Poderes Cósmicos #23

Poderes Cosmicos #23Estela Plateada. Señor del Fuego. Legado. Sota de Corazones. Bill Rayos Beta. El Hombre Imposible. Poseedores de poderes sobrehumanos que han jurado preservar el status quo del Universo.

#23 – Emociones Primarias II
Intereses encontrados

Por Bergil y Doctor Coic


Fecha de publicación: Mes 23 – 3/00


Nota importante: Si quieres comprender mejor lo narrado en este episodio, no dejes de leer Quasar # 68, ya en Marveltopía.


En el planeta en el que había establecido su residencia (1), Thanos observaba con atención las lecturas que le mostraban sus instrumentos. Mientras, desconocedora de las maravillas tecnológicas que se ocultaban en el subsuelo, Gamora esperaba pacientemente disfrutando de la belleza del paisaje que rodeaba la vivienda.

– ¡Ajá! -masculló el titán, con una sonrisa torcida-. Parece que algo está ocurriendo. Algo de gran calado, a juzgar por las lecturas. Está claro que no ha escarmentado con sus derrotas anteriores y ha vuelto a maquinar nuevas intrigas. Y todos esos pomposamente autodenominados héroes, protectores del Universo y demás intentarán detenerle, sin tener ni idea de a qué se enfrentan. Y, por supuesto, nunca pensarían en pedir ayuda a Thanos de Titán. Muy bien, sea.

Dando la espalda a la sofisticada maquinaria, Thanos tomó el elevador que le llevó a la superficie.

– ¿Y bien? -preguntó Gamora girándose cuando le oyó llegar.

– ¿Y bien qué? -replicó a su vez Thanos, sin que la expresión de su cara cambiase en lo más mínimo.

– No me engañas, Thanos. He vivido contigo tiempo suficiente (2) para aprender a conocerte. Mejor de lo que quisiera, y desde luegó más de lo que a tí te gustaría. Además -añadió, con una media sonrisa sarcástica-, yo también tengo mis fuentes de información.

– Así pues, ese incordio que tienes por amante está también al tanto de lo que ocurre, ¿no es así?

– Sí, Adam se ha puesto en contacto conmigo. ¿Qué vas a hacer?

– Nada.

– ¿Nada? ¿Con todo lo que está en juego?

– En efecto. Nada. Tenemos cosas más importantes a las que dedicarnos (3).

– No me vengas con esas. ¿Vas a arriesgarte a ser el único pringado que quede vivo cuando todo el maldito Universo se vaya al garete?

Thanos miró fijamente a Gamora, que le sostuvo la mirada sin pestañear, pero no respondió.


Por primera vez desde su resurrección (4), Nova surcaba el espacio más allá de los límites del sistema solar de la Tierra. Mentor no estaba demasiado convencido de que fuera prudente permitirla ir tan lejos cuando todavía no habían transcurrido seis semanas desde entonces, pero la urgencia de las circunstancias le habían decidido. La tarea era mucha y cualquier ayuda resultaba, no ya necesaria, sino incluso imprescindible. Por otra parte, el hecho de volver a ver a Norin Radd hacía que en su interior se produjera un conflicto de sentimientos. No había olvidado lo que sintió por él, y el modo en que se esforzó cuando pensó que había vuelto a la vida (5). Pero el Señor del Fuego también había corrido grandes riesgos para salvarla de las garras del Extraño, y había sido muy solícito con ella las últimas semanas…

Nova desechó estos pensamientos de su mente cuando percibió la cercanía de Estela Plateada. Acelerando, se aproximó al primer heraldo de Galactus y apareció ante él.

– ¡Sorpresa! -dijo. Ante su extrañeza, Estela no reaccionó con la alegría que ella esperaba-. ¿Qué es lo que pasa, Estela? ¿Es que no te alegras de verme?

– ¿Quién eres tú? -preguntó Estela, desconfiado-. ¿Mefisto de nuevo? ¿Un skrull, quizá? ¿O te envía el Coleccionista?

– ¡Estela! ¡Que soy yo! ¡Nova!

