Excalibur #101

Excalibur #101El Rey Arturo tuvo un sueño… un grupo de caballeros que protegieran al mundo en vez de subyugarlo. Arturo se fue, pero su sueño sigue vivo, en un grupo de héroes que defienden la coexistencia pacifica de todos los seres, allí donde este. MarvelTopia presenta al grupo de héroes británicos, EXCALIBUR

#101 – Algo por lo que luchar
Por GreMio y BeetleCrawler


Fecha de publicación: Mes 1 – 5/98


Notas: ##denota habla telepática##, **denota pensamiento interior**.


El espíritu de la Madre Askani sufrió un estremecimiento cuando su cuerpo murió, Sabía que tenía el tiempo contado, que debía llegar a su objetivo antes de desaparecer bajo el manto de la muerte y el olvido. Usó las contadas fuerzas que le quedaban para llegar a la dimensión donde vivía la persona que sería su mensajero.


Los Centinelas habían sido vencidos. El férreo control genético que estos seres metálicos de cinco metros de altura se había convertido en protección a cualquier forma de vida. Y ese cambio se había producido gracias a un grupo de mutantes del pasado, los llamados Excalibur. En la épica Batalla de Nueva York, el grupo mutante y los supervivientes de la británica Coordinadora Ejecutiva de la Resistencia (CER) habían modificado el programa básico que regía las acciones de los colosos metálicos.

Kate Pryde. Su nombre se había convertido en legendario. Miembro de la Patrulla X, régimen abierto del campo de concentración de Manhattan. Superviviente de la fallida infiltración al edificio Baxter, antigua base de los 4 Fantásticos, y en aquel entonces centro neurálgico de las comunicaciones de los Centinelas. Atrapada tras la destrucción de la planta de procesamiento de los nuevos Centinelas Nimrod. Y la decisiva Batalla de Nueva York.

Pero el precio había sido excesivo. La Patrulla, un Nimrod viajando al pasado, un envenenamiento radiactivo, y, por alguna razón que aún no conocía, convertida en lo que más odia, en… centinela.

Aunque su cuerpo pertenecía a un extraño miembro del grupo Excalibur, Cacharro, seguía sintiendo cierto escalofrío, más mental que físico, cuando caía en la cuenta que su cuerpo actual era una carcasa metálica, de la que aún no conocía la plenitud de sus posibilidades.


La vuelta a isla Muir desde Londres fue tranquila, aunque en el Sky News el hombre del tiempo había predicho que habría rachas atemporaladas de viento de componente norte y posibilidades de chubascos en el mar del Norte.

En el interior del Corredor Nocturno, la nave de Excalibur recientemente construida por Brian Braddock, conocido como Británico, flotaba un aire de preocupación por el estado de salud, por decir algo mínimamente aplicable al componente menos humano del grupo, el ser tecnoorgánico autodenominado Douglock, rescatado del cuartel general de Aire Negro, donde había sido diseccionado para su estudio y posterior empleo como catalizador para liberar a un demonio que habitaba bajo las calles de Londres.

«No me gusta. El estado de Douglock no termina de convencerme»

«¿Qué &#%$ª!!(*) le pasa, Kitty? ¿Por qué no se recompone a sí mismo?», preguntó Wisdom.

«Sus mecanismos de autorreparación han sido sometidos a un gran esfuerzo en demasiado poco tiempo. Sus células nanotecnológicas…»

«O sea, que tendremos que llevarlo cagando leches al laboratorio de la bruja escocesa.»

«MI Corredor Nocturno nos llevará allí en 10 minutos. No os preocupéis, llegaremos enseguida.»


La isla Muir, desde el aire, mostraba las cicatrices de todas las batallas que en su superficie y en ocasiones más abajo se habían desarrollado. Y especialmente la batalla contra el Rey Sombra, cuyo resultado fue la destrucción de la mitad de la misma. Cada vez que la veía desde el cielo, Amanda Sefton, la hechicera también conocida como Viajera Diurna, sentía un escalofrío, que la subía por toda la espalda y que tenía que alejar de sí sacudiendo la cabeza. Pero la mansión seguía en pie, desafiante ante las olas del proceloso Mar del Norte.

