Daredevil #369

De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil

#369 – … y tendrás muchos
Por Bergil


Fecha de publicación: Mes 27 – 7/00


A pesar de lo avanzado de la hora, Matt Murdock se guía trabajando en su despacho. No era el único. Oyó acercarse a alguien a toda velocidad. Pisadas fuertes, respiración jadeante, olor a pizza… no cabía ninguna duda, Foggy venía a todo tren a comunicarle algo que, evidentemente, consideraba importante.

No se había equivocado. A los pocos segundos, su amigo abría la puerta y entraba jadeando en el despacho. Apoyándose en el picaporte, y doblado por la cintura intentaba recuperar el aliento para contarle lo que tuviera que decirle.

Matt esperó pacientemente hasta que Foggy se repuso, y entonces se dispuso a escuchar.

– ¡Dios mío, Matt, es terrible! -exclamó Foggy sin más preámbulos.

– ¿Qué es terrible, Foggy? -preguntó Matt.

– ¡Está ardiendo, Matt!

– ¿Qué está ardiendo, Foggy? -volvió a preguntar Matt, pacientemente.

– ¡El edificio, Matt! ¡El edificio que andaba intentando conseguir Ortega! ¡Arde como una caja de cerillas! (1)

Matt apretó los puños con ira y no dijo nada. Su ceño se frunció. Si no estuviese confinado a aquella silla de ruedas… pero no, todavía era demasiado pronto. No estaba seguro de cómo responderían sus piernas en semejante situación. Volvió a prestar atención a Foggy.

– … y la radio ha dado la noticia en el boletín de las once. He venido en cuanto me he enterado. Parece que algunos superhéroes andan por allí enfrentándose a un grupo de matones, presumiblemente de la banda de Ortega.

– ¿Superhéroes? ¿Quiénes?

– Han dicho que están dos de los Nuevos Guerreros, Destructor Nocturno y ese grandullón, Rabia… y ¡ah, sí!, un tipo grande, con barba y melena, que emplea un martillo enorme como arma.

– ¿Thor? ¿Qué hace metido en una pelea de ese tipo?

– Eso mismo pensé yo, Matt, hasta que dijeron que ese tipo es pelirrojo.

Matt no dijo nada. Foggy no conocía a Red Norvell, y por tanto no podía establecer la conexión que él acababa de hacer; pero estaba casi seguro de que Norvell estaba metido en el fregado. Aquel forzudo tenía más conchas que un galápago… En cambio, el misterioso Daredevil no había hecho acto de presencia. ¿Por qué?, se preguntó Matt. Pero no lograba concentrarse del todo en lo que Foggy seguía contando. En aquellos momentos, lo que de verdad le preocupaba era la situación de Betsy Beatty. Su mente volvió a la conversación que habían mantenido veinticuatro horas antes.


Melvin había llegado al apartamento que compartían Matt y Karen en un estado de nervios lamentable. Matt, que acababa de descubrir por pura casualidad cuál era el trabajo secreto de Karen, no se esperaba que los acontecimientos fueran a dar un giro tan sorprendente.

Después de entrar en la casa y de pedir ayuda, Melvin se quedó de pie en silencio, retorciendo nerviosamente las manos. Matt decidió darle tiempo, dejar que se tranquilizara. No serviría de nada apremiarle, y probablemente se pondría más nervioso todavía. Finalmente, Melvin empezó a hablar.

– Ha sido algo terrible. Terrible -repitió-. Se trata de Betty, señor Murdock. Verá, habíamos quedado para cenar, porque yo… yo… le había pedido que se casara conmigo, y ella había accedido. Y Betty es muy puntual, muy cumplidora con ese tipo de cosas. Jamás llegaría tarde a una cita acordada, si de ella dependiera. Y menos a una como esta. Pero pasó el tiempo, y ella no llegaba. Media hora, una hora… y nada. Desesperado, cuando ya habían pasado casi dos horas, decidí ir a la policía.

«Muy bien«, pensó Matt. «Así se hace, Melvin«.

