Superman #1

superman01logonusuperman#1 – Extraterrestre I
La Tormenta
Por Carlos Fortuny


Fecha de publicación: Mes 176 – 12/12


Durban, Sudáfrica.

Hacía un calor terrible, pero como en las localizaciones que había visitado anteriormente, eso no afectaba al joven. Desde Sudamérica hasta Asia había estado viajando sin encontrar lo que buscaba, pero esta vez estaba seguro, esta vez la pista que seguía era la buena.

El joven, de unos veinticinco años, vestía algo desarreglado, con una camisa a cuadros rojos y azules bastante arrugados y unas bermudas vaqueras. Sus ojos azules se ocultaban tras unas gafas de pasta y su pelo estaba bastante alborotado.

Usó su mano para tapar los rayos del sol que le dificultaban la visión y pudo ver perfectamente el nombre del local que se encontraba frente a él «Hostal Good Stay», aunque por la pinta cochambrosa del hostal dudaba que alguien hubiera pasado de verdad una buena estancia en aquel lugar. Cogió la mochila deportiva que reposaba en el suelo y se adentro en el lugar.

Por dentro el lugar era aun peor que por fuera, el mobiliario era viejo, y era difícil encontrar algún rincón limpio. Posiblemente lo único menos sucio sería la silla en la que descantaba el trasero del recepcionista, quien no tenía pinta de levantarse demasiado. Tras un minuto entero esperando frente al mostrador el recepcionista se digno a ofrecer al muchacho toda su cortesía.

-¿Si?- Se limitó a escupir el trabajador del hostal con cara de buenos amigos.

-Soy Clark Kent, tenía…- Empezó a decir el joven hasta que se dio cuenta de que al apoyar la mano en el mostrador se había manchado con algún tipo de pringue.-… tenía una reserva…

El recepcionista miró a Clark de arriba a abajo, como si estudiara si era digno de recibir cualquier servicio que él ofreciera. Tras poner una mueca volvió a hablarle sacando una llave de debajo del mostrador.

-Claro, aquí tienes guaperas. Es la 311.- Dijo lanzandole la llave y sacando una revista en la que enseguida se centró.

Clark se quedó un segundo dubitativo, tras ello cogió su maleta para dirigirse a su habitación. Pero aun tenía una cuestión que resolver, a si que se armó de valor y volvió a encarar al hombre.

-Perdona, ¿sabría usted decirme donde se encuentra Lidcover Enterprise?, me han dicho que es la empresa más influyente de la ciudad.- Preguntó Clark amablemente.

En un principio pensó que el hombre no le contestaría, haciendo gala de la grosería que parecía tener, pero finalmente volvió a centrar su mirada en Clark, aunque su respuesta no fue la deseada por el chico.

-Mira guaperas, no soy un guía turístico, y ahora si me disculpas, estoy muy ocupado.

Clark prefirió hacer caso omiso del hombre, ya descubriría donde se encontraba la empresa por su cuenta. Así que se limitó a dirigirse a su habitación con su maleta.

Una vez en su habitación Clark la vació sobre la cama, la maleta apenas contenía un ordenador portátil que enseguida escondió y algo de ropa. De entre toda la ropa separó unos vaqueros, una cazadora marrón con capucha y una camiseta blanca que lucía una gran «S» negra en el pecho.

-Hora de trabajar…- Dijo Clark.


Hace 12 años…

Granja de los Kent, Smallville.

-¡Maldita sea!- Gritó Jonathan Kent desde encima de su tractor.

-¿Qué pasa cariño?- Preguntó Martha en tono conciliador desde el porche de la casa.

-Este trasto se a vuelto a quedar atascado…- Refunfuñó Jonathan, intentando sacar la rueda de una zona embarrada donde se había quedado trabada, pero no había manera.

-Espera Pa.- Dijo un joven Clark acercándose a su padre mientras se acababa de tomar una cookie casera de su madre.