El Corredor Nocturno aterrizó en el hangar. Cuando Amanda puso sus pies en el suelo de cemento que servía de pista de aterrizaje, un súbito mareo le hizo perder el equilibrio y caer.

«¡¡¡Gemelos!!! Doble alegría y doble gasto.»

Tras este comentario, Pete Wisdom recibió un codazo en el pecho por parte de Kitty.

«Auugh. Me has roto la única costilla que el acorazado Potemkin me dejó entera. Los habitantes de las colonias no tenéis sentido del humor.»

Antes de que Amanda tocase el suelo, Rondador ya se había teletransportado y la había cogido por la cintura, para depositarla cuidadosamente en el suelo, mientras gritaba pidiendo una camilla.

«Déjalo, Kurt. Ya me siento algo mejor. Tras la lucha contra el demonio de Londres y mi madre, ver la isla ya ha sido demasiado para mí.»

«Rory ya debe estar poniendo a punto el laboratorio. Descansa un rato, es una orden de tu doctora.», dijo Moira cuando apareció por la puerta del hangar. «Oh, el hooligan mutante ha vuelto, y de una pieza.»

«¿Te has quedado sin compresas esta mañana, McTaggert?», comentó Wisdom mientras apretaba con su mano derecha el lugar donde se había incrustado el traicionero codo de Kitty.

La mirada asesina de Moira le hizo callar, y se hizo el silencio mientras los heridos, Douglock y Amanda Sefton, la maga y teletransportadora, eran llevados a los laboratorios del complejo. Wisdom se quedó unos pasos atrás de los demás.

**Si la bruja escocesa llega a ser mutante, me habría convertido en esos filetes muy muy hechos que nos pone en los desayunos**, pensó mientras encendía un cigarrillo en su zona preferida, cualquiera donde hubiese un cartel prohibiendo fumar.


En una isla perdida en el Caribe que no figura en las cartas de navegación (¡ojo! no confundir con la emergida en UXM #147, o con Ogasawara, la isla de los Monstruos, o con cualquiera de las demás islas misteriosas) un grupo de extremadamente peligrosos individuos discuten sus planes de conquista y gloria. El joven heraldo del destino rebautizado como Éxodo medita sobre los recientes acontecimientos.

**Mi enfrentamiento con el niño Grey no sólo me dio nuevas energías y unos extraños recuerdos de un mundo dominado por el falso dios egipcio, además parece haber enfermado mi misma alma.**

**Todas mis fuerzas aparecen y desaparecen sin que en mi mano esté el fijarlos en su manera natural, extrañas nubes y visiones pasan por mi mente, algo esta siendo arrancado de mi alma en las últimas semanas.**

**Si, Lord Magneto no lo permita, cayera yo mismo presa de la impía peste que liberó el mil veces maldito Dyscordia sobre todos los hermanos mutantes, todo nuestro futuro sería segado. ¡¡No seré doblegado!! ¡¡No puedo permitirlo!!**

Carmilla Unuscione, la joven mutante de exoesqueleto psiónico, se había unido a los que, bajo el estandarte del mártir Magneto, defendían la supremacía de la raza mutante, no para vengar la muerte de su padre, sino por un verdadero convencimiento en la causa de los llamados Acólitos. Recorría la orilla de la paradisíaca isla, se detuvo y perdió su vista en la inmensidad del mar Caribe. Para la hija de Unus, uno de los primeros apóstoles de Magneto, esta circunstancia le daba una aureola de respetabilidad entre los que no tenían unos antepasados tan ilustres. Aunque para ella no significaba nada toda esta palabrería. Carmilla Unuscione era quizás el miembro más fanáticamente convencido de aquel grupo, y esa era su principal fuerza.

