Daredevil #374

daredevil374De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil

#374 – Antes de la tormenta
Por Bergil


Fecha de publicación: Mes 54 – 10/02


El humo del incienso llenaba la penumbra de la sala. La tenue iluminación provenía de los pocos cirios que ardían junto a las paredes. En el centro de la cámara, tendido sobre una tabla de madera, yacía Matt Murdock. Tenía cerrados los ojos, los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y respiraba acompasadamente. Alrededor, vestidos con sus trajes blancos y las cabezas cubiertas por sus capuchas, los miembros de la Casta le observaban en silencio. A la cabeza, el único de los miembros que no vestía de blanco: la persona que la mayor parte de la gente conocía simplemente como el vagabundo ciego llamado Stick.

Los miembros de la Casta no hablaron entre sí. No les hacía falta. Se comunicaban sin necesidad de palabras. En silencio, extendieron sus brazos hacia adelante y colocaron las manos por encima del cuerpo del abogado, pero sin tocarlo. Casi podía sentirse crepitar el aire, con la energía que emanaba del grupo.


Benjamin Poindexter decidió que ya bastaba. Se había cansado de observar a la figura vestida de gris y escarlata. Determinó pasar a la acción. Acelerando su marcha, adelantó a su presa y se dejó caer justo cuando Daredevil llegaba a la siguiente azotea. El vigilante enmascarado se detuvo en seco. Durante unos instantes, ambos contendientes se observaron en silencio, todos sus músculos en tensión. De repente, aunque ninguno de los dos sabía quién era el otro, ambos tuvieron una extraña sensación: conocían a la persona que estaba frente a ellos. El lenguaje corporal de cada uno resultaba inconfundible para el otro. Para personas que se movían en los ámbitos en que ellos lo hacían, el archivar ese tipo de conocimientos resultaba tan automático como vital. Así pues, sin haberlo buscado de manera consciente, ambos sabían ya a quién se enfrentaban, y se prepararon para la confrontación. Una confrontación que ya había tenido lugar en el pasado. ¿Cuál sería el resultado esta vez?


Sentado tras su mesa de oficina, en el piso más alto de su rascacielos, Wilson Fisk sonreía satisfecho. Aunque ninguno de los jefes del hampa lo había reconocido todavía abiertamente -por supuesto, ya que nadie quería ser el primero en admitir a las claras que había perdido la partida-, estaba bastante claro que aquel pulso lo había ganado él. Poco a poco, disputando cada parcela de poder casi centímetro a centímetro, para guardar las apariencias, los sicarios de sus antiguos rivales -ahora, en cierto modo, súbditos-iban cediendo terreno ante los hombres de Kingpin. Si tan sólo pudiera saber cómo Murdock, además de fingirse ciego1, había logrado hacer creer a todo el mundo que estaba paralítico…


En su despacho del bufete Sharpe, Nelson & Murdock, Rosalind Sharpe había tomado una determinación. Por primera vez en su vida, arrojaba la toalla Se iba. Abandonaba. Plegaba las alas y se retiraba. La cuchilla estaba mellada.


– Bueno, Melvin -la misma voz de las demás veces, completamente átona y desprovista de sentimientos, sonaba a través del auricular del teléfono en la trastienda de Disfraces Potter. Melvin lo sostenía con tal fuerza que sus nudillos estaban blancos, aunque nada en su voz dejara traslucir la tensión que le embargaba-. ¿Lo has entendido todo?

– Sí.

– ¿Ninguna duda? ¿Nada que aclarar?

– No.

– De acuerdo. Hasta pronto.


En su despacho, Franklin Nelson había terminado de estudiar la documentación relativa al bloque de viviendas que había desaparecido tras el incendio2. La cosa parecía bastante clara. Por una parte, las reclamaciones de Ortega no se sostendrían en un juicio; y, en cuanto al porvenir de los inquilinos, bastaría con ponerles en contacto con la inmobiliaria que pretendía adquirir el solar. Con conseguir que los inquilinos presentaran un frente unido, tendrían su porvenir solucionado por el resto de sus días… De hecho, la inmobiliaria casi estaría agradecida a Ortega y sus matones, si supiera que ellos habían sido los culpables de todo, puesto que les habían ahorrado el coste de la demolición del edificio.

Dando un suspiro, Foggy comenzó a preparar la documentación. ¿Dónde demonios estaría Matt?


En el silencio de la sala, el aire se había espesado con el consumir incesante del incienso. Los miembros de la Casta mantenían las manos de todos unidas, sobre el cuerpo de Matt. De repente, la presión que parecía existir en el ambiente se disipó, como si de repente se hubiera apagado un aparato calefactor. Casi podía oírse el silencio que imperó. Lentamente, Matt abrió los ojos y se incorporó.