Clark se sacudió las manos y agarró con firmeza el tractor sin ni siquiera pedir a su padre que se bajara. Cuidadosamente lo sacó del socavón y lo colocó con cuidado en el suelo.

-Gracias hijo, cada día estás más fuerte ¿eh?- Dijo el señor Kent con una sonrisa.

Normalmente la reacción de Clark habría sido una risa o una sonrisa, posiblemente habría alardeado de su fuerza o se habría comparado con Hércules, pero aquel día no. Aquel día lo único que pasaba por su cabeza era el hecho de que su fuerza no era normal.

-¿Que pasa Clark?- Le preguntó su padre mientras se limpiaba las manos con un trapo y bajaba del tractor.

-¿Que soy Pa?- Preguntó el chico mirándose las manos, como si no pudiera acabar de creer que su vida no fuera más que un sueño.

-Eres mi hijo.- Le respondió Jonathan cogiéndolo por los hombros con una gran sonrisa tranquilizadora.- Eso nunca lo dudes.

-Creo que ha llegado el momento de que le contemos sobre su pasado cariño.- Dijo la señora Kent, que llegaba con una bandeja con tres limonadas.

Los padres de Clark miraron al chico, que les devolvía la mirada con incertidumbre.

-Tienes razón…- Accedió finalmente Jonathan revolviendole el pelo a su hijo.

Aquella tarde fue sin duda alguna la tarde más mágica que Clark había vivido en su vida. Y posiblemente una de las más mágicas que viviría.

Había llegado cuando era un bebe en una nave del espacio y se había estrellado en mitad de Kansas. El destino había querido que aquel día los Kent hubieran salido a realizar unas pruebas médicas que determinarían si les sería posible tener hijos o no, algo que llevaban intentando desde hacía años.

La desesperanza había inundado sus corazones cuando el doctor les había dicho que era del todo imposible, pero entonces, como si de un milagro se tratase, Clark cayó del cielo cerca de una carretera secundaria que Jonathan solía coger hasta la ciudad.

En un principio sintieron miedo, una nave se había estrellado a pocos metros de su coche, pero los Kent siempre habían sido una familia amable y generosa, una que nunca negaría su ayuda. Y fuera quien fuera quien se hubiera estrellado, podría necesitar ayuda.

Todo el temor que podían haber sentido se desvaneció en cuanto vieron a aquel niño, no les importaba su procedencia, pues sabían que ante ellos se encontraba su hijo.

Jonathan intentó subir la nave a su furgoneta, pero al ver que a lo lejos se acercaban varios helicópteros, el hombre se limitó a fotografiar la nave y subir a la furgoneta. Al fin y al cabo, lo más importante era alejar a Clark de aquellos hombres, quienes sin duda lo someterían a terribles experimentos.

Clark escuchó sin perder detalle de cada palabra que contaba su padre, mientras su madre había entrado en la casa. Enseguida salió con una pequeña caja que le dio a Clark.

El chico abrió la caja como si de un regalo de navidad se tratara, ella contenía las fotos que su padre hizo a la nave, de bastante poca calidad. Y una camiseta blanca con una gran «S» en el pecho, la misma «S» que la nave lucía en su morro.

-Tú madre te hizo esa camiseta para cuando te contaramos esta historia.- Dijo el señor Kent.

-No sabemos que significa el símbolo, pero está claro que tiene que ver con tu lugar de origen.

-Vamos Martha, claro que sabemos lo que significa.- Dijo Jonathan sonriente.

Martha empezó a reir mientras Clark miraba con impaciencia, deseando saber su significado.

-Es una «S» una «S» de Superman.- Dijo Jonathan, así lo había decidido cuando había descubierto la fuerza que tenía su hijo, y es todo el significado que él necesitaba encontrarle.


Ahora…
Durban, Sudáfrica.

No quería que le reconocieran, así que se había puesto la capucha de la chaqueta y agachaba lo suficiente la cabeza para que nadie le viera la cara. Aunque la capucha le tapase la visión no era problema para él, pues su visión de rayos x le permitía ver a través de cualquier material a excepción del plomo con total facilidad.

