Marvel Spotlight #23 – Nick Furia, el hombre que pudo reinar #5

Durante cerca de 50 años, Nicholas Fury fue un paladín de la libertad en una época en que el mundo se tambaleó en el filo de la navaja. Hoy, cuando el mundo se recupera del Onslaught, nuevas amenazas surgen por doquier y el director de SHIELD ya no está para combatirlas. ¿O tal vez sí?

#23 – Nick Furia, el hombre que pudo reinar #5
El cerco se cierra

Por Israel Huertas


Fecha de publicación: Mes 27 – 7/00


Todo empezó cuando alguien secuestró viejas armas de SHIELD y las utilizó para hacerse con el control de la política y la mafia en China. Nick Furia, en teoría asesinado por el Castigador, volvió a la escena para averiguar quién intentaba arrastrar por el barro a la agencia que el ayudó a crear. No era lo único pendiente en su agenda, pues quiere descubrir quién orquestó su asesinato y por qué le apartaron de su agencia, pero eso será otro día, porque ahora debe poner fin al peligro más inmediato.

Ayudado por Batroc, el antiguo enemigo del Capitán América ahora venido a menos, Tao-Yu, el Hombre Colectivo, patriota chino de pro, y la reticente Nastasha Romanov, alias la Viuda Negra, se metió en una dura partida de ajedrez y avanzó peón a peón hasta llegar al rey oculto tras toda la trama.

Gracias a la «desinteresada» ayuda de uno de los hombres del misterioso instigador, han conseguido un nombre y una localización. Esta información es algo que sólo Furia conoce, pues utilizó a su viejo compañero Dum-Dum Dugan para que le prestara a uno de los telépatas a sueldo de SHIELD para sondear al terrorista chino en privado. Por suerte o por desgracia, Nick ha conseguido algo más de lo que esperaba, razón por la que le ha pedido dos nuevos favores a su gran amigo: una vía de comunicación y transporte abiertos para un agente de SHIELD en concreto y la localización de un personaje concreto que puede ser vital en la trama1.


Escocia. Un pequeño puerto pesquero cuyo nombre y actividad son tan antiguos como el viejo continente. Los extranjeros son fácilmente detectados allí, pues su población no se renueva desde hace siglos, a excepción de algunos ejemplos puntuales: el primero llegó hace un mes y se instaló en la taberna de Phineas, corazón alcohólico del pueblo. El segundo, acaba de entrar por la misma puerta de esa taberna, enfundado en un traje de cuero negro cubierto por una gabardina raída. Un parche tapa lo que parece una antigua herida de guerra y el olor del puro que viene fumando parece tan gastado como el mismo fumador.

Nick Furia hace un alto al entrar en la taberna y mira en derredor. Después, camina hacia la barra y se encara hacia el viejo Phineas, que seca un vaso con un trapo más bien sucio.

– ¿Puedo ayudarle, soldado? – dice Phineas sin levantar la vista del vaso.

– Así que se me nota, ¿eh? – responde el coronel -. Pues agradecería una de esas jarras de ahí atrás bien llena de cerveza, amigo, y de paso, algo de información.

– Bueno, si alguien como yo puede ayudarle en algo, lo haré, diablos – el viejo Phineas llenaba mientras una enorme jarra de cristal y se la ofrecía a Furia.

El primer trago le supo a gloria. El segundo ya empezó a amargar. Nick se relajó sobre la barra y fue directo al meollo de lo que le trajo aquí.

– Estoy buscando a un tipo. Es chino, por lo que creo que les habrá llamado la atención. No sé si sigue aquí o sólo estuvo de paso, pero necesito hablar con él urgentemente.

Los parroquianos se sumieron en un profundo silencio y todos miraron a Phineas, que les calmó con un gesto y una mirada.

– No está aquí. Vino y se fue en menos de una semana. Dijo que traería problemas, así que no le hicimos la estancia agradable.

– Bueno, amigo – dijo Furia dando una calada -, es una pena que mi viaje haya sido en balde. Si le vieran, agradecería le dijeran que Nick Furia preguntó por él.

El viejo soldado deja el precio de la consumición en la barra y sale andando del bar, para respiro de los parroquianos. Sus pasos le llevan a la calleja tras el bar. La puerta de carga del local está abierta y una silueta fornida es marcada por la luz del interior en las paredes de fuera.