Melvin Potter estaba inmóvil. De pie, quieto como una estatua, su rostro era una máscara impenetrable. Los brazos colgaban inertes a los costados súbitamente, la estatua se animó. Apretó los puños con fuerza y luego se encaminó hacia la pared. Pulsando un resorte oculto, un panel se descorrió, dejando a la vista lo que más odiaba en el mundo. Calmadamente, comenzó a hacer lo que se había jurado jamás repetiría: comenzó a ponerse el uniforme del villano conocido como el Gladiador. Nada dejaba traslucir su estado de ánimo. Nada… excepto una lágrima, que resbaló en silencio por su mejilla, antes de caer al suelo.


Sin pronunciar una sola palabra, Daredevil y Poindexter giraron uno en torno al otro. Ninguno de los dos quería ser el primero en efectuar un movimiento, y preferían dejar la iniciativa a su oponente. Finalmente, fue Benjamín el que se lanzó:

– ¡Ya está bien! -dijo-. Tengo cosas más importantes que hacer3

Agachándose, recogió un pequeño tarugo de madera del suelo. Más rápida que la vista, su mano se movió atrás y adelante, y el proyectil salió despedido en dirección a Daredevil. Sólo los reflejos preternaturales del superhéroe le libraron de un impacto directo. Moviendo su cabeza hacia la izquierda, la apartó, aunque no lo suficiente para impedir que el trozo de madera le golpeara de refilón. Aquella habilidad inhumana para convertir cualquier objeto en un proyectil mortífero acabaron de confirmarle lo que ya suponía: que se enfrentaba al asesino mercenario conocido como Bullseye… otra vez.


Sentado en la tabla, Matt no podía percibir nada de lo que ocurría a su alrededor. Había perdido sus sentidos. Sin pensar en lo que hacía, se puso en pie de un salto, y asumió automáticamente una posición de defensa.

– ¿Qué es lo que te ocurre, chico? -dijo a sus espaldas una voz áspera, aunque en ella latía una nota de afecto-. ¿Crees estar entre enemigos?

– ¿Stick? -exclamó, incrédulo, Matt-. ¿Eres tú? ¿Dónde estoy? ¿Qué es lo que me ha pasado? Mis sentidos…

– Una cosa por vez, chico, una cosa por vez. Siempre has sido un apresurado, Murdock. Tus sentidos volverán, ya lo han hecho otras veces4. ¿Por qué no te calmas y reflexionas?

Matt hizo caso a su antiguo maestro. Respiró profundamente, se calmó… y se percató de que se encontraba en pie, sin temblores ni dolores. La lesión de su espalda había desaparecido por completo. Gradualmente, se percató de lo que ocurría a su alrededor. Podía oír cuatro… no, cinco latidos, además del suyo. El incienso casi saturaba sus fosas nasales, pero por lo demás se encontraba perfectamente, como no se había sentido desde hacía muchos meses.

– ¿Piensas quedarte ahí de pie, como un pasmarote, chico? -exclamó Stick-. ¿O saldrás a hacer tu trabajo de una maldita vez?

Enfocando su sentido de radar, Matt se percató de que había un bulto de ropa a sus pies. Antes de tocarlo, ya sabía que se trataba de su uniforme.

«Vaya, últimamente cualquiera puede coger mis uniformes…», pensó5, mientras se lo ponía en silencio. Cuando terminó, se volvió hacia su antiguo maestro.

– Ya estoy listo para hacer mi trabajo, Stick, por emplear tu expresión. Pero no sé dónde he de ir.

– A mí no intentes embaucarme con tus triquiñuelas de leguleyo, chico. Te conozco demasiado bien, desde hace demasiado tiempo. Ya te enterarás de lo que tienes que hacer, cuando salgas a la calle. Así que márchate de una vez, y deja de darme la murga. Cuando Matt fue a responder a la invectiva de Stick, se encontró con que estaba solo en la cámara. Saliendo a la calle, extrajo su bastón de la funda que colgaba en su muslo izquierdo y pulsó el resorte que lanzaba el cable oculto en el mismo. Tomando impulso, se elevó hacia las azoteas, tomando el camino de su apartamento.


A solas en el apartamento, Karen Page se consumía por los nervios. El no saber dónde se encontraba Matt en aquellos momentos la tenía intranquila. Entonces oyó un ruido en el exterior del apartamento. Estaba levantándose para ir a ver de qué se trataba cuando una figura vestida de escarlata entró por la ventana.

– ¿Dónde habías ido? -exclamó-. ¿Y qué te crees que haces vestido así?

– No te preocupes, amor -respondió Matt con una sonrisa-. Stick y la Casta me han dejado como nuevo. Mejor que nuevo, diría yo.