En sus primeros intentos no había conseguido descubrir la localización de Lidcover Enterprise, pero finalmente un hombre le dio una aproximación de por donde se encontraba. Pero era una ciudad grande y no sería fácil de localizar el sitio.

Clark atravesó un concurrido mercado donde se vendía todo tipo de cosas, la gente hablaba a voces, y solo los gritos de algunos vendedores ofertando sus productos se sobreponía al barullo general. El olor no era bueno, pues se mezclaba el de alimentos frescos con perfumes y algún que otro alimento pasado.

Cuando finalmente salió del mercado, pasó de estar totalmente rodeado de gente, a transitar por una calle casi vacía, posiblemente por que toda la gente que había por allí se dirigía al mercado, solo una mujer caminaba por ella unos metros por delante.

En un abrir y cerrar de ojos cuatro hombres surgieron de un callejón y arrastraron a la mujer dentro. Pero desafortunadamente para ellos, Clark lo había visto, y no dudó ni un segundo en lo que debía hacer.

Los hombres hablaban entre ellos en zulú mientras reían y miraban a la mujer lascivamente. Entonces apareció Clark, y fue el nuevo foco de todas las miradas, aunque las risas no se detuvieron.

-Fuera de aquí extranjero, no es asunto tuyo.- Dijo uno de los hombre, que portaba una daga.

-Tenéis una oportunidad de discurparos y marcharos.- Se limitó a responder Clark.

El hombre de la navaja tradujo las palabras de Clark, y enseguida las risas estallaron. El extranjero debía estar loco si creía que podía hacer frente él solo a cuatro hombres, uno de ellos armado.

Pero entonces la daga que sujetaba uno de los agresores empezo a calentar hasta que le quemó en la mano, teniendo que soltarlo.

Clark se acercó al grupo y agarró a dos de los hombres por el cuello de la camiseta, y los lanzó a una pared situada a varios metros. Otro de los hombres le atacó por la espalda, pero la fuerza que había puesto en el puñetazo fue contraproducente, pues fue como golpear una lamina gruesa de acero, y solo sirvió para que el hombre se rompiera algunos huesos. Acto seguido Clark le propinó un empujón que lo hizo volar varios metros.

Después Clark se centró en el único hombre que quedaba en pie, además era el único que hablaba su idioma. Se acercó a él tranquilamente y lo cogió del cuello de la camiseta, elevándolo hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo.

Los ojos de Clark se encendieron, no iba a dispararle con su mirada calorífica, pero aquella mirada llena de fuego haría que el hombre captara mejor el mensaje.

-Vas a disculparte ahora mismo y a llevarte a tus amigos de aquí, y si volvéis a realizas cualquier acción mínimamente ilegal, ten por seguro que volveré a por ti, y esa vez no seré tan misericordioso.

Dicho esto, Clark dejó caer al hombre al suelo, a quien le fallaron las rodillas, haciendo que se diera de bruces. Pero el miedo hizo que reaccionara rápido, se disculpó unas cinco veces con la mujer, y enseguida recogió a sus compañeros para salir de allí, aun con el miedo en el cuerpo.

-¿Está bien señorita?- Preguntó amablemente Clark ayudándola a levantarse.

-Si… si… todo gracias a ti…- Dijo la joven al borde del llanto, por lo que Clark no pudo más que abrazarla.

Tras unos minutos, la joven se tranquilizó, aun así Clark se ofreció a acompañarla a casa, y aunque en un principio la joven no quería inoportunarlo más, acabó aceptando. De todas maneras fue un viaje provechoso, pues la casa estaba cerca, y la recompensa por el paseo fue gratificante. La chica le había dado la ubicación exacta de Lidcover Enterprise, y no se encontraba muy lejos de allí.


Hace 14 años…

Metrópolis.

Llevaban semanas esperándolo como locos, y por fin era el día, el día en los que Clark y sus compañeros iban a visitar el museo de las ciencias de Metrópolis, la ciudad del mañana. Sabían que allí habría cantidad de inventos con los que trastear, pero era más que eso, lo realmente importante era que eso significaba que no habría clases.

