NEAL CONAN #3
Neal Conan III
Guión: Jesús Alonso AKA Cifra2
PORTADA: Neal Conan se protege de la cegadora luz que sale del Sr. Song... apenas se distinguen los tentáculos de energía pura que salen del coreano.
Nunca falla... cuando crees que has reducido al mundo a una serie de básicas
leyes, fáciles de comprender, a unos sólidos principios, como el de acción y
reacción, es la imprevisibilidad de la vida la que estalla delante de ti,
derrumbando tus esperanzas.
Así se sentían todos en el Seven Eleven de Manhattan Sur. Ya era bastante
malo encontrarse en medio de un atraco. Peor fue darse cuenta de que lo que
estaba pasando era en realidad un atentado por parte de unos fanáticos
antimutantes... Pero aún así, eso no era nada comparado con el poder
desplegado del Sr. Song.
El terror crecía en el bebé... que lloraba, desconsolado.
"El niño nos pone nerviosos a todos" pensó Neal.
Pero si hubiésemos eliminado el llanto del niño, el silencio lo habría
invadido todo. Nadie decía nada. Era un compás de espera, antes de que
alguien moviese ficha. De que alguien diera un primer paso que podía acabar
en un desastre total.
- Sr. Song...
- Cállese, señor Conan...
La voz estaba lejos de ser la que Neal recordaba... afable, servil... Ahora
sonaba firme, cruel.
- No, Sr. Song... llamé a la policía... estarán a punto de llegar... ellos
se harán cargo de esto.
- ¿Para qué, Sr. Conan? ¿Para que un juez sea benevolente porque NO
CONSUMARON EL ATENTADO? ¿Para que ellos mismos puedan amenazar a otro
mutante en la misma cárcel?
- Sr. Song... hay que marcar diferenc...
- ¿Con quién?
Y Neal miró a los dos jóvenes. Aterrorizados. Dos "avispas", es decir,
WASP... el famoso White Anglo-Saxon and Protestant (Blancos Anglosajones
Protestantes) que reclamaba que América era de ellos y sólo de ellos. No
había lugar según los más radicales - él diría que los más estúpidos - de
ellos para negros, hispanos, nativos americanos, orientales, judíos, árabes,
católicos ni, por supuesto, mutantes. Él había centrado sus críticas en los
grupos racistas, más que en los antimutantes, pero como los mutantes era el
tema candente, fue ese aspecto el que le hizo ganar fama (y el hecho de que
su primer libro sobre el tema se centró en la Patrulla X y su sacrificio en
Dallas).
¿Pero acaso eso importaba realmente?
La respuesta es NO. Un "no" grande y rotundo.
Todo era una gigantesca excusa... no me dan un crédito... la culpa será de
los banqueros judíos... han subido la gasolina... la culpa será de los
árabes... hay más droga en las calles... la culpa de los hispanos... más
inseguridad... los negros... y por supuesto, qué mundo más perfecto sería
éste si los mutantes no existiesen.
Neal sabía perfectamente cuáles eran los miedos humanos del WASP. Porque él
era uno. Blanco, Anglosajón y Protestante. Pero sólo una minoría era
realmente racista. Y entre ellos, una ínfima minoría era activista. Y
delante suya tenía a dos jóvenes demasiado asustados para tener una reacción
inteligente. Habían ido a matarle... seguramente, les importaba poco que
hubiese testigos. No era demasiado descabellado pensar que, ya puestos,
matarían al chaval de color y al Sr. Song. La vieja, la madre y el niño...
bueno, consiguió ver el colgante de la madre... una estrella de David. Si se
hubiesen dado cuenta, como mínimo, la habrían matado a ella también. La
vieja... bueno, habiendo matado a tanta gente... una más no les habría
importado, ¿no?
- Sr. Song...
- No, Sr. Conan... sé lo que me va a decir...
- Y no por ello puedo dejar de intentarlo.
- ¿Somos mejores que ellos?
- Sí.
- No. Yo no soy mejor que ellos. Tengo 60 años, Sr. Conan... luché en mi
país contra los comunistas...
- Era una guerra...
- HERMANO CONTRA HERMANO.
- Así son las guerras civiles... Sr. Song.
- ¿Y esto no es una guerra civil, Sr. Conan? ¿Neal?
Sí. Neal Conan sabía que en el fondo, esto era una guerra civil. A cámara
lenta, pero una guerra civil.
- Pero nosotros tenemos...
- ¿Sabe lo que me pasará mañana, Sr. Conan?
Neal se lo podía imaginar. Más lloros llegaban desde el fondo de la tienda.
- En el mejor de los casos, perderé toda mi clientela. No querrán saber nada
de un mutante peligroso.
Los tentáculos se hicieron un poco más grandes... uno cogió a uno de los
jóvenes por una pierna y lo alzó, dejándolo boca abajo.