– No esperes que caiga dos veces en la misma trampa, seas quien seas. Nova está muerta: Morg la mató. Yo lo ví.

– Todo lo que dices es cierto, excepto que no morí. Lo que ocurrió fue…

Cuando Nova terminó de narrar todo lo que le había sucedido, el rostro de Estela Plateada estaba algo menos serio, pero seguía mostrando desconfianza.

– Tu historia está bien cosntruida, pero eso no quiere decir nada. ¿Tienes pruebas que corroboren lo que acabas de contarme?

– Ninguna salvo mi palabra de que soy quien digo ser. Si no me crees, ven conmigo a Titán, y Mentor te confirmará lo que te he contado.

– Con que Mentor, ¿eh? Bien, vamos.


Mientras, en Titán, Reed Richards trabajaba febrilmente elaborando una serie de complicados cálculos. Si I.S.A.A.C. fuera orgánico, se habría asombrado de la velocidad a la que aquel humano procesaba los datos.


En Greenwich Village, en el edificio de Blecker Street que nadie sino unos pocos podían ver, alguien llamó a la puerta.

– ¿Quién podrá ser a estas horas? -se preguntó Wong, mientras se dirigía para abrir.

Al girar la puerta, Wong pudo ver en primer término el rostro siempre grave de Adam Warlock. Tras él, con su habitual gesto orgulloso, se encontraba Heather Douglas, la telépata conocida como Dragón Lunar. Y ¿qué demonios sería aquel hedor que ascendía desde el suelo? Bajando la vista, Wong vio a Pip el troll, con su sempiterno puro entre los labios y aspecto de no haberse lavado en al menos quince días… o quince meses.

– ¿Sí? ¿Qué desean?

– Querríamos ver al doctor Extraño -dijo Warlock calmadamente-. Doctor Stephen Extraño -recalcó.

– Sí, eso. ¿Está doc en casa? Porque tenemos noticias importantes… -interrumpió Pip, maleducado como siempre-. Eh, oye, ¡tú también eres calvo! No serás pariente de Estirada Lunar, ¿eh?

Warlock propinó un golpe con su vara a Pip, pero el troll no se dio por enterado.

– ¡Ey, Adam! ¿Por qué me pegas? No he dicho ninguna inconveniencia, ¿no? No le he llamado calvorota, ni bola de billar, ni…

– Lo siento, pero me temo que se equivocan. El doctor…

– Déjales pasar, Wong -dijo una voz a espaldas de Wong. Mirando por encima del hombro de Wong, el trío de visitantes (en realidad, Pip miró por debajo del sobaco de Wong) pudo ver a Stephen Extraño, que descendía pausadamente la escaleras-. Te estaba esperando, Adam. Pasa.


Gladiador contempló en silencio a los miembros de la Guardia Imperial, a los que se habían unido los miembros de la Fuerza Estelar Kree. La decisión de llamar a la Fuerza Estelar había resultado dura, habida cuenta de las noticias de la actividad tecnarca que parecía estarse produciendo en los centros de poder galáctico (6), pero finalmente había decidido hacerlo. Debía dárseles la misma oportunidad de decidir que iba a dar a los que se encontraban directamente bajo su mando. Los que se encontraban bajo su mando… Se habían producido bajas -Húsar, Viento Solar, Asalto, Bailarina Lunar, Viajero y Manta (7)-, pero nuevos miembros se habían incorporado a las siempre nutridas filas de la Guardia Imperial Shi’ar: un segundo Espía, que tenía el poder de la invisibilidad; Piedra Filosofal, que transmutaba elementos; Tesla, con poderes magnéticos; Iceberg, el generador de hielo; Sibila, una de los pocos miembros no humanoides de la Guardia, telépata y telequinética; y, por último, el robot CPU, que controlaba la maquinaria. Gladiador empezó a hablar. El sistema captador de voz reprodujo sus palabras en los minúsculos micrófonos que todos los miembros de la sala llevaban en sus órganos de audición, y las tres docenas de seres que llenaban la sala guardaron un respetuoso silencio.