Clark iba en uno de los últimos asientos junto a su buen amigo Pete, que en ese momento le enseñaba animadisimo una revista del museo, donde iba señalando todos los inventos que quería probar.

Pero Clark tenía la mirada perdida en unos asientos más adelante, en una chica, o mejor dicho para Clark, la única chica. Su nombre era Lana Lang, era su vecina, todo lo vecino que se es de una granja a más de un kilómetro de distancia.

No es que Clark estuviera especialmente interesado a esa edad en las chicas, pero Lana era especial, era tan dulce y buena con los demás, que Clark solo podía sentir el deseo de protegerla.

Y de pronto toda la atmósfera cambió, los gritos y el jaleo a causa de la euforia se transformaron en gritos de miedo y pánico. El conductor había dado un fuerte volantazo, y Clark pudo ver como el autobús tras dar varias vueltas de campana se precipitaba peligrosamente hacia el quitamiedo del puente.

A causa de la fuerza del choque la mitad trasera del autobús se quedó suspendida en el aire, mientras la delantera permanecía en la calzada, pero solo era cuestión de tiempo que el autobús cayera. Y entonces el tiempo se detuvo para Clark, sus ojos se encontraron con los de Lana, tenía que salvarla.

Clark se dirigió rápidamente a la parte trasera del autobús y practicó la última habilidad que había adquirido, levitó ligeramente, de una forma casi imperceptible y empezó a tirar del autobús hacia la calzada, a su alrededor los niños forcejeaban para intentar llegar a la parte delantera, mientras Lana permanecía inmóvil mirando a Clark. Este ignoró la mirada de la niña y se centró en el autobús, era muy pesado, pero poco a poco estaba logrando su objetivo. Sin duda era lo más difícil que había echo en su vida, pero salvaría a Pete, salvaría a sus compañeros, y ante todo, salvaría a Lana.

Finalmente el autobús volvía a estar en tierra, y los niños se empezaban a tranquilizar poco a poco, algunos habían salido por la puerta delantera, el resto se agolpaba delante, y en la parte de atrás solo permanecían Clark y Lana.

Lana sonrió, Clark también, pero enseguida se derrumbó en el suelo del autobús. La niña no dudó un segundo en correr a su lado.

-¡Clark! ¡Clark! ¡¿estás bien?!

-Sabes… sabes mi nombre…

-Pues claro.- Dijo la niña con una sonrisa.- Nos has salvado.

-¿Qué? Yo no…- Se apresuró a decir Clark exahusto.

-No te preocupes, yo guardaré tu secreto.- Dijo Lana, dándole un tierno beso en la frente.


Ahora…
Lidcover Enterprise, Durban, Sudáfrica.

La noche había llegado ya a Durban cuando Clark llegó frente al edificio de Lidcover Enterprise, era un edificio bastante grande, y no tenía perdida si sabías llegar hasta él.

Intentó mirar a través de la pared, pero la mayoría del edificio había sido construido con plomo, lo que imposibilitaba su visión de rayos x.

Estaba en la entrada principal pero no sería por allí por donde entraría. Empezó a rodear el edificio tranquilamente, mientras echaba algún vistazo con su visión de rayos x, pero siempre con el mismo resultado.

Al final Clark dio con lo que buscaba, una puerta bastante oculta en un callejón, con un panel numérico. Estuvo por sacar el móvil para buscar el número que tenía que teclear, pero llevaba un mes pensando en aquel número, tanto que había acabado por memorizarlo.

Clark tecleó el número, y tras unos segundos la puerta se abrió. Estaba seguro de que esta vez sería la buena, esta vez la encontraría.

Clark entró en la edificio.


Hace 1 mes…

Buenos Aires, Argentina.

