LL&L #6

Landau, Luckman & Lake. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Por qué deberíamos temerlos?

#6 Nido
Por Carlos Correia


Fecha de publicación: Mes 172 – 8/12


Lola no salía de su asombro. Colgaba bocabajo de un techo orgánico (sospechaba que se encontraba en un Acanti, las ballenas espaciales que servían de transporte a los eslizoides del Nido), al lado de sus compañeros Dmitri y Helke. Habían acabado ahí tras atravesar la entrada de un templo badoom en Próxima-5, buscando a dos exoarqueólogos de LL&L. Cuando entraron, los eslizoides los capturaron, y los mantenían prisioneros e inmovilizados. Suponía que esperando la llegada de una reina para que los incubase y los convirtiera en huéspedes para nuevos eslizoides.

Aunque su asombro venía por otro lado. Zoe Culloden, su jefa de equipo, que también había sido capturada por los alienígenas, se había liberado, mostrando su verdadero rostro.

«Hola, Lola. Lamento darte así la noticia, pero no soy Zoe. Me llamo Tr’lt Do’tan. Soy, como puedes ver, un skrull. Y llevo siendo Zoe desde hace un par de meses.»

Lola estaba anonadada. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta? Su poder era una memoria fotográfica, debería haber sido capaz de distinguir una imitación del original.

«Sé lo que estás pensando, pero no, no podías haberlo sabido. De todas formas, dejemos las explicaciones para luego. Te voy a liberar. Y a Helke y a Dmitri. Luego tenemos que intentar salir de aquí.»

El skrull acercó su mano a uno de los tentáculos que agarraban a la joven cubana, y su mano comenzó a arder, quemándolo y haciendo que la chica cayera al suelo.

«¿No te dije que soy un superskrull?», preguntó con una sonrisa Do’tan, tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse.

«Gracias… pero…», intentó hablar Lola. Do’tan le puso la mano sobre la boca, haciendo que se callara.

«El momento de las respuestas ya llegará luego. Ahora hay que liberar al equipo.»

Volviendo a poner su mano en llamas, el skrull quemó las ataduras del ruso y la alemana, liberándolos. Lola corrió junto a Helke, mientras Do’tan ayudaba a levantarse a Dmitri.

«¿Qué carajos?», profirió Dmitri. «¿Dónde coño está Zoe?»

«Después», le cortó el skrull. «Los eslizoides llegarán en unos minutos. Dmitri, coge tu arma. Lola, tu también. Helke, las llamas son más efectivas, porque cauterizan su piel y no deja que salga la sangre. Recordad que su sangre es tóxica.»

«Aunque acabemos con ellos», dijo Lola, mientras preparaba su arma, «¿cómo vamos a salir de aquí? Los acanti sólo obedecen al Nido.»

«No nos preocupemos de eso ahora. Ya me he encargado de pedir ayuda. Ahora tenemos que sobrevivir hasta que llegue.»

«Si eres un superskrull», dijo Helke, «no deberíamos tener problemas. Cúbrenos con un campo de fuerza y listo.»

«Si fuera tan sencillo», respondió el skrull. «Soy un superskrull, no el superskrull. Mis habilidades no son tan grandes. Sí, tengo campos de fuerza, pero no aguantarán las descargas de sus armas mucho rato. Y la invisibilidad no impedirá que nos detecten, como la habilidad de Dmitri no impidió que lo capturaran.»

«¿Entonces?», preguntó Dmitri.

«Disparad a todos los que aparezcan. Y que no os salpique su sangre.»

«Creo que tengo una idea», comentó Lola. «Estamos en un acanti, como ya hemos dicho. Aunque no están documentados casos de autopsias de estos seres, hay varias teorías sobre cómo son en su interior. Son tan grandes que generan su propio campo gravitatorio, por eso aquí en su interior estamos  pegados al suelo y no flotando. Son básicamente fotosintéticos, transforman la energía luminosa que les llega de las estrellas en energía, aunque también comen materia orgánica. En su interior tienen varias cámaras de aire, como ésta en la que nos encontramos. Se comunican entre ellas por una especie de tubos gelatinosos. Estas cámaras les sirven para controlar su peso, llenándolas o vaciándolas según quieran, por ejemplo, entrar o salir de un planeta.»

«¿Y de qué nos sirve eso?», interrumpió Dmitri.

«¡Déjame acabar!», le gritó Lola, harta ya de su compañero. «Los acanti son una especie que se comunica psiónicamente. Todos los acanti comparten consciencia, siguen una canción de uno de ellos, al que llamamos profeta,  con la que les guía hacia nuevos mundos. El Nido lo que hace es cortar esa comunicación con el profeta, para poder controlarlos.»

«¿Y cómo lo hacen?», preguntó Helke. «Si pudiéramos liberarlo…»

«El acanti nos echaría una mano», concluyó el skrull. «Lola, ¿cómo los controlan?»

«Con un virus que les deja el cerebro en coma, básicamente.»

«¿Y cómo lo curamos?»

«Tenemos que acercarnos al cerebro. El virus debería ser renovado periódicamente, así que supongo que algo habrá que lo inyecte. Si lo destruimos…»

«De acuerdo, me parece bien», respondió el skrull. «Pero, ¿dónde está el cerebro?»

«Los tubos llegan a la cabeza. Tenemos que  ir en dirección ascendente.»

«Bien, pues adelante. Al menos aquí hay luz, no como cuando entramos», dijo Do’tan, iniciando la marcha.

