NEAL CONAN #12
Llegada
Guión: Jesús Alonso AKA Cifra2
PORTADA: Homenaje al Jesús Crucificado de Dalí... Neal Conan en su uniforme de Hombre X, mientras los diques de Holanda se recomponen a sus pies, bajo su poder.
He aquí cómo los Celestiales se giran impresionados hacia la Tierra. He aquí
como Roma vuelve su atención hacia un periodista alcohólico del tercer
planeta de un mediocre sistema solar.
He aquí como nace un Dios. Que invoca a otro.
- Dios mío, Dios mío... ¿qué ha pasado? ¿Qué ME ha pasado?
Cientos de holandeses - la mayoría de equipos de rescate - se acercaban a
él, temerosos y a la vez agradecidos.
- Por favor, ayúdenme.
Era irónico, y Neal se dio cuenta enseguida, que fuera ésa su primera
reacción. Además, lo dijo en perfecto holandés, lo que descolocó a un par de
hombres que le habían reconocido... Nunca había aprendido holandés, pero
ahora lo hablaba.
Los pensamientos de los que le rodeaban lo abrumaron, asfixiándolo. Fue un
acto reflejo sin malicia, pero generó un campo telekinético que hizo caer a
un par de personas.
- Lo siento - acertó a disculparse de inmediato, bajando el campo.
- Es increíble... ¿es usted un mutante?
Neal contestó instintivamente...
- No. - de pronto, se dio cuenta - No lo era.
- ¿Qué quiere decir? - se dio cuenta que la que le preguntaba era una
holandesa de origen moluqueño, extremadamente bella en su mestizaje.
- Que alguien le ha hecho algo a mis genes. No sé quién - mintió.
Sí sabía quién había sido. De pronto, tras pensar en cómo podría haber
pasado, la respuesta surgió automática... la gran ventaja de la
omnisciencia.
La gran desventaja era que tenía que pensar en algo para saber todo lo
relacionado con eso... y en esos momentos no le llegaba un cierto
pensamiento: Liz. Su hija.
Liz no sabía dónde ir. No podía volver a casa. No podía ir a casa de sus
mejores amigas, su madre iría allí. ¿Y papá? Desaparecido.
- Maldito alcohólico...
Se arrepintió en el mismo momento en que lo dijo, y se avergonzó de haber
atacado así a su padre por no estar disponible en ese momento.
Sólo le quedaba una opción racional. La policía.
Fue pensar en el taxista, y éste apareció delante suya.
- ¿Quién eres?
- Max Sellers. Un taxista.
No mentía. Era un simple taxista. Su mente aparecía como un libro abierto
ante él.
Un momento... ¿lo había traído él delante suya o había aparecido él por
voluntad propia? Descubrió así Neal los límites de su omniscencia.
- ¿Quién eres?
- Se lo he dicho, Max Sellers, un taxista de New York.
Neal recordó quién era, un periodista. Cuando un periodista se enfrenta a un
muro de silencio es a veces porque no está haciendo las preguntas correctas,
los resortes que hacen aflorar reacciones inesperadas y significativas.
Pero, ¿cuál era la pregunta correcta, el resorte que activaría a Max?
Neal pensó un poco, y lo vio claramente...
- ¿Quién soy?
Se dio cuenta que a su alrededor ya no estaban los equipos de rescate. Una
neblina indefinida y desasosegante les rodeaba a ambos.
- Usted es Neal Conan, un periodista estadounidense, una celebridad
activista pro-igualdad entre humanos y mutantes.
- Eso ya lo sé, pero, ¿quién soy?
El taxista torció el gesto momentáneamente. Prosiguió.
- Además, es un enlace del grupo mutante conocido como Patrulla X, y
objetivo declarado de todos los activistas antimutantes y de algunas
facciones mutantes que le ven como molestia en su concepto de lucha frontal
entre especies.
Mmmm... eso no lo sabía, se dijo Neal. Tomó nota... ¿la Hermandad de
Mutantes podría estar detrás suyo? Pero no era lo que necesitaba. Necesitaba
provocar más a Max Sellers.
- No me has dicho nada especialmente relevante... ¿QUIÉN SOY?
