Thor #510

Thor #510Hijo de Odín y Gea, dios del trueno, portador de Mjölnir, el martillo encantado hecho del mineral místico de Uru. Cuando Midgard o Asgard corren peligro, los cielos retumban saludando a su defensor más aguerrido.

#510 – Falta de esperanza IV
Con hermanos como estos…

Por Bergil
Portada de Tamara Vázquez


Fecha de publicación: Mes 25 – 5/00


Sorprendido por los gritos que había oído, Thor se acercó con precaución al sitio de donde parecían provenir. o que vio le dejó sorprendido. Creía haberlo visto ya todo en cuanto a refinamiento de crueldad en las últimas semanas, pero aquello lo superaba con creces.

Ante él se encontraba el último de los Tres Guerreros, el único que hasta entonces no había podido encontrar: Hogun, llamado el Torvo. Pero su aspecto en aquel momento era todo menos torvo; de hecho, reía a carcajadas, interrumpidas sólo por gritos de dolor. ¿Y a qué se debía aquella hilaridad, tan extraña en el por lo habitual serio camarada de armas del dios del trueno? Pequeños péndulos oscilaban a un lado y a otro, llevando plumas en su extremo. Las plumas rozaban suavemente las plantas desnudas de los pies de Hogun, produciéndole unas cosquillas que, ahora, al cabo de varias semanas de reír sin parar, debían resultar tan dolorosas como la más atroz de las ordalías.

Sin decir una palabra, el dios del trueno avanzó hacia Hogun, decidido a terminar con aquello. Pero no se había percatado de la presencia, entre las sombras que bordeaban el claro, de una manada de lobos que ahora, al percibir que alguien había irrumpido en la escena, se aprestaban a atacar.

Un gruñido sordo a su izquierda fue suficiente para que Thor se pusiera en guardia. Tomó a Mjölnir en su diestra y dio la espalda a Hogun.

– ¡Venid, bestias malignas! -exclamó-. ¡Venid, y veréis que pretendéis morder más de lo que podéis tragar!

Si algún efecto tuvo su reto en los lobos, fue el de acicatearlos para que iniciaran su ataque. Pero el dios del trueno se había enfrentado a bestias semejantes desde su más tierna infancia, y sabía bien cómo pelear contra ellas. Con ojo certero, identificó pronto al jefe de la manada. Si acababa con él, los demás huirían como las bestias cobardes que eran. Pero no iba a resultar tan fácil. El líder de la manada no atacaba al frente de la misma, sino que enviaba a los demás miembros como un general enviaría a la tropa, permaneciendo él en la retaguardia. Así pues, Thor tuvo que abrirse paso hasta él. Cuando el primer lobo le atacó, el dios del trueno le golpeó con su martillo encantado, dejándole inconsciente. Tomándole por las patas de atrás, lo empleó como si fuera una cachiporra, despejándose el camino y enviando a sus oponentes a derecha e izquierda, sorprendidos ante aquella furia imparable.

Finalmente, Thor llegó ante el lobo líder. Arrinconado, la bestia no tuvo más opción que atacar. Tomando impulso, saltó hacia el dios del trueno con las fauces completamente abiertas. Dejando caer el cuerpo inconsciente de la alimaña que hasta entonces había empleado como arma, Thor cogió a su atacante en pleno salto, y enlazó sus manos a la espalda de la bestia. Indiferente a los mordiscos que le propinaba, apretó más y más su presa, hasta que oyó crujir la espalda del animal. Con su cabecilla caído, la manada se dispersó, indiferente a los gritos de desafío que les lanzaba Thor.

– ¡Volved, alimañas! ¡Volved, y luchad con honor, si es que conocéis tal cosa!

Comprobando que no iban a regresar, Thor se volvió hacia Hogun y le liberó con certeros golpes de su martillo. Cuando tendía su mano a su noble camarada para ayudarle a incorporarse, sintió cómo se le nublaba la vista, y cayó al suelo desvanecido.

Al abrir los ojos, tardó unos segundos en enfocar la mirada. Cuando lo consiguió, vio ante él el rostro serio de Hogun, que le miraba con preocupación.

– ¿Cómo os encontráis, Odinson?

– Estoy… bien, creo -dijo Thor-. Pero no hablemos de mí. ¿Cómo os encontráis vos?

– Mucho mejor, ahora que me habéis liberado. Ha sido verdaderamente terrible, estar semanas y semanas sometido a semejante tortura…

– Sí, no es muy habitual veros sonreír, Hogun…

– No bromeéis con eso, dios del trueno. Vos mejor que nadie sabéis la razón de mi gesto taciturno (1)

– Tenéis razón, compañero. Disculpad pues mi falta de tacto.

– Entre camaradas como nosotros no hay nada que disculpar, mi príncipe. ¿Cómo se encuentran vuestras heridas?

