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Unidos por el destino, un grupo de jóvenes héroes forjaron una leyenda y decidieron cambiar el mundo. Son la nueva generación de defensores. Marveltopía presenta...
 
Nuevos Guerreros

NUEVOS GUERREROS #91
Pelea de hermanos
Guión y portada: Israel Huertas

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Atardece en New York. La gente está a punto de salir del trabajo y finalizar una nueva jornada laboral. Es tiempo de volver a casa o tomar algo con los amigos. Lo que sea, con tal de romper con la desidia del trabajo.

Pero, si trabajas en Wall Street y estás saliendo ahora de tu oficina, amigo, ponte a cubierto. Un vagabundo que pedía limosna a un vendedor de perritos se acaba de convertir en un robot enorme que destroza con sus grandes brazos una fachada tras otra.

No tiene manos, sino taladros gigantescos con los que perfora la piedra y el acero como si nada. La gente empieza a correr despavorida cuando, de improviso, llega la salvación.

Los Nuevos Guerreros están en la zona. O al menos parte de ellos, a saber: Namorita, Destructor Nocturno, Nova y Speedball.

- ¿No tenéis una sensación de deja vu ahora mismo? - pregunta Namorita, apostada junto a sus compañeros, de pie, en la calle, frente al monstruoso robot.

- Mmm, veamos - contesta Speedball-. Centro financiero, gente acojonada y un robot enorme destrozando cosas. ¿No hicimos algo así en nuestro episodio 87?

- ¿Numeras nuestros casos, palillo? - dice Nova.

- Yo no, Destru los lleva pero que muy bien ordenados. Y además escribe muy bien, deberíais leer los dossiers que hace con nuestras hazañas.

- ¿Hemos acabado con las coñas? - pregunta Destructor-. Porque, bueno, hay un robot enorme destrozando Wall Street.

Los jóvenes héroes empiezan a tomar posiciones. Namorita y Nova sobrevuelan al robot para atraer su atención mientras Speedball concentra un montón de sus burbujas para lanzarlas contra el enemigo.

- La última vez nos fue bien con esto. Espero que no hayan aprendido desde entonces - comenta Speedy.

Destructor empieza a hacerle hueco, apartando a los ciudadanos que no se han podido apartar a tiempo. Speedball lanza su descarga e impacta en el pecho del robot que, momentáneamente, se tambalea. La ilusión dura poco. La descarga acaba y el robot sigue en pie.

Cabreado, se lanza hacia Speedball a galope. La maravilla enmascarada apenas logra esquivar el mazazo que le lanza la bestia metálica cuando ha de sacudirse otro ataque nuevo.

- Parece que la ha tomado con el palillo - dice Nova, girando en el aire para contraatacar.

- Bueno, sus poderes acabaron con el otro - añade Namorita-, si lo piensas, es lógico que esté cabreado.

Speedball sigue rebotando a un lado y a otro mientras el robot le ataca sin tregua. Pedazos de edificios y coches saltan hacia la gente que, pese a los intentos de Destructor, no se apartan del peligro.

Nova entra en acción entonces. Agarra al robot por la cabeza y lo alza unos metros antes de que este suelte una descarga eléctrica que pilla desprevenido al cohete humano y le suelta de inmediato.

- ¿Estas bien? - pregunta Destructor desde el suelo.

- Mmm, pica - contesta Nova.

- Vale, cambio de táctica. Mira si puedes apartar de aquí a esta gente con tu velocidad y consígueme un radio de, al menos, 10 metros.

- Ok, Destru. Y tú, ¿qué vas a hacer?

- Bueno - contesta Destructor mientras se lanza hacia el robot, que sigue a Speedball mientras Namorita trata de distraerle-, hace mucho que no hago estallar nada.

Con la velocidad que su nueva armadura le permite, el justiciero salta sobre dos coches desvencijados por el robot y, ejecutando una cabriola en el aire, se planta en la espalda de su adversario. Gira una pieza de su muñeca y apunta con el brazo al robot, disparando cuatro cargas de C-4 con el temporizador a 3 segundos.