El taxista había modificado ostensiblemente el gesto...
- ¿A qué se refiere exactamente, Sr. Conan? Me ayudaría mucho a responder
correctamente.
- Me refiero a que... - Neal tomó aliento - a que... ¿QUIÉN SOY YO PARA QUE
SE ME OTORGUE SEMEJANTE PODER?
- Es una prueba, Sr. Conan.
- ¿Y QUIÉN DEMONIOS ERES TÚ PARA PROBARME???
- Sólo un taxista. Peter Cady.
- Eres más. - Max Sellers, Peter Cady... no mentía: era dos caras de la
misma moneda, inocente y culpable.
Neal lo analizó con su poder... Superficialmente era un tipo normal. Sin
lugar a dudas tenía una doble personalidad, una totalmente inocente, la otra
fría y calculadora, justiciera.
¿De dónde surgía el poder de este hombre? Buena pregunta, se dijo Neal. No
notaba una fuente... analizó su ADN y sí, era mutante, pero parecía enlazar
con algo más. ¿Magia? ¿Podría ser un enviado de Dios? ¿Quizás un resquicio
del Todopoderoso, el ente que una vez secuestró - una de las viejas
batallitas que le contó Lobezno - a la mayor parte de los héroes de la
Tierra? Su supuesta omniscencia no lo revelaba.
- Es inútil que investigue quién soy, Sr. Conan. Además, eso carece de
importancia.
Neal miró a su alrededor. La neblina había dejado paso a la oscuridad más
absoluta. Sólo podían verse el uno al otro, eso sí, nítidamente.
- Por eso, la pregunta adecuada es quién soy yo. Porqué se me ha concedido
este poder casi infinito.
Cady sonrió.
- He sido ¿escogido?
- Sr. Conan, usted simplemente se subió al taxi de Max Sellers. Es el azar
quien...
- No.
El taxista se sorprendió.
- No, Peter, no. Olvidas que yo ahora tengo una omniscencia casi total...
por eso sé que tu... poder... actúa atrayendo a individuos específicos.
¿Cuántos han superado tu veredicto? Pueden contarse con los dedos de una
mano, ¿no?
- Eso no viene al caso.
- Eres sólo otro justiciero, otro "Castigador"...
El enojo del taxista era evidente.
- Estoy por encima de Frank Castle. Estoy por encima de cualquier tribunal y
cualquier ley... yo soy la justicia personificada.
- Juez, jurado y verdugo... y dime, Peter... ¿qué mal he hecho yo?
Ahora el enojo dejó paso a la hilaridad... Peter Cady no podía evitar la
carcajada ante la inocencia de Neal.
- ¿Mal? En todo caso, y perdone la risa, Sr. Conan, es echar una vida tan
prometedora por la borda. A pesar de las maravillas que ha visto, de los
horrores que ha superado, usted se empeña en autodestruirse con el
alcoholismo y con una estúpida obsesión con el poder. No puede evitar usted
tener envidia de los mutantes, Sr. Conan. Los protege y también los envidia.
- Tú eres mutante, para empezar.
- Soy más que eso, pero no viene al caso. No cambiemos de tema. Es usted
alguien clave en este planeta, Sr. Conan.
A esto, Neal no supo que responder... ¿Tan importante era? Peter
prosiguió...
- Usted se ha convertido en una figura como Rosa Parks, Martin Luther King o
Malcom X, un icono de los derechos civiles. Lo gracioso es que usted no
parece haberse dado cuenta todavía de toda su importancia. Las amenazas, los
atentados... ¿no han sido suficiente prueba?
Neal se dio cuenta que en el fondo vivía en un estado de negación de su
status dentro del complejo panorama mutante.
- Pero, ¿y el poder?
- Quería comprobar qué haría usted si adquiriese poderes. Es más, comprobar
cómo los usaría.
- ¿Y eso, para qué? - Neal no podía ocultar su incredulidad.
La sonrisa del taxista fue enigmática. Como su silencio.
Pasaron tensos segundos, en los que Neal volvía a estudiar al ser que tenía
enfrente. Maldita sea, se dijo a sí mismo... es un tipo normal, en el fondo.
Un momento... algo estaba pasando... hace unos minutos era un mutante...