– Aún así… ¡Oh, Matt, casi se me olvida! Llamó Melvin Potter. Quería hablar contigo. Parecía preocupado, y creo que le contrarió el no encontrarte en casa. Dijo que te había llamado al despacho, y que allí tampoco estabas.

– ¿Dijo que es lo que quería?

– No, se limitó a musitar algo así como Tendré que ocuparme yo de ello, entonces, y colgó. ¿Sabes de qué se trata?

– No, no me ha dicho nada. Espera… ahora recuerdo, no había tenido noticias de Betty desde hace unos días… Creo que me voy a pasar por su tienda, a ver si le encuentro. Pero lo haré de paisano -dijo, al tiempo que comenzaba a ponerse uno de sus trajes sobre el uniforme. Tras despedirse de Karen con un beso, bajó a la calle y paró un taxi, dándole la dirección de la tienda de disfraces.


En el despacho, Foggy seguía sin tener noticias de Matt. Pensó en llamar a la apartamento, pero ya había hablado con Karen y no quería intranquilizarla más, si es que Matt no se encontraba allí. Pasándose una mano por el cabello, siguió trabajando en el borrador de acuerdo con la inmobiliaria.


– No creas que no sé quién eres, Daredevil -dijo Poindexter, mientras miraba fijamente a su oponente-. Nunca hubiera supuesto que bajo ese uniforme estaba… Pero espera… ¿no habías muerto? Si fue yo el que te mató… Bullseye no pudo seguir hablando. El bastón de Daredevil, arrojado con gran precisión, le golpeó en la mandíbula, callándole en seco. Escupió un poco de sangre y sonrió.

– Buen intento, cuernecitos… pero tengo el esqueleto reforzado con adamantium6, ¿recuerdas? Y mis manos arregladas gracias a mi nuevo jefe7. No eres rival para mi.


Cuando Matt llegó a la tienda de disfraces de Melvin, se encontró con que la puerta estaba cerrada. Proyectando sus sentidos, se cercioró de que no había nadie en las proximidades que pudiera observarle. Merced a su sensibilidad, aplicó la presión exacta en el punto adecuado, y la puerta se abrió con un chasquido. Una vez dentro, cerró la puerta y examinó la estancia. No había nadie, ni allí ni en la trastienda. Matt traspasó la cortina que separaba ambas habitaciones y se fijó en que su radar le decía que detrás de lo que parecía un muro sólido había un espacio vacío. Deslizando a un lado el panel, se encontró sólo con una percha. Pasó sus manos por las paredes, y percibió una serie de arañazos en los muros laterales, como si hubieran sido hechos por…

– ¡Una sierra! Dos, para ser precisos… Por Dios, espero que Melvin no haya hecho…

Matt se giró rápidamente, buscando frenéticamente cualquier pista que le pudiera indicar dónde había ido Melvin. se fijó en que, sobre la mesa, había un bloc de notas, del que habían arrancado una hoja. Pasando sus dedos por la superficie del papel, pudo leer la dirección que Melvin había anotado. Poniéndose su uniforme, Matt salió por la claraboya del techo y se dirigió hacia allí. Sólo esperaba que no fuera demasiado tarde…


1.- Wilson Fisk sabe que la identidad secreta de Daredevil es Matt Murdock. Lo averiguó y fue Karen Page quien lo reveló inicialmente, a cambio de una dosis de droga. Sin embargo, Fisk piensa que Daredevil ve, y que, por lo tanto, Matt Murdock sólo finge ser ciego. De hecho, Kingpin pensó que podría resultarle muy útil a su organización el descubrir cómo un hombre que ve lograba pasar por ciego.

2.- Se narró en Historias de Midgard, en los números 507 a 514 de El poderoso Thor.

3.- Lee los números de Hombre-X a partir del 26 para saber de qué se trata.

4.- Se vio en Daredevil # 177.

5.- El uniforme «blindado» de Daredevil desapareció del armario de Matt en Daredevil # 361.

6.- Desde Daredevil # 197-200.

7.- Su nuevo jefe es Shaw, y las manos se las destrozó el Castigador en el primer número de su tercer volumen.


Bienvenidos a Derecho de réplica, el correo de los lectores de la colección de Daredevil. Bueno, después de prácticamente dos años sale este número, escrito hace bastante pero pendiente de las correcciones. De hecho, si no llegara a ser por Carlos, que ha hecho la práctica totalidad de las mismas, este número seguiría en el cajón, criando polvo…


En el próximo número: Por fin hemos llegado al número 375 de esta colección. Un número redondo (aunque los ceros no aparezcan por ninguna parte), de aniversario, y, como tal, más largo de lo habitual. En este número intentaré solucionar todos las tramas de la colección desde que la cogí, y, al mismo tiempo, crear un nuevo punto de partida para los próximos números. Allí nos vemos (en teoría, no habrá que esperar tanto como para este número, porque el 375 ya está escrito…)

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