Marvel Premiere #3 presenta… El Hombre Hormiga

En cada rincón de Marveltopia están pasando cosas, desde las profundidades de Atlantis a las ciudades volantes de la gente pájaro, desde el microverso dentro de una probeta hasta la lejana Nebulosa Oscura. Nada se pierde, todo está quedando registrado. Descúbrelo en…
Marvel Premiere

#3 – La Hormiga Mundial
Por Nighthawk


Fecha de publicación: Mes 28 – 8/00


Laboratorio de Henry Pym.

El genio de la bioquímica piensa:

– El principio es el mismo que en el casco antiguo, y podría extenderse… No se me había ocurrido antes.

A Janet no le gustaría, nunca se comunicaba mucho con mis insectos…

Janet

Usar las mismas frecuencias y extenderlo por todo el globo. Conectar con todas las hormigas del planeta.

Sentir sus diminutas vidas.

Nadie ha visto su cuerpo… Miles de millones de hormigas, en todo el mundo… Podrían buscarla.

Mi Janet.


Scott Lang descansa en su apartamento, tumbado en el sofá de su salita ve en el vídeo «Centauros del Desierto» de John Ford. En la cocina su hija Cassie está preparando la cena. Suena el timbre.

– Cassie, cariño ¿Puedes abrir tú, por favor? Estoy en mitad de la escena del secuestro y…

– Que poco morro tienes, papá. (refunfuña irónica Cassie)

Cassie abre la puerta y aparece un sonriente Hank Pym, con un paquete bajo el brazo.

– Señor Pym, que sorpresa. Espero que eso que trae sea una tarta, falta nos haría.

– Hola Cassie. ¡Cuánto has crecido! La última vez que te vi eras solo una niña.

– Ya ve… el tiempo pasa. ¡¡Papá, levántate del sofá, está aquí Henry Pym!! Solo falta que aparezca por aquí Reed Richards, ¡y yo con los deberes sin hacer!.

Al momento aparece Scott Lang en la puerta.

– Hank, cuanto tiempo chico. Pasa hombre. Oye, siento mucho lo de Janet, debe haber sido un golpe duro. Sabes que puedes contar conmigo por si quieres hablar o lo que sea, Hank.

– Lo sé Scotty, pero estoy bien, de verdad. Voy superándolo. Te he traído un regalo.


Al norte del Canadá hay una zona con densos bosque, antes de que las heladas praderas ocupen el horizonte con su blanco manto. Hace 10.000 años cayó una nave espacial un poco más al norte. Su objetivo era dominar el planeta, pero un hombre solo consiguió evitarlo.

En este bosque de Canadá cada vez hay más tranquilidad, raro porque es primavera aquí. Es un silencio extraño, el viento helado sigue meciendo las verdes copas de los arboles, pero no hay más sonidos. Falta el grito áspero del ratonero de cola roja, el aullido del coyote y el corretear de los berrendos. En los limites del bosque, un hormiguero sigue con su actividad cotidiana, en un entorno cada vez más silencioso.


New Jersey (USA), casa de los Lang:

– ¡Un casco cibernético para conectar con todo el planeta! Dios mío Hank, este es un avance impresionante. Eres un genio. ¡Conectar con todas las hormigas del mundo! ¿No lo has probado todavía?

– No, Scotty, la verdad es que no tengo tiempo. He estado trabajando mucho estas semanas, ya sabes, desde lo de… lo de Janet. He sacado muchas cosas nuevas, tengo un nuevo traje, también. Creo que sería más apropiado que te lo quedaras tú. Al fin y al cabo eres el Hombre Hormiga ¿no?

La cara de Scott Lang es de total asombro. Mientras desde la cocina la voz de Cassie anuncia:

– ¡Papá, Señor Pym…la cena está lista!

Dos horas después Hank Pym se despide de Scott Lang y de su joven hija.

– Adiós Cassie, me ha encantado la cena. Eres una gran cocinera.