– Seré breve. Los terrestres se disponen a intentar rescatar al Devorador de Mundos. No contentos con salvarlo en el pasado (8), persisten en su error. La Majestrix ha decidido que el Imperio Shi’ar no debe imniscuirse en tales asuntos. Sin embargo, también ha decidido dar libertad de elección a los reunidos en esta sala para tomar la opción que estimen más conveniente -haciendo una breve pausa, Gladiador tomó aire antes de continuar con decisión-: yo he decidido intentar impedir tamaña obscenidad. Ahora os pregunto: ¿quién está conmigo?

Un aullido de unanimidad acogió sus palabras.


– ¿Te ha comentado algo Richards, Drax?

– Nada en absoluto, Pyreus.

Drax y el Señor del Fuego paseaban por las amplias avenidas de Titán, agradeciendo que todavía hubiera una calma que poder disfrutar. Nadie les había dicho claramente todavía lo que ocurría, pero intuían que algo importante se avecinaba.

– ¿Y qué tal tu hija, Drax?

– Bien, bien. Heather anda ahora con Warlock, metida en no sé que asunto. Y a tu novia, ¿cómo le está yendo?

– ¿Mi novia? No te entiendo…

– Me entiendes perfectamente, Pyreus. No te hagas el longuis, que se te da muy mal. Hablo de Nova, y tú lo sabes muy bien.

– Ah, ¿Nova? Pues ha partido de Titán, en busca del zennlaviano.

– ¿Estela Plateada? ¿Va a estar con nosotros en lo que se avecina?

– Pues parece que sí. Algo muy importante debe de ser, cuando están reuniendo tanto poder.

– Di tú que sí. ¿Y Thanos?

– ¿Qué pasa con Thanos?

– ¿Crees que hará acto de presencia? Algo que sea tan importante como parece ser lo que se nos viene encima debería atraer su atención, ¿no?

– Sí, bueno… pero recuerda que aquí en Titán está proscrito… ¡que se cargó a su madre y a un montón de Eternos, tío!

– Ya… bueno, es una lástima.

– ¿Que lo hiciera o que no venga?

– Tanto monta monta tanto…


En los límites del Imperio Shi’ar, una figura humanoide se acercó a una esbelta nave espacial.

– Hola, Carol. Puntual como un clavo.

– Hola, Corsario. Hepzibah…

– Contenta de verte estoy, Binaria. ¿Mucho tiempo con nosotros te quedarás?

– No creo, Hepzibah. Ando muy ocupada últimamente.

En ese momento traspasaron la puerta que daba paso al puente de mando.

– No hace falta que te andes con rodeos, Carol. Aquí estamos bastante al tanto de lo que os traéis entre manos los terrestres.

– Hola, Raza. Tan directo como siempre, ¿eh? Hola, Ch’od. Bueno, Corsario. ¿Qué es lo que tienes que comunicarme que es tan importante?

– Bien, todo esto que te cuento es absolutamente extraoficial.

– Desde luego. Los dos sabemos bien cómo van esas cosas.

– Bien. Extraoficialmente, te cuento: el Imperio Shi’ar sabe que los terrestres están preparando algo relacionado con Galactus. Sabe que Reed Richards está implicado… otra vez. Sabe que están reuniendo una gran cantidad de poder en Titán, la luna de Saturno. Lilandra ha decidido que el Imperio Shi’ar, en cuanto tal, no se involucre en este asunto.

– Pero…

– Déjame terminar, porque hay más. He dicho el Imperio en cuanto tal; pero ha dado libertad de actuación a los miembros de la Guardia Imperial, de los Fronterizos y de la Fuerza Estelar. Probablemente, la mayoría se incline por intentar impedir lo que sea que estéis preparando. Por último, sabe también que la facción skrull de S’byll ha decidido mantenerse a la espectativa; pero no hay ni rastro del Superskrull. Eso es todo.

– Muchas gracias, Christopher. Confío en que la próxima vez que nos veamos sea en circunstancias más agradables que éstas.

