THOR #512
Falta de Caridad (Capítulo 2 de 4)
Quien quiera destruir a los dioses...
Guión:
Bergil
Portada: Dibujada por John Romita Jr.
Como ya se dijo en el número anterior, las cuatro portadas de la
saga componen una sola imagen. En esta continúa la isla de
Asgard, haciéndose más gruesa y comenzando a aparecer, por
la derecha de esta portada, las murallas de la ciudad de Asgard. Corriendo
en la misma dirección que los de la portada anterior aparecen los
dioses de los panteones que intervienen en la saga (excepto el asgardiano,
claro). Además, en la esquina inferior derecha se ve, en un triángulo,
el rostro de Red Norvell, con la indicación de que el número
incluye un episodio de Historias
de Midgard.
Nota del Editor: En ningún caso,
la enumeración de panteones y/o dioses que se hace en esta saga
debe considerarse como exhaustiva. Es decir, existen (o pueden existir)
panteones en el Universo MarvelTópico que no intervengan en esta
saga; y dentro de los que se mencionan de manera expresa, hay más
miembros que los que aparecen explícitamente.
Thor avanzaba en silencio mientras enfilaba la salida del reino de
Hela. Los últimos acontecimientos le habían preocupado hondamente.
El dios del trueno ya no era el forzudo bebedor y pendenciero que la mitología
escandinava acostumbraba a presentar: tras siglos y siglos de batallas
sin cuento, había aprendido a apreciar las alegrías de la
paz, y a meditar antes de lanzarse al fragor de la batalla. Y en la tranquilidad
que le rodeaba mientras recorría el largo camino que iba del trono
de Hela hasta el cubil de Garm, tuvo tiempo sobrado de reflexionar. Le
resultaba claro que Odín no le había transmitido todo lo
que sabía acerca del peligro a que se enfrentaban. Thor no osaba
cuestionar el criterio del Padre de Todos, pues aparentemente se había
recuperado completamente de la crisis en que quedó sumido tras su
expulsión de Asgard por Loki, y volvía a ser el dirigente
capaz y sabio que el Reino Dorado precisaba. Pero que no cuestionara las
decisiones de Odín no implicaba que le agradaran esas decisiones.
La certidumbre de que había algo más, alguna amenaza mayor
que la que suponía el hijo de Laufey, hacía que su sangre
guerrera le ardiese en las venas ante el desafío próximo.
Porque, pensó Thor con una media sonrisa, apreciar la paz no supone
necesariamente despreciar la guerra...
Y después... después estaba el asunto de Hela. Thor desconocía
el contenido de la misiva que había transportado hasta el reino
de los muertos, pero era evidente que en ella Odín había
incluido razones con el peso suficiente para lograr la aquiescencia de
la hija de Loki. Meditando ahora con calma, se dio cuenta de que Hela se
había aprovechado de un punto flaco del dios del trueno, como era
el amor que sentía por Odín y el Reino Dorado, para arrancarle
un compromiso que Thor estaba seguro Odín no había contemplado.
En fin, cruzaría ese puente cuando llegara a él.
Mientras, en la meseta en que acampaban las tropas bajo
el mando de Odín, se producía la partida de más y
más mensajeros. Odín trataba de reunir tantas fuerzas como
le fuera posible antes de la contienda definitiva, a fin de asegurarse
el inclinar la balanza de la victoria hacia el lado del honor y la justicia.
Varios de los asgardianos de mayor renombre (Fandral, Balder, Hogun, Tyr...)
habían sido enviados por separado, cada uno con una misiva diferente,
a un destino que sólo conocían el propio mensajero y Odín.
A todos se les recalcó la importancia de la misión que se
le encomendaba, y a todos se les urgió discreción y diligencia,
pero no precipitación, en el desempeño de dicha misión.
Todos partieron orgullosos por la confianza depositada en ellos, deseosos
de cumplir la tarea encomendada a la completa satisfacción de Odín,
y temerosos de qué poder hacía necesaria una tan grande reunión
de fuerzas para asegurar la victoria.
Sentado a solas en el salón del trono, Loki meditaba
en silencio mientras una torva sonrisa curvaba sus labios. Al fin tenía
el poder supremo al alcance de su mano. Su mano... extendiéndola,
contempló encantado el fulgor que desprendía el anillo que
llevaba en el índice de su mano derecha. ¡Qué afortunado
había sido al tropezar con los textos arcanos en los que se describían,
no sólo los poderes menos conocidos de la mágica joya, sino
además los medios para acceder a cotas superiores de poder!
