THOR #508
Falta de Esperanza (Capítulo 2 de 4)
Amigos en apuros
Guión:
Bergil
Portada: Dibujada por John Romita Jr. Al fondo aparecen Balder, Fandral y Volstagg, colgando de cadenas
o atados a árboles, con las ropas hechas jirones y con heridas por
todo el cuerpo. En primer plano se ve a Thor, que empuña a Mjölnir.
Abajo a la izquierda un letrero en letras temblonas dice ¿Será
el dios del trueno el próximo en caer? Además, en la
esquina inferior derecha se ve, en un triángulo, el rostro de Red
Norvell, con la indicación de que el número incluye un episodio
de Historias de Midgard.
- Es inútil, Thor. No podéis hacer nada
para liberarme.
- Callad, noble Balder. Encontraré un modo de
poner fin a esta tortura.
Thor meditó unos instantes, y a continuación
lanzó a Mjölnir, describiendo un largo arco, contra el centro
de la maquinaria que torturaba a Balder.
- ¿Estáis loco? Va a ser mi f...
Pero Balder no pudo acabar la frase, porque Thor se arrojó
sobre él. Un grueso dardo hecho de muérdago salió
propulsado hacia ellos velozmente. Pero más rápido todavía
volvió Mjölnir a manos de su dueño, como si sus palabras
le proporcionaran una velocidad extra.
- ¡A mí, Mjölnir! ¡A mí,
martillo mío!
Un segundo antes de que el dardo alcanzara el cuerpo
de Thor, el mazo de uru llegó a la mano del dios del trueno. Con
la velocidad y pericia fruto de mil batallas, el hijo de Odín golpeó
rápida y certeramente, reduciendo el dardo a astillas. Una vez eliminada
la amenaza, Thor liberó a Balder de sus ataduras en cuestión
de segundos. El dios de la luz apenas podía sostenerse en pie, debilitado
como estaba por las privaciones y la larga tortura. Depositándole
en el suelo, Thor recogió el saco que había dejado a un lado
y sacó de él una de las fragantes manzanas de Idunn.
El efecto en Balder fue patente desde el primer mordisco.
Sus heridas comenzaron a sanar a ojos vista, y un renovado vigor recorrió
sus miembros. Cuando vio que su camarada se recuperaba, Thor se levantó
y se dispuso a retomar su camino.
- Hasta pronto, noble Balder. Si marcháis hacia
las montañas, al cabo de unos pocos días encontraréis
una comitiva de trolls. Con ellos viaja ahora el Padre de Todos.
- ¿Cómo es posible tal cosa? ¿Le
han tomado prisionero, acaso?
- Nada de eso, amigo mío. Por extraño que
pueda pareceros, los trolls y los asgardianos son ahora aliados.
Bien, adiós de nuevo.
- Y vos, dios del trueno, ¿dónde vais?
- Marcho a la capital del Reino Dorado, contando con
liberar a tantos camaradas nuestros como sea posible.
Tras estrecharse las manos, Thor dio media vuelta y partió.
Algunos días después, Thor atravesaba una
región húmeda y pantanosa. El progresar se hacía realmente
difícil. De repente, Thor se detuvo. Había creído
oír un sonido a su izquierda. Aguzando el oído, pudo oír
un silbido seguido de un golpe seco, un ligero chapoteo y de nuevo otro
silbido. Entonces se oyó una voz que Thor hubiera reconocido entre
un millón, a pesar del cansancio que denotaba:
- ¡Malditas! ¿No cejaréis nunca?
Thor avanzó con decisión por entre el légamo,
y tras apartar unos juncos, vio que no se había equivocado: ante
él se encontraba Fandral el gallardo, el mejor espadachín
de todo Asgard. Su aspecto era muy diferente del habitual en él:
despeinado, con la barba sin recortar, sus ropas estaban hechas jirones
y su cuerpo manchado de barro por todas partes. Sin embargo, su hoja aún
estaba brillante, y la manejaba con la misma habilidad de antaño.
Avanzando hacia él había una marea incesante de serpientes.
Un gran número de cuerpos decapitados se amontonaba a sus pies.
- ¡Aquí, Fandral! ¡Aquí, amigo
mío!
- ¿Es posible? ¿Escucho acaso la voz del
hijo bienamado de Odín?
- ¡Sí, gallardo! Acercaos a mí, si
os es posible, y acabaremos con estos reptiles inmundos.
- ¡Voy allá, dios del trueno! ¡Vuestro
aliento ha reanimado mis casi desaparecidas fuerzas!
Avanzando el uno hacia el otro, pronto se encontraron
en mitad del pantano.
- Manteneos cerca de mí, Fandral: voy a terminar
con este problema.
Entregando el saco a Fandral, Thor comenzó a hacer
girar su martillo más y más rápido, hasta que creó
una tromba que arrastró a todas las serpientes y las envió
lejos.