Escáner, la mutante con poderes exploratorios y capaz de separarse de su yo astral indefinidamente vuelve a dudar, teme… De nuevo se ve inmersa en la espiral de venganzas y guerras. Ella sólo querría vivir fuera del alcance de los humanos, lejos del dolor, sentirse como cuando vaga en su forma incorpórea, intocable e inalcanzable. Para ella los Acólitos no eran el fin como para los Kleinstock, sino un simple medio, doloroso pero necesario, para estar con los suyos, aquellos a los que ahora consideraba su única familia, aquellos a los que detectaba incluso de forma no voluntaria.

Amelia Voght. La que había sido amante de Charles Xavier, el impío, el director del grupo que más se había opuesto a su forma y medios de traer el paraíso a la raza mutante, la odiada Patrulla X. ¿Por qué sus hermanos no se les unían? Ella lo sabía, lo sabía de primera mano: Xavier el impío los estaba controlando mentalmente, como antes hizo con ella cuando ella le abandonó. Magneto era diferente, no imponía su criterio. Magneto no olvidaba su pasado, Xavier sí. ¿Por qué el único discípulo de Xavier que se les había unido, Coloso, los había abandonado a la caída de Ávalon? Maldito seas por siempre, Charles Xavier, por tus actos, por tus silencios, por lo que has dejado de hacer.


El laboratorio médico de isla Muir había vivido demasiado en los últimos meses. Moira echaba de menos la tranquilidad que se respiraba unos años atrás, cuando había convertido la vieja mansión que dominaba la isla en uno de los centros de investigación sobre las mutaciones más importantes de Europa. Echaba de menos los tiempos en que Lorna Dane y James Madrox le ayudaban a llevar el centro adelante. Eran los tiempos de Magneto convertido en niño, de su hijo Proteus, confinado en una sala de seguridad por su poder excesivamente peligroso que ella luchaba por anular. Pero la tranquilidad había desaparecido. Maldito Erik el Rojo, malditos Cosechadores, maldito Rey Sombra, malditos Acólitos.

Kurt se sentó junto a la cama que su querida Amanda ocupaba en el laboratorio. Aunque ella afirmaba que estaba bien, no quería separarse de su lado. En el otro extremo de la sala, los científicos examinaban el «estado de salud» del otro paciente, Douglock. Kitty, la que más había estudiado en los últimos tiempos su fisiología nanotecnológica y Rory, el hombre que la había ayudado desde antes de llegar Excalibur a su isla.

Moira respiró hondo para alejar de su cabeza la nostalgia de tiempos pasados. Sus conocimientos eran necesarios en el presente, ya que el pasado, por mucho que lo desease, jamas volvería. Conectó los sofisticados aparatos con tecnología Shi’ar, que como todo asociado a Xavier usaba con toda la pericia del mundo, e inició el chequeo de los sistemas internos de Douglock.


Ellos nunca lo considerarían su líder.

Unos pocos le seguían por miedo. Otros simplemente necesitaban algo en que creer, pero ya no podía ver el brillo de la esperanza que tenían en Ávalon, la Caída había acabado con todo. El auténtico pastor del rebaño ahora se hallaba perdido, las recientes derrotas habían mermado su credibilidad ante sus hermanos, y cuando el elixir de poder del joven Grey parecía haber restaurado al menos el fuego externo de su anterior aura de santidad, ahora, al borde de reclamar una nación entera en nombre de los homo superior del mundo, una nueva sombra se cierne en el espíritu del enviado del Éxodo.