- En el peor... gentuza como ésta me destrozarán el comercio... lo perderé
todo. Eso no me importa demasiado... soy viudo y mis hijos son mayores...
PERO TENDRÉ QUE IRME DE LA CIUDAD...
- Estás muerto, coreano de...
El tentáculo se movió violentamente, lanzando al joven contra el suelo. Neal
pudo oir el crujido de las costillas al caer de lado.
Otro tentáculo cogió al segundo joven por la cintura... mientras el primero
volvía a alzar al otro...
- Sr. Song... no merecen la pena.
- Dime, NEAL... ¿QUÉ MERECE LA PENA?
- Kim... ¿te he contado alguna vez lo que ocurrió en Dallas?
- Docenas de veces, Neal.
- Pues hay algo que nunca he contado.
Neal tragó saliva... no estaba seguro de que esto fuese a funcionar...
estaba ganando tiempo, pero no quería ganar demasiado. Esto tenía que
solucionarse ANTES de que llegase la policía. Si la policía veía a un
mutante amenazando a alguien, dispararían primero y preguntarían después.
Pero era lo único que tenía a mano... y era verdad. Y comenzó.
Neal y Manoli creyeron al principio que aquello no pasaría de otra
escaramuza entre superseres y supervillanos. Tenía que ser aquello. Es
decir, dinosarios, cowboys e indios del siglo XIX... había un vórtice
espaciotemporal de grandes dimensiones.
El miedo se relajó cuando encontraron a la Fuerza de la Libertad y a la
Patrulla X. A ambos le pareció una estupidez que ambos grupos se
enfrentaran... pero cuando unieron fuerzas otra vez tuvieron una gran
sensación de alivio. Que fue MUY BREVE.
Porque fue entonces cuando supieron que lo que estaba en juego era el fin de
TODO. Neal pensó en Leanne y los niños, y se unió a la Patrulla en la lucha
contra el Adversario... no era mutante, no iba a ser de gran ayuda... pero
Neal sintió la necesidad de todo buen periodista de cubrir la noticia.
Aunque le costase la vida.
Aún había más. Una buena parte de él confiaba ciegamente en la Patrulla.
SABÍA que nada malo iba pasarle... SABÍA que era necesario que él fuera con
ellos. ¿Cómo lo sabía? Ni idea. Es algo que se ha preguntado muchas veces.
Y así, esquivó balas y explosiones, voló colgado de un cable, empuñó su
cámara en los momentos más difíciles... SABIENDO que él no iba a morir. Al
menos, allí.
Por todo ello, el shock y el horror que surgieron de las palabras de Forja y
Roma le impidió hacer lo que tenía que haber hecho.
Lobezno le había dejado fuera del sacrificio. Sin preguntarle. Sin
consultarle.
Y ÉL SE CALLÓ.
No fue capaz de dar el paso definitivo. Ni siquiera cuando se dio cuenta de
que Madelyne Pryor sí iba a darlo.
¿Por quién debería haberse cambiado?
Unas veces pensaba que debía haber sido por Madelyne... era una madre con un
hijo perdido... para superarlo, se engañaba recordando que estaba huyendo de
unos mutantes asesinos, y que sin Patrulla para protegerla, habría sido
presa fácil...
Era entonces cuando más le atormentaba la otra posibilidad... haberse
cambiado con algún miembro de la Patrulla. Dazzler, Tormenta, Lobezno...
CUALQUIERA. Eran héroes, por Dios... se lo merecían mil veces más que él.
Peor aún, ¿cuántas vidas podrían haber salvado cualquiera de ellos de seguir
vivo? Neal durante un tiempo se engañó pensando que, qué demonios, no le
habrían dejado.
Pero eso no era excusa. Y Neal lo sabía. Y esa certeza fue creciendo poco a
poco.
Primero recurrió a los somníferos. Después se dio cuenta cómo en la basura
se acumulaban las botellas de Jack Daniels.
Eso fue ya después de la muerte de Mick. Después de que un muro de llamas y
humo se interpusiese entre su hijo y él...
Mil veces había reconstruido la escena mentalmente. Había pensado en mil
maneras de atravesar aquellas llamas y haber rescatado a su hijo.
Todas inútiles. Era demasiado tarde, y él lo sabía.
Pero Leanne no estaba con él. Leanne ya estaba con Liz en la calle. Leanne
esperaba ver salir a los dos, con una sonrisa en los labios. Para Leanne,
Neal era un héroe.
Hasta aquel día.
El divorcio llegó rápido, casi sin darse cuenta. El resentimiento de Leanne
y el alcoholismo creciente de Neal fueron una combinación letal. Leanne le
echaba en cara no haber rescatado al niño... o no haber muerto rescatándolo.
Tras aquello, Leanne demonizó a su marido, intentando además conseguir una
orden judicial para mantenerlo alejado de Liz.