– Pero no llegué a entrar, señor Murdock. ¿Por qué iban a creerme? Al fin y al cabo, ¿quién soy yo? Nadie más que un tipo que solía disfrazarse de guerrero antiguo para cometer delitos, un tipo que tenía la cabeza algo trastornada. ¿Y si pensaban que esto no era más que otra de mis fantasías? Compréndalo, señor Murdock -dijo Melvin, alzando la barbilla-: sé que lo que hice entonces estuvo mal. Me arrepentí y creo que he pagado mi deuda con la sociedad. Pero los antecedentes están ahí. Puede que los policías no hicieran caso de ellos, y sí a mí. Pero, ¿y si no? ¿Y si se no me creían, o peor aún, se reían en mi cara? No lo soportaría, señor Murdock. No, sabiendo el peligro en que se debe encontrar Betty. ¿Y si perdía el control… y acababa entre rejas? ¿En qué ayudaría eso a la pobre Betty? Así que me quedé fuera, dando vueltas, pensando en qué podría hacer, y no se me ocurrió otra cosa que venir aquí. Usted es una persona inteligente, señor Murdock. Es honesto, es una buena persona. «Si alguien puede ayudar a Betty, ése es el señor Murdock«, pensé. Y vine aquí tan rápidamente como pude.

Matt había escuchado en silencio la larga parrafada de Melvin. El tono de su voz, temblorosa al principio y más firme al final, unida al descenso de su ritmo cardíaco, le dijeron a Matt que Melvin se había tranquilizado un tanto. El abogado ciego meditó unos momentos en silencio, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

– De acuerdo, Melvin. Pensemos con calma. ¿Hay algún detalle que hayas pasado por alto? ¿Algún posible compromiso anterior de Betty? ¿Alguna nota que te haya dejado en casa, explicando por qué no acudió a la cita?

– No, señor Murdock. Betty no es de ese tipo de mujeres. Sólo algo verdaderamente importante le impediría acudir a la cita. Y, en cualquier caso, me lo diría personalmente, cara a cara, y no mediante una hoja de papel. Aun así, he mirado por la casa, la he revuelto de arriba abajo, y no hay ningún mensaje, ninguna nota… nada. Y no quiero pensar en que Betty haya dado marcha atrás. Me volvería loco, no podría soportarlo, después de todo el valor que hube de reunir para pedirle que se casara conmigo. No, señor Murdock: algo le ha ocurrido, algo malo.

– Bien, de acuerdo. Asumamos esa hipótesis. ¿Se te ocurre quién puede estar detrás de esto? No sé, alguien que quiera vengarse, que tenga cuentas pendientes contigo… o alguien que quiera encargarte algún trabajo, o a quien se lo rechazaste en el pasado…

– No, señor Murdock, todo eso quedó atrás hace mucho tiempo. Soy un hombre nuevo, una persona honrada. Los que me conocen saben que por nada del mundo volvería a vestir aquel traje y a hacer las cosas que hice en el pasado. ¡No! -dijo, sacudiendo con energía la cabeza-. El Gladiador está muerto, y así es como debe seguir. A no ser… -se interrumpió, meditando.

– A no ser… ¿qué? -le animó Matt.

– Bueno, verá… hace unos días recibí una llamada en la tienda. Una voz me dijo algo de que no me había olvidado, y que ajustaríamos cuentas, o algo así, no lo recuerdo bien… pero no me gustó nada.

– ¿Quién era?

– No lo sé, señor Murdock. Colgó antes de que pudiera averiguarlo.

– A falta de pistas mejores, tendremos que asumir que esa misteriosa llamada está relacionada con la desaparición de Betty. ¿Reconociste la voz?

– No del todo, señor Murdock. Juraría que la he oído antes en alguna parte, pero no soy capaz de recordar dónde ni cuándo.

– De acuerdo, Melvin. Ve a casa y descansa. Mañana hablaremos.

– Está bien, señor Murdock -dijo Melvin, resignado-. Confío en usted.

Cuando Matt se quedó solo, pensó durante unos minutos. Luego se dirigió al teléfono y levantó el auricular.


A la mañana siguiente, Ben Urich se presentó en su casa al amanecer. Matt ya estaba en la calle, esperando que Melvin llegara. Si a Ben le extrañó que un ciego en silla de ruedas pudiera bajar a la calle en un edificio sin ascensor, no dijo nada. Conocía a Matt Murdock desde hacía demasiado tiempo como para extrañarse de nada que tuviera que ver con él.