Logra saltar de nuevo a la calle justo una décima de segundo antes de que el ser mecánico active de nuevo su electro-descarga, y luego corre hacia la multitud.

Speedball rebota entonces contra una pared y saca a Namorita de la zona de explosión.

- Perdona, rubita, de verdad, pero eso es mucho explosivo hasta para ti.

Entonces las cargas explotan. Una nube de humo y un fuerte olor a chamuscado inundan la zona alrededor del enorme ser, que se gira a duras penas, obviamente herido.

Su cuerpo empieza a vibrar y, poco a poco, se vuelve a convertir en el vagabundo de antes. Cae al suelo de rodillas y musita algo en un lenguaje que no entienden. Mientras sus manos se apoyan en el suelo, los guerreros notan como inicia de nuevo la transformación.

No tiene tiempo. Con un directo a la mandíbula, Namorita le tumba y acaba con la amenaza.

- ¿Es el mismo vagabundo? - pregunta Destructor.

- Si no lo es, es su hermano gemelo - contesta Nova.

- Bueno, pasó hace un año - dice Namorita-, pero estoy casi segura que es él.

La policía llega a la escena, a tiempo de arrestar al vagabundo. Después, apuntan con sus armas a los Guerreros, que no cambian su posición ni parecen asombrados.

- Supongo que este es el precio por cabrear al ayuntamiento, ¿no? - comenta Speedball.

- Sipe - contesta Nova -. Echo de menos los vítores. Destru, ¿harías los honores?

Y Destructor Nocturno arroja al suelo, inadvertidamente, dos bolas que, al chocar, estallan y lo llenan todo de humo negro.

Cuando se disipa, los Nuevos Guerreros ya no están.

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Complejo Genetech, a las afueras de Sayville, Long Island, dónde Robert Reynolds se acaba de someter a varias pruebas para comprobar el estado de sus poderes tras su encuentro con el Vacío.

- Estás bien, Robert - dice Walter Rosen-. Básicamente, es como si tus poderes hubieran tenido una nueva recarga o, más bien, como si un bloqueo que no te permitía acceder del todo a ellos hubiera desaparecido.

- Bueno, eso son grandes noticias, Sr. Rosen - exclama Vance Astro. A su lado, Angélica Jones apoya su mano sobre el hombro de Robert, como muestra de ánimo.

- Walter, por favor. Me gustaría seguir haciéndote chequeos de cuando en cuando, si te parece.

- Vale, Sr. Ros. . . euhn, Walter - contesta Robert Reynolds, sonriente-, lo que sea para que esto dure.

- Es genial, Rob - dice Angelica-. Deshacerte del Vacío te da la ocasión de formar una vida nueva.

- Sí, así es, Angelica. Gracias. Ahora tengo una perspectiva nueva de todo. Quiero ser un héroe de los de verdad, y compensar el daño que le hice a la ciudad y, bueno, a mi padre.

- Lo harás, Robert - dice Vance-. Ya verás. Todo va a ir de perlas a partir de ahora.

Mientras salen del complejo, Robert ve como Vance y Angelica se abrazan. Su vida ha cambiado tanto en este último año. ¿Puede permitirse el lujo de intentar ser feliz?

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Anochece sobre el edificio Ambrose, residencia de un cansado Dwayne Taylor, que acaba su dossier sobre la aventura de hoy frente a su portátil, casi a oscuras.

Llegó hace un par de horas, pero ni siquiera se ha quitado aún la armadura.

Repasó los dos informes que Cuerda le dejó en la mesa para la reunión de accionistas del día siguiente por la mañana, y dejó constancia de un nuevo archivo sobre los Nuevos Guerreros.

Agotado, gestiona una orden mental que hace que su armadura se abra y empiece a soltarse. Instaló ese mecanismo para que nadie pudiera abrirla sin su permiso y probar así como evolucionaban sus poderes telepáticos, calibrándoles con los monitores de la armadura constantemente.

