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Natascha Romanova. Su pasado es un misterio, en el presente actúa como espía y heroína, su futuro empieza ahora. Una de las mujeres mas deseadas de la tierra. La Viuda Negra.
 
Viuda Negra

VIUDA NEGRA #4
Las noches más oscuras IV
Herencia de sangre

Guión: Tomás Sendarrubias

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Ascha Watkins gritó mientras el machete recorría su pecho, cortando la carne y la piel por encima de su esternón. Su agresor cerró un puño sobre un pechón de sus cabellos y tiró de ellos, haciendo que el cuello de la detective Watkins sufriera una violenta sacudida.

-Te dije que te encontraría-dijo Víctor-. Dije que lo haría.

-¡No soy Natacha Romanova!-gritó ella, pero Víctor le dio un revés con el dorso de la mano, haciendo que la sangre brotara de sus labios rotos.

-Matamos a Nikolai, matamos a Mikhail, matamos a Olga, a Tatiana, a María, a Anastasia y a Alexei... y a muchos más... era tu turno, Natacha...

Ash quiso decir algo más, pero Víctor realizó un nuevo corte en su brazo, desde la axila al codo, y lo que había querido decir se perdió en un nuevo grito de dolor.

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-Lo está volviendo a hacer-masculló Sangre Azul, alzando sus ojos de repente hacia el cielo, como si la Viuda Negra hubiera desaparecido y ya no la viera.

-¿Dónde está?-preguntó Natacha inmediatamente, tensa como la cuerda de un arco.

-No lo sé-replicó él, con los ojos cerrados-. Sólo puedo sentir su sed de sangre, y percibo como crece, y como mengua cuando se sacia... Casi puedo verla entre sus manos, con el cabello rojo empapado en sangre...

-Me estás poniendo enferma, pareces disfrutar con todo esto. Quizá debería dar la orden a mis compañeros de que disparen...

-Estás sola, Viuda-rió Sangre Azul-. No hay nadie contigo, así que deja de usar esa burda amenaza. Además, al fin y al cabo, todo esto es culpa tuya. Es a ti a quien está buscando.

-Si vas a decirme algo, más vale que abrevies. Quiero evitar otra muerte, y tu rollo a lo ex-agente de la KGB lleno de misterios empieza a aburrirme.

-Tras la II Guerra Mundial, el dominio de Stalin sobre la URSS se hizo cada vez más... tenso. EE.UU y el resto de las potencias occidentales miraban hacia el Este cada vez con más miedo. Stalin pensó que si alguno de sus enemigos conseguía encontrar a uno de los legítimos herederos de la corona rusa...

-Los países del bloque occidental podrían utilizarlo para cuestionar el liderazgo de Stalin, e incluso podrían encontrar partidarios dentro de la URSS que prefirieran regresar al viejo estilo de gobierno.

-Exacto-dijo Sangre Azul, dispuesto a continuar, pero un zumbido le interrumpió. La Viuda Negra se apresuró a tomar un comunicador de su cinturón, y se lo llevó al oído.

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-Sí, es absurdo, Viuda, pero lo hemos localizado. ¿Qué como? Esto...-Kyle miró a su alrededor, y vio a Noel sentado sobre la cama, con los brazos cruzados, y se encogió de hombros-. Tengo contactos entre determinados sectores de... bueno, de la mafia-Noel torció el gesto, y ese fue el momento de Kyle para encogerse de hombros-. Sí, con los Constanza y... bueno, sí, estaba en... ¿perdón? No, no estoy nervioso, ¿por qué...? ¿Estoy tartamudeando? Lo siento, no quería... ¿perdón? Ah, sí, sí, claro, bueno, pues eso, hay rumores entre la mafia italiana de la presencia de un supuesto enviado de los rusos que tiene cierta predilección por las pelirrojas... Bueno, rastreamos esa idea, y encontramos a una chica que se dedica a la prostitución en Little Odessa que había tenido un... encontronazo con un hombre que respondía a la descripción que nos han hecho los italianos del ruso. Este hombre se puso un tanto... violento cuando descubrió que la chica no era pelirroja natural, pero terminó marchándose. Ehmmmm... sí, claro, claro, al grano. El ruso pagó en el local donde trabajaba la chica con tarjeta de crédito, y le hemos localizado. Se llama Grigori Yefimovich, aunque sospechamos que es un nombre falso. ¡Ah! ¿Es el verdadero nombre de Rasputín? Claro, sí, es falso. Bueno, le hemos rastreado, y tiene una habitación en algo parecido a un motel en el Bronx, un sitio llamado Honeymoon Home, cerca de Teasdale Place. Pero además tiene a su nombre un almacén en Baretto Cove... Sí, claro. Claro, claro. Por supuesto, ahora mismo. Sí, ad...