– No hay por qué darlas, Carol. Yo espero lo mismo.

– Hepzibah, Raza, Ch’od…


El Halcón Silencioso aterrizó en Titán. La compuerta principal se abrió, y por la rampa comenzaron a bajar los héroes terrestres que Quasar había reunido: la Cosa, la Antorcha Humana, la Mujer Invisible, Kristoff, el Hombre Hormiga, el Hombre de Hierro, Madison Jeffries y su esposa Diamante Lil, Cíclope, Tormenta, Bishop, la Visión, Nova, Kaos, Polaris, Forja, Guardián, Pantera Negra, Fuego Solar, Sasquatch, Guerra Relámpago y el Hombre Gigante.

– ¿Tan pocos Vengadores? -preguntó, algo decepcionado, Reed Richards. – Pues sí, estirado, así están las cosas -le respondió Ben Grimm-. Andan metidos en una misión importante, dicen, y no hemos podido localizar a más (9).

– Lástima. Esperaba haber podido contar algunos de ellos. Su poder nos habría venido bien, como el Hombre Maravilla o Thor…

– A ese respecto, quizá te sirva yo -dijo una voz a sus espaldas.

– ¡Bill! -exclamó Quasar con alegría-. ¡Cuánto tiempo! ¿Dónde te habías metido?

– Oh, aquí y allá. Ya sabes…

En ese momento, fueron interrumpidos por una llamada de I.S.A.A.C., que convocó a todos a una reunión en una da las grandes salas de Titán.


Desde la cabecera de la sala, Reed Richards contempló a los reunidos frente a él. Además de los héroes que Quasar había reunido, se encontraban también Mentor, Estela Plateada y Nova, Drax y el Señor del Fuego, el misterioso Maxam y Bill Rayos Beta, y Sota de Corazones y Ganímedes. Binaria había sido la última en llegar, y acababa de comunicarle las noticias que la había transmitido Corsario. Junto a él estaban Kristoff y Forja. Reed ponderó en silencio si el considerable poder reunido en aquella habitación sería suficiente para alcanzar el éxito en lo que se proponían; máxime cuando, a tenor de lo que le había contado Binaria, tendrían que luchar en dos frentes.

– Atención, por favor -dijo, desechando las dudas-. ¿Podéis prestarme atención? -. Paulatinamente, el silencio se adueñó de la sala-. Muchas gracias. Intentaré ser corto, claro y conciso, porque el tiempo apremia…

– Sí, claro, el estirón hablando en palabras de dos sílabas -masculló Ben Grimm a Johnny Storm, que se sentaba a su lado-. Y yo voy y me lo creo…

– ¡Chssst! Calla, Ben, que esto es importante.

– Te he oído, Ben. Como decía, iré al grano. Durante los últimos meses han venido produciéndose una serie de fenómenos en el Universo que se salen de lo normal. Y se salen de lo normal tanto por el modo en que se producen, pues van como si dijéramos quemando etapas, como por el número desusadamente elevado de los mismos en un lapso de tiempo relativamente breve, a escala cósmica. ¿Qué es lo que ha causado estos fenómenos? Bien, conocemos la condición necesaria, pero no la suficiente.

– Ya está otra vez empleando su jerga científica.

– Beeeeen… Bien, lo que quiero decir es que la producción de estos fenómenos tiene lugar por la desaparición de Galactus de nuestro Universo. Se trata de una pieza fundamental del mismo, así que su falta es como si quitaras una carta de las de abajo de un castillo de naipes… en cierta manera.

– Perdón, doctor Richards…

– ¿Sí, Hombre Hormiga?

– Bueno… no es que pretenda, ni mucho menos, discutir sus conclusiones, pero… ¿no ha transcurrido todo demasiado deprisa, incluso teniendo en cuenta la desaparición de Galactus?

– Efectivamente, tienes razón. Por sí sola, la desaparición de Galactus no justifica, para decirlo gráficamente, que el Universo se vaya por el fregadero tan rápidamente. Por eso decía que tenemos la condición necesaria, pero no la suficiente. Hay algo, o alguien, que ha aprovechado que el proceso se inició y que lo está acelerando deliberadamente.