– Hola, Ben.

– Hola, Matt -dijo el periodista, estrechando la mano que le tendía el abogado. Las estrecharon con fuerza.

– ¿Tienes lo que te pedí?

– Sí, Matt, aquí lo tienes -dijo Ben, sacando un paquete del tamaño de dos o tres cajetillas de cigarrillos puestas juntas.

– ¿Tan pequeño? -dijo, asombrado Matt-. Pensé que sería más grande.

– Je. Pues esto no es nada. Para lo que se estila ahora, esto es un verdadero mamotreto. Tendrías que ver, y perdona por la expresión, las cosas que fabrican los malditos japoneses. Pero ya me conoces, estoy chapado a la antigua… ¿Para que lo quieres?

– Melvin Potter está recibiendo llamadas amenazadoras, y…

– ¿Potter? ¿Estamos hablando de ese Potter? ¿El que solía ponerse armadura y casco, y lanzar sierras circulares desde sus antebrazos?

– Sí, Ben.. o, mejor dicho, no. Sí, en el pasado puede que hiciera esas cosas, pero, como me dijo él mismo anoche, el Gladiador está muerto.

– ¿Y tú le creíste? Recuerda que tiene un antecedente de esquizofrenia…

– … parecido al mío. Sí, ya lo sé. Pero sí, le creí. Es un hombre nuevo, Ben.

– Vale, vale -dijo Ben, levantando los brazos desde el codo con las palmas hacia Matt, mientras el cigarro en la comisura de su boca generaba más y más ceniza-. Si tú lo dices, te creo. Decías que…

– Que está recibiendo llamadas, y que, aunque reconoce la voz, no logra situarla. Quiero este aparato para conectarlo al teléfono de la tienda y que grabe las llamadas, por si… para cuando -rectificó- vuelvan a llamar. Es posible que no saquemos nada, pero… ¿quién sabe?

– Hablando del rey de Roma… ¿no es ese Melvin Potter?

– Sí, es él -dijo Matt, colocando el paquete que le había dado Ben en su regazo y esperando a que Melvin le subiera a al camioneta-. Es mi chófer, de momento.


De camino a la oficina, Matt le explicó a Melvin qué es lo que tenía que hacer con aquel aparato.

– Y sobre todo, Melvin, no te pongas nervioso. Actúa con naturalidad…

– O sea, que no me cabree…

– ¡No! Perdona, Melvin, no he querido decir eso. Lo que quiero decir es que… demonios, no es fácil de explicar. Lo que quiero decir es que tienes que actuar como si no tuvieras grabadora, como si siguieras solo y desesperado. Si tienes que enfadarte, pues te enfadas. Al fin y al cabo, eso es lo que ellos esperan de ti. Pero tampoco te enfades hasta el punto de…

– ¿Perder el control? No se preocupe, señor Murdock. Ya he tenido bastante descontrol en mi vida para varias personas. Mantendré la calma.


Una vez ya en el despacho, Matt se enfrascó en los expedientes, pero no lograba concentrarse en ellos. En ese momento sonó el altavoz del interfono:

– Señor Murdock, está aquí la señorita Walkers.

– Está bien, Rose. Hágala pasar.

Segundos después, la puerta se abrió para dejar paso a Betsy Walkers, vestida más seductoramente que nunca. El perfume, penetrante pero indudablemente barato, saturó las fosas nasales de Matt.

«Evidentemente, esta lagarta sigue intentando engatusarme de algún modo y por alguna razón que no alcanzo a comprender todavía. A ver si esta vez descubro algo«.


Fue inútil. Tras dos horas de conversar con Betsy Walkers, Matt seguía como al principio… excepto por el molesto dolor de cabeza provocado por la charla incesante de la mujer. Seguía sin saber qué era exactamente lo que pretendía. Cuando se fue, se alegró de poder volcarse de nuevo en el trabajo.