Kyle escuchó como al otro lado la comunicación se cortaba, y cerrando su teléfono, soltó aire, dándose cuenta sólo entonces de que lo había estado conteniendo. Miró a Noel, que alzó las manos con gesto interrogativo.

-¿Y bien?

-Pues... nada, ya se lo he dicho.

-Ya lo he oído-replicó Noel-. ¿Cómo se lo ha tomado?

-Pues... no sé, me ha dicho que tartamudeaba... ¿tartamudeo?

-Sólo cuando te pones nervioso, y a mi me encanta. ¿Entonces?

-Va a ir a...

El teléfono de Kyle sonó, y ambos dieron un respingo. La voz de Anastacia se interrumpió cuando el policía abrió el móvil y se lo llevó al oído.

-O´Rourke-dijo, presentándose-. Ah, hola, Jeff, sí... ¿Ascha? No, no está conmigo, ¿por? Sí, bueno, he hablado con la Viuda para decirle... ¿cómo que ha desaparecido? Sí, claro, claro. Voy para allá.

Serio, Kyle cerró el móvil, que arrojó de nuevo al bolsillo de su pantalón, y se volvió hacia Noel.

-Me tengo que ir-dijo-. Problemas en la comisaría, hay una agente...

-No tienes por qué explicarme nada-le interrumpió Noel, incorporándose de la cama-. Vete antes de que empieces a tartamudear otra vez.

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-Tu historia tendrá que esperar-dijo la Viuda Negra, mirando de reojo a Sangre Azul-. Le hemos localizado.

-Se vuelve descuidado-masculló él, con cierto aire de sorpresa-. El instinto asesino se superpone al de autoconservación.

-Seguro que tus jefes están muy interesados en tu análisis psicológico. A mi, personalmente, me aburre. Y si vas a venir conmigo, abrevia, quiero encontrar a ese bastardo antes de que sume una pelirroja más a su lista de víctimas.

-¿Y cómo piensas desplazarte tan rápido?

Natacha alzó los ojos y en ese momento, un helicóptero, completamente negro y silencioso como una sombra apareció sobrevolando los edificios. La Viuda enarcó una ceja, sonriendo satisfecha.

-Aún tengo amigos bien situados.

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El dolor era para Ash un zumbido sordo detrás de la nuca, una sensación molesta como el chirriar de dientes, tan constante que casi había perdido su sentido. De todas formas, ella no tenía ya fuerzas ni para gritar, y se había cansado incluso de pedir a su torturador que la matara, que acabara con todo aquello de una vez. Él la había ignorado, y aquella actitud había herido tanto a Ash como el filo del cuchillo. La torturaba de forma tan absolutamente mecánica que, cuando le cortó el meñique izquierdo, al verle con el cuchillo pensó que parecía que iba a pelar una naranja, así de abstraída era su mirada. La trataba como si no fuera nada, pero al mismo tiempo, no dejaba de murmurar en ruso. No había vuelto a utilizar el inglés desde que le diera los nombres de sus víctimas a lo largo de la historia, aunque el nombre de Natacha Romanova aparecía una y otra vez en sus balbuceos, como un macabro leit motiv.

Ash tardó unos segundos en darse cuenta de que él ya no la estaba torturando. Se esforzó para abrir los ojos. Uno de ellos fue imposible, pues tenía un corte en el párpado y la sangre se había secado sobre él, pero con esfuerzo, consiguió enfocar con el otro ojo la imagen de Victor Petr. Vestido con unos vaqueros y una camiseta interior de tirantes teñida completamente de rojo por la sangre que ella había derramado, se encontraba ante ella, mirando su entorno y olisqueando el aire. Sus ojos, acerados, volaban por toda la sala, se posaban en Ash como una mariposa y volaban raudos hacia otro lugar.

