Motorista Fantasma #80

Tras la saga de Emociones Primarias, Danny Ketch, el portador del Espíritu de la Venganza, más conocido como el Motorista fantasma, ha desaparecido. ¿Dónde esta Danny Ketch?

#80 – Carnaval IV
Por DOB


Fecha de publicación: Mes 26 – 6/00


«Hubo una vez una voz. Aun lo recuerdo. Una voz que me llamaba. Una voz que me decía: – eres libre – Corrí tras la voz, tan rápido como pude, pero nunca la encontré.«

Nueva Orleans

Un grupo heavy interpreta una provocadora canción, encima de un escenario rodeado por unas rejas metálicas. La gente baila frente a ellos. Una mujer de pelo moreno apoyada en la barra, en el mismo local, de paredes negras adornadas con dibujos satánicos, observa atentamente al publico que la rodea. Al mismo tiempo, siente la atronadora voz del cantante, que, en momentos, la aleja de la realidad. Como al parecer, a todos los que allí se encuentran, pues, como posesos, beben y bailan frente al grupo.

Pronto regresa al mundo, aunque la música sigue allí. Alguien requiere de ella. Y ella de él.

Un hombre con los brazos llenos de tatuajes se acerca.

– ¿Tienes algo para mí?- dice ella

– Si – dice el hombre

– Entonces yo tengo algo para ti –

Entre sangre de un cuchillo (con el que el cantante raja su pecho) y el alboroto, (pues muchos siguen su ejemplo), un hombre y una mujer siguen su destino escaleras arriba.


Sandy, como el helado, calienta una cucharilla con un mechero. A su lado, su benefactor, que intenta retener su erección, por lo menos hasta que ella diga.

Sandy, como el helado, ve, en él hombre de los tatuajes, algo con lo que alimentarse. Algo con lo que saciar su frío interior. Dos gramos, su paga. Su servicio pronto empezara. Después, no ahora, y mientras el hombre le toca los senos con la mano, ella apartándole le dice.

– No, ahora no, lo primero es lo primero –

Y el destino, siempre es el destino.

Primero un pequeño ruido, después un silencio.

– Shhh –

El hombre de los tatuajes esta sentado, con una pequeña espada puesta en el cuello. Tras la espada, un hombre con una mascara en la cara manchada de sangre

– Largate, ya – dice el hombre de la mascara

– Joder, ¿tu? – dice la mujer interrumpiendo su «pequeño trabajo«

Miradas que se cruzan entre un hombre que jura venganza y uno que no tiene rostro.

– ¡Vete ya! – Dice mientras aprieta un poco mas la espada sobre el cuello, brotando un pequeño corte.

– Vete, a la mierda, joder, siempre en el momento más inoportuno – dice la mujer

Después carreras, un bajar por una escalera. Una pronta venganza. Música que se escucha. Sangre que cae del cuello. Y mientras tanto, alguien con una mascara acompaña con la mirada a una bella mujer que sigue calentando heroína.

– El Don me quiere ver muerto. Hace unas horas me tendió una trampa – – ¿Me estas escuchando? ¿Por que quiere verme muerto? –

– Tío, déjame, en paz – dice la mujer, que sigue absorta en su pequeño trabajo.

– Deja ya esa mierda – dice dándole una palmada a la cuchara, tirándola al suelo

– Cabrón, hijo de puta, hijo de puta, vete a la mierda – dice Sandy mientras se arrodilla en el suelo al lado de la cuchara.

– Dale un recado a tu chulo. Dile que voy a ir a por él. Dile que es la guerra me entiendes. Díselo

– Olvídame, déjame en paz, vete ya, no quiero verte –

Recuerdos que vienen al observar una cuchara. Viendo un rostro que fue más hermoso que el que observa.

Mascaras. Mascaras que abandonan la sala. Que bajan escaleras. Que escuchan música. Mascaras que marchan. Y casi al final un lamento. Una voz entrecortada que sale tras una de esas mascaras.