Clark volvía al hostal donde se estaba alojando, el viaje a Argentina había sido una total perdida de tiempo, puede que Siegel Corporation fuera una filial de Luthor Industries, pero no parecía tener la menor vinculación con nada que le pudiera interesar a Clark. Al parecer se limitaban al sector de la gastronomía, y en los días que la había investigado no había visto nada sospechoso. Tampoco es que fuera la primera vez que seguía una pista falsa, sus contactos no eran buenos, y Luthor Industries no era una empresa tan poderosa porque fuera fácil de investigar.

Aun así el animo de Clark no decaía, últimamente había estado charlando con un hombre que parecía conocer bastantes trapos sucios de Luthor Industries. Un antiguo empleado, que había sido injustamente despedido, y que no tenía ahora nada que perder.

Clark conectó el ordenador con la esperanza de que el hombre se encontrase conectado, no lo había visto nunca en persona, solo habían intercambiado mensajes por el ordenador, pero las largas horas que habían pasado charlando habían acabado por hacer que el joven de Smallville confiara en él.

Una sonrisa se marcó en el rostro de Clark al ver que «doctor» (nombre que usaba el hombre como nick) estaba conectado. Según le había contado el hombre era el doctor Shuster, genetista que había trabajado en muchos proyectos de Luthor Industries hasta que estos los despidieron. Clark había comprobado su identidad por internet, y había encontrado varios estudios y trabajos del buen doctor que coincidían con lo que este le contaba.

Así mismo Clark solía referirse a si mismo como Superman, en honor al apodo cariñoso con el que le llamaba su padre.

Clark saludó al hombre relatándole lo ocurrido, como el doctor había sospechado desde el principio, en Argentina no había nada. El doctor le dio sus condolencias, a pesar de todo había esperado con todo el alma que hubiera algo que ayudara a Clark a encontrar lo que buscaba.

Aun así enseguida animó a Clark con una noticia. No podía asegurarlo, pero había una ubicación con muchas posibilidades, años atrás el doctor había trabajado en Durban, y sabía de buena tinta que allí dedicaban bastantes esfuerzos al estudio de vida alienigena.

Había tardado en darle la ubicación, pues no había querido hacerlo sin conseguir antes ciertas claves de acceso que ahora estaban en su poder, y con las que Clark entraría sin problema.

Una gran sonrisa se marcó en el rostro de Clark, tanta era su alegría que tuvo que contenerse para no reír. El doctor le aclaró que eso no quería decir que lo que buscaba se encontrara allí, pero si que tenía bastantes esperanzas en ello, dicho esto le deseó suerte y le pidió que tuviese mucho cuidado.

Clark acabó de anotar los datos, Lidcover Enterprise era el nombre de la empresa, y se repitió un par de veces el código de acceso que le había dado el doctor antes de guardarlos. Sin perder un segundo se puso a buscar un vuelo que saliese para Durban.


Ahora…
Durban, Sudáfrica.

Clark había esperado un lugar bastante siniestro, al fin y al cabo esperaba encontrar un laboratorio que se dedicaba a estudiar vida alienigena, aun así no estaba preparado para lo que allí encontró.

Multitud de pasillos blancos como la leche llevaban a múltiples salas de todo tipo, y cada cual más horrenda que la anterior, en un par de ocasiones el joven había dudado de si se encontraba en un quirófano o en una sala de tortura.

Clark siguió avanzando con un mal presentimiento en el cuerpo, los vellos de la nuca se le erizaban. No era normal que no hubiera visto a nadie, había visto sangre en algún quirófano, pero no a ningún paciente ni a ningún médico, y tras varios minutos andando, eso le empezaba a poner muy nervioso. Para colmo su visión no podía ver más allá del plomo de las paredes, lo que hacía que se sintiera totalmente encerrado en un laberinto de pasillos. La cosa no mejoro cuando empezaron a surgir escaleras, no estaba seguro de cuanto había bajado, pero calculaba que al menos estaría a unos doce metros por debajo del nivel de la calle.