«Creo que tengo una teoría al respecto», dijo Lola, que avanzaba justo tras el skrull. Dmitri y Helke cerraban la marcha. El skrull puso la mano en la pared por la que habían entrado, y ésta se abrió, dejando ver un túnel con una ligera pendiente ascendente. «Debe ser por aquí»

El grupo entró en el túnel. Era lo suficientemente ancho como para que pudieran avanzar por el de pie, aunque en fila india.

«Esto es una ratonera», dijo Dmitri. «Nos pueden encajonar aquí».

«Lo sé, pero aquí puedo defendernos mejor con mi campo de fuerza», le respondió el skrull. «Lola, ¿qué decías de la oscuridad?»

«El templo era una puerta estelar. Pero no como las que conocemos, sino a través de una dimensión oscura. En su momento, supongo que los sacerdotes indicaban el camino a seguir. De hecho, creo que está más basada en la magia que en la tecnología.»

«¿Una puerta al interior de una ballena?», preguntó Dmitri.

«Sí. Tiene sentido, si tienes en cuenta que tanto los acanti como los badoon son dos de las razas más antiguas del universo. Es lógico pensar que tuvieran contacto. De hecho, hay teorías que dicen que los acanti fueron los primeros navegantes espaciales, y que otras razas los usaban para colonizar nuevos mundos. Supongo que los badoon fueron una de las primeras. En la puerta del templo, alguno de los símbolos que había hacían referencia a otros mundos, a un dios-ballena, y a Set.»

«¿Set?», preguntó Helke. «¿El terrestre?»

«El mismo. Chthon, Set y otros más son adorados, de una u otra forma, en todo el universo. Set suele ser adorado por razas reptíleas, como los badoon o los skrull. Supongo que Do’tan lo podría confirmar.»

«¿Nuestro dios S’th’ok es vuestro Set?»

«Sí. Son entidades cósmicas, provenientes de otras dimensiones, que se alimentan de la fe de sus seguidores. Se expandieron por todo el universo. Cuando una raza perdía la fe en ellos, se centraban en otra. Así mantenían su poder en sus propios reinos». Se paró y señaló al frente. «Hemos llegado a otra oquedad.»

Al fondo del túnel se veía otro orificio, que daba paso a otra cámara. Do’tan activó su campo de fuerza antes de entrar. La estancia estaba vacía.

«Pasad», informó a sus compañeros.

«Hay que seguir avanzando», dijo Lola. «Es raro que no tengamos a los eslizoides ya encima.»

Como esperando sus palabras, en ese momento salieron cinco alienígenas, rodeándolos.

«¡Mierda!», gritó Do’tan, reactivando su campo de fuerza. «Helke, fríelos.»

Helke lanzó una poderosa llamarada a uno de los bichos, alcanzándolo de pleno y convirtiéndolo en cenizas. El resto comenzó a escalar las paredes, moviéndose rápidamente para evitar ser alcanzados.

«Son muy rápidos», dijo Lola.

«Y se ponen de forma que no nos atrevamos a dispararles, por miedo a que nos salpique su sangre», terció Dmitri.

«Necesitamos salir de aquí», dijo Do’tan, lanzando otra llamarada, que alcanzó a uno de los eslizoides en la cola, haciéndolo chillar de dolor.

La situación era desesperada. Los cuatro no podían hacer frente a los eslizoides, que seguían entrando en la cámara. Ya había diez. Do’tan intentaba planear qué hacer. Lo único que se le ocurría era lanzarse en plan kamikaze contra los alienígenas, y rezar para que sus compañeros alcanzaran el siguiente tubo. Pero antes de que pudiera hacer nada, una explosión destrozó a tres de las criaturas, haciendo que las demás se refugiaran en la zona contraria, donde Helke y Do’tan concentraron su fuego. En pocos segundos, no quedaba ninguno de los atacantes.

Los cuatro agentes de LL&L se volvieron para averiguar qué había causado la explosión. De entre el humo y los restos de carne surgieron dos personas.

«¡Zoe!», gritó Lola de alegría.

La agente sonreía, armada con una pistola láser. A su lado, un gigantesco cyborg de más de dos metros, cuya cabeza recordaba a un cráneo, del que surgía una maraña de cables rojos que hacía las veces de cabello, y dos cuernos a cada lado. Su brazo derecho era un poderoso cañón de plasma, acabado en unas pinzas.

«Tranquilos, chicos», dijo Zoe. «Traigo ayuda. Vamos a acabar con estos alien de medio pelo, y a liberar esta ballena. Tengo mucho que contaros. Vamos a acabar con LL&L.»


Epílogo. Un año después

Zoe Culloden corría. Una brecha en el tejido de la realidad en el sector 12G había hecho sonar las alarmas. Llamó por el intercomunicador a su equipo. Cómo había cambiado desde los inicios… un Death’s Head, un espía ruso, un skrull, su ex mujer y una cubana. Estas seis personas, a bordo de un acanti, tenían en sus manos el futuro del multiverso… o lo que quedaba de él.


WARP CHAMBER

Mitad de la historia. Espero que la historia con los eslizoides os haya gustado. En lo que queda de maxi, Zoe y sus colegas se comenzarán a mezclar más con las historias actuales… de hecho, el próximo número ya es UN AÑO DESPUÉS…

Por cierto… Do’tan ya ha aparecido antes en MarvelTopia… no-premio para el que recuerde dónde.

¡Nos leemos!

Carlos

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