– ¿Con qué objeto? -preguntó Guerra Relámpago.

– Sólo puede haber un objeto, ¿Guerra Relámpago, no? -intervino Kristoff-: la destrucción del Universo más rápidamente aún.

Los murmullos se extendieron por la sala, pero cesaron cando Reed volvió a tomar la palabra.

– Exactamente, Kristoff. Así pues, sabemos lo siguiente: uno, que el Universo se está yendo al garete; dos, que se debe a la desaparición de Galactus; y tres, que hay un factor exógeno que está acelerando el proceso. La solución inmediata es traer de vuelta a Galactus. Pero no sólo. Las tareas que nos esperan son, primero, y como ya he dicho, traer de vuelta a Galactus; segundo, estar preparados para la reacción de quien esté detrás de todo; y tercero, hacer frente a la oposición al regreso de Galactus, que sabemos que se producirá. Por lo tanto, y tras pensarlo bastante, hemos decidido dividirnos en dos grupos: mientras unos pocos nos dedicamos a construir el portal que nos permitirá llegar a donde está Galactus, los demás tendréis que defender Titán hasta que hayamos conseguido nuestro objetivo. Y lo que es peor, el ingenio que tenemos que construir necesitará un aporte energético brutal, por lo que algunos de los que defiendan Titán tendrán que abandonar la defensa y alimentar el portal. Bueno, eso es todo. En cuanto a los grupos, en el primero estarán…


Una vez repartidos los efectivos, Reed Richards se retiró al laboratorio junto con Kristoff, el Hombre Hormiga, Forja, Madison Jeffries, Walter Langkowski, el Hombre Gigante, Pantera Negra y el Hombre de Hierro. Dentro de la armadura de este último se encontraba Helmut Zemo, décimotercero de los barones de ese nombre. Le hubiera gustado evitar la posibilidad de ser descubierto, pero no podía negarse a colaborar sin despertar sospechas. Así que, controlando su ira por tener que trabajar junto a un judío como Langkowski y dos negros como Foster y T’challa, activó un canal de comunicaciones cifrado que le puso en contacto con el Arreglador.

– No te preocupes, Barón -le dijo Norbert Ebersol-. Te iré chivando lo que necesites.

Zemo se calmó y controló sus nervios. Exhalando lentamente, se dispuso a escuchar con atención. Podría hacerlo. Era un Zemo.

– Bien, de esto se trata -comenzó Reed Richards-. Cuando Galactus selló Taa II para evitar la propagación de la onda nulificadora (10), trasladó la nave a otra dimensión. Los Cuatro Fantásticos pudimos alcanzar brevemente esa dimensión cuando atrapó a Hipertormenta (11), así que el localizar la dimensión en concreto no supone ningún problema. El problema será construir un ingenio lo bastante potente como para crear una abertura que nos permita pasar y traer de vuelta a Galactus. El portal deberá permanecer abierto el tiempo que necesitemos para encontrar a Galactus y traerle a nuestro Universo. También tenemos que construir un rastreador que nos permita localizar a Galactus, y una baliza que nos indique en qué lugar se encuentra Galactus. Así que manos a la obra. ¿Sugerencias?


Mientras, en la sala en la que se habían reunido los héroes que defenderían la luna del ataque del que les había prevenido Binaria, se cruzaban saludos y despedidas. Un extraño ambiente de fatalismo, de estar luchando por algo desesperado, embargaba a la mayoría de los que allí se encontraban. Pero, como habría dicho Lobezno, pensó Kaos, somos los mejores en nuestro trabajo, aunque nuestro trabajo no sea agradable.


Una pequeña nave se posó en Hiperión. Su único ocupante salió de ella y caminó despacio por la accidentada superficie. La tenue gravedad apenas bastaba para mantenerle pegado a la superficie. Tras unos pocos pasos, rebasó el terminador y el sistema de Saturno se ofreció a sus ojos. Saboreando unos instantes la increíble belleza, volvió luego la vista hacia Titán y se dispuso a esperar.