-Sangre real-masculló Víctor en inglés, y su mirada se clavó en Ash, resbalando por ella.

-Te dije que no soy Natasha Romanova-masculló Ash, sintiendo incluso en ese momento la satisfacción propia del "te lo dije".

Con una mirada despectiva, Víctor se alejó de ella, y desapareció en las sombras del inmenso almacén. El esfuerzo de mantener el ojo abierto fue demasiado para Ash, que no tuvo más remedio que volver a cerrarlo, encontrándose de nuevo en la oscuridad más absoluta, una oscuridad aterciopelada que parecía llamarla y envolverla, aunque era consciente de que si se dejaba arrastrar por aquel cántico de sirena, era muy posible que jamás volviera a despertar. Y entonces, sintió un suave roce en el rostro. Le llegó un olor peculiar, como a limón y menta, y de nuevo, Ash abrió su ojo sano para encontrarse con que la Viuda Negra la observaba atentamente.

-¿Viud...?-comenzó a decir, pero esta le ordenó que guardase silencio.

-Tranquila-dijo-. Todo va a salir bien... Hay una ambulancia en camino...

-Él está aquí todavía...-masculló Ash, y en ese momento, algo silbó en el aire, y la Viuda Negra se arrojó al suelo, apartando también a Ash de la trayectoria del cuchillo que se perdió entre las sombras, produciéndose un sonido metálico al chocar contra algo.

-¡Sangre Azul!-gritó la Viuda, utilizando uno de los dardos de sus muñecas para romper las esposas de Ash, cubriéndola con su propio cuerpo. Una luz blanca y deslumbrante inundó de pronto el almacén, mientras Sangre Azul sostenía una bengala de magnesio. Agazapado en un rincón, Victor Petr gruñó al ver como su cobertura de sombras se perdía, pero no tardó en reaccionar, y tiró de una palanca que puso en movimiento varias cadenas con afilados garfios que se dirigieron hacia Sangre Azul y la Viuda Negra.

-Quédate tumbada-siseó la Viuda a Ash, mientras uno de los ganchos silbaba sobre ellas. La policía asintió, y sintió como el peso de la Viuda desaparecía de encima de ella.

Natacha esquivó dos nuevos garfios, y observó como Victor saltaba de cadena en cadena como un insecto, empuñando un machete de buen tamaño. Alcanzó una nueva plataforma, accionó una nueva palanca, y un contenedor de parafina líquida se abrió, regurgitando su corrosivo contenido sobre parte de la sala, obligando a Sangre Azul a retroceder.

-Todo este sitio es una maldita trampa-masculló Sangre Azul, saltando sobre unas cajas para evitar la parafina ardiente.

-¡Traidores a Rusia!-aulló Victor en ruso desde algún punto en lo alto del almacén-. ¡El gobierno de la Rodina seguirá en manos del pueblo! ¡No volveremos a someternos al yugo del zarismo!

-¡Tu retórica está desfasada!-respondió la Viuda Negra, encaramándose utilizando los ganchos a una de las cadenas, tratando de utilizar la voz de Víctor para orientarse, mientras Sangre Azul trataba de iluminar todos los rincones del almacén-. ¡Rusia ya no es una dictadura...!

La voz de Natacha se cortó cuando, balanceándose en una cadena junto a ella, apareció Víctor. La Viuda Negra intentó esquivarle, y evitó por un par de dedos que el machete se hundiera en su cuello, aunque recibió un corte profundo en un hombro, cerca de la clavícula, que la obligó a soltarse, cayendo al suelo y recibiendo un golpe en la espalda que la hizo perder el aliento. De inmediato, como una enorme araña, Víctor se dejó caer, tomando tierra cerca de la Viuda, que se giró para dispararle uno de los dardos de sus muñequeras, pero él, más rápido, le tomó la mano y la retorció debajo de su cuerpo, apoyando el machete en su garganta. Natacha supo en ese momento que estaba muerta, pero uno de los tentáculos luminosos de Sangre Azul golpeó en la espalda a Víctor, que perdió el equilibrio. Natacha aprovechó para incorporarse y lanzó una patada hacia el lugar en el que había estado el asesino.

-Eres un amante de los zares-gruñó Victor, desapareciendo de nuevo en las sombras-. Un traidor a tu patria, una vergüenza para la Madre Rusia...

-Te repites-le interrumpió Sangre Azul, lanzando una nueva bengala al lugar del que procedía la voz, e iluminando a Víctor lo suficiente como para que la Viuda pudiera disparar con sus muñequeras, aunque el asesino se dejó caer, se enganchó en una de las cadenas, y saltó directamente encima de Sangre Azul, que se tambaleó sorprendido. Fue una décima de segundo, pero tiempo más que suficiente para que Víctor actuara, hundiendo el machete en el hueco para los ojos del yelmo de Sangre Azul. Su cuerpo sufrió un espasmo, antes de derrumbarse como un muñeco roto, ante la mirada atónita de la Viuda.

-Cabrón-siseó, disparando sus muñequeras de nuevo, acertando esta vez con un cable de acero en el brazo con el que Víctor sostenía el machete. Tiró, obligándole a soltarlo y a girarse hacia ella, y él la miró con los ojos desencajados por el odio. Con la mano libre, tomó un escalpelo de su cinturón, y sin más, corrió hacia la Viuda, que le permitió acercarse para luego agacharse y golpearle en el vientre con ambos puños, para trabarle luego las piernas y hacerle caer. Natacha trató de inmovilizare, subiéndose a horcajadas sobre él, pero Víctor se revolvió a tiempo, encogiendo las piernas y golpeando con las rodillas los riñones de la Viuda, que se arqueó al recibir el golpe, movimiento que Victor aprovechó para salir de debajo de ella.

-Hemos matado a toda tu familia-siseó él, lanzando hacia ella una puñalada, que ella consiguió desviar con el dorso de la mano-. Y seguiremos matando.

-No soy descendiente de los Zares-gruñó Natacha, lanzando un golpe con el filo de los dedos hacia los ojos de Víctor, pero él se inclinó hacia atrás, y el golpe pasó a unos centímetros.

-Puedo oler su sangre en ti, como la olí en Ekaterinburgo cuando acabamos con la familia de Nicolás. Y cuando te hayamos matado a ti, iremos a por los tuyos, hasta que hayamos extinguido por completo la sangre de los Romanov. Y todas las muertes que ha habido, todas las mujeres que han muerto en tu nombre, serán culpa tuya, Romanova.

-¿Eso es lo que entiendes por chantaje psicológico?-dijo ella, trabando un brazo de Víctor, pero él aprovechó el movimiento y golpeó el rostro de la Viuda con el dorso del puño, haciéndola tambalearse hacia atrás. Natacha sintió el sabor de la sangre en la boca y sintió que un diente se le movía a causa del golpe. Trató de responder al golpe, pero Victor fue más rápido, y para cuando quiso darse cuenta, Natacha estaba inmovilizada en el suelo, con una rodilla de Víctor sobre el pecho, y el escalpelo apoyado en un ojo.

-Adiós, Natacha.

Se escuchó una detonación, un retumbar sordo en el almacén, y Victor se tambaleó bruscamente, haciendo un corte superficial en el pómulo de la Viuda, que vio como los ojos de Víctor se desorbitaban. Hubo una nueva detonación, y Víctor se sacudió de nuevo, al tiempo que un orificio se abría en un hombro de Víctor, salpicando a Natacha de sangre. La Viuda aprovechó el desconcierto del asesino para lanzar un golpe con los nudillos contra su abdomen, y con una nueva detonación, parte del cráneo de Víctor se quebró, con un chasquido y una lluvia de sangre y astillas de hueso. Una de las rodillas de Víctor falló, y él se tambaleó y cayó al suelo, recibiendo un nuevo disparo en la espalda. Natacha miró detrás de Víctor, y pudo ver a Ash, cubierta de su propia sangre, mostrando terribles heridas, pero sosteniendo a duras penas su arma reglamentaria, que Víctor había dejado junto a las ropas de la muchacha, pensando seguramente que no saldría de allí viva. Ash disparó de nuevo, y una mano de Víctor se deshizo en pedazos. Él cayó de bruces, golpeando su rostro el suelo.