Al pie de la montaña, junto a imposibles maquinas de combate esculpidas por los nacidos con el don de moldear el metal, el improvisado nuevo ejercito del pueblo mutante se disponía a oír a su «Mesías«. Esperan a Éxodo, no a Bennet du Paris, y es Éxodo el que les habla:

«Ha llegado el momento de continuar la Obra de nuestro Señor Magneto, en estas tierras, junto a los que nos precedieron en nuestra lucha, donde fue proclamada por vez primera la posibilidad y el derecho de tener nuestra propia tierra, de ser los AMOS de nuestro destino. Y fueron derrotados. ¿Por qué? ¿Por quién? os preguntareis. Por la TRAICIÓN, por nuestra misma sangre, por aquellos que osaron mancillar el cuerpo y la mente de nuestro Señor. Es aquí, ahora, donde en nuestro momento más oscuro nos levantaremos, seguiremos su obra y esta vez limpiaremos la Tierra, no sólo de los pusilánimes no dignos de Creer, sino de todos aquellos a los que les fue ofrecida la Verdad y la rechazaron. Hoy recuperaremos a los prisioneros de guerra, hoy quemaremos la mala simiente. Mañana tomaremos estas tierras heréticas. Mañana nos alzaremos sobre los campos yermos y sobre los cadáveres de nuestros enemigos».

Los Acólitos recibieron esas palabras en una estallido de alegría, lanzando vítores, con una fe y convencimiento que no había visto desde la reaparición del Señor Magneto, que se había alzado de las garras de la muerte para comandar a la raza mutante a su era dorada.

Satisfecho de obtener la respuesta deseada, volvió a tomar la palabra.

«Escáner, reúne una fuerza de ataque de ocho guerreros, dentro de quince minutos, en el puesto de mando. Es hora de que los discípulos británicos del impío Charles Xavier expíen los pecados que cometieron contra de la Causa, contra el Elegido, contra la Verdad.»


Parecía la sala de urgencias de un hospital, pero el paciente era lo menos parecido a un ser humano. Quizás si lo hubiese sido la cosa hubiese sido más fácil. Masaje cardíaco, evitar fibrilación, a lo peor una operación de bypass. Unas grapas del cinco, o una simple escayola.

Pero, ¿cómo atender el «estado de salud» de un ser que más parecía un mecano que un ser humano?

Los ordenadores del medilab de isla Muir confirmaron el diagnóstico preliminar de Kitty en el Corredor Nocturno. El cuerpo de Douglock había sido forzado en demasía, y sus sistemas, aunque en estado crítico, todavía tenían la capacidad de regenerarse y darle al entrañable ser nanotecnológico una segunda oportunidad de vivir. Pero a pesar de tener un alto porcentaje de posibilidades de supervivencia, la situación era crítica. No era seguro que volviese a ser el de antes, fuera el que fuera.

En la sala de estar, Meggan miraba la televisión. La noticia principal la dejó aterrada. Un ser psiónico autodenominado Onslaught había destruido una amplia zona de Nueva York. Los recuerdos de una experiencia anterior, cuando los demonios del Limbo invadieron la Gran Manzana, hicieron que exteriorizase su miedo mediante un grito.

«¿Qué te pasa, Meggan?», preguntó Brian al entrar en la sala.

«Mira la tele, Brian. Otro monstruo. Lo ha destruido todo. Los héroes han luchado contra él, pero no se sabe nada. Oh, Brian, ¿habrán muerto?»

«No lo sé, Meggan. De verdad que no lo sé»

En ese momento Rahne entró en la sala en su forma lupina, ya que así llegaría antes. Había oído el grito de Meggan, y cuando cruzó la puerta vio las imágenes de Nueva York. Recordó también la experiencia de la invasión demoníaca de Nueva York, y se estremeció.

En el medilab, la noticia aún no había llegado. Pero de haberse conocido tampoco era conveniente darla a conocer. Douglock estaba siendo sometido a un complejo chequeo y el estado de Amanda desaconsejaba someterla a una nueva emoción, sobre todo la de ver cómo una ciudad como Nueva York podía ser destruida. Pero la tranquilidad estaba lejos de establecerse permanentemente en la isla situada al norte de la Gran Bretaña. En ocasiones parecía una invitada ocasional, que viene de visita para irse pocos días después. Los sistemas de seguridad para detectar la presencia de intrusos localizaron formas de vida no autorizadas en el perímetro del espacio aéreo y dieron la señal de alarma.