Con semejante poder a su disposición, Loki estaba listo para
acabar con todos sus enemigos de un solo golpe. Odín -el pobre viejo
ya debía estar chocheando- le había hecho el impagable favor
de reunir a todos los que se le podían oponer en Asgard y concentrarlos
frente a las puertas de la ciudad. Una vez se hubiera deshecho de ellos,
no habría nada ni nadie en los Nueve Mundos capaz de detenerle.
Y, conquistados los Nueve Mundos, ¿por qué detenerse ahí?
¿Por qué no seguir, hasta gobernar todo el Universo? Emperador
Loki sonaba bien...
En la soledad de su tienda, el legítimo monarca
de Asgard también estaba sumido en hondas reflexiones. Era una arriesgada
partida la que estaba jugando, y todos sus súbditos, incluso su
propio y amado hijo, no eran más que peones en ella. Y como tales
peones, prescindibles, pues era toda la creación la que estaba en
juego. Como le había dicho a Hela en la carta que Thor había
llevado al reino de los muertos, Loki no se conformaría con Asgard.
No, su ambición desbocada le llevaría a intentar convertirse
en monarca de toda la creación. Los lazos de prudencia que, aunque
tenues, habían contenido hasta ahora la mano de Loki en sus afanes
de tomar el poder habían sido desatados. La avaricia de su hijo
adoptivo era como un caballo desbocado que corría sin freno. Y todo
ello se debía a aquella eminencia gris, a aquel poder en la sombra
que estaba manejando al hijo de Laufey como si de una marioneta se tratase.
Aquel enemigo, del que no había comentado nada ni siquiera al dios
del trueno, albergaba por los dioses un odio acerbo. Una vez Loki hubiera
servido a sus planes, se desharía de él sin el menor asomo
de remordimiento. No es que los pecados del dios de la mentira merecieran
quedar sin castigo, pero si Loki caía, sería porque Asgard
ya estaría sometida; y, tras Asgard, caerían el Olimpo, Heliópolis,
Avalón... sólo sería cuestión de tiempo.
Thor avanzaba a buen paso. Cuando llegó al estrecho
paso que constituía la salida de Hel, comprobó que Garm seguía
sumido en la inconsciencia.
"Mucho mejor", pensó el dios del trueno, " no tengo
tiempo que perder en otra pelea sin sentido". Dejándole
atrás, Thor abandonó los dominios de Hela y volvió
a respirar el aire vivificante del Reino Dorado. Apretando el paso, se
dirigió hacia la llanura en la que estaban acampadas las tropas.
En ese momento, algo cayó sobre él y le hizo desplomarse
en el suelo.
En el Olimpo, Balder el bravo se dirigía al poderoso
Zeus, que estaba flanqueado por su hijo Hefestos y su esposa, Hera. Zeus
hubiera deseado el prudente consejo de Atenea en aquella tesitura, pero
la bella diosa de la sabiduría y de la guerra no se encontraba en
aquellos momentos en el Olimpo. Como tampoco estaba Artemisa (1),
la diosa de la caza. Thor apartó de su mente la ausencia de sus
hijas y se concentró en lo que decía el emisario de Odín.
- Poderoso Zeus -comenzó Balder-, soy portador de un mensaje
de mi señor Odín. El monarca de Asgard solicita en estos
momentos de necesidad toda la ayuda que vos y vuestro pueblo...
-... seáis capaz de ofrecer -decían en ese
mismo momento todos los mensajeros que Odín había enviado
a lo largo y ancho de las moradas divinas-. En prueba de la verdad de este
aserto, aquí porto un mensaje manuscrito del monarca de Asgard,
firmado y sellado con el escudo imperial de Asgard -dijeron, extrayendo
un mensaje de entre sus ropajes y tendiéndoselo a sus respectivos
interlocutores.
En Heliópolis, en ese mismo momento, Heimdall,
con potente voz, erguido frente a Osiris, jefe de los dioses de Egipto,
que se encontraba acompañado por su hermana y esposa, Isis, y por
el hijo de ambos, Horus, exponía el mensaje que se le había
encomendado:
- Mi señor Odín desea señalar especialmente que
los acontecimientos que hemos de enfrentar...