- Gracias sean dadas a Odín por vuestra ayuda,
Thor. Ya había perdido la cuenta de los días que llevaba
defendiéndome de estos bicharracos. Los muy malditos parecían
no tener fin. ¡Voto a bríos que casi referiría tener
que enfrentarme a Jormundgand de una sola pieza que a todos estos primos
suyos otra vez!
- A pesar del terrible enemigo que es la serpiente de
Midgard, os comprendo, Fandral. Tomad -añadió, sacando una
de las manzanas del saco-, esto ayudará a que os sintáis
mejor.
- Muchas gracias, Thor. No creáis -dijo, con una
sonrisa torcida- que éste mi aspecto es de mi agrado. Todo lo contrario.
¡Por la lanza de Odín, que daría lo que fuera por poder
tomar un baño caliente!
Ahora que eran dos y que no se veían obstaculizados
por las serpientes, los dos aesires progresaban con rapidez. En unas pocas
horas habían salido del pantano y de nuevo podían ver el
cielo sobre sus cabezas, en lugar de un eterno dosel esmeralda.
- Hemos de separarnos, Fandral. Si marcháis en
aquella dirección, pronto encontraréis a Odín. El
bravo Balder también debería encontrarse con él.
- ¿No queréis que os acompañe, Tronador?
Mi ayuda quizá...
- Os lo agradezco infinito, Fandral, pero es mejor que
marche solo. Todavía no estáis del todo repuesto y...
- Ya sé, ya sé. Tampoco es necesario que
lo expongáis con la sutilidad de un gigante de hielo. Sólo
sería un retraso para vos. De acuerdo, pues. Hasta pronto.
- Hasta que nos veamos ante las puertas de la ciudad
de Asgard, Fandral.
Más días pasaron, y el dios del trueno
seguía infatigable hacia Asgard. Aquí y allá encontraba
aesires sufriendo torturas, o bien simplemente escondidos. Para todos ellos
tenía palabras de aliento y una de las manzanas de Idunn. Tras reponerse,
les encaminaba hacia la ruta que seguía Odín en su aproximación
a la capital de Asgard y proseguía su camino.
Una noche, Thor se disponía a acostarse. Tras
reunir unas cuantas ramas que hicieran un poco más mullido el duro
lecho, se arrebujó en su capa y se dispuso a cerrar los ojos. En
ese momento, un temblor sacudió el suelo. Preguntándose a
qué brujería podía deberse la sacudida, Thor empuñó
su martillo y se dispuso a la pelea.
Los temblores continuaron, aumentando paulatinamente
de intensidad. A cada temblor le precedía un retumbar sordo. Tomando
en su mano izquierda uno de los leños que ardían en la hoguera,
Thor lo levantó para que su llama iluminara los alrededores.
A la luz temblorosa de la improvisada antorcha, Thor
pudo ver que una mole enorme se aproximaba hacia él. Cuando la figura
estuvo más cerca, el dios del trueno pudo ver que se trataba del
gigantesco Volstagg. Quizá no tan gigantesco en aquellos momentos,
pues parecía haber perdido parte de su volumen; sin embargo, éste
seguía siendo considerable. Avanzaba a la carrera, con los brazos
extendidos delante de él, como si intentara en vano asir algo que
se encontraba delante suyo y que sólo él podía ver,
puesto que Thor no alcanzaba a distinguir nada en absoluto.
Cuando Fandral pasó por su lado sin verle, Thor
se dio cuenta de que tenía la mirada extraviada, y que un hilillo
de saliva le colgaba de la comisura de los labios. Cuando quiso detenerle,
era tarde: había seguido su carrera y se alejaba en la oscuridad.
Haciendo girar a Mjölnir, Thor se propulsó por el aire para
caer unos metros por delante del autoproclamado león de Asgard.
- Volstagg, amigo mío -dijo-, ¿qué
es lo que os sucede?
Pero, al igual que antes, el pelirrojo gordinflón
pareció no percibir la presencia del dios del trueno; al menos,
hasta que chocó con su mano extendida.
- ¿Qué? -farfulló, al tiempo que
la mirada vacía desaparecía de sus ojos.
- Soy yo, Volstagg. Thor, vuestro camarada...
Los ojos de Volstagg relucieron con una ira ardiente.
- ¡Tú también! ¡Quieres quitar
su comida al más poderoso de los guerreros de Asgard! ¡No
lo permitiré! -y así diciendo, se abalanzó sobre Thor
que, sorprendido, retrocedió ante la embestida.
Recuperando el equilibrio, Thor intentó razonar
con Volstagg, pero fue inútil. Parecía poseído por
un frenesí asesino y no atendía a razones. El gran guerrero
que fue en su juventud había resurgido en su locura, y Thor encontraba
grandes dificultades en esquivar sus golpes sin dañarle gravemente.
