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Nació para proteger las espaldas de América, pero pronto cada cual tuvo que proteger la suya propia. Ahora quieren imponer un nuevo estilo. Tecnología, investigación y coraje. Marveltopia les presenta S.H.I.E.L.D.
 
SHIELD

S.H.I.E.L.D VOL. 2 #3
Giros
Guión: Israel Huertas

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Heli-Transporte de SHIELD. Zona de operaciones Alpha. Hace catorce horas.

Al McKenzie piensa que hace al menos un par de horas que debería estar en casa, pero se entretuvo esperando el reporte de tres de sus operaciones de campo asignadas y, al final, acabó haciendo el papeleo que aún tenía pendiente.

Distraído y adormilado, apenas nota como se abre su puerta. Desde el marco de la misma, la voz de David Knight, mandamás actual de la organización de seguridad más importante de la Tierra, intenta que sus palabras suenen coloquiales:

- Nuestro seguro médico no le cubrirá si se queda ciego con tanta lectura, McKenzie.

Mc levanta la vista y pestañea un par de veces. Luego se incorpora rápidamente al darse cuenta de quién le está hablando.

- Sí, señor. . . digo. . . sólo estaba. . .

- Descanse, Al. ¿Puedo llamarle Al?

- Bueno, sí, señor. Sí, puede hacerlo. . . supongo.

- Bien. Al, entonces - Knight se sienta en la silla frente al escritorio de McKenzie -. Al, sólo venía a preguntar por la operación de Nuevo Méjico. Tengo entendido que ha enviado allí al equipo Élite.

- Hmm, sí, así es. Recibimos una especie de chivatazo sobre una nueva gama de drogas que se estaban extendiendo desde Monterrey hacia el sur de los USA y nuestro equipo de inteligencia elaboró un informe en el que se relacionaba al industrial Coppola con ello. Decidí que era bueno investigarlo.

- Bien, me parece correcto. Además, será una buena oportunidad de comprobar la viabilidad de Élite - Knight le ofrece su mano y Mc la estrecha educadamente -. Buen trabajo, Al. Seguiré. . . pendiente de esa operación.

- Muy bien, señor - añade McKenzie, ahora suspicaz -. Haré que la Sta. Pennycandy le haga llegar copia de los informes de actividad.

- Gracias, Al.

David Knight sale del despacho y Al McKenzie no puede evitar preguntarse si, tal vez, está demasiado acostumbrado a dudar de las cosas, porque la otra opción le hace preguntarse por qué su jefe requiere información sobre una operación de rutina.

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Monterrey, Nuevo Méjico. Ahora.

La noche ha caído hace un par de horas sobre un laboratorio farmacéutico a las afueras de la ciudad. La empresa que lo posee aparentemente es legítima. Un investigación en profundidad, reveló al equipo Élite que, a partir de un intrincado grupo de pequeñas corporaciones, el laboratorio pertenece a Coppola.

Sabiendo eso, Bridge dividió el equipo: por un lado, Zeitgeist y Bruno Thorpe siguen los pasos de Coppola en el hotel Imperial, dónde este reside en uno de los áticos, esperando con eso pillarle en alguno de sus sucios tratos; por otro lado, Lisa Thorpe y Greer Nelson, van a colarse en el laboratorio.

Lisa supervisa desde una oscura furgoneta mientras Greer se introduce por un pozo de ventilación en el ala este del edificio dónde, se supone, se elaboran los productos. Por supuesto, antes de entrar, Greer ya va enfundada en un mono negro, con su pelaje de Tigra dentro de él, sumando sus habilidades felinas a la función para que todo sea más fácil. Lisa espera el reporte de su compañera para saber si ha encontrado problemas al entrar. Unos segundos después de colarse, la voz de Tigra suena por el comunicador, ronroneante:

- Estoy dentro. De momento, sólo un guardia no muy despierto.

- Vale, vale - contesta Lisa -. Continúa con la intrusión.

Y Lisa Thorpe piensa en el mal rollo que le da escuchar como le habla un gato a través de la radio.

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Hotel Imperial.

Axel Cluney, alias Zeitgeist, circula por la recepción despistadamente, disfrazado de hombre de negocios que llega tarde a alguna parte. Su presa, Coppola, está sentado en uno de los sillones de la enorme entrada del hotel, el más grande de la ciudad, disfrutando de un cocktail bastante sofisticado. El reciente agente de Shield piensa en lo poco que le pega a Coppola una bebida tan chic: a saber, Coppola es enorme, de unos dos metros y algo, con la espalda ancha como la puerta de unos grandes almacenes, y un aspecto duro y oscuro. Lleva, eso sí, cola de caballo, algo tan pasado de moda como su americana con las mangas dobladas pero, a un tipo así, esas cosas se le perdonan.

Mientras finge contestar el teléfono móvil, Cluney ve como uno de los hombres de Coppola se dirige hacia él con urgencia.