– Bueno, hermanito, aquí estamos otra vez… -dijo Cíclope.

– …¿dispuestos a salvar a un Universo que nos teme y nos odia por el hecho de ser diferentes? Vamos, Scott, no empieces otra vez con tu matraca. Hacemos lo que hacemos porque es lo que hemos de hacer. Ni más ni menos.


– ¿Quasar?

– ¿Sí? ¿Quién? ¡Oh, eres tú, Sota! -poniéndose en guardia y retrocediendo un paso, añadió con suspicacia-: ¿No irás a atacarme esta vez, verdad? (12)

– Ni mucho menos, Quasar -dijo Jack con ademán avergonzado-. Precisamente de eso quería hablarte.

– Bueno, ¿de qué se trata?

– Verás… quería disculparme por el modo en que actué en nuestros encuentros anteriores. No me conduje de un modo precisamente razonable.

– ¡Bah! No te preocupes. Como dice el refrán, dos no pelean si uno no quiere. Tengo que reconocer que yo tampoco estuve demasiado fino. Y a propósito, ¿cómo te va?

– Pues razonablemente bien. Creo que no conoces a Ganímedes, ¿no?


– Disculpa, Drax, pero tengo que hablar con Mentor, y tengo que hacerlo AHORA.

– ¿¡¿Quién?!? ¡Gamora! ¿Qué haces en Titán, después de tanto tiempo?

– Cuando salgamos de esta te lo cuento, Drax. Ahora ¿me llevarás a ver a Mentor?


– Disculpa, Tormenta. ¿No ha venido Logan?

– Hola, Guardián. Pues no, se ha quedado en la Tierra. Mr. Fantástico no le consideró apropiado para esta misión.

– Lástima. Me gustaría haber hablado con él.

– ¿Por qué dices eso? Hablas con él cuando volvamos a la Tierra y ya está.

– Será si volvemos. Creo que nunca la Tierra se ha enfrentado a un problema semejante con tan pocas posibilidades de éxito. Y encima, ese montón de aliens de los que nos ha hablado Richards van a ayudar a que todo fracasa. ¡Demonios, si ni siquiera me han invitado a unirme al grupo de los que están construyendo el portal! Pero sí a Jeffries. ¡Y soy ingeniero! ¡Bah! ¿Por qué me quejo, si el problema no tiene solución?


Bill Rayos Beta estaba solitario en un rincon, meditando en lo que se avecinaba. Ya había hecho frente en el pasado a otras amenazas a la integridad del Universo, como cuando Surtur invadió Asgard y a punto estuvo de vencer. En ese momento, una mano se posó en su hombro.

– Valor, Bill. He aprendido, a lo largo de estos años, que siempre hay esperanza, por desesperada que parezca la situación. El espíritu humano siempre sale triunfante ante las mayores adversidades.

– Gracias, Norin. Espero que la batalla comience pronto. Así dejaré de pensar en lo que se me viene encima y simplemente lucharé contra ello.

– ¡Hey, Estela, hola! Cuánto tiempo, ¿eh? ¿Cómo te va, plateado?

– Hola, Genis.


– ¡Atención! ¡Atención! -sonó la voz de I.S.A.A.C. por el sistema de altavoces-. Se detecta la aproximación de entre treinta y cuarenta formas de vida orgánicas que vienen hacia Titán. No contestan a las advertencias de que se detengan.

Reed Richards también había oído el mensaje. Dejando a sus compañeros, se dirigió hacia la sala de comunicaciones principal.

– Amplía la imagen, I.S.A.A.C. -dijo. Cuando lo hizo, pudo ver a la Guardia Imperial shi’ar, la Fuerza Estelar kree, los Fronterizos y parte del cuerpo de Centuriones Nova. Al frente de todos ellos iba Gladiador -. Abre un canal de comunicaciones, I.S.A.A.C.; voya intentar comunicarme con ellos.

– Puede hablar, Richards -dijo al computadora, tras unos segundos.