«!¿Was ist…?¡ No en este momento, por favor.» Kurt le dio un puñetazo al intercomunicador que había en una de las paredes del medilab. «Brian, localiza al intruso con los monitores. Moira, asegura la entrada. Amanda, liebchen, por favor no salgas del Medi-Lab.»

«Es un grupo de Acólitos encabezados por Éxodo», anunció Brian a través de los altavoces del complejo.

«Moira, intenta pedir ayuda a quien puedas localizar. Pete, ¿estás lo bastante recuperado de tu pelea con Scratch?»

«Listo para freír a los amigos del Ruski», anunció con voz satisfecha mientras flexionaba los dedos de ambas manos.

Mientras salía del medilab por la puerta, para evitar llenarlo del olor a azufre, sello inequívoco del uso reciente de sus poderes teletransportadores, Kurt daba gracias a Dios por los sistemas de seguridad que Forja había instalado en la isla, y que Brian había puesto a punto recientemente. Por desgracia, en los últimos tiempos habían sido útiles demasiadas veces, y se preguntó si tanto movimiento no sería perjudicial para un lugar dedicado a la investigación médica, especialmente a la curación de la plaga denominada virus del legado.


En los límites exteriores de la isla, Éxodo trazó el plan de ataque. Por una parte, un grupo, comandado por él mismo, se encargaría de rechazar a los defensores de la isla, los herejes denominados Excalibur. Por otro lado, Escáner localizaría al hermano Espora, lo liberaría de su encierro, y sería conducido del purgatorio escocés a la gloria de la supremacía mutante. Éxodo esperaba que la oposición fuese importante pero no excesiva, para poder llevar a cabo el verdadero objetivo de esta misión, obligar a la doctora McTaggert a que le diese el elixir de la vida, una cura para la enfermedad que padecía, producida por el virus del legado. La causa mutante no podía quedarse sin su líder, el único interprete de las enseñanzas del Señor Magneto.

Tras reunirse en los pasillos cercanos al medilab los miembros de Excalibur, Kurt Wagner (Rondador Nocturno), Brian Braddock (Capitán Britania), Meggan, Kitty Pryde (Gata Sombra), Peter Wisdom, Rahne Sinclair (Loba Venenosa) y Peter Rasputin (Coloso) se dirigen hacia el lugar que presumiblemente los Acólitos abrirán, para desespero de Moira, una nueva puerta. Coloso siente la batalla como la exteriorización de sus miedos internos.

¿Cómo podría luchar codo con codo con el hombre con el que actualmente estaba emparejado su querida Katya? ¿Apoyaría a sus amigos de siempre? ¿O a los que hasta hace poco eran sus camaradas, sus aliados, sus hermanos, los Acólitos?

Kurt observa a Piotr con preocupación. Después de tantos años de amistad, había llegado a adivinar lo que pensaba su amigo. Sabe, aunque él jamas lo exteriorizase, que Coloso, en su interior, está librando una lucha más importante de la que va a producirse en escasos segundos.


Allison Crestmere vaga sin rumbo por las calles de Londres [«Bittersweet simphony.» The Verve]. La búsqueda de sus padres por ahora no está siendo precisamente un éxito. Empieza a cuestionarse si alguna vez los encontrará, o peor aún, si de verdad éstos existen. No desea llamar de nuevo a la mansión de la carretera Graymalkin, del condado de Westchester, estado de NY, lo consideraría un fracaso. **Profesor, necesito dinero, que mis padres no aparecen, ¿quiere saber lo más gracioso? que Nueva Roma era una ilusión, un decorado para una única espectadora. Ayudeme, por favor.**

No, no lo hará. Aunque no fuese esa su verdadera vida, aún se siente neoromana, una noble patricia, descendiente de una familia cuyas raíces estaban fuertemente asentadas cuando los países actualmente más poderosos no eran sino colonias del milenario poder de Roma.