En el ático de Coppola, Bruno Thorpe coloca micros con un traje camaleón último modelo de Shield como protección. La voz de su compañero irrumpe de pronto en su oído derecho:

- Van para allá. Ya está en el ascensor.

Bruno reacciona en un instante. Es invisible a todo tipo de sensor o grabación, pero bastante visible a la vista normal. Sale a la terraza del ático y trepa al tejado justo cuando Coppola entra en su residencia con dos de sus hombres.

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INTERLUDIO

Vail, Colorado. Hace dos días.

Mikel Furia se sienta incómodamente en el furgón que le traslada desde La Bóveda, prisión en la que, en principio, pensaba que iba a quedarse. Y, la verdad, no le importaba demasiado: su padre y su madre habían muerto (ella un poco antes que él), su vida como agente de Shield, acabada, y su futuro bastante negro, pintaban demasiado mal su maltrecha vida como para ansiar nada mejor.

Cuando el furgón se para a los pocos kilómetros, ni siquiera se huele nada raro. El guardia que le custodia, en cambio, si que se comporta de forma rara. Le suelta los grilletes y le abre la puerta de carga para que salga. Una silueta familiar aparece en la puerta y Mikel cree que está flipando:

- ¿Padre? - pregunta, asombrado.

El viejo coronel Nick Furia se retira el habano de la boca sólo para decir:

- Así es, hijo. Vuelves a casa.

FIN DEL INTERLUDIO

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- Ya estoy en la planta química - la voz de Tigra susurra en el oído de Lisa Thorpe, a la que se le pasan los dientes y se le eriza todo el vello del cuerpo.

- Rodger, gata - contesta muy profesional, conteniendo una pequeña arcada -. Necesito visual.

En el monitor ante ella se despliega el enorme laboratorio. A simple vista, todo parece normal. La cámara se mueve conforme la cabeza de Tigra gira a un lado y a otro, fijando pequeños detalles cada vez.

- De momento, nada raro - dice Tigra -. Tal vez un poco sucio, pero con esta y otra vez ya serán dos las que me cuele en una farmacia, así que no sabría . . . ¡espera!

- ¿Qué? - interviene Thorpe -. ¿Tigra? Muéstrame algo.

La cámara empieza a girar despacio y se centra en unas vitrinas de cristales opacos. La imagen se acerca y Lisa Thorpe ve como las manos de su compañera abren las vitrinas. Un montón de paquetes de dimensiones idénticas y perfectas ocupan tres baldas en el interior de las vitrinas pero, lo realmente raro, son tres cabezas humanas metidas en tres cubos de cristal, perfectamente preservadas.

- ¿Qué coño es eso?

- Son cabezas, Thorpe - dice Tigra -, y dos de ellas no parecen humanas. Los botes tiene aperturas arriba, como unos tubos que van conectados a las cabezas y salen hacia fuera en un conducto por el que no entraría nada más que la aguja de una jeringuilla.

Lisa Thorpe comienza a teclear en el ordenador del furgón.

- Vale, Nelson - dice, decididamente -, estoy registrando en disco lo que has filmado. Ya puedes salir de ahí.

- ¡Dios mío, Thorpe!

- ¡¿Qué?! ¡Tigra, contesta de una vez! ¡¿Qué pasa?!

- Una de las cabezas . . . me acaba de guiñar un ojo.

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Hotel Imperial. Veinte minutos después.

Los agentes de Shield se reúnen en la habitación 1002 para cotejar informes.

- ¿Qué están sacando de esas cabezas y como es que están vivas? - dice Bruno.

- Bueno, viva está al menos una de ellas - responde Tigra -, las otras dos . . . En fin, que no parecían humanas y, sin poder analizarlas, es muy posible que no salgamos de dudas.

- Sí - interviene Cluney -, deberíamos coger alguna y llevarla a Shield.

- Está bien, entonces - concluye Lisa -. Mañana entraremos otra vez y tomaremos la muestra.

La puerta suena y una voz desde el otro lado se presenta como "servicio de habitaciones". Tigra se levanta y se dirige hacia la puerta.

- ¿Habéis pedido algo? - pregunta a sus compañeros.

- Sí - dice Bruno -, yo he pedido la cena, pero ya hace como una hora. No le dejes propina.

Al otro lado de la puerta, tres enormes tipos, uno trajeado y dos enfundados en spandex se preparan. Las manos de uno de los disfrazados empiezan a mutar en algo parecido a un cañón, generando plasma al rojo; el cuerpo del otro empieza a brillar, como si fuera de acero de pies a cabeza. El matón cuyos brazos se acaban de convertir en armas apunta a la puerta. El disparo suena ensordecedor y los tres matones entran a la carga por la destrozada puerta.

CONTINUARA.

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U.S. POSTAL

¡Tenemos nuevo guionista!

 
 
   
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