Claro... algo estaba cambiando, pero en el taxista... ¿o en Neal?
Y se dio cuenta... sus poderes estaban desapareciendo.
- ¿Porqué?
- Es algo que usted necesitaba saber. Considérelo un premio. Un amargo
premio.
Y Neal se dio cuenta. Ahora sabía lo que era tener poder. También la inmensa
responsabilidad que ello conllevaba, una responsabilidad que él entendió que
no podía soportar en ese momento, aunque también comprendía que ese poder
que se le había concedido era excesivo para cualquier humano.
Pero la responsabilidad permanecía, y Neal lo sabía. Volvía a ser poco a
poco un simple humano, mientras la realidad volvía a su sitio, y los equipos
de rescate aparecían de nuevo a su alrededor, como si nada hubiera pasado.
Peter ¿o era Max? le despidió con un leve movimiento de mano, una promesa de
reencuentro futuro.
Y Neal se dio cuenta también de otra cosa, una mucho peor. A partir de ahora
tendría que vivir SABIENDO que una vez fue omnipotente. Y con el último
retazo de su poder, pensó en su familia, pensó en Liz y supo lo que le había
pasado.
Y gritó de pura rabia.
Si lo hubiera descubierto tan sólo quince segundos antes, Neal Conan sería
ahora un asesino. Con atenuantes, pero un asesino. Afortunadamente para él,
tardó 24 horas en llegar a los Estados Unidos y ver a Liz.
Sentados en el salón del apartamento de Neal, parecían dos extraños con
serios problemas para comunicarse.
- Quiero vivir contigo, papá.
Neal tragó saliva. No podía vivir aquí. Ya tenía suficiente miedo cada día a
entrar en su apartamento y encontrarse a cualquier fanático dispuesto a
matarlo... a abrir el correo... a hacer una vida normal a diario él
sólo...y ahora con su hija adolescente. Lo que es peor, rehaciendo su vida
tras un intento de violación... ¿cómo iba a poder ayudarla si apenas se
podía ayudar a sí mismo?
- Es peligroso.
- Lo sé, pero no puedo volver con mamá. No me cree. Cree que es otra de mis
mentiras "adolescentes".
La fábula de Pedro y el Lobo vino a la mente de Neal... sí, Liz había
mentido mucho, demasiado. Consecuencia, sin duda, de la disfuncional familia
que tenía, con un hermano muerto en un atentado, un padre famoso, activista
y alcohólico y una madre que tras su fracaso matrimonial se había lanzado a
una loca búsqueda de un sustituto a la altura de Neal, y que había dado
lugar a una relación insana con un hombre que había intentado violar a Liz.
- Además, voy a cuidar de tí.
Se incorporó, se acercó al mueble bar y comenzó a coger botellas... se fue
con ellas hacia el fregadero ante la mirada atónita de Neal. Comenzó a
vaciarlas. Neal se sintió agradecido en el fondo.
- Y tengo algo que contarte. Algo que creo que no te va a hacer gracia, pero
es lo que hay.
Neal la miró embobado... ¿qué más podía pasar?
- Papá, soy mutante.
SALA DE PRENSA (Correo)
Bueno, gente... último número de la serie regular que escribo - aunque a lo
mejor me arrepiento y vuelvo - si no contamos el Anual que cerrará mi ciclo
en Neal Conan.
Aunque sé que hay mucha gente que me pide que no lo haga, que continúe la
serie - alegando que es lo mejor que hago - tengo mis buenos motivos para
"abandonarla" o "dejarla en otras manos"... en especial, ver qué hacen otros
con mi "criatura".
Dicen que mejor dejar las cosas en un punto álgido a que empiecen a
desfallecer y se consuman por agotamiento. Básicamente, con ésta minisaga y
el Anual - ya vereis, ya... - quiero dar un nuevo punto de partida para el
que me sustituya, dejándole una serie de personajes - no sólo Neal - y
elementos con los que poder "jugar".
Así que ya sabeis, un número más - el Anual - y se abre la veda de Neal
Conan. Espero no retrasarme TANTO en publicar el próximo como lo que he
tardado con éste.
Salu2 de Cifra2 / Jesús Alonso