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Una furia de la naturaleza, un samurai frustrado, un agente secreto, un superhéroe. Sea lo que sea, Lobezno es el mejor en lo que hace.
 
Lobezno vol. 2

LOBEZNO VOL. 2 #112
La saga de la Flecha Negra VI
Non bis in idem

Guión: Luis Capote
Portada: Cristian Valverde

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Señores pasajeros, les comunicamos que en breves momentos tomaremos tierra en el aeropuerto de Narita. Rogamos permanezcan haciendo uso del cinturón de seguridad y pongan el respaldo de su asiento en posición vertical.

Como sucedía en aquellos casos, todo el pasaje obedeció las instrucciones, salvo uno que, en clase turista y vestido de vaquero, tapaba su rostro con un sombrero tejano. Al ver que dormitaba, el sobrecargo le tocó en el hombro.

- Señor... eh, señor...

- ¿Hmmmm?

- Vamos a tomar tierra dentro de unos minutos. Por favor, abróchese el cinturón.

- Gracias, chaval... Supongo que no habrá tiempo de tomarme un lingotazo de nada ¿verdad?

- Veré qué puedo hacer, aunque ya debería estar camino de mi asiento...

- Consígueme algo para la salida -respondió el pasajero mientras situaba su asiento correctamente- Necesito aclararme el gaznate para hablar correctamente el idioma local.

- ¿Habla japonés, señor?

- Sí, chico ¿Tú no?

- Es mi primer trayecto a Japón, señor.

- Pues si tienes ocasión, vuelve con calma y tráete a tu chica.

- Se ha quedado en casa en Londres, pero seguro que le gustaría venirse.

- No tienes mucha pinta de inglés, tú...

- Soy español. Me llamo Pablo.

- Encantado -dijo el viajero, tapándose de nuevo la cara- Recordaré tu nombre. Recuerda tú lo de mi bebida - y le alargó dos billetes de cien dólares.

El sobrecargo se alejó, dejando al pasajero sumido en sus pensamientos. Ya no volvería a coger el sueño. No valía la pena, así que repasó mentalmente la situación que le había llevado a volver a Japón: su viejo compañero de la CIA, Malcom Carmichael, lo había engañado para que persiguiera y diera muerte a su asesino, un tipo misterioso del que sólo se sabía que mataba a sus víctimas clavándoles una flecha negra. Logan había averiguado dos cosas más: que quienquiera que fuese, era un arquero condenadamente bueno y que en otras circunstancias, más que darle caza, le habría invitado a una cerveza. A pesar de su pulcra apariencia, Carmichael, "Charlie", inspiraba a Lobezno tan buenas vibraciones como podía hacerlo Dientes de Sable. Los consideraba dos caras de la misma moneda: dos predadores que jamás cejaban frente a su presa y absolutamente despiadados. Creed podía haberle destripado muchas veces, podía haber asesinado a su antiguo amor1, pero Charlie le había herido de una forma indescriptible. Aún en la muerte, había traicionado su confianza una vez más y le había utilizado como arma de venganza. Le conocía tan bien que había pulsado el resorte adecuado, la apelación a su concepto de honor, para arrancarle un juramento que, por si acaso -otra bofetada más que apuntar en la cuenta- había asegurado con un chantaje del que Geese Howard era albacea2. Definitivamente, necesitaba un trago. Ojalá el tal Pablo le trajera algo bien fuerte.

Cuando salía, el joven le despidió amablemente y al pasar por su lado, le entregó una botella del mejor güisqui del que disponía a bordo. En la rampa que unía el aparato con la terminal de llegadas internacionales del aeropuerto, Logan vació el contenido de la botella en varios tragos y guardó el envase en su bolsa de mano. Cuando llegó al final, vio como junto al personal de tierra había un hombre cuarentón, grueso y con bigote, con sombrero y gabardina al que acompañaban dos oficiales de policía de uniforme. El canadiense vio como los ojos de aquél se fijaron en su persona, y sospechó que la policía estaba allí por él. Unos instantes después, comprobó que una vez más, su intuición era correcta.

- Logan San desu ka - inquirió el hombre. Permita que me presente - dijo saludándole con toda formalidad - Soy el Inspector Megure, del Departamento de Policía de Tokio. Le ruego me acompañe.

- ¿Es un asunto oficial, Inspector? - respondió Logan con idéntica formalidad.

- Lo es, Logan San - respondió Megure - No se preocupe por su equipaje. Mis oficiales se encargarán de él.

- Debo preguntar de qué se trata, Inspector - insistió Logan.

