PODERES COSMICOS VOL. 2 #9
Célibre... ¿o celota?
Guión:
Bergil
Portada: Perséfone y Ganímedes frente a frente, empuñando sus bastones. En medio, Jack está desvanecido en el suelo, tendido boca abajo.
PRÓLOGO 1
Pyreus Kil avanzaba a un ritmo
constante hacia el planeta de la entidad alienígena conocida generalmente
como "El Extraño". Una vez tomada la dirección correcta,
dejó que su cuerpo se desplazara por el espacio en modo, por así
decirlo, "automático": mientras que subconscientemente atendía
a los detalles de la ruta, la mayor parte de su mente estaba ocupada por
el problema que tenía ante sí: penetrar en la fortaleza que
constituía el citado planeta.
PRÓLOGO 2
El objeto de los pensamientos
del ex-heraldo xandariano de Galactus se enfrentaba en su laboratorio a
un nuevo fracaso: no podía penetrar en el objeto que deseaba estudiar
sin dañarlo irreparablemente. ¿Qué prevalecería
en él: el ansia de conocimiento o el amor a lo singular?
FIN DE LOS PRÓLOGOS
-Bien, Ganímedes, es hora de cumplir mi promesa.
Te dije, cuando accediste a acompañarme a Contraxia, que después
yo te acompañaría a Leda a intentar convencer a Perséfone
2.
Ya hemos terminado la visita, así que es hora de regresar al
sistema solar de la Tierra.
-No sabes cómo te lo agradezco,
Jack. El que me acompañes en este viaje supone mucho para mí,
de verdad.
-No tiene ninguna importancia,
cariño.
Tras algunas horas de vuelo silencioso
en dirección a Leda, Ganímedes rompió el silencio:
-Oye, Jack...
-¿Sí? ¿Qué
quieres?
-Durante la estancia en Contraxia...
¿no te encontraste raro?
-Creo que no te entiendo, Ganímedes.
¿A qué te refieres exactamente?
-No estoy segura, Jack. No puedo
precisarlo, pero mi instinto me dice que algo durante nuestra estancia
allí no fue como tenía que ser.
-Y ese algo discordante, ¿es
importante?
-No lo sé. No puedo precisar
cuál es el detalle en cuestión.
-Bueno, en tal caso no debe ser
demasiado importante. No te preocupes, ya te acordarás. Además,
tenemos Leda justo delante. Quizá sería mejor que aterrizaras
tú sola, Ganímedes. Perséfone se puede alterar si
me ve. Ya sabes que considera que soy un obstáculo para el cumplimiento
de la misión a la que las Célibes han de consagrar toda su
existencia 3.
-Quizá tengas razón,
Jack. Mira, mejor te quedas a cierta distancia de la superficie y esperas
a ver qué es lo que pasa.
De acuerdo.
Cuando Ganímedes aterrizó
en la pequeña luna joviana, Perséfone ya se aproximaba hacia
ella, caminando a grandes pasos.
-¡Sabía que volverías,
Ganímedes! Las enseñanzas que recibiste del Celibato son
mucho más fuertes que cualquier sentimiento pasajero que te hubiera
podido inspirar... ¿¡Qué es aquello!?- se interrumpió,
mientras señalaba al punto en el espacio desde el que Jack observaba
la escena.
-¿A qué te refieres,
Perséfone? -Ganímedes había olvidado que Perséfone
había sido famosa entre todas las Célibes por la agudeza
de su vista.
-Espera y te lo mostraré.
Me refiero ¡a eso! -gritó, al tiempo que de su vara salía
un rayo de energía dirigido en línea recta hacia la Sota
de Corazones. Sin embargo, Jack no se había distraído, y
observaba cada uno de los movimientos de la Célibe. Cuando el rayo
partió hacia él, dispuso de tiempo suficiente para apartarse
y esquivarlo.
"Puesto que me ha descubierto",
pensó, "es ocioso permanecer aquí más tiempo. Mejor
bajo a la superficie junto a Ganímedes". Y uniendo la acción
al pensamiento, aceleró y se dirigió hacia Leda.
-¿Se puede saber qué
es lo que pretendías? -le espetó a Perséfone en cuanto
se posó en la luna-. ¡Podrías haberme herido, si ese
rayo me hubiera alcanzado!
-Oh, no necesito de rayos para
herirte. Me basta con ¡esto! -en un movimiento fluido y vertiginoso,
la Célibe adelantó su pierna izquierda, al tiempo que, extendiendo
su brazo derecho y doblando el izquierdo, elevó el extremo de su
vara y golpeó a Jack en medio de la cara. Sota de Corazones lanzó
un grito de dolor, al tiempo que se llevaba las manos al rostro, para retirarlas
poco después manchadas de sangre.