– Una cosa es cierta – dice Furia -, sabes como ganarte a la gente, Chi.

Un joven oriental con camisa de tirantes y pantalón de gimnasta sale a la calle y encara a Nick Furia.

– Es gente agradecida – dice-. He trabajado en el puerto desde que llegué, sin descanso, y eso ha hecho que me valoren bastante.

– Shang-Chi, el maestro de las relaciones públicas – dice Furia con cierta sorna.

– No voy a volver, Nick. Dejé ese mundo hace mucho, cansado de traiciones y sangre.

-Pero dejaste un cabo suelto, chico, y es posible que eso le cueste la vida a la mitad de tu pueblo.


China. Una semana después.

La cordillera de Kunlun se extiende por más de 3000 kilómetros en el borde occidental de China hacia el sur, tocando con la cordillera del Pamir, y dirigiéndose luego al este para formar la frontera norte del Tíbet. La forman cerca de 200 picos que sobrepasan los 6000 metros de altura y han sido una de las principales fuentes mitológicas chinas. En estas montañas, King Mu descubrió el Palacio de Jade de Huang Ti, uno de los cinco legisladores de la China pre-clásica, y encontró a Hsi Wang Mu, la mítica Real Madre del Oeste. Además, entre estas cumbres nació el sistema Taoista de nueve niveles denominado Dayan Chi Kung.

Por supuesto, ninguno de los cinco viajeros que ahora desciende por la cara este del pico Dingbei, dentro de la subcordillera Arkatag, tiene nada de esto en mente pero, si lo supieran o lo hubieran tenido en cuenta, tal vez podrían haberse hecho cargo del tipo de rivales con los que iban a encontrarse en breve.

El descenso es peligroso. Hace frío y sopla un viento salvaje que amenaza con incrustarles en las paredes rocosas, pero su determinación es fuerte y, ahora que saben su objetivo real, inamovible. La primera en ver la rampa que sobresale en mitad de la pared del pico es la Viuda Negra, que informa con un gesto a los demás. Cuando todos se posan en la rampa, observan lo que parece una puerta metálica bañada en nieve realmente enorme.

– No vamos a poder abrir esto – dice la Viuda.

– No lo necesitamos – señala Furia -. Ahí, sobre esa grieta, hay una salida de ventilación. Esa será nuestra entrada.

Y entran. Con sigilo, se descuelgan ya en el interior por una fría pared metálica. Cuando los cinco llegan al suelo, observan lo que tienen ante ellos: es un hangar enorme, lleno de complicadas máquinas y atiborrado de operarios que desempeñan diversas funciones. La mayoría de estos, dedican su tiempo al repostaje y puesta a punto de un enorme dirigible de acero que Nick Furia reconoce enseguida.

– Es uno de los diseños que se descartaron para el Heli-Transporte. Es más pequeño, pero la estructura es igual.

– No entiendo – dice Shang-Chi -, ¿por qué está usando material desfasado de Shield? Nunca ha actuado así.

– Lo que intenta es muy ggande, compañegos – interviene Baatroc -. Segugamente se haya aliado con aquellos que podían ayudagle a estableceg una posición aún más ventajosa.

– Pero, más ventajosa, ¿para qué? – pregunta Nastasha – ¿Qué demonios pretende?

– ¡Chitón! – concluye Furia -. Hemos venido para averiguar eso precisamente. Ahora movámonos con sigilo y no demos motivos para que accionen la alarma.

Y se ponen en marcha. Al menos todos menos uno, que aprovecha las sombras del complejo y toma su propio camino.


Una pequeña nave se mantiene a la espera en el exterior, azotada por el gélido viento que sopla entre los picos más altos de la cordillera. En su interior, un hombre que no está acostumbrado a hacer de recadero y que ni siquiera está segura de que debiera estar allí, aguarda una señal.

Hace poco, un hombre bueno le dio una segunda oportunidad que ha decidido aprovechar. Con lo que hace ahora no espera pagar esa deuda, ya que en gran medida la deuda es consigo mismo, pero es lo menos que puede hacer por él. Si tiene que hacer de ángel de la guarda a cambio de su redención, así lo hará.


Avanzando por las paredes del enorme muelle, Furia y los suyos llegan a una sala de control de ciencia ficción. Enormes pantallas muestran el atareado interior de la base, especialmente del leviatán volador que dejaron atrás al entrar, y enfocan también una serie de vistas por satélite de dos ciudades distintas: Hong Kong y Pekín.