- Por favor, acompáñeme, Logan San - dijo el policía con amabilidad - Pronto podré explicárselo.

El canadiense caminó por la terminal junto al inspector, dando por buena su última respuesta. Muchos de los que conocían o, mejor dicho, creían conocer a Logan se habrían sorprendido ante aquella presunta sumisión que no era tal, sino una muestra de respeto hacia la cortesía con la que el policía le había tratado. Lobezno sentía que aquella tierra, que combinaba la tradición milenaria y la modernidad más avanzada, le había acogido como suyo y que nacer en Canadá había sido un accidente que los avatares de su existencia se habían molestado en corregir. Sin embargo, tampoco olvidaba que un mutante listo -aún uno que contaba con el favor de las autoridades imperiales3- debía evitar confiar excesivamente en las fuerzas del orden. Su mirada permaneció fija en el frente, pero dejó que sus demás sentidos exploraran los alrededores. Pronto, su olfato detectó la presencia de dos viejos conocidos y, lentamente, fue dejando de caminar.

- ¿Sucede algo, Logan San? - preguntó Megure.

- Solo que sus otros dos acompañantes pueden salir a la luz, Inspector.

El policía miró al canadiense con expresión culpable y llamó por su celular. A los pocos minutos, aparecieron los dueños de aquellos aromas tan peculiares. Uno había sido aliado. El otro, casi siempre enemigo.

- Días, Shiro - mucho tiempo sin verte4

- Celebro verte, Lobezno - respondió Shiro Yoshida, Fuego Solar, con corrección. El héroe nacional nipón había rechazado en su momento unirse a los mutantes de Xavier, pero no ocultaba su respeto y admiración hacia ellos. Si por su mente pasó el recuerdo de los acontecimientos sucedidos durante su último encuentro, ni sus ojos, ni su rostro lo dejaron entrever.

- ¿A qué se debe el comité de recepción? - preguntó Logan - ignorando al acompañante de Shiro.

- Es un asunto del clan Yashida - dijo el ignorado, que no era otro que Keniuchio Harada, el Samurai de Plata- Afecta igualmente a la seguridad de Japón. Por eso estamos aquí.

- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo, nene? - dijo Logan en un tono que resultaba más habitual en él - Vengo a resolver unos asuntos personales, y no tengo tiempo para ir a jugar a los pijamas contigo.

- Creí que después de nuestro último encuentro ibas ser más... razonable5. Sé que en el pasado hemos sido enemigos, pero en nombre del recuerdo de Mariko, te pido que...

- Ni se te ocurra mencionar su nombre, Harada - dijo Logan, cerrando los dientes - No la ensucies en tu boca de sicario. No eras digno ni de arrastrarte a su lado y jamás estarás a su altura.

Megure y Shiro contemplaron en silencio la escena. El Inspector conocía muy vagamente los detalles de la historia de amor entre la fenecida líder del clan más poderoso del país y el mutante canadiense, y conociendo los detalles de la muerte de Mariko, comprendió que el recuerdo de ella aún pesaba mucho en la vida de Logan. Fuego Solar, mucho más próximo a aquella historia, torció el gesto en señal de disgusto. Lobezno tenía razón: Harada podía ser hijo de Lord Shingen, pero seguía comportándose como el antiguo sicario de Víbora. Apelar al recuerdo de la dama, cuando en vida había intentado matarla, era una muestra de torpeza. Otra más. Si Logan había albergado en algún momento la intención de ayudarles, ésta se había desvanecido.

- Mariko era mi hermanastra, Lobezno - respondió Harada, haciendo gala de una humildad sorprendente, a ojos de los tres hombres - Sí, consideraba que ocupaba el puesto que por derecho de sangre me correspondía, pero al convertirme en jefe en su lugar, pude ser consciente del valor de su sacrificio. Limpió al clan de cualquier influencia de los bajos fondos. Ahora intento hacerme digno de su recuerdo.

- Bonita historia, chico. Una lástima que no me trajera el violín para ponerle música. De no ser por ese cerdo bastardo de Matsu´o Tsurabaya, tú no estarías disfrutando las rentas del trabajo de Mariko y seguirías siendo el perrito faldero de aquella chiflada de Víbora. No trago, y ahora sugiero que te apartes de mi camino, o cumpliré mi promesa de azotarte con tu propia espada.

- Bien - dijo Harada intentando dominar la cólera - ¿Y si te dijera que el asunto que te ha traído hasta Japón está relacionado con el nuestro?