-¿Eztáz loca? ¡Me
haz doto la nadiz!
-Oh, no he hecho más que
empezar -, contestó la Célibe, al tiempo que golpeaba al
contraxiano en el plexo solar. Jack se dobló por la cintura; pero
hubo de estirarse instantes después al recibir un golpe ascendente
del bastón en la barbilla.
Como Perséfone había
dicho, no había hecho más que empezar. A aquellos tres golpes
siguió una serie de impactos velocísimos contra los que Jack
nada pudo hacer para protegerse. Apenas un minuto después de haber
recibido en la cara el primer impacto, caía al suelo desvanecido.
-¿Qué es lo que
has hecho? ¡No te había hecho nada! -gritó Ganímedes,
arrojándose al suelo para examinar a Jack.
-¿Que no me ha hecho nada?
¿Que no me ha hecho nada, dices? ¡Tus actos son la prueba
palpable de lo que me ha hecho, de lo que nos ha hecho a las dos!
-¿Qué quieres decir?
-¡Mírate! Arrojándote
al suelo por un macho, como una mujerzuela cualquiera de las que hay millardos
en el Universo, en lugar de consagrarte a la tarea para la que fuimos entrenadas.
-¡Oh, no! ¡Ya estamos
otra vez a vueltas con lo mismo!
-Sí, Ganímedes.
Lo escucharás de mis labios hasta que te des cuenta de que lo que
digo es la verdad. El Celibato se formó para detener a Tirano. Y
hasta que no tengamos la certeza de que Tirano ha sido destruido, no podemos
abandonar nuestra santa cruzada. Ya le detuvimos una vez, y la próxima
ha de ser la definitiva. Es él o nosotras.
-¿Tú te has escuchado hablar? ¡Tu militancia
se ha convertido en fanatismo! En primer lugar, el Celibato NUNCA
detuvo a Tirano. Si se retiró hace eones, fue porque se
vio enfrentado a su creador, y no se sintió lo bastante fuerte
para vencerle. Fue Galactus, el Devorador de Mundos, el que frenó
la conquista imparable de Tirano 4.
En cuanto a él, se encuentra ahora junto a Galactus, donde quiera
que esté 5.
Si su propio creador no puede pararle ahora, el Celibato no tiene nada
que hacer.
-¿Cómo dices? -.
Una vena había comenzado a pulsar en la frente de Perséfone.
-Sí, Perséfone.
Lo que digo es la realidad. Si el Celibato no fue quien lo detuvo en el
pasado, cuando estábamos en el cenit de nuestra fuerza, menos podrá
hacerlo ahora, reducido como está a nosotras dos. En nuestros mejores
tiempos, a lo más que podíamos aspirar era a contenerlo.
Y fíjate bien que digo contenerlo, no detenerlo: frenarlo, no pararlo.
La vena pulsante había
aumentado de grosor, y el rostro de la célibe rubia se iba congestionando.
-Y, desde luego, ahora que tengo
la posibilidad de encontrar la felicidad al lado de un hombre que me aprecia
y me respeta, no voy a tirarlo todo por la borda para abrazar la quimera
de una fanática que...
En este punto, Perséfone
estalló:
-¡BASTA! ¡No escucharé
ni una palabra más! Si no estás dispuesta a cumplir la
misión para la que se te entrenó, no mereces pertenecer
al celibato. De hecho, ¡no mereces vivir! -y así diciendo,
Perséfone empuñó nuevamente su bastón y
atacó a Ganímedes con una velocidad vertiginosa. Sin embargo,
el durísimo entrenamiento al que todas las Célibes se
habían visto sometidas le permitió a ésta bloquear
el ataque de su compañera, al tiempo que adoptaba la posición
clásica de defensa.
-Veo que no has olvidado las
lecciones recibidas, Ganímedes -sonrió Perséfone-.
Eso hará más divertido el matarte.
-Siempre puedes intentarlo. Pero
me parece que olvidas una cosa.
-¿A qué te refieres?
-Siempre fui mejor que tú
en la lucha con bastón, y llevo más tiempo reanimada. Te
va a costar mucho vencerme.
-¡Bah! Paparruchas. Te
has ablandado desde que despertaste. Tu contacto con ese... ese... ese
hombre -el modo en que la palabra salió de sus labios hizo que sonara
casi como un insulto- te ha vuelto débil. No eres rival para mí.
-Quizá no. Pero no parece
que me esté costando mucho detenerte. -Esto no era una mera bravata.