Se van desarrollando poco a poco, pero está satisfecho, de momento.

Coge un refresco de la nevera y una bolsa de nachos y se dispone a sentarse en su sofá un instante, a ver las noticias financieras, saber como está su otro mundo, ahora que vuelve a estar metido de lleno en la Fundación Taylor.

No necesita mirar a la ventana para saber que hay alguien ahí. Una imponente figura que se mantiene en pie mientras las cortinas se debaten en el viento de la noche.

Dwayne le reconoce enseguida.

- Donnyel. ¿Qué hace aquí?

- Solo una visita, hermanito. Pura cortesía.

- ¿Y Silueta?

- Se fue. Creo que, a la larga, le molestó un poco mi obsesión contigo. Esperaba verla aquí, cambiando de partenaire igual que hizo antes.

Las palabras enfurecen a Dwayne. Siempre ha estado enamorado de Sil y eso no ha cambiado con el tiempo, ni aunque le dejara. Que el hombre que se la arrebató la mente de esa forma, es más de lo que puede soportar.

- Ya has visto que no está. Puedes largarte - concluye Dwayne.

- Dije que esperaba verla, no que estuviera aquí por ella.

Donnyell entra en la habitación con pasos cortos y lentos. Dwayne empieza a rodearle con calma.

- Verás, hermano - prosigue el intruso-, he. . . iniciado ciertas gestiones para formalizar mi estatus como un Taylor. Pero eso sólo es el primer paso. Pretendo, por fin, reclamar mi parte de esta vida, y he venido a avisarte de que te esperan días muy turbios.

- Puedes hacer lo que quieras, pero nada de esto será tuyo jamás. Eres un sádico y un capullo y esta Fundación está más allá de tu alcance.

- Tienes razón. No encajo. No soy ni un justiciero con un grupito de guardaespaldas, ni un bastardo infiel.

Dwayne ataca. La mención peyorativa hacia su padre le incita y salta hacia su hermanastro, armado con un cenicero. Pero Donnyell le espera y esquiva el golpe, apartándose hacia un lado. Dwayne no ceja en su empeño y ataca de nuevo. Esta vez, uno de sus puños acierta a su rival en el pecho, pero este reacciona con una patada que le hace derribar la televisión.

Antes de que Dwayne se levante, Donnyel ya está encima suyo, pero descarga el cenicero en la cabeza del conocido como Bandido y se escabulle haciendo un giro en el suelo.

Donnyell le agarra de una pierna y le atrae hacia sí, agarrándole del cuello mientras su hermano hace lo propio con él.

Ambos aprietan con fuerza.

En ese momento, Andrew Cuerda entra en la habitación, derribando la puerta, con una pistola en la mano.

- ¡Separáos! ¡Ya!

Poco a poco, los dos hermanos se sueltan y Donnyell vuelve a la puerta de la terraza.

- Ya me voy. Tal vez la próxima vez no esté el viejo para cubrirte las espaldas.

- Cuidado, hijo - contesta Cuerda-. Aún se como se utiliza esta cosa.

El Bandido se marcha y Cuerda ayuda a Dwayne a levantarse, pero este no quiere su ayuda y se aparta enseguida.

- ¿Qué ha pasado, Dwayne? ¿Qué quería?

- Mi vida, Cuerda. Mi vida.

No hay más palabras. Dwayne se marcha a su cuarto y Cuerda recoge parte de los destrozos como un buen ama de llaves. Finalmente, decide que tampoco es cosa suya y se marcha.

Supone que Dwayne le contará lo que ocurre, si es que quiere hacerlo, pero sabe que meterse en su mente o en sus asuntos es como chocar contra un muro de cemento, así que se marcha y deja a su protegido sólo, pensando en qué será de la vida que su padre construyó para él a partir de ahora.

FIN

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PUNTO G

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