- ... revisten la mayor gravedad -decía Fandral
mientras se dirigía a Brahma, dios supremo del panteón hindú.
A su lado se encontraba su esposa Sarvasati, diosa del conocimiento, cuyo
prudente consejo resultaría de indudable utilidad; y, tras ellos,
Indra, Visnú, Siva y los demás dioses de aquel panteón-.
Se trata de una amenaza de la mayor importancia que, por azares del destino,
ha querido ensañarse en primer lugar...
- ... con el Reino Dorado -en Avalón, Hogun exponía
su mensaje ante los dioses célticos-, pero, que a no dudar, una
vez que haya caído la dorada Asgard, se dirigirá...
- ...contra las demás moradas de los dioses -exponía
con vehemencia Tyr ante Marduck, jefe de los dioses babilonios-, eliminándolas
una por una hasta que haya acabado con todas. Es por ello que...
- ...mi señor recaba de vos y de vuestros súbditos
toda la ayuda que seáis capaz de aportar-. Amaterasu, la diosa suprema
del panteón japonés, escuchaba en silencio cómo Amora
exponía el mensaje de Odín. La Encantadora se sentía
honrada por la confianza que su monarca había depositado en ella
en momentos de tal gravedad. Era una sensación nueva, que no había
sentido antes, y en modo alguno era desagradable. Prosiguió-. No
es este momento uno en que...
- ...sea prudente vacilar -exponía Volstagg ante
Ometecuhtli, el dios azteca, mientras pensaba de qué ave procederían
los vistosos adornos de plumas de su corona, y si se trataría de
una especie comestible-. Tal cosa nos llevaría a todos al desastre.
Por el contrario, ...
- ...es en momentos como éstos cuando se comprueba
el temple y la materia de que estamos hechos los dioses -decía Hermod
elocuentemente mientras el dios inca Viracocha le escuchaba en silencio-.
No es sólo por nosotros...
- ...por lo que esta pelea ha de sostenerse -decía
Karnilla ante Itzamna e Ixchel, dioses supremos del panteón maya-,
sino también por los seres humanos que nos adoraron en el pasado
y por la creación toda. De no prevalecer en este envite...
- ...la amenaza que enfrentamos no se detendría
ante nada -relataba Ulik ante Andriamanitra, cabeza de los dioses africanos,
tras el que se encontraban Amma, Bavidye, Chi-Chineke, Kalunga , Ogun y
Shango ; el troll no estaba habituado a semejantes tareas de índole
diplomático, pero comprendía lo que estaba en juego y no
era momento de andarse con remilgos; pero ansiaba que todo aquello acabara
y la pelea, para bien o para mal, comenzara de una vez-. Por su propia
naturaleza, ...
- ...este enemigo tiende a consumir todo lo que encuentra
a su paso -exponía Hoder ante los dioses eslavos, encabezados por
Dievas, junto al que se encontraba Perun (2),
recién llegado desde la Tierra-. La ayuda que vos y los vuestros
nos prestéis...
- en esta adversidad -decía Vidar ante Io, Algaloa
y Pelé, dioses de Oceanía- no será olvidada si finalmente
prevalecemos, como estamos obligados a que ocurra.
- Es todo -concluyó Frey su exposición ante
Manitú-. Por el honor y por la justicia, los asgardianos lucharemos.
Esperamos que con vuestra ayuda.
Thor apenas había quedado aturdido por el golpe.
Rápidamente, se levantó y se preparó a enfrentarse
con su enemigo. Ante él se encontraba lo que menos esperaba encontrarse
en aquellas aciagas circunstancias.
Cuando la amenaza del Ragnarok se cernía sobre
Asgard, Odín tomó a un simple periodista y le convirtió
en el dios del trueno. Ahora, tras la amenaza de Onslaught, vuelve uno
de los héroes más renuentes de todos...
Cuando Red llegó al suelo, algunos de los rufianes que se aproximaban
al edificio ya habían penetrado en el mismo. Mientras, Rabia y Destructor
Nocturno se las tenían que ver con los que se habían quedado
para vigilar el exterior.
Ortega no había escatimado medios para asegurarse el éxito
de su operación. A pesar de que no era razonable esperar una gran
resistencia por parte de los inquilinos del inmueble (la mayor parte de
edad avanzada), había enviado a casi dos docenas de sus sicarios
para... ¿para qué?, pensó Red mientras corría
a ayudar a Destructor. Rabia parecía estar apañándoselas
bastante bien, sujetando con cada brazo a un par de enemigos, mientras
se deshacía a patadas de los que osaban acercársele demasiado.