Con un gran estruendo una enorme puerta metálica se cerró a su espalda, lo que hizo que el joven se diera la vuelta rápidamente, y empezara a mirar en todas direcciones, como si esperara un ataque inminente. Y su intuición no le falló…

Unos láser surgieron del techo y empezaron a disparar dándole de lleno y haciendo que el joven se arrodillara mientras intentaba cubrirse con sus manos.

Los ojos de Clark se tornaron rojos, y dos disparos de su visión calorífica acabo con los láser.

-¿Quien está ahí?- Preguntó Clark mirando en todas direcciones.- Seas quien seas, sal de tu escondite.

Por toda respuesta una puerta, que hasta el momento había estado tan bien camuflada que parecía pared, se abrió mostrando una escalera.

A Clark no le entusiasmaba la idea de bajar aun más, pero no le quedaba más alternativa, tendría que seguir jugando al son de su atacante hasta que lo descubriera.

Las siguientes galerías que encontró Clark estaban tan en calma como todo lo que había visto en aquel lugar, grandes habitaciones llena de unos grandes cilindros de cristal.

No fue hasta que avanzó varias de estas habitaciones, cuando Clark se atrevió a mirar dentro de esos cilindros, y lo que vio le hizo caer de espaldas al suelo.

Había encontrado a los pacientes del lugar, cada cilindro parecía contener a un paciente, el cual había sufrido cada cual una mutación más horripilante que la anterior. El joven empezó a contar los contenedores, pero acabó perdiendo la cuenta, debía de haber cientos.

Entonces un chirrido rompió el silencio sepulcral del lugar, y uno de los cilindros se abrió. Una especie de mezcla entre hombre y león salio del contenedor de rodillas, y empezó a respirar con dificultad.

Clark se acercó temeroso a él, acercándole una mano como si intentara acariciarle, pero antes de que sus cuerpos entraran en contacto una fuerte descarga producida por un collar que portaba el «león» recorrió todo el cuerpo de este haciendo que se estremeciera.

El «león» yacía en el suelo, y Clark no sabía si seguía o no con vida, pero su respuesta llegó rápido, los ojos del animal se abrieron de par en par, y este saltó sobre el chico sin ningún miramiento.

Clark forcejeó con él aunque la fuerza de aquel ser le sorprendió por completo. Un mordisco del «león» en la yugular de Calrk hizo que el chico espabilara, y recurriendo a toda su fuerza golpeó al ser que voló varios metros antes de estrellarse contra otros cilindros contenedores.

La posibilidad de que mas seres como el anterior salieran de cilindros hizo que Clark se moviera con rapidez para salir de allí.

Una nueva puerta se cerró a la espalda de Clark que respiró aliviado, hasta que pensó en que si su captor lo ponía a salvo de la anterior amenaza sería para medirlo con una aun peor.

Entonces el joven cayó en la cuenta de que su camiseta estaba rasgada, el «león» le había propinado un golpe que habría matado a cualquier ser humano, pero en su caso solo había destrozado la camiseta.

La sala en la que se encontraba era rectangular y especialmente grande. No contenía ningún contenedor y contaba con cuatro grandes puertas, pero todas ellas estaban cerradas.

En el centro de la sala había algo, pero el lugar estaba demasiado oscuro, como si sus pensamientos lo hubieran ordenado, una gran luz se encendió en el centro iluminando completamente el objeto que allí se encontraba.

Había pasado tanto tiempo soñando con verla que no podía creerse que fuera real, finalmente había encontrado su nave.

Clark corrió hacia ella y la palpó, era real, estaba allí, se dispuso a examinarla mejor, pero las puertas de los laterales se abrieron, y un montón de robots empezaron a entrar.

Más que robots, eran armaduras de combate, pues todas contenían a un hombre, medirían unos dos metros y medio de alto y uno y medio de ancho. Eran un gran amasijo de metal y cables fuertemente armados.

Los soldados fueron rodeando a Clark, quien perdió la cuenta cuando sumaba ya más de veinticuatro, pero entonces una voz que retumbó por la megafonía del recinto le hizo dejar de pensar en aquello.

-Buenas Superman.- Retumbó la voz que no titubeó ni por un segundo.