– He practicado mucho, señor Pym. No me queda otra, ya me entiende… (Cassie mira a su padre con un sonrisita burlona en la cara)

– En fin, Hank, pásate más a menudo por aquí. Te llamo en unos días y hablamos, cuando haya probado ese cacharro tuyo.

– Vale. Scotty, Cassie, nos vemos. (Pym se marcha con un saludo)


En los limites de nuestro bosque en Canadá el hormiguero sigue con su actividad de siempre, pero hace horas que algunas recolectoras no han vuelto. Van faltando algunas hojas para alimentar a las larvas, y otras obreras han tenido que salir a por comida. Mientras, en el centro del hormiguero, la alada reina es atendida por sus hijas, ignorante de todo.

Las hormigas siguen laborando sin que nada les preocupe, pero nosotros nos elevamos por encima del hormiguero y podemos ver un largo rastro de hormigas muertas. Nos elevamos aún más y vemos que el rastro de muerte afecta a todos los animales del bosque, que yacen muertos, en silencio.

Seguimos avanzando unos kilómetros más al norte, a través de la quieta muerte que paraliza el páramo, hasta el límite de las nevadas llanuras, para ver una extraña estructura mecánica enraizada en la blanca tierra. Dentro de las metálicas paredes, un hombre, el mismo hombre que salvó al mundo hace 10.000 años, encerrado en una extraña bolsa llena de un líquido burbujeante, vive y duerme, prisionero de esa extraña estructura.


Mientras en New Jersey (USA):

– Cassie, me voy a dar un paseo. ¿De acuerdo, cariño?

– Vale, papá. Date una vuelta si quieres, yo voy a llamar a Marion.

– No hables mucho tiempo, que luego la factura se dispara. ¿Vale?

– Vaaale papá, no te preocupes. Adiós.

Scott Lang sale de su casa con el nuevo casco cibernético en una bolsa marrón bajo el brazo. Es de noche y al doblar la esquina se pone el casco entre las sombras. Discretamente Scott Lang se reduce a tamaño de insecto y un segundo después, a lomos de una voladora, el Hombre Hormiga surca los cielos de Jersey.

En la cara de Scott una sonrisa mientras gana altura y pasa al lado de algunos vecinos sin que se den cuenta.

– Por ahora va bien (piensa Scott). Pero lo mejor será intentar la conexión mundial ya mismo. Me muero de ganas por probarla ahora mismo. A ver…

No pasa nada al principio, Scott duda. Entonces empieza el goteo, conecta con unas hormigas de la zona, llega una de más lejos, debe ser del puerto de Norwalk, una de la zona de Massachusetts, llegan de más lejos, de las suaves cordilleras de Haití, de la selva de Brasil, de Filipinas, del desierto del Gobi… El goteo va aumentando, crece convirtiéndose en un río de pequeñas mentes, de millones de percepciones llegando a la cabeza de Scott Lang.

Ya no es goteo sino un río, en un segundo ya es un mar, un océano rugiente. Scott se agarra fuerte a su montura, su mente se tambalea, y de repente la calma.

– Puedo pensar otra vez. ¡Joder! Pym ha conseguido lo imposible. Lo ha hecho, siento en este momento lo que está haciendo cada hormiga del planeta, lo que perciben y lo que sienten. Todas y cada una están en mi cabeza y no me he vuelto loco. Dios mío, la conexión es global. (piensa el Hombre Hormiga, alucinado) Es como ver todo lo que está pasando en el mundo en ese instante, y encima comprenderlo1.

Scott Lang sonríe a lomos de su hormiga voladora, se recrea en su conexión mundial. De repente siente en su mente una angustia animal. En los bosques de Canadá, el mal que ha asolado una amplia región de la fría pradera llega al hormiguero que habíamos estado observando.