Finalmente, Thor hizo una finta hacia la derecha. Volstagg cayó
en la trampa y se lanzó hacia ese lado. Aprovechando su impulso,
Thor le golpeó en la nuca, y Volstagg cayó al suelo inconsciente.
Cuando despertó, Thor le había atado de
pies y manos.
- Comed -le dijo, tendiéndole una de las manzanas
de Idunn.
- ¡Soltadme y veréis, villano!
- ¡Comed! -repitió Thor, imperturbable.
- ¡He dicho que me soltgmpfff!
Aprovechando que Volstagg abría la boca, Thor
le metió la manzana entera. Para no ahogarse, Volstagg se vio obligado
a masticarla y tragarla. El brillo de locura desapreció de sus ojos.
- ¡Thor! ¿Sois vos? ¿Qué me
ha ocurrido?
- Decídmelo vos, amigo mío. Estabais completamente
enajenado.
- No recuerdo gran cosa. Sólo recuerdo que me
acosaba un hambre insaciable, y que cuando me acercaba a la comida, ¡salía
huyendo de mí! ¡Por Odín! Suelo correr detrás
de la comida, pero esto era ridículo.
- Y ahora, amigo mío ¿cómo os encontráis?
- Excepto por el vacío que siento aquí
abajo -dijo Volstagg, tocándose el estómago-, perfectamente
bien. ¿Por qué?
- Porque en cuanto amanezca habré de proseguir
mi camino.
- ¿No os sería conveniente la ayuda del
León de Asgard en los peligros que sin duda arrostraréis?
-preguntó Volstagg, esperando que Thor contestara que...
- No es eso amigo mío. Pero hay alguien que agradecerá
vuestra inestimable ayuda mucho más que yo.
- Y ese alguien es... -dijo Volstagg, visiblemente aliviado.
- Mi padre, buen Volstagg. Él también se
encamina ala capital del reino, aunque siguiendo una ruta menos directa.
Estaré mucho más tranquilo sabiendo que vos le acompañáis.
- No os preocupéis, dios del trueno. El Padre
de Todos no tendrá nada que temer con el león de Asgard cubriéndole
el flanco.
Algunos días después de abandonar a Volstagg,
Thor se adentró en un terreno profundamente rocoso. Por todas partes
se veían enormes peñascos con las formas más variadas.
Estaba a punto de amanecer, cuando un extraño resplandor llamó
la atención de Thor. Acercándose al borde de la masa rocosa
en la que se encontraba, miró hacia abajo, sólo para descubrir
un extraño espectáculo: un borrón confuso se desplazaba
a toda velocidad por la llanura, seguido a escasos metros por un brillante
relámpago para el que no parecía existir obstáculo
alguno.
- ¡Por la barba de mi padre! -exclamó-.
¿Qué clase de prodigio es éste?
Cuando la amenaza del Ragnarok se cernía sobre
Asgard, Odín tomó a un simple periodista y le convirtió
en el dios del trueno. Ahora, tras la amenaza de Onslaught, vuelve uno
de los héroes más renuentes de todos...
Red se despertó, y por un momento no pudo
situar claramente dónde se encontraba. Pasados unos instantes, lo
recordó todo: estaba en la casa de la Encantadora, que Amora y el
dios del trueno habían compartido cuando se encontraban en la Tierra
(1).
- ¡Uf! -exclamó, con un suspiro de placer-.
Podría acostumbrarme a esto... ¡ya lo creo que sí!
Levantándose de la cama, se dirigió al
cuarto de baño para darse una buena ducha. Cuando salió,
mucho más despejado, decidió que visitaría de nuevo
el hospital en el que había dejado ingresado a Victor Portals, para
ver si el pobre hombre se había recuperado.
Dicho y hecho. Metió su martillo en un macuto
militar y salió a la calle. Al cabo de media hora estaba ante la
puerta del centro. Empujando las puertas, pasó al vestíbulo
y se dirigió al mostrador de información.
- ¿Sí? ¿Que es lo que desea? -le
preguntó una enfermera de unos cincuenta años, lanzándole
una mirada desconfiada tras los lentes que se sostenían al extremo
de su nariz.
- Buenos días, enfermera. Desearía ver
a Víctor Portals. Ingresó aquí hará un par
de días, con contusiones múltiples, y...
- El señor Portals ya no se encuentra aquí
-contestó la enfermera, sin dejarle terminar la frase.
- ¿Y eso? -preguntó Red, extrañado.
- Recibió el alta y se marchó.
- ¿No dejó ninguna dirección? ¿Algún
sitio en el que poder encontrarle?
- No, no lo hizo. Comprenderá usted que un hospital
no es un lugar con el que nadie quiera mantener unas relaciones continuadas,
¿verdad?