Clark miró a los lados, buscando a quien pudiera ser el dueño de la voz, pero era consciente de que podía no estar allí. Fue entonces cuando cayó en el nombre que había usado el hombre, había muy pocas personas que conocieran ese nombre, es más, podía contar esa lista con los dedos de una mano: Sus padres, Lana Lang y el Doctor Shuster.

-¿Doc… doctor Shuster?- Preguntó Clark tímidamente.

No le asustaban aquellos guardias, pero el echo de que traicionaran su confianza era un duro golpe. Y sus emociones estaban a flor de piel después de ver todas las atrocidades que allí se llevaban a cabo.

-El mismo, o quizás debería decir Lionel Luthor.- Dijo la voz del hombre, a continuación empezó a reír con malicia.

-¿Luthor?- Dijo Clark sin llegar a comprender.

-Se que llevas años buscando esta nave «superman»- Dijo escupiendo la última palabra con sorna.- Pero yo llevo aun más años buscando al tripulante de la nave. El ser que me permitirá crear un ejército de supersoldados. Alegrate, vas a pasar a la historia.

Clark estaba muy enfadado, sus ojos le quemaban, sentía fuego dentro de él, y sabía que los soldados lo notaban, pues aun con esas armaduras notaba que tenían miedo.

-Ven a por mi Luthor…- Masculló Clark.

-Muy bien, atrapadlo.- Respondió con calma Lionel.

Los soldados empezaron a descargar toda la munición de sus metralletas sobre Clark que intentaba protegerse a duras penas. Sabiendo que en aquel lugar era presa fácil se lanzó sobre uno de los soldados, así les impedía que le acribillaran, pues ponían en riesgo a sus compañeros. Con un disparo de su visión calorífica partió a dos robots, siempre teniendo cuidado de no dar a los soldados que los conducían.

Acto seguido arrancó el brazo de uno de los robots y lo utilizó para golpear a otros dos que se le acercaban por detrás.

-¿Pero que hacéis? ¡Disparad!- Ordenó Lionel Luthor.

-Pero señor, daremos a los nuestros.- Protestó uno de los soldados.

-¡He dicho que disparéis!

Por medio de algún mecanismo, Lionel logró que las ametralladoras empezaran a disparar aunque sus pilotos no lo quisieran así. Dando casi más disparos de fuego amigo que al propio Superman.

-¡Para con esta locura Luthor!- Gritó Clark mientras se deshacía con un puñetazo de otro robot.

Cada vez que un soldado caía, menos oportunidades tenían estos de imponerse al hombre de acero, ya que toda la ventaja de estos se encontraba tan solo en el factor numérico.

Con cada vez más facilidad Clark se siguió deshaciendo de ellos mientras clamaba a Luthor para que diera la cara.

Apenas quedaban seis soldados en pie cuando Lionel volvió a hablar.

-Deteneos.

Nuevamente se volvió a abrir una de las puertas metálicas, para esta vez mostrar a un hombre de unos cincuenta y pico años de edad. Su cabello era largo, al igual que su barba, y aunque poseían numerosas canas, aun contenían en gran cantidad su color castaño natural. Vestía con un carísimo traje obra de manufactura italiana, y en su mano llegaba un elegante maletín de cuero. Su cara mostraba una gran sonrísa, pero una de las que te hacían sentir miedo.

Clark se acercó al hombre con la mirada llena de odio, su ropa estaba echa jirones después de los disparos, tirones y cortes que había recibido, aunque su piel estaba perfecta.

Lionel le extendió la mano.

-Has superado todas mis pruebas, felicidades, sin duda será un placer que formes parte de mi nuevo proyecto.- Dijo Luthor.

-Estás aun más loco de lo que creía si vienes a dar la cara y aun piensas que tienes alguna posibilidad.- Le respondió Clark sin devolverle el apretón de manos.

-Bueno Superman, soy un hombre de juego, me encanta arriesgar, así se disfruta más de la vida.- Dijo el hombre entre risas.- Y yo me lo juego todo a una última carta.