– Sandy, lo siento, te juro que lo siento –

Al final, solo una puerta cerrada y unas lagrimas encima de una cuchara.

Mascaras. Todos tenemos una. Mascaras tras de mascaras.


Sanatorio Mental Contantine Peek

Contantine Peek ahora esta vacío. No hay nadie, ni dentro ni fuera de él. Hoy no hay gritos. No hay torturas. Nada es la palabra.

Si ahora alguna persona intentara recordar que es lo que había acontecido allí horas atrás. Nadie podría asegurar, exactamente, como apareció primero el resplandor y después el fuego. Como nadie podría saber que en una casa a las afueras, a un par de kilómetros del sanatorio, un matrimonio corriente a simple vista, de no ser porque se trata de hermanos, acunan a un niño deforme, cuya cabeza alargada reposa en una almohada babeada.

Kim y Jim, hermanos los dos, son los únicos poseedores del secreto. Secreto que intentan sobrellevar, pues aunque lazos de sangre los unen, enamorados uno del otro respiran. Frente a su hijo «cabeza deforme«, culpable de todo lo que desde hace tres días ocurre en su mundo, que como una ilusión, a la poblacion de los alrededores engaña:

Todo ya no es lo que era. Nunca mejor dicho.

Cabeza deforme respira y babea, y cada gota deslizante por su boca, mancha mas aun la pequeña almohada.

Con cada gota, un cambio, una nueva ilusión, así les dijo el extraño, que como pago por su silencio y su maldición, a cabeza deforme dio en adopción:

– Es vuestro hijo, mientras no contéis el secreto – dijo, allí, frente a la puerta, con cabeza deforme en sus brazos.

Será su hijo siempre, pues ni la muerte les hará revelar lo que ocurre.

Y cogidos de la mano frente a su retoño, demuestran con un beso su amor de hermanos y amantes.

Fuera llueve.


Nueva Orleans

Nadie ve la nueva ciudad. Nadie nota el cambio. Todos se despiden de la carne retozando en las calles como demonios. Sin darse cuenta de que ya no hay héroes. Sin darse cuenta de que el mundo esta cambiando. Allí, en su ciudad, poco a poco, en Nueva Orleans. Por un extraño acorde del destino, sin tener nadie culpa. Las cosas cambian, no tiene por que haber un porqué. Son parte de la otra cara del espejo. Aman y odian cada uno en su lugar. No hay nada que hacer más, solo abrazar el cambio.

Y él lo abrazara, esta noche. Hoy no existen los hijos de la Medianoche. Hoy solo es él y su ciudad. Blade hoy quiere cazar. Mas que nunca en su vida Y allí, en lo alto de un edificio se cuece un renacer. La libertad tan esperada. Hoy es la noche de la sangre y Blade forma parte de ella.

Un coche a pocos metros de allí, con dos hombres, uno esta fumando y el otro come palomitas. El coche recorre las calles buscando algo o a alguien

– ¿Que hacemos aquí en esta noche de mierda? – dice el de las palomitas

– Esperar –

– Esperar, ¿qué? –

– Hay una guerra aquí fuera, estamos buscando algo inexistente –

– ¿Qué? –

– Sincara, un asesino a sueldo de la mafia, el padrino ha puesto precio a su cabeza. Es toda una leyenda. Me extraña que no hayas oído hablar con de él en la academia.

– No. No hablaba con mucha gente cuando estaba ahí –

– Es un cabrón, un hijo puta que nos ha vuelto locos desde hace 5 años, aunque este tío se supone que no tiene por que existir, pasaría muy bien por un cuento de abuelos.