Afortunadamente, no tuvo éxito... y Liz es una chica brillante, que ha
sabido ver la verdad entre el resentimiento de su madre. Liz y su trabajo
son lo único que anclan su vida.
- ¿Y con todo esto qué quieres decirme, Neal?
- Que no debes hacerles daño. Te conozco, Kim... eres como yo... no podrás
perdonártelo nunca. De hecho, no podrás perdonarte el haber perdido el
control, no digamos ya el haber matado... aunque sea a dos ratas como éstas.
Tú y yo estamos hechos de la misma pasta.
- ¿Y qué pasará mañana?
- Lo más duro. Pasará que tendrás que seguir con tu vida. Que te aterrará el
pensar que llegará la noche y que los amigos de estos dos pueden venir a
ajustar cuentas. Que seguramente, tendrás que vender la tienda antes de que
la destruyan. Pero que seguirás libre, tanto de cuerpo como de espíritu.
Los tentáculos brillaron un poco más... reflejaban la rabia de Kim.
- ¿Me estás pidiendo, Neal, que me trague mi orgullo?
- Sí, por tu propio bien. Me has salvado la vida, sacrificando la tuya.
Ahora te estoy devolviendo, en parte, el favor. Si los matas, será aún
peor... créeme, sé de lo que hablo.
El sonido de las sirenas de la policía comenzó a sonar, a lo lejos.
- Kim... viene la policía. Si te ven amenazando con tu poder a dos jóvenes,
dispararán primero y preguntarán después.
Kim levantó la mirada interrogativamente.
- Sí, Kim. El mundo es así de injusto.
Lentamente, Kim relajó los tentáculos de energía mientras cogía la escopeta
para impedir que los dos jóvenes pudiesen huir.
El chirrido del frenazo del coche patrulla los sobresaltó un poco a todos.
Todos supieron que aquello había terminado.
Por ahora.
Porque el Sr. Song pudo ver en la mirada de sus clientes el terror que les
provocaba. No veían al viejo coreano que siempre les había atendido
diligentemente. Sólo veían a un monstruo.
Porque Neal pudo ver en los ojos de los atacantes que eso sólo retrasaba lo
inevitable. La determinación en su mirada era auténtica.
Además, porque al día siguiente, Neal volvió después del trabajo a visitar
al Sr. Song. Fue después de darse cuenta de que la llamada había
desaparecido desde el incidente, que el tío Jack no se pasaría por el
momento a reclamar su atención.
Pero claro, todo tiene sus consecuencias. Neal había vuelto a ponerse, bajo
su ropa de calle, el uniforme que la Patrulla X le había regalado, un
uniforme blindado, antibalas, como el que le dieron también a Manoli.
Porque al ponerse el uniforme, un escalofrío recorrió su cuerpo... una
sensación de bienestar... de pertenecer a algo. De ser algo más que un
simple periodista.
Porque había descubierto qué faltaba en su vida. No era Leanne, ni nadie que
tomara su lugar. Tampoco el éxito profesional o económico. Era la sensación
de hacer algo útil. No como un superhéroe... sino poniendo su granito de
arena cada vez que le fuera posible... un sentimiento, en parte, de
redención por sus errores pasados.
Y por ello, mientras se acercaba a la tienda, mientras miraba cómo los
últimos bomberos recogían sus trastos después de apagar el fuego, y mientras
el Sr. Song lloraba impotente su desgracia, Neal Conan se acercó e hizo lo
que tenía que hacer.
Consolarle.
La Sala de Prensa
Sí, es un número un poco más corto, pero para qué hacerlo más largo.
Señores: con esto se acaba la primera saga de Neal Conan... y ahora se hace
cargo de la serie por unos números... el único y genial Dob!!!!!!!!!!
(aplausos por favor)
¡HE DICHO QUE APLAUSOS!
(señor...)
Cambiando de tema...
Con todos los faroles que me he marcado y todo el bombo que hemos dado a la
serie, va y resulta que ha sido todo un éxito. O sea, que ha servido para
algo la campaña de marketing que Dob y yo hemos hecho durante los últimos
meses y que - encima - no hemos defraudado las expectativas.
Estoy emocionado.
No, no es coña. Lo que ha dicho Xumer es que le llega a uno al alma. No te
pases, Xum, tú también puedes escribir a sí... sólo necesitas práctica.
(Dios, me lo estoy creyendo... que alguien me baje del pedestal, y rápido).
Gracias a todos.
La verdad es no puedo hacer otra cosa que alegrarme de que haya gustado
tanto a tanta gente. Ésa era la idea, experimentar e interesar. Tenía que
presentar y casi crear a un personaje y hacer que os importara. Parece que
lo he conseguido.
Cartas...
(espacio dejado en blanco a la espera de cartas)
Bueno, ya sabeis dónde podeis mandar las cartas... a cifra2es@yahoo.es o a
la dirección habitual de Dob (nraven@teleline.es).