En el centro de todo, en una enorme plataforma que corona el centro de control, se encuentra el enemigo a batir.

Nick Furia amartilla su automática y, con una mirada, prepara a su grupo para lanzarse a la acción. No tienen tiempo: de todas partes, un grupo de guerreros embutidos en pijamas rojos salen a su paso. Antes de que reacciones, las espadas ya amenazan sus gargantas y son dirigidos a la plataforma.

La figura del villano se va acercando poco a poco, siendo ahora bien reconocible para los cuatro infiltrados.

– Garra Amarilla – dice Furia sin ningún humor en su voz -, parece que, de nuevo, los rumores sobre tu muerte eran exagerados.

– Padre – dice Shang-Chi -, estás decrépito. ¿Qué ocurre?

Garra Amarilla mesa sus largos y canos bigotes mientras mira a su hijo desde unos más que cansados ojos. Es cierta la afirmación de Chi: su padre, otrora un longevo amo del terror, no es más que un anciano con un pie en la tumba, como muy bien muestran su piel cuarteada y su incapacidad para erguirse.

– ¿Qué ocurre, hijo? – comienza el villano – ¿Debo entender que ahora te preocupa mi salud? ¡Ninjas Si-Fan, envainad las espadas!

Los ninjas obedecen en el acto y se retiran un par de pasos atrás, pero vigilando a sus apresados. Garra Amarilla prosigue:

– Así que el viejo Nick Furia se trae a Batroc y a la Viuda Negra a esta misión suicida y, en un gesto bastante melodramático, también aporta a mi hijo a la partida. Supongo que pensaste que marcaría alguna diferencia, pero ya ves que no. Por cierto, no soy el único al que han dado por muerto últimamente, ¿verdad?

– Alguien pensó que necesitaba un descanso -indica Furia-, alguien de quién me ocuparé cuando acabe contigo. ¿Qué coño haces aquí, utilizando armas diseñadas por mi agencia?

Garra Amarilla suelta una enorme carcajada que le lleva a toser aparatosamente acto seguido. Tapa su boca con un pañuelo mientras tose. Cuando lo aparta, unas gotas de sangre hacen que Shang-Chi empiece a mirar a su padre con cierta compasión, algo que el terrorista chino nota.

– ¡No me mires así, decepción! ¡No necesito tu compasión ni tu cercanía en este momento!

– No quiero parecer pesado -interviene Furia de nuevo -, pero necesito una respuesta.

– ¡Claro que sí, mi querido coronel! Tus armas, tus preciosas armas, estaban de saldo. Al fin y al cabo son productos desechados por tu agencia, prototipos no usados e incluso planes en desarrollo. Salieron muy baratas, pero ayudó que alguien me pusiera en contacto con uno de los tuyos deseoso de hacer negocios rentables. Era lo más rápido para lo que tenía en mente, por supuesto.

– ¿Y qué tienes en mente, viejo? – interviene la Viuda Negra, mirando a Garra Amarilla con todo el desprecio del que es capaz.

Garra Amarilla se acerca a ella y la acaricia el rostro, divertido por su expresión de asco.

– Guarda bien tus dagas, hermosa. La paciencia no es un don que porte demasiado y no querría hacer que te matasen. Oh, y por si alguno creéis que se trata de una amenaza vacía.

Sólo hace un gesto con su mentón a uno de los ninjas y, en el acto, este atraviesa la espalda y el pecho de Batroc con su espada.

– ¡¡Batroc!! – grita Furia.

– Mi… cogonel … ega vegdad que … se tgataba de una … misión … suicida …

Y se desploma en el suelo, la sangre manando de su pecho.

– ¡Maldito sanguinario! ¡Nunca dejarás de ser escoria, padre!

– ¡No me llames así! ¡Tu ya no eres mi hijo! Verás, harto de tus desplantes e intromisiones, he decidido elegir a mi heredero no basándome en la sangre, sino en lo digno que sea.

– ¿De qué hablas, sicópata? – increpa Furia mientras los ninjas sostienen de rodillas a él y a la Viuda -. ¡Quiero saber que haces aquí y lo quiero saber ya, junto con el nombre del futuro muerto que te vendió las armas para esta operación!

Garra Amarilla recupera la compostura y da la espalda a los prisioneros. Se acerca a la barandilla de la plataforma y habla mientras observa las pantallas.

