sutil. Nada. No conseguía terminar de enredarla con su arte, ella se le escurría. Por todos los demonios de la Ultratierra, ¿quién era esa chica que había venido a inquietarlo aún más?

- Hola, me llamo Zoe Culloden, encantada. Perdone que no le de la mano, pero dadas las circunstancias... Vengo de una línea temporal alternativa y quisiera proponerle un trato.

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La escena se desarrolló ante ellos. El científico avanzaba lentamente, gritando el nombre de su compañera desaparecida. Sólo él se mostraba en la imagen, como si los sensores no detectaran nada más. De repente, un tentáculo rodeó su pierna, derribándolo. El hombre cogió su táser y apuntó hacia el viscoso apéndice, pero otro surgió de la nada y le sujetó el brazo, arrancándole el arma. El hombre chillaba histérico, cuando un nuevo tentáculo apareció, sujetándolo por el cuello y arrancándole el casco. En ese momento, desapareció toda la imagen. La oscuridad envolvió a la cámara.

"¿Qué demonios era eso?", preguntó Helke. "Parecían los tentáculos de un pulpo."

"No", respondió Lola. "Creo que los he visto en los archivos de LL&L. Son eslizoides."

"¿Qué?"

"Son una raza alienígena de morfología similar a la de los aliens de la película. Se reproducen implantando huevos en un anfitrión, del que adoptan sus características y habilidades. Son muy difíciles de matar. Se han enfrentado en varias ocasiones a la Patrulla-X, entre otros supergrupos."

"No hay nada como tener una biblioteca andante en el grupo, ¿da?", ironizó Dmitri. "Ya sabemos qué pasó y quién lo causó. ¿Podemos volver a casa?"

"Creo que sería lo mejor", respondió Zoe. "Esto es lo que querían los socios, y no podemos rescatar con vida a esos pobres desgraciados."

"Errr... Zoe...", interrumpió Helke.

"¿Sí?"

"No es por ser aguafiestas, pero... ¿dónde está la salida?"

A su alrededor, sólo había oscuridad.

CONTINUARA

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WARP CHAMBER

¡Hola a todos!

Volvemos tras un pequeño (bueno, gran) paréntesis, con la continuación de esta aventura espacial de nuestro equipo de investigadores... espero que os guste.

¿Os sorprende volver a ver a Quimera, o que haya dos Zoes pululando por ahí? Jejeje... todo forma parte de un plan... sí, en serio... por cierto, esas escenas fueron escritas por Serandel hace años, para un proyecto de serie de los Warheads que no llegó a ver la luz. Pero ya sabéis que a mi me gusta aprovecharlo todo...

Como siempre, esperamos que nos escribáis (marveltopia @ sentinelstudio.com) para contarnos qué os ha parecido.

¡MarvelTópicos saludos!

-- Carlos

 
 
   
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