– Gladiador, ¿me escuchas? Soy Reed Richards. Gladiador, sé que me estás escuchando. Responde, por favor.

– ¿Qué quieres, Richards?

– ¿Qué es lo que pretendéis? ¿Por qué venís a Titán?

– No disimules, Richards. Lo sabes muy bien. Venimos a detener la blasfemia que estáis a punto de realizar. A impedir que el Devorador de Mundos sea devuelto a la vida.

– Pero…

– No hay pero que valga, Richards. Está claro que estás dispuesto a hacer honor a ese refrán terrestre que dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Bueno, pues esta vez la piedra te va a aplastar, Richards.

Mientras, los eternos habían entregado a los terrestres que lo precisaban cinturones de vuelo y máscaras de respiración. Cuando todos estuvieron equipados, Mentor les condujo hasta una de las compuertas que permitían salir a la superficie de Titán. Dirigidos por Estela Plateada, levantaron el vuelo, hasta situarse a unos quinientos metros de los atacantes. Durante unos segundos, ambos grupos se miraron en silencio, sin decidirse a atacar. Entonces, Gladiador se lanzó directamente contra el centro del grupo. Un instante después, Estela Plateada voló para interceptarle. Tras sus líderes, ambos grupos se dirigieron uno contra otro, y la batalla dio comienzo.


Sobre Hiperión, la figura que observaba Titán vio el comienzo de la pelea. Concentrándose, comenzó a cambiar y despegó. Poco después, otra nave se acercó al sistema de Saturno.


En el sáncta sanctórum del doctor Extraño, una reunión de los místicos más poderosos del planeta estaba teniendo lugar: además del propio doctor, y de Adam Warlock, estaban presentes Talismán y su padre Shaman, Agatha Harkness, Jennifer Kale, Amanda Sefton, el Hermano Vudu, Topaz, la Guardia del Sueño y la Mujer Sombra. Mientras, en otra de las habitaciones de la casa, una reunión similar congregaba a un escogido grupo de telépatas: Dragón Lunar, el profesor Charles Xavier, Fatuo y Jon de Factor-X (que estaban un tanto nerviosos, ante tanto peso pesado telépata), Mariposa Mental, Nate Grey y Emma Frost.


Poco a poco, los defensores de Titán estaban haciendo retroceder a sus atacantes. Pero el resultado de los distintos enfrentamientos era diverso. Así, mientras que Drax y Bill Rayos Beta apenas podían contener a Gladiador, Estela Plateada se enfrentaba sin problemas a toda la Fuerza Estelar. El Señor del Fuego y Nova intentaban derretir el caparazón que Iceberg había creado a su alrededor, intentando al tiempo no causarle daños permanentes. La Visión y Astra estaban bastante equilibrados, hasta que CPU se unió a la pelea y el androide tuvo que dividir su atención entre sus dos oponentes. Del mismo modo, Polaris y Tesla también se encontraban en un impasse. Por su parte, Richard Ryder intentaba convencer al cuerpo de Centuriones Estelares.

– Veréis, somos colegas, ¿no? Es decir, todos nosotros somos parte del mismo cuerpo, ¿no? O sea, que yo nunca os mentiría. Además, vosotros sois muchos más que yo, con lo que no saco nada engañandoos, y…

Entonces, todos los defensores recibieron una llamada en los auriculares que les permitían comunicarse entre ellos.

– Atención, aquí Reed Richards. Necesitamos que Estela Plateada, Nova y el Señor del Fuego bajen a la superficie para energizar el portal. Sabemos que eso disminuirá de un modo importante nuestras posibilidades de defensa, pero es imprescindible.

Los llamados descendieron a la superficie, mientras que sus compañeros redoblaron sus esfuerzos.

– ¡Espera un momento! -dijo para sí Quasar-. El portal es a otra dimensión, ¿no? Así que no hay nada que pueda verse afectado si… -y comenzó a concentrarse más y más. Sería el constructo de energía más grande que hubiera hecho jamás, y tendría también que ser el más resistente. Poco a poco, una brillante esfera de energía cuántica comenzó a formarse alrededor de Titán, aislándolo de la batalla.