– ¡Bah! Las he sufrido peores -dijo Thor, no queriendo preocupar a su compañero. En realidad, las heridas que le había causado el lobo le molestaban más de lo que le gustaría-. No nos preocupemos. En cuanto descansemos, habremos de separarnos.

– ¿Estáis seguro, Thor?

– Pocas veces he estado más seguro de ello. amigo mío.

Así pues, a la mañana siguiente ambos amigos se separaron. Después de indicar a Hogun la posición en la que calculaba se encontraba Odín, Thor reemprendió su ruta.


Algunos días después se arrepintió de haberse separado de su camarada. Las heridas recibidas se le habían infectado, y tenía fiebre. Aunque todavía le quedaban unas pocas de las preciosas manzanas de Idunn, no quiso emplearlas para curarse. Jamás se lo perdonaría, si encontraba a más aesires y no disponía de los mágicos frutos que asegurarían su restablecimiento.

Tambaleándose, Thor se apoyó en un árbol. En ese momento, su oído captó un ligero sonido, como el de una cuerda desplazándose rápidamente por el aire. Luchando por vencer el sopor que le atenazaba la mente, caminó hacia el ruido. Atravesó una densa vegetación que le impedía divisar con claridad su destino, y entonces la vio:

– ¡Milady Sif!

La bella y valerosa hermana de Heimdall yacía atada a cuatro estacas en el suelo, mientras que una serie de cables, cual látigos de acero, herían su piel allí donde la tocaban. Al mismo tiempo, una manada de urracas picoteaba la piel de Sif en los lugares en los que ésta quedaba al descubierto.

Reuniendo sus últimas energías, Thor convocó un viento huracanado que alejó a las aves de allí. Sin importarle los surcos que los cables abrieron en su carne, se acercó a la bella diosa y la liberó. Se alejó hasta el borde del claro y allí cayó al suelo sin sentido.

Cuando despertó, se hallaba a la sombra de uno de los árboles. Ante él, pero dándole la espalda, estaba Sif.

– ¿Milady Sif? -dijo, con voz débil-. ¿Sois vos? ¿Cómo os encontráis?

– Sí, mi príncipe, soy yo -dijo Sif. Sin embargo, Thor frunció el ceño. Su voz sonaba… extraña-. Debéis comer, mi señor.

Cuando Sif se dio la vuelta para  ofrecerle una de las últimas manzanas de Idunn, Thor comprendió el porqué de la voz de Sif. Había utilizado jirones de su capa para vendarse las heridas más graves, y el rozo mayor le cubría la cabeza excepto los ojos y la nariz.

– ¿Milady? ¿Qué os ha ocurrido? -preguntó, extendiendo débilmente una mano hacia ella.

– No, mi señor, no me toquéis -dijo Sif-. Es mejor que mi rostro permanezca oculto de momento.

– Pero… ¿no podría una de las manzanas de Idunn…?

– Vos las necesitáis mucho más, Thor. Y quedan tan pocas…

Durante los días siguientes, Thor y Sif avanzaron lentamente hacia la ciudad de Asgard. Finalmente, las fuerzas les abandonaron. Sin decir nada, Sif se había privado de las precisas manzanas, para que Thor pudiera hacer frente a la fiebre abrasadora que le consumía. Pero ya no quedaban más.

Thor yacía inmóvil en el suelo. A su lado, apoyado en su mano abierta, descansaba Mjölnir. Sin fuerzas, sin alimento que le reanimara, parecía haber llegado el fin de todo.

– Así pues -musitó-, el dios del trueno no caerá gloriosamente en combate, sino aquí, apartado de todo, derrotado por el hambre, la fatiga y el cansancio. ¿Vencerá, pues, el misterioso enemigo que ha devastado Asgard? ¿Será este el fin del reino dorado?

– No estáis solo, Thor -dijo una voz a su lado-. Yo estaré con vos hasta el final, cualquiera que éste sea.

– ¡Milady Sif! -exclamó Thor-. ¡Es bueno, pues, que estemos juntos aquí, al final de todo! Bendito sea, pues este momento…

– No te apresures tanto, hijo mío, en marchar a los brazos de la diosa de la muerte. No ha llegado todavía tu hora.

– ¡Padre mío! ¿Sois vos?

Se trataba, en efecto de Odín. Acompañado de los aesires que habían sido liberados por su hijo, y de los que él y los trolls habían encontrado a su vez- había llegado justo a tiempo. Heimdall levantó con delicadeza a su hermana, mientras que Ulik cargó con el dios del trueno. Poniéndolos a cubierto, Odín y la Encantadora les prodigaron sus cuidados.

– ¡Aléjate de mí Amora! -dijo Sif, cuando vio que la hechicera se acercaba a ella.