Poco a poco galerías enteras quedan quietas, con los inmóviles cadáveres de sus habitantes dentro de ellas. Scott en los breves minutos que lleva conectado ha sentido millones de muertes, innumerables hormigas han dejado de existir. Él lo ha sentido, pero sus muertes eran naturales: los hombres, el azar o la propia naturaleza lo han causado. Lo que ahora siente el Hombre Hormiga es diferente.

Cada una de las hormigas que van cayendo en ese hormiguero maldito siente como la vida le es robada, sustraída, por algo extraño, algo antinatural e implacable. Esto es lo que siente también el Hombre Hormiga por cada una de las cientos de hormigas que mueren en el hormiguero. Tan terrible es la sensación que le produce, que se impone a las percepciones del resto de hormigas del planeta.

Scott siente con sufrimiento indecible los últimos intentos de la reina para salvarse, ayudada por las ultimas supervivientes, hasta que de repente todo acaba. En un momento solo percibe el ir y venir del resto de las hormigas del planeta. Todo ha pasado muy rápido pero el sudor cubre su cuerpo, paralizado por el miedo.

¿Que ha pasado? – se pregunta el Hombre Hormiga. Era en el norte. Cerca de la nieve, sería Canadá. Tengo que ir allí, está pasando algo terrible. Esas hormigas… era horrible. Horrible.


Mansión de los Vengadores. Ojo de Halcón está viendo en la televisión un partido de hockey. Es tarde y suena el timbre.

– ¿¿¿El timbre??? A quien se le ocurre llamar al timbre. ¿Es que ya no quedan villanos con agallas? Dice Ojo de Halcón.

Halcón vigila la puerta en las pantallas y no ve a nadie. Supone que la seguridad se hubiera encargado del malo si hubiera un marciano invisible esperando fuera.

Bueeeno, voy a abrir la puerta. Me parece que tengo mi seguro médico al día, eso creo. Ojo de Halcón abre la puerta y entran una cuantas hormigas voladoras.

– Joooder, hormigas ¿Esto es todo?

El Hombre Hormiga revolotea delante del Vengador.

– Hola Ojo de Halcón, necesito ver a Hank Pym ¿Está aquí?

– ¿¿Que dices?? No te oigo.

Entonces, delante de Ojo de Halcón aparece el Hombre Hormiga a tamaño natural.

– Halcón, ¿Sabes donde está Hank Pym?

– Hola Hormiga, cuanto tiempo. La cosa va de insectos ¿no? Siento decirte que no he visto a Hank esta noche. Si te valgo yo para algo…

– He intentado contactar con los 4F, pero no estaban. Halcón necesito un Quinjet ahora mismo, debo seguir una pista al Norte de Canadá.. Había pensado tomar uno prestado.

– Ya era hora, me estaba aburriendo esta noche ¿A quien buscaríamos?… Doctor Muerte, Ultrón, Kang, ¿el Coleccionista, tal vez?

El Hombre Hormiga niega con la cabeza.

Al rato vemos la cara de Ojo de Halcón, sorprendido, después de saber la historia.

– ¿¿¿ Unas hormigas muertas ??? – dice, alucinado- Mira Hormiga te voy a ser sincero. Esto que me cuentas es un poco raro, pero me has salvado alguna vez el pellejo2, y yo pago mis deudas ¿Entendido?. Ven por aquí anda…

– Oye es sólo para llegar hasta allí. Os lo devolveré intacto.

– Ya, ya…Eso piensan todos.

El Quinjet despega desde la mansión, disparado al cielo nocturno de New York.

En una hora la nave de los Vengadores llega a la zona norte de Canadá con un solo pasajero: el Hombre Hormiga. Sobrevuela las zonas de espesa vegetación, con altos árboles, los animales corretean asustados por el Quinjet, que vuela bajo. En un momento dado los animales dejan de correr bajo el Quinjet, las altas copas de las coníferas se mueven silenciosas.