- Que querría ver las pruebas, nene. Escupe.

- Una flecha negra. Con una cruz blanca grabada a la altura de sus plumas.

- ¿Se han cargado a alguien aquí con eso? - preguntó Logan, volviéndose hacia el Inspector Megure.

- No - respondió Harada cada vez más exasperado - Pero lo harán.

- Muy bien - dijo Logan sin dirigir la mirada al Samurai - Entonces habéis captado mi atención. Vamos - y continuó hacia la salida, acompañado por Megure.

La aparente calma del Samurai de Plata había quedado hecha añicos por el escéptico Lobezno, y se disponía a seguirle cuando sus ojos se toparon con los de Fuego Solar. Sin palabras, el mutante le dijo lo que el canadiense no había tenido reparo en soltarle a la cara. Que Shiro le despreciaba no era algo nuevo para él, pero aquella mirada le recordaba que su posición en el clan no era igual a la que tenían su padre, Lord Shingen, que recibía una lealtad absoluta a través del miedo, o su hermanastra, Lady Mariko, que la había logrado gracias al profundo respeto de la que se había hecho acreedora. Él mismo se sentía incapaz de estar a la altura, quizá porque casi toda su vida había recibido órdenes en lugar de darlas. Por eso Fuego Solar estaba siempre encima de él. Sus palabras acerca del recuerdo de su hermanastra habían sido sinceras, pero no le había dicho a Logan toda la verdad: ni Shiro, ni los principales del clan le permitirían nunca seguir los pasos de su padre y unir nuevamente el destino de los Yashida con los bajos fondos japoneses.

Los dos oficiales de policía que acompañaban a Megure a la salida del vuelo de Logan, habían cargado el escaso equipaje de éste en una limusina, en la que el canadiense montó solo. El inspector lo siguió en un coche patrulla y Harada en otro vehículo tan lujoso como el que habían preparado para el mutante. Por su parte, Yoshida prefirió utilizar sus propios poderes, ya que en esos momentos, la compañía del Samurai le resultaba desagradable y, después de todo, todos tenían el mismo destino: el castillo de los Yashida, en las montañas cercanas a la ciudad portuaria de Agarashima.

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1.- Zorra Plateada. El recuerdo siempre ha permanecido borroso, aunque en Lobezno nº 65, S.H.I.E.L.D. y Wraith, un antiguo camarada de Logan, lograron descubrir la cabaña donde la pareja fue feliz, lo que parece dar veracidad a ese recuerdo.

2.- Como se vio en el número anterior

3.- Ganada como consorte de Lady Mariko Yashida en Lobezno vol. 1 y como miembro de la Patrulla-X desde Patrulla-X nº 181.

4.- Desde Lobezno nº 57, cuando Mariko murió.

5.- En Lobezno nº 82, donde Logan renunció a la espada de honor del Clan Yashida a cambio de que el Samurai de Plata sobornara a las autoridades locales para que diera la custodia de su hija adoptiva Amiko a Yukio.

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GARRAS Y AULLIDOS

José González -que nos avergüenza a todos por su capacidad de leerse los números y comentarlos- pregunta si Fu Manchú estará lejos, y la respuesta es que va a ser que no.

Por su parte, Ben Reilly comenta lo siguiente: Otro que me ha gustado, sobre todo la conversación Logan-Howard, diálogo muy cuidado, casi de película. Estoy perdido con eso de los anillos y no sé qué más, puede ser porque no tenga ni idea de lo que me estás hablando o porque no recuerde nada de los anteriores números Y estoy de acuerdo con el final, Logan debería dejar el ridículo traje de superhéroe, hace que pierda respetabilidad y perspectiva.

Sobre el tema de los anillos, teniendo en cuenta dónde los encuentran -China- ya puede aventurarse de quién son, aunque poco a poco iremos desgranando más cosas. Si son los anillos del Si-Fan, eso es otra cuestión: en las viejas novelas de Fu Manchú, todas las organizaciones de asesinos de Asia estaban coaligadas -era el "peligro amarillo" del que hablaba Sax Rohmer, y que hace que sus escritos tengan un tufo racista que se hace más penetrante con los años. En uno de los relatos, la alianza se percibía como un arma demasiado poderosa como para ser utilizada nuevamente, así que aprovecho la idea para ver cómo ha afectado el paso del tiempo a esas confabulaciones. En cuanto al traje de Lobezno, esa es una discusión que llevará tiempo, a la vista de que en Marvel han recuperado una versión de su antiguo traje para sustituir al traje de motero.

 
 
   
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