Enfrascada en estos pensamientos, pasó junto a un muro de imágenes brillantes e hipnóticas, que mostraban las sobrecogedoras escenas acaecidas en Nueva York, donde la entidad Onslaught había destruido una buena parte de la ciudad. De nuevo la voluntad de los poderosos imponía sufrimiento a los débiles, de nuevo los «dioses» jugaban con los humanos. De nuevo el deber, luchar por el propio destino, la oportunidad de volver. La tranquilidad de solamente tener que luchar por el destino del mundo, tener una identidad, aunque sea la de una mujer envuelta en llamas contra otros que no quieren volver a sus personalidades. Volver. Buscaría a Excalibur, los discípulos de Xavier en Inglaterra, a Kitty y Rachel.


Estalla el Caos, los muros salen despedidos en múltiples direcciones, el grupo de intrusos abre su propia entrada en el Centro médico, parte de la debilitada área este [semiderruida por Nate Grey] es despedazada por los poderes psiónicos de Éxodo para dejar paso a los liberadores.

Un enorme mutante de mutaciones evidentemente físicas se abre paso entre la circuitería Shi´ar, mientras un par de Acólitos con poderes energéticos dejan en libertad todo el odio y resentimiento en la forma de destructores haces de plasma sin preocuparse lo más mínimo por los objetivos en que recae su ira.

«Escáner, ¿donde están los herejes? Localiza a Espora. Y vosotros, dejad de malgastar vuestras fuerzas y centráos en nuestros objetivos», gritó psiónica y físicamente Éxodo a la totalidad de la fuerza de choque.

«Señor, una fuerza de mutantes se halla agrupada a las once un par de niveles debajo de nosotros».

«Los puedo sentir.» Inmediatamente, la cara de Éxodo refleja ira y odio en grandes proporciones, y murmura entre los dientes «te he detectado, blasfemo traidor, Piotr Rasputin, Coloso.» Y añade voz en grito a sus fieles «Yo mismo enarbolaré la espada de la justicia de Magneto en mi mano».

Toneladas de metal y piedra se abren al comando de la furia de Éxodo, varias habitaciones son abiertas como papeles arrugados en manos de un niño.

«¿Que J*****s demonios está pasando? ¿Les acompaña el quinceañero del ojo luminoso o qué?, exclamó Wisdom .

«Unglaublich, el techo se está abriendo, ¡cubríos!».

Con el estruendo de mil cristales rompiéndose, como una estampida de rinocerontes en Jumanji, Éxodo anuncia su presencia a los blasfemos Excalibures.

«Piotr, hereje, tus ofensas han llegado a su fin. Vas a morir»

El rostro de Éxodo, claramente irritado, con los ojos desprendiendo energía de fuerte intensidad, muestra que no se va a detener hasta que compruebe que sus enemigos son destruidos. Se lanza hacia ellos a gran velocidad, cuando en ese momento un estallido de luz precede la aparición de Cacharro Pryde. Antes de poder articular palabra, aunque deberíamos decir poner en marcha su sintetizador de voz humana, se establece un flujo de energías entre Cacharro y Éxodo convirtiéndose en traslúcida e iridiscente toda la zona, desapareciendo en un fogonazo de luz tanto Excalibur como Éxodo.


Manuel Alfonso Rodrigo de la Rocha, el mutante conocido como Émpata, se hallaba en Marbella, en una fiesta benéfica celebrada con el objeto de recaudar fondos para ayuda humanitaria destinada a Trans-Sabal, de los cuales sólo llegaría un 15 por ciento a su destino, después de pagar la asistencia a poseurs y protagonistas de las revistas de sociedad. Andaba entre bandejas de canapés y joven compañía de usar y tirar para talonarios repletos.