En un momento los cadáveres de animales muertos tapizan el bosque. En el interior de la nave Scott Lang utiliza, horrorizado, los avanzados sensores del Quinjet para buscar los motivos de toda aquella muerte. A pesar de no ser un genio biólogo logra interpretar los datos que le llegan. El aire está contaminado, envenenado. Todas las especies animales que respiran ese aire mueren en el acto.

Muchas millas de masacre hasta llegar al foco, una extraña estructura metálica fundida con el blanco terreno. En esta región, nevada incluso en esta estación, los cuerpos de los osos y zorros son perfectamente visibles desde el aire.

Un láser surge de la enorme estructura, intenso, con un color aún sin nombre en nuestro planeta. Destroza un ala del Quinjet, que cae a plomo.

El Hombre Hormiga escapa rápidamente por una rendija a lomos de su hormiga voladora. Desde el aire ve estrellarse la nave prestada, con su casco sellado y provisto de oxigeno, resulta raro ver que su montura también lleva cubierta su cabeza con una máscara, protegiéndola de la muerte.

No recuerda la ironía de Ojo de Halcón, no piensa en qué les dirá a los Vengadores de su nave rota, ni en las esperanzas que Hank ha depositado en él, ni siquiera por su cabeza pasa la imagen de su hija Cassie. Sus ojos se fijan en el origen de todo este desastre; es algo tan caótico, intentando integrarse con el entorno, absorberlo, le da la impresión de que está vivo, que piensa. Y el Hombre Hormiga tiene miedo, mucho miedo.

Se acerca a la estructura desde el aire, pequeño. Con su compañera son los únicos animales vivos en kilómetros. Entran sin problemas, y en el interior las paredes y muros son planos, blancos como la nieve, Scott nota como la estructura vibra, crece. Al avanzar unos cuantos metros la luz desaparece de repente.

Su visor infrarrojo le permite ver, pero el sentimiento es amenazante, ominoso, ahora hay silencio. Una cortina láser, de un color aún más extraño, avanza rápida hacia el Hombre Hormiga. En el techo hay unos centímetros que no cubre la mortal cortina. La hormiga vuela, sube, sube mientras se acerca el láser alienígena.

Se salvan por micras, sienten el calor mientras pasa bajo ellos. Dos de las patas de la hormiga se queman, aúlla de dolor en silencio. Siguen adelante. Se meten por un conducto lateral, estrecho, pasan los metros, ¿los kilómetros, tal vez? no sabe, las paredes vibran.

Scott ya no piensa, cree que así bloqueará el miedo, actúa por instinto. Hoy ha estado en contacto con toda una raza de billones de individuos, hoy ha aprendido mucho, y por eso tiene miedo.

Las paredes del conducto se mueven de repente, se están juntando rápidamente. Ya casi no hay espacio. Delante de ellos se ve la luz al final del túnel, no está muy lejos, pero las paredes ya están les aprisionan, les obligan a parar, agobiándoles por los cuatro costados. El Hombre Hormiga extiende los brazos y para las paredes laterales, mientras aguanta techo y suelo con la cabeza y los pies.

La fuerza de un hombre no era lo que esperaba encontrar la estructura alienígena en este tamaño. Scott crece un poco y va ganado espacio, entonces las paredes del conducto empiezan a calentarse.

– Si rompo estas paredes la reacción de esta cosa será mucho mayor. No me puedo arriesgar a que me coja, debo seguir a tamaño hormiga, así le resulto una amenaza menor. Tengo que llegar al fondo de todo este asunto, nadie puede ayudarme ahora.

Las paredes están al rojo, el Hombre Hormiga se prepara para saltar hasta la zona iluminada. Son unos 15 metros, pero a tamaño de insecto parecen kilómetros de pasillos. La hormiga voladora lo está pasando mal, el calor la está matando. Scott la mira a sus ojos compuestos antes de saltar. Aprieta los dientes, se flexiona y salta. Como una bala sale despedido, el peso de un insecto propulsado por la fuerza de un hombre. Al caer, el pasillo se cierra con un ruido seco, unos centímetros detrás de él. Demasiado cerca, otra vez (piensa Scott).