– No deberíais desconfiar de la Encantadora, Lady Sif. Sus intenciones son honestas, os lo aseguro -dijo Odín.

– Aún así, mi rey, prefiero no tener nada que deberle, aun a costa de permanecer como estoy -respondió con dureza Sif, dándose la vuelta y quedando de cara a su hermano.

– ¿Sif? -preguntó Heimdall, el noble rostro cruzado por una sombra de preocupación-. ¿Qué os sucede, hermana? ¿Por qué cubrís vuestro hermoso rostro?

– Preferiría no contestar ahora, hermano mío.

– Como deseéis, Sif.

Varios días después, cuando todos estuvieron recuperados, la hueste marchó en orden de batalla hacia la ciudad. Al frente marchaban decididos Odín, Thor y Ulik. Sin embargo, al llegar a unas decenas de metros de las murallas, se vieron detenidos por una barrera invisible que ni los puños de Ulik ni el poderoso Mjölnir fueron capaz de derribar. Extrañados, se detuvieron, cuando una risa maligna cortó el aire.

– ¡Conozco esa risa -dijo Thor, volviéndose hacia la ciudad-, y maldigo el día en que la oí por primera vez!

En lo alto de las murallas apareció entonces el hijo de Laufey.

– ¡LOKI! -exclamó Thor-. ¡Bajad aquí y luchad, si es que tenéis un adarme de hombría!

– Ah, hermanito -rió nuevamente Loki-, sigues tan ingenuo como siempre. ¿Qué tengo que ganar en una lucha cuerpo a cuerpo con vosotros? No tengo ninguna necesidad de ello. Adiós -dijo, saludando con la mano. En ese momento, un brillo dorado surgió de su índice.

Thor tensó los músculos, presto a lanzarse contra la barrera invisible que se interponía en su camino, pero una mano en su hombro le detuvo.

– No, hijo mío -dijo Odín con calma-. Loki ha demostrado ser demasiado fuerte, incluso para nosotros. Ni aunque se unieran todos los pueblos de Asgard contra él evitaríamos que prevaleciera. Necesitamos ayuda. Hay aquí más de lo que parece.

– Tenéis razón, señor -dijo Amora-. De Loki emanaba un poder superior incluso al suyo propio. Ese brillo en su dedo… Y… -pero no acabó la frase. Llevándose la mano a la boca, sus ojos reflejaron su espanto.

– ¿¡¿Qué?!? -dijo Thor, volviéndose-. ¡Jormungand! -exclamó-. Pero… ¡creí que había acabado con ella! (2). Y bien, padre. Como siempre, tenéis razón. ¿Qué esperanza tenemos para enfrentarnos a tamaños enemigos? ¿Los humanos?

– No, hijo mío -repuso pausadamente Odín-. Como bien dijiste antes de partir de Midgard (3), esta batalla no le corresponde librarla a los humanos. Ya nos ayudaron una vez (4), pero lo que nos espera les excede. No es el momento todavía de revelarlo todo -dijo rápidamente, viendo el gesto de impaciencia de su hijo-, pero ya queda poco. Sabe, pues, que no has de perder la esperanza, hijo mío. La esperanza es lo que permite que nos alcemos sobre las mayores dificultades, por insalvables que las mismas parezcan, y prevalezcamos contra ellas. La esperanza de los asgardianos es lo que ha mantenido a raya durante siglos sin cuento a los enemigos del Reino Dorado, más aún que la fuerza de sus valerosos defensores. Es la esperanza lo que da fuerza a los débiles, y es precisamente la esperanza de sus enemigos lo que debilitará a los malvados, por fuertes que parezcan, y precipitará su caída. Y es la esperanza lo que nos permitirá vencer también en esta prueba, porque si perdemos… ¿quién cantará nuestra gesta?

– Hablad, pues, padre de todos -dijo Thor humildemente, rodilla en tierra-. ¿Qué hemos de hacer ahora?

– Habremos de buscar ayuda, como os he dicho. Entre nuestros compañeros inmortales, contra los que esta amenaza también está dirigida ¿O es que pensáis acaso que, conquistada Asgard, la voluntad que lo consiguiera iba a detenerse?


Cuando la amenaza del Ragnarok se cernía sobre Asgard, Odín tomó a un simple periodista y le convirtió en el dios del trueno. Ahora, tras la amenaza de Onslaught, vuelve uno de los héroes más renuentes de todos…

HISTORIAS DE ASGARD PRESENTA…

RED NORVELL

Daredevil y Red Norvell se miraron en silencio. Antes de que ninguno de los dos pudiera decir una palabra, se oyeron voces. Lanzando el cable oculto en su bastón, Daredevil se impulsó ágilmente hacia arriba y desapareció.