La locura de Perséfone le hacía atacar de un modo precipitado,
sin ninguna estrategia; y aunque hacía sus ataques más furiosos,
también los hacía más evidentes. Las fintas y añagazas
habían desaparecido de sus movimientos, y Ganímedes podía
"ver" claramente los siguientes movimientos. Sin embargo, su estrategia
tenía un punto débil: a diferencia de Perséfone, ella
no pretendía matar a su rival, lo que la obligaba a defenderse sin
emplear una fuerza letal. Su cerebro trabajó a toda velocidad, buscando
un modo de vencerla que no conllevara su muerte. Súbitamente, la
luz se hizo en su cerebro: ya sabía qué debía hacer.
Lentamente, paso a paso, como si su defensa empezara a flaquear ante los
ataques de Perséfone, Ganímedes comenzó a retroceder
hacia la construcción que se encontraba a su espalda. Su contrincante
no se apercibió de esta circunstancia, sino que creyó que
su furioso ataque estaba empezando a dar fruto.
Así, metro a metro, las
dos célibes se fueron acercando a la base de su orden. Tras penetrar
en la gran sala, Ganímedes se desvió hacia su izquierda,
aproximándose al muro de aquel lado. Allí se encontraba lo
que necesitaba, lo que le permitiría vencer a Perséfone sin
herirla.
Para que no sospechara nada,
Ganímedes buscó enfurecerla todavía más.
-Suponiendo que Tirano regresara
–le dijo-, no tendría nada que temer de ti. Has perdido destreza
durante la hibernación, Perséfone.
Aquellas palabras nublaron la
mente de Perséfone, que se tenía por la mejor guerrera de
las dos. No en vano, como solía alardear, era su rostro el adornado
por las bandas triples que distinguían a la Célibe cabeza
de cada promoción. Sin pensar en nada más, cargó como
un toro enfurecido contra Ganímedes.
-¡Vas a morirrrr! –aulló.
Pero Ganímedes ladeó
su cuerpo y levantó su bastón, arrebatando de las manos de
Perséfone el que empuñaba. Al propio tiempo, cuando su rival
la rebasó, se giró y la empujó por la espalda, aumentando
así su velocidad. Perséfone se introdujo en un cubículo
que había en la pared, que Ganímedes se apresuró a
cerrar, sin hacer caso a los bramidos de la ahora prisionera Célibe.
Con rapidez y decisión, Ganímedes pulsó la secuencia
de teclas que activaba la cámara de hibernación en la que
había encerrado a Perséfone.
-Adiós, hermana. Dormirás
aquí hasta que sea necesario que despiertes de nuevo, si es que
Tirano regresa a este Universo.
Inclinando la cabeza, una lágrima
se deslizó por su mejilla. Súbitamente, alzó el rostro.
-Dios mío, ¡Jack!
¡Me había olvidado de él! –a la carrera, la Célibe
se apresuró a regresar junto a su amado, que se incorporaba lentamente
del charco de sangre en que se hallaba postrado.- Jack, ¿estás
bien?
-Sí cariño. Deduzco
que has ganado.
-Sí, Jack. Ay, Jack...
¡ya sé qué es lo que me llamó la atención
en Contraxia!
-¿Qué es?
-¡Mírate, Jack!
¡Estás sangrando! Tú no sangras, si te hieren, sino
que pierdes energía. ¿Qué te está pasando?
-Me temo, amor mío, que
eso sólo puede significar una cosa: el Fluído Cero que es
la fuente de mis poderes está desapareciendo.
-¿Y eso qué quiere
decir? ¿En qué te puede afectar?
-No lo sé, cariño. No lo sé.
1.- Persona perteneciente a un grupo
religioso del pueblo judío caracterizado por la vehemencia
y rigidez de su integrismo religioso.
2.-
En PODERES CÓSMICOS # 8
3.- La
destrucción de Tirano.
4.- Se
contó en el # 6 de la serie limitada PODERES CÓSMICOS.
5.-
En ESTELA PLATEADA # 109
En el próximo número:
Ganímedes y Sota de Corazones viajan a Titán para investigar
el estado de Jack. Pero no podrán dedicarse a buscar la solución
con tranquilidad: una visita inesperada dará comienzo a una saga
en tres partes en la que aparecerán invitados no vistos desde hace
mucho tiempo.
No olvidéis escribir a
Autopista hacia el espacio - Correo de los lectores bergil@altavista.net.
Sigue en marcha el concurso para dar nombre a los posibles nuevos Primigenios
del Universo que se presentaron en el número 5 de la serie. El vencedor
recibirá un hermoso no-premio virtual.