-No hay cartas Luthor, vas a entregarte ahora mismo a las autoridades, pienso mostrar al mundo todo a lo que te dedicas.

-Bueno, bueno, bueno, eso aun esta por ver. Descubramos nuestra última carta ¿no?- Dijo Lionel a la vez que sonaba un «click» procedente de su maletín.

El maletín solo contenía un pedazo de meteorito verde, este contenía un brillo bastante fosforito.

Clark no sintió nada durante los primeros segundos, pero enseguida empezó a marearse, una sensación de malestar le invadió el cuerpo por primera vez en su vida. Tenía ganas de vomitar, pero no podía hacerlo, le ardía la sangre bajo la piel, como si cada gota de su sangre estuviese contaminada.

Clark clavó una rodilla en el suelo ante Lionel. Y acto seguido este le golpeó en la cara con el pedazo de meteorito, haciendo que Clark cayera al suelo.

-Verás, es un pedazo de tu antiguo planeta, este llegó junto a tu nave, y después de un profundo estudio, mis científicos se atrevieron a deducir que poseía algún tipo de radiactividad, que aunque innocua para los humanos sería letal para ti.- Dijo Luthor divertido.- En fin, encantado de que seas mi nuevo juguete «superman».

CONTINUARÁ…

—–

LA FORTALEZA DE LA SOLEDAD

Por fin arranca uno de los que deberían ser buques insignias de este universo, Superman. Esta serie ha pasado por las manos de varios autores antes de caer en las mías, aunque ninguno empezó a hacer nada.

Yo poco a poco le he cogido más cariño al personaje, hasta que finalmente me decidí a guionizarlo, la verdad es que tengo unas cuantas ideas sobre arcos para Clark, y me gustaría construir todo esto sobre un gran arco que se irá desarrollando lentamente. Aunque este aun no ha empezado.

Como habréis comprobado me he decidido por situar a Clark fuera de Metrópolis de momento, esto se debe a que quería relatar algo de sus viajes por el mundo antes de llegar a la ciudad, además de que no quería caer en el típico inicio de Superman mostrando a este en su llegada a Metrópolis.

Es curioso que varios personajes secundarios importantes se me van a quedar en el tintero hasta más adelante, a cambió tendremos a otros tan interesantes como Lionel Luthor y algún otro que aparecerá en el próximo número.

También he querido aprovechar para hacer pequeñas menciones honoríficas a los dos creadores de Superman.

Y nada más espero que hayáis disfrutado de este primer número y os haya dejado con ganas de leer más.

¡Un saludo!

Carlos Fortuny

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6 Responses to Superman #1

  1. Pacou Miranda says:

    Buen inicio. Interesante sin duda que este viajando y esa vuelta al «apodo» de Clark. Me encanta como llevas los momentos familiares, en esta y otras series. Tengo ganas de saber más de este «Superman» tan confiado en sus inicios.

    – Duda sobre Pete, ¿lo imagino como el de Smallville o como el de los comics?

    • Carlos Fortuny says:

      Va a tener un poco de ambos, aunque en principio apenas va a aparecer, más allá de lo que se está viendo, si la pregunta va enfocada a su raza, será caucásico ^^

      Y nada, me alegro de que te haya gustado, espero que el 2º te guste aun más jejeje

  2. Tomás Sendarrubias says:

    Muy original el planteamiento para un número 1, Carlos, muy lejos de lo típico que hubiéramos hecho seguramente cualquiera (yo, ya te digo, lo hubiera puesto en Smallville, sin ir más lejos).

    A ver que pasa con Lionel Luthor, que es un bicho…

    • Carlos Fortuny says:

      Intentaba alejarme de lo típico, ya que el origen de Superman considero que nos lo conocemos todos al dedillo. Espero que con esta formula todo quede claro de una forma inexperada y entretenida ^^

  3. MarvelTopia says:

    Inicio arriesgado, alejar a Super de sus escenarios habituales… a ver qué te sale!

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