Pero entre todos estos aspirantes a halcones ninguno podría sospechar que la auténtica águila se encontraba entre ellos, en la forma del joven elegantemente vestido que no figura en ninguna lista de popularidad.

«Señor De La Rocha, tiene una llamada desde Nueva York, de parte del señor Shaw». Puede atenderla en el recibidor», dijo la camarera.

«¿Qué quieres, Shinobi?»

«La suposición de que el señor Shaw sea yo es hoy en día un tanto apresurada.«

«Por mis noticias tú te has esforzado especialmente en ser el único Señor Shaw.»

«Todos los rumores son infundados, aunque sean cercanos a la realidad. Te he llamado para informarte de la caída y desmembramiento del ramal inglés del club Fuego Infernal.«

«Pensaba que el original era el inglés. ¿Y?»

«Sin Círculo Interior hay un vacío en todas las estructuras de poder tanto inglesas como europeas, esperando alguien dispuesto a llenarlo, alguien sin escrúpulos, como tú.«

«Yo tengo escrúpulos, quizás no tenga piedad, aquellos que podrían enseñarme a tenerla están muertos, y tu precioso Círculo Interior no les sirvió de mucho. ¿O le sirvió de mucho a tu padre?»

«Te aseguro que a mi querido padre le sirvió de mucho. Como te puede servir también a ti.«

«Cuánto honor me haces, querido amigo… No te preocupes, si tu «ramal» inglés me llegara a interesar, será mío, pero no olvides, todos pagan sus deudas.»

«Tengo eso más presente de lo que crees. Si haces «tuyo» el poder, tus deudas serán pagadas, el juego terminará. Piénsalo. Estaremos en contacto. Adiós, y sigue disfrutando de la fiesta.«


Los Acólitos están confusos. Acostumbrados a «oír» telepáticamente las órdenes de su líder Éxodo, desde la desaparición de éste hay silencio. ¿Qué han de hacer? Pero la desorientación dura poco, cuando los dictados de Escáner les devuelve a la combativa realidad. Acaba de detectar a Espora, sabe dónde encontrarle, y en previsión de posibles medidas de seguridad para evitar fugas asume el mando efectivo de la operación de la forma más directa y sencilla. «¡¡¡¡ESCUCHADME TODOS!!!! Éxodo ha desaparecido, Wildebeest, Forager y Prophet me acompañaran a liberar al estúpido de Espora. Los demás asegurad el perímetro e intentad recopilar toda la información útil que podáis, NO BUSQUEIS A ÉXODO, si aparece algo o pasa algo limitaos a informarme.»


**Por favor, que alguien escuche esto**, pensaba Moira mientras conectaba el telecomunicador con la escuela de Massachussets, sede de la escuela Xavier para jóvenes talentos, y lo más importante, el lugar donde vivía su antiguo amante, el irlandés Sean Cassidy. Sabía que sus niños de Generación X no se enfrentarían a Onslaught, y sería sencillo localizarle, y desde allí conseguir la ayuda necesaria contra los Acólitos. Pero por alguna razón nadie respondía. Así que cambió de estrategia y mandó el mensaje de socorro a las autoridades británicas. Quizás el gobierno tuviese un grupo de superseres al estilo de Factor X o la Fuerza de la Libertad. No le importaba tener que invitarles luego a un té con pastas si eran capaces de librarles de esos fanáticos mutantes con tendencia a destrozarlo todo dado su desconocimiento del uso de las puertas.


En el siguiente número, el destino de los desaparecidos Excalibur y Éxodo. Estremeceos: ¿encontrarán los Acólitos a Moira y los heridos? ¿Cuál será la decisión de Émpata? ¡Feron! ¡Dai Thomas! ¡Micromax! ¡Magma! ¡Y dos personajes que jamas pensarías ver por estas páginas! ¿O quizás si?


CARTAS A LA PERFIDA ALBION

Si quieres mandar alguna carta al correo escribe a: gremio3@geocities.com y titula la carta MARVELTOPIA EXCAL

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