– Me muero. El mismo Elixir Vitae que me ha dado tantos años, me consume ahora como un fuego. No hay solución para mí, pero he decidido un último acto altruista antes de que mis antepasados me reclamen. China también está enferma, pero su mal tiene cura. Durante años, nos hemos relegado a un segundo plano mundial cuando, por extensión y población deberíamos ser los primeros. Nos conformamos con migajas de los imperios que nos violaron y seguimos sometiéndonos a los dictados que otros nos imponen. Pero se acabó – Garra Amarilla se vuelve hacia Furia y los suyos -. Me hice con las armas «desfasadas» de tu agencia porque, pese a su antigüedad, aún estaban por encima del resto tecnología en el mercado y, además, estaban a mano. Me temo que deberás mirar en otro lado para saber quién y por qué, muchacho. Eso me hizo ganar tiempo para elaborar el plan y seleccionar hombres e instalaciones. Conservando el anonimato, me metí en la red de mafias chinas como un comerciante de drogas de diseño, una vacante que hacía años nadie llenaba debido al… atraso… en la mayor parte de las comarcas chinas. Desde esa posición, lancé mi gámbito y sometí a todas las grandes familias. Luego las exterminé. Limpié la quincalla, la lacra del crimen de mi pueblo. Ahora toca dar el último paso.

Un técnico se gira sobre su silla y mira a su anciano señor:

– Transporte insignia repostado y preparado. Todos los sistemas en línea.

– ¡Bien, bien! – sonríe el viejo – ¡Vais a poder contemplar como uno a toda china en un solo puño que usaré de ariete para conquistar el mundo! Antes de que amanezca, las ciudades de Pekín y Hong Kong serán sometidas a mi mando y, desde ellas, daré mi mensaje al resto del mundo para que reconozcan mi soberanía y los cambios que voy a ejecutar.

– Espera – dice Furia -. Si te estás muriendo, ¿cómo vas a hacer todo eso? No parece algo de un fin de semana y no creo que vivas lo suficiente para completarlo. ¿ Quién falta, Garra?

– Falto yo – la voz llega desde la espalda del grupo y hacen que Shang-Chi y la Viuda Negra se giren para ver al recién llegado. Furia, en cambio, no se gira pues, no sólo reconoce la voz sino que, además, se lo esperaba. Parsimoniosamente, el llamado Hombre Colectivo pasa por su lado y se pone al lado de Garra Amarilla -. Todo esto será mi legado, Furia.

– ¡Tao Yu! – exclama la Viuda Negra – ¡¿Cómo?! ¡¿Por qué?!

– Porque mi vida está dedicada a China y … mi padre – dice Tao Yu, mirando a Shang Chi con recelo – … va a darme una finalidad mayor que la que he tenido hasta ahora. No he sido más que un títere, en el mejor de los casos, pero ahora podré servir a mi país, a mi pueblo, como siempre he querido.

– Escalofriante – dice Furia socarronamente -. ¿Os estáis oyendo? ¿Hola? ¡Vais a dar un golpe de estado, muchachos, no a liberar al mundo! ¡Sois vulgares terroristas!

Garra Amarilla se vuelve hacia Tao Yu, ignorando el comentario.

– Me voy, hijo – dice a Tao Yu -. Deshazte de estos estorbos y coordina la reacción del ejército ante mi ataque.

– Sí, padre.

Y Garra Amarilla monta en la enorme nave acorazada que, aparatosamente, sale al exterior por una enorme puerta metálica, observada por la pequeña nave camuflada. Y Tao Yu, hace señas a lo Si Fan que sacan sus espadas y se acercan a Furia, a la Viuda Negra y a Shang Chi.

– Adiós, compañeros – dice el Hombre Colectivo -, me hubiera gustado mataros con más honor, pero el tiempo apremia.

CONTINUARA…

1.- Si llegaste tarde, con esto te pondrás al día de lo ocurrido en los números 1 a 4, porque ya no vamos a tener tiempo para parar y hacer más resúmenes. Aunque, la verdad, deberías leértela entera como es tu obligación. Y no miro a nadie.


CONCLUIRÁ: ¡¡¡¡Así es!!! En el próximo número, explosiones, tiros, peleas y muertes violentas de todo tipo y la espeluznante conclusión.


EL PAIS DE LOS CIEGOS

¡Continua la miniserie! Escribenos y danos tu opinion.

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