NEAL CONAN #13
Venganzas
Guión: Kleinsberg
NOTA: este episodio transcurre antes de Crónicas de Neo Avalon #2
Prólogo
-Despierta.
-¿Quién hay ahí?
-Nadie. Estás solo. Te apresaron. Te encerraron. Los inocentes sufrirán. Ahora también están solos.
-¿Dónde estás?
-Donde estás tú. Libre. Tras estos muros.
-Imposible. Esto es la Bóveda. No se puede
-Cierra los ojos... ¿ves? ya eres libre, Eddie Brock.
1
Ante mí el hombre que voy a matar, desarmado y vencido, una súplica en sus
ojos. Mi mano no tiembla. Mi pistola no tiembla. Él sí, tiembla su cuerpo,
tiemblan sus labios.
-¡Mírame! Tú me has obligado a esto -está de rodillas, yo en pie ante él,
gritándole-, soy Neal Conan, ¿entiendes? ¡Neal Conan!
El hombre gimotea y llora y una voz dentro de mí susurra:
"Hazlo. Hazlo por tu hija."
Disparo.
Me despierto llorando.
-Señor Conan, ¿está usted bien? ¿quiere un café, una aspirina o algo?
-¿Dónde estoy?
-Jodeeer, otra vez. Señor Conan, tranquilícese de una vez, ¿ha tomado alguna
droga?
-¿Qué?
-¿Que si ha tomado alguna droga? A mí puede contármelo -el hombre sonríe
cínicamente-, ¿no le dijeron de pequeñito que podía confiar en la policía?
-No. No he tomado nada, ¿por qué estoy aquí?
-Williamson, por favor, ponle un café al señor Conan. Señor Conan, ya le he
dicho que no hay nada de qué preocuparse, si ha de sentirse más seguro con
su abogado, adelante, llámelo... pero no me gusta el papeleo, y de momento
sólo quiero charlar, ya sabe, los polis somos así, cuando aparece muerto el
novio de una tipa nos chifla hablar con sus ex-maridos.
"Hazlo. Hazlo por tu hija."
-Y ahora hablemos, tranquilamente, de hombre a hombre... -otra vez esa
sonrisa de hiena- ¿por casualidad su mujer no le dejaría por ese tipo, Bradd
Spade, verdad?
-No.
-Ya, y lo dejaron por...
-Si no le importa, es personal.
-Sí. Sí me importa, podemos hacer esto de una manera civilizada o las
bravas, usted elige.
Ahora está cabreado, cabreado de verdad. Impresiona. No levanta la voz, no
gesticula. Es como un tótem de mirada gélida y Neal Conan se siente pequeño
y débil.
-Yo... bebía, empecé a beber tras la muerte de nuestro hijo, y ella me dejó.
Nada altera al inspector, ningún gesto, ningún "lo siento". Sigue a lo suyo:
-¿Y cómo eran sus relaciones con su, con Bradd?
"Papá, me he ido de casa... Papá, he tenido que hacerlo... Mamá no me cree,
mamá quiere mucho a su novio y está cegada... Papá... él... él... ¡ha
intentado violarme, Papá!"
-Cordiales. Usted cree que lo he hecho yo, ¿verdad?
El inspector se echa a reír, una risotada franca, auténtica, casi agradable
comparada con sus sonrisas de hiena.
-No señor Conan, no creo que lo haya hecho usted... alguien pintó la calle
entera con ese tío, no quiero decirle el número exacto de cubos de fregar y
bolsas de basura que ha ocupado, porque no me creería. Y encima se llevaron
su cabeza, total, una guarrada. No... quienquiera que fuese poseía una
fuerza y una ira sobrehumanas, y a propósito... -la hiena sonríe otra vez-
usted conoce a muchos mutantes, ¿no?
Veinte minutos después.
Neal Conan sale del despacho contento de tener barba, ya que disimula que
está blanco como una hoja. Sale de la comisaría con la mirada perdida, y
vomita en la primera esquina.
Dentro, después de que Neal Conan cierre la puerta tras de sí.
-¿Tú qué crees, Williamson?
-¿La verdad, Thomas?
-La verdad.
-Consígueme una orden de arresto y en diez minutos de interrogatorio se
habrá cagado.
2
Ahí está, culpable como la misma muerte, puedes jurarlo. Escapó a la
justicia de los hombres, pero no puede huir de mí. No puede verme, ni oírme,
ni sentirme, pero estoy ahí, ante él. Sólo una palabra separa su vida de la
muerte.
Una palabra que sólo yo puedo pronunciar. Yo, Neal Conan. La palabra está ya
en mi mente y brota como la pus de mis labios.
Me despierto llorando.
Camino por el apartamento silencioso, es de noche, tengo un vaso de agua en
la mano. Sólo agua. Dios sabe cuánto necesito un trago.
Abro cuidadosamente la puerta de la habitación donde duerme mi hija Liz, y
aunque está oscuro y no puedo verla, está ahí, puedo oírla respirar, dormir,
soñar. Puedo incluso sentir en el ambiente del cuarto la tibia calidez de su
cuerpo de adolescente impregnándolo todo, y sonrío. Y recuerdo cuando era un
bebé y hundía mi nariz en sus cabellos y respiraba hondo y me juro a mí
mismo que nunca nunca permitiré que le pase nada y sé que es inútil y que es
sólo lo que nos decimos todos los padres porque ella es frágil y vulnerable
y sólo una palabra separa su vida de su muerte. Y yo, Neal Conan, puedo
pronunciarla.
El vaso cae de mis manos. Dios mío, ¿cómo puedo siquiera pensar cosas así?
¿Qué me está pasando?
-Eso mismo me pregunto yo, señor Conan, ¿que está pasando aquí?
Otra vez el inspector Bill o Thomas o cómo se llame.
-El nombre de Ken Whitehead le es familiar, ¿verdad?
Ken Whitehead no es sólo un nombre familiar para ti, Neal Conan, es una
puñalada en tu alma, un manantial inagotable de sordo dolor.
-Sí, lo es. Fue uno de los tres hijos de... los tres individuos que mataron
a mi hijo, con sus cócteles molotov.
-Ken Whitehead... usted afirmó en el juicio que estaba convencido de que se
trataba del cabecilla. ¿Sabía que fue puesto en libertad hace poco?
-No, no lo sabía. -tu mano ha dado una terrible sacudida al oír eso, como si
hubiese sufrido un calambrazo.
-Vaya... tenemos aquí a un periodista bastante desinformado, ¿eh,
Williamson?
-En toda regla, Thomas.
-Y supongo que tampoco sabrá usted nada de su metamorfosis de esta noche,
¿me equivoco, señor Conan?
-¿Metamorfosis?
-Alguien lo convirtió en carne picada.
Para qué engañarnos, esta es otra de esas situaciones en las que
sencillamente no tienes nada que decir, Neal Conan. Excepto, tal vez, una
pregunta estúpida:
-¿También le cortaron la cabeza?
-¿Quién ha hablado de cortar? -ahora es Williamson quien habla,- las cabezas
fueron arrancadas.
Neal Conan vuelve a casa dando un largo paseo, fumando e intentando pensar.
Bradd Spade, Liz en casa desde hace cinco días, Ken Whitehead y las
pesadillas... hace menos de una semana llegó a ser omnipotente... y todo
esto comienza a ser demasiado para el mareado Neal Conan, joder otra vez los
vómitos, ni que estuviese embarazado.
-¿Se encuentra bien, señor?
-Sí, sí gracias, algún... algo me habrá sentado mal.
-¿Está seguro? ¿Quiere que llame una ambulancia? ¿O que le traiga un vaso de
agua del bar de ahí en frente?
-No. No es necesario, gracias.
-Max Sellers debe morir.
-¿Qué ha dicho?
-Nada, no he dicho nada. Sólo que tal vez debería sentarse un rato.
"Max Sellers debe morir"
La voz resuena otra vez en su cráneo, algo más cercana.
3
El mundo de Veneno es simple. Los inocentes deben ser protegidos, los
culpables deben pagar. Veneno vela y custodia su mundo.
No puedo dormir. He soñado... yo era un dios y no lo soñé. Sucedió en
Holanda hace apenas diez días. Dos hombres han muerto, y no me quito de la
cabeza la idea de que son un presente, una muestra de gratitud... en Holanda
fui un dios... en Holanda hice algo...
(liberé)
¿Qué?
¿Qué es lo que hice?
(cierra los los ojos)
Hice algo, era un dios e hice algo, algo tan atroz que mi inconsciente lo ha
sepultado, sepultado en un lugar inaccesible de mi cerebro...
(La Bóveda La Bóveda La Bóveda)
¿Qué hice que Cady no pudiese saber? Nada. Aquello fue una prueba, si
hubiese hecho algo malo... algo como... Espera. Claro, algo que no fuese
considerado como malo por el extremo sentido de la justicia de Cady... algo
que Cady pudiese aprobar... como por ejemplo liberar un justiciero...
(-Cierra los ojos... ¿ves? ya eres libre, Eddie Brock.)
-Veneno... Dios mío... ¿qué es lo qué he hecho?
Como mucha gente que vive sola, Max Sellers habla consigo mismo, incluso
ahora, recién despierto a media tarde preparándose un café en su
destartalado apartamento de soltero antes de ir a trabajar...
-Joder, las cinco ya... he dormido todo el día y estoy hecho polvo, debería
ir al médico.
Deberías salir, Cady, patrullar y juzgar.
-Este trabajo es cada vez más jodido... cualquier día me atracarán y tendré
un susto de muerte... y encima el tío ese que se fue sin pagar, el famoso
¿cómo se llamaba?
Neal Conan, Cady, Neal Conan superó la prueba, ¿quién iba a decirlo? Hacía
años que nadie lo lograba... y ahora es cosa del viejo, veremos si supera la
prueba del viejo. El viejo y su flamante juguete nuevo. Tú también tienes
juguetes. Y ganes o pierdas esta vez, el juego seguirá, y la próxima será el
viejo quien gane o pierda, y el juego seguirá, y te será permitido seguir
juzgando mientras la Tierra gire. Tu prueba y la prueba del viejo... nada
más hay en el mundo... ¿nacerá el alma que supere ambas? ¿Ha nacido ya? ¿Es
Neal Conan?
-Espabila, Max, vístete y a trabajar.
Vamos allá Cady, hoy la partida terminará.
El mundo de Veneno es simple. Los inocentes deben ser protegidos, los
culpables deben pagar. Veneno vela y custodia su mundo.
4
Neal Conan llega a su casa después del paseo. Le ha sentado bien, muy bien.
Se alegra de estar de vuelta antes de que la luz del atardecer se extinga
del todo y las sombras renazcan como cada noche. Apaga el pitillo antes de
entrar en el edificio. El ascensor está en el piso quince. Tiene ganas de
ver a Liz, necesita verla y abrazarla. Son sólo seis pisos, el ejercicio le
hará bien.
En el tercero se acuerda del señor Leblanc, tiene ochenta años y sube
siempre andando, vive en el doce pero claro, nunca ha fumado.
No hay nadie en casa. Bueno, tampoco es para ponerse nerviosos, es mejor
encender la luz, entrar y descansar un poco, tal vez llamar a Manoli....
Neal ve la nota sobre la mesa:
"Papá, son ya las seis, estabas sin cobertura, me voy o no llegaré al
terapeuta. Un beso, Liz"
Instintivamente mira el reloj, las seis y cinco. Seguro que bajó en el
ascensor mientras él subía resoplando como un necio, lástima, la habría
acompañado. "Un beso", no un "te quiero". El camino del reencuentro es
largo. ¡Joder! ¡Esa voz otra vez!
"¡QUE NO SALGA DE CASA! ¡LIZ NO DEBE SALIR DE CASA!"
Suena como una alarma de bombardeos.
Neal saca el móvil del bolsillo, el maldito móvil nuevo con el que todavía
no se aclara. Sudando y temblando consigue desbloquear el teclado ¿cuántos
segundos perdidos? agenda... agenda... ¿por qué empiezan a sonar musiquitas?
Lo estampa contra la pared y marca el número de Liz desde el teléfono de
casa ¿cuántos segundos perdidos?
Y entonces lo oye, el móvil de Liz con su pegadiza melodía de Los Simpson,
su también flamante móvil olvidado junto al televisor.
Hay que correr.
Corre resuella escaleras abajo su cabeza va a estallar. Llega a la calle
busca busca busca ¡ahí está!
-¡LIZ! ¡LIZ!
Sin oír a su padre la chica sube al taxi... y Neal Conan cae de rodillas en
la acera al reconocer el taxi de Peter Cady.
-Siga a ese taxi.
-¿Está loco, amigo?
Neal Conan pega la visa platino al cristal protector.
-Sígalo.
-Andando.
Piensa Neal, piensa. Sabes de qué es capaz Cady ¿qué puedes hacer? ¿qué...?
Genxina.
En tu bolsillo hay Genxina, lo habías olvidado, sigue ahí. Cady. Liz. Tomar
la genxina y rezar. Tomas la píldora.
-Acelere, vamos, corra alcáncelos.
¿Cuánto tardaba en hacer efecto? ¿Qué te está pasando? Tiran de ti. Sientes
como si tirasen de ti en todas direcciones de un modo suave y firme a la vez
y ahí está el taxi de Cady dando una vuelta de campana. Ardiendo. No. No ha
pasado todavía, estás viendo el futuro y estás corriendo escaleras abajo tal
vez llegues a tiempo, corre y podrás evitar que
"¡QUE NO SALGA DE CASA! ¡LIZ NO DEBE SALIR DE CASA!"
Te duele la cabeza te dolió la cabeza. Dios mío... es tan extraño... ¿eso lo
has dicho tú? ¿te lo has dicho desde el presente hacia el pasado?
Pero las imágenes pasado presente futuro danzan caóticas e imprevisibles y
este extraño poder no salvará a tu hija y ahí está está estará. Ahí estará
Veneno. Lo verás enorme y viscoso, con su lengua y su oscuridad, y sólo él
puede salvar a tu niña de Cady.
Hablas despacio:
-Max Sellers debe morir.
5
Ahora/Después
El cielo estalla en una furia de granizo y truenos, y un rugido aterrador se
impone sobre el estruendo de la tempestad y el tráfico.
Neal Conan mira por la ventanilla del taxi hacia arriba, intentando atisbar
entre la lluvia la figura bamboleante de Veneno.
Y lo ve.
Desciende como un rayo por la fachada del edificio: es un horror sobre
ruedas, una moto de acero y sombra cabalgada por un ser de hueso y fuego. Es
el Motorista Fantasma.
Avanza entre los coches y agita su cadena como si fuese un látigo y varios
eslabones de plata y llama se clavan en las ruedas del taxi de Cady. Derrapa
y se estrella contra un autobús.
Todos los coches se detienen a la vez. Y Neal Conan baja del taxi de un
salto.
-Porfavorquestebienporfavorquelizestebien
Peter Cady baja del coche, mareado musita:
-Tu precioso y flamante juguetito nuevo...
Neal no ve a Liz. Quiere buscarla pero no puede, está petrificado con la
mirada clavada en el Motorista Fantasma que descabalga y con aire marcial da
tres pasos hacia el periodista. La mano izquierda en el pecho, de la derecha
cuelga un saco negro. Neal Conan no ignora que hay algo de burla en tanta
solemnidad. El esqueleto arroja la bolsa a sus pies, la bolsa rueda y
muestra su contenido: las cabezas de Bradd Spade y Ken Whitehead, intactas
las dos, tan sólo deformadas por una mueca atroz en la que agonía y terror
se hermanan.
Neal Conan grita como nunca ha gritado. El Motorista, imperturbable, señala a
Sellers. Él será el siguiente, pues así lo ha querido Neal Conan.
El Motorista Fantasma sube de un salto a su enorme máquina.
La cadena, como si tuviese voluntad propia, vuela hacia el cuello de Cady
pero algo la intercepta. una red oscura y pegajosa, fuerte como el acero. Y
en su otro extremo, pegado a la fachada de un sucio edificio: Veneno. Tira
de la red con tal violencia que el Motorista Fantasma sale despedido y va a
estrellarse contra un coche de policía que estalla escupiendo fuego y
metralla. No parece que el Motorista se inmute, prefiere coger ese amasijo
llameante de hierro ignorando los gemidos de los polis moribundos y lo
arroja contra Veneno que lo esquiva a duras penas.
Neal Conan vuelve a ser dueño de sí y corre hacia Liz, ojalá esté
inconsciente, ojalá no presencie este infierno, ojalá esté viva.
Ahora/Antes
En el taxi Neal empieza a comprender muchas cosas, pero todo va tan rápido,
contemplar comprender decidir actuar. Se ve correr hacia Cady ¿o es Sellers?
Coge la pistola que hay en el suelo.
"Resiste." Piensa, "Resiste, Neal"
En el taxi Neal empieza a comprender muchas cosas: sabe ya que deseando la
muerte de Sellers llamó al Motorista. Era el Motorista y no Veneno quien
mató a Bradd y Ken.
Neal Conan piensa en la prueba en Holanda... la prueba de Cady. Peter Cady
el juez-verdugo. Tan rápido "Resiste la tentación, Neal."
Ahora/Después
Ahora es el Motorista fantasma quien lleva ventaja. ha enrollado su cadena
alrededor del torso de Veneno y tira de él. Veneno se afianza en el suelo y
la moto chirría y levanta humo pugnando por arrastrarlo. Una maniobra
inesperada: Veneno salta sumando a su impulso la fuerza del Motorista
Fantasma. Atraviesan una pared.
Pero yo no les presto atención y corro hacia mi hija. Me agacho un segundo y
cojo la pistola que alguien perdió en su huida.
Liz. Liz está bien, su mirada aterrada clavada en esos demonios, un rasguño
en su frente. Liz está bien, y Sellers...
Veneno muerde el hombro del Motorista Fantasma con todas sus fuerzas y
aúlla, aúlla como nunca ha aullado Veneno y un frío letal recorre sus venas.
El Motorista vuelve sus ojos hacia Neal Conan. Los cuernos y protuberancias
parecen hervir en su cráneo.
Ante mí está Max Sellers. Lo encañono y leo en sus ojos que no entiende
nada.
Ante mí el hombre que voy a matar, desarmado y vencido, una súplica en sus
ojos. Mi mano no tiembla. Mi pistola no tiembla. Él sí, tiembla su cuerpo,
tiemblan sus labios.
-¡Mírame! Tú me has obligado a esto -está de rodillas, yo en pie ante él,
gritándole-, soy Neal Conan, ¿entiendes? ¡Neal Conan!
Ahora/Antes
Todo tan rápido. Neal Conan está al borde del llanto ¿por qué usó ese don de
muerte? ¿por qué deseó la muerte de Sellers?
"Resiste. Resiste Neal."
En el taxi Neal Conan comprende muchas cosas: desear la muerte del inocente
Max Sellers fue ya un paso hacia su propia perdición, pero si lo mata con
sus propias manos, se hundirá. Se hundirá sin remisión. Y se ve, se está
viendo ya disparar a bocajarro.
Se concentra y suspira, si al menos controlase este extraño poder... lanza
un último pensamiento a su yo de este futuro inmediato:
"Resiste. Resiste, Neal. Hazlo. Hazlo por tu hija... resiste"
Ahora/Después
-¡Mírame! Tú me has obligado a esto -está de rodillas, yo en pie ante él,
gritándole-, soy Neal Conan, ¿entiendes? ¡Neal Conan!
El hombre gimotea y llora y una voz dentro de mí susurra:
"Hazlo. Hazlo por tu hija."
Disparo.
Algo estalla en mi mano. Tan inesperado que casi ni duele.
Veneno bloqueó el cañón del arma con su red y me ha estallado en la mano.
-No -dice Veneno-, ningún inocente morirá aquí. Veneno ha hablado.
Epílogo
El médico dice que soy un hombre con suerte, la explosión me arrancó de
cuajo el meñique, y parte del dedo medio, amén de producirme algunas
fracturas. Pudo ser peor, si el arma hubiese estado completamente cargada,
habría perdido la mano entera.
En cuanto disparé, el Motorista Fantasma se fue. Se perdió en la noche, y
juraría que en sus ojos había algo así como un triunfo...
No dejo de pensar en Holanda. Lo orgulloso que me sentí de haber superado la
prueba. Hoy he pagado con creces el precio de este orgullo. Es como si tras
superar esa prueba hubiese habido una reválida... o tal vez una revancha...
De algún milagroso modo el taxi de Sellers/Cady todavía funcionaba, el tipo
montó y se fue, sin una palabra.
Ken Whitehead, Bradd Spade fueron sólo muestras de poder. Ahora lo veo
claro: un poder que me fue ofrecido y al que debería haber sido capaz de
renunciar. No dejo de decirme que si usé conscientemente ese poder fue para
salvar la vida de mi hija, pero eso no me consuela...
Veneno se fue también, poco después que el Motorista... dejándonos solos a
Liz y a mí en medio de una multitud enloquecida.
Manoli me da un café de máquina en un vaso de plástico, me dice que vino en
cuanto se enteró, que la niña todavía está en observación y me pregunta cómo
me encuentro. Le digo que bien y me echo a llorar.
Lo hice por salvar a mi hija. No dejo de pensarlo. Pero deseé la muerte de
Sellers, un inocente, y no la de Cady... y luego, lo habría matado de haber
podido. ¿Por qué deseé la muerte del inocente? ¿Por qué estuve dispuesto a
acabar con su vida? ¿Por qué soy así?
Pero hay algo más, como buen periodista me hago a mí mismo la pregunta
adecuada: es algo relacionado con Liz. Hace unos días yo subí a ese taxi y
superé la prueba, ¿Por qué en ningún momento pensé que Liz también sería
capaz? ¿Es esa la fe que tengo en mi propia hija?
No dejo de decirme que no tenía otra opción... y no sé que será de mí.
SALA DE PRENSA.
Desde aquí mi agradecimiento a Dob por permitirme usar su mefistofélico
personaje, agradecimiento que hago extensivo a los guionistas de Spiderman
por dejar a Veneno disponible.
Antes de despedirme un recuerdo para Cifra, creador de la serie, una
auténtica lástima que la dejaras, disfruté más leyéndola de lo que difrutaré
escribiéndola.
Kleinsberg