A Red no le gustaba nada el tono displicente que estaba
empleando la enfermera, pero decidió no darse por enterado y continuó
sus preguntas en el tono más amable posible.
- ¿Podría hablar con el doctor que le atendió?
¿Por favor?
- Por supuesto. Matthews. Tercera planta.
- Muchas gracias por su amabilidad.
Red subió hasta la tercera planta y buscó
en vano a algún doctor. Como no vio a ninguno, se dirigió
a una joven con bata blanca que caminaba hacia él.
- Disculpe, señorita...
- ¿Sí? -le respondió, enarcando
una de sus hermosas cejas.
- Estoy buscando al doctor Matthews. ¿Podría
decirme dónde puedo encontrarlo?
- Soy yo. Doctora Mary Matthews.
- Pero...
- No se preocupe, no es el primero. No está acostumbrado
a ver mujeres médicos, ¿verdad?
- No es eso, es que...
- Bueno, déjelo -dijo Mary Matthews, viendo que
el pobre Red no sabía, aunque lo intentaba de veras, salir del embrollo
en el que se había metido-. ¿Qué es lo que quería?
- Venía a preguntarle por uno de sus pacientes.
Un tal Victor Portals...
- ¿Portals? Sí, le recuerdo bien. ¿Tiene
usted media hora libre?
- Sí, ¿por?
- Es hora de mi pausa del desayuno. Si me acompaña
a la cafetería, podremos hablar.
- De mil amores, doctora -dijo Red, encantado ante la
posibilidad de averiguar más cosas sobre el esquivo señor
Portals. Además, la doctora Matthews, con su metro ochenta y su
piel morena, resultaba ciertamente atractiva. Y era una mujer obviamente
inteligente, algo no habitual entre las mujeres con las que Red acostumbraba
a relacionarse.
Cinco minutos después, ambos estaban sentados
frente a frente, con sendas tazas de café humeante sobre la mesa.
- ¿Le sorprende que el café sea bebible?
-dijo Mary, divertida ante la cara de perplejidad de Red cuando sorbió
el café.
- Pues... la verdad es que sí, doctora. No estoy
acostumbrado a que en sitios públicos sirvan un café tan
bueno. Francamente bueno -añadió, paladeando con delectación
la oscura infusión-. Y volviendo al bueno de Víctor, me decía...
- ...que de su examen se deducía que había
recibido una buena paliza. Pero realizada con la intención de no
causar daños permanentes. Como si...
- ¿Como si quisieran advertirle? ¿Un aviso?
- Bueno, no sé en qué clase de ambientes
se mueve el señor Portals, pero si esto fuera una película
diría que sí, que esa era la intención de los atacantes.
- ¿Sabe dónde podría encontrarle?
En recepción me han gruñido que no dejó ninguna dirección
de cont... pero ¿por qué se ríe?
- Veo que ya ha tenido el gusto de conocer a la buena
de Agnes.
- ¿Agnes? ¿Así se llama esa especie
de fiera que atiende en recepción? Es la mejor disuasión
contra la enfermedad con la que me he cruzado en toda mi vida. ¡Pero
doctora! ¡Deje ya de reírse, caramba!
- Perdone -dijo Mary, enjuagándose las lágrimas
de la risa-. ¿Me decía?
- Decía que Agnes me había comunicado que
Portals no dejó ni dirección ni teléfono de contacto,
pero pensé que quizá a usted sí le hubiera dicho algo.
- Pues no, lo siento. No dijo nada, y en cuanto le dimos
el alta desapareció.
- Bueno, muchas gracias.
- Si me necesita, ya sabe dónde encontrarme.
- No lo olvidaré, doctora.
A lo largo del día, Red preguntó a todo
el que se encontró por la zona en que había recogido a Victor,
pero nadie pudo o quiso darle ninguna información. Finalmente, cuando
ya anochecía y cansado de dar vueltas sin obtener ningún
resultado, decidió regresar al apartamento. En ese momento, alguien
le puso una mano en el hombro. Red se giró, y se encontró
frente a frente con un negro todavía más alto y corpulento
que él. A pesar de su aspecto amenazador, había algo que
Red no podía precisar, pero que hacía que aquel gigante le
inspirara confianza.
- Me han dicho que has estado preguntando por ahí.
¿Por qué no me cuentas qué andas buscando?
(1) Gracias a que Jarvis
juzgó conveniente darle las llaves en el número anterior
de El Poderoso Thor.
Saludos a todos. Espero que disfrutéis con la colección,
y recibir vuestros mensajes en Crónicas
del Norte - Correo de los lectores (bergil@altavista.net).
En el próximo número: Mientras
Thor prosigue su camino rescatando a más aesires, los peligros aumentan
en la Tierra para Red Norvell. Leedlo en Thor # 509.