Los jefes del hampa, con la única excepción de Cabello de Plata, que estaba representado por Escorpia, acudieron a la reunión convocada por Wilson Fisk. Ninguno se fiaba en absoluto de la bondad de las intenciones de los demás, y mucho menos de las del anfitrión. Pero, al igual que la Rosa. ninguno podía permitirse el lujo de no acudir. Los apretones de manso, cuando se produjeron, fueron fríos y breves. No había razón alguna para mostrar una cordialidad que no existía en absoluto.

Los murmullos en la sala se acallaron cuando la inmensa figura de Fisk hizo su aparición y se dirigió a la cabecera de la mesa. Tomó asiento y miró en silencio a todos los presentes.

– Muy bien, caballeros y damas -dijo-. Comencemos.


El día terminaba y Matt no había tenido más noticias de Melvin. Los secuestradores de Betty, si es que efectivamente había sido secuestrada, no daban señales de vida. Fue en ese momento cuando Matt oyó acercarse a Foggy a todo tren.

A medianoche, la radio no había dado más noticias. Y Daredevil seguía sin aparecer. Matt no dejaba de preguntarse por qué.


Si de Daredevil dependiera, no habría problema en solucionar las dudas de Matt. Pero no dependía de lo que quisiera o dejara de querer. Tenía los brazos atados a la espalda, y acababa de recobrarse de un largo período de inconsciencia. ¿Qué había ido mal? Estaba entre las sombras, esperando que la pelea entre el Buitre y Urraca Asesina terminarse para encargarse del vencedor, cuando, de repente, un golpe del Buitre envió a Urraca entre los bultos que había en un extremo de la nave. Desde donde se encontraba, Daredevil no podía ver el lugar en que había caído Urraca.

– ¡Levántate, vamos! -aulló el Buitre- ¿O es que no has tenido ya suficiente?

Pero nadie le respondió. Daredevil comenzó a extrañarse, cuando oyó un débil ruido a su espalda. Comenzó a volverse, pero ya era tarde: un golpe en la nuca le dejó inconsciente.

Cuando recobró el conocimiento, pudo ver a Urraca y el Buitre sonriendo torvamente.

– Fuiste muy astuto, Toomes, al aconsejarme que siguiéramos la pelea mientras este incordio se confiaba.

– Por supuesto, Maddicks. Al fin y al cabo, hay bastante botín para los dos, ¿no?

– Claro, claro.

Saltaba a la vista que ninguno de los dos tenía la menor intención de repartir el botín con el otro, pero ambos se guardaron muy mucho de decirlo en alta voz.

– Y ahora -dijo el Buitre, adelantando la mano hacia la máscara de Daredevil-, vamos a averiguar quién está detrás de la máscara, antes de enviarle al infierno.


La reunión de los hampones ya llevaba varias horas, y no habían conseguido llegar a ningún punto de acuerdo.

«Al menos«, pensó la Rosa, sudando por debajo de su máscara, «no nos hemos matado entre nosotros«.

En ese momento, un serie de explosiones destrozaron el edificio en que se encontraban.


(1) Para saber de qué habla Foggy, lee Historias de Midgard en los números 512 y 513 de El poderoso Thor.


Bienvenidos a Derecho de réplica, el correo de los lectores de la colección de Daredevil. Este mes tenemos una carta de Carlos Díaz, que paso a contestar. Carlos empieza por señalar que a veces pienso que no haces otra cosa que escribir los números de MarvelTopia, no me explica cómo puedes sacar un número al mes de tus series sin fallar, más anuales y colaboraciones con Peter en Quasar, y redondea la cosa llamándome monstruo.

Bueno, todo se debe a una dieta equilibrada, un modo de vida sana… y la práctica, más que nada. Si vierais al comienzo… tenía problemas para escribir un sólo número de Poderes Cósmicos al mes. Luego, Carlos ataca con las preguntas, para que no parezca tan pelota… ¿Cuándo recuperará Daredevil su poder? No puedo decirlo, compréndelo, sería descubrir cosas. Sólo digo que un número de aniversario está a la vuelta de la esquina… y hasta aquí puedo leer. ¿Descubrirá que @#%& (huy, que pena, parece que se le estropeó el teclado) está bajo el nuevo traje? No comment. ¿Se lo dirá Peter (Parker, no García)? Y a ti, ¿quién te ha dicho que el bueno de Spidey sabe lo que hay bajo esa máscara? ¿Quien amenaza al Gladiador? Como muy bien ha dicho Melvin, el Gladiador está muerto y enterrado. En cuanto a sus interlocutores, sólo puedo decir que ya han aparecido antes en la colección del cuernecitos. ¿Sacarás a más villanos basados en aves, como el Hombre Loro, el Avestruz o el Hombre Pollo? Ah, pero ¿tú también has visto una pauta?