– ¿Por qué? –

– Nadie sabe de donde salió. Cuentan que un día apareció en la ciudad y le propuso sus servicios al gran Don. Dicen también, que nadie le ha visto la cara, o por lo menos nadie que todavía este vivo. A parte del Don, claro. Lleva una mascara, por lo menos eso cuentan, yo nunca lo he visto. Usa dos pequeñas espadas japonesas para resolver sus trabajos, he visto cientos de cadáveres con su marca. Alguna vez he pensado que es como un samurai, de esos que defendían a sus señores feudales. O quizás un ninja, también eso seria valido

– ¿Y no hay ningún indicio real de su existencia? –

– Hombre, aparte de las heridas que deja en sus víctimas, ninguno –

– Entonces ¿cómo es que el departamento nos hace que busquemos a una especie de fantasma? –

– Robert, por que no veas una cosa no quiere decir que no exista, además últimamente los rumores sobre Sincara se han multiplicado. Dicen que el viejo Don esta desvariando, que últimamente solo piensa en tener su cabeza como trofeo, ha dejado de lado sus negocios y ha incrementado su seguridad, y si teme algo o a alguien el Don, es porque algo de verdad pasa –

– Sincara..Debe ser la leche si el gran Don esta acojonado –

– Y lo es, Robert, lo es, y este encima con una historia, cuentan que una vez hace años conoció a una bailarina de streepstess, Sandy no sé que. EL gran Don fue quien los presentó. El padrino perdía el culo por ella, pero ella se fijó en Sincara. Dicen que él huía de su amor, pero ella quería conseguirlo como fuera.

– ¿Y que paso? –

– Hay dos versiones del final de la historia. Uno que Sincara se enamoro de la chica y esta quedo preñada de él, y él, al haber traicionado a su señor, se arrodilló ante él y se rajo la cara con una de sus espadas, con esto gano la total confianza del Don, y lo reafirmo como su mejor hombre. Un ojo, por mi deshonra– cuentan que dijo, tan solo necesito uno para servirte. Esta historia termina en que el Don castigo a esa tal Sandy. Cuentan que la puso como la puta más barata y se la follaron toda la familia y parte de la ciudad, después, se engancho al caballo y dicen que murió hace unos años

– ¿Y la otra versión? –

– La otra versión es aun más rara. Dicen que el Don, herido en su orgullo los maldijo a los dos, algunos dicen que el Don esta muy influenciado por la hechicería. Malas lenguas dicen que el Don esta aliado con un demonio, cosa que no creo. Dicen que ella, bajo la influencia de un encantamiento, poseyó a Sincara, después le arrancó un ojo con sus propias manos y se fue embarazada de él. Dicen que después de esto él se colocó una mascara para ocultar su deshonra. A los meses a ella la encontraron muerta, con el feto del bebe a su lado. Unos dicen que fue Sincara, otros que el propio Don. Fuera uno otro, cuentan, que, al tiempo, el Don la resucitó, apenado por su muerte, y la hizo su esclava

– Pero son historias, yo no creo ninguna de las dos, pero esos rumores han incrementado el miedo de la gente por Sincara y por el Gran Don. Pero eso no quita que sea un hijo de puta, no todo el mundo tiene una historia como esa. Ahora quizás, con mucha suerte, logremos, si existe ese tal Sincara, librarnos de uno o de otro, o mejor de los dos. Ya sabes, esta guerra debe ser supervisada por el departamento, por eso estamos aquí. En fin, cada leyenda, dicen que tiene su parte de verdad. Pero por ahora solo limitémonos a vigilar, que para eso nos pagan.

– Tío, se me ha puesto la piel de gallina –

– A mí también se me puso la primera vez que me contaron esta historia. –

Y con el termino de una historia, siguen los dos de patrulla, calle tras calle

Y como casualidades del destino, y por culpa de verdades que nunca pueden ser reveladas, tras el paso del coche de policía, alguien en un oscuro callejón, al lado de un bar donde se puede escuchar unos acordes de guitarra, con unos tatuajes en los brazos, junto a tres compañeros de su banda, comienzan lo que pronto será una disputa. Disputas para cumplir un destino.