Destructor, en cambio, se movía rápidamente, golpeando
sin descanso a sus enemigos y no dándoles un blanco fácil.
PEro empezaban a ser demasiados para él, y corría el peligro
de verse superado por la presión del número. Así pues,
Red corrió haciendo girar su martillo, y lanzándolo contra
el grupo más numeroso que se aproximaba a Destructor.
El martillo impactó en el estómago del que iba en cabeza,
empujándole hacia atrás. la fuerza del lanzamiento fue tal
que le despegó del suelo, empujando de paso a todos los que venían
detrás y proyectándoles contra la pared, situada a varios
metros de distancia.
Red no se detuvo al hacer el lanzamiento, sino que siguió corriendo
hacia el grupo, por lo que, cuando chocaron con la pared y cayeron al suelo
en una madeja de brazos y piernas. Sin pararse a escuchar los gemidos de
dolor, Red recogió su martillo y se giró para llegar donde
estaba Destructor.
Ya era tiempo. Casi una docena de oponentes se habían lanzado
sobre él, y sólo la falta de coordinación evitaba
que el Nuevo Guerrero sucumbiera. Aproximándose rápidamente,
Red agarró por el cuello a dos de los rufianes y los lanzó
por encima de sus hombros hacia atrás. Todavía no habían
llegado al suelo cuando dos más seguían el mismo camino.
En poco tiempo, Red había logrado un poco de espacio para tomar
aliento y pensar con un poco de calma.
- ¿Qué tal estás, chico? -preguntó.
- Ha habido días en que me he encontrado mejor -jadeó
Destructor-. Gracias, pero me las estaba apañando.
- Ya lo vi -dijo Red-, pero -añadió con una mueca- No
pretenderías quedarte tú con toda la diversión, ¿verdad?
- Vamos a divertirnos, pues -dijo Destructor, lanzándose a lo
más denso de la pelea.
" Jesús", pensó Red, "¿es que este chico
no para nunca?"
Red se lanzó de nuevo a la pelea, sin concederse un solo momento
para darse un respiro. Tampoco es que sus rivales se lo permitieran. Un
enemigo venía de frente: uppercut y salió volando hacia la
pared en una bonita trayectoria parabólica. Un grupo de enemigos
que atacaba por el flanco derecho: un lanzamiento de martillo bien dirigido
se encargó de alejarlos. Un enemigo por cada flanco: a agacharse,
y ellos solos se golpearon. Un enemigo desde cada punto cardinal: unos
cuantos giros de martillo y ya estaba.
Conforme pasaban los minutos, Red comenzó a sospechar algo.
Echó cuentas, y sus sospechas aumentaron. Allí no estaban
todos los que habían venido al edificio. Además, peleaban
de una manera extraña. Más que acabar con ellos, parecía
que quisieran mantenerles ocupados mientras... ¿qué?
Temiéndose lo peor, Red se volvió hacia el edificio.
Un resplandor podía verse a través de las ventanas del sótano.
En ese momento, vio salir a toda velocidad por la entrada principal a media
docena de los matones de Ortega. Se disponía a llamar la atención
de Rabia y Destructor Nocturno cuando los cristales de las ventanas del
sótano estallaron, y las llamas se hicieron claramente visibles.
Aquellos desalmados habían prendido fuego al edificio.
- ¡Rabia! ¡Destructor! -gritó-. ¡Tenemos que
sacar a la gente de ahí!
Sin volverse a mirar si le seguían, se lanzó a la carrera
hacia la entrada del edificio.
(1) Está en la
Tierra, con los Eurocorps. ¡Uf, ya creía que este número
no tendría notas al pie!
(2) Miembro del grupo ruso de superhéroes
ahora conocido como... como... ¡Demonios, ha cambiado tantas veces
de nombre que no recuerdo el actual!
Saludos a todos. Espero que disfrutéis con la colección,
y recibir vuestros mensajes en Crónicas
del Norte - Correo de los lectores (bergil@altavista.net).
En el próximo número: Los acontecimientos se precipitan
en Thor #513, el número
de Septiembre. Y sigue las peripecias de Red Norvell y sus aliados.