En cuanto la vió, Glom se lanzó sobre ella:

– ¡Yum! ¡Rica energía!

Pero ni siquiera pudo empezar a devorarla. Ganímedes le había visto. Hasta entonces se había mantenido un poco al margen , preocupada como estaba por Jack, que se había quedado en la superficie. Pero el peligro era demasiado grande. Así que se acercó por detrás y le agarró, sujetando el bastón entre las mandíbulas abiertas del mosntruoso come energía. Glom no pudo hacer nada por liberarse, meintras Ganímedes se alejaba de la barrera de energía cuántica.

 


Más y más personas (en el más amplio sentido de la palabra) seguían llegando a Blecker Street. Así, mientras que una moto se detenía en el oscuro callejón de enfrente y esperaba, Avatar se materializaba en medio del círculo de místicos.

– ¿¡¿Qué?!? -dijo Extraño-.¿Quién eres y cómo has entrado aquí?

– Stephen Extraño -dijo Amor, apareciendo detrás de Avatar-, está en juego mucho más de lo que imaginas. He aquí a mi Avatar. Te será necesario en la batalla que te aprestas a entablar -y desapareció.


– ¿Qué es eso, Mentor? -preguntó Gladiador.

– No he podido analizarlo con detenimiento, Pretor, pero creo que se trata de una construcción creada por el terrestre Quasar. Su fortaleza depende, pienso, de la fuerza de voluntad de su creador. Y teniendo en cuenta que ha desaparecido… (13)

– ¿Pero es que no se dan cuanta de que lo que intentan hacer es una obscenidad? ¿Que si resucitan al Devorador de Mundos, el próximo planeta que caiga puede ser Chandilar… o la Tierra? ¿Por qué no son capaces de verlo? ¿Por qué? ¿Por qué?

– Creo, Pretor, que porque…

Pero Gladiador ya no le escuchaba. Retrocediendo unos centenares de metros, tomó impulso y se dirigió a toda velocidad contra la barrera cuántica. No llegó a impactar. Frenó en seco, como si algo que no era su voluntad hubiera detenido su avance, a mitad de camino.

– ¿Pero qué…? -exclamó, sorprendido.Ante él se materializó de la nada lo que parecía un humano rubio, vestido con un uniforme blanco y una capa roja a la espalda.

– No sigas, Shi’ar. No sabes lo que estás haciendo.

– Por Sharra y K’ythri… ¿quién eres tú?

– Puedes llamarme Capitán Héroe, shi’ar. Y soy el que te va a detener.


(1) Tras la saga de El guantelete del Infinito.

(2) Thanos crió a Gamora.

(3) Thanos y Gamora se hallan enfrascados en la búsqueda de las Gemas del Infinito.

(4) Narrada en la saga La Guerra de los Heraldos II, en los números 10 a 12 de esta misma colección.

(5) En Estela Plateada v. III # 95-100.

(6) Como se vio en los números 14 y 20 de esta misma colección. Y lo que queda…

(7) La razón de estas bajas se contará en el Anual Nuevos Guerreros/Quasar Nº5.

(8) En Los Cuatro Fantásticos # 244.

(9) Lee Cronotormenta, a partir de Los Vengadores # 407, para saber por qué.

(10) En Estela Plateada # 109.

(11) En Los Cuatro Fantásticos # 414.

(12) Las dos ocasiones en que Quasar y Jack se han cruzado (en los números 19 y 29 de la colección del Vengador Cósmico), han acabado a mamporros.

(13)Si quieres saber dónde está Quasar, lee el número 69 de su propia serie.


En nuestro próximo número: No te pierdas la continuación de Emociones Primarias, en Poderes Cósmicos # 24.


Un saludo y no dejéis de leernos, y escribid a Autopista hacia el espacio – Correo de los lectores (bergil@altavista.net) con cualquier duda o comentario que os surjan. Que no muerdo, caramba, y es muy agradable recibir e-milios (incluso aunque sean críticos)

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