Red se volvió hacia las voces. Eran dos individuos de piel negra. A uno de ellos le reconoció rápidamente, aunque ahora fuera enmascarado: era el gigante que le había hablado antes. El otro también iba enmascarado, y cubierto de la cabeza a los pies con un uniforme oscuro. Sólo podía ver sus ojos y la zona circundante a través del visor de la máscara, pero eso le bastó para saber que se encontraba ante un individuo con el que era mejor no meterse.

– Bueno -dijo el más bajo de los dos-. ¿Qué es lo que has averiguado?

– ¿No deberíamos presentarnos primero? -dijo Red, molesto por los modales imperativos del muchacho (pues muchacho era, a juzgar por su voz) que tenía frente a él.

– Tienes razón, he olvidado mis modales -reconoció el otro-. Puedes llamarme Destructor Nocturno, y mi compañero es Rabia. Y tú, ¿quién eres?

– Me llamo Norvell. Red Norvell. Soy… o era periodista. Podríamos decir que ahora estoy sin empleo fijo.

– Vale, ya hemos hecho las presentaciones, ¿no? ¿Qué tal si nos ponemos al día? -dijo Destructor, más amablemente que antes.

– De acuerdo, pues. Esto es lo que he averiguado -dijo Red-: toda esta zona está ocupada por pisos modestos, de renta antigua. Los inquilinos son gente modesta, en general de lo que se suele llamar edad avanzada. Existe un proyecto para construir en la zona un centro comercial, pero para ello sería necesario que los inquilinos vendieran sus viviendas. Y no parece que, en principio, estén muy inclinados a ello.

«Lógico«, pensó Destructor. «Gente modesta, pocos ingresos, rentas bajas… ¿dónde encontrarían algo semejante?«

– ¿Se sabe quién está detrás de las amenazas? -preguntó Rabia.

– Yo no he dicho nada de amenazas… -dijo Red.

– …pero se están produciendo -terció Destructor-. Es lógico. La posibilidad de dar un pelotazo resulta muy tentadora. Se compran pisos por un precio irrisorio, se derriban los edificios y se vende el solar por una millonada. Una fortuna conseguida con poco esfuerzo, si se carece de los escrúpulos que lo impedirían.

– En cuanto a quién está detrás de todo esto, no está todavía claro, pero suena el nombre de un tal Carlos… -dijo red.

– …Ortega -acabó Destructor-, alias Cuatro Ojos. Sí, nosotros también lo hemos oído. Es un gángster de poca monta dentro del hampa hispana. Un pelotazo de esta entidad lo enviaría directamente a las Ligas Mayores, si es que le sale bien. Es coherente. ¿Qué vamos a hacer?

– Yo voy a visitar a un abogado que me han recomendado, para que preste ayuda legal a los inquilinos -dijo Red-. Vosotros, que parece tenéis más conocimiento del barrio que yo, podríais pulsar la postura de la gente, a ver qué es lo que opinan.

– De acuerdo -dijo Destructor-. Parece lógico. ¿mañana, a la misma hora?

– Perfecto -dijo Red, estrechando la mano de sus interlocutores y separándose después.

«Necesito un buen descanso«, pensó, mientras se dirigía hacia el apartamento.


(1) La tierra natal de Hogun (una tierra innominada en algún lugar de la dimensión asgardiana) fue conquistada por Mogul de la Montaña Mística.

(2) En El Poderoso Thor # 380. Sin discusión, uno de mis números favoritos de toda la colección.

(3) En El Poderoso Thor # 506.

(4) Contra Surtur, con tropas y armas.


Saludos a todos. Este mes tenemos una mensaje de Angélica Molina, preguntando dónde puede encontrar imágenes de Thor. Bueno, Angélica, en principio te diría que usaras los buscadores (Altavista, Yahho, etcétera), pero una prueba rápida con ella no me ha dado resultados claros. Así, a bote pronto, te daré tres direcciones: la página de la Mailing List de cómics, donde prodrás encontrar varias imágenes de Thor junto con sus camaradas, los Vengadores; Zona Negativa, en la que, en la sección de imágenes, hay una de Thor dibujada por el único e insuperable Jack El Rey Kirby; y la página oficial de Marvel Cómics, donde no es infrecuente que aparezcan imágenes del dios del trueno. Y a partir de ahí, a visitar páginas de cómics, y acabarás encontrando más imágenes.  Espero que disfrutes con la colección, y recibir más e-milios tuyos (¡y de los demás,!) en Crónicas del Norte – Correo de los lectores (bergil@altavista.net).


En el próximo número:  Por fin, los asgardianos han descubierto quién se halla detrás de los males que les han afligido… ¿o no? Descúbrelo en Falta de Caridad, la última de esta trilogía de tetralogías, que comienza en Thor # 511, el número de Julio. Y sigue las peripecias de Red Norvell y sus aliados.

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