Una amplia sala aparece ante él, aunque cualquier cosa es amplia con el tamaño de una hormiga. El casco le indica que la atmósfera es respirable pero Scott no se fía. Es raro, piensa. Al fondo se distingue algo de color rojo.

– Tendré que acercarme sin crecer, que se la estructura no se fije en mi. Ya me estoy acercando, seguro. Hay más ruido aquí. Tengo que ir muy despaaacio. Venga, ya estoy cerca, no puedo fallar ahora.

Cada paso la tensión aumenta, pero es insignificante la distancia que el Hombre Hormiga avanza. La enorme sala parece ser cada vez mayor. Caminando a pie, va mirando alrededor suyo, buscando cualquier amenaza, inquieto como un animal, su instinto le grita que huya pero sabe que es muy tarde para eso.

La maquinaria parece ignorarle ahora, es demasiado insignificante para ser detectado, sin darse cuenta ha reducido su tamaño más de lo normal, más que un insecto parece solo una mota de polvo. Pero sigue avanzando, ya puede distinguir el fardo rojo, rodeado de tubos y máquinas, que cuelga del techo, al fondo.

Hay una figura atrapada en la bolsa roja. Es un hombre, parece un adulto. La estructura lo alimenta y se diría que lo cuida, los movimientos que se notan en los aparatos que rodean al cautivo son lentos, pausados, casi serviciales.

– Esta máquina ha matado a todo animal vivo en kilómetros a la redonda, y mientras se dedicaba a cuidar a un señor con barba. Es absurdo. Lo que está claro es que esa persona y yo somos los únicos seres vivos por aquí sin raíces ni hojas.

El Hombre Hormiga actúa rápido, con otro de sus grandes saltos se coloca debajo del saco, su membrana transparente enseña el constante burbujeo que envuelve al durmiente, Scott duda una décima de segundo. En ese momento la máquina reacciona violentamente y las paredes de toda la habitación convergen hacia él en un relámpago repentino, como si le hubieran detectado de repente.

El Hombre Hormiga crece y aprovecha la inercia para romper la extraña placenta con el puño; el hombre dormido cae al suelo, a su lado. Mil formas sin forma intentan acabar con nuestro héroe, que se zafa encogiéndose y saltando, más como una pulga que como una hormiga. De repente, todo cesa. La habitación vuelve a la normalidad en un momento, solo el monótono zumbido sigue ahí.

Scott no entiende, ha vuelto a tamaño normal y siente la repentina calma. ¿Que ha pasado? (piensa). Su mirada recorre la habitación, el envoltorio roto parece inerte, en el suelo el prisionero está quieto; Scott se acerca para ver como está. Asombrado se da cuenta que sus ojos ya están abiertos.

– ¿Está usted bien, amigo? ¿Me entiende?

– Estoy bien, gracias. (Dijo el barbudo hombre con un susurro de voz) Ayúdame a levantarme.

– Tenemos que salir de aquí cuanto antes. Estamos en peligro ¿Entiende?

– ¿En peligro, aquí? Ja, ja, ja…. Esto es mi casa, niño. (Levanta una mano y el suelo se levanta para cubrirle por entero durante unos segundos, instintivamente el Hombre Hormiga se encoge de nuevo)

Gracias por tu ayuda pequeño (dice el hombre, ahora vestido con un traje negro y rojo). Soy libre de nuevo gracias a ti. Libre para acabar con la raza humana de una vez por todas. Porque yo soy el amo de todo. El Amo del Mundo.


1.- Jorge Luis Borges ya expone el concepto en su cuento El Aleph, recogido en su libro de cuentos El Aleph (1949)

2.- Como se vio en Vengadores#223


EL DISCO DEL REGISTRADOR

Me podéis mandar los mensajes que queráis a mi dirección:

nighthawk@ozu.es

Tagged , , . Bookmark the permalink.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *