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Picado por una araña radiactiva, el joven Peter Parker adquirió poderes increíbles, y bajo el nombre de Spider-Man se dedica a salvar al mundo de toda clase de amenazas...
 
Ultimate Spider-Man

ULTIMATE SPIDER-MAN #6
Origen VI
Guión: Israel Huertas

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Eran las diez de la mañana del jueves. Habían pasado dos días desde la muerte de tía May y Ben no había salido de su cuarto desde entonces ni había hablado con su sobrino, aún después de que este le contara su secreto. Ni siquiera entonces había dicho nada. Peter pensaba que estaba avergonzado de él. Puede que incluso le odiara, y había decidido el rumbo que iba a tomar su vida conforme a eso.

Había pasado esos dos días diseñando un traje. Un disfraz. Nada oscuro como las ropas que había vestido al detener al ladrón. Algo vistoso y luminoso. Algo que hiciera que la gente pensara que tenía buenas intenciones. Y las tenía: juró que nadie volvería a sufrir porque él no usara sus poderes de forma responsable. La tragedia que había caído sobre su familia no sucedería de nuevo si él podía evitarlo. Ser un héroe, un bienhechor, sería su penitencia. Y cubriría su cara con una máscara completa para tapar su vergüenza.

Eran las diez de la mañana del jueves y alguien llamó a su puerta. Peter salió a abrir, dejando de fregar los cacharros del día anterior y de guardar en la nevera la comida que su tío no había probado. Allí estaban Gwen Stacy y Mary Jane Watson. Se sorprendió al verlas, pues deberían haber estado en clase, pero las recibió igualmente. Ellas solo querían saber como estaba.

- Supongo que bien. Bueno, dadas las circunstancias, al menos.

- Siento mucho lo ocurrido - dijo Gwen, acariciando a Peter en la mejilla.

- Sí, tigre - añadió MJ-. Nadie debería pasar por lo que tu tío y tu estáis pasando.

El les agradeció sus palabras y las invitó a sentarse en el salón. Luego les sirvió una infusión a cada una.

- ¿Cómo está tu tío? - preguntó Gwen.

- No lo sé. No ha salido de su cuarto desde que ... ella murió. No hemos hablado desde entonces.

- Es un duelo, Peter - dijo MJ-. Saldrá cuando esté preparado.

- Supongo- respondió Peter-. ¿Por qué no estáis en clase?

- Verás, han cancelado las clases hasta el lunes- contestó Gwen-. Ayer por la tarde, a la salida ...

- ¡Han secuestrado a Harry!- intervino Mj, acabando la frase de su amiga.

Ellas le contaron como, al salir del instituto, una limusina y un par de guardaespaldas habían venido a recoger a su amigo. Al parecer, su padre estaba asustado por algo. Justo cuando Harry iba a entrar en el coche, apareció un tipo muy extraño, con brazos metálicos en los costados, que destrozó el vehículo y barrió a los guardias como hojas en el viento. Luego cogió a Harry y se marchó de allí. Al oír la descripción, Peter pensó en el doctor Octavius, que usaba brazos similares para sus experimentos, pero creía que había muerto en el accidente de marras y, sinceramente, no le tenía por un delincuente.

Las chicas se despidieron poco después, deseando a Peter que se recuperaran él y su tío y pudiera volver de nuevo a clase. Al cerrar la puerta, Peter decidió que tal vez pudiera ayudar a su amigo.

Pensó en decirle a su tío que salía, pero supuso que él no le diría nada. De nuevo. Así que se puso su disfraz y lo contempló brevemente ante el espejo de su cuarto: era vistoso, sí, aunque también algo ridículo. Tal vez la combinación de dos colores primarios como el rojo y el azul era excesiva, pero las redes pintadas y la araña del pecho habían quedado bien. En fin, ya que lo había hecho y planeado, aquello era la mejor forma de comenzar su penitencia.

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Deslizándose con sus redes, se mantuvo alto y fuera de la vista de posibles curiosos. Aún no estaba preparado para darse a conocer. Pensó que, lo primero, era ir a Oscorp y ver si se sabía algo sobre el secuestro, así que allí se fue. Pegándose a las paredes del edificio, se plantó tras la ventana del despacho del jefe que, según Google, estaba en la decimonovena planta. El FBI estaba allí, con el padre de Harry.

Al parecer, el rescate debía entregarlo el propio Osborn en el puente George Washington al anochecer.

- Iré solo- estaba diciendo Osborn-, y no hay más que hablar. Ese loco de Octavius ha sido bastante explícito con lo que le hará a mi hijo si no voy en persona.

- Sr. Osborn - dijo uno de los agentes-, lo comprendo, pero debería usar a alguno de mis hombres como escolta.

- Bueno, ustedes ya estarán controlando el sitio de todas formas. Con eso debería bastar.

- Pero, señor ...

- He dicho que no arriesgaré la vida de mi hijo.

Peter había escuchado suficiente, así que salió de allí. Así que, definitivamente, Octavius había secuestrado a Harry. Tal vez la explosión lo había cambiado como a él. Tal vez lo había vuelto loco.

En cualquier caso, si el FBI iba a estar en el puente, ellos controlarían la situación. No le necesitaban. Pero puede que pudiera encontrar antes a Harry y evitar así cualquier peligro que ello le supusiera. Pensó también que, tal vez, en el laboratorio destrozado de Octavius hubiera alguna pista.

Así que, fue para allá.

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El sitio estaba destrozado. Todavía quedaban restos del cordón policial desperdigados por allí. Peter pensó en todo lo que salió mal aquel día. En como aquello había destrozado su vida para siempre, pero lo apartó enseguida pues tenía trabajo que hacer.

Empezó a buscar algo, lo que fuera, que pudiera darle la más mínima pizca de información sobre el paradero de Harry, pero no encontraba nada. El laboratorio no eran más que una serie de muebles chamuscados y cadáveres de arañas. Cogió una de ellas.

- ¿Fuiste tú la que me picó? No pareces gran cosa y, sin embargo, has cambiado mi vida para ... siempre.

Acababa de ver un trozo de suelo que tenía corridas las marcas de hollín que estaban de forma regular por toda la sala. Se acercó y comprobó que era una trampilla. La abrió intentando hacer el menor ruido posible y bajó por ella. La habitación debajo era como un búnker, oscuro como la brea. Sus ojos, tras las lentes de la máscara, tardaron unos segundos en acostumbrarse a la falta de luz. Entonces empezó a distinguir formas: cajas de madera y viejas estanterías en desuso. Pero allí, en una esquina, había algo que temblaba. Se acercó y palpó, y un gruñido de temor, amordazado, le respondió.

- ¿Harry? - dijo Peter, quitándole la mordaza-. ¿Eres tú, Harry?

- No me hagas daño, por favor.

- No, no, tranquilo. He venido a por tí. A salvarte, quiero decir.

- ¿Quién eres? - dijo Harry, como si la voz que le hablaba le fuera familiar.

Peter no tuvo tiempo de contestar. Las luces se encendieron y el doctor Octavius, apoyado sobre sus cuatro brazos metálicos, su cuerpo suspendido en el aire, habló de forma amenazadora:

- ¿Eres otro de los esbirros de Osborn? Porque, si es así, estás muerto.

- No trabajo para Osborn. S-Sólo quiero hacer lo correcto, doctor Octavius.

- Lo correcto y lo adecuado no son siempre la misma cosa. Sal de aquí. Esto no es de tu ... ¿tienes poderes?

- Sí, doctor. Puedo, bueno, pegarme a las paredes, saltar y esas cosas- Peter descubrió que su boca, llevada por el miedo, estaba dando demasiadas pistas.

- Y llevas una araña en el pecho ... ¿estabas aquí cuando ...nos mataron?

Peter iba a responder con una evasiva, pero entonces las paredes se tambalearon y, tras el estrépito de una explosión, se oyó una risa macabra. Tanto Peter como Octavius reconocieron enseguida aquel sonido desagradable.

- ¡Osborn ha enviado a su matón!- gritó Octavius-. Le dije que nada de juegos, así que apártate para que cumpla mi amenaza.

- ¡Y un cuerno, pulpo!

De haber pensado sobre ello antes de hacerlo, puede que lo hubiera resuelto de otra forma, pero la situación requería algo drástico, así que Peter se lanzó con las dos piernas contra el pecho de Octavius, derribándole más por la sorpresa que por la fuerza. Luego, cogió a Harry, aún atado de pies y manos, y salió por dónde había entrado.

Una bomba con forma de calabaza se le echó encima y, justo por los pelos, pudo esquivarla con un giro imposible en el aire. Aún así, la explosión les echó al suelo.

Peter se levantó rápidamente, aunque algo atontado, y le arrancó las cuerdas de los pies a Harry.

- ¡Vamos, tío, hay que salir de aquí!

- S-sí, sí, gracias.

Mientras corrían, la voz metálica del Duende Verde les paró en seco:

- ¡¿Eres tú, chiquitín?! ¿El niño del accidente? ¡Tienes un gusto en ropa pasmoso, chaval!

- ¡Y tú eres un inconsciente, carapedo!- las palabras salían de su boca, pero Peter no podía controlarlas-. ¡Casi matas al chico por coger al doctor!

- Pero está vivo, ¿no? Ahora me cargaré a Octavius, a ese doctor Octopus, y luego te cogeré a tí, arañita.

Peter decidió que había que resolver aquello de alguna forma, así que empujó a Harry y le gritó:

- ¡Corre todo lo que puedas! ¡Hay una comisaria a tres manzanas en esa dirección!¡Ve allí y escóndete!

- Pero, ¿y tú? - dijo Harry, a la carrera.

- Yo tendré que cuidarme solito.

El sexto sentido que le advertía del peligro se encendió entonces como una verbena: Octavius salía del búnker y estaba cabreado con él y con el Duende. Peter logró esquivar los dos brazos que trataban de asirle.

- Me vas a hacer daño con eso, Octopus- no sabía por qué acababa de llamarle por el apelativo que le había dado el Duende, ni tampoco por qué lograba hablar en una situación como esa-. Apágalos un ratito y hablemos como freakies civilizados.

Dos bombas más del Duende les dispersaron. Peter decidió que el Duende era el más peligroso de los tres, así que había que desarmarlo.

Saltó hasta su deslizador y se pegó en la panza del mismo.

- ¡Chiquito, eres un plasta!

- No es la primera vez que me lo dicen.

Y Peter usó su nueva fuerza para girar el vehículo hasta volcarlo boca abajo. El Duende no cayó.

- Mmm, botas magnéticas. ¡Qué gran descubrimiento el magnetismo, ¿no crees?!

El Duende hizo brotar de sus brazos unas cuchillas bien afiladas, e intentó rasgar al chico para despegarle de la nave. Peter esquivó un par de veces. Luego, los brazos de Octavius, que asieron al Duende y lo arrancaron del deslizador, hicieron que no necesitara esquivar más. Peter saltó del deslizador que, al caerse su ocupante, se había frenado en seco y recuperado la horizontalidad, como si estuviera en espera.

Cayó al lado de Octavius, que tenía completamente atrapado al Duende.

- Tu jefe ha sido malo, rareza- dijo Octavius-. Si no lo pago con su hijo, lo pagaré contigo.

Y empezó a apretar, y el Duende empezó a gritar. Y Peter, lanzó una telaraña, que se pegó a la espalda del Duende y a un par de tentáculos, y, con gran esfuerzo, los hizo girar hasta golpear a ambos contra una pared, que se resquebrajó ante el impacto.

La cabeza de Ocatavius fue la peor parada, lo que hizo que se desmayara y soltara al Duende. Aún dolorido, el sonriente matón acorazado saltó y fue recogido por su vehículo, que se lo llevó de allí en segundos.

Peter oía las sirenas de la policía que, seguramente alertados por Harry o por el escándalo de la pelea, acudían allí. Decidió que lo mejor sería no estar allí cuando llegaran. Cuando se iba a marchar de un salto, vio que un par de niños le estaban mirando. Seguramente se acercaron cuando ya había terminado la acción, con la curiosidad que uno sólo tiene a los diez años.

- ¡Eso ha sido alucinante! - dijo uno de ellos.

- Mmm, vaya - contestó Peter-. ¡Gracias!

- ¿Cómo te llamas? - preguntó el otro.

Peter, ni siquiera se lo pensó, así que, mientras saltaba y se colgaba de una de sus redes, dijo:

- ¡Soy Spiderman!

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EPILOGO

Peter llegó a casa y entró por la ventana de su habitación. Estaba bastante contento con como había salido todo, sabiendo que no era más que el principio. Pero había salvado una vida, y eso ya era bastante mejor que lo que había conseguido hasta ahora.

Su tío le esperaba sentado sobre su cama. Peter se quitó la máscara y le miró.

- Tío Ben, ¿estás ...?

- En la tele sale tu amigo Harry. No para de hablar de cómo un tipo con un disfraz horrible acaba de arriesgar su vida para salvarle. Por lo visto, un niño le ha bautizado como Spiderman.

- Sí, yo, bueno, creí que era lo correcto.

Su tío se levantó de la cama y caminó hacia su sobrino. Peter no sabía muy bien que iba a hacer, dado que su gesto era sombrío. Se sorprendió muy agradablemente al ver que le abrazaba.

- Nada ha sido culpa tuya, hijo. Nada. Siento no habértelo dicho antes. Siento no haber hablado, pero entiende que acabo de perder la mitad de lo que me hacía respirar.

- Pero yo pude detenerle- dijo Peter llorando-. Si le hubiera entregado ...

- Te habrías entregado tu también, y eso te habría destrozado la vida.

- ¿Y esto no, tío Ben? ¿Esto no me ha destrozado la vida?

Ben se separó un poco de su sobrino, agarrándole aún por los hombros.

- Mírate, Peter. Sí, May se ha ido, y eso es una tragedia que va a estar en nuestros corazones el resto de nuestra vida. Y no la olvidarás, porque la querías y era una parte muy importante de tu vida. Pero hoy, te has puesto ese horrible traje y has salido a usar tus dones para salvar a una persona. Has puesto su vida por delante de la tuya porque era lo correcto. Tu vida no está destrozada, sólo se ha rasgado bastante, pero has demostrado que la puedes coser. Podemos hacerlo juntos, Peter.

Peter miraba a su tío, dándose cuenta de que siempre le había querido muchísimo, pero nunca tanto como en ese momento. Volvió a abrazarle, llorando de nuevo los dos, y estuvieron allí durante un buen rato, en silencio.

Entonces, Ben dijo:

- El nombre también es horrible.

Y Peter, riendo por primera vez en dos días, en medio de todas aquellas lágrimas, dijo:

- ¡Lo sé!

FIN

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ENTRE REDES

Final de la saga del origen, y la serie queda libre para quien la quiera...

 
 
   
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