– Es ese cabrón, el que me dijo que me pirara – dice el hombre de los tatuajes, señalando a sin cara, que a pocos metros de él y sus hombres, espera tranquilo el primer movimiento.

Y pistolas, una a una son enseñadas como muestra de poder.

A lo que Sincara responde desplegando sus espadas japonesas.

– Hombre, el nene de la mascara quiere guerra – dice el de los tatuajes – A ver como te las apañas con cuatro, tío –

Tranquilo, ritmo cardiaco lento, sangre que cae de su estomago, comienza la carrera, ágil, majestuosa.

Los hombres disparan con sus armas, Sin cara lanza una de sus espadas, que se clava en el cuello en uno de los cuatro hombre, que fulminado, cae suelo. Abriendo y cerrando los ojos, abrazando a la muerte.

Un salto, apoyándose en una de las paredes del callejón, un grito, tripas que caen a un suelo y, mientras, con la otra mano arranca la espada alojada en el cuello del primero en caer. Movimiento que encadena rápidamente con un tajo en el cuello, que abre una laringe, escupiendo sangre, cayendo al suelo un cuerpo mojado, entre convulsiones, alojándose rápidamente el frío en él.

Entre lluvia, se consume un destino, mientras una bala, que viene de la pistola del hombre de los tatuajes, atraviesa la rodilla de Sincara.

– Te he dado cabrón, no eres invencible, ja, ja.

La risa se oye. Sincara en el suelo. La lluvia cae. El hombre apunta rápido. Pero no tanto, pues una espada lanzada por Sincara desde el suelo, choca contra la pistola, haciéndola caer al suelo.

– ¡Mierda! – dice el hombre

Algo ultimo que decir. Algo con lo que empezar un camino hacia la eternidad, mientras una mascara se tiñe mas de sangre.

Y alguien, tras látex blanco, teñido de rojo, sonríe.

La lluvia sigue cayendo.


Un parque a las afueras de Nueva Orleans.

Se quedo frío, calló para siempre. Por un beso de sus labios. Por una muestra de amor que ella no podía darle.

Sentada en el banco, al lado del cadáver, Lilith mira al cielo, y en su cara, siente la lluvia, punzante y fría.

– Zarathos ¿dónde te encuentras ahora? ¿ Dónde esta el hijo que me prometiste? – Dice observando el negro cielo. ¿Cómo te llamabas? ¿Por qué quisiste besarme? – Dice ahora mirando el cadáver.

Con un movimiento de su mano derecha, Lilith crea un espejo, en el que observa su cara.

– Zarathos, ¿por qué te escondes?.

Y allí, en el espejo, donde siempre ve a su añorado hijo, donde ahora quiere encontrar el rostro de su amado, solo ve un rostro apagado y mojado. Por un momento piensa en romper el espejo. Por un momento trata de olvidar a su hijo y a Zarathos. Por un momento, solo por un momento.

Y en ese momento de duda. Tras una nueva gota de baba de «cabeza deforme» una voz suena a su espalda

¿Tanto interés tienes en verme?

– Hola hermano, siéntate en la mesa con nosotros, bebe de nuestro vino, come de nuestro pan. Has recorrido un gran camino y debes escuchar la historia. La historia que habla de demonios y hombres. Que habla de pactos contraidos, de maldiciones y de realidades engañosas. Siéntate Hermano Ketch en nuestra mesa, escucha la historia, come y bebe con tus hermanos. Tu camino, tortuoso ha sido. Debes de descansar, la espera ha sido larga, y tu destino será ahora revelado.

«Danny Ketch, que había andando durante días por el infierno, se sentó en una gran mesa de huesos, donde copas de oro, y muy diversos manjares la adornaban, en una de las 7 sillas de huesos, donde se asentaban todos los espíritus de la venganza que ahora y siempre habían existido. Y por un momento quizás, al contacto de la silla. Su cabeza y su cuerpo, al igual que el de todos sus hermanos, se torno en fuego«


CORREO AL OTRO LADO

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