Y casi al cierre de edición llega otra carta, ésta de Fordcopp. Comenta que acabo de recibir el numero de Daredevil #368 y me lo he estado leyendo con bastante atención, lo que más me gusta es que uses todos esos personajes que yo conocí en la época en que Marv Wolfman, Peter David, Roger Stern, Jim Owsley (Priest) entre otros dejaban que leyeses un tebeo de Spiderman sin hacerte vomitar como sucede hace mucho tiempo , estos personajes a los que me refiero son Cabello de plata o la Rosa que eran unos villanos secundarios con vidilla y personalidad que no se ceñían a la pelea de turno o a la larga e intrascendente subtrama que nunca se cierra… No sabes lo que me alegra que estés de acuerdo con el estilo que he intentado dar a la serie, con mucho más juego de secundarios (fijos) que en las demás que escribo. Creo que esa es una de las grandes bazas del personaje, que comparte con Spider-Man: que su vida civil es casi tan movida como la superheroica. Añade que la trama que estás usando del nuevo Daredevil esta quedándote bastante bien, espero que sigas así y no la cagues (XD)… porque te esta dando la oportunidad de usar muchos personajes sin que la situación chirríe , pero espero que te quede conexo y coherente , la verdad es que solo me he leído los dos o tres últimos números de DD (pues más vale que remedies eso cuanto antes, porque, con Thor, ésta es la serie de las que escribo en que más se siguen los acontecimientos de un número a otro) y por lo leído no creo que la vayas a cagar porque se ve que conoces bien el universo que circunda al amigo Murdock, así que no podré echarte en cara fallos de la serie (maldición!!)… ademas no creo que hubiese muchos fallos que pasasen por la criba de Peter y Carlos… Dímelo a mí… Indica que lo que mas gracia me ha hecho del numero es esa reinterpretación del cliché “no es un pájaro, no es un avión… es Superkoko (¿?)…” en este párrafo surrealista: “Aquello estaba convirtiéndose en una molesta costumbre: primero el Búho, luego el Buitre, ahora aquel tipo… ¿Cómo se llamaba? ¿El Cuervo? ¿El Grajo? No, era algo parecido… ¡Ya estaba! ¡Urraca! En efecto, era Simon Maddicks, la Urraca Asesina, …y que es genial leer los números de Mtopia solo por momentos como este… Pues espero que encuentres más momentos como éste, porque si algo intento en los números que llevo escritos es meter escenas que alivien la tensión dramática; en algunos casos, soy yo mismo el que se parte de risa cuando, transcurrido algún tiempo, releo esos episodios (pienso, por ejemplo, en el encuentro entre el Hombre Imposible y el Señor del Fuego en el primer número de Poderes Cósmicos). Fordcopp duda acerca de si realmente existía un personaje que se llamase la Urraca Asesina, (que sí existía; tengo poco talento a la hora de inventar personajes nuevos, al contrario que Xumer, el guionista de series como Factor-X), y me felicita por rescatarlo del ostracismo con una expresión que no me atrevo a reproducir por si hay niños leyendo esto. Se despide diciendo que ya te he martirizado bastante con mis tonterías y graves desequilibrios mentales… Pues si vieras los míos…

Venga, no seáis tímidos y escribid. Imitad a Carlos y a Fordcopp. Aquí me tenéis para resolver cualquier duda que pueda surgir sobre el discurrir de la colección.


En el próximo número:  ¿Averiguaréis por fin la identidad del nuevo Daredevil? (Yo ya la sé, faltaría más) ¿Qué les ha ocurrido a los jefes del hampa? ¿Qué ocurrirá con el incendio? Todo ello en Daredevil # 370. Nos vemos en el número de Septiembre.

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