-Ash...-siseó la Viuda Negra, intentando tranquilizar a la mujer, que aún sostenía el arma. Los ojos de la agente se deslizaron desde el cuerpo de Víctor al rostro de Natacha, y como si la energía que la movía se hubiera acabado de pronto, la joven se derrumbó. Natacha se acercó corriendo hacia ella, y comprobó que aunque exhausta, sus constantes vitales eran firmes.

Fuera, comenzaron a escucharse sirenas de policía.

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Okaiv no estaba precisamente contento... aunque realmente, el General Anatoly Grigorovitch Okaiv jamás estaba contento. Los datos recogidos por sus agentes eran claros: el Sujeto 33 había sido descubierto y anulado, lo cual planteaba toda una serie de problemas nuevos que hacían que Okaiv estuviera aún más tenso que de costumbre.

Cuando se dio cuenta de que no estaba solo en su despacho, su mal humor tocó un nuevo techo. Se giró rápido, echando mano a su pistola, pero un cable de acero se enroscó en su muñeca, evitando con un tirón que alcanzara el arma. El cable mordió la carne de sus muñecas, y el crujido que se escuchó, además del dolor sordo que comenzó a sentir, le dejó claro que se había dislocado la articulación. A su espalda se encontraba ella, con una leve sonrisa torciendo sus labios, y sosteniendo el cable con una indolencia que enmascaraba su fuerza y seguridad.

-General Okaiv-dijo ella-. Llevo mucho tiempo esperando conocerle.

-Un placer, señora Romanova-masculló Okaiv, tratando de ocultar el dolor latente de su muñeca-. Aunque quizá las circunstancias... estoy seguro de que mi secretaria le hubiera dado cita con mucho gusto.

-No es una visita de negocios, sino de placer-replicó ella, recogiendo el cable y liberando la muñeca de Okaiv-. Quería comentar algún detalle sobre Víctor Petr.

-No sé de qué...

-Sujeto 33-le interrumpió Natacha, borrando la sonrisa de su cara-. Víctor Petr era uno de los proyectos de su departamento, general, un agente de la KGB tratado con implantes de memoria para hacerle creer que había estado en Ekaterimburgo y condicionado para actuar como un asesino contra los posibles herederos de la dinastía Romanov, un asesino latente que se le escapó de las manos.

-Somos patriotas rusos, no como usted, señora...

-Soy tan rusa como Petr o usted, general-le interrumpió Natacha-. Sujeto 33 escapó de su control, cometió varios asesinatos, y un hombre decente perdió la vida intentando devolverle al lugar del que no debería haber salido... porque ese hombre nunca debería haber existido.

-Si no se marcha, deberé llamar a seguridad...

-Soy la Viuda Negra, general Okaiv. La seguridad de este sitio no me haría siquiera sudar. Sólo venía a decirle que si vuelvo a tener una sola noticia de que vuelve a ocurrir algo parecido a lo que ha ocurrido con Víctor Petr, no sólo revelaré ante toda la prensa internacional la existencia de este sitio, sino que le haré pagar personalmente por cada una de sus acciones. Y la próxima vez, no me contentaré sólo con una pequeña lesión de muñeca.

-¿Me está amenazando?-gruñó Okaiv, pero la Viuda se limitó a sonreír, y dando la espalda al general, se giró hacia la ventana y saltó al vacío.

Okaiv sintió un viento frío procedente de la ventana, y la cerró con furia, para luego cruzar los brazos ante el pecho. Se acercó al intercomunicador y lo pulsó.

-¿Señor?-dijo desde el otro lado su secretaria.

-Que venga Anain-dijo-. Y llame a mi esposa. Esta noche no llegaré a tiempo de cenar.

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Negro sobre rojo

Bueno, otra cosa terminada. No sé muy bien por donde quería llevar los tiros el autor original, pero espero que esta solución os deje satisfechos a los que llevabais tanto tiempo esperando.

Y nada, la Viuda Negra ya está preparada para las Guerras Infernales. ¿Lo estáis vosotros? Je, je, je...

 
 
   
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